PRESENTACIÓN
2. La santa madre Iglesia, consciente de tan grande riqueza, quiere que esta
fuerza vivificadora esté a disposición y como a la mano de todos sus hijos; por
eso, en su sabiduría y celo apostólico, ha provisto instrumentos aptos para
que esta fuerza vivificadora llegue también a quienes en su condición de
enfermedad, ancianidad, distancia o cualquiera otra, pudiera impedirles un
acceso fácil a tan gran don. Estos son los Ministros Extraordinarios de la
sagrada comunión.
1
3. Estos Ministros Extraordinarios son los instrumentos que colaboran con los
Párrocos, Vicarios parroquiales, y Diáconos de esta noble y hermosa tarea. Es
evidente que requieren una preparación adecuada tanto en el conocimiento de
la doctrina y la espiritualidad eucarística como las normas litúrgicas que rigen
la administración de este gran Sacramento, a fin de que lleven a cabo esta
tarea con provecho espiritual propio y de los comulgantes.
4. Por esta razón son muy oportunas las enseñanzas del magisterio y las
directrices pastorales que recoge este Curso Básico de Formación de
Ministros Extraordinarios de la Comunión, que el Pbro. Juan Manuel Perez
Romero ha preparado con competencia y esmero, y que se inscribe dento del
esfuerzo evangelizadora de la Diócesis mediante el Plan Diocesano de
Pastoral. Todo esto debe ser completado y aclarado con las recientes normas
de la instrucción “Redemptionis Sacramentum” (num. 154-160) del 25 de
marzo del 2004.
5. Ojala que sean muchos los que aprovechen este valioso instrumento para
un mejor servicio a sus hermanos, una colaboración más estrecha con sus
Pastores y para su propia santificación.
2
ÍNDICE
3
INTRODUCCION A LOS MINISTERIOS CONFIADOS A LOS LAICOS
(MINISTERIOS LAICALES)
OBJETIVO O
Lo tienen aquellos fieles que, por el sacramento del orden tienen -en el
cuerpo, el Cristo, que es la Iglesia- la condición y oficio de CRISTO-
CABEZA. Ellos son los obispos, presbíteros y diáconos.
Actúan en persona de CRISTO-CABEZA. Expresión que en latín se
dice: “In persona Christi Capitis”
Difiere ESENCIALMENTE del sacerdocio común (bautismal) y no solo
en grado.
Confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles.
4
Está al servicio del sacerdocio común (bautismal) de los fieles EN
ORDEN AL DESARROLLO DE LA GRACIA BAUTISMAL, DE TODOS
LOS CRISTIANOS.
1.4 Condiciones para que los fieles laicos suplan a los ministros
ordenados en algunas de sus funciones.
Los ministros ordenados tienen una función –en latín “munus”- que para
entenderla la dividimos en tres:
Sin embargo LOS OFICIOS que se les confieren a los laicos son:
Conclusión:
OBJETIVO 1
0.- INTRODUCCION
Así mismo hacemos notar que la mente de la Iglesia es que los MEC varones
que sean aptos e idóneos accedan al ACOLITADO, ya que todo Acólito
instituido es ministro extraordinario de la comunión. Evidentemente, no
todos los MEC varones serán llamados a ser acólitos instituidos, y otros no
serán aptos, pero es la línea. Además, el ministerio de MEC, debe seguir
concediéndose a mujeres, sin embargo, el ministerio del ACOLITADO lo
debemos tener en cuenta en la formación básica de los candidatos a MEC y
en la formación permanente en los que ya ejercen este ministerio.
7
políticas y de los centros de poder. La globalización es parte de un auténtico
cambio de época.
Los datos están en el aire y caerán a favor o en contra de Dios dependiendo de nuestro
testimonio y apostolado. José Kentenich
9
Sin embargo, hay valores que son válidos para cada época, como el respeto
a la vida, el matrimonio, la vida en familia, las virtudes, la religión, etc.,
Para nosotros, católicos son permanentes y deben lograr ocupar un lugar
dentro de los valores de la nueva cultura adveniente.
Por otra parte, la mayor parte de las parroquias de México siguen atendiendo
a la gente como si no hubiera cambio de cultura. Por lo tanto predican a un
auditorio que ya es de otra época.
10
La Espiritualidad de Alianza
El Dios que hizo una alianza con el pueblo de Israel y que selló, por la Sangre
de Jesucristo, la nueva y eterna alianza, en ningún cambio de época ha
abandonado a su pueblo, él es fiel a su alianza, pero su pueblo tiene que
responderle con fidelidad. Para profundizar esta oportunidad podemos
profundizar la Alianza en la Biblia.
La Espiritualidad de la Encarnación.
El Padre eterno no condenó al mundo que estaba corrompido, sino que envió
a su Verbo a encarnarse en una época histórica concreta para transformarlo
desde dentro. La Iglesia continúa la encarnación del Verbo y tiene la misión de
encarnarse en la cultura adveniente y no sólo condenarla. (NMI 3)
11
Se sugiere que la institución, envío o reconocimiento sea parroquial en torno a
la fiesta patronal, pues sería pedagógico para la comunidad parroquial y para
los mismos ministros.
3.- Renovación anual del permiso
12
Capítulo 2. Christifideles Laici - Ecclesia in America
http://es.catholic.net/op/articulos/1749/christifideles-laici.html
ECLESIA IN AMERICA
Exhortación apostólica postsinodal Juan Pablo II, México 1999
44. Los fieles laicos y la renovación de la Iglesia.
45. La dignidad de la mujer.
Introducción
18
El número 18, nos introduce en el misterio de la Iglesia-Comunión, en el
significado de este concepto y en cómo la Trinidad es modelo, fuente y meta
de la Comunión de los cristianos con Jesús y dentro de la Iglesia misma.
El misterio de la IGLESIA-COMUNIÓN
Oigamos de nuevo las palabras de Jesús: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre
es el viñador… Permaneced en mí, y yo en vosotros”. Jn 15,1-4
La comunión de los cristianos con Jesús tiene como modelo, fuente y meta la
misma comunión del Hijo con el Padre en el don del Espíritu Santo: los
cristianos se unen al Padre al unirse al Hijo en el vínculo amoroso del Espíritu.
19
El número 19 nos presenta cómo la Eclesiología de la Comunión es la idea
central y fundamental de los documentos del Concilio Vaticano II que se
terminó hace más de 30 años, en 1965. Nos explica el sentido de la compleja
palabra “COMUNIÓN”, y nos señala las imágenes bíblicas a través de las
cuales la Sagrada Escritura nos muestra que la Iglesia es la comunión de los
cristianos en Cristo y entre sí.
15
En resumen: Unión a Cristo y en Cristo; unión entre los cristianos en la Iglesia.
20
En este número 20, encontramos afirmaciones básicas que nos permitirán
posteriormente entender los ministerios, oficios y funciones dentro de la
Iglesia. Se afirma que la comunión es orgánica, es decir, como un organismo
16
en donde hay diversidad y complementariedad en los miembros. Que cada
miembro ofrece a todo el cuerpo su aportación y que el Espíritu Santo es el
principio dinámico de la variedad y de la unidad.
Entre estos dones ocupa el primer puesto la gracia de los Apóstoles, a cuya
autoridad el mismo Espíritu somete incluso los carismáticos. cf 1 Co 14 Y es
también el mismo Espíritu que, con su fuerza y mediante la íntima conexión de
los miembros, produce y estimula caridad entre todos los fieles.
La comunión eclesial es, por tanto, un don; un gran don del Espíritu Santo,
que los fieles laicos están llamados a acoger con gratitud y, al mismo tiempo,
a vivir con profundo sentido de responsabilidad. El modo concreto de actuarlo
es a través de la participación en la vida y misión de la Iglesia, a cuyo servicio
los fieles laicos contribuyen con sus diversas y complementarias funciones y
carismas.
18
Los Ministerios y los Carismas, dones del Espíritu de la Iglesia
21
Ahora se nos presentan los ministerios, oficios y funciones como dones del
Espíritu Santo para la edificación del cuerpo de Cristo.
El Concilio Vaticano II presenta los ministerios y los carismas como dones del
Espíritu Santo para la edificación del Cuerpo de Cristo y para el cumplimiento
de su misión salvadora en el mundo. La Iglesia, en efecto es dirigida y guiada
por el Espíritu, que generosamente distribuye diversos dones jerárquicos y
carismáticos entre todos los bautizados, llamándolos a ser –cada uno a su
modo– activos y corresponsables.
Consideramos ahora los ministerios y los carismas con directa referencia a los
fieles laicos y a su participación en la vida de la Iglesia-Comunión.
Todos los bautizados reciben del Espíritu Santo diversos dones y carismas.
19
Algunos reciben dones jerárquicos para gobernar la Iglesia, es decir, los que
reciben el sacramento del Orden.
Todos y cada uno de los bautizados, con los dones carismáticos que han
recibido deben ser activos y corresponsables desde el lugar que ocupan.
22
Por medio de la ordenación sacerdotal, los ministros personifican a Cristo
cabeza del cuerpo. En latín se dice; in persona Christi capitis. Como la cabeza
tiene distinta función que los demás miembro del cuerpo, así los ministros
ordenados tienen ministerios que derivan de su ordenación y que son diversos
de los ministerios laicales que derivan de su bautismo y sacerdocio bautismal.
Los ministerios ordenados –antes que para las personas que los reciben– son
una gracia para la Iglesia entera. Expresan y llevan a cabo una participación
en el sacerdocio de Jesucristo que es distinta, no sólo por grado sino por
esencia, de la participación otorgada con el Bautismo y con la Confirmación a
todos los fieles. Por otra parte, el sacerdocio ministerial, como ha recordado el
Concilio Vaticano II, esta esencialmente finalizado al sacerdocio real de todos
los fieles y a éste ordenado.
20
Por esto, para asegurar y acrecentar la comunión en la Iglesia, y
concretamente en el ámbito de los distintos y complementarios ministerios, los
pastores deben reconocer que su ministerio está radicalmente ordenado al
servicio de todo el Pueblo de Dios, cf. Hb 5,1; y los fieles laicos han de
reconocer, a su vez, que el sacerdocio ministerial es enteramente necesario
para su vida y para su participación en la misión de la Iglesia.
23
Este es un número muy largo. Es una explicación para los laicos de lo
afirmado ya por el Concilio Vaticano II; en virtud de su condición bautismal
participan en el oficio profético, sacerdotal y regio de Cristo. Es más, pide a los
pastores que reconozcan el fundamento sacramental de los ministerios
laicales. Aclarando que los ministerios laicales no hacen del laico un pastor.
Los pastores, por tanto, han de reconocer y promover los ministerios, oficios y
funciones de los fieles laicos, que tienen su fundamento sacramental en el
Bautismo y en la Confirmación, y para muchos de ellos además en el
Matrimonio.
Precisamente para superar estos peligros, los Padres sinodales han insistido
en la necesidad de que se expresen con claridad –sirviéndose también de una
terminología más precisa– tanto de la unidad de misión de la Iglesia, en la que
participan todos los bautizados como la sustancial diversidad del ministerio de
los pastores, que tiene su raíz en el sacramento del Orden, respecto de los
otros ministerios, oficios y funciones eclesiales, que tienen su raíz en los
sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.
Los diversos ministerios, oficios y funciones que los fieles laicos pueden
desempeñar legítimamente en la liturgia, en la transmisión de la fe y en las
estructuras pastorales de la Iglesia, deberán ser ejercitados en conformidad
con su específica vocación laical, distinta de aquella de los sagrados ministros.
En este sentido, la exhortación Evangelli nuntiandi, que tanta y tan beneficiosa
parte ha tenido en el estimular la diversificada colaboración de los fieles laicos
en la vida y en la misión evangelizadora de la Iglesia, recuerda que “el campo
propio de su actividad evangelizadora es el dilatado y complejo mundo de la
política, de la realidad social, de la economía; así como también de la cultura,
de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los órganos de
comunicación social; y también de otras realidades particularmente abiertas a
la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y de los
adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento. Cuantos más laicos haya
compenetrados con el espíritu evangélico, responsables de estas realidades y
explícitamente comprometidos en ellas, competentes en su promoción y
conscientes de tener que desarrollar toda su capacidad cristiana, a menudo
ocultada y sofocada, tanto más se encontraran estas realidades al servicio del
Reino de Dios –y por tanto de la salvación en Jesucristo–, sin perder ni
sacrificar nada de su coeficiente humano, sino manifestando una dimensión
trascendente a menudo desconocida”.
23
En este número 24 de los carismas es muy amplio en comparación con el
número 12 de la Constitución Lumen gentium del Vaticano II, en donde se
aluden sin llegar a desarrollar una enseñanza completa. Hoy día, todos
estamos descubriendo la dimensión carismática de nuestra Iglesia y nuestro
propio carisma que el Espíritu Santo nos ha dado por ser bautizado y
confirmados, como ya lo afirmó el número 21 de este mismo documento.
Quisiéramos ahora presentar la diferencia entre los 7 dones del Espíritu Santo
y los carismas que otorga el Espíritu Santo y que son innumerables.
LOS 7 DONES
1. Son el de sabiduría, consejo, entendimiento, ciencia, fortaleza, piedad,
temor de Dios.
2. Aparecen en Isaías 11, 1-2
3. Los recibimos en germen en el bautismo junto con las tres virtudes
teologales: fe, esperanza y caridad, y con la gracia santificante.
4. El tenerlos es signo de santidad y progreso en la vida cristiana
5. Solo se tienen en estado de gracia.
6. Para desarrollarse presuponen el ejercicio de las virtudes cardinales que a
su vez se desarrollan por medio de la ascética.
LOS CARISMAS
1. Son innumerables, existen diversas listas en la Biblia. Los hay
extraordinarios, como el de curación, milagros y, simples y sencillos como el
de enseñar
2. Aparecen en 1Cor 12,4-10; 1Cor 12,28; Ef 4,11: Rom 12,6-8; 1Pe 4,10.
3. Los recibimos germinales en la Confirmación
4. El tenerlos, aún los extraordinarios, no son signos de santidad, sino son
gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente, una utilidad
eclesial, es decir, habilitan a un ministerio
5. Se pueden ejercer aún sin el estado de gracia como la afirma MT 7,22-23
6. Se desarrollan insertándose en las capacidades naturales del cristiano.
Según el principio de santo Tomás: la gracia supone la naturaleza y se cultiva
a través de la formación cristiana laical y el ejercicio del apostolado.
Aspiremos a descubrir y ejercer los carismas que hay en nosotros para dar los
servicios en y para la Iglesia, cultivando simultáneamente nuestra vida de
oración y las virtudes cardinales que posibiliten el crecimiento de los dones del
Espíritu Santo.
24
Los carismas
Los dones del Espíritu Santo exigen –según la lógica de la originaria donación
de la que proceden– que cuantos los han recibido, los ejerzan para el
crecimiento de toda la Iglesia, como lo recuerda el Concilio.
Los carismas han de ser acogidos con gratitud, tanto por parte de quien los
recibe, como por parte de todos en la Iglesia. Son, en efecto, una singular
riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad del entero
25
Cuerpo de Cristo, con tal que sean dones que verdaderamente provengan del
Espíritu. En este sentido siempre es necesario el discernimiento de los
carismas en realidad, como han dicho los Padres sinodales “la acción del
Espíritu Santo, que sopla donde quiere, no siempre es fácil de reconocer y e
acoger. Sabemos que Dios actúa en todos los fieles cristianos y somos
conscientes de los beneficios que provienen de los carismas tanto para los
individuos como para toda la comunidad cristiana. Sin embargo, somos
también conscientes de la potencia del pecado y de sus esfuerzos tendientes
a turbar y confundir la vida de los fieles y de la comunidad.
4. Para detectar mis propios carismas o los carismas de los demás debemos
detectar primero nuestras CUALIDADES NATURALES con las que hemos
nacido y que hemos cultivado nuestra vida humana. Son en estas cualidades
naturales en donde el Espíritu Santo hace enraizar los carismas. Santo Tomás
lo explica diciendo una ley de la vida cristiana: LA GRACIA NO DESTRUYE
LA NATURALEZA, SINO QUE LA PRESUPONE, ELEVA Y PERFECCIONA.
Se requiere, pues, el conocimiento sano de sí mismo y de los donde naturales
recibidos de Dios, que deben ser cultivados. En la misma línea de mis
cualidades naturales están los carismas que el Espíritu Santo me da y en esa
misma línea el servicio o ministerio que debo ejercer en el cuerpo místico de
Cristo.
Por lo tanto, un líder en nuestra Iglesia, sea ordenado o laico, está invitado a
descubrir o cultivas las cualidades naturales de los miembros de su
comunidad, es decir a convertirse en agente de pastoral.
25
Este número 25 nos muestra el campo eclesial donde los laicos deben realizar
su servicio: las diócesis, bajo la dirección de un obispo. Es en las diócesis
donde existe y se manifiesta la Iglesia universal, y el otro campo donde deben
realizar su apostolado es la parroquia, que es una célula de la diócesis y de la
que se hablará extensamente en el próximo número. Dicho de otra manera
todo servicio que un laico quiera prestar no pude ser a su arbitrario ni por su
cuenta sino únicamente como miembro de una diócesis y de una parroquia en
comunión y sometimiento a su obispo y a su párroco.
27
Los fieles laicos participan en la vida de la Iglesia no sólo llevando a cabo sus
funciones y ejercitando carismas, sino también de otros muchos modos.
Tal participación encuentra su primera y necesaria expresión en la vida y
misión de la Iglesias particulares, de la diócesis, en las que “verdaderamente
está presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica”.
El mismo Concilio anima a los fieles laicos para que vivan activamente su
pertenencia a la Iglesia particular, asumiendo al mismo tiempo una amplitud
de miras cada vez más “católica”. “Cultiven constantemente –leemos en el
Decreto sobre el apostolado de los laicos– el sentido de la diócesis, de la cual
es la parroquia como una célula, siempre dispuestos, cuando sean invitados
por su Pastor, a unir sus propias fuerzas a las iniciativas diocesanas. Es más,
para responder a las necesidades de la ciudad y de las zonas rurales, no
deben limitar su cooperación a los confines de la parroquia o de la diócesis,
sino que han de procurar ampliarla al ámbito interparroquial, interdiocesano,
nacional o internacional; tanto más cuando los crecientes desplazamientos
demográficos, el desarrollo de las mutuas relaciones y la facilidad de las
comunicaciones no consienten ya a ningún sector de la sociedad permanecer
cerrado en sí mismo. Tengan así presente las necesidades del pueblo de Dios
esparcido por toda la tierra”.
28
Está prevista en el Código del Derecho Canónico la participación de los fieles
laicos en los Sínodos diocesanos y en los Concilios particulares, provinciales o
plenarios. Esta participación podrá contribuir a la comunión y misión eclesial
de la Iglesia particular, tanto en su ámbito propio, como en relación con las
demás iglesias particulares de la provincia o de la Conferencia Episcopal.
La parroquia
La comunión eclesial, aun conservando siempre su dimensión universal,
encuentra su expresión más visible e inmediata de la parroquia. Ella es la
última localización de la Iglesia; es, en cierto sentido la misma Iglesia que vive
entre las casas de sus hijos y de sus hijas.
Los fieles laicos deben estar cada vez más convencidos del particular
significado que asume el compromiso apostólico en su parroquia. Es de nuevo
el Concilio quien lo pone de relieve autorizadamente: “La parroquia ofrece un
ejemplo luminoso de apostolado comunitario, fundiendo en la unidad todas las
diferencias humanas que allí se dan e insertándolas en la universalidad de la
Iglesia. Los laicos han de habituarse a trabajar en la parroquia en íntima unión
con sus sacerdotes, a exponer a la comunidad eclesial sus problemas y los del
mundo y las cuestiones que se refieren a la salvación de los hombres, para
que sean examinados y resueltos con la colaboración de todos; a dar, según
sus propias posibilidades, su personal contribución en las iniciativas
apostólicas y misioneras de su propia familia eclesiástica”.
En las circunstancias actuales, los fieles laicos pueden y deben prestar una
gran ayuda al crecimiento de una auténtica comunión eclesial en sus
respectivas parroquias, y en el dar nueva vida al afán misionero dirigido hacia
los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han abandonado o limitado
la práctica de la vida cristiana.
Conclusión
Capítulo II de Christifideles Laici es vital para entender la ministerialidad en
nuestra Iglesia, y nos motiva a seguir estudiando, a sacerdotes y laicos, este
documento que es llamado la Carta Magna del Laicado.
ECLESIA IN AMERICA
Exhortación apostólica postsinodal
Juan Pablo II, México 1999
33
A este respecto, los padres sinodales han sugerido que las tareas confiadas a
los laicos sean bien “distintas de aquellas que son etapas para el ministerio
ordenado” y que los candidatos al sacerdocio reciben antes del presbiterado.
Igualmente se ha observado que estas tareas laicales “no deben conferirse
sino a personas, varones y mujeres, que hayan adquirido formación exigida,
según criterios determinados: una cierta permanencia, una real disponibilidad
con respecto a un determinado grupo de personas, la obligación de dar cuenta
a su propio pastor”. De todos modos, aunque el apostolado intraeclesial de los
laicos tiene que ser estimulado, hay que procurar que este apostolado
coexista con la actividad propia de los laicos, en la que no pueden ser suplidos
por los sacerdotes: el ámbito de las realidades temporales.
(Muchos de los MEC son mujeres, por eso nos conviene conocer lo que dicen
nuestros obispos sobre la mujer)
Capítulo 3.
OBJETIVO 3
PREMISA
1. Del misterio de la Iglesia nace la llamada dirigida a todos los miembros del
Cuerpo místico para que participen activamente en la misión y edificación del
Pueblo de Dios en una comunión orgánica, según los diversos ministerios y
carismas. En las Asambleas generales ordinarias del Sínodo de los Obispos,
se ha reafirmado la identidad, en la común dignidad y diversidad de funciones
propias, de los fieles laicos, de los sagrados ministros y de los consagrados, y
se ha estimulado a todos los fieles a edificar la Iglesia colaborando en
comunión para la salvación del mundo.
35
de participación en tantos fieles laicos. Esto es testimoniado, entre otras
cosas,
Esta empresa abre de par en par a los fieles laicos horizontes inmensos –
algunos de ellos todavía por explorar– de compromiso secular:
en el mundo de la cultura
el arte, del espectáculo
de la búsqueda científica, del trabajo,
de los medios de comunicación,
de la política,
de la economía, etc.,
y les pide de genialidad de crear siempre modalidades más eficaces para que
estos ambientes encuentren a Jesucristo en la plenitud de su significado.
4. Dentro de esta vasta área de trabajo existe un campo más especial, aquel
que se relaciona con el sagrado ministerio de los clérigos, en el ejercicio del
cual pueden ser llamados a colaborar los fieles laicos, hombre y mujeres, y,
naturalmente, también los miembros no ordenados de los Institutos de Vida
Consagrada y de las Sociedades de la Vida Apostólica. A tal ámbito particular
se refiere el Concilio Ecuménico Vaticano II, allí en donde enseña: “La
jerarquía encomienda a los seglares ciertas funciones que están más
estrechamente unidas a los deberes de los pastores, como, por ejemplo.
36
en la disposición de la doctrina cristiana,
en determinados actos litúrgicos
y en la cura de almas”.
Tales fieles son llamados y delegados para asumir precisas tareas, tan
importantes cuanto delicadas, sostenidos por la gracia del Señor,
acompañados por los sagrados ministros y bien acogidos por las comunidades
en favor de las cuales prestan el propio servicio. Los sagrados pastores
agradecen profundamente la generosidad con la cual numerosos consagrados
y fieles laicos se ofrecen para este específico servicio, desarrollado con un fiel
sensus Ecclesiae (sentido eclesial) y edificante dedicación. Particular gratitud
y estímulo va a cuantos asumen estas tareas en situaciones de persecución
de la comunidad cristiana, en los ambientes de misión, sean ellos territoriales
o culturales, allí en donde la Iglesia aún está escasamente radicada, y la
presencia del sacerdote es sólo esporádica.
PRINCIPIOS TEOLÓGICOS
Si, por tanto, el ejercicio de parte del ministerio ordenado del munus docendi,
sanctificandi et regendi constituye la sustancia del ministerio pastoral, las
diferentes funciones de los sagrados ministros, formando una indivisible
unidad, no se pueden entender separadamente las unas de las otras, al
contrario, se deben considerar en su mutua correspondencia y
complementariedad.
“El ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor: en realidad no es
la tarea la que constituye a un ministro, si no la ordenación sacramental.
DISPOSICIONES PRÁCTICAS
Por tanto, los fieles y particularmente los miembros de los Institutos de vida
consagrada y las Sociedades de vida apostólica pueden ser llamados a
colaborar, en los modos legítimos, en el ejercicio del ministerio de la palabra.
Las condiciones a las que se deben someter tal admisión –”si en determinadas
circunstancias se necesita de ello”, “si en casos particulares lo aconseja la
utilidad”– evidencia de la excepcionalidad del hecho. El van, 766, además,
precisa que se debe siempre orar iuxta Episcoporum conferentiae praescripta.
En esta última cláusula el canon citado establece la fuente primaria para
discernir rectamente en relación a la necesidad o utilidad, en los casos
concretos, ya que en las mencionadas prescripciones de la Conferencia
Episcopal, que necesitan de la “recognitio” de la Sede Apostólica, se deben
señalar los oportunos criterios que puedan ayudar al Obispo diocesano en el
tomar las apropiadas decisiones pastorales, que le son propias por naturaleza
misma del oficio episcopal.
Artículo 3. La homilía
44
1. La homilía, forma eminente de predicación “qua per anni liturgici cursum ex
textu sacro fidei mysteria et normae vitae christianae exponuntur”, es parte de
la misma liturgia.
Se debe considerar abrogada por el can. 767, &1 cualquier norma anterior que
haya podido admitir fieles no ordenados a pronunciar la homilía durante la
celebración de la Santa Misa.
49
Conclusión
La Santa Sede confía el presente documento al celo pastoral de los Obispos
diocesanos de las varias Iglesias particulares y a los otros Ordinarios, en la
confianza que su aplicación produzca frutos abundantes para el crecimiento,
en la comunión, entre los sagrados ministros y los fieles no ordenados.
A tal propósito recuerda el Santo Padre que “en algunas situaciones locales se
han creado soluciones generosas e inteligentes. La misma normatividad del
Código de Derecho Canónico ha ofrecido posibilidades nuevas que, sin
embargo, van aplicadas rectamente para no caer en el equívoco de considerar
ordinarias y normales soluciones normativas que han sido previstas para
situaciones extraordinarias de falta o de escasez de ministros sagrados”.
Quedan revocadas las leyes particulares y las costumbres vigentes que sean
contrarias a estas normas, como asimismo eventuales facultades concedidas
ad experimentum por la Santa Sede o por cualquier otra autoridad a ella
subordinada.
51