En primer lugar, los cristianos deben tener en cuenta que hay que hablar de Dios y
de la inmortalidad y destino eterno del alma a todos los hombres, sabiendo que
todos pueden y deben conocerlo; si no se reconoce a Dios Creador, falta todo
fundamento para reconocer una moral objetiva y evitar un completo relativismo en
el que, por las pasiones y pecados personales, se va debilitando cada vez más el
influjo de la misma ley natural en cuanto luz en la inteligencia e inclinación de la
voluntad hacia el bien
San Agustín, uno de los padres de la Iglesia, sostenía que la comunidad política
humana sería remplazada en un futuro por la Civitas Dei (La Ciudad de Dios), en
donde reinaría sólo Dios y las leyes humanas quedarían obsoletas.
Nueve siglos después, otro padre de la Iglesia, Santo Tomás, armaría una
concatenación de las leyes:
1. Ley Eterna: Es la razón del gobierno supremo, la divina sabiduría que rige en
todo el cosmos y sólo Dios la conoce en su integridad.
2. Ley Divina: Es una parte de la ley eterna que es revelada por Dios a los
hombres y que podemos conocer, ya que se hallan en las sagradas
escrituras.
3. Ley Natural: La única concepción que tienen los hombres de las intenciones
de Dios. Les da posibilidad de distinguir entre el bien y el mal, por lo que debe
ser la guía de la Ley Humana.
4. Ley Humana: Las leyes promulgadas por los que tienen el cuidado de la
comunidad, pero para que sea ley tiene que estar guiada por la razón.