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CARISMA DOMINICANO Y LA ACUSTICA MUSICAL.

La encarnación del carisma a lo largo de la historia puede ser expresada o reflejada en


dos fenómenos acústicos: el fenómeno de resonancia (I) y la existencia de los
armónicos en un sonido complejo (II).

I) La obra de la gracia de Dios en nuestras biografías, va configurando “quiénes


somos”, y es en esa maravillosa articulación de naturaleza y gracia, como se teje nuestro
seguimiento de Jesús. Nuestras experiencias de vida, confrontadas a la luz del
testimonio y la palabra de algunos “referentes” cristianos (santos y santas), nos hacen
descubrir “sintonías” con modos o estilos particulares de vida cristiana: es lo que
llamamos “carismas”…

Resonar, sintonizar, propagar… son verbos que tienen un notable componente


acústico, por eso quiero valerme de la existencia de algunos fenómenos acústicos para
expresar esta realidad del Espíritu que llamamos Carisma. La teología -más de
demostrar- puede “mostrar” la congruencia de la fe con la vida humana y éste es un
curioso ejemplo de cómo los fenómenos naturales se convierten en testimonio plástico
de las vivencias del Espíritu.

Para esto quiero refrescar algunos conceptos básicos del sonido desde la
perspectiva de la Acústica… El sonido, percibido por nuestro oído, es un fenómeno
físico de oscilación (vibración): una cuerda es pulsada, un tubo es soplado, un parche es
percutido… y ese movimiento (ondas de presión de aire) se trasmite hasta nuestros
oídos y lo escuchamos y lo reconocemos: es un violín, un piano, una flauta, un
tambor… Este “movimiento de aire” tiene una sonoridad, que solemos llamar volumen
(amplitud es la palabra propia) y del que decimos que es más fuerte o más suave. El
sonido también se “mueve” en una frecuencia y por eso lo podemos reconocer como
más grave o más agudo (menor o mayor frecuencia de movimiento).

Casi todos los instrumentos constan de un dispositivo “resonador” que permite


escuchar o amplificar los sonidos del instrumento. Por ejemplo: una guitarra tiene una
caja de madera que llamamos “caja de resonancia” y que amplifica el sonido de las
cuerdas (una guitarra eléctrica, no tiene caja de resonancia y por eso si no la
amplificamos eléctricamente prácticamente no se escucha). Todo “resonador” amplifica
los sonidos pero, por el material que lo compone y la forma en la que está diseñado, lo
hace de tal modo que hay algunas frecuencias (alturas) en las que la energía que traduce
es óptima: es lo que se llama “frecuencias de resonancia” 1 o “formantes”.

Cada familia instrumental tendrá algunas frecuencias de sonido que “transmiten”


privilegiadamente, es decir, donde la energía se concentra y hace pico de amplitud. Esta
realidad de las “frecuencias de resonancia” explica las características de los sonidos de
cada instrumento y nos ayuda a identificarlos.

1
ROEDERER JUAN G., Acústica y Psicoacústica de la música, RICORDI AMERICANA S.A.E.C., Buenos Aires,
1997, 143-144
Podríamos comparar al Evangelio con la totalidad del espectro sonoro (es decir,
la totalidad de las frecuencias audibles), en donde cada Carisma representa la trasmisión
de algunas frecuencias de todo ese universo sonoro (podríamos llamarlas frecuencias
carismáticas). Ningún Carisma “abarca” todo el Evangelio, pero entre todos los
Carismas se reproduce completamente la pluralidad y diversidad evangélicas: “Las
diversas formas de vida cristiana se complementan y no deben excluirse. Dios
interviene constantemente en la vida de la Iglesia y sale al encuentro de las situaciones
difíciles por medio de los individuos” 2.

Cada familia carismática asume -como cada familia de instrumentos- la


resonancia, la propagación privilegiada de un rango de frecuencias, o sea la acentuación
de algunos aspectos del Evangelio. Material y forma de la hechura son en cada
instrumento las razones que le identifican con esa familia pues asume connaturalmente
su resonancia propia de familia. Nos sentimos atraídos por un Carisma en la Iglesia
porque “sintonizamos” con esos acentos del Evangelio que dicho Carisma hace resonar.
Hay algunos hermanos y hermanas (los santos) que son especialmente resonadores,
como los son algunos instrumentos memorables (pienso en los violines Stradivarius, por
ejemplo…): por el material del que han sido hechos, por la forma de su construcción,
por sus biografías, sus opciones, su docilidad para con el Divino Intérprete…nos
permiten percibir el sonido de esas frecuencias de una manera diáfana, intensa y con
una calidad comunicacional excelente.

La prioridad de la Predicación de la Palabra de Dios y el modo de realizarla en


Pobreza y Vida Común, desde la Contemplación y el Estudio, estando estos elementos
“sólidamente trabados entre sí, equilibrados armoniosamente y fecundándose los unos a
los otros, constituyen en su síntesis la vida propia de la Orden: una vida apostólica en
sentido pleno, en la cual la predicación y la enseñanza deben emanar de la abundancia
de la contemplación”3. Estas son las frecuencias que el Carisma Dominicano hace
resonar y propagar con amplificación “en pico”.

Sentirnos en esta “frecuencia de resonancia” nos ha hecho acercar y desear


forma parte de la Orden de Predicadores. Podríamos reflexionar qué articulación de
gracia y naturaleza, qué huellas de Dios en nuestras biografías nos han hecho sintonizar
con el Carisma Dominicano... Mas como no somos instrumentos acabados, y porque –a
diferencia de los inertes musicales- somos sujetos de consciencia, podemos seguir
puliendo y afinando nuestros “materiales y formas de hechura” para hacer resonar mejor
lo que somos, a propagar mejor nuestra “voz” Dominicana en la sinfonía del Evangelio.

II) Otro símil musical del que me quiero valer para abordar la encarnación del
Carisma Dominicano en la historia es su comparación con el sonido como un fenómeno
complejo (la existencia de armónicos).

2
RUIZ F., Carismas, en Diccionario de Espiritualidad, dir. por Ermanno ANCILLI, t.I, Herder, Barcelona,
1983, 331
3
LCO, CF § IV
Casi siempre, cuando uno escucha un sonido, a pesar de que nuestro oído lo
perciba como un sonido individual (en los sonidos producidos por instrumentos de
altura definida lo identificamos con una nota), en realidad, estamos escuchando un
conjunto de sonidos, una especie de “acorde gigante”. Cuando analizamos ese sonido
“individual” en un espectrómetro (instrumento que mide todas las frecuencias que están
presentes en un sonido) descubrimos que además de la frecuencia fundamental -la que
nos aseguramos de escuchar y reconocer- hay un conjunto inmenso de frecuencias que
están también presentes, y que guardan una relación numérica con esa frecuencia
fundamental.

Cuando el sonido es tónico (cuando se puede determinar su altura musical: un


Do, un La,…etc.) la distancia de los armónicos entre sí es el valor de la frecuencia
original. Por ejemplo: el La del diapasón, con el que se suele afinar los instrumentos de
la orquesta emite una frecuencia de 440 Hertz. Cuando un instrumento musical ejecuta
esa nota La 440 (la única que propiamente escuchamos) el espectrómetro también
revelará la presencia de otras frecuencias (en Hertz): 440, 880, 1320, 1760, 2200, 2640,
3080, 3520, etc… que son las frecuencias que resultan de sumar 440 a la frecuencia
anterior (o sea, que son todos múltiplos de la frecuencia original)4… y en la que el
cociente de un valor respecto del anterior es equivalente a una fracción simple de
números pequeños: 1/2; 3/2; 4/3; 5/3; 6/5; 7/6; 8/7… (¡no en vano en la Antigüedad, la
Música formaba parte de las ciencias matemáticas!). ¡Todos sonidos distintos que
forman un coro gigante escondido, que a la vez nos hacen escuchar UN SOLO
SONIDO!

Esta realidad del sonido como fenómeno complejo también me refleja la realidad
del Carisma Dominicano: cada hermano o hermana (especialmente los santos y santas
de la Orden) dando su propia “nota”, forma un coro en profunda armonía con los
demás… y, entre todos dejan escuchar, hacen percibir su Sonido fundamental, el Primer
homologado que da origen a todo ese fenómeno de vibraciones en el tiempo y el
espacio, que es Santo Domingo de Guzmán, Padre, Fundador y Modelo de la Orden de
Predicadores.

Si uno mira la realidad de los santos, santas y personajes notables de la Orden de


Predicadores se encuentra con un conjunto muy variado de mujeres y varones, a lo largo
y ancho del mundo y de los siglos, laicos y laicas, frailes y monjas, hermanas, obispos y
papas que han vivido el Carisma de la Predicación de Domingo, a través de la docencia,
la pastoral urbana, rural, inserción en las periferias, la vida familiar, el arte, la palabra,
la escritura, la vida del silencio, el compromiso social, la profecía, la cárcel, el martirio,
la amistad, el estudio, la poesía…etc. “Nunca encontrarás un dominico igual a otro” me
insistían quienes me invitaban a conocer el Camino Dominicano.

Esos rasgos personales, ese modo propio de predicar, misteriosa y


“graciosamente”, se armonizan y articulan porque, expresando una particularidad,

4
Nuestro cerebro reconoce ese patrón repetido y eso lo traduce percibiendo únicamente la frecuencia
440Hertz… y decimos: “eso es un LA-440”. Cf. ROEDERER JUAN G., Íd.,72.
brotan y nacen de una experiencia fundante común, de un mismo Manantial, un Don de
Dios que se entregó a la historia a través de Domingo de Guzmán: “el ministerio de la
predicación es fundamental para la construcción de la Iglesia y la renovación de la
humanidad”5. Los diferentes tiempos y espacios brindan las condiciones para acentuar
aquellos “rasgos urgidos… riquezas y exigencias que otros contextos socio-religiosos
no habían conseguido desvelar”6; es por eso que un mismo Don se expresa de modo tan
diverso.

Otro dato acústico interesante: 880 Hertz, además de ser el Primer Armónico, es
la Primera Octava (frecuencia doble de 440Hertz); y 1760 Hertz es el doble de 880, y
3520 Hertz es el doble de 1760, etc. Todas estas frecuencias son Octavas del La 440.
Una Octava da el mismo “tono” de la nota original pero en un registro más agudo, y
comparte con ella todos sus armónicos superiores… es su Representante más fiel…

No es fortuito que el Beato Jordán sea el Primer Sucesor de Santo Domingo. Es


su Representante más fiel porque comparte con él todas sus aspiraciones, como la
Octava comparte con la Fundamental todos los armónicos: “Se dirá que toda el alma de
Domingo pasa al alma de Jordán”7. Incluso Diana de Andaló “sentía que Domingo no la
había dejado abandonada, y que en la persona de Jordán le enviaba otro “sí mismo”8.
Está tan identificado con Domingo que es el más apto para “propagar” la Orden, y para
propagar en la historia al mismo Domingo, su vida y su santidad. Montier continúa: se
le reconoce “a Domingo el título incomunicable de Fundador de la Orden, (y) a Jordán
el más modesto pero no menos glorioso de Propagador. Esa es su obra propia, su obra
personal, es por lo que él ha sido llamado, elegido”9.

Este simil acústico, como toda comparación, tiene sus límites… pero ¿no es
admirable ver cómo la naturaleza refiere y condice a la gracia?

Al ver cómo las diferentes “alturas musicales” que están dentro del Sonido de
Domingo, van apareciendo a lo largo de la historia con diferentes tonalidades, sería
bueno reconocer el sonido que aporto hoy a este coro dominicano, para que,
escuchándose armónico y plural, a la vez remita al único sonido… el que re-presenta (lo
trae presente) a Domingo de Guzmán. El aporte auténtico y propio vendrá de sintonizar
siempre más con el mismo Manantial de Domingo, con su género de vida y con el
contexto presente y sus necesidades.

Que el ejemplo de tantos hermanos y hermanas nos estimule a afinar y a armonizar


nuestra vida cada vez más en este Carisma.

5
Fr. Damian Byrne, Prólogo en: FELICÍSIMO MARTINEZ DIEZ, Domingo de Guzmán. Evangelio Viviente,
Editorial San Esteban, Salamanca, 1991, 12
6
Íd, íd.
7
MORTIER, Histoire De Maitres Généraux De L’ordre Des Freres Precheurs. T. I (1170-1263), Alphonse
Picarde Et Fils Éditeurs, Paris, 1903, 139 (la traducción de las citas de esta obra son mías)
8
Íd, 164
9
Íd, 143

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