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El autoengaño en el autoconocimiento

J. Alberto Merino Salas

Ante el requerimiento actual de desarrollo de habilidades blandas para los puestos de

trabajo gerenciales, surge la necesidad de profundizar en el autoconocimiento y en la

posibilidad de caer en el autoengaño en este proceso si no se tiene presente que esto se puede

dar. Por este motivo, el presente trabajo pretende sustentar que el autoengaño es posible en el

proceso de autoconocimiento, más aún si se realiza sin la ayuda de otros. Para ello se define

que es autoconocimiento, cuál es el fin por el que se busca y cómo podemos ir desarrollando

este tipo de conocimiento. Así mismo, se presenta la definición de autoengaño y las teorías

sobre su intencionalidad o no intencionalidad. A continuación se presenta la teoría del

Movimiento de Pensadores Críticos sobre la infalibilidad del autoconocimiento, cuya crítica

nos ayudará a concluir que si es posible que nos autoengañemos en el proceso de

autoconocimiento.

Comenzaremos buscando definir que es el autoconocimiento, que no es una idea

nueva, más bien, ya los primeros filósofos lo tenían presente. Recordemos el precepto délfico

a Sócrates: “Conócete a ti mismo” que ya exhortaba al autoconocimiento. Sin embargo, que

sea un concepto antiguo no elimina la dificultad para definirlo ya que no es un simple

conocimiento de ideas que se tenga de uno mismo. Lazos (2008) indica que las ideas que uno

tenga de uno mismo deben ser relevantes y su acceso a ellos debe ser inmediato. Otros

autores (Muños & Morales, 2008; López, 2016) sugieren que es un conocimiento de las

fortalezas, potencialidades, flaquezas y debilidades que caracterizan a la persona. Holton

(citado por Fernández, 2015) propone que dicho conocimiento debe estar conectado con la

psiqué, mientras que Prieto (2018) lo relaciona al conocimiento fiable de los estados mentales

y propone que debe cumplir la condición de ser consciente, ser sobre estados mentales y que

no necesite evidencia, coincidiendo con la inmediatez. Lazos (2008) complementa estas


condiciones indicando que esa consciencia es el tener la certeza que es uno mismo el que

tiene esa creencia, además de la necesidad que dicha persona se plantee seriamente la

búsqueda por saber quién es. El autoconocimiento es pues un conocimiento activo y

consciente de los estados mentales de uno mismo.

Ante esto surge la pregunta sobre la razón del autoconocimiento, el para qué una

persona buscaría ese conocimiento sobre sí mismo. La primera razón se encuentra en la

necesidad de explicarse a uno mismo sobre los pensamientos y las acciones que ha adquirido

pero no ha sido consciente de dicho aprendizaje, por lo que se comienza a indagar en el

propio interior, haciéndose preguntas que lo lleven a saber cómo se piensa y como lo lleva a

actuar generalmente de cierta forma (Sancho, 2014). Otra razón se encuentra cuando se

quiere mejorar aquellas características propias que son positivas o desarrollar aquellas

debilidades que se posee o características que no se tiene (López, 2016) para poder

enfrentarse a la vida de manera que se puedan resolver los problemas que se presentan de

forma exitosa (Saiz-Manzanares & Pérez, 2016). Una tercera razón se encuentra en la

búsqueda de quererse más a uno mismo, de elevar la autoestima, que luego del proceso de

autoconocimiento le seguiría la aceptación de uno mismo como es y el aprecio por cada una

de sus características, siendo positivas o negativas, de lo exterior y de lo interior (Muñoz y

Morales, 2008).

Luego de ver qué es el autoconocimiento y cuáles son las razones para buscarlo,

conviene plantear las distintas formas por las que se puede acceder a dicho conocimiento,

para el que se necesita una serie de recursos y evidencias distintos a los que se requiere para

acceder a conocimientos más superfluos sobre uno mismo. Una primera forma de

autoconocerse es por uno mismo, a través de un soliloquio sincero en el que se busca saber

sobre aquello que es de su interés, por ejemplo, la persona que se plantea a sí misma la

pregunta sobre la existencia de Dios para conocer cuál es su pensamiento sobre dicha

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cuestión. Ello la lleva a preguntarse sobre dicha creencia buscando dar respuesta a su propio

cuestionamiento, obteniendo de ese proceso el autoconocimiento de su postura frente a la

existencia de Dios (Lazos, 2008). La segunda forma es a través de lo que los demás puedan

conocer de uno, pues “la injerencia de la alteridad en la vida humana (…) se considera como

dimensión fundamental de lo humano y del conocimiento de sí mismo (Ricoeur 1996)”

(Prieto, 2018, p.189) dado que “en muchos casos y áreas, otras personas pueden conocerlo

mejor de lo que él mismo se conoce” (Lazos, 2008, p. 184). En la misma línea encontramos

los grupos de autoconocimiento, que son instancias definidas junto a otras personas para este

proceso (Muñoz & Morales, 2008). Otras formas de autoconocimiento se pueden encontrar

en las historias de vida (Sancho, 2014) y en los “procesos de planificación, organización,

auto-instrucción, auto-monitorización y auto-evaluación” (Saiz-Manzanares & Pérez, 2016,

p. 16) que son capaces de potenciarlo.

Asimismo, se define el autoengaño como la generación en uno mismo de una creencia

falsa, en la que muchas veces se antepone a la verdad el mantener la tranquilidad de espíritu.

Para ser autoengaño debe existir la creencia en algo que es falso, frente a evidencias de su

falsedad generada por procesos cerebrales no epistemológicos. El autoengaño está formado

por un conjunto de creencias, en la que hay una creencia primaria o fundamental y otras

secundarias; por ejemplo, en el caso de la persona que reprobó un curso por no dedicarle el

tiempo adecuado al estudio, la creencia primaria sería que le dedica el tiempo adecuado y una

de las secundarias es que los profesores son injustos con ella. Otro aspecto importante del

autoengaño es que es de carácter temporal (Fernández, 2015, 2018). Para Perring (citado en

Fernández, 2015) hay dos formas comunes de autoengaño, que son la negación y la evasión.

Algunos autores (Coll, 2007; Hernández, 2007; Fernández, 2015) proponen como una forma

de aproximarse a la realidad del autoengaño desde el engaño, en el que A pretende hacer

creer a B que algo falso es verdad. Donde se dan 2 condiciones, que A tiene la intención de

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engañar a B y B no lo sabe, y que B no sabe que lo que le va a decir A es falso. El problema

es que en el autoengaño A y B, engañador y engañado, son la misma persona y crea

contradicciones en esa aproximación, surgiendo así dos corrientes sobre el autoengaño, los

que argumentan que el autoengaño es intencional, pues A, que tiene la intención de engañar,

es también B, y los que argumentan que el autoengaño no es intencional, es decir, las

personas no se autoengañan con intención y no se puede hacer el paralelismo entre el engaño

y el autoengaño.

Entonces encontramos que los que proponen que el autoengaño es intencional

sostienen que quien se engaña tiene intención de creer en una creencia falsa o de la que no

tiene evidencias para creer. Los defensores de esta posición establecen que para que se de, se

debe cumplir la condición que C tiene más evidencia para creer que P sea verdad a que sea

falso, sin embargo, la idea de que P es verdad genera en el interior de C algo que lo mueve a

creer que P es falso generando intencionalmente la creencia que P es falso (Fernández, 2018;

Hernández, 2007). Ante esta posición se han generado distintas críticas siendo la más

evidente que se presenta una contradicción pues si alguien es consciente de quererse engañar

iría en contra de una de las condiciones del engaño, B no sabe que A lo quiere engañar y no

conoce la verdad o falsedad de lo que A le contará, pues si lo supiese no se dejaría engañar.

Por esta razón los críticos aducen que es algo imposible que sea intencional (Fernández,

2018). Los intencionalistas intentan defenderse ante esta crítica “apelando a una partición de

la mente o a diferentes yoes o subagentes que se ocultan entre ellos información e

intenciones” (Coll, 2007, p. 147).

En otro sentido, la posición no intencionalista o deflacionista propone que no es

necesaria o indispensable la intención como factor que origina el autoengaño, atribuyen dicho

origen del autoengaño a las motivaciones emocionales que dirigen de forma sesgada a la

persona en la interpretación de los datos de una creencia recibida. Los factores que podrían

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originar esta motivación podrían ser los deseos, la ansiedad, los temores o las emociones.

Melé (citado por Fernandez, 2018) sostiene que el factor que lo origina es el deseo de aquello

en lo que quiere creer, es decir, que no conozca aquello, pero lo desee y ese deseo lo llevará a

tratar la información que reciba de dicho tema de una forma que lo lleve a creer en su

veracidad (Coll, 2007; Hernández, 2007; Fernández, 2018). Esta postura recibe la crítica de

Bermúdez (citado por Coll, 2007; Hernández, 2007; y Fernández, 2018) sobre la

paradigmática selectividad del autoengaño, cuestionando la insuficiencia del deseo como

condición para que se del autoengaño pues no en todos los casos de deseo de una creencia

que es falsa, por el deseo se logra obtener la creencia de su veracidad.

Luego de visto lo anterior, se bosqueja la teoría del Movimiento de Pensadores

Críticos sobre el autoconocimiento, pues en ella plantea la infalibilidad del autoconocimiento,

tesis contraria a la propuesta en el presente trabajo. Para ello primero definiremos el

pensamiento crítico como la forma de pensar en la que se utilizan principios y criterios

intelectuales que lo verifican a través de la evidencia de modo que al pensar de dicha forma

se evite caer en engaños y falacias y se mejora la calidad del pensamiento (Paul y Elder,

2003; Siegel citado en Prieto, 2018). Teniendo dicha definición en cuenta, Prieto (2018)

sostiene que el Movimiento de Pensadores Críticos propone que los seres humanos pueden

acceder a su autoconocimiento directamente, de forma transparente y cuasi-infalible, pues los

pensadores críticos pueden conocer sus estados mentales por una simple observación a su

interior, sin necesidad de métodos inferenciales, argumentando que el ser humano tiene una

capacidad especial para aprehender sus estados mentales. Sin embargo, esta teoría pareciese

contradecirse con la definición de pensamiento crítico esbozada, pues al no requerir

verificación se pueden filtrar en el autoconocimiento sesgos propios de la persona que está

intentando conocerse cayendo así en un autoengaño justificado con razones, pues no se

abriría a la posibilidad de la existencia de un error. Además, este tipo de conocimiento no

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estaría cumpliendo las condiciones de ser consciente, por lo que no sería propiamente

autoconocimiento, y de ser verificable con evidencia disponible, por lo que no estaría

cumpliendo con las exigencias del pensamiento crítico (Prieto, 2018).

En conclusión, se ha propuesto distintas definiciones del autoconocimiento y se ha

definido como un conocimiento activo y consciente de los estados mentales de uno mismo, se

ha planteado que las razones por las que un ser humano busca autoconocerse son dar razón de

sí mismo, crecer personal y profesionalmente así como para aceptarse y quererse rectamente,

y se ha mostrado que uno lo puede hacer en el ejercicio activo de soliloquios profundos,

diálogos con personas cercanas o grupos de autoconocimiento. Así mismo, se ha definido el

autoengaño con sus distintas propuestas que muestran la posibilidad, intencional o no, de

autoengañarse, y ello no excluye al autoconocimiento. Finalmente se planteó el intento de

mostrar la infalibilidad del autoconocimiento por parte del Movimiento de Pensadores

Críticos la que fue desmontada por medio del mismo pensamiento crítico. Por todo ello,

podemos concluir que en el proceso de autoconocimiento una persona puede,

intencionalmente o por motivaciones inconscientes, caer en el autoengaño; de la misma

forma, podemos concluir que mientras mayor sea nuestro autoconocimiento menos

probabilidad habrá de caer en el autoengaño.

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Referencias

Coll, J. (2007). Autoengaño y responsabilidad. Teorema, 26(3), 145-159.

Fernández, G. (2015). Autoengaño, sistemas de creencias y errores en el

autoconocimiento. Areté: Revista de Filosofía, 27(1), 69-85.

Fernández, G. (2018). Autoengaño y voluntarismo doxástico. Revista Estudios de

Filosofía, 57, 139-160. DOI: 10.17533/udea.ef.n57a07

Hernández, M. (2007). La etiología de autoengaño. ¿Pretendo engañarme o me

engañan mis mecanismos? Teorema, 26(3), 19-30.

Lazos, E. (2008). Autoconocimiento: una idea tensa. Diánoia, 53(61), 169-188.

López, C. (2016). Autodesarrollo, autoconocimiento y liderazgo personal. Revista de

Negocios del IEEM. 19(3), 70-71.

Muñoz, E. & Morales, C. (2008) Grupos de autoconocimiento: recurso para favorecer

el desarrollo personal. Fundamentos en Humanidades, 17, 163-178.

Paul, R. & Elder, L (2003). La mini-guía para el pensamiento crítico. Recuperado de:

http://www.criticalthinking.org/resources/PDF/SP-ConceptsandTools.pdf

Prieto, F. (2018). El pensamiento crítico y autoconocimiento. Revista de Filosofía, 74,

173-191.

Sáiz-Manzanares, M & Pérez, M. (2016) Autorregulación y mejora del

autoconocimiento en resolución de problemas. Psicología desde el Caribe,

33(1), 14-30. DOI: 10.14482/psdc.33.1.8076.

Sancho, J. (2014). Historias de vida: el relato biográfico entre el autoconocimiento y

dar cuenta de la vida social. Praxis Educativa, 18(2), 24-33.

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