ALFONSINA STORNI
RUBEN DARIO
Él es la vida y la naturaleza,
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.
RUBEN DARIO
RUBEN DARIO
De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que sacia
su canallocracia
con burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia,
¡líbranos, Señor!
Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas. contra invisibles huestes.
Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma.
Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.
COMPAÑERO ESPARTACO
I
Hace dos mil
años,
un hombre se levantó
contra los ricos.
Buscó a sus partidarios
entre la gente sencilla y buena.
Se rodeó de esclavos y gladiadores:
campesinos, pescadores, albañiles.
Lo siguieron
los hambrientos de su tiempo,
lo más pobres de todos.
Y como se levantó
contra la clase de los ricos,
en nombre
de la clase de los pobres,
fustigando a los poderosos
con la violencia de su sangre en pie,
hablando ásperamente de lo noble
y altamente hermoso de la vida
en libertad,
fue sacrificado
junto a los suyos,
por la clase de los ricos,
sin misericordia alguna,
él, que era todo coraje y dignidad!
II
Y desde entonces
sabemos
que existen las clases
y que las mismas
luchan entre sí,
sin cuartel ni descanso.
Y que aquel hombre
fue glorificado
en las manos de las masas,
porque cayó luchando
por las multitudes
de su tiempo,
contra los viles
de su tiempo,
y por el amor,
la bondad
y la humanidad
de todo los tiempos!
III
Y aun
cuando
la clase
de los pobres tiene,
a veces,
tan sólo confusa idea
de aquel hombre,
nombrado el Espartaco,
no lo ha olvidado jamás,
ni lo olvidará
jamás de los jamases.
Y es que aquel rebelde
fue un abanderado de su clase
Y cayó por ella,
con el nombre
Del alba
abriendo las alas
en sus labios.
IV
Y en estos últimos
Siglos,
ha alcanzado su clase,
la de los pobres,
tan importante victorias,
que si el compañero
Espartaco
estuviera a nuestro lado,
sería tan dulce su alegría
como perfume de naranjo en fruto.
Tú
Sin cuyas manos
no existiría el futuro
de todos.
Tú,
que llegas a la mesa
de la pobreza
y mieriendas protestando.
Tú
inconforme de miseria,
debes saber bien,
muy bien,
que mi voz
nació
para que tú cantaras
por ella.
Y que sólo por ti,
Compañero,
vale la pena
que la voz no ceda,
que no se venda,
que no se enlode.
Por ti
vale la pena todo,
proletario,
hijo y padre de la aurora que viene.
Y es que la voz,
en las manos de las masas,
debe ser la espada
insobornable,
que no se quiebre,
que no se doble,
que no se manche!
ORACION POR EL ALMA DE LA PATRIA
Pero sabed,
Sabed bien que nadie ríe
en medio de las flores y los surcos,
sabed bien que ninguno
alza su alegría con las plantas,
sabed bien que nadie
apoya el canto de los pájaros
ni la mirada azul de las mareas.
Pero sabed,
Sabed bien que ninguno
cuando canta anda tranquilo,
como el gorrión o como el trino
de los vientos, en la garganta
vegetal y verde de los pinos,
sabed bien que nadie
dialoga ya con el crepúsculo
y con el beso estrellado de la noche.
La libertad,
me dices,
es lo más bello
que existe
en nuestro joven
planeta.
Sin ella
no se puede vivir;
es como el oxigeno
del alma.
Si tú la tienes,
ya no la puedes
perder,
porque te morirías
de tan inmenso dolor.
Ella no se conquista.
Se lleva sencillamente,
como la tarde,
en el fondo del corazón.
Ni tu conoces,
además,
la torpe dictadura
que sufrimos en mi país.
Ni has perdido
jamás tu libertad.
Y tu risa,
es la más alegre
de todas las risas
que conozco.
Tu patria
es ya un suceso
de simples madrugadas,
que canta en alba
para ti y los tuyos.
Pero algún dia
nosotros
también
seremos libres.
Entonces,
tendremos
que defender
todos los días
nuestra libertad,
haciendo roncos sacrificios
de ternura y bondad.
En nosotros
está la libertad
como en la noche
la aurora,
y de nuestra
atronadora voluntad
está marcada ya
la digital
de su rostro.
También a la libertad
hay que acostumbrarse
para amarla,
y se la debe cuidar
cada segundo,
porque durante mucho
tiempo
se la busca,
para matarle a golpes
su suave y claro
corazón de multitudes.
Usted,
compañero,
es de los de siempre.
De los que nunca
se rajaron,
¡carajo!
De los que nunca
incrustaron su cobardía
en la carne del pueblo.
De los que se aguantaron
Contra palo y cárcel,
Exilio y sombra.
Usted,
Compañero,
es de los de siempre.
Y yo lo quiero mucho,
por su actitud honrada,
milenaria,
por su resistencia
de mole sensitiva,
por su fe,
más grande
y más heroica,
que los gólogotas
juntos
de todas las religiones.
Pero, ¿sabe?
Los siglos
venideros
se pararan de puntillas
sobre los hombros
del planeta,
para intentar
tocar
su dignidad,
que ardera
de coraje,
todavía.
Usted,
compañero,
que no traicionó
a su clase,
ni con torturas,
ni con cárceles,
ni con puercos billetes,
usted,
astro de ternura,
tendrá edad de orgullo,
para las multitudes
delirantes
que saldrán
del fondo de la historia
a glorificarlos,
a usted,
al humano y modesto,
al sencillo proletario,
al de los de siempre,
al inquebrantable
acero del pueblo.
MAÑANA TRIUNFANTE
OTTO RENE CASILLO
I
Desde
los edificios altos
una canción de mi país
abre su pecho y desemboca
al viento su ráfaga de albañiles
para decirle al universo musical
que no ha muerto la esperanza
en el corazón de los obreros…
II
III
Sin embargo, yo os digo, albañiles,
aéreos compañeros de los astros,
padres que coronan de ternura
la parte alta de los edificios,
que pronto sabréis que se siente
cuando se crece entre jardines.
INTELECTUALES APOLITICOS
Un dia,
los intelectuales
apolíticos
de mi país
serán interrogados
por el hombre
sencillo
de nuestro pueblo.
Se les preguntará
sobre lo que hiceron
cuando
la patria se apagaba
lentamente,
como una hoguera dulce,
pequeña y sola.
No serán interrogados
sobre sus trajes,
ni sobre sus largas
siestas
después de la merienda,
tampoco sobre sus estériles
combates con la nada,
ni sobre su ontológica
manera
de llegar a las monedas.
No se les interrogará
sobre la mitología griega,
ni sobre el asco
que sintieron de sí,
cuando alguien, en su fondo,
se disponía a morir cobardemente.
Intelectuales apolíticos
de mi dulce país,
no podréis responder nada.
MIGUEL HERNANDEZ