Conceptos de Dirección1
La importante función de las habilidades directivas
Nadie duda de que el siglo XXI seguirá distinguiéndose por cambios transformacionales rápidos y
caóticos. De hecho, casi ninguna persona en su juicio estaría dispuesta a predecir cómo será el
mundo dentro de 50, 25 o incluso 15 años. El cambio es demasiado rápido y omnipresente. Tres
cuartos del contenido de la red no estaba disponible hace tres años. El desarrollo de “nanobombas”
ha provocado que algunos predigan que las computadoras personales y las pantallas de escritorio
estarán en la pila de desechos de la obsolescencia dentro de 20 años. Las nuevas computadoras
serán el producto de grabados en moléculas, lo cual permitirá generar procesadores de datos
personalizados que se podrán inyectar en el flujo sanguíneo, implantarse en anteojos o incluirse en
los relojes de muñeca.
Warren Bennis predijo, un poco en broma, que la fábrica del futuro solamente tendría dos
empleados: una persona y un perro. La persona estaría ahí para alimentar al perro, ¡y el perro estaría
ahí para evitar que la persona tocara el equipo! Casi nadie discutiría que nuestro entorno actual se
caracteriza “por aguas rápidas constantes”. Casi todo está en movimiento, desde la tecnología en
nuestros métodos para hacer transacciones de negocios hasta el carácter de la educación y la
definición de la familia.
A pesar de todos estos cambios en nuestro ambiente, hay algo que ha permanecido y sigue
permaneciendo relativamente constante. Con variaciones menores y diferencias estilísticas, lo que
no ha cambiado en varios miles de años son las habilidades básicas que yacen en el corazón de las
relaciones humanas efectivas, satisfactorias y generadoras de crecimiento. La libertad, la dignidad,
la confianza, el amor y la honestidad en las relaciones han estado entre las metas de los seres
humanos, y los mismos principios que llevaron a esos resultados en el siglo XI todavía los producen
en el siglo XXI. En otras palabras, a pesar de nuestras circunstancias y de los recursos tecnológicos
disponibles, las mismas habilidades humanas básicas yacen en el corazón de la interacción humana
efectiva.
El desarrollo de habilidades directivas (es decir, de las habilidades necesarias para manejar la propia
vida, así como las relaciones con los demás) es una tarea sin fin. En su mayoría, estas habilidades
son las mismas hoy que hace un siglo; los principios conductuales básicos que constituyen los
fundamentos de estas habilidades son atemporales.
1 WHETTEN, DAVID A. y CAMERON, KIM S. Desarrollo de habilidades directivas. Novena Edición. PEARSON EDUCACIÓN, México, 2016
❏ Si tuviera que capacitar a alguien para que ocupara su puesto, ¿qué conocimientos y habilidades
se aseguraría que poseyera esa persona para poder desempeñarse con éxito como su sucesor?
❏ Si pudiera diseñar un plan de estudios o un programa de capacitación ideal para enseñarle a ser
un mejor directivo, ¿cuál sería el contenido?
❏ Piense en otros directivos eficaces que conozca. ¿Qué habilidades han demostrado que
expliquen su éxito?
El análisis de las entrevistas produjo alrededor de 60 características de los directivos efectivos
(eficaces y eficientes). En la tabla 1 se muestran las que se identificaron con más frecuencia. No es
de sorprender que las 10 características sean habilidades conductuales. No son atributos o estilos
de personalidad, ni tampoco generalizaciones como “buena suerte” u “oportuno”. También son
comunes en diversas industrias, niveles y responsabilidades laborales. Las características de los
directivos efectivos no son secreto alguno.
En esta clasificación, podemos notar que, aun cuando algunas de ellas se catalogan como
administrativas, todas en su conjunto, se orientan a las interrelaciones con los demás.3
Así pues, y aun cuando de facto las habilidades directivas o gerenciales son trascendentales para
lograr la efectividad en la Administración o para administrar efectivamente a la gente, éstas deben
y pueden ser desarrolladas por el directivo para alcanzar dicha efectividad. Para lograrlo es de
primordial importancia el conocernos a nosotros mismos y a los demás, para de esa forma,
administrar muchos aspectos de nuestra vida y de nuestras relaciones.
2 Ruiz N., Iván. Diseño y validación de un instrumento de medición para la evaluación diagnóstica de habilidades gerenciales. Instituto
Tecnológico de Mérida. 2008
3 Anotación del propio autor
Este enfoque combina el rígido conocimiento conceptual con las oportunidades de practicar y
aplicar comportamientos observables, y se basa en trabajo cognoscitivo y en trabajo conductual.
Este modelo de aprendizaje, como se formuló originalmente, consistía en cuatro pasos:
1. La presentación de principios conductuales o guías de acción, generalmente utilizando
métodos tradicionales de instrucción.
2. Demostración de los principios por medio de casos, películas, guiones o incidentes.
3. Oportunidades para practicar los principios a través de representación de roles o ejercicios.
4. Retroalimentación del desempeño por parte de compañeros, profesores o expertos.
La experiencia en la enseñanza de habilidades directivas complejas, al igual que investigaciones
recientes sobre el desarrollo de las habilidades directivas entre alumnos de maestría (por ejemplo,
Boyatzis et al., 1995; Vance, 1993), ha convencido de que son necesarias tres modificaciones
importantes para que este modelo sea el más eficaz.
En primer lugar, los principios conductuales deben estar basados en la teoría de las ciencias sociales
y en resultados confiables de investigación. Para garantizar la validez de las directrices conductuales
que se indican, el enfoque del aprendizaje debe incluir conocimiento con bases científicas acerca de
los efectos de los principios de administración presentados.
Segundo, los individuos deben estar conscientes del nivel actual de competencia de sus habilidades
y estar motivados para mejorar a partir de ese nivel para beneficiarse con el modelo. La mayoría de
la gente recibe muy poca retroalimentación acerca del nivel de sus habilidades. La mayoría de las
organizaciones consideran algún tipo de evaluación anual o semestral (por ejemplo, las
calificaciones de un curso escolar o las entrevistas de evaluación del desempeño en las empresas),
pero estas evaluaciones son poco frecuentes y tienen un alcance limitado, y no evalúan el
desempeño en las áreas más importantes de las habilidades. Por consiguiente, para ayudar a que
una persona entienda qué habilidades debería mejorar y por qué, el modelo debe incluir una
actividad de evaluación.
Una actividad de evaluación dentro del modelo de aprendizaje le ayuda a motivar a estas personas
a cambiar al hacer evidentes sus fortalezas y debilidades. La gente, entonces, conoce dónde residen
sus debilidades y qué necesita mejorar. Las actividades de evaluación a menudo toman la forma de
instrumentos de autoevaluación, estudios de casos o problemas que ayudan a poner de relieve las
fortalezas y debilidades personales en alguna área específica de habilidades.
Tercero, el modelo de aprendizaje necesita un componente de aplicación. La mayoría de los cursos
de habilidades administrativas se llevan a cabo en un salón de clases donde la retroalimentación es
inmediata, y es relativamente seguro intentar nuevos comportamientos y cometer errores. Por ello,
transferir el aprendizaje a un entorno de trabajo real a menudo es problemático. Los ejercicios de
aplicación ayudan a trasladar el aprendizaje del salón de clases a ejemplos del mundo real de la
administración. Los ejercicios de aplicación a menudo toman la forma de una intervención fuera de
la clase, una actividad de asesoría, un análisis personal a través de la escritura de un diario o una
intervención centrada en un problema, que el alumno tiene que analizar para determinar su grado
de éxito o fracaso.
En resumen, la evidencia sugiere que un modelo de aprendizaje de cinco pasos es el más eficaz para
ayudar a los individuos a mejorar sus habilidades directivas (véase Cameron y Whetten, 1984; Kolb,
1984; Vance, 1993; Whetten y Cameron, 1983). La tabla 2 resume ese modelo.
Los directivos de éxito deben ser capaces de trabajar efectivamente con la gente.
Autoconocimiento
El autoconocimiento es un concepto psicológico que implica introspección, definir la propia visión
de uno mismo y determinar las características de la personalidad. Este proceso de introspección, de
reconocimiento de los propios estados mentales está íntimamente relacionado con el hecho de
descubrir cuál es la imagen del propio yo que proyectamos y de qué manera se corresponde con
nuestros sentimientos, pensamientos y emociones.
El conocimiento que poseemos de nosotros mismos (lo que constituye nuestro concepto personal),
es fundamental para mejorar nuestras habilidades directivas.
Para poder mejorar o desarrollar nuestras capacidades, debemos primero, conocer el nivel de
capacidad que poseemos. Sin embargo para muchos, es difícil aceptar el hecho de “no estar
totalmente adecuado” o de no poseer todo el conocimiento.
La línea sensible
Este concepto se refiere al punto en el cual las personas nos volvemos defensivos o protectores,
cuando enfrentamos información acerca de nosotros mismos que es incongruente con nuestro
concepto personal, o cuando nos vemos presionados a alterar nuestro comportamiento.
La mayoría de los individuos recibimos con regularidad información acerca de nosotros mismos que
no es congruente o que es parcialmente congruente. Por ejemplo, un amigo podría decirnos: “Hoy
te ves cansado, ¿te sientes bien?” Si nos sentimos siente bien, la información es incongruente con
nuestro autoconocimiento; pero como esta discrepancia es relativamente menor, no es probable
que nos sintamos ofendidos o que manifestemos una reacción defensiva fuerte. Es decir, esto no
exigirá que examinemos nuestro concepto personal y lo modifiquemos.
Por otro lado, cuanto más discrepante sea la información o más graves sean las implicaciones para
nuestro concepto personal, más se aproximará a lo que se denomina línea sensible, y sentiremos la
necesidad de defendernos contra eso. Por ejemplo, cuando un compañero de trabajo nos juzga
como un directivo incompetente, eso traspasará nuestra línea sensible, si nosotros consideramos
que hemos hecho un buen trabajo como dirigente.
Y esto tendría un mayor impacto si el compañero de trabajo fuera una persona influyente.
Quizá nuestra primera respuesta sería defendernos en contra de esa información para proteger la
imagen que tenemos de nosotros mismos.
Esta respuesta se conoce como respuesta de amenaza-rigidez (Staw, Sandelands y Dutton, 1981;
Weick, 1993). Cuando nos sentimos amenazados, cuando enfrentamos información incómoda o
cuando se crea incertidumbre, tendemos a volvernos rígidos; nos agachamos, nos protegemos y
evitamos los riesgos.
Las personas nos volvemos psicológica y emocionalmente rígidos cuando encontramos información
que amenaza nuestro concepto personal. Tendemos a redoblar los esfuerzos para proteger lo que
es cómodo y familiar (Cameron, 1994; Cameron, Kim y Whetten, 1987; Weick y Sutcliffe, 2000).
Confiamos en los patrones de comportamiento y en las emociones que aprendimos con anterioridad
o que se han reforzado más.
Cuando tomamos esta actitud de defensa, existen dos respuestas, por lo menos, para poder
aumentar nuestro conocimiento o hacer un cambio personal necesario:
Por lo tanto, el enigma del autoconocimiento podría manejarse, al ejercer algún control sobre
cuándo y qué tipo de información se recibe acerca de uno mismo, y al hacer que otros participen en
la búsqueda del entendimiento personal.
Aunque es difícil entender todas las ramificaciones de “manejo de la diversidad”, es fácil ser sensible
a ciertas diferencias importantes que afectan que afectan la forma en que uno se relaciona con los
demás.
En forma similar, estar consciente de las diferencias con los demás es una parte importante de ser
un directivo efectivo.
La mayoría de las personas mostramos una tendencia a interactuar con individuos parecidos a
nosotros mismos, a elegir a gente similar para trabajar y a excluir a quienes parecen diferentes
(Berscheid y Walster, 1978). Sin embargo y de acuerdo a diversas investigaciones, la diversidad
mejora la creatividad, la solución de problemas complejos y el éxito en condiciones cambiantes o
ambiguas.
Por lo tanto, debemos utilizar la información que descubramos acerca de nosotros mismos y de los
demás para construir, crecer y valorar a quienes participen en nuestras interacciones y mejorar
nuestras habilidades directivas.
Para desarrollar una administración exitosa, el directivo debe enfocarse en cinco de las áreas más
importantes del autoconocimiento: inteligencia emocional, valores personales, estilo cognitivo,
orientación hacia el cambio y autoevaluación esencial.
Se ha descubierto que estás áreas se encuentran entre los factores de predicción más importantes
para un eficaz desempeño personal y directivo, incluyendo el logro del éxito en la vida, un
desempeño eficaz en los equipos, la toma competente de decisiones, el aprendizaje y desarrollo a
lo largo de toda la vida, la creatividad, la competencia en comunicación, la satisfacción laboral y el
desempeño laboral (Allan y Waclawski, 1999; Atwater y Yammarino, 1992; Goleman, 1998b; Judge
et al., 2003; Parker y Kram, 1993; Sosik y Megerian, 1999; Cools y Van den Broeck, 2007).
1.3. Valores personales. Son el centro de la dinámica del comportamiento. Las actitudes, las
orientaciones y los comportamientos surgen de los valores del individuo (Hemigway, 2005).
Hay dos tipos de valores: instrumentales y terminales.
Los valores definen los parámetros básicos de un individuo acerca de lo que es bueno y
malo, de lo que es valioso y de lo que no lo es, de lo deseable y lo indeseable, de lo verdadero
y lo falso, de lo moral y lo inmoral.
1.4. Estilo cognoscitivo. Se refiere a la forma en la que los individuos reúnen y procesan la
información. El estilo cognoscitivo influye en la percepción, el aprendizaje, la solución de
problemas, la toma de decisiones, la comunicación y la creatividad (Cools y Van den Broeck,
2007).
El estilo cognoscitivo identifica procesos individuales de pensamiento, percepciones y
métodos para adquirir y almacenar información; determina no sólo el tipo de información
que un individuo recibirá, sino la manera en que interpreta y juzga esa información, y la
forma como responde a ella.
1.5. Orientación hacia el cambio. Se refiere a los métodos que las personas utilizamos para lidiar
con el cambio en su ambiente. Esta orientación, posee dos dimensiones importantes: locus
de control e intolerancia de la ambigüedad.
La orientación hacia el cambio identifica la adaptabilidad de los individuos e incluye el grado
en que los individuos son tolerantes ante condiciones ambiguas e inciertas, y el grado en el
que se sienten inclinados a aceptar la responsabilidad personal por sus acciones en
condiciones cambiantes.