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ANGELES Y

ARCANGELES

 INTRODUCCION
 LOS ANGELES DE
CALAMARCA
 SERIES DE
ANGELES EN LA
AUDIENCIA DE
CHARCAS
 LOS ANGELES Y
EL MUNDO
INDIGENA
 AUTORES

INTRODUCCION menú

os ángeles son uno de los temas más característicos de la pintura


virreinal en América. Su originalidad viene de la iconografía y de la
excelencia de su realización, que contrastan con las versiones
europeas. En la cultura occidental, el origen de la iconografía de los
ángeles se remonta a los primeros siglos del cristianismo. En la Edad
Media, los ángeles no eran representados de forma aislada, a
excepción de algunas obras como "San Miguel Arcángel, que
encontramos como "Juez de las Almas" en la pintura flamenca, italiana
y española. Es en el Renacimiento que los ángeles comienzan a ser
pintados individualmente, práctica que se extiende durante el barroco.

La teología cristiana tomaba la obra de Dionisio Areopagita, obispo y


escritor religioso del siglo VI, como base de la enseñanza oficial de los
personajes y de las funciones de los ángeles. Este autor, en su obra
sobre la "Jerarquía Celestial", divide a los ángeles en tres grupos. El
primero esta compuesto par serafines, querubines y tronos, el segundo
por potestades, virtudes y poderes y el tercero par príncipes,
arcángeles y ángeles. Los serafines están en la cima de la jerarquía y
rodean el trono de Dios, son de color rojo y su atributo es el fuego. Los
querubines simbolizan la sabiduría divina y son de color azul y oro. Los
tronos representan la justicia divina y llevan toga y bastón de mando.

El segundo grupo es responsable de los elementos naturales y de los


cuerpos celestes, los dominios y los poderes que llevan corona y cetro.
Las virtudes se refieren a la pasión de Cristo y llevan a veces flores o
símbolos de María.

El tercer grupo establece la relación con la humanidad. Los


principados protegen las naciones, los arcángeles son mensajeros de
Dios (la tradición popularizó sus nombres: Miguel, Rafael y Gabriel); en
fin, los ángeles protegen a todos los hombres.

En base a este esquema, algunas composiciones de ángeles fueron


estampadas durante la segunda mitad del siglo XVI. Sirvieron de
modelo a pinturas realizadas sobre el mismo tema. Tal es el caso de
las tres obras de Gerardo Jode ( 1609-1617), que copiaban trabajos de
Martín de Vos. Cada una describe a tres ángeles, con sus respectivos
atributos y una leyenda explicativa. El análisis de estas estampas y de
la obra del Areopagita, muestra que las pinturas del Virreinato del Perú
representan a ángeles portadores de atributos resultantes de
diferentes jerarquías. Es así que el ángel con un haz de fuego en la
mano puede ser un serafín, el que lleva cetro y corona, un dominio,

Los coronados de rosas y llevando los símbolos de la Pasión,


virtudes. Los ángeles que llevan símbolos marianos constituyen una
innovación barroca y así como existen ángeles representados con los
símbolos de la Pasión, fueron creados aquellos con los símbolos de
las Letanías, particularmente en el mundo hispánico, donde se inició el
dogma de la Inmaculada Concepción.

Los ángeles siguen siendo representados como seres asexuados,


jóvenes e imberbes, vestidos con trajes femeninos cortos, a veces con
atuendos de soldados del siglo XVII llevando un arcabuz u otras armas
de fuego.

Parece ser que las series de ángeles españoles precedieron a las


americanas. La más antigua es posiblemente aquella pintada por el
maestro Bartolomé Román para el monasterio de la Encarnación de
Madrid, encontrándose una réplica del mismo autor en la iglesia de
San Pedro de Lima. Siete ángeles fueron representados en esta serie:
Miguel, Rafael, Gabriel, un Ángel de la Guarda, un Serafín, una Virtud
y un Ángel portador de flores (Baraquiel). Existe igualmente en Cuzco
un cuadro de siete arcángeles, inspirado en una lámina de Wierix.
Estas series datan de fechas muy antiguas y es posible que hayan
inspirado las pinturas posteriores. Román sitúa a sus ángeles delante
de un paisaje, vestidos con trajes cortos que dejan ver las piernas
calzadas de coturnos romanos. Todos los ángeles llevan coronas de
rosas. Este tipo de ornamento será adoptado, con algunas vanaciones,
por las series de ángeles realizadas en el Perú, a partir de la segunda
mitad del siglo XVII, hecho que explica su importancia.

La escuela sevillana de pintura, en especial en lo que se refiere a


Zurbarán y sus discípulos, contribuyó también de forma importante a la
iconografía de los ángeles. Representaciones de ángeles atribuidas a
Zurbarán, Bernabé de Ayala y Polanco (que deben tanto unos como
otros su estilo al maestro de la Extremadura) se encuentran
diseminadas en diferentes lugares. La serie más importante de
ángeles realizados por influencia de Zurbarán se encuentra en el
Monasterio de la Concepción en Lima. Se trata de retratos de Miguel,
Rafael, Gabriel, Hadriel, Jafiel, Ariel y Leriel. Esta serie fue sin duda
concluida hacia 1635-1640.

La base teórica de estas composiciones de ángeles se encuentra en la


obra del jesuita Antonio Ruiz de Montoya, en Lima. En su libro Silex
del amor divino, evoca la potencia divina que alcanza a la humanidad
por intermedio de los ángeles, de las jerarquías celestiales y de los
"siete principios": Miguel, Rafael, Gabriel, Uriel, Sealtiel, Jesidiel y
Baraquiel. Obras como ésta pretendían desarrollar la devoción a los
ángeles, y esto daría posteriormente nacimiento a una especie de
religiosidad popular que reemplazaría la devoción a los seres
celestiales por la adoración a fenómenos naturales.

Acabamos de mencionar los antecedentes de las series de ángeles de


Charcas y de Cuzco. En estas regiones, los ángeles son pintados con
ricas vestimentas, rostros estereotipados y sin recurrir al claroscuro, lo
cual dá como resultado un arte muy diferente al de los modelos
europeos. Las series de ángeles aparecen hacia 1660, en un territorio
que se extiende del norte del Perú al norte de la Argentina, siendo La
Paz y Cuzco los centros de difusión . La información más antigua de la
que disponemos con respecto a las series de ángeles, está contenida
en un contrato firmado par el pintor cuzqueño Basilio de Santa Cruz,
en 1661, por el cual este último se comprometía a realizar doce
ángeles y doce vírgenes; vemos aquí que la costumbre española de
mezclar series de seres celestiales con santos, como en Sevilla, se
había expandido al Perú. Las series de Calamarca, Peñas y Jesús de
Machaca (La Paz), Yarvicolla y Sora-Sora (Oruro) y de la iglesia San
Martín de Potosí, todas en Bolivia, figuran entre las más importantes.

Encontramos en el Perú las series de Challapampa y del convento


Santa Clara en Trujillo, y las de Casavindo en Argentina. En muchas
iglesias y museos encontramos ejemplares únicos, correspondientes a
series que fueron dispersadas. Un estudio iconográfico muestra que
todas las series cuentan con los tres arcángeles: Miguel, Rafael y
Gabriel. La mayoría comprende igualmente el Angel de la Guarda.
Uriel está también presente a veces. Los demás ángeles están
individualizados por sus nombres y por su aparición, en ocasiones, en
el Antiguo Testamento: es así que el ángel que habla a Abraham lleva
un haz de fuego en la mano y es llamado Jahiel o Teadquiel, el que
expulsó a Adán y Eva del Paraíso Terrenal está armado de una
espada de fuego y se llama Raziel, o a veces Uriel. Es difícil identificar
a los otros ángeles dado que no conocemos las fuentes de su
inspiración.

El Concilio del año 745 en Roma, y el del 789, en Aquisgrán,


rechazaron el uso de nombres de ángeles, salvo de aquellos citados
en la Biblia: Miguel, Gabriel y Rafael. Las Iglesias griega y copta
reverencian no obstante también a Uriel. Los demás nombres que
figuran en las series andinas vienen de otras fuentes.

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LOS ANGELES DE CALAMARCA menú

Una de las series de ángeles más completas que se conoce, se


conserve en la iglesia de Calamarca, a 60 km de La Paz, en un
territorio que pertenecía a los indígenas Pacajes. Un inventario de la
iglesia, datado de 1728, indica que “en lo alto de los muros de esta
Santa Iglesia se encuentran treinta y seis pinturas de ángeles y
arcángeles, todas de la misma dimensión en sus bastidores”. Se
puede deducir de este texto que en esa época fueron terminadas dos
series: las Jerarquías y los Angeles Militares. La primera comprende a
los siguientes ángeles: Gabriel. Rafael, ángel de la Guarda, Dominio,
ángel de la columna (Virtud), ángel con las rosas (Virtud), ángel
desenvainando la espada, ángel con la espada de fuego, ángel
sosteniendo una llave, ángel con un haz de fuego en la mano (
Serafín), ángel con la espiga de trigo.

Ninguna de estas pinturas está firmada y no existe documento que nos


permita identificar a su autor, que por consiguiente fue denominado
Maestro de Calamarca. Sin embargo, la comparación de estas obras
con las de la iglesia de Carabuco permite pensar que el Maestro de
Calamarca podría ser José López de los Rios, quien pintó los cuadros
de Carabuco en 1684.

Los ángeles que figuran en el "Juicio Final" de López de los Rios son
idénticos a los de Calamarca en su vestimenta, sus actitudes y sus
expresiones. La fecha de estas obras nos lleva a pensar que este
artista podría ser, junta con Basilio de Santa Cruz, el creador de los
ángeles andinos, tan diferentes de los modelos europeos. La
vestimenta de los ángeles andinos tiene mangas amplias. bajo las
cuales se llega a ver bordes de lentejuela de una fina camisa,

Una hermosa pintura de ángel con arcabuz se encuentra en el Museo


Nacional de Arte de La Paz, bajo el nombre de Asiel Timor Dei. Es una
obra de una calidad extraordinaria, que proviene posiblemente de una
serie desaparecida. Los colores y el dorado de la vestimenta lo
diferencian de los ángeles de Calamarca e indican que formaba parte
de otra serie, salida sin duda de la misma escuela de pintura.

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SERIES DE ANGELES EN LA AUDIENCIA DE


CHARCAS menú

El pueblo de Peñas (La Paz) posee una serie de seis ángeles cuyos
nombres no están indicados pero que representan a Miguel, Rafael y
Gabriel, un ángel sosteniendo una columna, un ángel desenvainando
la espada y un ángel Virtud. Su iconografía es idéntica a la de
Calamarca pero se diferencian por la presencia de paisajes en el plano
posterior.

Encontramos en Sora-Sora y Yarvicolla, dos pueblos situados en el


departamento de Oruro, dos series de ángeles rodeados de orlas de
flores. Uno de los ángeles de Sora-Sora sostiene una columna y se
llama Gabriel Fortitude Dei. La serie de Yarvicolla es más grande y
consta de una magnífica pintura de San Gabriel.

Finalmente, cinco ángeles de la iglesia de Jesús de Machaca, robados


hace algunos años, completaban las series de ángeles del Collao.
Había un trompeta con casco y adarga, un ángel limpiando su arcabuz,
otro disparando y el cuarto llevando el arcabuz al hombro. Sin ninguna
duda, la serie era mayor a lo que es actualmente, habiendo sido
algunas de sus pinturas seguramente robadas o destruidas. El San
Gabriel de esta serie fue decomisado par el Museo de La Paz. Estos
cinco ángeles gozan de gran reputación. El atuendo que flota al viento
y la profusión de joyas permiten atribuirlos a Leonardo Flores, el pintor
más importante de la región de La Paz de fines del siglo XVII.

La iglesia San Martín de Potosí, parroquia de los indígenas Lupacas


originarios del Lago Titicaca, guarda una serie de ángeles
turiferarios sobre los cuales podemos leer la inscripción “Sanctus,
Sanctus”.

Además de las series ya mencionadas, existen en museos y


colecciones privadas, numerosas pinturas de ángeles aislados, cuyo
origen es difícil determinar. Un cuadro particularmente notable es el
San Rafael del museo de la catedral de La Paz, que viene del
monasterio franciscano y que se atribuye a Luis de Riaño, activo hacia
1630.

Otro grupo de cuadros está compuesto par pinturas de San Miguel


Arcángel, jefe de los ejércitos celestiales y protector de los cristianos
contra el demonio. Representaciones de el fueron realizadas en
innumerables oportunidades en el territorio de Charcas. El San Miguel
del jesuita Diego de La Puente (1620-1663), que se encuentra en el
monasterio jesuita de La Paz, es el prototipo de esta figura. De la
Puente es igualmente autor del San Miguel que se conserva en el
Museo Nacional de La Paz. En esta última obra, San Miguel sostiene
una gran cruz. Este trabajo de colores excepcionales nos revela un
maestro familiarizado con la obra de Rubens. De la Puente nació en
Malinas y estudió de cerca las obras maestros de su país antes de
partir a América.

También existe una representación barroca de San Miguel,


descendiendo con las alas extendidas, las alas desplegadas y la
vestimenta flotando al viento. Viene del "juicio final "de Rubens y fue
adaptada. con algunas variaciones, por Melchor Pérez de Holguín, que
firmó en 1708 una obra de este tipo, que se encuentra actualmente en
el Museo Nacional de Arte de La Paz. Quispe Tito hizo uso del mismo
modelo en su ''Juicio Final" del monasterio franciscano de Cuzco. Sin
embargo, la más extraordinaria pintura de San Miguel es la de la
iglesia de San Pedro, en La Paz, en razón de sus dimensiones, de su
excelente estado de conservación y del revestimiento dorado que la
cubre.

El cuadro de Zurbarán que se encuentra en el monasterio de la


Concepción en Lima, sirvió igualmente de modelo a varias obras:
Zurbarán ejerció una gran influencia en la pintura americana, aún
cuando sus santas son más populares que sus ángeles.

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LOS ANGELES Y EL MUNDO INDIGENA menú

El éxito de la amplia difusión de las series de ángeles en el Altiplano


merece ser resaltado. sobre todo si tomamos en cuenta la rareza de
esta iconografía, cuyas fuentes deben ser buscadas en los apócrifos y
en las iglesias minoritarias del cristianismo, como ser la iglesia Copta,
que venera a Uriel.

El análisis de las series de ángeles militares muestra que éstos llevan


nombres como Uriel, Zabriel, Letiel, Alamiel. Estos nombres vienen del
libro apócrifo de Enoq, que no sabemos como llegó a América:
corresponden a los ángeles corruptos citados en los capítulos VI y VII
del Libro de los ángeles. En este texto, los nombres y las funciones de
los ángeles son los siguientes: Baradiel, príncipe del granizo; Baradiel,
príncipe del rayo; Galgaliel, príncipe del sol; Kokbiel, príncipe de las
estrellas; Laylahel, príncipe de la noche; Matariel, príncipe de la lluvia ;
Ofaniel, príncipe de la luna; Raamiel, príncipe del trueno; Raaziel,
príncipe de los terremotos; Rhatiel, príncipe de los planetas; Ruthiel,
príncipe del viento; Salgiel, príncipe de la nieve; Samziel, príncipe de la
luz del día; Zaamael, príncipe de la tempestad; Zaafiel, príncipe del
huracán; Zawae, príncipe del torbellino; Ziquiel. príncipe de los
cometas.

Los ángeles que llevan estos nombres representan los fenómenos


naturales, las estrellas y los planetas. Se debe añadir al ángel caído,
Lucifer, representado por Venus, el Lucero, la única que no tiene una
ubicación fija en el firmamento y cuyos vaivenes dan la impresión de
que está cayendo. Aquí encontramos la costumbre muy antigua de
imaginar a los ángeles como la personificación de fenómenos
naturales. De una u otra forma, los religiosos que se encontraban en
América tuvieron conocimiento de esta relación entre los ángeles y los
fenómenos celestes y crearon las series de ángeles con estos
nombres, con el fin de que la fe cristiana reemplace a la idolatría hacia
los astros. Esto podría ser la explicación del éxito de las series
angélicas en la población indígena. La importante propagación de las
series de ángeles en los Andes se explica igualmente por la existencia
de fraternidades indígenas en las iglesias jesuitas. Los jesuitas, que
constituían una nueva orden religiosa, no tenían sus propios santos.
Dedicaban por consiguiente sus iglesias a San Pedro, San Pablo,
Nuestra Señora del Loreto y a San Miguel. De esta forma es que una
fraternidad indígena de Lima era puesta bajo el patrocinio del arcángel,
o que en 175O, durante una insurrección fallida, indígenas vestidos de
ángeles se alzaron en armas aprovechando las festividades.

En el cuadro "La Procesión del Corpus Christi". que vemos en Cuzco,


se observa a un grupo de indígenas vestidos de ángeles. Marchan con
su uniforme militar. sombreros de plumas y llevan fusiles y banderas.
Encontramos igualmente ángeles con sombreros de plumas en ciertas
pinturas, Como la que se ve en San Francisco, Cuzco.

Los indígenas se identificaban con las series de ángeles y se


esforzaban por mantenerlos vivos en su folklore. La danza conocida
como Chatripulis, aún practicada en los suburbios de La Paz, es
testimonio de ello. Indígenas bailan vestidos de ángeles, llevan una
falda blanca, prendas femeninas, un chaleco y una camisa. Dos
pequeñas alas van atadas al chaleco. Una cinta sujeta algunas plumas
sobre la cabeza.

Los demonios, que figuran raramente en las pinturas, participan en las


danzas tradicionales. Tal es el caso de la Diablada de Oruro, La Paz y
Puno. Originalmente, esta danza era una pieza de teatro alegórica y
religiosa, que representaba los siete pecados capitales derrotados por
San Miguel. Un manuscrito del obispo Martínez Trujillo, conservado en
Trujillo, constituye la más antigua referencia de esta danza, siendo el
grupo que mejor conserva la tradición el que baila el 16 de julio en
Paucartambo, para la fiesta de la Virgen del Carmen. La Diablada
boliviana es bailada por grupos de más de cien personas, precedidas
por San Miguel y Lucifer.

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AUTORES

JOSÉ DE MESA Y TERESA GISBERT

http://www.bolivian.com/angeles/angarcg.html

EL ANGEL DESDE EL GENESIS HASTA


BOSSUET (1/4)

Cosi parlar conviene al vostro ingegno pero che


solo da sensato apprende Cio che fa poscia
d'intelletto degno "
"Y vuestra mente así al hablar asigno, lo que
por sus sentidos solo aprende y que de su
intelecto es lo condigno" Dante, Paradiso, IV,
40-42

ante, que en algunos tercetos del Paraíso


trazó una maravillosa descripción de las
jerarquías angélicas de la corte celeste, podría
guiar nuestroacercamientoaesosmisteriosos y
fascinantes personajes y ayudarnos a
considerarlos como imágenes de verdades que
están más allá del alcance de nuestra
inteligencia.
"Echó, pues, fuera al hombre, y
puso al oriente del huerto de Edén
querubines y una espada encendida
que se revolvía a todos lados, para
guardar el camino del árbol de la
vida." (Génesis, 3, 24).

Así aparece por primera vez el


ángel en la Sagrada Escritura:
soldado de Dios, encargado de
impedir que Adán retorne al Paraíso
del que ha sido expulsado . El
Antiguo Testamento no desarrolla
esta primera evocación hasta hacer
un sistema coherente de
angelología, los ángeles surgen a lo
largo del Génesis y de los textos
históricos, poéticos y proféticos. De
tales apariciones, múltiples y casi
siempre fulgurantes, sólo se
desprenden informaciones sobre
sus misiones, sus formas y, algunas
veces, sus nombres. Lo primero que
se deduce es un nombre genérico,
"malak", el enviado, traducido en la
versión griega por "aggelos", de
donde proviene "ángel".

Embajadores del Señor, los ángeles


manifiestan su voluntad a los
hombres y les transmiten sus
mensajes. El ángel da las ordenes
de Dios a Agar cerca del pozo
(Génesis, 15,7), interrumpe el
sacrificio de Isaac (Génesis, 22, 11),
instruye a Jacob en su sueño
(Génesis, 31, I I ), transmite a
Moisés la revelación de la zarza
ardiente (Éxodo, 3,2), conduce el
pueblo hacia la Tierra Prometida
(Éxodo, 14, 19). Algunas veces
intervienen en grupo como cuando
se presentan a Lot (Génesis, 19,
15), o sobre la escala de Beth-el
que Jacob ve en sueños (Génesis,
28, 12).

La tradición lírica de los Salmos,


además de presentar a los ángeles
como agentes de transmisión y de
ejecución de las voluntades divinas,
les atribuye una nueva función, casi
litúrgica: la de adorar a
Dios permanentemente, como si
formasen alrededor del Señor una
corte capaz de convertirse en un
consejo: "Bendecid a Jehová,
vosotros sus ángeles poderosos en
fortaleza, que ejecutáis su palabra,
obedeciendo a la voz de su
precepto." (Salmos, 103, 20).

"He aquí tres varones que estaban


junta a él (Génesis, 18, 2): esos
varones son los ángeles que se
presentan ante Abraham antes de
la destrucción de Sodoma. Así,
desde el comienzo del relato
bíblico, encontramos cierta
ambigüedad terminológica: algunas
veces, el ángel es denominado,
simplemente, el hombre. El término
resuelve, por lo menos en parte, el
problema de la forma bajo la cual el
mensajero celeste se presenta ante
los hombres: tiene la apariencia de
un hombre "terrible" (Jueces, 13, 6),
pero también muy hermoso
(Samuel, 29, 9), y capaz de
despertar la codicia de los
Sodomitas (Génesis, 19, 5). Tiene
una afinidad con el fuego: aparece
en la llama de la zarza ardiente
(Éxodo, 3, 2) y se eleva en el humo
de los sacrificios (Jueces, 13, 20).

Pero la imagen de los ángeles sólo


se precisa con los libros históricos y
proféticos. Si el relato del Génesis
introduce el término ''querubín'', es
en el primer libro de los Reyes
cuando se mencionan sus alas (1,
Reyes, 8, 6). El profeta Ezequiel los
muestra cerca del trono de Dios,
cada uno con cuatro alas, en un
ambiente fabuloso: "Cuanto a la
semejanza de los animales, su
parecer era como de carbones de
fuego encendidos, como parecer de
hachones encendidos: discurría
entre los animales; y el fuego
resplandecía, y del fuego salían
relámpagos". (Ezequiel 1, 13)

El texto de Isaías (Isaías, 6, 1-3)


habla de serafines con seis alas:
"con dos cubrían sus rostros, y con
dos cubrían sus pies, y con dos
volaban".

Esos pasajes precisan la


nomenclatura y la apariencia
fantástica de los ángeles pero
muestran también un fenómeno
muy importante, la influencia de las
creencias y de las representaciones
babilonias. Se ha relacionado el
término querubín con el "karub"
babilonio y el "gribh" que origina
"grifón" y que hace pensar en los
toros alados de los palacios de
Nínive.

Asistimos así a una evolución de la


angelología hebraica al retorno del
Exilio. La cautividad de Babilonia
puso al judaísmo en contacto
directo con otra civilización, con su
religión, sus dioses, sus imágenes,
dando así un nuevo impulso al
encuentro de los ángeles en los
textos proféticos y, sobre todo, en
los apócrifos, que comenzaban a
multiplicarse. El papel de los
ángeles se diversifica. Seres de luz,
encargados de la liturgia celeste (
posiblemente bajo la influencia del
fasto babilonio), ya guardianes del
Arca de la Alianza (Éxodo, 25, 18-
20), adornan al Santo de los santos
del templo de Salomón (I, Reyes, 7,
29 y 36). Se convierten también en
delegados de la soberanía de Dios
en el mundo, sin duda par la
influencia de las creencias astrales
comunes en el Oriente persa y
babilonio, presiden el movimiento
de los planetas y las
manifestaciones atmosféricas como
la lluvia, la tempestad, el granizo
(Libro de Enoq, apócrifo del siglo II
antes de la era cristiana); pero,
gobiernan también el destino de las
naciones y vigilan la conducta de
los hombres, de la que mantienen
informado a Dios.

Otro aspecto de esta evolución es


la aparición de ángeles que se
distinguen por el nombre que
reciben. Rafael es la primera
personalidad que se desprende de
las legiones angélicas, en el Libro
de Tobías (que no se considera
siempre canónico). Allí toma la
forma de un desconocido que
acompaña al joven Tobías durante
un viaje que debe realizar, par
razones familiares. hasta la lejana
Media; a su regreso, cura de su
ceguera al padre de Tobías. Por
primera vez un ángel, con nombre
propio, juega un papel de protector
y de médico junta a simples
mortales. Se trata, sin duda, de la
prefiguración del "ángel guardián", y
el punto de partida de una tradición
que alcanzará su mayor auge
durante el siglo XVII. El libro del
profeta Daniel presenta otras dos
individualidades angélicas, la de
Gabriel, mensajero de Dios e
intérprete de las misiones del
profeta (Daniel 8, 16 y 9, 21 ) y la
de Miguel, el arcángel guerrero que
combate a los enemigos de Israel
(Daniel, 10, 13 y 21).

Poco antes de la era cristiana, la


literatura rabínica brinda los
primeros intentos de definición de la
naturaleza de los ángeles: son
"espíritus", es decir, criaturas que
escapan a las obligaciones de la
condición carnal: nutrirse y
engendrar. En principio inmortales,
poseen un saber muy superior al de
los hombres, sin conocer todos los
secretos de Dios. Su número resulta
inconmensurable. El libro de Daniel
habla de mil millares de ángeles al
servicio del Juez Eterno (Daniel,
7,10).

La angelología del Nuevo


Testamento no resulta más
coherente que la del Antiguo. Los
evangelios, los Hechos de los
Apóstoles, las epístolas, enriquecen
y varían los papeles y las
denominaciones de los ángeles.
Fundamentalmente, siguen siendo
enviados divinos que transmiten el
mensaje de la voluntad divina y, por
esta razón, se ponen algunas veces
al servicio de los hombres. Su papel
se manifiesta sobre todo en los
relates de la infancia de Cristo. El
arcángel Gabriel anuncia a Zacarías
y a María los nacimientos próximos
(Lucas, 1, 19 y 26). El "ángel del
Señor" se dirige a los pastores en la
noche de la Navidad (Lucas, 2, 9),
y revela a José las instrucciones de
Dios (Mateo, I, 20 y 2, 13 y 19). Es
corte de ángeles que alaba al Señor
en la noche de Belén (Lucas, 2, 13).
Los ángeles intervienen también en
los relatos de la resurrección. Se
encuentran al lado de la sepultura
vacía en la mañana de
Pascua (Mateo, 28, 2; Marcos, 16,
5; Lucas, 24, 4; Juan 20, 12).
Anuncian la resurrección a las
mujeres (Mateo, 28, 5; Marcos, 16,
6; Lucas, 24, 5-7). Explican a los
discípulos lo que sucederá después
de la ascensión.

Pero los ángeles no están


presentes en Los diversos
episodios del ministerio público de
Jesús. Al principio vienen para
servir a Cristo después de la
tentación (Mateo, 4, 1 I y Marcos, I,
13); al final, un ángel viene a
reconfortarlo en el monte de los
Olivos (Lucas, 22, 43). Los ángeles
no participan ni en la prédica ni en
los milagros de Cristo, como si los
Evangelios quisieran subrayar mejor
su papel único y transcendental. Se
mantienen en su oficio de
servidores. Cristo habla de ellos en
términos que evocan sus relaciones
con los hombres, por ejemplo
cuando declare que les alegra el
arrepentimiento del pecador (Lucas,
15, 10). Y existe ese misterioso
pasaje sobre los ángeles "de estos
pequeños que ven continuamente el
rostro del Padre" (Mateo, 18, 10); es
posible que no se trate de niños en
el sentido literal sino de una alusión
a los seres cándidos. Pero,
cualquiera que sea su
interpretación, ese versículo (que
sólo aparece en Mateo) hace
pensar en otra prefiguración del
ángel guardián de cada fiel.

Seres espirituales, desprovistos de


cuerpo camal, pero tomando forma
humana en sus apariciones,
resplandecientes de luz, como
relámpagos (el ángel de Pascua,
Mateo, 28, 3), en los Hechos de los
Apóstoles, los ángeles conservan
su papel con relación a los
hombres.

De la lectura de las epistolas de


San Pablo se deduce tanto una
aclaración como una complicación.
Aclaración teológica: aunque se
mencionan los ángeles en la
confesión del misterio de la fe en
Cristo (El es el que ha sido "visto
por los ángeles", 1, Timoteo, 3, 16),
Pablo afirma claramente que Cristo
es absolutamente superior a los
ángeles (Hebreos, 1, 1-14 y 2, 1-5)
a los que no hay que rendir culto
(Colosenses, 2, 18). Pablo señala,
de manera definitiva, la diferencia
fundamental entre la naturaleza de
Cristo y la de los ángeles; esta
afirmación es la fuente de todo el
desarrollo ulterior del pensamiento
teológico sobre la naturaleza de los
ángeles y su lugar en el orden de la
creación. La trascendencia del Hijo
no sufre ningún compromiso.

Pero Pablo introduce, igualmente,


una complicación que dará lugar a
un considerable enriquecimiento de
la angelología. Menciona, sin
precisar el papel, nuevas categorías
entre los miembros de la corte
celestial y les atribuye nombres
abstractos como "virtudes"
(Romanos, 87 38; Efesios 1, 21),
"potencias" (Efesios, 1, 21;
Colosenses, 1, 16); "principados"
(Efesios, 1, 21 y 3, 10) "potestades"
(Efesios, 1, 21 y Colosenses, 1, 16)
y "tronos" (Colosenses, 1, 16).
Pedro habla de los "ángeles,
potestades y virtudes que están
sometidos a Jesucristo, al cielo
(Primera Epístola, 3, 22). Podemos
interrogarnos sobre los rasgos
distintivos de estos nuevos
habitantes de los cielos y sobre el
origen de su denominación.
Basándonos en una frase de Pablo,
"el Señor Jesús se manifestará con
los ángeles de su potencia" (II,
Tesalonicenses, 1, 7-8), podríamos
pensar en una expresión abreviada
sobre la relación de dichos seres
con los "dominios", los "principados"
y los "tronos de Dios.

Cualquiera que sea la interpretación


dada a esos pasajes, Pablo insiste
en la soberanía de Cristo, "todas las
cosas han sido creadas en él, por
él, para él " (Colosenses, 1, 16-17).
El punto fundamental es la unidad y
la exclusividad del culto rendido a
Cristo (Colosenses, 2, I X). Vista
así, la epístola de los Colosenses
aparece como una aclaración y una
amenaza.

Sin duda Pablo estaba consciente


de que el extraordinario fermento
espiritual del Oriente grecorromano
del siglo I constituía una amenaza
para la integridad de la doctrina que
él había admirablemente
desprendido de la tradición judaica.
Es posible que bajo la influencia de
su cultura judeo-griega, él mismo
hubiese sido un tanto contaminado
por el ambiente en el que se había
formado. Es necesario imaginar
aquel hervidero de cultos y de
creencias, en la confluencia de las
religiones orientales de Persia y de
Siria, de Los restos del Olimpo, de
los comentarios e interpretaciones
de las doctrines filosóficas
grecorromanas, del judaísmo, con
sus libros santos y sus apócrifos...
Generalmente límpidas, las cartas
de Pablo pudieron también sufrir la
influencia de las ideas que surgían
de esa abundancia intelectual y
espiritual y, por esta razón, como
una manifestación de la compleja
cosmología que se perfilaba entre
Atenas, Antioquía y Alejandría, los
ángeles, metamorfosearse en trono,
dominio y potestad.

El encuentro de dos fuertes


corrientes tendía a crear una zona
de turbulencias favorable a todas
las proliferaciones y desviaciones
en la especulación sobre los
ángeles, su lugar en la economía de
la creación y el culto que les podía
ser rendido. Por una parte. las
creencias religiosas, especialmente
en Siria, situaban cerca y alrededor
de un Dios inaccesible una legión
de intermediarios encargados de
hacer funcionar el cosmos y
comunicar con los hombres. Por
otra parte, la herencia de la filosofía
platónica, interpretada, deformada,
revitalizada por Plotino y su
escuela, enseñaba, a través de
múltiples y sutiles variantes, que el
mundo ha surgido del Uno, inefable
e indivisible, inaccesible e invisible,
a través de una procesión
descendiente, una serie de
Epifanías que, desde el Principio
Primero hasta el alma del hombre
encerrada en la materia, participan
los unos de los otros a partir del
Logos, el verbo creador, emanado
del Principio Supremo.

En cada una de esas corrientes, los


ángeles ocupan el lugar de
mediadores y nexos, entre lo
singular y lo múltiple, la luz y las
tinieblas, el espíritu puro y la
materia, a lo largo de los
escalafones de esta jerarquía
invisible, pero omnipresente, que
asegura la unidad, el movimiento y
el destino del mundo, y que se
fundamenta en el principio de la
participación.

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DONCELES Y SOLDADOS

reíamos que Europa lo había dicho


todo en materia de ángeles. La Edad
Media, seguida del Quattrocento italiano,
habían tomado resueltamente partido en
la famosa querella en torno a su sexo.
¿Suponer un sexo a los ángeles? ¡Por
favor! Criaturas aladas, etéreas,
pertenecientes al aire no a la tierra, así
es como la piedad medieval y la fe del
Renacimiento los representaron, con
constancia edificante. Angeles
asexuados de las catedrales, ángel todo
sonrisa de Rehns, ángeles menudos y sin
carne de Memling al norte, ángeles
suaves e inmateriales de Fra Angelico al
sur: parecía que el asunto estaba claro y
que Guido di Pietro, dedicado a la pintura
de Los ángeles, al punto de tomar de
esta especialidad su pseudónimo, había
cerrado de una buena vez la polémica.
Pero luego vine, como una tormenta en
ese cielo místicamente diáfano, la
revolución angélica de los barrocos, que
empezó - la fecha parece inventada -
exactamente en 1600, con el cuadro de
Caravaggio (destruido durante la guerra,
sin duda par venganza de los pacatos y
los nostálgicos de la transparencia) San
Mateo y el ángel. Se veía un ángel de una
sensualidad tan turbia, abrazado al viejo
apóstol de manera tan provocativa, que el
capitulo de San Luis de Los Franceses, en
Roma, que había encargado esta pintura,
la rechazó de plano, primer ejemplo de
censura artística. Caravaggio, rompiendo
con la tradición de los ángeles asexuados,
había “sobresexuado” el suyo. Lejos de no
tener ningún sexo, éste ostentaba los dos
sexos. Chico y chica al mismo tiempo,
insolentemente erotizado, abría una
nueva época. Los siglos XVII y XVIII
europeos se llenaron de ángeles que, en
vez de entender su misión como una
casta milicia del cielo, aprovecharon sus
privilegios para vivir a fondo una
ambigüedad prohibida a los humanos.
Comenzaron por desnudarse, el ángel de
Bernini en el filacterio INRI (Rome, iglesia
Sant'Andrea delle Fratte) mostró una
pierna descubierta hasta la ingle, hecha
para que San Antonio se condenase, y
por todas partes, de Nápoles a Munich, de
Viena a Praga, surgieron legiones de
andróginos cuyo único objetivo era, al
parecer, exaltar el placer de una
morfología equívoca.

Una tercera vía parecía imposible.


Europa, maestro de la iconografía
cristiana, no daba a elegir sino entre el
alma y el cuerpo. He aquí que, por
primera vez, salvo error, llegan a Francia
volando con sus propias alas, del otro
lado del océano, ángeles absolutamente
diferentes de todo lo que conocíamos. La
música que nos hacen escuchar es
inaudita. Tan nueva, tan sorprendente, tan
ajena a las convenciones del género, que
nuestras historias del arte, nuestras
enciclopedias, han ignorado hasta ahora
la contribución andina al angelismo
universal. El nombre de Melchor Pérez de
Holguín, que sería la personalidad
artística más fuerte del altiplano, no figura
en ningún repertorio de aquéllos que
calificamos como nuestros sabios. Ya era
tiempo de reparar esta injusticia y de
darse cuenta que, a miles de kilómetros
del viejo continente, durante los dos o tres
siglos que corresponden a la crisis
barroca en Europa, una cultura angélica
de una originalidad absoluta se había
desplegado a partir de las montañas y las
minas de plata de Potosí

Al ser un resultado de la fusión entre


influencias españolas y sensibilidades
indígenas, se ha definido este arte como
colonial, pero más por costumbre, me
parece, que por apego a la verdad, pues
colonial supone superioridad de la
potencia conquistadora. Un arte colonial
es un arte impuesto, mientras que esos
ángeles de las cumbres, lejos de evocar
los modelos europeos, dejan ver su origen
local. Designemos más bien este arte
andino como arte mestizo, cultura de
encuentros y de cruces. A quién atribuir el
mérito de haber hecho renacer la
discusión sobre el sexo de los ángeles?
Una increíble proeza. Por una parte, se
los arma con un arcabuz y, por otra, se los
viste de encaje, lo que prueba una
audacia sorprendente. El ángel de
Caravaggio era chica y chico. El ángel
andino está dividido entre la coqueta y el
soldado.

El único ejemplo europeo de amalgama


entre la gracia del efebo y la fuerza del
militar se encuentra en las figuraciones del
arcángel San Miguel. El de Guido Reni
(hacia 1610), en la iglesia de los
Capuchinos de Roma, lleva coraza y
espada. Un atuendo bastante tímido
comparado con la extravagante
indumentaria de los soldados de Potosí.

El fusil y el gran sombrero de plumas,


tomados de los pertrechos de los señores
colonos, indican que pertenecen a la
Iglesia militante y abren fuego para
repandir la fe católica. Tanto más
sorprendente es, pues, ver a estos
mosqueteros disfrazados de donceles o,
por que no decirlo, de doncellas: más que
andróginos, verdaderos travestis. Zapatos
con hebilla, medias de seda, nudos de
cintas en la rodilla, levita bordada, orgía
de puños y de cabujones: el perfecto
disfraz del lechuguino.

Lujo aristocrático, arrogancia guerrera,


propaganda religiosa, afeminamiento,
dandismo; no ha habido otro alarde de
contrastes que haya proclamado con tanto
brillo la esencia misma del angelismo, esa
"coincidentia oppositorum", signo de la
divinidad triunfante, que, ignorando la
diferencia de sexos, no tiene nada que ver
con el reparto de papeles entre el hombre
y la mujer.

AUTOR

DOMINIQUE FERNANDEZ
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