Por
1.
1
ÍNDICE
2
3
I. OBJETO DE LA CONSULTA Y ESTRUCTURA DEL INFORME
El presente informe tiene por objeto delimitar el régimen jurídico de las universidades
católicas y analizar el proyecto de nueva ley universitaria que actualmente se viene
discutiendo en el Congreso de la República, considerando el marco de autonomía e
independencia de la Iglesia Católica y la Constitución vigente.
La tercer parte (C.) está dedica íntegramente al análisis del proyecto de la nueva ley
universitaria que actualmente se viene discutiendo en el Congreso. En este lugar se
aprovecha todo lo desarrollado en las dos primeras partes. Desde tal perspectiva de
análisis se concluye que el proyecto de nueva ley universitaria no sólo desconoce los
compromisos jurídicos y la tradición de mutuo respeto entre el Estado peruano y la
Iglesia Católica al omitir toda referencia al Acuerdo suscrito entre ambas partes, sino
que además desconoce –e infringe– principios básicos de la Ley Marco de
Modernización de la Gestión del Estado, Ley N° 27658. Con la Superintendencia
Nacional de Educación Universitaria no sólo se crea un organismo excesivamente
centralista y vertical, sino se afecta directamente la garantía institucional de la
autonomía universitaria.
4
II. OPINIÓN JURÍDICA
La Santa Sede ha tenido y tiene una reconocida presencia y actuación desde muy antaño
en los actos y relaciones jurídicas de derecho internacional. Inclusive en las épocas en
que el Vaticano carecía del reconocimiento formal de una base territorial, la Santa Sede
ya actuaba jurídicamente como sujeto de derecho internacional. El propio Pacto de
Letrán de 1929, que dio origen al Estado de la Ciudad del Vaticano, fue suscrito entre el
entonces reino de Italia y la Santa Sede4.
1 ORTIZ AHLF, Loretta, Derecho internacional, Harla, México 1988, pp. 47-48.
2 BARBERIS¸ Julio A., Los sujetos del derecho internacional actual, Tecnos, Madrid 1984, p. 100.
3 En tal sentido, Cfr. BECERRA RAMÍREZ, Manuel, Derecho internacional público, UNAM, México
1997, pp. 23-24.
4 En estricto, Los Pactos de Letrán fueron una serie de acuerdos firmados el 11 de febrero de 1929 por
el cardenal Pietro Gasparri, Secretario de Estado, en nombre del papa Pío XI, y por el primer
ministro de Italia Benito Mussolini. Dichos acuerdos proporcionaron el reconocimiento mutuo entre
el entonces Reino de Italia y la Santa Sede, reconociendo a la Santa Sede como un Estado soberano y
sujeto de Derecho Internacional.
5
jurídicamente vinculante del Estado de la Ciudad del Vaticano. Como lo señala RANSON
GARCÍA, más allá de algunas diferencias de precisiones, “los autores coinciden (…), en
que le corresponde (a la Santa Sede) todos los derechos y que posee los atributos propios
de los sujetos de Derecho Internacional. Se trata de un punto en que parece haber
unanimidad y cuya discusión está ya completamente superada”5.
Dentro de ese proceso histórico, interesa subrayar dos etapas importantes: la de aquella
donde el reconocimiento de tal personería jurídica se manifiesta en los hechos ─en las
relaciones Estado-Iglesia─ y aquella otra etapa, donde estos antecedentes trascienden
las relaciones meramente fácticas y van materializándose en reconocimientos legales
expresos.
Dentro de esta etapa, podríamos ubicar como caso especialmente relevante6 de tal
reconocimiento de la personalidad jurídica de la Iglesia, la emisión de la Bula de
Patronato Pio, del 3 de marzo de 1874, denominada Bula praeclara interbeneficia, en la
cual, en virtud del derecho de patronato concedido por la Santa Sede, se reconoce
expresamente que los Presidentes de la República del Perú gozarán en las Iglesias del
Perú de los mismos honores que gozaban en otro tiempo los Reyes de España.
5 RANSON GARCÍA, John, “La Santa Sede como sujeto de Derecho Internacional”, en Revista de
Marina, Chile 2003, N° 1, p. 1. Cfr. http://revistamarina.cl/revistas/2003/1/Ranson.pdf [Consulta
hecha el 20.02.2014]
6 La relevancia la ubicamos en la forma cómo esta Bula fue reconocida y valorada jurídicamente en el
Perú.
6
El exequátur de esta Bula fue emitida por el Presidente Nicolás de Piérola, el 27 de
enero de 1880, en su calidad de Jefe Supremo de la República. En virtud de tal
exequátur el Estado peruano dispone que la misma sea considerada y rija perpetuamente
“como ley del Estado”7. Es así que una disposición unilateral de la Iglesia Católica es
reconocida como derecho nacional en el Perú.
7 Como recuerda RODRÍGUEZ RUIZ, no obstante que en 1886 el Congreso peruano anuló los actos del
régimen pierolista, sin embargo se mantuvieron los acuerdos internacionales, en aplicación del principio
de derecho internacional del respeto a la palabra empeñada conocido como “pacta sunt servanda”.
Tampoco tales obligaciones internacionales fueron cuestionadas luego de la suscripción del Acuerdo
entre la Santa Sede y la República del Perú, del 19 de julio de 1980, al cual nos referiremos luego. Cfr.
RODRÍGUEZ RUIZ, Juan Roger, La relevancia jurídica del acuerdo entre la Santa Sede y el Perú: la
personalidad jurídica de la Iglesia en el Perú y sus implicancias en el ordenamiento jurídico
peruano, Roel, Lima 2006, pp. 21-22; asimismo, REVILLA IZQUIERDO, Milagros Aurora, El Sistema de
relación Iglesia-Estado peruano: Los principios rectores del derecho eclesiástico del Estado en el
ordenamiento jurídico peruano. Tesis para optar el grado académico de Magister en Derecho
Constitucional, PUCP 2013, p. 18.
7
Perú continúa gozando de la personería jurídica de carácter público”8. De esta manera, el
Acuerdo no hace otra cosa que formalizar, mediante un tratado ─típico acto jurídico
bilateral─, entre dos sujetos de derecho internacional, aquella situación de hecho al cual
nos referimos anteriormente respecto del reconocimiento de la personalidad jurídica de
la Iglesia Católica.
Un segundo aspecto que resulta importante resaltar es que a diferencia del carácter
esencialmente unilateral de las Bulas papales, este Acuerdo constituye un tratado
internacional; en consecuencia, vincula jurídicamente, en términos de paridad, al Estado
peruano y a la Santa Sede.
El Acuerdo entre la Santa Sede y la República del Perú tiene la naturaleza jurídica y
los efectos vinculantes de un Tratado, pues concurren elementos subjetivos y objetivos.
Por un lado está la común intención de las partes (elemento subjetivo): ambas partes
expresan su intención de vincularse jurídicamente; y, por el otro lado, encontramos el
elemento objetivo, al constatar que el Acuerdo responde a la tipificación de lo que es un
Tratado, según las reglas de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, el
cual señala que “se entiende por "tratado" un acuerdo internacional celebrado por escrito
entre Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o
en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular” (el
subrayado es nuestro).
Por lo tanto, como señala RODRÍGUEZ RUIZ, siendo la Iglesia en el Perú un sujeto de
derecho público, su ordenamiento jurídico es distinto al del Estado peruano, y “éste le
8 Texto consultado en el Archivo Nacional de Tratados Embajador Juan Miguel Bákula Patino, web del
Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.
http://apps.rree.gob.pe/portal/webtratados.nsf/Ficha_Tratados.xsp?databaseName=VICUS/MREPERU!!
portal
%5Ctratados.nsf&documentId=5D3F2F21366D08A405256E8300677FA2&action=openDocument
[Consulta hecha el 05..03.2014].
9 RODRÍGUEZ RUIZ, Juan Roger, “El estatuto jurídico de la Iglesia Católica en el Perú y sus implicancias
en la enseñanza religiosa”, en In Crescendo, Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote 1 (2), 2010,
p. 365.
8
reconoce la personería jurídica pública para actuar válida y legalmente. La relevancia
jurídica destaca la personalidad pública de la Iglesia en el Perú, que era ya reconocida
y aceptada por la práctica jurídica, mientras que con el Acuerdo logró el
reconocimiento de un instrumento jurídico internacional”10.
Hay pues una relación directa entre la calidad de sujeto de derecho internacional de la
Iglesia Católica, el reconocimiento de su autonomía e independencia frente al Estado
peruano, por un lado; y, por otro lado, el régimen jurídico de las Universidades
Católicas, pues el accionar de éstas se inscribe también dentro de ese marco de
independencia y autonomía que el Estado peruano reconoce a la Iglesia Católica, como
veremos a continuación.
11 Promulgado por la Autoridad del Papa Juan Pablo II. Dado en Roma el 25 de enero de 1983.
9
Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral
del Perú, y le presta su colaboración” (art. 50).
10
Ley de Promoción de la Educación prima sobre la Ley de Educación y la Ley
Universitaria y puede modificar a estas leyes en todo cuanto se le oponga a la Ley de
Promoción de la Educación, sin embargo, y aquí radica la relevancia de la referida
disposición transitoria, en nada afecta a lo establecido en el Acuerdo suscrito entre la
Santa Sede y el Estado peruano.
Tal respeto del régimen jurídico especial de la Iglesia Católica no es un acto de mera
voluntad o simple condescendencia del Estado peruano para con aquella. Sino del
reconocimiento jurídico de que existe un el régimen legal especial de las Universidades
Católicas que se inscribe en el marco de dicho Acuerdo, en tanto en él se le reconoce a
la Iglesia la plena libertad para establecer centros educacionales de todo nivel. El Estado
peruano no puede desconocer ─en ningún de sus actos, menos en sus actos
legislativos─ que la Iglesia tiene su propio ordenamiento jurídico que es primario e
independiente del Estado peruano. De lo contrario, el Estado peruano estaría violando el
principio del “pacta sunt servanda”, referido al cumplimiento estricto de los
compromisos asumidos en los actos bilaterales en los que se ha sido parte.
11
garantía institucional de la autonomía universitaria. Se trata de una garantía
institucional que, si bien aplicable a todas las universidades, en el caso específico de las
universidades católicas, la autonomía universitaria viene a integrarse y a complementar
un bloque jurídico. De tal manera que tal independencia y autonomía reconocida a la
Iglesia, ahora viene a materializarse también en el funcionamiento propiamente de las
universidades.
La autonomía es el principal factor que permite delimitar, por un lado, y definir, por el
otro, las relaciones entre la universidad y el Estado. En la base de la idea que inspiró la
construcción doctrinaria de la autonomía universitaria está el pensamiento de la época
─primeras décadas del siglo pasado─ y la noción kantiana de “legislador de sí mismo” 14.
Esta idea luego se extendió hasta comprender a otros ámbitos como el jurídico 15. En
efecto, como lo señala Marcial RUBIO CORREA, “la universidad (…) tuvo una situación
particular desde sus orígenes ya que en la edad media se solía dar ciertos privilegios y
autonomías a instituciones o ciudades importantes, que sometidas al poder del rey,
tenían sin embargo una amplia libertad para organizarse” 16; es decir, como el propio
Rubio Correa lo resalta, no es que las universidades ganaron en algún momento la
libertad de autogobernarse, sino que, “bajo diversas modalidades, siempre la tuvieron”17.
14 Este mismo reconocimiento está presente cuando el Estado peruano reconoce a la Iglesia Católica la
independencia y autonomía para autoregularse en función de su propio régimen legal. Es en este sentido
que se entiende la autonomía como capacidad de darse a sí mismo la legislación que la regule, como
mayor o menor independencia de otros poderes superiores, como el Estado, por ejemplo. Cfr. RUBIO
CORREA, Marcial, Estudio de la Constitución Política de 1993, Tomo 2, Fondo Editorial de la PUCP,
1999, p. 179.
15 Cfr. ORTIZ CABALLERO, René, La matrícula universitaria: ¿contrato privado o acto administrativo?
Tesis para optar el grado académico de Magíster en Derecho con mención en Derecho Civil-PUCP, Lima
1995, p. 18.
12
quehacer mismo de la universidad, tiene un innegable tinte de protección y garantía de
su labor frente a los poderes que intenten sojuzgarla total o parcialmente” 19. En la misma
orientación, Jaime ORNELAS DELGADO señala que “La autonomía universitaria en
América Latina, al tiempo de ser la ruptura con el concepto decimonónico de la vida
universitaria, se plantea como la separación radical entre la Universidad y el Estado”20.
En esta parte del informe nos interesa analizar cómo se encuentra regulada la autonomía
universitaria en las Constituciones de los principales países de nuestro continente.
Veamos:
a. En el Perú
b. En México
18 Cfr. BERNALES BALLESTEROS, Enrique, et. al., La Constitución de 1993. Análisis comparado. 4ª ed.,
Editora RAO, Lima 1998, pp. 236 s.
13
universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley otorgue
autonomía, tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas (...)”. Allí
queda claramente regulada la idea, consustancia a la autonomía, entendida como
autorregulación21. Con esta reforma constitucional se recoge una “tendencia constante y
profunda (y) la formalizó y consolidó en el más alto rango del ordenamiento mexicano,
y estableció con claridad el marco para el desarrollo futuro en este sector”.22
c. En el Salvador
d. En Honduras
14
Ejecutivo. Eso significa, en buena cuenta, que la universidad se autorregula, lo cual es
manifestación de la garantía de la autonomía universitaria. La Secretaría de Educación
Pública –símil de nuestro Ministerio de Educación– no tiene injerencia en la
Universidad Nacional Autónoma, la cual es reconocida constitucionalmente como “una
institución autónoma del Estado” (art. 160). La Constitución establece que entre la
Secretaría de Educación pública y la Universidad Nacional Autónoma, “sin menoscabo
de sus respectivas competencias” (sic.), adoptan las medidas que sean necesarias para
que la programación general de la educación nacional se integre en un sistema
coherente, a fin de que los educandos respondan adecuadamente a los requerimientos de
la educación superior”. Es decir, la Constitución hondureña, con una técnica legislativa
distinta, ha sido más clara al momento de regular la autonomía universitaria:
sencillamente a excluido al Ejecutivo de cualquier actividad de vinculada a la
autorización, organización, dirección y supervisión de la universidad.
f. En Chile
15
actual texto constitucional, el de 1980, ya no lo regula, más bien guardo silencio en lo
que se refiere a la autonomía de las universidades24.
La historia política de Chile nos puede dar una explicación –por lo menos en su origen–,
del porqué de este silencio del texto constitucional de 1980: se trata de una Constitución
dada por un régimen de facto. En efecto, el 11 de setiembre de 1973, se produce el
Golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Salvador Allende. En 1980, luego
de un plebiscito muy cuestionado en diversas instancias internacionales, el gobierno de
Pinochet, logró la aprobación de esta nueva Constitución Política. Eliminada el rango
constitucional de la regulación normativa de la autonomía universitaria, va a ser Junta de
Gobierno la que, el 7 de marzo de 1990, regule a través de una legislación
infraconstitucional –la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) –, la
autonomía para todos los establecimientos de educación superior, entendiéndola como la
competencia para “regirse por sí mismo, de conformidad con lo establecido en sus
estatutos en todo lo concerniente al cumplimiento de sus finalidades y comprende la
autonomía académica, económica y administrativa”.
24 NÚÑEZ, A. Manuel, “Las universidades estatales y la construcción unitaria del principio de autonomía
universitaria: ensayo de una crítica a la jurisprudencia constitucional chilena”, en Estudios
Constitucionales Año 5, N° 2 (2007), p. 225.
16
constitucional garantiza la autonomía de los cuerpos intermedios “y las universidades
también lo son”26 (se refiere a que las universidades también son cuerpos intermedios).
g. En Argentina
29 CANTINI, José Luis, La autonomía y la autarquía de las universidades nacionales, Academia Nacional
de Educación, Buenos Aires 1997, p. 12.
17
nombrar y remover a su personal, para administrar sus recursos y patrimonio, y realizar
la gestión económica, financiera y jurídica a ello inherente (...)” (Fallos,300:1140; 26-
10-78)”30.
De esta manera, al mismo tiempo que se establece una facultad legislativa del Congreso,
también se precisa el límite de dicha facultad: la no afectación de la autonomía
universitaria.
32Aun cuando, como veremos más adelante, no obstante el silencio del texto constitucional chileno,
respecto a la autonomía universitaria, ha sido la jurisprudencia constitucional de su Tribunal
Constitucional la que se ha encargado no solo de asignar un contenido sino también un fundamento
constitucional directo a la autonomía universitaria, usando para ello el artículo 1° referido a los
denominados “los grupos intermedios”.
18
Desde una perspectiva del derecho positivo solamente, sin perjuicio de la racionalidad
que la inspira y a la cual ya hemos hecho referencia, la garantía institucional de la
autonomía universitaria se constituye ─entonces─ en un límite, tanto material (por su
contenido constitucionalmente protegido) como formal (por el rango constitucional que
se le reconoce), a la legislación. Allí reside la esencia de su carácter de garantía
institucional.
Usando una calificación creada por Luigi FERRAJOLI35 para los derechos fundamentales,
podríamos decir que, mutatis mutandis, dada su calidad de garantía institucional la
autonomía universitaria delimita la esfera de lo indecidible por y para el legislador
infraconstitucional, en materia de regulación legislativa de las universidades. Esto es: de
lo “no decidible que”, o sea de cómo las disposiciones constitucionales se constituyen en
verdaderos límites no solo formales sino también materiales (de contenido) para el
legislador, en tanto impliquen una afectación al contenido constitucionalmente protegido
de la autonomía universitaria. En efecto, como lo señala García LAGUARDÍA, “La
disposición constitucional ofrece a la universidad la rigidez que la norma fundamental
otorga a la estructura orgánica del Estado determinada por la Constitución; y en esta
forma la coloca a salvo del decreto que eventualmente puede alterar sus finalidades
esenciales en detrimento del principio de estabilidad, que condiciona el progreso de la
investigación, docencia, formación cultural, extensión y cooperación social como
funciones naturales de la institución”36.
35 FERRAJOLI, Luigi, Principia Iuris. Teoría del derecho y de la democracia, Tomo 1: Teoría del derecho,
Editorial Trotta, Madrid 2011, p. 775.
19
a) Régimen normativo.- Implica la potestad autodeterminativa para la creación de
normas internas (estatuto y reglamentos) destinados a regular, per se, la institución
universitaria.
b) Régimen de gobierno.- Implica la potestad autodeterminativa para estructurar,
organizar y conducir, per se, la institución universitaria. Es formalmente
dependiente del régimen normativo.
c) Régimen académico.- Implica la potestad autodeterminativa para fijar el marco
del proceso de enseñanza-aprendizaje dentro de la institución universitaria. Ello
comporta el señalamiento de los planes de estudios, programas de investigación,
formas de ingreso y egreso de la institución, etc. Es formalmente dependiente del
régimen normativo y es la expresión más acabada de la razón de ser de la actividad
universitaria.
d) Régimen administrativo.- Implica la potestad autodeterminativa para establecer
los principios, técnicas y prácticas de sistemas de gestión, tendientes a facilitar la
consecución de los fines de la institución universitaria.
e) Régimen económico.- Implica la potestad autodeterminativa para administrar y
disponer del patrimonio institucional; así como para fijar los criterios de
generación y aplicación de los recursos financieros.
Visto así, tanto desde el punto de vista doctrinario como desde su regulación
constitucional, legislativa y también considerando el tratamiento jurisprudencial del
máximo intérprete de la Constitución, la autonomía universitaria se constituye en un
derecho constitucional protegido, que garantiza la potestad autoderminativa de las
universidades para gobernarse en los cinco aspectos a los que alude en el contenido
constitucionalmente protegido determinado por el Tribunal Constitucional.
Dentro de este marco jurídico, es posible entonces señalar que todo acto legislativo,
administrativo o jurisdiccional que vaya en contra de los aspectos comprendidos dentro
del contenido constitucionalmente protegido de la autonomía universitaria resultará
inválido materialmente, por su contenido, en tanto afecten dicha garantía institucional.
20
C. ANÁLISIS DEL PROYECTO DE NUEVA LEY UNIVERSITARIA
Esta práctica del Estado peruano se ve soslayada –por decir lo menos–, en el proyecto de
nueva Ley Universitaria que estamos analizando. No existe ninguna mención al Acuerdo
suscrito con el Estado peruano. Si bien es cierto, tal omisión, no significa la pérdida de
eficacia jurídica del Acuerdo, pues al ser un tratado, el Estado peruano solo puede
desvincularse previa denuncia, lo cual no ha ocurrido; sin embargo, tal omisión del
21
reconocimiento expreso de la vigencia e imperatividad del Acuerdo, es un signo claro en
el sentido de que el referido proyecto de ley no pretende hacer diferencias entre el
régimen legal de las universidades públicas y, concretamente, el de las universidades
católicas. No hay, en efecto, ningún tratamiento o reserva normativa para éstas. Esta
situación normativa se complica cuando vemos el ámbito de funciones que asume el
Estado peruano a través de la creación de la Superintendencia Nacional de Educación
Universitaria (SUNEU), tal como tendremos oportunidad de analizar a continuación.
38 Hay sí, en esta perspectiva, visos de excesos de parte del TC, cuando éste no solo declara nula
algunas decisiones del CNM sino que establece que éste debe nombrar magistrados entre dos
magistrados postulantes, como ha sucedido en el pasado reciente (Casos Hinostroza Pariachi y
Castañeda Segovia). Son casos que no demuestran la inconstitucional per sé del TC, en tanto órgano,
sino actuaciones controvertidas, en tanto pueden ser calificadas como un actuar en exceso,
precisamente considerando sus facultades constitucional y legamente establecidas.
22
3. La SUNEU y la autonomía universitaria
Tal concepción del Dictamen de la Comisión de Educación refleja, desde ya, su posición
frente a la garantía institucional de la autonomía universitaria. Hay pues en este
Dictamen un interés manifiesto orientado a afectar la autonomía universitaria
calificándola primero como inspirada en una “concepción en extinción”, y luego con la
39 En efecto, como señalan GONZÁLES PÉREZ, Luis / GUADARRAMA LÓPEZ, Enrique, “La autonomía se
otorga a las universidades para que puedan cumplir sus funciones sin injerencias externas y ajenas que
le dificultarían el cumplimiento de aquellas conforme a los principios de excelencia académica y
proyección social, para que la educación que se imparta se encuentre libre de todo dogmatismo o
ideología”, véase en Autonomía universitaria y universidad pública. El autogobierno universitario,
UNAM, México 2009, p. 25.
41 Una rápida mirada a nuestra historia republicana nos muestra que los grandes procesos históricos
encontraron en las universidades a sus principales protagonistas y escenarios. El movimiento político e
ideológico de los inicios del siglo pasado, por ejemplo, se gestó e impulsó en y desde las
universidades. Como reconoce BASADRE: “El principio de la autonomía universitaria regía sin trabas y
sin conflictos”, véase su magistral obra Historia de la República del Perú. 1822-1933, Tomo XI, 7ª
ed., Editorial Universitaria, Lima 1983, p. 29.
23
creación “de un órgano regulador que articule y direccione a 137 universidades”42 (el
subrayado es nuestro).
24
5. Las funciones asignadas al SUNEU no respetan los principios de no
duplicidad de funciones y el de asignación de competencias
Tratándose de las universidades públicas, no cabe duda que el uso de los recursos
públicos está siempre sujeto a fiscalización y control. Ese control lo ejercen instituciones
públicas como la Contraloría General de la República y los respectivos órganos de
control institucional conformantes del Sistema Nacional de Control. En efecto, tal como
lo establece la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control y de la Contraloría
General de la República, Ley N° 27785, el Sistema Nacional del Control tiene por objeto
propender al apropiado, oportuno y efectivo ejercicio del control gubernamental, para
prevenir y verificar la correcta, eficiente y transparente utilización y gestión de los
recursos y bienes del Estado.
25
de control en una sola entidad estatal pone en grave peligro la autonomía universitaria,
pues se estaría promoviendo un tipo de organización exageradamente centralista y
vertical. Este modelo de organización impedirá el desarrollo universitario en el país.
No puede pues, entonces, pretenderse crear un órgano estatal que dirija a las
universidades ─considerando el amplio campo de atribuciones que tiene el SUNEU─ y
seguir hablando del respeto a la garantía institucional de la autonomía universitaria. Esto
significaría, ya no solo en los hechos sino también en las normas jurídicas, tener
universidades desde y para el Estado. Lo cual colisiona directamente con la finalidad
institucional de la autonomía universitaria.
III. CONCLUSIONES
26
autonomía e independencia de la normativa propia que rige el accionar de la
Iglesia Católica, el cual comprende no sólo a la actividad estrictamente religiosa
sino también al régimen legal propio que rige a las Universidades Católicas.
5. Tanto el Acuerdo suscrito entre Estado peruano y la Santa Sede como la garantía
institucional de la autonomía universitaria se constituyen en límites, materiales
(por sus contenido) y formales (por sus rango constitucional) para el legislador.
Pues ─en conjunto─ delimitan la esfera de lo indecidible por el legislador. En
caso contrario, estaríamos tanto frente a una clara violación de un tratado
internacional como frente a la afectación al contenido constitucionalmente
protegido de la autonomía universitaria.
27
C. Sobre el proyecto de nueva ley universitaria:
6. Este proyecto omite señalar que el Acuerdo suscrito entre la Santa Sede y la
República del Perú el 19 de julio de 1980 mantiene plena vigencia y que en caso
de conflicto entre el referido proyecto y aquel Acuerdo, éste debe permanecer
inalterable. Tal omisión corta una práctica legislativa de reconocimiento expreso
no sólo de la vigencia de dicho Acuerdo, sino de su inalterabilidad frente a la
legislación nacional, tal como la propia legislación de la materia expresamente lo
reconoce:
28
riesgo de exponer la autonomía universitaria a convertirse prácticamente en un
espectro carente de sentido y valor. Esto se palpable con la cantidad y tipo de
funciones que se le pretende asignar.
29