"Las explicaciones biológicas de la naturaleza y de la conducta humana se
centran en la noción de organismo; la explicación sociológica, en la persona. Con respecto a la persona, hemos tratado el condicionamiento y el instinto como mecanismos explicativos; al definir y elaborar la noción de persona hemos considerado los roles e instituciones" Charles Wright Mills, en su libro "carácter y estructura", plantea en su intento de comprender al individuo humano, cuatro concepciones claves y útiles. Cada uno de estas concepciones se refiere a un aspecto del ser humano. Estos son:
- Organismo humano: se refiere al hombre y a la mujer como entes
humanos. Subrayando los mecanismos estructurales y los impulsos indefinidos. - Estructura síquica: para referirse al ser humano como una integración de percepción, emoción e impulso, que corresponde a las sensaciones, sentimientos e impulsos respectivamente. (Más adelante destacaré la importancia de la estructura síquica con respecto a la formación del carácter) - La persona: se refiere al "hombre" como actor de roles y es con relación a ésta consideración del "hombre" que tratamos de comprender su conducta en términos de motivaciones antes que explicar su comportamiento en términos de estímulos y respuestas. - La estructura del carácter: es la integración relativamente estabilizada de la estructura síquica del organismo ligada con roles sociales de la persona. Es decir, una integración entre los tres aspectos anteriores. Carácter (psicología), conjunto de reacciones y hábitos de comportamiento que se han adquirido durante la vida y que dan especificidad al modo de ser individual.
Junto con el temperamento y las aptitudes configuran la personalidad de
un individuo. Con esta noción se hace referencia a disposiciones permanentes, profundas y difícilmente modificables. La génesis y estructuración del carácter han sido objeto de diversas investigaciones y propuestas teóricas. Muy conocidas son las de Klages, Lersch, Wellek, Rothacker, Lewin y Freud. Todas ellas tienen en común la idea de que el carácter no se manifiesta de forma total y definitiva en la infancia, sino que pasa por distintas fases hasta alcanzar su completa expresión al final de la adolescencia. En cierto modo, y en tanto que aprendido, uno es responsable de su propio carácter; de ahí que el concepto se vea muchas veces teñido de una valoración moral (se ha calificado como bueno o malo) y haya sido objeto de reflexión en la educación.
SANGUÍNEOS. Corresponde al predominio de la sangre. Físicamente son
individuos de estatura inferior a la media, buena musculatura y figura proporcionada. En sus manifestaciones de carácter presentan tendencias a la irreflexión, son sociables, optimistas, poco tenaces y persistentes. MELANCÓLICOS. Predomina en ellos lo que Hipócrates llamaba la "bilis negra". Se les conoce también como tipos nerviosos. Físicamente son delgados, de estatura normal o superior a la media, con tendencia a la palidez. Cuando la atrabilis controla la personalidad, el individuo es melancólico, es decir, meditabundo, tímido, sensible, fácil de herir, sentimental e indeciso. COLÉRICOS. Predomina en su organismo la "bilis amarilla". De estatura normal o superior a la media; la piel presenta un tono amarillento. Son irascibles, impacientes, obstinados y vengativos. Precipitados y espontáneos. Tienden a dejarse llevar por sus pasiones.
FLEMÁTICOS. Físicamente tienen tendencia a la obesidad, aunque
pueden existir tipos delgados. En ellos predomina la flema. Son reflexivos, silenciosos, imperturbables. Miden siempre sus palabras, saben guardar secretos. Su entereza es fría y sosegada y es difícil conocer lo que piensan. Para Hipócrates y sus seguidores, el temperamento ideal es aquel en el que los cuatro humores están equilibrados. Los desequilibrios graves llevaban a los trastornos de personalidad, al carácter radical y en ocasiones a la locura