Introducción
Para iniciar la introducción de los sólidos teniendo en cuenta la perspectiva del bebé
hay que entender las razones por las cuales esta aproximación es lógica y segura. El
primer apartado de este documento explica los principios fundamentales y
subyacentes en los que se apoya este método para la introducción de la alimentación
complementaria. La última sección, lo que debes y no debes hacer, ofrece una guía
rápida de los puntos fundamentales. Siguiendo estas instrucciones, aumenta la
probabilidad de que tanto los padres como el bebé disfruten de la transición hacia las
comidas sólidas y, además, se contribuye a asegurar el bienestar del bebé.
La mayoría de los bebés están preparados para comenzar a experimentar con los
alimentos sólidos alrededor de los seis meses de edad. Los padres de los bebés
prematuros (menos de 37 semanas de gestación), o de los que tengan alguna
enfermedad o trastorno que pueda afectar su capacidad para manejar comida con
seguridad o para digerir algún tipo de alimentos, deben consultar con su pediatra
sobre el momento más apropiado para la introducción de los sólidos y sobre la
idoneidad o no de usar la alimentación complementaria a demanda (ACD) como único
método.
Los bebés saludables y normales alimentados con lactancia materna son muy capaces
de gestionar el proceso de introducción de sólidos, siempre que cuenten con el apoyo
adecuado por parte de sus padres. Aunque la capacidad de alimentarse de manera
autónoma que caracteriza a la lactancia materna es la que sostiene la teoría de la
ACD, muchos padres que han alimentado a sus bebés con biberón han descubierto
que este método también funciona con sus hijos. La única diferencia significativa es la
necesidad de asegurarse de ofrecer al bebé otras bebidas, además de la leche.
3. ¿No se ahogará?
Muchos padres se preocupan por la posibilidad de ahogamiento. Aún así, hay indicios
que hacen pensar que si los bebés controlan lo que se llevan a la boca tienen menos
riesgo de atragantarse que cuando son alimentados con una cuchara. Esto se debe a
que los bebés no son capaces de mover intencionadamente la comida hacia la
garganta hasta después de haber desarrollado la habilidad de masticar. Y no
desarrollan la habilidad de masticar hasta después de haber aprendido la habilidad
que les permite alcanzar y agarrar cosas. La capacidad de agarrar objetos muy
pequeños se desarrolla aún más tarde. Así, un bebé muy pequeño no puede aumentar
el riesgo de atragantamiento porque es incapaz de llevarse cosas pequeñas a la boca.
Sin embargo, si alimentamos al bebé con la cuchara, estamos instándole a que sorba
la comida hasta el fondo de la boca, aumentando el riesgo de atragantamiento.
Parece que el desarrollo general del bebé mantiene el ritmo de su capacidad para
manejar la comida con la boca, y para digerirla. Un bebé al que le cuesta llevarse
comida a la boca probablemente no está muy preparado para comerla. Por eso, es
importante resistir la tentación de “ayudar” al bebé que se encuentra en esa situación.
Es el propio desarrollo de las distintas habilidades implicadas en el acto de comer lo
que asegura que la transición hacia la alimentación sólida se produce al ritmo
adecuado, manteniendo el riesgo de ahogamiento en niveles mínimos.
Inclinar al bebé o tumbarlo para alimentarlo con sólidos es peligroso. Un bebé que
manipula comida siempre debe estar sentado en posición erguida. De este modo,
facilitamos que la comida que todavía no es capaz de tragar, o que no desea tragar,
caiga fuera de su boca.
Los principios generales de una alimentación saludable para niños se aplican también
a los bebés que están gestionando su propio proceso de introducción de sólidos. Por
eso, deben evitarse las comidas rápidas y los alimentos con azúcar o sal añadidos.
Aún así, cuando un bebé supera los seis meses de edad, no hay necesidad de
restringir los alimentos que se le deben ofrecer (a menos que haya antecedentes
familiares de alergias o alguna enfermedad relacionada con el sistema digestivo). Son
Tampoco es necesario cortar la comida en trocitos diminutos, ya que los bebés más
pequeños no serían capaces de cogerlos. Una buena medida para valorar el tamaño y
la forma en la que se deben preparar los alimentos es el propio puño del bebé, aunque
hay que tener en cuenta un dato muy importante: los bebés más pequeños no pueden
abrir el puño intencionalmente para soltar objetos. Esto implica que manejarán mejor la
comida con forma de palito o que tenga un asa incorporada (como el tallo de un trozo
de brócoli). De este modo, pueden masticar el trozo que sobresale de su mano y
descartar el resto después –normalmente cuanto tratan de alcanzar la siguiente pieza
de comida que atrae su interés. A medida que sus habilidades mejoran, aprovecharán
más la comida.
5. ¿Y las bebidas?
El contenido en grasa de la leche materna aumenta al final de la tetada. Un bebé
amamantado reconoce este cambio y usa este conocimiento para controlar su ingesta
de líquidos. Si tiene sed, tenderá a succionar poco tiempo, quizás de ambos pechos,
mientras que si tiene hambre prolongará la toma durante más tiempo. Gracias a ello,
los bebés amamantados a demanda no necesitan beber nada más, ni siquiera en
verano.
5. NO DEBES meter prisa al bebé. Permítele que haga las cosas a su propio
ritmo. Es especialmente importante que evites la tentación de “ayudarle”
poniendo comida en su boca.
6. NO DEBES esperar que el bebé coma nada durante los primeros intentos. Una
vez haya descubierto que sus nuevos juguetes saben bien, comenzará a
masticarlos y, después, a tragarlos.
7. NO DEBES aspirar a que el bebé se termine cada trozo de comida, sobre todo
al principio. Recuerda que todavía no ha desarrollado la habilidad de alcanzar
la comida que está dentro de su puño.
10. NO DEBES ofrecer comidas que suponen un riesgo evidente, como frutos
secos.
11. NO DEBES ofrecerle comida rápida, platos preparados o alimentos a los que
se haya añadido azúcar o sal.
13. DEBES estar preparado para el caos y el desorden. Un plástico bajo la trona
protegerá el suelo o la alfombra y facilitará la limpieza. También te permitirá
volver a ofrecer al bebé los alimentos que se hayan caído, disminuyendo la
cantidad de comida desperdiciada. (¡Te sorprenderá positivamente descubrir lo
rápido que el bebé aprende a comer manchando menos!).