2
También fue durante su gobierno, un Sapa Inca estuvo en contacto directo con un
español, ya que unos chasquis trajeron al español Pedro de Candía al palacio de Huayna
Cápac para que se entrevistasen. La comunicación fue a puras mímicas y lo que cuentan
las crónicas fue que Candía le dijo a Huayna Cápac que él comía oro, así que el
gobernador le brindó oro en polvo y lo dejó irse.
Pedro de Candía se llevó consigo a uno de los chasquis a España y lo presentó al rey,
luego lo trajo de vuelta al Tahuantinsuyo para que hiciera de traductor. Este inca sería
conocido luego como Martidillo.1
Poco tiempo después del primer contacto entre Huayna Capac y Pedro de Candía, el
Sapa Inca y su sucesor, Nina Cuyuchi murieron a causa de una rara enfermedad3 (Se le
atribuyen a la viruela traída por los europeos).
Tras la anarquía Huáscar asumió el gobierno por orden de los "orejones" (nobles) de
Cuzco quienes creían que su experiencia como vice-gobernante de Cusco era suficiente
para asumir el mando.2 Después de un golpe de estado fallido, Huascar preocupado por
la confianza que tenía su hermano Atahualpa con los mejores generales del imperio, los
"ikas", ordena a Atahualpa que se aleje de ellos, pero Atahualpa reacciona armando su
ejército y declarandole la guerra. El enfrentamiento que habría durado
aproximadamente tres años, finalizó con la victoria de Atahualpa. Guerra de subversión
inca.4
5
A.
Hacia 1523, a los 47 años de edad, Francisco Pizarro estaba afincado en Panamá, ciudad
de la que llegó a ser alcalde en 1522. El análisis histórico se inclina a creer que Pizarro
poseía una fortuna modesta porque para emprender la aventura, él y Almagro, tuvieron
que asociarse con un cura influyente, Hernando de Luque, que a la sazón era cura de
Panamá. Villanueva habla de un cuarto "socio oculto": el licenciado Espinoza, que no
quiso figurar públicamente, pero que fue el financiero de las expediciones. Ello debió
ser así, por cuanto nunca uno sólo de los socios decidía de manera unilateral las
acciones. Sólo Francisco Pizarro, iniciada la conquista física del Perú, tomó decisiones
de campaña o sobre acciones militares y administrativas, prerrogativas de su cargo de
Gobernador de Nueva Castilla.
En 1524 Pizarro se asoció con Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque para
conquistar "El Birú" (palabra que después se convertiría en Perú), repartiéndose las
responsabilidades de la expedición. Pizarro la comandaría, Almagro se encargaría del
abastecimiento militar y de alimentos y Luque se encargaría de las finanzas y de la
provisión de ayuda. A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos
años de viajes hacia el sur afrontando toda clase de incomodidades y calamidades,
llegaron a la isla del Gallo cansados y extasiados. El descontento entre los soldados era
muy grande, llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado.
Pizarro intenta convencer a sus hombres para que sigan adelante, sin embargo la
mayoría de sus huestes quieren desertar y regresar. Allí se produce la acción extrema de
Pizarro, de trazar una raya en el suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre
seguir o no en la expedición descubridora.
Tan solo cruzaron la línea trece hombres. Los "Trece de la Fama", o los "Trece de la
isla del Gallo", fueron: Bartolomé Ruiz, Pedro Alcón, Alonso Briceño, Pedro de
Candía, Antonio Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso Molina, Martín
Paz, Cristóbal de Peralta, Elias Ascoy Angulo, Domingo de Soraluce y Juan de la Torre
y Díaz Chacón.
Sobre la escena que se vivió en la Isla del Gallo, luego que Juan Tafur le trasmitiera la
orden del gobernador Pedro de los Ríos, cuenta el historiador José Antonio del Busto:
Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que
fuere buen castellano lo que más bien le estuviere.
Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la
duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que
en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, "no poco se alegró,
dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en corazón la quedada". Sus
nombres han quedado en la Historia".
José Antonio del Busto
Pizarro y los Trece de la Fama esperaron en la isla del Gallo cinco meses por los
refuerzos, los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando
de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la
Isla de la Gorgona, hambrientos y acosados por los indios. Ese mismo día, Pizarro
ordenó zarpar hacia el sur.
Pizarro no fue ni el primero ni el único que intentó la conquista del Perú. Dos años
antes, en 1522, Pascual de Andagoya fue el primero en tratar de efectuar esa aventura:
su expedición terminó en un estrepitoso fracaso. Las noticias de la existencia de "Birú"
y de sus enormes riquezas en oro y plata, debió influir en el ánimo de tales aventureros
y podría haber aportado el ingrediente decisivo para preparar la expedición no sólo de
Pizarro sino de Andagoya. Por tal razón, Pizarro, Almagro y Luque se lanzaron a la
aventura.
En 1531, las tropas de Pizarro se separaron en dos; Pizarro en Coaque se dirigió hacia
Puná (en el Golfo de Guayaquil) En Puná, los españoles recibieron regalos e
instrumentos musicales por parte del curaca punaneño. Más tarde dicho curaca y los
punaneños se rebelaron por los abusos que cometían los españoles.6
Más tarde los españoles fueron víctimas de traiciones y conspiraciones por parte de sus
aliados tumbesinos; En una ocasión los tumbesinos abandonaron en una de sus balsas en
medio del mar a tres españoles.7
Hernando de Soto con su tropa persiguió a los tumbesinos levantados durante toda la
noche y en la mañana: cayeron sobre sus campamentos, sorprendiéndolos y matándolos,
apoderándose de los campamentos. Al día siguiente continuó la persecución. El cacique
Quilimasa con las debidas garantías para su vida, se presentó ante Hernando de Soto,
quien lo llevó donde el Gobernador. De la conversación con Quilimasa, se entera que
otros caciques más importantes habían ordenado la muerte de los españoles.
Otra conversación importante fue la que sostuvo Pizarro con un principal venido del
interior. Al respecto Pedro Pizarro, dice: "...pues preguntando al indio qué era el dijo
que era un pueblo grande donde residía el Señor de todos ellos, y que había mucha
tierra poblada y muchos cántaros de oro y plata, y casas chapeadas con planchas de
oro; y cierto el indio dijo verdad, y menos de lo que había..."; les informó también
sobre valles más fértiles. Además de lo anterior, informó a Pizarro sobre la situación del
Imperio. Todos estos informes entusiasmaron a Pizarro, quien decidió continuar con la
conquista.
En vista que no encontraron a los indios que perseguían y que los poblados tumbesinos
habían sido arrasados por los Punás, Pizarro decide continuar dejando en ella a su
teniente y abandonarla en dos etapas. La vanguardia a su mando, acompañada por
Hernando de Soto, partió hacia Poechos. La retaguardia, al mando de Hernando Pizarro,
salió de Túmbez tiempo después, porque en sus filas había enfermos: se les ordenó que
siguieran a la vanguardia.
Francisco Pizarro deja a Hernando Pizarro en Poechos, y se dirige a la huaca Chira para
auxiliar a sus compañeros de aventuras. Allí castigó severamente a los curacas: "Trece
curacas fueron muertos a garrote y quemados sus cuerpos". Según la cosmovisión
indígena, el ser quemados los anulaba para la vida después de la muerte, ya que creían
que la muerte era un tránsito entre ésta y la otra vida, necesitaban sus cuerpos para ello;
el fuego destruía ese cuerpo.
Antes de entrar a la sierra, Francisco Pizarro tomó una serie de precauciones, que según
Villanueva, fueron:
1. Que su hermano Juan Pizarro, con cincuenta de a caballo, se instalase en Piura, alerta
ante las huestes de Atabalipa, haciendo gran actividad de espionaje;
2. Y que, con las demás gente su hermano Hernando Pizarro se instalara en Tangarala;
3. El repartimiento de Túmbez, que era el más ambicionado, lo entregó a Hernando de
Soto, cumpliendo la promesa que le hiciera a Hernando Ponce de León cuando le fletó
dos navíos en Panamá;
4. En Tangarala puso como su teniente gobernador a Antonio Navarro, contador del rey
de España;
5. Además, dejó en Tangarala a cincuenta y cinco vecinos españoles, que se quedaron a
poblarla
Villanueva Sotomayor, lib. cit.
"1. Recuerda las recomendaciones de Hernán Cortés: "lo primero que hay que hacer es
apoderarse del jefe, lo consideran como su dios y tienen poder absoluto. Con ello, los
demás no saben qué hacer".
2. Por su propia experiencia, en Coaque, la Puná y Túmbez, sabe que apresando un
curaca y teniéndolo como rehén se gana mucho. En cambio, suelto, el curaca se
convierte en enemigo peligroso.
3. Los huascaristas lo ayudan porque él se ha declarado "su partidario". Tomar una ruta
distinta a donde están los protagonistas de la guerra civil sería perder ese valioso apoyo.
4. A Atahualpa le ha mandado decir que va a su encuentro porque "quiere ser su amigo"
y "apoyarlo" en su lucha contra Huáscar Inca Yupanqui. No cumplir con esa promesa
debilitaría las posibilidades de la sorpresa y el engaño que le tenía preparado al Inca.
5. Cambiar la ruta hacia Chincha sería la perdición para Pizarro, porque quedarían al
descubierto sus planes secretos...".
Villanueva Sotomayor, lib. cit.#GGC11C
En otra llacta, según Villanueva, hubo un incidente entre dos indios (entre el venido de
Cajamarca y el que dio el alcance a Pizarro, de San Miguel de Piura, que había sido
enviado a Cajamarca). La razón del pleito la explicó el indio de San Miguel así:
"1. El enviado del Inca mentía. Atahualpa no estaba en Cajamarca sino en el campo
(Baños del Inca) y tenía mucha gente.
2. A él lo habían querido matar, pero se había salvado porque amenazó con que los
embajadores de Atahualpa serían ajusticiados por el Gobernador.
3. No permitieron que hable directamente con el Inca, porque estaba ayunando.
4. Se entrevistó por fin, con un tío de Atahualpa, quien le requirió por los cristianos. Su
respuesta resumida por Jerez, fue: "Y yo les dije que son valientes hombres y muy
guerreros; que traen caballos que corren como viento y los que van en ellos, llevan
unas lanzas largas, y con ellas matan a cuantos hallan, porque luego en dos saltos los
alcanzan, y los caballos con los pies y bocas matan muchos. Los cristianos que andan a
pie dije son muy sueltos, y traen en el brazo una rodela de madera con que se defienden
y jubones fuertes colchados de algodón y unas espadas muy agudas que cortan por
ambas partes, de cada golpe, un hombre por medio, y a una oveja (nota: llama) llevan
la cabeza, y con ella cortan todas las armas que los indios tienen; y otras traen
ballestas que tiran de lejos, que de cada saeteada matan un hombre y tiros de pólvora
que tiran pelotas de fuego, que matan mucha gente".
"1. Que si Atahualpa no estaba en Cajamarca era porque esa llacta había sido reservada
para aposentar a los cristianos.
2. Que Atahualpa acostumbraba acampar desde que estaba en guerra con Huáscar Inca
Yupanqui.
3. Que cuando el Inca ayunaba no dejaban que hablara con nadie más sino con su padre
el Inti.
4. Muy diplomáticamente, Pizarro, zanjó la discusión "...teniendo en lo secreto por
cierto que era verdad" la versión del huascarista, su aliado".
Villanueva Sotomayor, lib. cit.#GGC11C
Luego del incidente, los españoles continuaron su camino hacia Cajamarca. Muy cerca
de esa llacta, Francisco Pizarro recibió otra embajada de Atahualpa con comida.
Después de esto caminó hasta que se ubicó a una legua de Cajamarca, "y toda la gente y
caballos se armaron, y el Gobernador los puso en concierto para la entrada del pueblo,
e hizo tres haces de los españoles de pie y de caballo". "Llegado a la entrada de
Caxamalca vieron estar el real de Atabaliba una legua de Caxamalca, en la falda de
una sierra".
Los españoles habían llegado a Cajamarca por las alturas de Shicuana, al noreste del
valle. Era el viernes 15 de noviembre de 1532. Habían caminado 53 días desde San
Miguel de Piura.
El Inca Garcilaso de la Vega y Miguel de Estete aseguran que los españoles encontraron
en Cajamarca "gente popular y algunos de la gente de guerra" de Atahualpa. Además,
que fueron muy bien recibidos. Otros cronistas, como Jerez, aseguran que los españoles
no encontraron gente en la llacta. Herrera dice que "sólo se veían en un extremo de la
plaza unas mujeres que lloraban la suerte que el destino reservaba a los españoles que
habían provocado la cólera del Emperador indio" ("Hechos de los castellanos, Década
V").
Cuando Pizarro entró en Cajamarca, Atahualpa se encontraba a media legua del asiento,
en los Baños del Inca, donde había asentado su real, "con cuarenta mil indios de
guerra" (Pedro Pizarro). Entrados en Cajamarca y antes de apearse, Francisco
Pizarro envió a Hernando de Soto con cinco o seis y un intérprete donde Atahualpa,
para que le diga "que él venía de parte de Dios y del Rey a los predicar y tenerlos por
amigos, y otras cosas de paz y amistad, y que viniese a ver con él".
Parece ser que el recibimiento del Inca a Hernando de Soto fue más bien seco, pero
envió una embajada para decirles que "podían quedarse en la llacta de Cajamarca, que
él no podía ir porque estaba terminando su ayuno".
El Inca, una vez que se fueron los españoles, ordenó que veinte mil soldados imperiales
se apostasen en las afueras de Cajamarca, para atrapar y amarrar a los españoles: estaba
seguro que al ver tanta gente, los españoles huirían. Los españoles por su parte, pasaron
en vela la noche por las noticias de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro, sobre la
cantidad de gente que habían visto. Y por el hecho que no sabían cómo atacaban los
indios de guerra al no haber peleado nunca contra ellos. Por su parte, Francisco Pizarro
que sí tenía experiencia, por los largos relatos que le hacía Hernán Cortés sobre la
conquista de los aztecas, tenía en mente aplicar el mismo método que el empleado en
México por Cortés.
Pizarro dispuso que Pedro de Candía se colocase en lo más alto del tambo real, en el
centro de la plaza, con tres trompeteros y un falconete pequeño. Tenían la orden de
disparar cuando ya el Inca, se encontrara en la plaza. Luego del estruendo del falconete,
harían sonar las trompetas. A los de caballo los dividió en dos fracciones al mando de
Hernando de Soto, uno y de Hernando Pizarro, el otro. La orden era que cuando
escuchasen el estruendo deberían salir de sus escondites. La infantería también estaría
dividida en dos fracciones, una al mando de Francisco Pizarro y la otra al mando de
Juan Pizarro. La orden, avanzar a capturar al Inca. Todos debían estar escondidos en los
edificios que rodeaban la plaza hasta escuchar la voz de ataque: ¡Santiago!, que sería
dada por el cura Valverde, en su momento.
Al día siguiente, los espías de Atahualpa le informaron de que "los españoles estaban
tan asustados que se habían escondido en los tambos". No se apuró en ir a Cajamarca el
Inca, primero comieron. Mientras, para los españoles la espera era angustiante. Pedro
Pizarro, sobre esto, escribió "... yo oí a muchos españoles que sin sentirlos se orinaban
de puro miedo".
Los cronistas fijan las cuatro de la tarde como la hora en que Atahualpa ingresa a la
plaza de Cajamarca. Este dice: "A la hora de las cuatro comienzan a caminar por su
calzada delante, derecho a donde nosotros estábamos; y a las cinco o poco más, llegó a
la puerta de la ciudad". El inca comenzó su entrada en Cajamarca, antecedida por su
vanguardia de cuatrocientos hombres con "grandes cantares", ingresó a la plaza con
toda su gente, que cubría toda ella, en una "litera muy rica, los cabos de los maderos
cubiertos de plata...; la cual traían ochenta señores en hombros; todos vestidos de una
librea azul muy rica; y él vestido su persona muy ricamente con su corona en la cabeza
y al cuello un collar de esmeraldas grandes; y sentado en la litera en una silla muy
pequeña con un cojín muy rico". Jerez, escribía. "Entre estos venía Atabaliba en una
litera aforrada de plumas de papagayos de muchos colores, guarnecida de chapas de
oro y plata".
Cabe destacar que los acompañantes del Inca no traían armas; éstas, en poder de los
soldados, venían a retaguardia. Atahualpa se sorprendió de no ver a ningún español en
la plaza y mandó orejones a inspeccionar los tambos. Uno de los generales incas,
sospechando, mandó traer la tropa de retaguardia. Esas lanzas y esas tropas jamás
llegaron porque los acontecimientos de Cajamarca se sucedieron rápidamente y en una
gran confusión.
Según algunos cronistas, la reacción del Inca fue de sorpresa, curiosidad, indignación y
desdén. Atahualpa abrió y revisó el evangelio minuciosamente. Al no encontrarle
significado alguno a lo escrito en él, lo tiró al suelo. Villanueva, dice que "luego le
pidió (el Inca) su espada a Aldama. El español se la enseñó, pero no la entregó". La
reacción posterior de Atahualpa fue decirle a Valverde que los españoles devolviesen
todo lo que habían tomado de sus tierras sin su consentimiento; que nadie tenía
autoridad para decirle al Hijo del Sol lo que tenía que hacer y que él haría su voluntad; y
finalmente, que los extranjeros "se fuesen por bellacos y ladrones"; en caso contrario
los mataría.
A una señal de Francisco Pizarro se puso en marcha lo planificado por él. Disparó el
falconete de la artillería de Pedro de Candía y las trompetas y salieron los caballos.
...sonaban los cascabeles atados a los caballos, disparaban ensordecedores los arcabuces; los
gritos, alaridos y quejidos eran generales. En esta confusión los aterrorizados indígenas, en un
esfuerzo por escapar, derribaron una pirca de la plaza y lograron huir. Tras ellos se lanzaron los
jinetes, dándoles alcance mataron a todos los que pudieron, otros murieron aplastados por la
avalancha humana".
Mientras tanto, en la plaza de Cajamarca Pizarro buscaba el anda del Inca y Juan Pizarro
la del Señor de Chincha. El Señor de Chincha y el Señor de Cajamarca fueron muertos
por los españoles que los capturaron. También mataron a mucha gente del entorno de
ambos señores. "Otros capitanes murieron, que por ser gran número no se hace caso
de ellos, porque todos los que venían en guarda de Atabaliba eran grandes señores"
(Jerez).
Igual suerte hubiera corrido Atahualpa de no ser por Francisco Pizarro, que ya se
encontraba cerca de él, debido a que no podían derribar la litera del Inca, a pesar de que
mataron a los portadores de la litera, ya que otros de refresco se metían a cargarla. Así
estuvieron forcejeando gran tiempo; un español quiso herir al Inca, cuando Francisco
Pizarro, gritó que "nadie hiera al indio so pena de la vida...", hasta que hicieron caer el
anda y capturan al Inca, al que ponen bajo arresto en un ambiente del Templo del Sol.
Al caer la noche de aquel 16 de noviembre de 1532, habían terminado para siempre el
Tawantisuyo, el Inca estaba cautivo y con su prisión llegaba a su fin la independencia
del estado inca.
Después de la captura de Atahualpa, se inició el saqueo del real del Inca en los Baños
del Inca. El soldado cronista Estete, dice: "... todas esas cosas de tiendas y ropas de
lana y algodón eran en tan gran cantidad que a mi parecer fueran menester muchos
navíos en que cupieran". Otro cronista dice: "...el oro y la plata y otras cosas de valor
se recogió todo y se llevó a Cajamarca y se puso en poder del Tesorero de Su
Majestad". Jerez nos dice del saqueo: "el oro y plata en piezas monstruosas y platos
grandes y pequeños, y cántaros y ollas o braseros y copones grandes y otras piezas
diversas. Atabalipa dijo que todo esto era vajilla de su servicio, y que sus indios que
habían huido habían llevado otra mucha cantidad". Fue el primer botín de importancia
que tomaron los españoles. Villanueva Sotomayor dice al respecto: "Se valoró ese
primer tesoro de los incas en "ochenta mil pesos de oro y siete mil marcos de plata y
catorce esmeraldas"". A su vez, Francisco López de Gomara señala que "ningún
soldado se enriqueció tanto en tan poco tiempo y sin riesgo" aunque agrega "nunca se
jugó de esa manera, pues hubo muchos que perdieron su parte a los dados".
[editar] El Rescate
Esta tercera etapa de la conquista fue más de consolidación del triunfo que habían
tenido en la plaza de Cajamarca y de reparto del primer botín de guerra. A Francisco
Pizarro debió preocuparle no sólo la presión de sus hombres para el reparto del oro y la
plata, sino la presión que debían estar recibiendo sus socios en Panamá y Nicaragua
para el pago de los fletes y demás pertrechos. Para demostrar el éxito de su empresa y
poder así reclutar más gente para la empresa, gente que por otro lado debía necesitar con
suma urgencia, dada la escasez de hombres con que contaban.
El 13 de mayo de 1533, la presión de los españoles, por el reparto del botín de guerra
era tal, que obligó a Pizarro a empezar la fundición de las piezas de oro y plata que
había en Cajamarca; además, existía el convencimiento de Francisco Pizarro, que ya se
había recolectado la mayor parte del oro y plata de este reino.
Uno de los españoles, que había ido al Cuzco, informó a Pizarro que “se había tomado
posesión en nombre de su majestad en aquella ciudad del Cuzco”, entre otras cosas,
como el número y descripción de las ciudades existentes entre Cajamarca y el Cuzco, de
la cantidad de oro y plata recogidas, entre otras cosas. Quizá un dato importante que
informan a Pizarro es la presencia en el Cuzco del general Quízquiz con “treinta mil
hombres de guarnición”.
El 13 de junio llega a Cajamarca el oro y plata procedentes del Cuzco y de Jauja, eran
“doscientas cargas de oro y veinticinco de plata”. Días después llegaron “otras sesenta
cargas de oro bajo”.
Villanueva Sotomayor, nos dice sobre Francisco Pizarro, para cuidar sus “dos tesoros”
(el Inca y las riquezas de oro y plata): “El Gobernador hacía resguardar la plaza fuerte
de Cajamarca con una vigilancia permanente, por rondas, de 50 soldados de a caballo,
durante el día y gran parte de la noche. Durante las madrugadas, era de 150 de a
caballo, amén de los espías, informantes y vigías de pie; indios y españoles”.
Los de a caballo recibieron en total: 610.131 pesos de oro y 25.798,60 marcos de plata.
Promedio individual: 9.386,60 pesos de oro y 396,90 marcos de plata. Los de infantería
recibieron en total: 360.994 pesos de oro y 15.061,70 marcos de plata. Promedio
individual: 3.438 pesos de oro y 143,4 marcos de plata.
El Gobernador, según su criterio, premió a unos con más y a otros les quitó algo.
También entregó unos 15.000 pesos de oro a los vecinos que quedaron en San Miguel.
A Diego de Almagro y sus huestes les repartió de acuerdo con su criterio. Les dio
20.000 pesos de oro para que se repartan entre todos ellos. Pos supuesto, recibieron
mucho menos que los caballeros e infantes que intervinieron directamente en la captura
de Atahualpa.
Almagro había pedido que a él y a sus compañeros les tocase la mitad que a los de
Cajamarca. Como no se pusieron de acuerdo, fue otro motivo para que ambos socios se
distanciasen más, arrastrando en sus diferencias a los soldados que estaban bajo el
mando de cada uno de ellos. Los que en Cajamarca se beneficiaron del repartimiento
fueron el cura Valverde, 65 de a caballo y 105 de infantería. En total: 171
conquistadores. Según Pablo Macera:
“El Rescate de Atahualpa consistió en 6,087 kilogramos de oro y 11,793 kilogramos de plata. A
cada soldado a caballo le tocaba 40 kilogramos de oro y 80 kilogramos de plata. A los peones,
la mitad. A los soldados con perros más que a los peones. A Pizarro 7 veces lo que a un jinete
de caballo, además del trono de Atahualpa que pesaba 83 kilogramos de oro. Los sacerdotes
recibieron la mitad de un peón”.
Pablo Macera#GGC11C
Prescott dice del valor monetario que en el mercado de Europa alcanzó el tesoro
transportado:
“teniendo presente el mayor valor de la moneda en el siglo XVI, vendría a equivaler en el actual
(siglo XIX) a cerca de tres millones y medio de libras esterlinas o poco menos de quince
millones y medio de duros… La historia no ofrece ejemplos de semejante botín, todo en metal
precioso y reducible como era a dinero constante”.
Prescott#GGC11C
En el marco del comercio de España, esta fortuna, que consiguió cada español, generó
la “primera inflación de la historia del Perú” considerandolo incluído en el mercado
español donde todo subió de precio. Villanueva dice que:
"...el precio del caballo antes del repartimiento 2.500 pesos; después del repartimiento 3.300.
Inflación: 32%. Su precio en el mercado subió una cuarta más que el día anterior. Una botija de
vino de tres azumbres (un poco más de 6 litros), que costaba 40 pesos, se empezó a vender a 60
pesos. Inflación: 50%. Un par de borceguíes (nota: botas hasta más arriba de la rodilla que
usaban los conquistadores) pasó de 30 a 40 pesos. Inflación: 33%. Un par de calzas (ropa
interior; calzoncillo largo, bien ceñido a muslos y piernas), de 30 a 40 pesos. Inflación: 33%. La
capa subió de de 100 a 120 pesos. Inflación: 20%. Una espada de 40 a 50 pesos. Inflación: 25%.
Villanueva Sotomayor#GGC11C
Nunca estuvo en la mente del Gobernador Francisco Pizarro, respetar la vida del Inca.
Para continuar con su estrategia, inventó rebeliones de los leales a Atahualpa,
responsabilizándolo de actos de traición.
Luego el Gobernador, con acuerdo de los oficiales de su majestad y de los capitanes y personas
de experiencia, sentenció a muerte a Atabaliba, y mandó por su sentencia, por la traición por él
cometida, que muriese quemado si no se tornase cristiano…, Atabaliba dijo que quería ser
cristiano…, y bautizóle el muy reverendo padre Fray Vicente de Valverde…”.
Y en dicho pueblo de Caxamalca en treinta y un días del dicho mes de julio en presencia de los
dichos oficiales de S.M. manifestó Francisco Pizarro mil ciento ochenta y cinco pesos en piezas
labradas de indios que dijo que se le había dado el cacique Atahualpa y manifestóles después de
la muerte de dicho Atahualpa cinco días”.
Franklin Peace
Es lógico suponer que la muerte del Inca ocurrió después del 8 de junio y antes del 29 de julio
de 1533. La partida de Cajamarca se inició a mediados de agosto por grupos, el 26 de ese
mismo mes, estaban en Andamarca y el 2 de septiembre arriban a Huaylas. La fecha antojadiza
del 29 de agosto es completamente equivocada y se hace necesario rectificar el error”.
María Rostworowski
Muerto Atahualpa, termina la dinastía de los Incas, que gobernaron el Imperio (aunque
Atahualpa, no fue reconocido por las panacas reales cusqueñas, los españoles lo
consideraron Sapa Inca). Para guardar las apariencias, y tener un seguro hasta la toma
del Cuzco, Francisco Pizarro, nombra otro Sapa Inca, que recae en un hijo de Huayna
Cápac, duodécimo Sapa Inca del Imperio: Túpac Huallpa, y que los cronistas españoles
nombran como Toparpa, quien reconoce vasallaje al rey de España.
Se dice mucho sobre la amistad de Hernando Pizarro con el Inca Atahualpa, cuando éste
último estuvo en prisión. Curiosamente, antes del juicio al, su hermano Francisco
Pizarro, lo comisiona para que lleve a España el primer botín. A su retorno al Perú, fue
nombrado Gobernador del Cuzco. Villanueva Sotomayor, dice:
“La ausencia temporal de Hernando Pizarro no descarta una maniobra maliciosa de los
conquistadores, ya sea por culpa de él o por imposición de su hermano. ¿Hernando Pizarro ya
sabía que iban a matar al Inca? ¿Fue ese viaje una salida airosa del capitán español, único amigo
de Atahualpa Inca? ¿O fue una premeditada maniobra de su hermano Francisco para alejarlo y
que no interfiriera en las decisiones drásticas que ya pensaba tomar con la vida del Inca?”
Villanueva Sotomayor#GGC11C
Lo cierto es que Hernando Pizarro salió de esta plaza con el botín, que representaba el
“quinto real”, es decir, la quinta parte del botín de Cajamarca, con rumbo a San Miguel
de Piura; ahí embarcaron rumbo a Panamá, cruzando el istmo, se embarcaron
nuevamente hacia Sevilla, España. La primera de las cuatro naos, llegó a Sevilla, el 5 de
diciembre de 1533, con los españoles Cristóbal de Mena y Fray Juan de Sosa (misionero
de la Orden de La Merced); el oro y la plata que se desmbarcó de dicha nao, ascendía a
38.946 pesos. El 4 de enero de 1534, arribó y ancló en Sevilla la nao “Santa María del
Campo”, en donde estaba embarcado Hernando Pizarro. Desembarcó con 153.000 pesos
de oro y 5.048 marcos de plata. Todo lo traído de Perú, fue depositado en la Casa de
Contratación de Sevilla; de ahí fue trasladado al aposento del rey de España.
Finalmente, el 3 de junio de 1534, llegaron las otras dos naos, en donde estaban
embarcados Francisco de Jerez, primer secretario del Gobernador Francisco Pizarro y
Francisco Rodríguez, en una y otra nao; se desembarcó de estas naos, 146.518 pesos de
oro y 30.511 marcos de plata. Villanueva dice que el total desembarcado por las cuatro
naos,
“… fue valorizado en 708.580 pesos. El peso y el castellano eran monedas equivalentes; pero
cada uno era igual a 450 maravedíes. Sólo el oro fundido (convertido en barras y otros pedazos)
se valorizó en 318.861.000 maravedíes. La plata fundida valió 180.307.680 maravedíes”.
Villanueva Sotomayor#GGC11C
A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio, con la toma de la isla de la Puná,
Tumbes, haber fundado una ciudad en San Miguel de Piura, haber tomado la plaza
fuerte de Cajamarca, tener de rehenes a varios curacas y haber asesinado al Inca y tener
de apoyo a muchos indios huascaristas y etnias esperanzadas en ser liberadas del yugo
Inca, los españoles aún no habían consolidado la conquista. Antes de dirigirse a Xauxa,
Pizarro envió una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen
en ese lugar al primer navío de entrase procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo
desembarcado, deberían reunirse con él en Xauxa. En Xauxa, Pizarro realiza otra
fundición de oro y su respectivo reparto, con las piezas llegadas a Cajamarca antes de la
salida de los españoles de la misma.
Continúan su viaje al sur por Andamarca, Corongo, Yungay, Huaraz, Recuay, Chiquián
y llegan a Cajatambo. Ahí, Pizarro refuerza su vanguardia y retaguardia, ante el temor
de levantamientos y ataques de los naturales, leales a Challcuchimac, que venía con él y
porque las llactas por donde pasaban, siempre estaban abandonadas. En este camino,
Francisco Pizarro se entera por informantes, que los generales atahualpistas
Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, venían reclutando gente de guerra en Pumpu
(Bombón). A partir de entonces quedaron incomunicados, el remedo de Sapa Inca,
Túpac Huallpa y Challcuchimac. El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de
esa rebelión era porque ellos “querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra
ganada por los españoles y querían gobernarla ellos”.
Tomando el camino de Oyón, se enteran que a cinco leguas de Xauxa había gente de
guerra para destruirla y para que los españoles no encontraran nada. Llegaron a Tarma,
sin encontrar resistencia. En esta llacta, pasaron la noche. Al amanecer reemprendieron
la marcha hacia Xauxa. A dos leguas de Xauxa, Pizarro divide su ejército. Cerca, se da
cuenta que la llacta está íntegra y no sólo eso, sino que tuvieron un recibimiento cordial,
“celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que
les tenía gente extranjera”. Entrando a Xauxa, encuentran levantado al general Yukra
Huallpa, dejado ahí por Challcuchimac, antes de su captura, El enfrentamiento fue una
atróz matanza de indios; los españoles con sus armas, perros dogos e indios auxiliares,
emboscaron a las tropas de Yukra Huallpa, haciendo una matanza; como dicha tropa
fuera dejada por Challcuchimac, eran partidarios de Atahualpa. Esta tropa inca, había
sido enviada por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, que se encontraban
con el grueso de su ejército a 6 leguas de Xauxa y en permanente contacto con el
ejército de Quízquiz, que se hallaba en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro, envía una
tropa a hacerles frente, más los incas los hacen retroceder. Pizarro ante esto pretende
atacar por sorpresa a la tropa inca; pero es engañado y cuando quiere continuar hacia el
Cusco, se da cuenta que los puentes estratégicos, habían sido cortados.
Francisco Pizarro, funda la ciudad de Jauja, muy cerca de la Xauxa inca, deja en ella a
80 españoles, al tesorero de Su Majestad y a un lugarteniente como su representante. En
esta ciudad muere misteriosamente Túpac Huallpa.
Mientras los colaboracionistas nobles, buscaban a este hermano cuzqueño del Sapa Inca
asesinado, Pizarro envió expediciones a la costa, con la finalidad de encontrar lugares
idóneos para instalar puertos marítimos, y esperando los resultados, se quedó en Xauxa.
Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al Cusco, a fin de que fueran reponiendo los
puentes que estuvieran cortados. Los españoles, en su viaje por todo el valle del
Mantaro, fueron constantemente ayudados por los huancas. Entraron a Tarcos, una
llacta entre Xauxa y Vilcas, el 31 de octubre de 1533. En Vilcas se enfrentan a los incas,
en una feroz batalla, que a pesar de la superioridad numérica, los incas pierden, por la
superioridad de las armas españolas, con gran matanza entre los indios.
Continuó Pizarro su viaje hacia el Cusco, cuando recibe la noticia de Hernando de Soto,
que el general inca Narabaliba, se encontraba con una tropa de 2.000 soldados, enviados
por Quízquiz en Andabailla (Andahuaylas). Algo que contribuyó a debilitar los ataques
de los incas, en este tramo del viaje hacia el Cusco, fue el hecho que tuvieran como
rehén al general Challcuchimac, hombre muy querido por sus tropas. Temían la
represalia de Pizarro y la muerte del valiente general atahualpista.
Pizarro entró en Andahuaylas (Anadabailla, para los españoles), sin ser molestado, pasó
la noche y al día siguiente continuaron hasta Curamba o Airamba, en donde encontraron
dos caballos muertos. Esto preocupó al Gobernador sobre la suerte de Hernando de Soto
y su tropa. Luego de la entrada a Andahuaylas y del hallazgo de los caballos, Pizarro
recibe la noticia que Hernando de Soto, se encontraba en el camino al Cusco, que estaba
bloqueado, pero que no había tropas incas y que los caballos habían muerto de “tanto
calentarse y enfriarse”. Luego de Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje hacia el Cusco
y encontrándose en un río, recibe la noticia de un enfrentamiento de su vanguardia con
los rebeldes incas.
Lo que había pasado era que Hernando de Soto, en su avance con la vanguardia hacia el
Cusco, luego de vadear un río, al que habían cortado los puentes, se encontró con tropa
imperial, que le hizo frente. Esta tropa pertenecía al ejército imperial de Quízquiz. Los
incas, se habían dado cuenta, que ya los españoles, estaban cansados, de igual manera
sus caballos y perros, por lo que de “mutu propio”, a veces sin órdenes de Quizquiz,
atacaban a los españoles. Eso fue lo que pasó luego del vadeo del río, al subir la cuesta,
fueron atacados por los indios, que presionaron con tanta fuerza que mataron a cinco
jinetes españoles. “A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó
tanto la muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron
encima de sus caballos…”; “les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus hachas y
porras”; “…hirieron diez y ocho caballos y seis cristianos; pero no de heridas
peligrosas, que sólo un caballo de éstos murió”.
Luego de este ataque, los incas se fueron a una colina cercana, esperando el
enfrentamiento franco, “casi concertado, esperando siempre un arreglo amistoso”,
costumbre de la guerra andina; mientras que Hernando de Soto, recurría al engaño, al
fingir que se refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa
imperial, los perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo
suficiente del grueso de las tropas incas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos,
aniquilándolos. Cuando el grueso del ejército inca vio esto, se retiró, pero acamparon
muy cerca los dos ejércitos, que se oían las voces. La llegada inesperada de Diego de
Almagro, con 40 a caballo, hizo que los indios se retiraran, sin presentar batalla. Juntos,
Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron viaje hacia el Cuzco, cuando fueron
informados de la presencia de una tropa inca, que había enviado el general Quízquiz,
por lo que optaron por atrincherarse en una llacta, en donde esperaron a Francisco
Pizarro.
Noticiado de estos hechos, Francisco Pizarro, sospechó que todos sus movimientos eran
espiados y que el general Challcuchimac, era el que enviaba dichos informes a las
tropas incas. Continuando el camino y estando ya cerca del Cusco, Diego de Almagro,
se presentó en el campamento del Gobernador y continuaron hasta donde se encontraba
Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día, a “Sachisagagna
(Xaquixaguana), Sacsahuana o Jaquijahuana), donde acamparon”.
Llegó a ayudarlo en la guerra contra las tropas rebeldes del general Quízquiz, hasta
alejarlo de Huánuco y situarlo a merced de los españoles y huscaristas en las tierras
norteñas. Pero la armonía entre Francisco Pizarro y Manco Inca Yupanqui duró muy
poco. No por culpa de él sino de los españoles, hasta que llegó Hernando Pizarro de
España y lo puso en libertad en febrero de 1536; pero sin que pueda salir del Cusco.
Harto de la situación en que se encontraba, se subleva a Pizarro y a los españoles.
Villanueva Sotomayor, opina que los incas, habían observado las costumbres de los
españoles, y que fatalmente, los incas no pudieron aprovechar las debilidades de los
mismos, por las rivalidades, producto de la guerra civil que aún continuaba, a pesar de
la presencia del verdadero invasor. Y lo grafica muy bien, diciendo que Manco Inca
Yupanqui, sabía muy bien que los españoles en día domingo, no comían carne roja y
habiendo ido a pescar con unos indios la “comida de los españoles del día de guardar”,
recibió a un chasqui que le avisaba noticias del Cusco. Regresó Manco Inca Yupanqui
al campamento donde Francisco Pizarro para decirle: “… dice que Quízquiz con su
gente de guerra va a quemar el Cusco y que está ya cerca, y he querido avisártelo para
que pongas remedio”. Nos parece excelente el ejemplo del historiador Julio R.
Villanueva Sotomayor, sobre cómo los responsables del Imperio, no se daban cuenta,
que el verdadero enemigo no eran las legiones de Huáscar Inca Yupanqui ni de
Atahualpa, sino, a los que ayudaban. Es entendible la ayuda por parte de huancas,
chankas, aymaras y otras etnias que estaban sometidas al Imperio, pero, la ayuda de
quechuas, que sostenían el Imperio…
La adhesión de Manco Inca Yupanqui o Manco II, a los españoles, adicionó más tropas
incas al lado de Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del
conquistador para entrar al Cusco, presentando batalla a las huestes de Quízquiz.
Sin obstáculos, entró al Cusco el conquistador Francisco Pizarro, con Manco Inca y las
huestes españolas e incas huascaristas. “De este modo entró el Gobernador con su gente
en aquella gran ciudad del Cusco sin otra resistencia ni batalla, el viernes a la hora de
misa mayor, a quince días del mes de noviembre del año del Nacimiento de Nuestro
Salvador y Redentor Jesucristo MDXXXIII” (nota: año 1533).
Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército
con gente de Manco Inca Yupanqui que logró reunir “cinco mil guerreros”. Pizarro
ordenó a Hernando de Soto, que apoye a dicha tropa india con 50 de a caballo, saliendo
del Cusco para presentar batalla a Quízquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su
campamento. En la localidad de Sapi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió
victoriosa la tropa combinada de Manco Inca Yupanqui, pero sin poder derrotarlo.
Luego de esta batalla, regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que comandaba las
tropas de Manco Inca, persiguió al ejército de Quízquiz, siendo derrotados en esa
persecución; en el Cusco se recibió la noticia “que les habían muerto mil indios”. Entre
tanto Manco Inca Yupanqui solicitó a los curacas “gente de guerra”, y en menos de diez
días, tenía en el Cusco un ejército de 10 mil guerreros.
El astuto Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje un día domingo saliendo de misa a
la que había asistido con Manco Inca Yupanqui. Los hizo salir a la plaza al Inca, y le
ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la “demanda y requerimiento”.
Pizarro siguió el protocolo español tradicional para estos casos; al final Pizarro abrazó a
Manco Inca Yupanqui y éste retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de oro.
En uno de los reconocimientos a la plaza de Xauxa, por parte del ejército de Quízquiz,
llegaron a una legua de dicha llacta; Hernando de Soto y Paullu Inca, tomaron 20 de a
caballo y 3.000 guerreros incas y fueron en su búsqueda. Los de Quízquiz, fueron
alcanzados en Maracaylla, en donde se produjo el enfrentamiento. Villanueva, dice que
el enfrentamiento fue duro, aunque no de “cuerpo a cuerpo”, ya que un ejército se
encontraba en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se
usaron en esta batalla, fueron la ballesta, flechas y “arcos como de piedra”. Los
españoles, decidieron cruzar el río, mientras las tropas de Quízquiz inician la retirada
del lugar, siendo perseguidas por las tropas de Paullu Inca “hasta hacerlas ocultar en
un monte”. Como no salían de él, las tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte,
muriendo varios curacas comarcanos y miles de la tropa de Quízquiz, retirándose y
siendo perseguidos por Paullu Inca, “tres leguas”. El ejército de Quízquiz, se retiró a
Tarma. Ahí, el curaca impidió la entrada de Quízquiz a la llacta, presentándole batalla.
Las tropas de Francisco Pizarro y de Paullu Inca, se habían enfrentado a las de Quízquiz
en Vilcaconga, Anta y Sapi, en el Cusco; Jauja y Maracaylla, en Junín y en
Vilcashuamán, en Ayacucho.
Francisco Pizarro se apresuró en nombrar "Sapa Inca" a Manco Inca Yupanqui, por las
razones que nos explica Villanueva Sotomayor:
Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cusco su alojamiento, porque tenía
que venir a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Sapa Inca, a las fiestas
(principalmente, al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el
“Ombligo del mundo”. Pero, además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus
hijos) siempre estaba en el Cusco, disfrutando de los favores de la corte del Sapa Inca.
Su permanencia era la garantía del vínculo entre el Estado cuzqueño y los dominios del
curaca. Era una especie de rehén.
"Si Pizarro no optaba por darle el mando imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas que
estaban en esos momentos en el Cusco, podían romper ese vínculo y actuar a su manera. Tal
vez, podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quízquiz u organizar de otro modo la
resistencia”.
Los nobles del Cusco, no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro, estaba
manipulando el gobierno del Imperio, al nombrar como Sapa Inca, primero a Túpac
Huallpa y luego a Manco Inca Yupanqui, manteniéndolos como rehenes, incluso. Bien
pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo Sapa Inca de entre las panacas
reales, y manejar el gobierno con más independencia, para organizar mejor la resistencia
inca; pero, la guerra civil, ya había llegado a la capital del imperio también. Pero lo
cierto es que ni huascaristas ni atahualpistas, lo hicieron, con lo que se perdió la
oportunidad de unir nuevamente al Imperio y ofrecer a los españoles, una resistencia
más organizada y efectiva. Quizá, mientras estuvo vivo Challcuchimac, los ataques
incas fueran débiles, por el temor a las represalias de los españoles en la persona de
dicho general inca; pero asesinado el general inca, no creemos que a Quízquiz, le
importara mucho la vida de Manco Inca Yupanqui, por ser huascarista.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia, sería el modo de combatir de
ambos ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca;
los españoles apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla. No
hay duda y esto está sumamente claro, que las armas jugaron un papel determinante en
esta fase de la historia del Perú, por las razones que se explicó anteriormente.
No cabe duda que el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al tomarla
los españoles, mermó significativamente la resistencia inca, no sólo porque allí se
encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los
ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que
nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos
leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y
aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad...
[editar] Postrimerías
Francisco Pizarro, en compañía siempre del inca Manco Inca Yupanqui y de su ejército,
sale del Cusco en busca de Quízquiz, hacia Xauxa, en la zona central norte del Imperio.
En Vilcas, el Gobernador se entera de que Quízquiz con su ejército se encontraba 40
leguas (225 kilómetros) al norte de Xauxa, camino a Cajamarca. Pizarro solicita envío
de refuerzos y pasa a Xauxa. Allí se entera que Diego de Almagro, que había sido
enviado a socorrer al general Paullu y a Hernando de Soto, luego de ahuyentar a las
tropas de Quízquiz, pasó a Chincha y Pachacámac.
El pago efectuado por Francisco Pizarro a Pedro de Alvarado fue una fortuna: se le
entregaron 100.000 pesos de oro. Esa compensación significaba el doble del oro que
recibió Francisco Pizarro en la repartición de Cajamarca. Era de cuatro veces más que la
que recibió Hernando Pizarro y cinco veces más que la que recibió Hernando de Soto.
Por sólo llegar hasta el Perú, Alvarado recibió más oro que la que obtuvo por todas sus
conquistas de Mesoamérica y "sin disparar un solo tiro de arcabuz". Todo lo anterior,
hizo una zanja aún más profunda entre los socios de la conquista.
[editar] Fuentes
• Imperio, Henry Kamen. ISBN 84-03-09316-0
• Historia del Tahuantinsuyu, María Rostworowski. ISBN 9972-51-029-8
• El Perú en los tiempos modernos, Julio R. Villanueva Sotomayor, Empresa
Periodística Nacional S.A.C., Lima, Perú
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