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All content following this page was uploaded by Hugo Pereira Chamorro on 20 December 2018.
En cuanto al contexto histórico en el que se desarrolló su proceso vital y sus obras -que
mucha influencia ocasionó en ellas- es el nacimiento del capitalismo moderno. Tras
haber ocurrido la Revolución Industrial y el auge de las Ciencias -y de la “razón”- que
ocasionó la Ilustración, el capitalismo está “viento en popa” y poco a poco los
empresarios desarrollaban más fábricas permitiendo un crecimiento demográfico sin
precedentes -ante la mejora de la calidad de vida- y, consecuentemente, esto llevó a
muchos académicos a focalizar sus investigaciones en el auge del “espíritu capitalista”.
No debemos obviar, tampoco, que Weber se indexa dentro del marco histórico-cultural
de la unificación de Alemania (1871) -de ahí a que en muchas de sus obras se interese
y plasme los cambios sociales, económicos y culturales que está sufriendo la Alemania
de su tiempo-, así mismo, vivió la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Mientras otros sociólogos e historiadores, como Karl Marx, se interesaron por la lucha
de clases que evidenció el desarrollo del capitalismo (burguesía -propietaria de los
medios de producción- y proletariado -obreros con conciencia de ser explotados por la
burguesía-) y sostuvieron que la estructura -y la base de la sociedad- era la economía,
Max Weber, por su parte, sugiere que son los valores religiosos -especialmente los
asociados al puritanismo- los que tuvieron una importancia fundamental en el desarrollo
y consolidación del capitalismo. Obviamente nunca rechazó los aspectos económicos
como factores explicativos del capitalismo, sino que los relegó a un segundo plano.
1
Información extraída del estudio preliminar de la edición que manejo, a cargo de Joaquín Abellán.
2
Información extraída del manual de Sociología de Anthony Giddens.
3
Así era como Max Weber describía la burocracia, es decir, referenciaba a la organización de la vida
social y económica en función de principios de eficiencia y apoyándose en conocimientos técnicos.
Además del libro que comento, otras de sus obras destacadas son: El político y el
científico, Economía y sociedad, La política como profesión y Conceptos Sociológicos
Fundamentales.
El objetivo de este libro no es otro que exponer, a modo de investigación, lo que los
datos estadísticos extraídos por un discípulo de Weber demostraron: en un país en
donde reside una población protestante y católica, la población protestante ocupa
niveles directivos más altos y poseen, asimismo, niveles de riqueza mayores. Para
explicar este hecho, cuanto menos curioso y significante, recurre a las raíces del
protestantismo y consigue descifrar que en ellas se encuentra un factor ampliamente
determinante para el éxito del espíritu capitalista. A lo largo de la obra veremos como el
“espíritu capitalista” -que a priori nos puede desconcertar ante la vacuidad de sentido
que posee- va adquiriendo el significado de la mentalidad económica basada en la
búsqueda del enriquecimiento y, lo que es más importante, este enriquecimiento debe
ser visto como un deber que, bajo los preceptos del puritanismo, se le impone al
individuo. Así pues, podemos catalogar el “espíritu capitalista”, como le gustaría a
Weber, de “tipo ideal”, pues nos permite modelizar y comprender ciertos fenómenos
sociales aún siendo éste un concepto meramente abstracto.
En este sentido, “sí se puede encontrar una afinidad interna entre el espíritu del
protestantismo antiguo y la cultura capitalista moderna, [sin embargo] tenemos que
intentar buscarla no en el (supuesto) <goce mundano>, más o menos materialista o
antiascético, sino en sus rasgos puramente religiosos” -pág.80-
En el segundo capítulo, “El espíritu del capitalismo”, nos acerca la idea de a qué nos
referimos con este “tipo ideal”. Nos afirma Weber que la comprensión de este concepto
no la debemos encontrar en el inicio de la investigación, sino al final de esta. Sin
embargo, desde un primer momento, podemos decir que la idea de “espíritu” con
referencia al capitalismo hace, efectivamente, referencia a la idea de que el capital
posee un espíritu propio, basado en: “la idea del tiempo como dinero”, en “la idea del
crédito como dinero”, en la “idea del dinero como una naturaleza fértil y con capacidad
de reproducción” y en la “idea de que un buen pagador es dueño de la bolsa de
cualquiera”. A lo largo de toda la obra, introducirá la figura de Benjamin Franklin (padre-
fundador de EEUU) como individuo en el que se encarna el espíritu del capitalismo. Una
de las reflexiones que, a mi punto de vista, es muy interesante es: “el hombre queda
referido a ese ganar dinero como al objetivo de su vida, no es la ganancia la que queda
referida al hombre como un medio para la satisfacción de sus necesidades materiales”
-pág.88-. He aquí, la esencia del espíritu capitalista. Esta reflexión está plenamente
basada en la peculiar idea del “deber del trabajo”, es decir, el individuo siente una
obligación hacia “su actividad laboral”. Es más, “el capitalismo actual (…) consigue los
sujetos económicos que necesita (…) y los educa mediante <<selección económica>>”
-pág.90-. Por otra parte, a diferencia de lo que se cree popularmente, el “espíritu
capitalista” no está asociado con la tradicional máxima del “auri sacra fames”, pues no
representa, en absoluto, el sistema de valores puritanos en el que se desarrolló el
capitalismo -pág.93-. Así mismo, se ha de tener en cuenta la idea de que el hombre no
quiere por naturaleza “ganar más y más dinero, sino quiere simplemente vivir, vivir como
ha estado acostumbrado a vivir y ganar lo necesario para ello” -pág.94-. Así, cuando el
capitalismo comenzó a elevar los salarios para conseguir más productividad, fracasó;
por ello se obligó al obrero –y en actualidad sigue ocurriendo- a trabajar más con la
amenaza de reducir su salario.
Así, pues, debemos tener en cuenta que este “sistema económico capitalista necesita
esa entrega absoluta a la <<profesión>> de ganar dinero” -pág.108-.
Como podemos comprobar, la primera parte de este libro no nos ayuda a definir
estrictamente el concepto de “espíritu capitalista” y, mucho menos, nos ayuda a asociar
el surgimiento del capitalismo con la ética protestante. Tendremos que, para ello,
analizar la segunda parte: “La idea de profesión en el protestantismo ascético”.
Por su parte, el Dios del calvinismo, “exige de los suyos y produce en ellos no <<buenas
obras>> sino una vida santa, es decir, una santificación por las obras elevadas a
<<sistema>>” -pág.172-. Por todo ello, la premisa fundamental a la hora de desempeñar
un trabajo profano es que debían perseguir sus ideales ascéticos dentro, pues, de la
vida profesional profana (no debían escapar de ello), deben mantenerlos por “sistema”.
Así, pues, el calvinismo, a diferencia del luteranismo, exige una profunda cristianización
de la vida entera, en todas sus facetas y ámbitos.
Así mismo, el “pietismo” tuvo por idea base la doctrina de la predestinación. Sin
embrago, el pietismo, a diferencia del calvinismo, la intensidad de la racionalización de
la vida tenía que ser forzosamente menor.
Por todo ello, podemos resumir este primer capítulo afirmando que el estilo de vida
ascético significaba, asimismo, una organización racional de toda la vida, “a modo de
sistema”, y que ésta estaba plenamente guiada por Dios. De este modo, nuestra vida
profana, y más, nuestro trabajo profesional profano, debía, así mismo, estar guiado por
esta racionalizad que tanto agrada a Dios.
Bajo este pensamiento nació el “espíritu capitalista” que no es más que la “ética del
trabajo específicamente burguesa” que, además, los burgueses, por todo esto, poseían
la conciencia de estar en plena gracia de Dios y, es más, afirmaban estar visiblemente
bendecido por Él.