En el mismo sentido, la motivación “es una exigencia formal de las sentencias, en cuanto deben
expresar las razones de hecho y de derecho que las fundamentan, es decir el proceso lógico jurídico
que conduce a la decisión o fallo.
Ahora bien, en el ordenamiento peruano, el Tribunal Constitucional ha señalado que “la motivación
de una decisión no solo consiste en expresar la norma legal en la que se ampara, sino
fundamentalmente en exponer suficientemente las razones de hecho y el sustento jurídico que
justifican la decisión tomada”. En ese sentido, al igual que el TC español o la doctrina citada, el TC
incide en la necesidad que los fallos judiciales establezcan una justificación razonada y no solo una
explicación de los argumentos por cuales llega a tomar una decisión en un caso concreto.
Asimismo debemos señalar que la motivación es un deber de los jueces y un derecho de los
justiciables, cuestiones que pasaremos a analizar en el siguiente apartado.
"Nihil est sine ratione cur potius sit, quam non sit"(nada existe sin una razón de ser).-
"Nadie ignora que existen dos puertas por las cuales las opiniones pueden entrar en el alma: el
entendimiento y la voluntad. La puerta más natural parece ser la del entendimiento, porque jamás
se debiera consentir sino en las verdades demostradas; pero la más ordinaria, aunque contra natura,
es la de la voluntad; porque los hombres son inclinados a creer, no aquello que se les prueba sino
aquello que les place".
Por esto cuando hago referencia a LA MOTIVACIÓN entiendo que debe tenerse en cuenta lo
señalado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos al decir que la motivación “es la
exteriorización de la justificación razonada que permite llegar a una conclusión”.
La motivación de la sentencia es una garantía de defensa de las partes frente al posible arbitrio
judicial, y al mismo tiempo, una consecuencia lógica de un sistema político basado en la publicidad
de los actos de gobierno y la responsabilidad de los funcionarios públicos que los cumplen. Esto
exige que se puedan conocer las razones de las decisiones que se toman. Cumplir este requisito es
rendir culto al principio de razonabilidad constitucional, postulado opuesto a la arbitrariedad, pues
lo arbitrario es lo no razonable. La expresión de las decisiones judiciales debe ser hecha con claridad,
las razones expuestas deben ser comprensibles. La presentación confusa e ininteligible de las
razones que motivaron una decisión, puede constituir arbitrariedad. Se exige una explicación
racional de las cuestiones de hecho y de derecho que componen la decisión. Esto es, las razones
por las que se arribó a tales conclusiones en virtud de las pruebas consideradas según la sana crítica
racional; y el porqué de las consecuencias jurídicas atribuidas a los hechos acreditados.
La motivación fáctica exige la concurrencia de dos condiciones. Por un lado que se describa
expresamente el material probatorio en que se fundan las conclusiones, y por el otro que éstos sean
merituados, demostrando su ligazón racional con las afirmaciones o negaciones sobre los hechos.
El no consignar la sustancia del material probatorio impide verificar si existieron o no y, obviamente,
tampoco permiten controlar si son lógica, psicológica y experimentalmente aptos para fundar las
conclusiones a las que se arribaron.
"La exigencia de que toda sentencia esté fundada puede tener dos sentidos. En sentido estricto,
una sentencia es fundada cuando tiene fundamento y éste se expresa en la sentencia. En sentido
lato, una sentencia es fundada cuando existe un fundamento expresable, aunque de hecho, ese
fundamento no esté expresado. Podemos concluir, por consiguiente, que la exigencia de que las
sentencias sean fundadas en el sentido estricto, comprende a la mayoría de las sentencias y, en el
sentido lato, a todas las sentencias y resoluciones judiciales en general."
Una sentencia judicial debe basarse una motivación fundada en derecho, es decir, que vaya en
concordancia con el derecho y los valores y principios consagrados en el ordenamiento jurídico. Por
ello es que podemos solicitar o exigir al juzgador razonabilidad y racionalidad en su decisión, así
como establecer determinados criterios que los jueces deben tomar en cuenta al momento de
motivar una sentencia. Los requisitos de motivación de la sentencia pueden definirse como límites
a la actividad motivadora del juez. Y es que el juez u órgano jurisdiccional no podrá justificar
decisiones que no calcen o no cumplan estos requisitos.
Racionalidad.- Aquí, Colomer evalúa si la justificación es fundada en Derecho, tanto sobre los
hechos del juicio (selección de hechos probados, valoración de las pruebas, método de libre
apreciación) como del derecho aplicado.
Sobre este segundo aspecto, se precisa los siguientes sub requisitos: Primero, que la decisión sea
fruto de una aplicación racional del sistema de fuentes del ordenamiento jurídico; es decir, evaluar
que la norma seleccionada sea vigente, válida y adecuada a las circunstancias del caso; que tal
norma haya sido correctamente aplicada y que la interpretación que se le haya otorgado sea válida
(adecuada utilización de los criterios hermenéuticos, interpretación judicial y principio de legalidad).
En segundo lugar, se analiza que la motivación respete los derechos fundamentales (aquí, será
relevante la interpretación realizada tanto el TC como la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y toda aquella interpretación que se siga de los principios especiales que asisten a este
tipo de derechos, como el de desarrollo progresivo, y el motivación cualitativa en casos de
restricción, por ejemplo). En tercer lugar, está la adecuada conexión entre los hechos y las normas
que justifican la decisión.
En relación a la coherencia interna, podemos señalar que la misma se hace patente cuando
establece exigencias de coherencia lingüística - prohibición de errores gramaticales, errores de
ortografía, errores sintácticos que presenten tal grado de incoherencia que impiden la adecuada
compresión para el auditorio técnico y general-.
contradicciones entre los hechos probados dentro de una misma motivación de una sentencia;
contradicciones entre los fundamentos jurídicos de una sentencia, es decir, que no haya
incompatibilidad entre los razonamientos jurídicos de una resolución que impidan a las partes
determinar las razones que fundamentan la decisión ;
contradicciones internas entre los hechos probados y los fundamentos jurídicos de una sentencia .
B Que la justificación tenga en cuenta únicamente todos los fallos del caso y no incluya alguno ajeno
al mismo,
C Que la motivación esté conectada plenamente con el fallo, con lo cual se prohíbe que haya una
motivación ajena al contenido del fallo,
D que las conclusiones de la motivación no sean opuestas a los puntos de decisión de la sentencia”.
Asimismo, la coherencia externa supone que el juez se encuentra vinculado por sus decisiones
previas en casos análogos. Esto, se sustenta en la vocación de “universalización” en la adopción de
una sentencia, que luego condicionará al juez para la solución de casos similares posteriores. Esto
busca asegurar que el juez optó por la decisión correcta o que más se adecua al derecho, la cual será
luego universalizable.
De otro lado, otro sector de la doctrina señala que los requisitos de la adecuada motivación son:
que la motivación sea expresa, clara, que respete las máximas de la experiencia, y que respete los
principios lógicos.
MOTIVACIÓN EXPRESA
Cuando se emite una sentencia, el juzgador debe hacer expresas las razones que respaldan el fallo
al que se ha llegado. Ello, como hemos señalado, es requisito indispensable para poder apelar,
comprender el sentido del fallo, en líneas generales, para controlar las decisiones del juez.
Ahora bien, hay casos en los que se admite la motivación por remisión, es decir, que el juez
superior, por ejemplo, confirme una sentencia de primera instancia estableciendo “por sus propios
fundamentos” en referencia a la motivación que ha realizado el “a quo”.
El Perú es un país en el que sucede esto, en efecto el artículo 12 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial señala “Todas las resoluciones, con exclusión de las de mero trámite, son motivadas, bajo
responsabilidad, con expresión de los fundamentos en que se sustentan, pudiendo éstos
reproducirse en todo o en parte sólo en segunda instancia, al absolver el grado”.
MOTIVACIÓN CLARA
La motivación clara puede establecerse como imperativo procesal en la medida que las partes
que estos son los destinatarios directos de la resolución de un conflicto ante el Poder Judicial. Y es
que como bien señalan Castillo Alva y otros, la exigencia de motivar las resoluciones deviene del
principio de impugnación, lo que supone que sea indispensable que las partes conozcan que es lo
que se va a impugnar pues de otra forma el derecho a la defensa de las mismas se vería restringido
de modo irrazonable.
Las máximas de la experiencia se constituyen a partir de las reglas de la vida, las vivencias
personales o transmitidas, el sentido común.
Todos estos son elementos que los magistrados deben tomar en cuenta al momento de la
elaboración de las premisas que lo llevaran a una determinada conclusión. Y es que de lo contrario,
existiría un grave defecto de o vicio en la motivación.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que las máximas de la experiencia son elementos
abstractos que se obtienen a partir de elementos constantes en hechos o experiencias anteriores.
El alcance de la máxima de la experiencia dependerá de los medios fácticos que se analizan también
se presentan en los hechos que representan experiencias anteriores para el juzgador .
En efecto, las resoluciones deben respetar el principio de “no contradicción” por el cual se
encuentra prohibida la afirmación y negación, a la vez, de un hecho, de un fundamento jurídico, etc.
Igualmente, se debe respetar el principio de “tercio excluido” que señala que “entre dos cosas
contradictorias no cabe término medio, es decir, si reconocemos que una proposición es verdadera,
la negación de dicha proposición es falsa, en ese sentido, no caben términos medios.
De otro lado, se debe respetar el principio de “identidad” cuyo contenido supone que si
atribuimos a un concepto determinado contenido, el mismo no debe variar durante el proceso del
razonamiento
El Tribunal Constitucional Peruano ha señalado y desarrollado los supuestos en los que se afecta
la debida motivación:
A decir del TC, este supuesto se da cuando no hay motivación o cuando esta no da razones
mínimas del sentido del fallo, que no responde a las alegaciones de las partes, o porque intenta
únicamente dar cumplimiento formal de la motivación (motivación aparente)
Este supuesto ocurre cuando hay incoherencia narrativa en la motivación de tal forma que no se
puede comprender las razones en las que el juez apoya su decisión. Igualmente, hay falta de
motivación interna cuando existe invalidez de una conclusión a partir de las premisas que ha
establecido en juez en la motivación.
Aquí el TC ha señalado que nos encontramos ante un caso de este tipo cuando las premisas de
las que parte el juez no han sido confrontadas con la validez fáctica (de los hechos) o jurídica
existentes para el caso en concreto.
D. La motivación insuficiente
Se refiere al mínimo de motivación exigible para que la decisión esté motivada adecuadamente
y para que satisfaga el derecho del justiciable y de la sociedad de conocer las razones que apoyan la
decisión judicial. Por otra parte la suficiencia es un criterio para evaluar las resoluciones que se
encuentran en medio de una motivación completa y una motivación inexistente.
Los órganos judiciales están obligados a resolver las pretensiones de las partes de manera
congruente con los términos en que han sido planteadas, sin ir más allá de lo solicitado por las
partes, otorgar algo distinto a lo solicitado por las partes, u omitir pronunciarse sobre algún pedido
de las partes.
Esto último debe matizarse con el principio “iura novit curia” (el juez conoce el derecho) que
establece que órgano jurisdiccional competente debe aplicar el derecho que corresponda al
proceso, aunque no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente. A decir del TC,
“esta actuación no representará una extralimitación de las facultades del juez, siempre que éste
proceda de conformidad con los fines esenciales de los procesos”.
ASPECTO GENERAL
El deber de los jueces de motivar sus decisiones es un elemento fundamental del Derecho de
los Estados constitucionales. En los ordenamientos jurídicos de tipo romano-germánico supone, por
lo demás, una práctica relativamente reciente, que contrasta con la de los sistemas de common law,
en donde las decisiones judiciales han sido siempre motivadas; la explicación es que sin una
adecuada explicitación de las rationes decidendi de las sentencias, un sistema basado en el
precedente no podría funcionar.
Ahora bien, definir lo que es motivar y establecer ciertas exigencias sobre cómo motivar es una
tarea más simple que la de fijar criterios precisos que puedan permitirnos conocer cuándo existe
una motivación (o una buena motivación) y cuándo no. Esta última cuestión es, precisamente, la
que se aborda en el capítulo tercero de este libro (en los anteriores capítulos, los temas tratados
son: el razonamiento jurídico, en general; y la ponderación y la proporcionalidad en la interpretación
constitucional).
Edwin Figueroa está de acuerdo con la decisión del Tribunal Constitucional (y también con los
criterios que se acaban de señalar) y tan sólo dirige a la sentencia una crítica que se refiere a los
excesos verbales, al lenguaje poco considerado utilizado por ese Tribunal lo que, en su opinión,
implica la infracción de un “deber de lealtad”. Con ello hace alusión al empleo de expresiones (por
parte del Tribunal Constitucional y referidas a la motivación de la Corte Suprema) como las
siguientes: [la sentencia es] “fruto de un decisionismo inmotivado antes que el producto de un juicio
racional y objetivo” o “la sentencia impugnada forma parte de aquellas que se caracterizan por el
hábito de la declamación demostrativa de dar ciertos hechos por probados; luego de lo cual tales
hechos son declarados de manera sacramental y sin ninguna pretensión explicativa como
constitutivos de un ilícito penal como si de una derivación mecánica se tratase”.
Pues bien, el análisis anterior que constituye el núcleo del libro de Figueroa plantea, en mi opinión,
dos cuestiones. Una es la de si el autor tiene razón al sostener lo que sostiene en relación con ese
caso. A mí me parece que sí. Aunque mi conocimiento del mismo no sea de primera mano, todo
hace pensar que la motivación de la Corte Suprema incurría en errores graves y que estaba
justificado anular la sentencia (y exigir a la Corte que volviera a motivar el fallo) por haber vulnerado
un derecho fundamental de los individuos. También me parece que tiene razón al sugerir que el
lenguaje de las decisiones judiciales debe ser comedido y sobrio, si bien el hablar de un “deber de
lealtad” podría dar lugar a algún malentendido.
La segunda cuestión, de carácter más general, se refiere a cómo establecer los requisitos que
permitan determinar que una decisión no está suficientemente motivada y, en consecuencia,
supone la transgresión de un derecho fundamental. Por un lado, el concepto de “motivación
suficiente” tiene una mayor connotación que el de “motivación” a secas; es lo que viene a decir el
Tribunal Constitucional peruano ( Figueroa) cuando establece que la ausencia de motivación
(incluida la simple apariencia de motivación) es condición suficiente (pero no necesaria) para
considerar que se ha vulnerado ese derecho fundamental. Pero, por otro lado, el concepto de
“motivación suficiente” no coincide tampoco con el de “motivación óptima” o incluso con el de
“buena motivación”.
Es decir con ello que el Tribunal Constitucional, puesto que (como lo aclara el autor del libro) no es
una tercera instancia, esto es, no puede entrar en el fondo del asunto como lo haría un simple
tribunal de apelación, podría considerar que una determinada motivación no es la mejor posible
(que adolece incluso de ciertas deficiencias) pero, sin embargo, sí es una motivación “suficiente”,
en el sentido de que no supone la infracción de un derecho fundamental (a una decisión motivada).
Los criterios establecidos por el Tribunal Constitucional (y suscritos por Figueroa) se dirigen a
precisar ese concepto de “motivación suficiente” que vendría a ser algo así como “una buena
motivación.
La motivación de la decisión judicial constituye el paso final en las tareas del decisor racional. Sin
embargo, debemos atender a un aspecto importante: es una tarea final en los pasos esenciales que
sigue el Razonamiento Jurídico, mas no en el esquema procedimental concerniente a la
comunicación de la decisión judicial. En efecto, a la etapa de motivación, le debemos sumar la
necesidad de comunicar la decisión a las partes a fin de que éstas ejerzan su derecho respecto a la
decisión final.
Pero, ¿qué implica la motivación como tal? Ignacio Colomer al referirse a los requisitos respecto del
juicio de derecho, señala hasta tres requisitos, los cuales pasamos a detallar:
La justificación de la decisión debe ser consecuencia de una aplicación racional del sistema de
fuentes del ordenamiento. La motivación debe respetar derechos fundamentales;
Ignacio Colomer
Exigencia de una adecuada conexión entre los hechos y las normas que justifican la decisión. Así,
una motivación válida es aquella que pone en contacto la cuestión fáctica con la cuestión juris.
La justificación de la decisión, prosigue Colomer, debe cumplir con las operaciones que integran
una aspiración racional del sistema de fuentes, entre las cuales encontramos las siguientes:
La selección de la norma a aplicar. Es decir, el juez no goza de libertad absoluta sino que se
encuentra contenido por diversos límites: a) que la norma seleccionada sea vigente y válida. Bajo
esta pauta, el juez debe comprobar que el precepto no haya sido derogado o abrogado del
ordenamiento (validez formal) y verificar su constitucionalidad y legalidad (validez material); b) Que
la norma seleccionada sea adecuada a las circunstancias del caso. El límite esencial es el respeto de
la congruencia exigida a toda resolución jurisdiccional.
Correcta aplicación de la norma. Los jueces deben realizar un control de legitimidad respecto a la
aplicación en contra de la norma. La finalidad de este control es verificar que la aplicación de las
normas al caso concreto es correcta y conforme a derecho. El control de legalidad, acota Colomer,
es estático, en cuanto se encarga de analizar la norma al margen de su posible aplicación. Este
control verifica la vigencia de la norma y que su contenido no contradiga la norma constitucional.
Ignacio Colomer
El esquema graficado por Colomer con relación a la motivación, nos resulta muy práctico en el
desarrollo de la decisión final. Si en su momento analizamos las implicancias lógicas del problema y
si luego delimitamos las variables argumentativas respectivas, así como cumplimos con desarrollar
la interpretación de la norma y hechos aplicables al caso concreto, por la motivación estamos en
condición de expresar nuestra decisión a través de un armazón organizativo-racional de las razones
que nos inclinan a estimar o desestimar una pretensión.
Diez Picasso nos refiere el concepto de “operación total”, a través del cual no se puede decidir
primero cuál es la norma que se va a aplicar y después someterla a una interpretación puesto que
también para decidir que una norma no se aplica, es preciso interpretarla previamente, pues existe
una íntima interrelación entre la interpretación y aplicación de las normas.
Empecemos a deslindar conceptos. Por un lado motivar, en palabras sencillas significa explicar; y
por otro lado, las resoluciones judiciales pueden ser decretos, autos y sentencias.
Entonces de lo mencionado, podemos decir que; motivar una resolución judicial consiste en explicar
de manera clara y precisa los hechos y el derecho que se aplica a un caso concreto, es decir, que
motivar una resolución judicial no solo consiste en el simple manejo de explicar los hechos y el
derecho que se aplica al caso concreto, ni solo basta el simple hecho de que una mera cita de la
norma encaje dentro de los supuestos dados en la realidad, sino que la motivación conlleva a
efectuar razonamientos más complejos, lógicos, coherentes, concatenados y precisos por los cuales
se llega a una decisión firme.
Por lo que al señalarse que las resoluciones judiciales pueden ser decretos, autos y sentencias;
los primeros al ser de mero trámite y dar impulso al proceso, no necesitan motivación; empero, no
sucede lo mismo con los autos y las sentencias; pues éstos por expresar decisiones, deben de estar
fundamentados en hechos y en derecho bajo sanción nulidad.
La motivación como explicación del proceso lógico, como instrumento que sirve de enlace para
demostrar que unos hechos inicialmente presuntos han sido realmente realizados y que conllevan
la solución del caso y también como garantía del justiciable de que la decisión tomada no lo ha sido
de manera arbitraria encuentran respaldo en diferentes disposiciones de nuestro ordenamiento
jurídico.
Asimismo establece que los Jueces y Tribunales de conformidad con el principio de tutela judicial
efectiva deberán resolver siempre sobre las pretensiones que se formulen y sólo podrán
desestimarlas por motivos formales, cuando el defecto fuese insubsanable o no se subsanare por el
procedimiento establecido en las leyes.
En el encabezamiento deberán expresarse los nombres de las partes y cuando sea necesario, la
legitimación y representación en virtud de las cuales actúen, así como los nombres de los abogados
y procuradores y el objeto del juicio.
En los antecedentes de hecho las pretensiones de las partes o interesados, los hechos en que las
funden y que hubiesen sido alegados en relación con las cuestiones que hayan de resolverse, las
pruebas que se hubiesen propuesto y practicado y los hechos probados, en su caso.
Según Saban Godoy, el juez no sólo debe ser imparcial, sino que es preciso que la imparcialidad
pueda ser verificada en cualquier decisión concreta: la decisión no es imparcial en sí, sino en cuanto
demuestra serlo.
Importa mucho que el órgano sea imparcial pero lo determinante es que sea imparcial su
decisión, para ello está la motivación que garantiza que la decisión lo sea.
La obligación de motivar debidamente como dice (Colomer, 2003 p.60-71), “es un principio
constitucional y pilar esencial de la jurisdicción democrática”. Y es que a diferencia del Antiguo
Régimen, en el que los órganos judiciales no estaban llamados a dar cuenta de la interpretación y
aplicación del Derecho, esto no puede considerarse admisible en una sociedad democrática, en la
que justicia, igualdad y libertad ascienden a la dignidad de principios fundamentales.
La obligación de motivar cumple la finalidad de evidenciar que el fallo es una decisión razonada
en términos de Derecho y no un simple y arbitrario acto de voluntad de quien está llamado a juzgar,
en ejercicio de un rechazable - en nuestra opinión- absolutismo judicial (Millione, p. 16)
Ahora bien, en términos concretos la obligación de motivar es una garantía del principio de
imparcialidad, en la medida que mediante ella podemos conocer si el juez actuó de manera
imparcial frente a las partes durante el proceso. En el mismo sentido, la motivación es una garantía
de independencia judicial, en la medida que garantiza que el juez no determine o solucione un caso
por presión o intereses de los poderes externos o de los tribunales superiores del Poder Judicial.
Igualmente, la obligación de motivar se constituye como límite a la arbitrariedad del juez, permite
además constatar la sujeción del juez a la ley y que las resoluciones del juez puedan ser objeto de
control en relación a si cumplieron o no con los requisitos y exigencias de la debida motivación .
Y es que en tanto garantía de la “no arbitrariedad”, la motivación debe ser justificada de manera
lógica. De ahí que la exigencia de motivación, como señala Colomer, no sea el mero hecho de
redactar formalmente sino que la justificación debe ser racional y lógica como garantía de frente al
uso arbitrario del poder” (Colomer, 2003, p. 96).
Ahora bien, el derecho a la motivación de las sentencias se deriva del derecho al debido proceso.
En efecto, si realizamos una interpretación sistemática entre el artículo 139, 5 y el artículo que
puede leerse de la siguiente manera, “la obligación de motivar las resoluciones, puesta en relación
con el derecho al debido proceso, comprende el derecho a obtener una resolución debidamente
motivada” (Tribunal Constitucional Peruano, Exp. N° N. º 02424-2004-AA/TC).
El TC además ha señalado en constante jurisprudencia que “El debido proceso presenta dos
expresiones: la formal y la sustantiva; en la de carácter formal, los principios y reglas que lo integran
tienen que ver con las formalidades estatuidas, tales como las que establecen el juez natural, el
procedimiento preestablecido, el derecho de defensa y la motivación (…)”(Tribunal Constitucional
Peruano , Exp. N.° 8125-2005-PHC/TC, FJ. 11).
En efecto, en otra de las sentencias el TC ha indicado que “no de los contenidos del derecho al
debido proceso es el derecho de obtener de los órganos judiciales una respuesta razonada,
motivada y congruente con las pretensiones oportunamente deducidas por las partes en cualquier
clase de proceso” (Tribunal Constitucional Peruano, Exp. N° 05401-2006-PA/TC, FJ. 3).
En efecto, cuando realizamos un análisis sobre el tipo de proceso constitucional que corresponde
aplicar cuando se vulnera el derecho a la debida motivación, en primer término pensamos en el
proceso de amparo. Y es que este tipo de proceso, se encuentra destinado a proteger los derechos
reconocidos en la constitución con excepción del derecho a la información que es protegido por el
proceso de habeas data, y el derecho a la libertad personal y derechos conexos, objeto de protección
de los procesos de habeas corpus.
Así, cabría decir que existe la posibilidad de que las resoluciones judiciales puedan ser
cuestionadas en un proceso de amparo por la vulneración de derechos constitucionales, pero ello
ha sido cuestión ampliamente debatida, principalmente porque el artículo 200, 2 también señala
que “(…) No procede contra (…) resoluciones judiciales emanadas de procedimiento regular”.
Frente a ello, el TC ha sentado jurisprudencia sobre el tema en cuestión en el sentido de admitir
este supuesto, todo ello sobre la base de la interpretación de los dispositivos constitucionales y
legales que abordan el tema. Al respecto de como debe leerse o entenderse este dispositivo, el TC
considera inadmisible que el artículo 200,2 de la Los procesos constitucionales también pueden
denominarse garantías de la propia constitución en la medida que son mecanismos destinados a
asegurar la observancia, aplicación y estabilidad de la ley Fundamental. ( GOMEZ , 2005, p. 859-
860). Constitución pueda significar o interpretarse como una limitación a la competencia rationae
materia del amparo contra resoluciones judiciales (Tribunal Constitucional Peruano. Exp N° 3179-
2004-AA/TC, FJ. 14). En ese sentido, debemos descartar el supuesto que niega la posibilidad del
amparo contra resoluciones judiciales, por el contrario debemos situarnos en el caso de un supuesto
limitado en la medida que se prohíbe el amparo contra resoluciones de procesos regulares , más
no de fallos emitidos dentro de un proceso judicial irregular. Con ello quedaba como interrogante
la definición de lo que es un proceso irregular y se establecía una puerta de entrada para la
procedencia de los amparos contra resoluciones judiciales.Ahora bien, sobre el punto, se ha pasado
de reconocer que una resolución emanada de procedimiento irregular se refería “a aquella que
afectaba al debido proceso o la tutela jurisdiccional efectiva, derechos reconocidos en el 139, 3 de
la Constitución”, a la tesis que señala que una resolución irregular es aquella en la cual se afecta
cualquier derecho fundamental. En el caso Apolonia Collca, el TC afirmó que atendiendo a la eficacia
vertical de los derechos fundamentales, es decir, a la vinculación de los derechos hacia cualquiera
de los poderes, y en general, órganos públicos, “la tesis según la cual el amparo contra resoluciones
judiciales procede únicamente por violación del debido proceso o la tutela jurisdiccional efectiva,
confirma la vinculatoriedad de dichos derechos en relación con los órganos que forman parte del
Poder Judicial. Pero constituye cuna negación sobre la vinculatoriedad de los “otros” derechos
fundamentales que no tengan naturaleza de derechos fundamentales procesales” (Tribunal
Constitucional Peruano. Exp N° 3179-2004-AA/TC, FJ. 18) Así, el TC ha admitido la procedencia de
los amparos contra resoluciones judiciales para la afectación de cualquier derecho constitucional
pues todos esos casos configurarían un proceso irregular. Otro de los argumentos utilizados por el
TC es que atendiendo a los artículos 1.1 y 1.2 de la Convención Derechos Humanos y a la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, los estados tienen la obligación
de ofrecer a las personas sometidas a su jurisdicción, un recurso judicial efectivo contra actos
violatorios de sus derechos fundamentales (Corte Interamericana de Derechos Humanos, 1987,
párrafo 23.).
A decir del ordenamiento peruano, este recurso se configura a través del amparo. Igualmente, de
una lectura del artículo 25.1 de la Convención, referido al derecho a un recurso sencillo y rápido que
amparen a la persona contra las violaciones a sus derechos, quedaría claro que no hay derecho
fundamental que no pueda ser objeto de protección por parte del Estado en toda circunstancia, sin
excepción alguna.