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Este ensayo explora la relación entre la fe y la razón. Argumenta que aunque la fe se centra en Dios y la razón se centra en el hombre, ambas son necesarias y no se contradicen. Algunos científicos y racionalistas afirman que la fe es irracional, pero la encíclica Fides et Ratio sostiene que la verdad no se opone a sí misma. La fe y la razón pueden ayudarse mutuamente al buscar la verdad sobre la existencia humana y el mundo.
Este ensayo explora la relación entre la fe y la razón. Argumenta que aunque la fe se centra en Dios y la razón se centra en el hombre, ambas son necesarias y no se contradicen. Algunos científicos y racionalistas afirman que la fe es irracional, pero la encíclica Fides et Ratio sostiene que la verdad no se opone a sí misma. La fe y la razón pueden ayudarse mutuamente al buscar la verdad sobre la existencia humana y el mundo.
Este ensayo explora la relación entre la fe y la razón. Argumenta que aunque la fe se centra en Dios y la razón se centra en el hombre, ambas son necesarias y no se contradicen. Algunos científicos y racionalistas afirman que la fe es irracional, pero la encíclica Fides et Ratio sostiene que la verdad no se opone a sí misma. La fe y la razón pueden ayudarse mutuamente al buscar la verdad sobre la existencia humana y el mundo.
BARRANCABERMEJA, SANTANDER FILOSOFÍA Podemos decir que la razón es la capacidad de cuestionarse buscando un fundamento lógico y científico capaz de responder a nuestras interrogantes objetivamente y, por consiguiente, es antropocéntrica, es decir, sitúa al hombre en su centro. A diferencia de lo anterior, la fe basa sus respuestas en fuerzas superiores que influyen sobre nosotros y lo que nos rodea y por esto, es teocéntrica, es decir, sitúa a Dios en su centro. Sin embargo, tanto la fe como la razón son necesarias en la vida y cada una juega un papel importante en la toma de decisiones y en nuestra forma de actuar.
La relación entre fe y razón es un poquito más compleja de lo que a veces
suponemos y es mucho más importante sobre todo cuando vemos aumentar una intolerancia en algunos sectores racionalistas o cientificistas y no me estoy refiriendo a los científicos porque la ciencia es buena pero el cientificismo es una ideología la cual se basa en que la ciencia es la única “forma de saber” confiable. El cientificismo quiere posicionar a la ciencia como un saber trascendente, imitando en cierto sentido a la fe. La diferencia es que las clases por las que actúa la fe si le dan un carácter auténticamente trascendente, porque es la esencia de la fe que hace que así sea. La ciencia posee un carácter casual, de acuerdo al momento histórico. La fe, por el contrario, posee con carácter aleatorio solo en cuanto a la interpretación de aquello que se considera trascendente.
En estos momentos se agrede mucho la visión de la fe como una visión no
racional y que no tiene nada que hacer en el campo de la razón. Entre las verdades de la fe y entre las verdades de la razón, no existe una contradicción y que toda contradicción que existe es aparente. Los cientificistas y los racionalistas afirman que no puede existir una relación entre la fe y la razón porque la fe es absolutamente irracional, es decir, en contra a la razón.
Muchas veces la ciencia pretende obtener explicaciones que niegan verdades
desde la fe y hasta ahora históricamente todas esas “verdades científicas” que supuestamente demuestran las falsedades de la fe, han ido siendo corregidas por posteriores y en consecuencia no se ha ido más que reafirmando aquello que señalaba el Papa Juan Pablo II en esa importantísima encíclica “Fides et ratio” (Fe y Razón) que la verdad no se puede oponer a la verdad y como resultado si la ciencia busca la verdad entonces jamás se va a oponer a la fe que también busca la verdad. Se van a encontrar puntos de desacuerdo temporales. Pero, si la ciencia sigue actuando de buena manera va a llegar a conclusiones en las que no se va a oponer a las verdades de la fe, y en efecto, los católicos no solamente tendrán que reconocer que pueden convivir pensando como seres racionales y creyendo como seres católicos sino que las verdades de la fe iluminarán muchas de las realidades científicas y es ahí donde encontraremos afirmaciones que son contrarias a la religión las cuales no son científicas, son ideológicas y algunas de ellas requieren mucha más fe y hasta credulidad mayor que la que tiene un cristiano cuando cree que Dios existe.
Una de las consecuencias es que la razón científica no es ya un oponente para
la fe, porque ha renunciado a interesarse por las últimas verdades y definitivas de la existencia, limitando su espacio a los conocimientos experimentables e hipotéticos. De ese modo, se saca del ámbito racional todo lo que no entra en las capacidades de control de la razón científica y, por tanto, se abre objetivamente el camino a una nueva forma de fideísmo, según la cual solamente a través de la fe y la revelación divina es posible conocer los principios religiosos. Si el único tipo de "razón" es el de la razón científica, se quita a la fe de toda forma de racionalidad y comprensibilidad. Por otra parte, si la razón se encuentra en una situación débil, se resulta una visión cultural del hombre y del mundo de carácter relativista, donde "todo se reduce a opinión".
El mensaje de la encíclica es una reacción ante esa situación cultural, y vuelve
a proponer con fuerza y convicción la capacidad de la razón para conocer a Dios y, de acuerdo con la naturaleza limitada del hombre, las verdades fundamentales de la existencia: la espiritualidad e inmortalidad del alma, la capacidad de hacer el bien y de seguir la ley moral natural, la posibilidad de formular juicios verdaderos, la afirmación de la libertad del hombre, etc. Al mismo tiempo, reafirma que tal capacidad de la razón es un dato necesario para la fe, de modo que un concepto de fe que pretendiera desarrollarse al margen o en alternativa a la razón sería deficiente incluso como fe. Es evidente que, para sostener la capacidad de la razón para conocer la verdad de Dios, de nosotros mismos y del mundo, es necesaria una filosofía que esté en condición de comprender conceptualmente la dimensión de la realidad. Es necesaria, en definitiva, una filosofía abierta a los interrogantes fundamentales de la existencia.
El ser humano siempre ha deseado saber todo, y la verdad, es el objeto propio
de ese deseo. El hombre, con su razón, que siempre pregunta y sobre todas las cosas, tiene la posibilidad de alcanzar la verdad sobre su existencia, una verdad que por su naturaleza es “universal”, es decir, válida para todos y para siempre, y es “absoluta”, es decir, definitiva.
La razón, privada de la contribución de la revelación, ha recorrido caminos
secundarios que tienen el peligro de hacerle perder de vista su meta final. La fe por su parte, privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal.
Como conclusión, ambas son fuentes de conocimiento verdadero, aunque son
diferentes, no se oponen, si no que se ayudan y se complementan. La fe y la razón no pueden contradecirse, porque la realidad es una y el autor de los dos caminos para conocerla es Dios. La fe es impulsada por la gracia divina que además purifica y orienta la inteligencia, y la conduce al conocimiento de las cosas inteligibles: mundo de las ideas. La razón ayuda a profundizar en el contenido de la fe y proclama su credibilidad.