La arqueología tiene su origen en la Italia del siglo XV, época del Renacimiento, en
la cual revive el interés por el arte y la arquitectura, griegas y romanas. El mercader
y humanista Cyriacus de Ancona y el anticuario e historiador Flavio Biondo se
interesan por ella; exponente por excelencia sería a principios de la Ilustración, en
el siglo XVIII, el también anticuario Johann Joachim Winckelmann.
2La reflexión sobre ese término surgió a iniciativa por parte del Dr. Jaime Pérez Guajardo, Director
del Instituto Regina Apostolorum, en México.
Tal como se reinterpretó la estatua del joven kuros, conocida como Moscóforo, del
Período Arcaico griego (650 – 500 a. C.) como Cristo el Buen Pastor desde la época
de la Iglesia Primitiva, se incorporaron elementos prehispánicos con un significado
evangélico en el arte sacro de la colonización. En el interior del Templo de San
Lorenzo (siglo XVI) dos coyotes viejos, labrados en el marco de una ventana,
pueden remontarse a Huehuecóyotl (“coyote viejo”), el Dios del Fuego indígena –
como interpreta el arqueólogo Luis Córdoba Barradas las figuras–, para
relacionarse con el martirio del Patrono de la Iglesia, el diácono Lorenzo, quien fuera
quemado a parilla. Los conventos y ex conventos, las pinturas y esculturas, los
objetos y documentos dan un testimonio rico de este proceso de fusión y, por ende,
un campo abierto a la investigación iconográfica, en unión con la semiótica,
indagando la transmutación del significado de las imágenes, en función de “ciencia
de apoyo” para una arqueología católica.