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Basilea I

Bailea I es el primero de los acuerdos emitido por el Comité de Basilea y fue


publicado en 1988. Se basó en diversas recomendaciones o sugerencias con el
objetivo de fijar un límite a la emisión de créditos que una entidad concede en
función del capital que tiene. Se estableció que el capital mínimo debía ser, al
menos, un 8% de los activos ponderados por su riesgo (crédito, mercado y tipo de
cambio sumados).

La recomendación bancaria más importante realizada fue la de limitar


el apalancamiento o el efecto multiplicativo de la inversión de las entidades
financieras en 12,5 veces el valor de los recursos propios en sus hojas de balance.
Este límite era importante en aquel momento, ya que las entidades financieras han
estado históricamente muy apalancadas, captando fondos de la gente y
concediendo créditos sin tener en cuenta parámetros de riesgo en caso de
insolvencia de una persona o una empresa.

Se estableció la definición de capital regulatorio dividido en dos categorías llamadas


Tier I y Tier II,en función de sí cumplían ciertos requisitos en cuanto a la capacidad
de absorber pérdidas, así como su permanencia y protección ante una quiebra. El
principal elemento a tener en cuenta era el riesgo de crédito, se calculaba juntando
las exposiciones de riesgo en 5 divisiones diferentes y asignándolas un porcentaje
de riesgo a cada una de ellas, por ejemplo un 0%, 10%, 20%, etc. La suma de cada
uno de los activos ponderados, daba como resultado los activos de riesgo.

Este acuerdo supuso en hito muy importante para la robustez de los sistemas
bancarios entrando, en vigor en más de 120 países, pero aún contenía algunas
deficiencias en cuanto a su formulación, es por ello que en 2004 se propuso Basilea
II.
Basilea II

Basilea II es el segundo de los acuerdos de Basilea, que consiste en una serie de


directrices elaboradas por el Comité de Basilea con el fin de aconsejar sobre
regulaciones bancarias y crear un estándar internacional.

Ante la necesidad de seguir desarrollando el análisis de recomendaciones iniciado


con Basilea I, se crea Basilea II en 2004. Entre algunos de los argumentos que
podemos mencionar el más importante es que antes del acuerdo de Basilea II, no se
tenía en cuenta la capacidad de una persona o una empresa para devolver los
préstamos concedidos y tampoco su tiempo de recuperación, y por tanto, el riesgo
de crédito. Ante esta situación, se decide crear tres pilares en los que se basa
Basilea II.

 Los tres pilares de Basilea II

Pilar I: Disponer de unos requisitos mínimos de capital

Para ello, hay que evaluar el riesgo de crédito, pero a diferencia de Basilea I, tiene
en cuenta la calidad de los prestatarios utilizando ratings o calificaciones crediticias.
Basilea II exige que el coeficiente de recursos propios de los bancos sea superior al
8% y añade requisitos de capital por el riesgo operacional En esta evaluación se
tiene en cuenta la probabilidad de incumplimiento del crédito (PD), la pérdida en el
momento en el que se produce el incumplimiento (LGD), que se calculan a través de
un método estándar mediante calificaciones de riesgo emitidas por empresas
especializadas o a través de métodos propios de rating avanzados y determinar la
exposición al riesgo cuando se produce el incumplimiento.

En este pilar, el objetivo es cuantificar el riesgo de crédito, de mercado y


operacional. De esta forma, se utilizan diferentes modelos propios de evaluación de
riesgos existiendo incentivos a la mejora de estos modelos.
Pilar II: Supervisar la gestión de los fondos propios

En el caso de España, el Banco de España, es el organismo encargado de que las


entidades mantengan un capital suficiente en función de los riesgos incurridos. A su
vez, también han de supervisar los cálculos y los riesgos que no se estudian en el
Pilar I, así como estudiar el nivel de solvencia de la entidad mediante la validación
de modelos estadísticos, estando los bancos obligados a almacenar datos de
información crediticia durante períodos largos de 5 a 7 años, garantizar su adecuada
auditoria y a superar pruebas de stress test.

Pilar III: Disciplina de mercado

En este pilar se pretende que la entidad proporcione información crediticia y del


nivel de riesgo de los mercados financieros de forma transparente y respetando las
buenas prácticas con una mayor coordinación en los procesos de cálculo de los
riesgos y sus conciliaciones, con una correcta descripción de la gestión de riesgos,
aspectos técnicos de cálculo de capital,descripción de la gestión de capital y
requerimientos de capital por cada tipo de riesgo.

Basilea III

Basilea III es el tercero de los acuerdos de Basilea, pretende fortalecer la


regulación, supervisión y la gestión de los riesgos en el sector bancario, con la
finalidad de afrontar con eficiencia y solvencia situaciones originadas por tensiones
financieras y económicas, mejorando las buenas prácticas en la gestión de
riesgos así como la transparencia en los estados financieros de los bancos.
Las directrices de Basilea III fueron publicadas en Diciembre de 2010.

El elemento más importante a tener en cuenta es el control del riesgo sistémico o de


contagio, así como la dotación de recursos y reservas de forma constante, ya sea
un ciclo de crecimiento económico o de recesión económica. De este modo, se
establecen a través de este acuerdo medidas sobre el ratio mínimo de capital
total que incluye el capital Tier I y Tier II y que asciende al 8% de los activos
ponderados por riesgo, los coeficientes de cobertura de liquidez en el que los
activos líquidos de una entidad financiera deben tener un valor mayor o igual que las
posibles salidas de efectivo y el importe de los recursos estables debe ser menor
que la cantidad de recursos disponibles, el ratio de apalancamiento mínimo, el
coeficiente de financiación estable, que permite medir las entradas y salidas de
capital de forma más objetiva y adicionales colchones de capital equivalentes al
2,5% de los activos ponderados por riesgo y dotaciones anticíclicas de más capital
que varían entre el 0% y el 2,5% de los activos ponderados por riesgo, dependiendo
del nivel de capitalización del mercado.

Otras características importantes son, por ejemplo, la ponderación de


los activos totales del banco en base a su riesgo para calcular las necesidades de
capital. De esta forma, un préstamo sin garantía ponderará al 100% en cuánto a
nivel de riesgo se refiere, sin embargo, un bono soberano de Alemania como el
Bund, ponderará al 0% porque se considera el activo sin riesgo por excelencia en
Europa, dado que el incumplimiento de pago por parte del estado Alemán es casi
nulo. Además, la definición del ratio de apalancamiento mínimo es vital ya que
establece un umbral no inferior al 3%, buscando un equilibrio entre la captación de
depósitos de la gente por parte de las entidades y su concesión de préstamos.

Conclusión

La implementación de Basilea II requiere, indefectiblemente, que se haya adoptado


Basilea I.

Ahora bien, tanto Basilea I como Basilea II, fueron diseñados para ser adoptados
por los grandes bancos que operan a nivel internacional.

Sin embargo, la adopción de los estándares recomendados en ambos acuerdos


constituye un desafío para los reguladores, los supervisores y las instituciones
bancarias, no solamente en los países de mayor desarrollo económico, sino también
para las naciones subdesarrolladas, incluyendo la República Dominicana.

Por ende, su adecuada implementación, teniendo en cuenta la realidad de nuestros


países, hace imprescindible una activa, abierta y franca interacción entre los entes
involucrados.

En nuestro país sería conveniente que Basilea II se adopte de forma progresiva, tras
una franca y abierta comunicación entre el regulador, el supervisor y los banqueros
y, luego, ir implementándolo de acuerdo al desarrollo de nuestro mercado financiero.

Es posible, de que antes de que ello ocurra, se presentarán significativas fusiones y


adquisiciones, ya que hay bancos medianos y pequeños que no podrán resistir tales
cambios y adaptaciones.

La implementación de los principios y de los tres pilares de Basilea II debe ser


gradual, pasando, primero, por el establecimiento de sanas prácticas de regulación
y supervisión bancaria, las cuales se reflejen, fundamentalmente, en los principios
básicos.

El Comité no tiene formalmente autoridad supervisora en el ámbito supranacional,


por lo que sus conclusiones no tienen fuerza legal. No obstante, se trata de
recomendaciones y directrices que, aun no siendo jurídicamente vinculantes, las
autoridades de supervisión llevan a la práctica en su ámbito nacional, creando así
una convergencia internacional sin necesidad de armonizaciones detalladas.

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