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El curioso incidente del perro a medianoche

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Silvia I. Quirós Alvear July 17, 2011

Mark Haddon escribió este entretenido libro en Septiembre


de 2004, llegando a su décima edición en tan solo 14
meses. No muchos años más tarde, una noche de Reyes,
me encontré con uno de estos ejemplares debajo de mi
almohada. La portada, el título, el diseño… todo me
chirriaba y lo dejé en la estantería sin más. Me acuerdo que
la experiencia al leerlo por primera vez, hace ya unos 3 o 4
años, fue similar a estar leyendo un texto en otro idioma.
Por aquel entonces no entendía nada, ni creo supiera la
existencia del autismo. Leí, si mal no recuerdo, los 2 o 3
primeros capítulos y me resultó un libro tan extraño que
definitivamente lo abandoné de nuevo. Me provoca cierto
entusiasmo recordar aquel momento, ya que fue uno de mis
temprano encuentros con un mundo que actualmente me
apasiona, ¿será el destino o pura coincidencia? Hoy por
hoy, el libro me ha encantado. Es emocionante poder Portada del libro
introducirse de cabeza en la mente de un niño con autismo.

Nuestro principal protagonista es Christopher, un niño de 15


años de edad, con autismo. Son vagos los momentos en los que el autor califica a las
personas, es decir, no describe a C. en la primera página como un niño con autismo,
simplemente puntualiza ciertas características definitorias del mismo como persona, como
niño. Tampoco explica en qué consisten los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD),
aunque quizá haya una obvia relación en el transcurso de la novela. Creo que, perdería
absolutamente la gracia que tiene el propio volumen si así fuera. Además, es lo que se busca
actualmente, que no se etiquete directamente. Aunque ciertamente establece unas relaciones
causa-efecto que hacen sencillo seguir el libro y entender por qué C. reacciona como
reacciona o piensa y siente como lo hace. Precisamente por ello no necesitamos, como
lectores, una explicación de qué es lo que le pasa o le deja de pasar al personaje.

Autismo no sería lo que yo diría a simple vista si tuviera que definir a C., pero en cambio sí
detallaría que vive solo con su padre, ya que sus padres están divorciados, aunque esto se irá
descubriendo a lo largo del libro ya que no es una historia que comience como otra
cualquiera… También podría comentar que le encantan los números primos, y como
curiosidad añadir que es debido a su penetrante interés la razón por lo que los números de
cada capítulo siguen dicho orden. Asimismo, le gusta saberse los diferentes países y sus
capitales. Además, le interesan las estrellas y todo lo que tenga que ver con el espacio. Tiene
una alta capacidad para estudiar el espacio que le rodea de forma detallada, de tal modo que
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con un solo vistazo comprende lo que hay y lo que no, por ello, según comenta en algunas
páginas, no le gustan los espacios nuevos en los que hay demasiada información a estudiar,
sino que prefiere aquellos conocidos en los que solo tiene que reconocer pequeñas
modificaciones. En alguna de esas ocasiones, cuando hay un exceso de estímulos, C. explica
que «su cerebro no funciona correctamente».

Todas estas denominaciones vienen redactadas en un texto que aunque está destinado a un
público ya adulto posee muchas ilustraciones explicativas y que debemos analizar
cuidadosamente (dibujos de planos, de emociones…). Supongo que esto se debe a que las
personas con autismo captan mejor la información por una vía visual, por lo que a C. le
resulta más sencillo narrar su historia con la ayuda de dichos apoyos, y a nosotros nos hace
sentir de forma más cercana cómo puede llegar a sentirse en ciertas situaciones, o los
esfuerzos que debe hacer para comprenderlas. De esta forma he logrado encontrar un manual
simpático y entretenido para leer. C. tiene incluso una gran capacidad de abstracción para
aquello que le gusta, pudiendo ver logros como la superación de su examen de Bachiller con
especialización en matemáticas. Es un niño que se torna detallista en todas las explicaciones
que va dando a lo largo de los capítulos. Los niños con autismo tienen una visión que va del
detalle a lo general, al revés que una persona con un desarrollo típico. Construye de una
forma muy especial la mayor parte de los diálogos que aparecen en las conversaciones que
se mantienen, repitiendo a su manera: «y dijo/y dije…» en cada nueva frase. Realiza unos
cambios de tema rápidos, por lo que a veces nos hace sentir como si nosotros fuéramos la
persona con autismo porque ellos ven el mundo así y a nosotros se nos hace complicado,
pero jamás pensamos que a la inversa también es arduo.

Por otro lado, a C. le frustra que el mundo sea tan complejo, por lo que hay ocasiones en las
que se siente débil y asustado. Personalmente, intento imaginarme lo que tiene que ser vivir
en un mundo en el que no tienes capacidad para entender ciertas cosas, y así llego a la
conclusión de que es perfectamente comprensible el aislamiento que demandan a veces y la
rabia contenida que expresan de formas muy distintas. Hacer el ejercicio que presento a
continuación, de vez en cuando, no es una mala experiencia: Intenta solo imaginar por un
momento, que te levantas cada mañana sin conocer qué es lo que va a pasar a continuación.
Te duchan, te visten, te dan de comer y a la calle. ¿Y ahora? ¿Dónde vamos? ¿Hasta
cuándo? Tú no tienes ni idea, recuerda. No sabes cuándo vas a volver a casa, tú quieres jugar
pero te llevan a otro lugar. No sabes cuando vas a comer, no sabes cuando vas a dormir. Así,
más o menos, intentando ponerme en su lugar, se tiene que sentir una persona, sobre todo un
niño, con autismo. Por eso es importante, para quienes le rodean, crear una rutina en la que
introduciéndose poco a poco la persona sea capaz de anticipar qué va a ocurrir y durante
cuánto tiempo. Eso les relaja enormemente. Entender lo que ocurre a tu alrededor es
felicidad, es alegría, es poder elegir, es poseer control sobre tus acciones, es estar de buen
humor, es ser amable, es colaborar, es un sinfín de adjetivos que lo definen. Poder, por fin,
aunque con cierta ayuda, ser coherente con el resto del mundo. Dado que no se comenta en
ninguna parte del libro que se realice con este niño una intervención determinada, él mismo es
quién explica cómo se organiza de forma autónoma e individual su mundo en base a sus
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propias ideas. Por ejemplo, cómo sabe que va a ser un día malo/bueno, o incluso súper
malo/súper bueno, solo por el color y la cantidad de coches que vea pasar frente a su
ventana. Para él es un juego, pero solo ese juego le proporciona cierta seguridad frente al
universo. Aún así ésta cae en picado cuando se trata de exponerse a ciertas situaciones, ya
que no tiene miedo alguno al peligro externo.

Podemos encontrar otras particularidades que definen a C., muchas de las cuáles serán, o no,
típicas en una persona con autismo pero también pueden encajar con cualquier de nosotros.
Por ejemplo tampoco le suele gustar que la gente mienta, la dificultad que hay para establecer
una acción conjunta y una teoría de la mente (pensar que el resto de las personas también
piensan/sienten…), que la gente le diga lo que tiene que hacer, no le gustan los
desconocidos, sentir que la gente se ríe de él, los colores amarillo y marrón y por tanto nada
que sea de esos colores, que la comida se junte en el plato, la gente en general porque le
provoca confusión, no le gusta que le toquen (abrazos, besos…) por eso con sus padres tiene
diferentes formas de saludo cuando quieren decirse «te quiero», no entiende las metáforas, es
puramente literal, y le cuesta entender los chistes (por eso menciona que en su libro no nos
encontraremos con ellos), pregunta cosas fuera de lugar porque no entiende lo social, no
entiende ni comprende las miradas, el ruido y la acumulación de personas en un espacio
reducido. Tiene algunas dificultades para reconocer emociones y el hecho de que aunque una
persona este muerta, puede doler sentimentalmente. Creo que, en ciertas ocasiones, pierdes
la noción de que es una persona con autismo y a muchos nos sorprendería la cantidad de
cosas que son capaces de hacer. No por tener autismo eres menos, ni más por supuesto, que
nadie que esté a tu alrededor. Pero sí iguales.

El libro en sí no tiene una trama concreta, sino que va siguiendo diferentes caminos, según
por dónde C. nos quiera llevar y qué nos quiera enseñar. Es como si alguien nos contara unos
meses o un año de su vida, pero plasmado en papel, explicando con detalle cada una de las
cosas que le preocupan, le gustan, o bien le disgustan y por qué. Sin esperarme tal
conclusión, positivamente acaban pasando cosas sorprendentes. Y creo que, si no fuera un
niño con autismo quién lo protagoniza, y Mark Haddon quién lo escribe, este libro hubiera
tenido un final bastante diferente, a la par que mucho menos emotivo. Han sabido
compenetrarse e intercambiarse pensamientos y emociones, poniéndose en el papel del otro,
ayudándose en la creación de una impecable obra maestra. Considero que también, por ser el
libro que es, deberíamos tener en cuenta varios argumentos, es decir, ¿qué es lo que se
pretende con el libro? ¿Contar y narrar la vida de una persona con autismo, cómo se
desenvuelve, sus pensamientos, sentimientos, etc. o centrarse en las historias que
acontecen?

Para finalizar, no quería despedirme sin compartir la frase del libro que me parece que mejor
resume, una vez más, la inclusión y aceptación de las personas con TGD/TEA. Se produce al
comienzo del mismo cuando C. hace referencia a que su colegio es un Colegio de Educación
Especial. No entiende el por qué de esa denominación: «(…), porque todo el mundo tiene
dificultades de aprendizaje, porque aprender a hablar francés o entender la relatividad es
difícil. Y todo el mundo tiene necesidades especiales, como Padre, que tiene que llevar
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siempre encima una cajita de pastillas de edulcorante artificial que echa al café para no
engordar, o la Señora Peters que lleva en el oído un aparato de color beige para oír mejor, o
Siobhan, que lleva unas gafas tan gruesas que si te las pones te dan dolor de cabeza (…)».

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