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Análisis del Quijote

Desde los tiempos de Platón y Aristóteles el concepto de español melancólico se había


forjado como un tópico considerado como una enfermedad y a la vez como un don
intelectual privilegiado de creación poética, que al llegar la época de Cervantes fue
transformado con un nuevo enfoque más moderno de la melancolía.

El propio Don Quijote se nos presenta con una


imagen en la que se mezclan los rasgos
melancólicos y coléricos, y precisamente esto
nos facilitará la configuración psíquica y el
carácter temperamental del personaje,
evolucionando de la cólera durante su madurez a
la melancolía en su vejez, aplicando a esta última
una clara visión poética y un elemento teórico
que se asocia indudablemente al carácter positivo
neoaristotélico.

El carácter melancólico del personaje implicará


un determinado comportamiento, ciertas capacidades creativas, facultades de memoria
que transforman al personaje de genio a loco, tendencias extremas al sacrificio y a la
penitencia, y una muy particular concepción del amor. Todo esto se une en una
internalización compleja que provoca consecuencias muy variadas e incluso
contradictorias, que por ello no dejan de provocar la risa del lector, el cual se consuela
ante el conocimiento de un héroe con similares características a él mismo y capaz de
cumplir sus deseos y sueños.

En cuanto a la memoria, esta será, en contraste con su concepción retórica tradicional,


tratada desde un punto de vista médico y filosófico que se acerca más a los presupuestos
de una nueva corriente, iniciada en España por Luis Vives, que la consideraba como una
potente facultad humana imprescindible para el desarrollo de todas las artes y no sólo de
la retórica. A su vez la imaginación, de la que dependen las percepciones de los
sentidos, se establece completamente diferenciada de la inteligencia, a la que se le
atribuye la facultad de recibir y ordenar los datos sensoriales. La jerarquización
realizada entre intelecto e imaginación en la I parte del Quijote queda completamente
transformada en la segunda, donde también se cuestiona la oposición entre realidad y
ficción. Don Quijote será el encargado de agudizar una ingeniosa inventiva novedosa,
que aunque teniendo un carácter ilimitado pudo ser también modelada en Sancho, sobre
todo en la segunda parte, donde el fiel escudero nos demuestra una inusitada capacidad
imaginativa, transformando elementales falsedades en complicadas visiones y
encantamientos. Este rasgo de Sancho se explica básicamente por su aprendizaje de un
modelo, que al principio será literalmente aplicado, pero que conforme se desarrolla la
trama nos revelará incluso sus enseñanzas al propio Don Quijote.

Cervantes valora en esta obra la rara invención, conseguida gracias a la aplicación


realizada de la memoria con fines narrativos, innovando pues tanto los modelos
retóricos y poéticos como los fisiológicos y psicológicos de la época. Don Quijote
reflejará en sus actos y en sus formas las hazañas caballerescas que ha resumido y
seleccionado de determinados modelos, de los cuales serán principales Amadís de Gaula
y Orlando. El reflejo será reiterativo, lo que explica el afianzamiento memorístico, y
provocará el aprendizaje de Sancho Panza.

El olvido también será utilizado por el autor como una técnica desarrollable de creación
literaria. Se manifiesta por medio de silencios y elipsis que se intercalan en el relato y
que serán también elementos característicos para conseguir una relación con la locura,
conforme a la tradición erasmiana de ligar olvido y locura, logrando creaciones
artísticas en base a silencios y omisiones.

·Una vez que el protagonista pierde el juicio se genera una fantasía que provocará en él
el establecimiento de convicciones en base a originales invenciones literarias. La
memoria alimentará su imaginación ocasionando una confusa situación para el
personaje en la que no es capaz de distinguir las situaciones vividas y las leídas. El
problema se fundamenta en la recreación de lecturas que llevan a la fidelización de unos
modelos ficticios a los cuales queda tan obligado como para llegar inventar hasta un
enfermizo amor. Desde luego la memoria no es tan primordial en su función como
cabría esperar, y su tratamiento en el Quijote no es sino una rememoración del modelo
seguido a la hora de establecer las cinco potencias del alma, el entendimiento, la
imaginativa, la reminiscencia, el sentido común y la memoria, según una clasificación
ya consolidada por autores como Santo Tomás, Boecio, y otros.

El tema caballeresco guarda una importancia


fundamental a la hora de entender el sentido de toda la
historia, la cual gira en torno a la imitación literal por
parte del protagonista de los esquemas generales y
concretos de ese género literario, que permanecen
inalterables en su memoria, aunque al final la realidad
haga que sus planes iniciales deban ser alterados,
reinventando por lo tanto sus historias recordadas. Es
destacable también el afán y la obsesión de Don
Quijote por conseguir fama y que sus hazañas se
mantengan en la memoria futura, jugando así la obra
con la continuación de una eternidad heroica que
quede a su vez reflejada igualmente en libros.

El contraste temporal que se produce tiene una


explicación si consideramos todo lo expuesto
anteriormente pues el ingenioso protagonista identifica sin lugar a dudas cualquiera de
las imágenes y lugares que vive con todas las imágenes y lugares que guarda en su
mente. Así, en lugar de producirse una afectación de la realidad sobre la imaginación, se
produce una afectación de la imaginación sobre la realidad, que provoca
ineludiblemente la tergiversación de todo lo percibido por medio de la conjugación de la
memoria y la fantasía. El personaje representa sus recuerdos y no lo que realmente está
percibiendo a través de sus sentidos.

El desarrollo de su imaginación supone una prueba fehaciente de la fusión aristotélica


entre el alma y el cuerpo y el sometimiento de los sentidos a una vida superior
intelectiva y libre. Esta capacitación memorística suplirá la manifiesta falta de juicio
que es representada. El ingenio de este complejo fondo de la trama radica en el contraste
que se produce cuando otros personajes son testigos de las acciones del caballero
andante y no dudan en ningún momento en reconocer la realidad de lo que están viendo
y no lo que la mente del protagonista está recreando, que no son sino recuerdos
selectivos de todos los textos que han absorbido su seso. Por otra parte no se puede
negar el valioso archivo caballeresco que supone el protagonista, pues además
seleccionará el modelo a imitar según la ocasión y el lugar, en similar forma que lo hace
el narrador o narradores, que eligen pero no cuentan.

Los desajustes entre sus recuerdos caballerescos y la realidad nos hacen disfrutar de un
relato más completo y entretenido, aunque el mundo de los libros que dirige sus pasos
no le hará, de todos modos, olvidarse de cumplir con sus necesidades vitales. Sancho
Panza, el escudero, se representa como un acompañante más esperanzado que fortuito,
es decir, desde un principio nos queda claro que el móvil de su fidelidad para con el
caballero no es otro que el recuerdo de la promesa de una ínsula y no realmente ninguna
inicial afinidad que le moviera a creer todas las imaginarias aventuras de su señor. El
conocido pasaje de los molinos de viento sirve perfectamente para ilustrar este
contraste.

La memoria de Don Quijote juega un papel importante en sus aventuras, siendo en


alguna ocasión paso previo de preparación a las mismas y en otros casos configuradora
de ellas. El problema radica en la inexistencia de sentido común, que no hace sino
provocar confusiones entre las imágenes nuevas y las que ya están impresas en la
memoria por experiencias anteriores. La carencia de esta facultad sensitiva común se
une a la falta de capacitación para distinguir las percepciones presentes del tiempo
pasado de sus lecturas. El determinismo de su mente se impondrá sobre la realidad y la
transformará, mientras que Sancho poco a poco irá aleccionándose con la memoria
caballeresca de su amo y empezará también a actuar en concordancia. La preocupación
mayor por los héroes que por los autores nos ayuda a comprender la subordinación del
plano retórico al de los modelos épicos de fama.

·El género pastoril también contará con referencias en esta obra, refiriéndose por
supuesto a los enamorados pastores que vagan recitando y cantando sus dramas. Las
ocasiones también serán propicias para un enfrentamiento cultural ventajoso del
caballero con personajes ignorantes o iletrados, que serán ilustrados sobre un mundo
desconocido para ellos, y donde se les presentarán las autoridades de sus caballeros. En
alguna ocasión el planteamiento se realizará desde un enfoque más igualitario, donde las
posiciones provocarán el debate y la contradicción, llevándonos así al descubrimiento
de la verdad. Una de las técnicas empleadas para perfeccionar el carácter paródico de la
obra consiste en la representación de unos linajes grandilocuentes y extraños que
quedan fuera de todo orden lógico.

Un elemento literario empleado en numerosas ocasiones consiste en la descripción


detallista de las circunstancias de las acciones. El dibujo del narrador en cuanto a todo
lo que rodea el ambiente corresponde a una clara intención de justificar las
consecuencias, consiguiéndose además un cierto grado de verosimilitud en las
reacciones y conclusiones de un personaje que, aunque sin juicio, hace una relación y
asociación de la oscuridad y el silencio de una situación con el encantamiento, o de el
silencio y quietud de una venta que queda así transformada en la imaginación de don
Quijote como un majestuoso castillo.

Este recurso literario queda perfeccionado en algunos pasajes por medio de la inventiva,
a través de la cual ya no se consigue únicamente representar una transformación mental
de la realidad, sino también unas complicadas creaciones imaginativas que por su
erudición son irrebatibles por Sancho. Este no obstante jugará un papel importante a la
hora de conjugar la memoria de los libros con la memoria de las experiencias reales,
ocasionando así una alteración de los hechos cotidianos y de las esperanzas futuras de
ambos personajes.

Sancho Panza ganará fácilmente las simpatías de los lectores y no obstante su


concepción estará marcada por la representación de un sustrato folklórico que sobre
todo con los refranes, aunque también con los cuentos que son insertados de forma
natural en el relato de los personajes, conformará una personalidad que refleja los
contenidos de la voz y sabiduría popular. Su función se complementará con el
Lincenciado Vidriera, que en determinados aspectos nos acercará a la locura que remite
a la tradición bufonesca. Curiosamente don Quijote evolucionará a un acercamiento al
uso del refranero y por lo tanto se apartará progresivamente del ámbito libresco, con lo
cual se pone de manifiesto que la influencia, aunque principal del caballero sobre el
escudero, no deja de ser mutua.

Cervantes aclara en varias oportunidades su visión de la literatura, la cual es claramente


fingida y una pura invención, aunque sólo engañará al que lo desea. Dentro de ésta
concepción se ejecutará un medido proceso creador que se inicia en la soledad, seguida
de la elección de unos modelos y de una invención que luego serán procesadas en un
discurso que las representará. En esta transformación participan otros personajes que
también treatalizarán sus invenciones.

El tema del amor tendrá un tratamiento típicamente enfocado desde la perspectiva de la


tradición pastoril. El amor se refleja en el continuo recuerdo de la amada que provoca
una acusada melancolía y nostalgia dramáticas, que en su realidad contrastarán con la
falsedad de los amores fingidos. La aplicación en la novela caballeresca encontrará una
perfecta base.

A lo largo de la obra Cervantes va trazando una red muy


sutil entre los aspectos psicológicos y fisiológicos de la
persona, que se entremezclan claramente con su elocuente
retórica. Paralelamente tanto el narrador como los héroes
narran las aventuras, desarrollando perfectamente unos
recuerdos que se optimizan con la correcta manera en que
son contados, como por ejemplo en la maravillosa historia
del cautivo. A veces la vida superará a la literatura y es
entonces cuando se percibe la fidelidad con que se habían
seguido los modelos y el contraste que se produce en Don
Quijote al captar la vulgaridad que representan el resto de
personajes que le rodean, pues él además había pretendido
confirmar una fama de su invención que se encarga de
difundir por sí mismo, de forma muy similar a como ocurre
en La Galatea o en el Persiles.

A través de Sancho Panza Cervantes realizará al final de la primera parte una síntesis de
todas las aventuras pasadas, síntesis que tiene también una finalidad de recordatorio
para los lectores del libro. Esto no lo podemos entender como una recreación por parte
del autor en resúmenes propios, sino como una serie alusiva exenta de retórica y
encaminada más bien a figurar la naturaleza del personaje que se encarga del relato. Las
acciones son recordadas de forma novelística y con una gran riqueza y variedad no
exenta de retórica, lo que confiere a los recuerdos una viveza que nos ayuda a intuir su
volatilidad y su posibilidad de transformación.

Ya en la segunda parte el autor aplica a la mentalidad del personaje principal la


consciencia de que sus hazañas ya han sido impresas, que junto con la circunstancia de
su estado melancólico avivarán lógicamente los deseos de nuevas aventuras. El recuerdo
realizado entre el bachiller y Sancho hará que el lector vaya madurando una historia ya
constituida íntegramente por don Quijote, sirviendo además para entender la particular y
novedosa elocuencia erudita de un escudero alimentado de la fuente de su amo que, aún
manteniendo las consonancias propias de su origen en cuanto a sus sentencias, incluirá
un matiz ético referido al engaño de los sentidos y a la falsa moral de las apariencias.
·La continua búsqueda de la inmortalidad por parte del caballero andante nos hará
entender como prima en su mente el linaje y prestigio de antiguos virtuosos que él
mismo también desea conseguir, volcándose así en la aventura a costa incluso de
confundir sus sentidos.

Uno de los particulares contrastes producidos en esta segunda parte de la obra será la
diversión que provoca Sancho frente a la melancolía de su amo. El juego irónico y
paródico se hará así constante, empleándose también una afilada burla entre el recuerdo
y el olvido, el cual no dependerá nada más que del interés personal. Esto lo podemos
observar claramente cuando don Quijote alega no recordar las promesas en que su
escudero insiste verse recompensado. ·Con la evolución de la novela se producirán
curiosos intercambios de papeles entre los personajes, como por ejemplo cuando la
melancolía se apodera también del escudero como consecuencia lógica de su proceso de
quijotización que ya hemos citado con anterioridad. Estos recursos junto con la obligada
participación del lector harán que la relación de éste con el libro no sea simplemente la
de un espectador ajeno a la historia, sino que se involucre y participe activamente de
ella, siendo complicado que se sienta desmotivado a la hora de enfrentarse con un libro
complejo pero a la vez entretenido y con el que fácilmente se puede llegar a considerar
identificado.

La exposición de los personajes al contexto de los duques y su corte, en el capítulo


XXXI, significará un notable elemento en el desarrollo de la trama. Don Quijote y
Sancho se convierten en dos bufones de excepción a los que se enfrentarán sus propias
historias ironizadas. El encantamiento de Dulcinea será profundamente martirizado por
las críticas sarcásticas, juzgándose al enamorado como un platónico visionario de una
belleza inexistente, aunque no por esto el caballero andante dejará de defender la
hermosura de su dama.

El entorno será una farsa cortesana en la que se incluyen en su carácter festivo


teatralizaciones y poesías dramatizadas de corte melancólico que conjuntamente
sintetizarán todos los conocimientos de la novela caballeresca y cortesana de los
personajes puestos a representar una comedia improvisada. Los recuerdos e historias de
nuestros protagonistas buscarán la credibilidad y la verosimilitud por medio de un pacto
entre amo y criado. La continuación de esta cerrada relación se pone en numerosas
oportunidades de manifiesto, como por ejemplo cuando ambos quedan separados por el
gobierno de Sancho de su ínsula.
El libro en su conjunto ha sido considerado un concepto pedagógico, lo cual se pone de
manifiesto en el manual de gobierno quijotesco del que se sirve Sancho para guiarse en
el código de su amo, el cual en todos sus aspectos llega a ser ilustrativo en cuanto a su
entendimiento sobre la razón y el juicio, la justicia, y otras concepciones, como por
ejemplo la validez de la experiencia en el desarrollo completo de la profesión de los
jueces o los médicos. De aquí se deduce el sentido de la consecución del buen ingenio
por medio de los continuos errores y disparates.

Llegará un momento en que don Quijote irá precedido por sus historias, siendo
reconocido por donde va. Tendrá que sufrir burlas y jocosidades, mientras que Sancho
irá acrecentando la memoria heroica y repasando todos los lugares y acciones
recorridos. El narrador a su vez se encargará de avivar la memoria del lector. Con la
derrota de nuestro protagonista por el Caballero de la Blanca Luna se detalla su
melancolía y la creciente esperanza de volver, aunque el hecho de alejarse cada vez más
del pasado hará que se entienda su renuncia al futuro y a una aventura posible, lo que
lógicamente le conducirá a la inacción y a la muerte. Los recuerdos se agolpan y se
recrean, convirtiendo el pasado en pura reliquia. El pasado deja lugar a un futuro
incierto y en el que se esperan malos destinos, aunque Sancho insista reiteradamente en
cambiarlo. Todo esto se produce en el marco de inicio de la obra, en un lugar de la
Mancha.

Tras un sueño solitario cobra su juicio y renuncia a su pasado, acabando con sus
memorias y con su propio nombre. Su muerte será una locura para el escudero que la
considera consecuencia de su abandono a la melancolía. Hasta este final la novela
conservará el doble matiz tragicómico. Cervantes se preocupará de consolidar la fama
de su personaje a través del epitafio de Sansón Carrasco y de la personificación de la
pluma de Cide Hamete. ·El Quijote significó la ruptura con la teoría erasmista que
oponía la figura del sabio melancólico y envejecido a la del necio orondo y satisfecho.
El héroe cervantino fusiona ambas figuras e incluye una imaginativa portentosa que se
une a otras capacidades que facilitan la risa del lector, consolidándose así como una
personalidad evolutiva y realista, capaz de cambiar. La novela no es sino un gran
adelanto en la evolución de la narrativa hacia su desligamiento de todo lo alegórico y
retórico, pudiéndose comprobar como la poética va claramente dirigida hacia la
búsqueda de la invención y a la huida de una imitación servil, convirtiendo al personaje
también en alguien imitable, del que su ingenio es uno de los rasgos más destacables.

Los temperamentos coléricos y melancólicos en relación con los vicios y las virtudes
son genialmente tratados y conjugados en la particular figura del ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha. Situándonos ante una de la obras maestras de la literatura
universal no podemos olvidar su valor como invención de la novela moderna y su fama
y memoria imperecederas que, curiosamente, nacieron con voluntad de olvido.

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