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la práctica clínica de la autoestima, es importante aclarar que una autoestima débil no es como un tumor
que “se extrae” y se soluciona el problema.
Más bien, una pobre autoestima hace metástasis en la persona, se expande afectando a varias o todas las
áreas de su vida, haciendo más o menos mella en función de la gravedad del problema.
Por eso, es importante entender la baja autoestima como un problema global, imposible de separar del
funcionamiento general de la persona (sus emociones, sus pensamientos, su conducta, sus opiniones, sus
relaciones, sus hábitos, sus motivaciones y proyectos…).
En algunas ocasiones la falta de autoestima se hace totalmente evidente en el discurso del paciente, cuando
éste es peyorativo e insultante hacia sí mismo (“soy un inútil”, “es normal que nadie me quiera”, “odio mi
cuerpo”…).
Sin embargo, otras veces la falta de autoestima es mucho más sutil y tendrás que estar alerta para captar los
pequeños detalles que te indiquen que la autoestima es un tema pendiente en tu paciente.
• Esta forma de dañar su propio cuerpo está relacionado con el autocastigo que comentábamos antes,
propio de la baja autoestima, sentir que no merece la pena dedicarse esos cuidados.
• No cuida su imagen o se preocupa excesivamente por ella. Éste es un punto controvertido porque
una imagen descuidada no es necesariamente signo de baja autoestima (puede ser por otras causas
diferentes). Aún así, la estética es al fin y al cabo, nuestra cara externa ante los demás.
Si te llama la atención la imagen descuidada de tu paciente (higiene dudosa, pelo despeinado, ropa
manchada…) te recomiendo explorar la autoestima física de tu paciente. Y, ¡ojo!, muy importante: una
imagen muy cuidada, no es tampoco garantía de una autoestima sana. A veces, ocurre incluso todo lo
contrario, las personas con una autoestima muy pobre intentan compensar con una estética perfecta en cada
mínimo detalle, llegando a convertirse en una obsesión en algunos casos.
Comparto contigo algunas de las conductas que hacen saltar mis alarmas:
Tiene la costumbre de compararse con los demás, a menudo ensalzando las cualidades o habilidades de
otras personas (bien con cierto matiz de envidia o bien con pesar por sentirse inferior, menos válido) y
menosprecia las propias.
Para tu paciente, un éxito sólo es válido cuando otra/s persona/s se lo reconocen o halagan. Si nadie se
entera, o si los demás no lo consideran un logro, es como si no hubiera existido.
De manera repetida elige relaciones (amistades, parejas…) que son claramente dañinas para sí mismo/a.
Una frase que me gusta mucho, dice “recibimos el amor que creemos merecer”.
Le resulta excesivamente difícil tomar decisiones. La sensación es que “nunca da el paso”, busca excusas, lo
alarga, lo evita, se pone impedimentos o limitaciones para evitar decidir.
Es muy influenciable por la opinión de los demás y se mueve constantemente en búsqueda de la aprobación
externa, tanto de los seres más queridos como de la sociedad en general.
“Autoboicotea” sus propios planes. A veces da la sensación de que necesita “autocastigarse”, no suele
permitirse el disfrute, ni el placer por el placer.
Siempre prioriza otras cosas antes que a sí mismo: el trabajo, los hijos, la pareja, la familia, las labores del
hogar, las amistades… En ese caos de prioridades, por unas cosas o por otras, las necesidades de la persona
siempre quedan en último lugar y, por consecuencia, insatisfechas.
No cuida su salud (ni parece importarle). Por ejemplo: tiene una conducta alimentaria perjudicial, hábitos
destructivos (dormir poco, fumar, beber, drogarse), no sigue recomendaciones médicas o ni siquiera acude al
médico, etc. Sin embargo, la salud no es un tema que parezca preocuparle, “de algo habrá que morirse”
decía un paciente mío.
Cuando tu paciente habla de su pasado se enfoca en los fracasos, en aquello que le ha salido mal, en lo que
no pudo conseguir, en lo que le criticaron… Le cuesta hablar o directamente no tiene en cuenta sus éxitos, o
los aspectos positivos de su pasado y su presente.
Su comunicación no verbal transmite inseguridad: voz muy bajita o casi inaudible, no mira a los ojos al
hablar, se expresa con nerviosismo…
A continuación conocerás cuáles son los 6 pasos fundamentales para trabajar la autoestima en la consulta.
1. Física
2. Social
3. Familiar
4. Emocional
5. Académica/Laboral
¿La baja autoestima está afectando a todas las áreas de la vida de tu paciente o sólo a algunas? ¿Tal vez se
focaliza únicamente en una de las áreas?
También es importante que explores la manera en que el problema de baja autoestima está afectando a tu
paciente.
El siguiente paso para trabajar con la autoestima de tu paciente es que comprendas por qué esa persona
tiene baja autoestima.
Siempre hay un porqué, o más bien, un conjunto de factores que le han llevado a este punto.
Para encontrar el origen de la baja autoestima, es necesario que explores a fondo su infancia y su
adolescencia.
Es en estas etapas cuando vamos construyendo nuestra propia identidad, en función de lo que nos dicen
nuestros padres que somos y de lo que nosotros mismos vamos descubriendo.
Frecuentemente, un problema de autoestima tiene origen en unos padres que, por unos motivos u otros
(excesivo trabajo, enfermedad, pocas habilidades parentales, estrés…), no han estado lo suficientemente
disponibles para sus hijos, especialmente como una figura de cariño y protección.
Así, si no aparece otra persona que le aporte esa seguridad y ese amor (otro familiar, un maestro, un
hermano…), el niño aprende a convivir con esa limitación de afecto que él mismo no es capaz de aportarse,
porque con esa edad la necesita de otras personas externas que le cuiden.
El niño crece y se hace adulto, pero el patrón sigue funcionando de la misma manera.
quien necesito que me quiera no siento que me quiera lo suficiente, ni yo tampoco lo hago (no me han
enseñado a hacerlo), por lo tanto, busco ansiosamente en los demás que me aprueben de la forma que sea,
para cubrir así mi propia carencia.
Aquí tienes algunas ideas de preguntas que puedes trabajar con tu paciente para explorar el origen de su
baja autoestima, adaptándolas a tu propio estilo:
Explorar si era una relación de apoyo, donde las figuras paternas están disponibles y se forma un apego
seguro, o por el contrario, son figuras que provocaron inseguridad e inestabilidad.
Invita al paciente a que exprese de forma concreta esos gestos de amor, ya sean palabras, hechos, detalles,
etc. A menudo encontrarás en el paciente falto de autoestima que estas muestras de amor fueron muy
limitadas, o no fueron suficientes.
Profundizar tanto en las características de personalidad como en su desempeño en las diferentes áreas de la
vida de un niño: escolar, familiar, social, artística, deportiva…
Si llegas a la conclusión de que tu paciente tuvo una infancia sana, sin acontecimientos excesivamente
desestabilizadores y con un afecto estable por parte de sus figuras paternas, ya tienes una pista importante:
el problema es reciente.
En ese caso, tendrás que explorar dónde está el origen, cuándo fue que comenzó a desconfiar de sus propias
capacidades y valía personal: ¿tal vez un trabajo que le sobrepasaba? ¿unos estudios en los que no se sentía
capaz? ¿una pareja que le menospreciaba? ¿una amistad dañina?… Cuanto más reciente sea el problema
que ha socavado su autoestima, menos enraizado estará.
Ocurre que las personas con baja autoestima suelen tener un diálogo mental constante, generalmente
no exteriorizado, a veces incluso inconsciente, en el que se reprochan a sí mismos, se critican, se insultan, se
recuerdan su falta de valía, se burlan, etc.
Este “automachaque” no es visible para los demás, pero es un hilo musical permanente en la en la cabeza
de tu paciente.
Son los llamados pensamientos automáticos negativos. Son automáticos precisamente porque resultan
incontrolables para el paciente.
Él no decide ponerlos en marcha, sino que simplemente “están ahí desde siempre” y no se sabe muy bien por
qué.
El objetivo de este tercer paso es que tu paciente se haga consciente de estos pensamientos
automáticos negativos que tiene constantemente sobre sí mismo.
Para eso, pídele que se observe. Sin intentar cambiar nada, ni intentar frenarlos. Simplemente, que esté atento
a cuándo su mente pone en marcha este “hilo musical”: qué cosas se dice a sí mismo, cómo se las dice (con
qué tono, qué palabras usa), ante qué situaciones…
Para solucionar un problema es necesario conocerlo a fondo, introduciéndonos en el “núcleo duro” del
malestar.
Fecha
Pensamiento (¿Qué he pensado? Por ejemplo, pienso “soy un inútil, con 32 años y
no sé ni freír un huevo”)
Emoción (¿Qué he sentido? Por ejemplo, siento enojo hacia mí mismo por no haber
estado más atento. Ojo: no confundir sensaciones o sentimientos con pensamientos.
Cuando el “siento” va seguido de un “que”, no estamos hablando de una emoción sino
de un pensamiento. Por ejemplo, “siento que no valgo para nada” no es una emoción,
es un pensamiento. Una emoción sería: “me siento impotente”)
Conducta (¿Qué hago? Por ejemplo: tiro la comida quemada y me quedo sin comer,
ya da igual, se me ha quitado el hambre).
Cuantos más finales aporte a cada frase, mejor. Pídele al paciente que intente
contestar ajustándose a la realidad de los pensamientos que normalmente tiene en
su vida cotidiana, sin exagerar ni tampoco minimizar.
Algunos de los inicios de frases que puedes lanzarle para que complete son éstos,
más los que se te ocurran a ti:
“Soy (un/una)…”
“Me molesta de mí…”
“Me doy rabia cuando…”
“Siempre me he comportado como…”
Este ejercicio funciona porque es una forma, para ti como terapeuta, de explorar qué
es lo peor que corre por la mente de tu cliente. Le dará pie a hablar y a profundizar
en temas como la culpa, el miedo, o el rencor.
Para el paciente también será útil exteriorizar todo aquello que normalmente
funciona como un “machaque sordo”. Poner en palabras estos pensamientos y
decirlos en voz alta es, en sí mismo, un primer paso que impacta.
Cuando la terapia ya está un poquito más avanzada, ésta va a ser la clave: trabaja
poquito a poco, para que la persona aprenda a verse con unos ojos diferentes.
El principal objetivo de esta fase de la terapia es que la persona aprenda a
tratarse desde el respeto y desde el amor a sí mismo,,cambiando su
diálogo mental, hasta hacerlo más suave y cariñoso.
Para eso, lo primero que debes hacer es lograr que el paciente realmente
recupere ese amor por sí mismo que, o bien ha perdido, o bien nunca ha
tenido.
Para que una persona se quiera a sí misma, de forma auténtica y realista, tiene que
conectar con aquellas partes que le gustan de sí misma, con las cosas que se le dan
bien, con los logros que admira de sí misma, con los momentos de bienestar en
soledad. De esa forma, el cariño surgirá de forma natural y no impuesta.
Piensa en aquellas personas a las que más quieres. ¿Por qué las quieres?
Les tienes cariño porque te gusta cómo son, admiras lo que hacen, porque te
aporta bienestar compartir tiempo con ellas.
Quererse a uno/a mismo no debe ser una imposición: “tienes que quererte
porque eres el único que va a estar ahí toda tu vida”. Eso está muy bien, pero,
¿cómo querer a alguien a quien rechazo? ¿Cómo quererme a mí mismo, si no
me gusto?
https://www.authentichappiness.sas.upenn.edu/es/testcenter
Los resultados de este cuestionario dan pie al trabajo posterior en terapia y son
realmente útiles para que tu paciente introspeccione y comience a conocerse a sí
mismo en su lado más positivo.
1. Cualidades + Habilidades
(2) sus habilidades, es decir, lo que se le da bien hacer. Pueden ser cosas muy
sencillas y cotidianas, no hacen falta grandes virtudes superheroicas ni grandes
dotes.
En función de las resistencias que tengan, para algunos pacientes va a ser más
complicado que para otros realizar estos listados.
Nunca caigas en la manipulación del paciente cuando éste dice “no se me ocurre
nada”, “no tengo cosas buenas”, “nada se me da bien”. No des el ejercicio por
acabado, ni pases a lo siguiente, hay que sostener esos primeros momentos de
blanco mental.
Si le resulta muy difícil, sugiérele que recurra a otras personas cercanas para que
le ayuden a elaborar los listados. Incluso tú mismo, como terapeuta, puedes aportar
alguna cualidad positiva que ves en tu paciente y quieres recalcar.
A menudo los pacientes dicen cosas como “yo cuando era joven era
muy echada para adelante, pero ahora todo lo contrario”, “antes de
perder el trabajo yo era muy divertido, siempre estaba haciendo bromas,
pero ahora ya no soy así”. Yo siempre les digo que si en algún momento
de su vida fueron algo, esa virtud está ahí, en alguna parte de ellos, ¿o
acaso fueron poseídos por otra persona? Sólo hay que rescatar y
desenterrar esas virtudes que nos hemos ido dejando por el camino.
2. Ejemplificar y concretar
Por ejemplo, una cualidad que la gente dice muy a menudo “soy muy
amiga de mis amigos”. ¿Qué es ser muy amiga de mis amigos? Nadie
lo sabe.
3. Elaborar un perfil
Tu paciente ha de elegir o tiene que elegir las tres cualidades principales y las tres
habilidades principales que le definen, aquellas con las que se siente más
identificado, las que más le gustan, las que más se cree, las que más utiliza en su día
a día, aquellas a las que le puede sacar mayor partido.
Esas tres cualidades y tres habilidades esenciales son seis herramientas que va a
llevar debajo de su brazo en cada decisión y en cada paso cotidiano.
5. Pasar a la Acción
Recuerda finalizar siempre la terapia con un paso a la acción. En esta fase
terapéutica final, el objetivo es que tu paciente empiece a tratarse con más
cariño.
¿Qué necesito?
¿Cómo me lo puedo dar?
Por ejemplo: “me gusta tocar la guitarra”, “disfruto cocinando mis platos favoritos”, “un
pequeño placer es llegar a casa, descalzarme y ponerme música un rato”.
Logra que el paciente elija aquellos puntos de la lista que vea más viables o que
le apetezcan más y que los introduzca en su vida cotidiana, a través de un
planning de actividades agradables.
Estas actividades o pequeños placeres tienen que tener la misma importancia que las
obligaciones, decidiendo cuánto tiempo al día o a la semana quiere dedicarse a
aportarse bienestar.
Es interesante que estas metas sean de diferentes áreas de la vida (social, personal,
hábitos, salud, laboral, académica…). Estas metas tienen que tener las siguientes
características:
6. Finalizar la Terapia
¿Cómo sabrás cuándo finalizar la terapia? Cuando veas en tu paciente los
rasgos de una autoestima sana.
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Autor/a
Acerca de Estefania Mónaco
Soy Psicóloga General Sanitaria, pero no soy sólo mi titulación. Soy mis
pasiones: escribir, hacer terapia, leer, divertirme, aprender, viajar. Soy mis
proyectos: ser terapeuta Gestalt, investigar, doctorarme. También soy mi
alegría, iniciativa y esfuerzo. Mi intención es llegar a ti a través de la palabra.
Mi ilusión, aportarte algo… y con ello, crecer como persona y como
profesional.
https://gananci.com/como-subir-mi-autoestima/