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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Ciencias Económicas

Tesina de Grado
Licenciatura en Administración

Alienación laboral del individuo

Alumno: Ilkow, Damián


Registro Nro 877.523
Seminario de Integración y Aplicación (460)
2do Cuatrimestre 2017 – Curso Nro 8
Tutor: Profesor Julio César Tiberio
Entrega Final
Facultad de Ciencias Económicas Ilkow Damián – 877.523 Tesina de Grado

- Yo digo que es inútil desperdiciar la vida en un solo camino, sobre todo si


ese camino no tiene corazón.
- Pero, ¿Cómo sabe usted cuándo no tiene corazón un camino, Don Juan?
- Antes de embarcarte en cualquier camino tiene que hacer la pregunta:
¿Tiene corazón este camino? Si la respuesta es no, tú mismo los sabrás, y
deberás entonces escoger otro camino. Un camino sin corazón nunca es
disfrutable. Hay que trabajar duro tan sólo para tomarlo. En cambio, un
camino con corazón es fácil, no te hace trabajar por tomarle el gusto.

Las enseñanzas de Don Juan


Carlos Castaneda

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Índice
Introducción a la idea de Investigación ................................................................................. 3
Motivación ................................................................................................................................ 3

¿Qué es el Ser Humano? ...................................................................................................... 5


Esencialismo .............................................................................................................................. 6
Existencialismo .......................................................................................................................... 7
Sentido de Libertad ................................................................................................................... 9
¿Y entonces? ........................................................................................................................... 11

Evolución Histórica de la Alienación ................................................................................... 13


Alienación Marxista ................................................................................................................. 19
Alienación Contemporánea..................................................................................................... 25

Alienación en las Organizaciones........................................................................................ 30


Antes ....................................................................................................................................... 30
Después ................................................................................................................................... 33

Alienación y Poder en las Organizaciones ........................................................................... 38

Conclusiones del Análisis Realizado .................................................................................... 42

Referencias bibliográficas .................................................................................................. 44

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Introducción a la idea de Investigación

El Objetivo de la presente investigación consta de analizar la alienación que sufre el


individuo, en la actualidad, en sus espacios de trabajo y aquellas herramientas que utilizan
las organizaciones con el fin de propiciar y acentuar un ambiente ventajoso para que esa
alienación se lleve a cabo ininterrumpidamente. Para ello, se comenzará el análisis
investigando acerca del concepto de alienación propiamente dicho, para luego ingresar
en el campo de las organizaciones y el ámbito laboral. Como consecuencia de la
investigación realizada a lo largo del presente trabajo, se propone como finalidad arribar
a la conclusión que las organizaciones, con el advenimiento y la constante evolución de
una avasalladora tecnología que manifiesta no presentar límites en los principios del siglo
XXI, han logrado y continúan logrando una creciente alienación en los individuos que las
integran y que en ellas desarrollan sus actividades, generando ésta un medio de dominio
por sobre los empleados en favor de una puja interminable por colosales beneficios.
Conjuntamente al contenido anteriormente expuesto, se propone estudiar y desarrollar
aquellas herramientas que utilizan dichas organizaciones, y que acentúan la alienación de
los individuos que allí se desarrollan, o bien aquellas prácticas que fomentan con el mismo
fin.

Motivación
Alienación es un término que no se encuentra usualmente en boga del lenguaje cotidiano
de las personas. De hecho, luego de indagar entre círculos cercanos, he llegado a la
conclusión que incluso, una cantidad mayor de ellos, no han oído hablar del término ni
sus acepciones. Mucho menos, aún, en una universidad cuya área de investigación no es
plenamente el área social. Ahora, ¿Por qué elegiría la Alienación del individuo en sus
espacios de trabajo como un tema de investigación y abordaje a este trabajo final que
acaso representa el cénit de arduos años de estudio? A lo largo de mi corta vida, me han
llamado poderosamente la atención los grupos sociales, cómo se relacionan los
individuos, qué hacen cuando se encuentran agrupados, por qué lo hacen, y qué dejan de
hacer, cuestión no menos relevante. Qué impacto tienen esos grupos sobre el individuo
en sí, sobre la persona, cómo transforman a la persona, ¿O acaso la persona transforma
los grupos? ¿Qué sucede cuando el individuo se encuentra inmerso en un espacio de

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trabajo? ¿Qué piensa ese individuo inserto en ese sistema? ¿Qué siente? ¿Cuál es el
proceso a través del que se produce ese desarrollo? Finalmente, luego del camino
recorrido por estas curiosidades, porque siempre fueron y serán curiosidades, me encontré
pensando en otra cuestión al respecto, ¿Por qué algunos individuos llegan al extremo de
encontrarse dispuestos a dar todo de sí por una organización? ¿Cuál es su motivación?
¿Será, acaso, el dinero? ¿Podría ser que han sufrido un adoctrinamiento tal que parecieran
haber dejado de pensar por sí mismos? ¿O será, acaso, que se encuentran Alienados? A
lo largo del presente trabajo y su ulterior desarrollo, me propongo llegar a una conclusión
respecto de la última cuestión planteada.

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¿Qué es el Ser Humano?

Las Sociedades, los sistemas, las organizaciones, los grupos, los equipos, cada uno de los
conceptos mencionados tiene su razón de ser, es decir existen, gracias a la existencia de
los seres humanos. Diferentes entramados, entretejidos, de individuos dan lugar a una
infinita combinación de grupos, formaciones y organizaciones. Ahora, nos preguntamos
qué es lo que motiva al ser humano a hacer aquello que hace, dónde halla sus
motivaciones ¿Será acaso que esas motivaciones se encuentran en su identidad? Es decir,
¿Aquellas motivaciones que poseemos son innatas a nuestro ser o nos son impuestas
desde el exterior? Y si nos son impuestas desde el exterior, ¿Cómo funcionan estos
mecanismos que nos imponen estas motivaciones?

Todo este cuestionamiento inicial, este hurgar dentro de las profundidades del ser
humano, actúa como disparador de otros cuestionamientos esenciales que acaso hacen al
corazón de la presente investigación o, al menos en cierta medida, funcionan como bases
sobre las que podemos comenzar a construir alguna respuesta, si es que la hubiera. ¿Qué
somos? ¿Somos lo que tenemos? ¿Somos lo que pensamos? ¿Pensamos lo que queremos?
¿Qué pensamos? ¿Quién somos? ¿Quién soy? O, en todo caso, ¿Qué soy? ¿Somos
siempre los mismos? Intentaré contestar, con poca certeza, por cierto, estos interrogantes,
a partir de dos corrientes filosóficas que se han desarrollado a lo largo de la historia. En
primer lugar, nos adentraremos, o al menos nombraremos sus principales aspectos y
características, en el Esencialismo, una corriente que busca definir al hombre como
individuo a partir de aquello que se encuentra en lo más profundo de su ser, para ello
sostiene que el ser humano posee una suerte de alma, a la que caracteriza como la
representación más fiel y más profunda de cada uno, es decir, su Esencia, de allí proviene
su nombre; en la cara opuesta del término antedicho, encontramos al existencialismo, una
corriente de pensamiento más bien moderna, o contemporánea, ya que comienza a hacerse
visible a finales del siglo XIX, en la pluma de Friedrich Nietzsche, para alcanzar su auge
y un superior desarrollo a mediados del siglo XX, en manos del pensador francés Jean
Paul Sartre, la presente corriente de pensamiento, en contraposición a la primera, sostiene
que el individuo es tal porque existe en un contexto determinado por el tiempo y el
espacio, en un mundo objetivo, y desde allí se construyen todas las demás
representaciones de aquello que el ser humano es, en contraposición a la primera, no

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busca hallar en las profundidades del individuo algo que lo identifique como tal, sino que
entiende al ser humano en un contexto, a partir del cual comienza a crear su propia
identidad, la cual no es una construcción definitiva y estática, sino que evoluciona a cada
momento, el individuo busca su identidad constantemente y, en ese buscar constante, crea
su propia identidad.

Esencialismo

¿Quién soy? O, en todo caso, ¿Qué soy? ¿Somos siempre los mismos? Estas preguntas
fundamentales son la piedra fundacional de toda la obra que aquí comienza a
desarrollarse, ¿Somos acaso un nombre, nuestro DNI, un número que nos identifica,
somos nuestro ADN, el que dicen único, o somos la sumatoria de las partes que nos
componen? y si somos la sumatoria de las partes que nos componen y cada una de esas
partes fueran reemplazadas una a una hasta no quedar vestigios de las primitivas y
originarias, ¿Seguiríamos siendo los mismos? ¿Seguiríamos siendo lo mismo?; o es que
hay algo más allá, que no podemos describir con precisión que nos define como personas,
como individuos, como seres humanos. ¿Existe algo así como una esencia o una
conciencia que nos define? Y si es que existe algo así como una esencia, una conciencia,
¿Qué o quién define esa esencia o conciencia?

La Palabra identidad, proviene del latín identitas, que a su vez deriva de ídem, cuyo
significado es “siempre lo mismo”. Es por ello, que, según esta definición, la identidad,
en sintonía con la definición esencialista de la misma, es aquello que no cambia. Este
modo de pensar la identidad, se denomina esencialismo. El Esencialismo sostiene que la
esencia se ubica por encima de la existencia. Es decir que, en primera instancia, somos y
luego existimos, existimos a partir de nuestra esencia, aquello que somos, pero ¿Qué es
aquello que no cambia?

La identidad, nos asegura que cada entidad es idéntica a sí misma, que cada cosa es lo
que es y no es otra cosa. La identidad es lo que define la naturaleza de cada cosa. Puede
ser definida por sí misma, sin considerar cuestiones externas naturales. Yo soy yo, esto
es lo que no cambia, y ello define mi identidad, independiente de cuestionas físicas,
mentales o psicológicas, como el pelo, las ideologías, las ropas, o cualquier otro factor
que consideremos accidental. Una esencia es por definición aquello que hace que algo

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sea lo que es y no otra cosa, algo que se mantiene sin cambiar mientras todo el resto, que
consideraríamos no esencial, puede modificarse. Entonces, ¿Qué es lo que no cambia
nunca de uno que puede considerarse su esencia? Es decir, por un lado, se encontrarían
los hábitos, las vestimentas y todas aquellas cuestiones exteriores, aunque propias, del
individuo, pero si continuamos profundizando nos encontraríamos con la esencia, aquello
más profundo que nos define. Sin embargo, nos encontraríamos inscriptos en un aquí y
ahora, un contexto determinado, un contexto que se encuentra definido por un tiempo, un
espacio, una sociedad, y así es que poseeríamos, a pesar de todo un nombre, ¿Y el nombre
no es parte de la cultura? ¿Y la cultura no es algo circunstancial al individuo? Y Si no hay
nada más allá de las circunstancias que nos define, ¿Cómo sabemos que se trata siempre
de nosotros?

¿Y si lo que denominamos identidad en sentido estricto no existe? ¿Qué pasa si la idea de


esencia responde a una cuestión de poder? Es decir, fijar una idea. ¿Y si todo lo que
concebimos como naturaleza no es más que una construcción de sentido?

Para los antiguos griegos, el hombre era un alma encerrada en un cuerpo. Esto a lo que
llamaban alma, es aquello que, según su visión, encierra la esencia de la existencia del
individuo. Primero somos, y luego existimos. Esencialismo.

Existencialismo
¿Hay una definición de la esencia del hombre o el hombre es un ser contingente que se
está transformando y reinventando todo el tiempo? ¿Y si en lugar de preguntarnos Quién
soy, nos preguntamos Quién voy siendo? Heráclito de Éfeso, decía que “Un hombre no
puede bañarse dos veces en el mismo río”, esta analogía era utilizada por Heráclito para
señalar no sólo que con el paso del tiempo, asumiendo que el tiempo avanza y esa es otra
cuestión de la que también podríamos dudar, el cauce del río se desplazaba y, en
consecuencia, el río ya no es el mismo que era hace unos instantes, sino también que la
persona que ingresó en el río, cuando vuelva a ingresar ya no será la misma persona, sino
que habrá cambiado, será otro ser, aun siendo él mismo.

Lo contrario al Esencialismo, no es un conjunto de “Yoes” donde cada uno decide a cada


momento del día aquello que quiere ser. Lo contrario al esencialismo es lo que damos en
llamar Existencialismo, y el principal exponente de la ideología existencialista que

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hallamos fue, y aún continúa siéndolo, Jean Paul Sartre (1905 – 1980). Sartre nos dirá
que la conciencia es pura intencionalidad, es decir que el individuo se define por su
intención, y esta conciencia es sólo una potencia que llega a materializarse cuando entra
en contacto con el mundo, con las cosas que se hallan en el mundo. Esto significa que no
existe una conciencia sin mundo exterior, es decir sin objeto, y que solamente cuando se
inicia una relación entre la razón y el mundo, puede hablarse de conciencia o de Yo. Es
decir que solamente nos sentimos como existentes cuando algo fuera nuestro nos advierte
que estamos ahí y de interrumpirse este proceso objeto-mundo nos convertiríamos en
seres sombríos, sin vida.

Sartre se pregunta qué es el ser y va en busca de una posible respuesta, nos dice que
preguntarse qué es el ser es preguntarse, ante todo, por la naturaleza de aquello que se
encuentra ante nuestros ojos, aquello que se encuentra en el mundo de los objetos. Pero
este mundo de los objetos es un mundo recibido por la conciencia humana que le confiere
sentido al mundo recibido, es decir que el individuo se encuentra ahí, está ahí, y le
confiere sentido al mundo, pero en este devenir también se configura a sí mismo. Por lo
tanto, la existencia precede a la esencia, es decir que, vacía la conciencia, ésta comienza
a cobrar sentido cuando se cuestiona respecto de la esencia del mundo, de las cosas. Esta
conciencia se ubica en dos aspectos temporales relevantes, el primero es la contingencia
de la misma, es decir que la conciencia existe hasta la muerte, y por otro lado la conciencia
de los éxtasis temporales, es decir que el presente es la amalgama que une sintéticamente
aquello que fue (pasado) y aquello que será (futuro), la actualidad se encuentra
condicionada por lo que ha sido y vivido y por lo que proyecta hacia el futuro. Es por
ello, que podemos afirmar que Sartre define la esencia como contingencia, a partir de la
transitoriedad de la misma. En palabras del propio Sartre:

“Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia


no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen,
se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes
han comprendido esto. Solo que han intentado superar esta contingencia
inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede
explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que
puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo
es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo.” (La Náusea, Jean Paul Sartre,
1938, página 265)

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A través del anterior fragmento, expone que no hay conciencia sin objeto que debe ser
reconocido por la conciencia que, en dicha comprensión, se sabe a sí misma como
existente. Sartre, sostiene que plantear en términos de existencia es correr el riesgo de
caer en el mundo de la irrelevancia por cuanto el objeto para la conciencia se resiste a ser
conocido, uno corre el riesgo de dejar de ser por cuanto no puede conocer el objeto y, en
ese acto recursivo, crear su conciencia; En segundo lugar, plantear la existencia como
contingencia peligra arrastrar la existencia como absurdo, en cuanto que concebida por
los objetos, la existencia corre el riesgo de dejar de ser. En los siguientes fragmentos, se
aprecia explícitamente la idea del autor respecto del ser:

“El existencialismo mantiene que, en el hombre, la existencia precede a la


esencia, que, por lo mismo, el hombre debe crear su propia esencia, que el
existencialismo define al hombre por la acción, y que, así se finaliza, debe
entenderse que el existencialismo no es una delectación sombría sino una
filosofía humanista de la acción, del esfuerzo, del combate, de la solidaridad.”
(El Existencialismo es un Humanismo, Jean Paul Sartre, 1970)

“El ser es. El Ser es en sí. El ser es lo que es. He aquí las tres características
que el examen provisional del fenómeno del ser nos permite asignar al ser de
los fenómenos.” (El ser y la Nada, Jean Paul Sartre, 36)

Sentido de Libertad

“El hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado”
(Rousseau, El contrato Social, 1762).

En los apartados anteriores hemos desarrollado diferentes corrientes ideológicas respecto


del Qué del ser humano, qué somos. Sin embargo, la cuestión se extiende más allá del
qué somos y podemos preguntarnos Para qué, es decir, para qué hacemos lo que hacemos,
para qué estamos acá, ¿para qué somos?

Rousseau (1712 – 1778), escritor francés con gran injerencia en las ideas revolucionarias
que fecundaron la revolución francesa del siglo XVIII, sostenía que el hombre debía ser
ante todo libre, porque así había sido concebido y así debía mantenerse, más allá de los
poderes políticos y económicos que puedan reinar a su alrededor, productos de su propia
voluntad y construcción. El fin último del hombre, el “para qué” existimos, debía ser

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respondido a través de esta cuestión, el hombre había nacido para ser libre y, a través de
esa libertad, realizarse a sí mismo, o quizá realizarse a sí mismo alcanzado esa libertad,
al final del camino.

Para echar algo de luz respecto la cuestión que nos encontramos abordando, volveremos
a analizar los escritos de Sartre, quien también ha tratado largamente durante sus ensayos
la Libertad del individuo. Pero, ¿Qué es la libertad para Sartre? Y ¿Por qué el individuo
debe alcanzar esa libertad para realizarse a sí mismo?

La concepción sartreana de la libertad fue evolucionando a lo largo de toda su obra, en


un principio, Sartre definía la libertad como algo completamente individual y ajeno a otro,
el individuo debe alcanzar su libertad y realizarse a través de ella, sin contemplar otro.
Este primer pensamiento, se refleja en el siguiente fragmento, extraído de una conferencia
brindada por el autor:

“Hay una teoría ingenua de la libertad: uno es libre y elige siempre lo que
hace, uno es libre y elige siempre lo que hace, uno es libre frente al otro, el
otro es libre frente a uno; encontramos esta teoría en las obras de filosofía
muy simples y yo la había conservado como una manera cómoda de definir
mi libertad, pero no se correspondía con lo que yo quería decir
verdaderamente.” (Jean Paul Sartre, 1940)

Con el paso del tiempo, Sartre comienza a evolucionar su propia concepción de la


libertad, comienza a comprender la libertad como un absoluto. Sostiene que la libertad es
la inapelable necesidad del existente, del ser. Ello, implica en primer lugar un
considerable agobio porque el ser se ve en la ininterrumpida tarea de realizar acciones
que justifiquen su existencia, continuamente aquejado por su propia existencia; esto
conlleva a una responsabilidad que abruma a la conciencia conocedora de su destino y
que, en segundo lugar, deberá asumir su responsabilidad de ser ella. Así, es que podríamos
plantearnos en qué medida nuestra libertad es absoluta. Al final del desarrollo de su
concepción respecto de la libertad, Sartre concluye que se es libre en la medida en que el
propio individuo puede elegir un curso de acción, un camino a tomar, a seguir, negando
todos los demás posibles; es decir que se es libre en la medida en que se puede negar.

“Se es libre rebelándose contra la identidad que somos hoy para instaurar
la novedad de una identidad que se reclama, orgullosa, como apertura de a

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conciencia a otro mundo que “Yo Instauro”. ¿Qué alternativa tomar? ¿Qué
posible elegir entre las múltiples opciones? Camino por la calle y me planteo
la posibilidad de entrar al cine, dirigirme a visitar a un amigo o descansar
sentado en el jardín cercano: todo son posibles a mi alcance, pero mi libertad-
acción debe concretarse en uno y uno solo. Un posible que rompa la inercia
de la situación actual. Lo que se impone es la dimensión solitaria y nómada
del existente que tiene muy en cuenta lo que supone ser para saber lo que tiene
que negar, afirmándose, y entendiendo que en el ámbito de lo que tiene un
papel fundamental del prójimo, que también es parte constituyente de mi
situación.” (Jean Paul Sartre: El hermoso orgullo de ser libre, J.L. Rodríguez
García, 2016, página 65)

¿Y entonces?

En sus segundas meditaciones metafísicas, Descartes nos dice que pensar es existir. Su
célebre frase “cogito, ergo sum”, “pienso, luego existo”, es la acabada conclusión a la que
arriba luego de desplegar su idea. Descartes desarrolla el método de la duda, en el que
propone un modo de conocer la realidad dudando de todo cuanto se pueda dudar, incluso
llega a dudar de la propia vida, sosteniendo que, quizá, toda la vida se trate de un mero
sueño y que nada, en realidad, sea real. Sin embargo, afirma que lo único de lo que no se
puede dudar es de que se está dudando, entonces dudar es pensar y pensar es existir,
porque si dudamos pensamos y si pensamos entonces existimos y podríamos asegurar que
somos reales (¿Somos reales realmente?), pero ¿De qué dudamos? ¿Cómo dudamos?
¿Cómo pensamos? Si pensar es existir, entonces nuestro pensamiento determina nuestra
existencia, pero ¿Quién o qué determina nuestro pensamiento? Si somos, si existimos,
según Sartre, en función de un otro, de un mundo objetivo que nos produce y del cual
somos productores, ese mundo que nos produce ¿Se encuentra producido por todos por
igual? O, ¿Quién produce ese mundo que nos produce?

Y si existimos, ¿Para qué existimos? ¿Existimos para ser libres? ¿Para autorrealizarnos?
Y si existimos para ser libres, para autorrealizarnos, ¿Cómo alcanzamos esa libertad?

Cuando comenzamos a indagar acerca de ello, nos topamos con la alienación, la idea que
nuestras ideas, nuestros pensamientos, se encuentran influenciadas y determinadas por un
ser extraño y ajeno a nosotros mismos, esa misma alienación que cuaja nuestra libertad,

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que nos impide desarrollarnos y ser felices (o no) en el contexto en el que vivimos, nos
impide lograr ese para qué que nos planteamos (¿Nos lo planteamos?). Entonces, si no
somos nosotros quienes determinamos nuestros pensamientos, si no somos libres en
sentido último, aquello que determina nuestra existencia, ¿El producto de qué o quién
somos? ¿Qué somos? ¿Qué pensamos? ¿Cómo pensamos? Y si no determinamos nosotros
mismos estas cuestiones, ¿Podemos decir que somos libres? Y si no somos libres ¿Para
qué somos? los sucesivos apartados, buscaremos hallar algunas respuestas a estos
interrogantes, lejos de intentar encontrar alguna definitiva y absoluta, para echar luz sobre
el asunto en el que nos hemos inmiscuido.

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Evolución Histórica de la Alienación

¿De qué hablamos cuando hablamos de Alienación? La palabra Alienación, del verbo
Alienar, posee su raíz etimológica en el latín, en la palabra Alienatio, cuyo significado es
Alejamiento o Privación, proveniente, a su vez, del adjetivo Allienus, es decir Ajeno,
Extraño, Perteneciente a otro. El diccionario de la Real Academia Española, nos ofrece
una definición de la misma, que guarda una amplia relación y coherencia con la raíz
etimológica de la palabra, sostiene que Alienación es la “Limitación o condicionamiento
de la personalidad, impuestos al individuo o a la colectividad por factores externos
sociales, económicos o culturales”, también podemos hallar la palabra Enajenación como
sinónimo válido y, en ciertas ocasiones ampliamente utilizado, de Alienación. Por
consiguiente, cuando mencionamos la palabra Alienación en conjunción con la palabra
individuo, “Alienación del individuo”, nos referimos al estado que padece el individuo
cuando las acciones que realiza, los pensamientos que posee, o bien aquellas palabras que
utiliza al hablar o comunicarse no responden a motivaciones o conocimientos que son
propios de él mismo, sino a pensamientos que le han sido engendramos, sin él notarlo,
por un otro ajeno, extraño a él mismo. En consecuencia, podemos sostener que un
individuo se encuentra alienado cuando abandona su propio modo de pensar o actuar por
sí mismo y comienza a pensar aquello que otro, ajeno a él, desea que piense y las
motivaciones a sus acciones se le presentan, en realidad, desconocidas porque provienen
de un mundo foráneo, exterior y, generalmente, desconocido o inalcanzable. Es otro el
que define, decide, piensa sobre el individuo.

A lo largo de la historia, la palabra Alienación ha adquirido diferentes acepciones según


las ramas de la ciencia desde donde ha sido objeto de estudio, así es que nos encontramos
con una gran diversidad de enfoques desde la medicina, la sociología, la psicología, la
educación o la economía.

En fin, el modo más extremo de Alienación es que un individuo se convierta en un simple


medio y se vuelva a sí mismo lo que otro individuo, o acaso una organización o sistema,
exige, en un determinado momento y contexto, que sea, eso es estar Alienado, dejar de
ser uno que soy (¿Acaso lo soy?) para dar paso a otro que no soy (¿En realidad no soy
ese?).

“Somos lo que otro necesita que seamos, eso significa estar alienado”

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Ahora bien, si un individuo Alienado no piensa por sí mismo, sino que es obligado a
pensar por otro, ¿Cuál es el grado de conciencia que ese individuo posee sobre ello? ¿Y
qué nivel de conciencia posee sobre sí mismo? Aquí, en este juego de apariencias, se
perpetra una obtusa relación entre dos conceptos, prácticamente antagónicos, que se
hallan en las antípodas de su propia definición, la relación simulado-manifiesto, es decir
la relación que se encuentra subyacente entre la conciencia del alienado y su propia
inconciencia, que genera automáticos y entreverados códigos de cifrado, allí donde se
cuelan estas foráneas interpretaciones de la realidad, esta ajena recolección de sentidos
que facilitan un marco de comprensión y propician el desarrollo de un pensamiento que
no le es propio.

El concepto Alineación, o entfremdung, en su alemán original, fue utilizado en primer


lugar por Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831), haciendo su aparición en
“Fenomenología del Espíritu”. Si bien con el paso del tiempo y las diferentes acepciones,
que luego detallaremos con mayor precisión, el término ha sufrido diferentes mutaciones
(¿mutilaciones?), Hegel pone de manifiesto su inquietud respecto de un espíritu que se
halla extrañado, alienado de sí mismo. A lo largo de su obra, y también de su vida, Hegel
ha colocado en tela de juicio el dualismo propuesto por Descartes, un dualismo que se
planteaba en términos de Alma-Cuerpo, Sujeto-Objeto, Mente y Materia, objetando que
no es posible realizar una escisión entre el pensamiento y el mundo objetivo, sino que es
necesario un nuevo término, una nueva concepción, una concepción Monista de la
realidad, que se erija desde la identidad de ambos términos. Para ello, Hegel afirma que
la verdad de lo finito es pura idealidad, es ficticia, no es real y debido a ello, esta realidad
se encuentra en la idea. Sostiene que el ser de la realidad objetiva se halla fuera de ella,
en la conciencia. Es por ello, que el ser de la realidad objetiva es el No-Ser. Es así, que
concluye en que la realidad de las cosas no se halla en sí mismas, en las cosas mismas,
sino fuera de ellas. Esta objetivación ofrecida por Hegel, es aquello que da en llamar
Alienación de la conciencia, del espíritu. Otro principio propuesto por Hegel, es de
identidad, aquí afirma que la cosa es en sí misma por su propia naturaleza, por su ser, y
debido a esto es que también se encuentra diferenciada del resto de las cosas, de todo
aquello que no es, de su No-Ser. Así, comprendemos que las cosas guardan una estrecha
relación con todo aquello que no son, todo aquello que delimita su ser, por ello se puede
afirmar que su No-Ser también es parte de su esencia y encierra relación con lo que las
cosas no son. En fin, según Hegel, el espíritu sufre una alienación de sí mismo, de su

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mimo ser, ya que, al no poder realizarse una precisa escisión, en concordancia con el
dualismo, entre mundo objetivo y pensamiento, el ser de la conciencia se determina a
partir de este mundo objetivo, que es ajeno a ella por encontrarse en el exterior, es decir
que la aliena.

Luego de esta primera aparición del término alienación en el campo de la filosofía, donde
en cierto modo ha cobrado vida la expresión, se han sucedido, a lo largo de más de dos
siglos, campos de investigación diferentes donde se ha comenzado a utilizar con variadas
acepciones, entre ellos podemos hallar:

 Teología
 Medicina
 Educación
 Sociología
 Economía

En cuanto a la medicina en general y a la psiquiatría en particular, el máximo exponente,


analista y defensor del término ha sido Michel Foucault (1926 – 1984). Foucault realiza
un análisis de la evolución del término, comenzando por la antigüedad, menciona que en
los antiguos tiempos se refería a la alienación como una posesión, como signo de locura,
convirtiendo al hombre en otro distinto, devenido por el actuar de una fuerza o una razón
que no se puede precisar de dónde, ni cómo, proviene. Sin embargo, para la tradición
cristiana, el Alienado, era aquel individuo que se encontraba fuera de sí, que no actuaba
motu proprio, sino por obra del demonio, dado que este se hallaba dentro suyo, a pesar de
ello, en la época renacentista, Alienación adquiere una nueva acepción para la comunidad
cristiana, que comienza a comprender al alienado no como una perversión, sino como
alguien a quien ha sido abolida su libertad producto de la posesión del espíritu por el
espíritu mismo (¿cuál sería la opinión de Hegel al respecto?), es así como en las épocas
mencionadas, sostiene Foucault, se restituye a la enfermedad mental su sentido humano,
pero se aleja al enfermo mental del mundo de los hombres, la ceguera se ha convertido
en el rasgo principal de la locura; el insano ya no es un poseído, en todo caso es un
desposeído. Se lo aliena por las conductas propias del hombre. Pero, también nos invita
a reflexionar, si el demente no es más que un desposeído ¿Cuál es la facultad que perdió?
El demente, desposeído, pierde la más alta facultad del hombre, la facultad que define al
hombre como tal, es decir, su libertad, aquella que ha adquirido luego de largas luchas

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durante el siglo XVIII, se está alienado porque otro en su lugar puede ocupar sus
derechos, hacer uso de sus facultades, gozar de sus bienes y usar sus privilegios y otro lo
ha sustituido como sujeto de derecho. Pero este individuo del siglo XIX se ha vuelto un
alienado, un enajenado, por transmitir a otro individuo distinto el conjunto de sus
capacidades que son reconocidas por la sociedad y que todo ciudadano posee y es por ello
que pierde la capacidad de hallarse entre otros individuos puesto que para ellos él mismo
es un extranjero. Es así, que la Alienación se presenta en la estructura social, que no se
reconoce a sí misma como enferma, antes que en el enfermo, en una sociedad que no
admite lo que define como anormal, la enfermedad. No se está alienado porque se está
enfermo, sino que en la medida que se está alienado, se está enfermo.

A modo de conclusión del pensamiento foucaultiano respecto de la alienación, se puede


apreciar la siguiente cita, extraída de Enfermedad Mental y Personalidad:

¨Cuando el hombre permanece extraño a su propia técnica, cuando no


puede reconocer significación humana y viva en las producciones de su
actividad, cuando las determinaciones económicas y sociales lo oprimen
sin que pueda encontrar su patria en ese mundo, entonces vive un conflicto
que hace posible el síndrome esquizofrénico; extranjero en el mundo real,
es relegado a un “mundo privado” que ya no puede garantizar ninguna
objetividad; sometido, sin embargo, a la opresión de ese mundo real,
experimenta ese universo del cual escapa, como un destino.¨ (Enfermedad
mental y personalidad, Michel Foucault, Página 101)

Ludwig Feuerbeach (1804 – 1872), nació en Alemania la cuna de la filosofía moderna.


Feuerbach feu discípulo de Hegel, y gracias a ello transitó junto a él toda su obra. Si bien
Feuerbach adhiere y adopta conceptos propios de Hegel, en otros tantos se encuentra en
una posición diametralmente opuesta al primero. Mientras para Hegel, el pensamiento es
el ser y, por lo tanto, el pensamiento es el sujeto y el hombre, el predicado, Feuerbach
invierte la matriz sujeto-predicado, afirmando que lo real es exactamente lo opuesto
donde el pensamiento es un atributo (predicado) del ser humano. Por consiguiente, es el
ser el que determina el pensamiento y no al revés. El ser humano es el sujeto y el
pensamiento el predicado. En el pensamiento de Hegel, se separa al hombre de su alma,
de su conciencia, su esencia, para luego acabar en el pensamiento de que el ser se ha
vaciado, es decir que esta esencia se halla vacía. Concluyentemente al razonamiento

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anteriormente expuesto, deriva en el mundo de Dios, en la medida en que con anterioridad


la esencia del mundo ha sido separada del mundo. Pero para Feuerbach, fervientemente
declarado ateo, el ser humano no podría derivar de la existencia de dios. Sostiene que la
religión es una expresión de la alienación del hombre, una inversión de la relación Sujeto-
Predicado. En la religión, el sujeto verdadero, el hombre, se concibe como producto
(predicado) de un sujeto ficticio dios, que se concibe como Sujeto, pero a su vez, dios,
sostiene Feuerbach, es un predicado, una construcción, un producto de los hombres. Es
así, como los hombres, le confieren a dios ficticio poderes que no son otros que los
poderes del propio hombre, poderes que por su propia naturaleza el hombre a adquirido,
poderes que corresponden a la especie humana. Fuerbach (1841) sotiene que “El hombre
afirma en dios lo que se niega a sí mismo” En uno de sus más famosos ensayos, Feuerbach
cita lo siguiente:

“La naturaleza es el Ser que no se distingue de la existencia; el hombre


es el ser que se distingue de la existencia. Pero el primero es el fundamento
del segundo; la naturaleza es el fundamento del hombre.” (Ludwig
Feuerbach - Esencia de la Religión)

Sin embargo, en contradicción con el pensamiento de Hegel, Feuerbach piensa que todas
las formas de alienación del individuo, como la religión, representan una deficiencia y no
contribuyen en modo positivo al avance, progreso, de la humanidad. Entonces, sostiene
que el avance de la historia, la evolución de las sociedades, no guarda relación con las
formas alienadas de la conciencia sino con la Naturaleza.

Sir Ken Robinson, es un doctor británico que también se desempeña como educador. Ha
transcurrido su vida estudiando los procesos educativos a todo nivel, primario,
secundario, terciario y universitario y su respectivo desarrollo en diferentes sitios
alrededor del mundo. Luego de los estudios realizados, Robinson llegó a la conclusión,
la cual plasmó a lo largo de un libro donde desarrolla con profundidad su idea, que titula
“El Elemento” (2009), que los sistemas educativos actúan profundamente como procesos
alienantes cuya utilidad y buen funcionamiento pone en tela de juicio constantemente.
Robinson (2009), sostiene que los ámbitos educativos se esfuerzan por propagar sus ideas,
sus modos, sus valores, en las ideas, en la cabeza, de los estudiantes, generando así una
suerte de desvío, donde desde pequeños somos automatizados para realizar cierta tareas,
cumplir ciertos objetivos, en fin, pensar de determinado y estricto modo y, si bien sostiene

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que algunas de estas maniobras alienantes que fomentan los diferentes estadios
educativos son necesarias para el desarrollo personal y, en mayor grado quizá, para el
desarrollo social, la construcción de una sociedad, existe cierto punto de quiebre donde
las ideas allí concebidas se implantan tan profundamente en el individuo que impiden que
este se desarrolle y expanda en aquello que le genera placer. En su libro, Robinson (2009),
afirma “La educación no necesita que la reformen, necesita que la transformen”, para
Robinson esta transformación no significa más que la posibilidad de que cada individuo
que ingrese al sistema educativo tenga la posibilidad de desarrollarse en un ámbito que le
resulte placentero, porque así lo decide él, y no en un ámbito que le impongan porque se
encuentre sometido a una arremetida de alienación constante. En su libro, Robinson
afirma que las escuelas de la actualidad guardan similitud con las fábricas del siglo XIX,
y que los estudiantes que allí residen se asemejan más a obreros que a los que debería ser,
según su concepción, un estudiante. La rigidez de los horarios, los sistemas de castigo, la
separación que se produce entre los diferentes alumnos por edades, e incluso en ocasiones
por sexo. Robinson viene a decirnos que el sistema educativo nos ha quedado obsoleto
porque produce un tipo de alienación siniestra, perversa. El sistema educativo nos desvía
de nuestro Elemento, nos desvía de realizar aquello que más placer nos brinda como
individuos para realizar aquello que es útil a un sistema que nos es impuesto, manipulado
por los intereses económicos de los grandes capitales, pertenecientes a las grandes
corporaciones, y las decisiones que a ellas son funcionales y llevan a la consecución de
su siniestro fin, ganar dinero. Es así como también hallamos la alienación en el más
cotidiano y prolongado de los procesos a lo largo de nuestra vida, en el que nos pasamos
aproximadamente 20 años, aprendiendo aquello que otros necesitan que aprendamos,
pero no aprendiendo aquello que cada individuo realmente desea aprender, la Educación.
Pero si no podemos si quiera confiar en el propio sistema educativo, cuya finalidad es
formar individuos capaces de pensar y desarrollarse por sí mismos (¿Lo es? ¿Qué pensaría
Karl Marx al respecto? Ya se lo preguntaremos) porque este también nos aliena y nos
impone su propio modo de pensar, desplazando el nuestro propio, ¿En quién podemos
confiar? O, mejor dicho, ¿existe algún ámbito cotidiano de desarrollo de nuestra vida en
el que no nos expongamos a una constante alienación? ¿Cuándo somos nosotros mismos
sin ser otros, sin ser lo que otros necesitan que seamos?

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Alienación Marxista

La alienación Marxista merece una mención aparte en el desarrollo del presente trabajo,
ya que el mismo Marx es quien comienza a hablar en términos de alienación desde la
perspectiva laboral, analizando las relaciones que se desarrollaban entre los dueños de las
fábricas que comenzaban a emerger y los trabajadores que en ella se empleaban.

Mediados del siglo XIX, revolución industrial. Aún sin si quiera acercarse a su cénit
(¿Podríamos decir que aún en el siglo XXI ha alcanzado su Cénit?), la revolución
avanzaba a pasos agigantados y, sin pedir permiso, llegaba para acabar con un antiguo
paradigma y, en palabras que utilizaría el propio Marx, imponer un nuevo orden en las
relaciones de producción.

Paralelamente se desarrollaban estos hechos en la Inglaterra Victoriana, en Francia


comenzaban a tomar fuerza los ideales de Jean Jack Rousseau, concebidos antes de la
Revolución francesa y que luego de ella iniciarían a tomar mayores fuerzas. Comenzaba
a concebirse un ideal de hombre libre, Rousseau nos invitaba a cuestionar el estado como
tal y a poner por sobre él la libertad del hombre, donde ponía en tela de juicio el lugar que
ocupaba este en la sociedad como se concebía en ese momento, sociedad que abarcaba
amplios aspectos y no solamente el orden y el gobierno. El autor, nos dice que enajenar
es dar o vender algo, cita “Ahora bien; un hombre que se hace esclavo de otro no se da,
sino que se vende, al menos, por su subsistencia, pero un pueblo ¿Por qué se vende?”.
Colocando el énfasis en la libertad del hombre, libertad que el hombre ha perdido a lo
largo de siglos de historia, Rousseau aparece en un momento crucial y comienza a
cuestionar los sistemas, alrededor de 50 años después del contrato social, se podría hallar
un paralelismo escalofriante entre la conexión de los modos de producción que
paulatinamente empiezan a desarrollarse en la época y sus escritos, se puede apreciar que
el trabajo, en el fondo de su concepción, es una suerte de esclavización donde el
empleador adquiere el derecho, que naturalmente no le correspondería, de hacer cuanto
desee con sus empleados, “Hago contigo un convenio, completamente en tu perjuicio y
completamente en mi provecho, que yo observaré cuando me plazca y que tú observarás
cuando me plazca a mí también” (Jean Jacques Rousseau, El Contrato Social, 1772)

Casi 100 años trascurren desde los escritos de Rousseau y la revolución francesa, donde
se luchaba por la libertad y los derechos de los hombres libres, hasta que Marx comienza
a desarrollar su propia idea respecto de la evolución de la economía y los medios de

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producción que se asentaban en Inglaterra. Marx nació en Prusia en 1818, luego de


doctorarse en filosofía en 1841, se casa y se traslada a París, en busca de un ambiente con
mayor libertad donde poder expresas sus ideas, un ambiente al que podríamos llamar más
liberal, años más tarde, en 1849, se movería a Londres, donde se asentaría
definitivamente, sufriendo una persecución producto de su actividad revolucionaria.
Cuando llega a Inglaterra, comienza a desarrollar su obra en torno a una creciente crítica
al capitalismo, capitalismo que comenzaba a cobrar mayor fuerza y mayor cantidad de
adeptos. Para Marx, el trabajo representa una relación de mutua transformación del
hombre con la naturaleza, en el trabajo Marx identifica tres elementos clave, el trabajo
propiamente dicho, el objeto del trabajo y los medios del trabajo. La interacción,
articulación, de estos tres elementos, dan lugar a lo que llama Relaciones de Producción,
dichas relaciones definen una determinada estructura en la cual los individuos ocupan
diferentes posiciones. Las diferentes articulaciones posibles de los tres elementos, dan
lugar a diferentes tipos de relaciones de producción. Según Marx, la historia se configura
y puede llegar a ser comprendida analizando los diferentes modos de producción que en
ella han surgido, es decir la relación existente entre las Fuerzas productivas, el grado en
que el hombre controla o domina la naturaleza, y las anteriormente mencionadas
Relaciones de producción. Cuando ambos factores llegan a un punto de contradicción, se
produce un quiebre y cambia la configuración de los modos de producción que hasta el
momento se desarrollaban, esta contradicción tiene lugar en la propia estructura y se
manifiesta como la lucha entre las clases, es decir que los grandes cambios históricos se
han producido generados por las diferentes luchas de clases que han tenido lugar. Así es
que se llega a comprender la historia como la sucesión de diferentes modos de producción,
los cuáles, según Marx, han sido: a) Modo de Producción Primitivo, cuya base es la
igualdad respecto de la escasez, b) Modo de Producción Esclavista, cuyas principales
clases sociales son los amos y esclavos, c) Modo de Producción Feudal, constituido por
Señores Feudales y Vasallos o siervos de la gleba, y d) Modo de Producción Capitalista,
formado por las cases burgueses y proletarios. Los diferentes modos de producción se
caracterizan porque una de las clases, la clase dominante de ese modo de producción, se
apropia del excedente de producción que logra a costa de la explotación de la otra clase,
clase explotada. En el modo de producción esclavista, los dueños de los esclavos se hacen
con el excedente de los trabajadores porque son sus dueños, en el feudal la explotación
se realiza a través de la apropiación de las tierra y se acentúa en el vínculo que une al

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siervo con el señor feudal, finalmente, encontramos el modo de producción capitalista,


donde centraremos nuestro análisis e investigación, ya que allí se produce el seno de la
alienación laboral en la que Marx centra su análisis, ya que para él la evolución histórica
que se produce respecto del desarrollo de los medios de producción se encuentra
íntimamente ligado al modo en que el sistema capitalista realiza la explotación del
individuo y cómo despliega maquiavélicos medios para su fin.

“Los hombres hacen su propia, pero no la hacen arbitrariamente, bajo


circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias
directamente dadas y heredadas del pasado. La tradición de todas las
generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”
(Karl Marx, el 18 Brumario de Napoleón Bonaparte, 15)

Para Marx, la principal contradicción del capitalismo se produce en la relación existente


entre burguesía y proletariado. Según él, el proletariado produce la burguesía y, al
producir y expandir esta clase, los capitalistas producen sus propios verdugos, porque
incrementan el deseo de las fuerzas proletarias de enfrentarlos y, así, logran acercarse
paso a paso a la revolución comunista que acabaría con la madre de todos los males, el
sistema capitalista.

Antes de sumergirnos en la alienación marxista, como daremos en llamar al concepto


alienación según la utilización que Marx hace de él, cabe mencionar algunos aspectos
relevantes el caso, como ser la concepción que posee Marx respecto del hombre como
sujeto, como individuo. Para el autor, en los tiempos anteriores al capitalismo la
humanidad había tenido que sobrevivir a condiciones muy severas como para permitir
que los individuos se autorrealizaran, estos se encontraban demasiado preocupados en
hallar comida, un lugar habitable y protección que se volvía prácticamente imposible
desarrollar algunas de sus capacidades superiores. Así es que Marx desarrolla el concepto
de capacidades y necesidades, siendo las primeras las facultades y aptitudes de las
personas y las últimas aquellos deseos de los individuos respecto de cosas que no pueden
obtener inmediatamente. Por otro lado, realiza una distinción entre los humanos y los
animales, sosteniendo que las capacidades y necesidades naturales aquellas que
compartimos con los animales, mientras que las necesidades específicas son
exclusivamente humanas, entonces, para Marx, el humano se distingue de los animales
por su capacidad de conciencia, esa capacidad de ligar la conciencia a los actos y acciones

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que realiza, y así controlar sus actividades mediante esta capacidad de conciencia. Pero,
¿Qué es la alienación para Marx? ¿Por qué es relevante para su estudio?

Según el autor, la Alienación es una distorsión social que se produce sobre el individuo
trabajador en la sociedad capitalista. Producto de la alienación, el trabajador se rebaja a
la calidad de mercancía. El trabajador se vuelve más pobre cuanta más riqueza produce,
cuanta más mercancías produce, ya que la desvalorización del mundo de los hombres
aumenta en forma directa y proporcional respecto la valorización del mundo de las cosas.
Cuánto mayor dinero obtiene el empleador con el mismo tiempo y la misma mano de
obra, tanto menor es el valor que toma el trabajo realizado por el empleado, ya que se
produce más con los mismos recursos, el mismo trabajador produce mayor cantidad de
mercancías. El trabajador se encuentra alienado porque el objeto el cual produce durante
su tiempo laboral le es ajeno a él mismo, su trabajo se presenta como un ser ajeno, una
fuerza independiente de sí mismo, ya que el objeto de su trabajo se vuelve una existencia
externa a él que existe fuera de él, como algo independiente. Cuanto mayor es el trabajo
que genera el trabajador, mayor se torna el mundo objetivo que crea ante sí, el mundo
ajeno a sí mismo; consecuentemente más pobre se vuelve el mundo interno del trabajador,
él es cada vez menos dueño de sí mismo. Sin embargo, la alienación no se produce
solamente en el objeto del trabajador, en el producto de su trabajo, si el producto es una
consecuencia directa de la actividad del trabajador, la actividad en sí es una actividad
alienada, enajenada. La exteriorización de la alienación del trabajo, se manifiesta en que
el objeto no es propiedad de este, sino de otro, que no le pertenece, en que el trabajador,
finalmente, no se pertenece a sí mismo. Marx, define la alienación:

“El trabajo es externo al trabajador, es decir: no pertenece a su esencia;


consiste, por ende, en que el trabajador no se afirma en su trabajo, sino que
se niega; en que no se siente bien, sino desdichado; no desarrolla ninguna
energía espiritual y física libre, sino que maltrata su ser físico y arruina su
espíritu. Su trabajo no es voluntario, sino impuesto, es un trabajo forzado. Por
ello no es la satisfacción de una necesidad, sino un medio para satisfacer
necesidades externas al trabajo.” (Manuscritos Económicos Filosóficos, Karl
Marx, 1844, página 110)

Es así que Marx analiza la alienación sufrida por el individuo en sus espacios de trabajo
desde dos grandes perspectivas: 1) La relación del trabajador con el producto de trabajo

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como un objeto ajeno que lo domina; 2) La relación del trabajo con el acto de producción
dentro del trabajo, relación que existe entre el trabajador y su propia actividad como algo
ajeno, que no le pertenece. Luego, el autor realiza una tercera determinación respecto del
trabajo alienado, que se concluye de las dos anteriores. Según Marx, el hombre es un ser
genérico porque se relaciona, en primer lugar, consigo mismo y, luego, con el resto de los
individuos, como especie, como un ser universal que por ello, debe ser libre. La naturaleza
es un cuerpo inorgánico del hombre, por lo que no es ella misma el cuerpo humano, sino
otro cuerpo diferente a este. Por lo tanto, el humano vive de la naturaleza, ello quiere
decir que la naturaleza se relaciona con ella misma, porque el humano es, por
antonomasia, parte de la naturaleza misma.

Es así, como se pueden distinguir cuatro componentes básicos de la concepción marxista


de la alienación, cuatro estadios en los que el trabajador se encuentra alienado en sus
lugares de trabajos:

1. Alienación respecto de la actividad productiva: El trabajador se encuentra alienado


de la actividad productiva en la medida en que no trabaja para sí mismo, sino que lo
hace para otro, dueño de los medios de producción. La relación del trabajador con el
producto como un objeto ajeno que lo domina.

2. Alienación respecto del objeto de su trabajo: El trabajador se encuentra alienado


respecto del propio objeto del cual es fruto su trabajo productivo. Este objeto ajeno
y externo a él lo domina. El producto del trabajo pertenece, en última instancia, a
otro distinto del trabajador, es, en última instancia, el capitalista el dueño del objeto
producto del trabajo del individuo.

3. Alienación del hombre respecto del hombre: El individuo se encuentra alienado,


también, respecto de aquellas actividades propias de la raza humana, aquellas
actividades que lo distinguen de los animales. Se aliena el hombre de su propio
cuerpo, como de su ser espiritual, su esencia humana. Es así que aquellas cualidades
que debieran diferenciarlo de los propios animales, lo vuelven también un animal ya
que termina siendo condenado a cumplir con sus funciones básicas, más animales y
primitivas, el hombre se aliena de su esencia humana, como se podría apreciar en el
siguiente fragmento:

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“Se llega, pues, al resultado de que el hombre (el trabajador) solo siente que actúa
libremente en sus funciones animales -comer, beber y procrear- y en sus funciones
humanas solo se siente un animal. Lo animal se convierte en lo humano, y lo humano
en lo animal.” (Manuscritos Económicos Filosóficos, Karl Marx, 1844, página 110)

4. Alienación del individuo respecto sus compañeros de trabajo: Refiriendo a la


alienación del hombre respecto otro hombre, en este caso, sus compañeros de trabajo.
En la medida en que el individuo se encuentra alienado e su propia esencia humana,
de su propia especia, también lo hace respecto de otros individuos. Cada hombre
considera a otro según el parámetro y la relación en que se encuentra él mismo en
cuanto trabajador. Si el hombre se ve imposibilitado de encontrarse consigo mismo,
también lo hace para encontrarse con otro hombre.

A través del siguiente fragmento, también podemos hallar un modo de alienación distinta
a las anteriores, un modo de alienación que se cuela por los portones fabriles del siglo
XIX, para sumergirse en la contemporaneidad. Hallamos alienación en el consumismo,
en el acto mismo de consumir, de poseer:

“Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo
que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi
fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del
dinero son si -de su poseedor- cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y
lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad.
Soy feo, pero puedo comprar la más hermosa de las mujeres. Por lo tanto, no
soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada
por el dinero. Soy un hombre malo, sin honor, sin conciencia y sin ingenio,
pero se honra el dinero, luego también soy su poseedor. El dinero es el bien
supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia
de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el
dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿Cómo podría carecer de
ingenio su poseedor? Él puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, y
¿No es quien tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el
talentoso? ¿Es que no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el
corazón humano ansía, todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi

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dinero todas mis carencias en su contrario?” (Manuscritos Económicos


Filosóficos, Karl Marx, 1844)

Es singular modo de Alienación, y quizá el que se aprecia con mayor facilidad y


frecuencia en la actualidad, un modo de alienación propio del desarrollo de las sociedades
capitalistas, nos viene a decir Marx que es una alienación donde el individuo pierde su
individualidad, aquello que lo define como ser, dando lugar a un particular ser que se
define por aquello que puede comprar, aquello que puede poseer, que en última instancia
representa el dinero que puede poseer, por sobre su individualidad propia de sí, por sobre
su humanidad.

Pero si para Sartre el individuo se encontraba determinado por su existencia, es decir por
su ser y hacer en el mundo objetivo que lo rodeaba, el consumismo propio de las actuales
sociedad, ¿No es parte también de ese mundo-objeto que nos rodea? Y si somos lo que
podemos poseer, lo que podemos comprar, ¿No estamos relegando a un segundo plano
cuestiones que deberían ser de mayor relevancia en el individuo que la mera cantidad o
calidad o precio de los objetos que puede poseer? Y entonces, ¿Por qué lo hacemos? ¿Por
qué definimos al individuo por su capacidad de poseer por sobre su capacidad de ser, de
existir?

Alienación Contemporánea
¿Qué es la contemporaneidad? En este apartado, nos dedicaremos a las corrientes
contemporáneas de la Alienación, entendiendo por corrientes contemporáneas a aquellas
corrientes que se han dedicado a estudiar la alienación en un período de tiempo más
cercano al actual que las demás corrientes. Estas corrientes contemporáneas pertenecen
al siglo XX y sus principales exponentes son Michel Foucault (1926 – 1984), a quien ya
hemos analizado en el apartado anterior por proponer una acepción del término enfocado
desde las ciencias médicas, Emile Durkheim (1841 – 1917) y Alain Touraine (1925 –
Actualidad)

A lo largo de los apartados anteriores, hemos realizado un recorrido respecto de la


evolución del término alienación, desde su primera acepción, y quizá la creación del
mismo, al menos en sus aspectos filosóficos y como estudio en el campo social, por parte
de Hegel, hasta el análisis más cercano a nuestros tiempos, que abordaremos en este

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apartado, realizados por el francés Alain Touraine. Si bien el termino ha sufrido diferentes
modificaciones durante su evolución o, dicho de otro modo, cada pensador lo ha
interpretado a su modo y le ha incorporado su propia exégesis, el mismo mantiene una
vigencia difícil refutar. Aún, de mano del voraginoso avance de la tecnología desde fines
del siglo pasado hasta la actualidad, se han acentuado los medios que disponen las
organizaciones, tanto privadas como públicas, en este caso el Estado, para alienar a los
individuos, manipulándolos en favor de sus intereses. El término Alienación, como se
utiliza socialmente en la actualidad, tuvo una primera aparición, quizá sin utilizar el
término en sí, pero sí manteniendo el corazón de la idea que subyace en el mismo, en los
escritos y en las ideas de Emile Durkheim, a principios del siglo pasado.

Emile Durkheim, a quien muchos denominan como el primer sociólogo, o el padre de la


sociología, por haber arribado la misma como una ciencia en sí y no como una
consecuencia o un desprendimiento de otras ciencias, acuñó el término hechos sociales.
Para Durkheim, los hechos sociales son las estructuras sociales, así como las normas y
valores culturales que son externos y coercitivos para los actores, son las ideas y
comportamientos presentes en determinado grupo social. La importancia del término
radica en que, para Durkheim, los hechos sociales son externos al individuo, idea que se
condice con el desarrollo que hemos realizado hasta el momento respecto de la alienación.
Durkheim, reconocía dos tipos de hechos sociales, los que daba en llamar hechos sociales
materiales y hechos sociales inmateriales. Los hechos sociales son materiales cuando los
mismo llegan a materializarse en la sociedad, a través de la creación de instituciones y
entidades reales, algunos de ejemplos de ellos son la arquitectura, como construcciones
arquitectónicas en sí, y el derecho. Por otro lado, hallamos los hechos sociales
inmateriales, los que podríamos denominar como aquella conciencia social que no llega
a materializarse ni exteriorizarse, es decir la cultura junto con las normas y valores
presentes en una sociedad o grupo de individuos. Para Durkheim, los grupos de individuos
forman un tipo de idea que, aunque no llega a materializarse, actúa como si fuera un único
individuo: “Las mentes individuales, formando grupos mediante la fusión y conjunción,
producen un ser, psicológico si se quiere, que constituye una individualidad psíquica de
un tipo diferente.” (Durkheim, 1895). La división del trabajo en una sociedad afirma
Durkheim, es un hecho social material que indica el grado en que las tareas o las
responsabilidades se especializado. Entonces, ¿Podemos afirmar que la alienación del
individuo sea, en caso, un hecho social inmaterial? Desde esta perspectiva de análisis,

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podemos considerar la alienación como un hecho social inmaterial, ya que el proceso a


través del cual se aliena a los individuos de una sociedad no llega a materializarse por
medio de ningún mecanismo, más bien es un proceso que se produce de modo subyacente
y, sin que el individuo llegue a notar que está sucediendo.

Otro aporte de suma relevancia realizado por Durkheim es el concepto de Conciencia


Colectiva, al que define como “Conjunto de creencias y sentimientos comunes al término
medio de los miembros de una misma sociedad, que forma un sistema determinado.”
(Durkheim, 1893). Para el presente trabajo, el término Conciencia Colectiva cobra una
relevancia primordial, ya que nos invita a cuestionar ¿Quiénes son los encargados de dar
forma a esa conciencia colectiva? Y, si todos los miembros de una sociedad juegan el
mismo rol en la formación de esa conciencia colectiva o algunos logran imponer sus ideas
por sobre los demás, y luego, ¿Qué efecto tiene la conciencia colectiva sobre la conciencia
individual? Según el desarrollo de Durkheim, la conciencia colectiva es coercitiva para
con el individuo. Es decir que la sumatoria de los individuos de una sociedad forman una
conciencia colectiva, pero luego esta forma la conciencia individual de cada uno de estos
individuos, aunque el individuo, en ocasiones desarrolle su pensamiento y su moralidad
en una dirección contraria a la propia conciencia colectiva, es por ellos, que podríamos
decir que la conciencia colectiva tiene la cualidad de alienar al individuo, ya que
estructura y determina su modo de pensar. Es la conciencia colectiva la que piensa por el
individuo y no el individuo quien piensa por sí mismo.

A mediados del siglo XIX, comienza a hacer aparición una nueva concepción del término
alienación. Se desarrolla en el seno de la Sociología, ciencia que desplegaba una
incipiente aparición y comenzaba a fundarse como tal. Desde cualquier ángulo de análisis,
el término alienación se proscribe de toda ciencia para ubicarse ineludiblemente en la
Sociología, esto se debe a que la alienación no estudia al individuo ajeno a un grupo
social, sino que se comprende el individuo y los grupos de pertenencia donde este se
desenvuelve. Es así como, hacia 1960, nace el término de Sociedad PosIndustrial, de la
mano de Alain Touraine (1925 – Actualidad). Touraine realiza un análisis de la sociedad
contemporánea, la que decide nombrar con el seudónimo de Post Industrial, ya que
analiza una época donde la industria dejó de existir como tal para evolucionar hacia otro
modo de producción diferente (¿evolucionar?). Touraine se propone analizar cómo el
carácter de un sistema social, una sociedad o un grupo, acciona sobre los individuos y su
modo de pensar, es decir cómo actúan las fuerzas alienantes. Afirma que este nuevo de

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sociedades, las Post Industriales, también podría ser llamada Tecnocráticas o


Programadas. Post Industriales, considerando la distancia que las separa de sus
predecesoras, las sociedades industriales, donde dominaba el capital y el tipo de industria
que naciera a fines del siglo XVIII, Tecnocráticas, atendiendo al tipo de poder por el que
se encuentran dominadas, o bien Programadas, apelativo proveniente de la naturaleza de
los métodos de producción presentes y su organización económica. Las sociedades Pos
industriales, como nos referiremos a partir de ahora para utilizar un único seudónimo de
los mencionados, se caracterizan por no poseer rasgos de lucha y decisiones económicas
autónomas que presentaban las anteriores sociedades, ya que los modos de producción
actuales han aumentado los niveles de productividad hasta horizontes nunca antes
concebidos, la sociedad actual es conducida por el crecimiento económico en mayor
medida que ninguna otra sociedad en la historia. El crecimiento presente se debe a un
complejo entramado de factores sociales, no solamente a la acumulación de capital,
relacionado principalmente con el conocimiento y la capacidad creativa de reinventarse
que presenta la sociedad actual. Esto, ha producido que todos los dominios de la vida se
encuentren integrados, en mayor medida, en lo que damos en llamar factores productivos.
Touraine afirma que se continúa hablando de Explotación Económica, cuando sería más
preciso hablar en términos de Alienación, donde se define nuestra conciencia de
contradicción social, que implica una mayor complejidad que el primero. La explotación
económica es menos diferenciable en la sociedad actual, y pierde su sentido para definir
las contradicciones sociales, que ahora son mejor definidas en términos de alienación. La
Alienación implica un modo de Dominación Social, que se presenta de tres modos:

a. Integración Social: El modo de producción actual impone un estilo de vida cuyos


objetivos se encuentran fuertemente vinculados con el poder del sistema. El
individuo se encuentra obligado a ser parte de un sistema de organización social y
poder que promueve los objetivos de la producción.

b. Manipulación Cultural: Los límites al crecimiento no se encuentran en los factores


productivos, los cuales se ha demostrado que se desplazan con la evolución de la
tecnología, sino que se encuentran en la influencia y el control que el sistema ejerce
sobre las necesidades de los individuos, a través de diferentes instituciones, como ser
las educativas.

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c. Agresividad Política: Las organizaciones político económicas se hallan en una


posición de poder como nunca antes, realizando una analogía se podría comprender
que se encuentran en la cima de una torre de control, mientras debajo se halla la
sociedad, vigilada constantemente.

En contraposición con la idea Marxista de la alienación, Touraine sostiene que en la


actualidad es más preciso hablar en términos de alienación que de explotación, siendo el
primero un término que define las relaciones de los individuos y el segundo una relación
económica. Un individuo no se halla alienado porque sus necesidades naturales hallan
colisionado contra una sociedad deshumanizada, por una línea de ensamblaje, por la
congestión urbana o los medios de comunicación, sino que se halla alienado por las
relaciones sociales que desarrolla. Para el autor, un individuo se encuentra alienado
cuando su única relación con la sociedad y la cultura de esa sociedad hacen a su propia
dominación. Alienación significa suprimir la idea de conflicto social creando una
conciencia dependiente. El individuo alienado no llega a ser consciente de las actividades
que lo alienan, ni quién lo aliena. Los conflictos sociales a los que se enfrenta el individuo
alienado contemporáneo, poseen un matiz con una profundidad y un entramado mayor
que el simple conflicto entre capital, estructura económica y decisiones político
económicas. Los nuevos conflictos sociales se determinan a partir de los roles que son
asignados a los segmentos marginales de la sociedad rechazados a sus roles sociales, el
rechazo de la alienación se produce hacia quienes ejecutan y quiénes determinan los
valores culturales.

El hombre alienado es el que carece de otra relación con las orientaciones sociales y
culturales de su sociedad que la que le reconoce la clase dominante como compatible con
el mantenimiento de su dominación. La alienación es, pues, la reducción del conflicto
social por medio de una participación dependiente. Las conductas del hombre alienado
carecen de sentido salvo si se consideran como contrapartida a los intereses de quien le
aliena. La alienación consiste en la supresión del carácter antagónico de las clases o de
las posibilidades de lucha para modificar el esquema vigente, debido a una política de
dominación que tiende a reducir el conflicto mediante una democratización superficial a
través del consumo. Para el autor, la nuestra es una sociedad de alienación, no porque
reduzca a la gente a la miseria o imponga coerciones policíacas, sino porque seduce,
manipula e integra.

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Alienación en las Organizaciones

¿Cómo acciona la Alienación en las Organizaciones? ¿Y en las organizaciones actuales?

El individuo piensa lo que otro necesita que piense, en este caso la organización. Estar
alienado significa que no es el individuo el que define sus pensamientos, sus ideas, sus
deseos, sus sentimientos, sus valores, sino que está repitiendo, sin notarlo, sin
cuestionarse al respecto, lo que otros necesitan que sean. La enajenación se produce
principalmente en el trabajo. Lo propio del trabajo es la vocación personal del ser
humano, en el lugar donde debería sentirse pleno vocacionalmente. En el trabajo, en
realidad se siente como un animal, porque no hace aquello que lo realice en términos de
humanidad. Y cuando finaliza su trabajo, al final del día y llega a su hogar y hace aquellas
funciones mínimas, funciones animales, como dormir, comer, reproducirse, lo que
comparte como función animal, en definitiva, es lo que lo hace humano.

Antes

Antes de comenzar con el desarrollo de este apartado, plantearemos algunas preguntas


que, acaso, funcionarán como guía para comprender el desarrollo al que se intenta
abordar, el fin que se persigue.

¿Por qué los individuos se forman parte de las organizaciones? ¿Cuál es la motivación
que posee un individuo para formar parte de una organización? ¿Siempre ha sido así?

La revolución industrial, proceso ocurrido principalmente desde principios del siglo XIX,
fue característico por representar un trascendental cambio exponencial para la industria,
el comercio, la sociedad y la economía, primero en Gran Bretaña y luego en el resto del
mundo, que, hasta ese momento transcurría aletargado, a paso lento y seguro (¿seguro?).
Los avances tecnológicos y científicos característicos de la época modificaron de modo
radical no sólo la concepción que hasta ese momento se poseía respecto del mundo, sino
el modo de vivir de las personas y la configuración de la sociedad y las ciudades. Hacia
mediados del siglo XIX, una fábrica con 300 empleados, en Gran Bretaña, se consideraba
como una factoría muy grande. Sin embargo, algunos años antes no podrían haberse
encontrado fábricas de este tamaño. Estos primeros asentamientos fabriles, se destacaban

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por poseer una fuerte injerencia militar, que hasta la actualidad podemos encontrar en las
organizaciones contemporáneas, producto de la presencia de altos mandos militares que
se encargaban de la gestión de los ferrocarriles ingleses y el desarrollo portuario y que,
paulatinamente, ganaban terreno en las empresas privadas, espacio que no se basaba en
su capacidad de mando ni en un aprecio de los capitalistas por los cargos jerárquicos
militares, sino en la incapacidad de la empresa privada de la época para hallar una
alternativa diferente para llevar adelante sus negocios. El modelo que prevalecía algunos
lustros antes de la aparición de estos modelos con impronta militar, se caracterizaba por
ser un modelo básico de administración preponderantemente familiar, una autocracia
familiar patriarcal. Sin embargo, este modelo, paulatinamente fue dando lugar a otro más
tiránico y despótico, a otro que se asemeja en mayor grado a los modelos que conocemos
en la actualidad.

Las fábricas, con el incipiente desarrollo y el aumento del consumo, comenzaban a


desplegarse y aumentar su tamaño, la combinación vertical y horizontal de estas
organizaciones producía imperios industriales que controlaban la vida de cientos de
personas que dependían exclusivamente de ellas. La propia configuración de estas
empresas y su influencia en el contexto inmediato que las rodeaba, producía que la
imagen, el aspecto y la estructura de las grandes ciudades, aunque muchas de ellas hasta
luego de la aparición de las fábricas no se consideraban como tal, se modificara de modo
radical. Comenzaban a surgir edificios de alturas que, hasta el momento, hubieran sido
imposibles imaginar. Se caracterizaban por presentar condiciones inhumanas de vida,
donde reinaban el hacinamiento y el amontonamiento. Se cree que a pesar de las reformas
sanitarias que se intentaron llevar adelante en la época, sumado a un cierto grado de
planificación, no lograron aumentar ni la salud ni disminuir las tasas de mortalidad. Las
ciudades comenzaban a asentarse como tal, quizá a costa de un precio muy alto, quizá a
costa de una cantidad irrisoria de vidas. La fabricas habían llegado de la mano del
capitalismo para generar un notorio deterioro en el hombre citadino, un hombre que
comenzaba a sufrir la alienación del modo más crudo en que podía imaginarse, un hombre
que se encontraba encarcelado por grandes muros, donde debía transcurrir hartas horas.
Pero, ¿Qué motivaba a estos hombres a permanecer tantas horas soportando condiciones
infrahumanas en estas fábricas de mitad de siglo? ¿En busca de qué se desplazaban hacia
ciudades donde debían soportar condiciones pavorosas? En El Leviatán, de Thomas
Hobbes, podemos acercarnos a su idea de que el hombre resigna su libertad, lo más

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preciado que puede poseer, entregando ésta al Estado, a la organización de una sociedad
que con sus leyes comienza a coartar esta libertad de acción, a cambio de obtener
seguridad, seguridad que también es brindada por este Estado opresor por medio de las
mismas leyes que privan su libertad. Hobbes afirma que antes de la aparición del estado,
el hombre se encontraba en un incesante peligro que acechaba en todo momento, debido
a que no existían aparatos capaces de garantizar y regular las diferentes comunidades que
se desarrollaban. Del mismo modo que la analogía utilizada por Hobbes, podemos decir
que el hombre del siglo XIX entrega su libertad a las grandes empresas que comienzan a
surgir y acaparar todos los aspecto de su vida, a cambio de cierta seguridad. El siglo en
cuestión se caracterizaba por la inseguridad presente, según Eric Hobsbawn (1998):

“La inseguridad era para el mundo del capitalismo el precio pagado por el
progreso y la libertad, por no hablar de la riqueza, y era soportable por la
constante expansión económica. La seguridad podía adquirirse –al menos en
ciertas ocasiones-, pero no estaba destinada a los individuos libres, sino a los
empleados cuya libertad se encontraba estrictamente restringida.” (La era del
capital, Eric Hobsbawn, 1998, página 229)

La clase obrera, a diferencia de la clase capitalista dominante, se encontraba acechada


constantemente por la inseguridad, esta representaba una amenaza real. Los trabajadores
no contaban con reservas suficientes y los que podían vivir de sus ahorros por algunas
semanas o meses eran escasos y considerados “raros”. Tampoco el salario de los obreros
más calificados era suficiente, siendo este también escaso y muy modesto.

Ciertamente, como podemos apreciar, las fábricas y el modo de producción capitalista


irrumpieron en la historia para cambiar trascendentalmente la configuración de un mundo
que hasta el momento parecía no despegar de su statu quo, o que lo hacía a un paso
excesivamente lento. Sin embargo, nos planteamos si realmente esos cambios
significaron un avance en la historia de la humanidad, si realmente el desarrollo no ha
generado una acumulación de capital sin precedentes y beneficiado solamente a unos
pocos, dueños de fábricas, dueños de las tierras, dueños del capital. Ciertamente, con la
aparición del capitalismo y la era de las industrias, los obreros que allí de empleaban no
poseían mejores condiciones de vida que 50 años atrás; sin embargo el aparato estatal, la
acumulación del capital y las condiciones de las grandes ciudades propiciaban mano de
obra barata para los capitalistas dueños de las factorías, que aprovechaban la necesidad y

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la constante inseguridad a la que se enfrentaba la clase obrera, despojándose de su


libertad, para nutrir sus filas de esclavos y engrosar los beneficios obtenidos.

“Soy un soldado, un soldado de la industria

Como tú, yo tengo mi bandera.

Mi trabajo ha enriquecido a la patria.

Y, como tú sabes, mi destino es glorioso.”

El fragmento que podemos leer era escrito y cantado en la época industrial por un
poetastro en la ciudad de Lille, Francia. Nos permite apreciar la alienación llevada a su
máxima expresión, la alienación sufrida por el individuo en una época donde disponía el
capital, una época donde la vidas humanas y su desarrollo habían sido relegadas a un
segundo plano, porque el capital y la constante búsqueda sin fin de cuantiosos beneficios
prevalecían por sobre las condiciones en que se desarrollaba el trabajo, porque el
trabajador era un ser que merecía condiciones inferiores, porque era un ser inferior,
porque el trabajador era una mercancía más, una materia prima más para el desarrollo de
la industria y por ello no podía, ni tenía el derecho a desarrollarse. Su vida no valía lo
mismo que la vida de los grandes capitalistas. Era inferior. ¿Acaso con el paso del tiempo
hemos evolucionado en otra dirección? ¿Será acaso que en la actualidad tenemos una
mayor consideración por la humanidad, por nuestra propia vida?

Después

Finales del siglo XIX. Más de doscientos años han transcurrido desde el modelo de
empresa mencionado en el anterior capítulo, a pesar de ello, gran cantidad de aspectos se
mantienen iguales. No han cambiado. Al menos para los trabajadores, que deben sufrir
las mismas consecuencias, pero en distinto momento histórico. Ha nacido un nuevo
movimiento, este movimiento se ocupa de la dimensión espiritual de la empresa y busca
conferirle un status de instrumento para el desarrollo personal de sus empleados. La
empresa toma a su cargo la satisfacción de la necesidad humana del quién soy y del quién
quiero ser.

El mundo posmoderno en el que vivimos en la actualidad. Se encuentra dominado por


nociones de estructura, racionalidad, progreso, verdad científica, planificación, etc. Esta

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posmodernidad, nos impulsa a interrogar y poner a prueba los modos de comprender el


mundo que hemos desarrollado, nos empuja a romper paradigmas y reemplazarlos por
otros nuevos, que de algún modo logren explicar la complejidad que la caracteriza. La
sociedad se ha transformado y la lucha de clases referida por Marx hace doscientos años
se ha vuelto menos clara y pareciera no ser de utilidad para arribar un análisis estructural
de la sociedad actual. En la actualidad, los individuos forman parte de una extensa red
desarrollada por el constante contacto y la relación de los diferentes grupos a los que
pertenecen. Nos encontramos frente a una sociedad Centrífuga, donde cada individuo se
desplaza de un grupo a otro manteniendo una multiplicidad de identidades sociales. Sin
embargo, con ello no se hace referencia a que se ha eliminado la desigualdad entre clases,
desigualdad que existe desde antes incluso que Marx comenzara a escribir y pensar sobre
ello, sino que los signos de distinción o similitud que promueven la pertenencia a
determinada clase son cada día más imprecisos, más cambiantes y más débiles.

En esta sociedad posmoderna actual, donde la distinción de clases se vuelva más difusa,
las organizaciones han ocupado un rol que antaño no les correspondía, se han vuelto
proveedoras de sentido, son las encargadas de brindarle a cada individuo su status social.
El éxito social de una persona se encuentra estrechamente ligado a su profesión, es decir,
los mecanismos de selección y orientación determinados por el aparato educativo, la
empresa y la administración. Esta sociedad actual, donde la clase a la que pertenece una
persona se encuentra determinada, en fin último, por el puesto que dicha persona ocupa
dentro de una empresa, u organización de todo tipo, y la constante búsqueda de éxito, es
la sociedad que Nicole Aubert denomina Sociedad Managerial. El término sociedad
managerial deriva del inglés de administración, management. Nos encontramos frente a
una sociedad el “éxito” personal y profesional, o lo que por ello pueda entenderse, por
cualquier otra característica.

Las empresas modernas no poseen fronteras fijas, tanto externas como internas, sino que
producto de la globalización circundante y el advenimiento y la irrupción de la tecnología
en todos los aspectos de la vida cotidiana, en palabras de Aubert:

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“Es precisamente esta evolución uno de los factores determinantes en la


mutación de las relaciones entre el individuo y las organizaciones o empresa,
presenciamos el nacimiento de un ser híbrido, mitad hombre y mitad
organización, del que el mánager es el arquetipo.” (El Coste de la excelencia,
Nicole Aubert, 1993, página 33)

Es así como nos hallamos frente a un hiperdesarrollo de las funciones de las empresas
actuales, este hiperdesarrollo nos empuja a cuestionarnos la versión sociológica inicial
que definía la empresa como un hecho social, como algo producido por la sociedad. En
la sociedad posindustrial se ha revertido ese esquema y la empresa ha desestimado su
antiguo rol de hecho social, dando lugar a un nuevo rol, la empresa como elemento central
de la producción de la sociedad. La empresa como dadora de sentido a una sociedad que
se encuentra perdida en las antípodas de un siglo que nos invita a transitar un camino
oscuro y de desconocimiento, una sociedad que comienza a perder distinciones sociales
mientras las empresas ganan mayor terreno como productoras de sentido. El beneficio
continúa siendo el motor de movimiento de la sociedad actual, y para lograrlo, se
concentra en dos polos, el individuo trabajador y la empresa. La empresa invita a cada
individuo a aprovechar sus talentos y alcanzar la excelencia en todos los terrenos de
participación, para ello la empresa invita a medir la realización personal en función de los
resultados financieros de la firma, buscando eliminar el antagonismo entre beneficio
individual y beneficio de la empresa y destruyendo la confrontación Trabajo/Capital.

Gestionar una empresa podría resumirse como el trabajo de canalizar diferentes energías
individuales, con el fin de lograr una sinergia colectiva. En esa dirección es que las
empresas han desarrollado diferentes estrategias que han evolucionado con el paso del
tiempo, en la actualidad despliegan la estrategia de Animación, que busca la expresión y
estimulación de los sentimientos de los individuos que son parte de ella. El individuo pasa
de un ser pasivo a un ser activo que siente la necesidad de darse constantemente a algo,
de entregarse de lleno a esa empresa que lo estimula, entregarse de lleno a esa comunidad
exitosa, que triunfa. Se pasa de someter el cuerpo, como ocurría hace dos siglos, a
estimular la mente y la imaginación para lograr la alienación, y su consecuente entrega
total, del individuo. Así, se abre paso a un nuevo sistema, denominado “Sistema
Managinario”, donde la interiorización de los valores, filosofías y objetivos por parte del
individuo (Alienación) provoca la adhesión de estos a las empresas. Se logra una
simbiosis entre individuo y empresa, esta simbiosis se logra a través de la adhesión de del

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individuo a proyectos comunes, declaraciones de principios y actividades de la empresa


destinadas a potenciar e implantar aquellos valores que esta lleva como estandarte.

“Hacer desaparecer la distancia entre trabajador y empresa, exacerbada por


el taylorismo. Una revolución casi copernicana; para que el trabajador no esté
contra la empresa, ha de dejar de estar frente a ella, y no basta que esté con
ella, sino que es necesario que se funda con ella. Tiene que volverse empresa,
participar de su sustancia, ser una parte del todo y ser el todo en la parte.” (El
coste de la excelencia, Nicole Aubert, 1993, página 48)

La empresa ha pasado a ocupar hoy el espacio que antaño ocupaban la familia y la iglesia
como transmisoras de determinados valores a la sociedad. De la empresa emana un
modelo de comportamiento y un modo de ser y vivir que se articula sobre valores como
éxito, conquista y excelencia. Esta excelencia que promueven las empresas es una
deformación del concepto primigenio que ha detentado en la meta a alcanzar por cualquier
organización. Si antes la excelencia designaba una cualidad intrínseca a la persona u
objeto al que se hacía referencia, actualmente la excelencia significa un modo de hacer
las cosas siempre mejor que los demás. Y es gracias a esta búsqueda de la excelencia que
las empresas contemporáneas logran un alto grado de alienación en los individuos, ya que
vivimos en una sociedad altamente individualista que se halla en perfecta armonía con
los ideales que promueven las empresas. Han logrado imponer el nuevo imperativo
categórico de esta época, “Ser el Mejor”, alcanzar la excelencia pareciera suponer la
realización del individuo, el fin último de cada uno de nosotros, la excelencia se vuelve
la meta a alcanzar. Pero, ¿Qué es la excelencia?

El Individuo actual, encuentra en la empresa contemporánea un sitio que le otorga sentido


y afán de realizarse, la misma deja de ser un simple lugar de trabaja y se vuelve el centro
de búsqueda de placer. Este hombre es denominado Hombre Managerial, porque se
encuentra alienado por su puesto, el lugar que ocupa en determinada estructura laboral y
por la empresa para la que trabaja. Esta alienación se produce en el momento en que este
individuo busca, y encuentra, en la empresa la realización de sus propios deseos, sus
intereses y sus proyectos, los mismos que no dejan ser los de la empresa, y extrae de ella
los valores y el sentido de su existencia. Este hombre Managerial se determina por el
resultado de un doble fenómeno recursivo, donde es a la vez producto y productor.
Productor por acudir a la empresa buscando calmar la sensación de vacío que le provoca

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la sociedad posmoderna y la otra necesidad de “realizarse”, esa necesidad de creer en


algo. Producto, porque es la empresa la que lo aliena imponiéndoles, en silencio,
agazapada, sus valores, proyectos, objetivos e ideas.

Es así, como luego del análisis realizado, nos encontramos nuevamente frente a la
pregunta que se nos presentaba en el anterior capítulo, ¿Qué es lo que mueve al individuo
a trabajar? ¿Por qué trabaja el individuo? Sin embargo, este individuo es diferente al que
se nos presentaba en el anterior capítulo, no solamente porque lo separan casi dos siglos
con el primero, sino porque es estructural y mentalmente diferente, porque la historia ha
sufrido drásticas modificaciones que han impactado de lleno en el ser. Este individuo de
en las antípodas del siglo XXI ya no se dirige cada día a su lugar de trabajo buscando
simplemente seguridad, ya no, sus necesidades han mutado (¿evolucionado quizá?), este
individuo propio del siglo XXI decide ir cada día a su trabajo para llenar un vacío
existencial, vacío para el que no halla otro modo de llenarlo que no sea a través de las
búsqueda de la excelencia, del éxito, o bien de la autorrealización, autorrealización que
logra despojándose de los propios ideales, de los propios valores y aceptando, o tomando
aún sin notarlo, los valores de la empresa en la que decide esclavizarse con el fin de llegar
a posiciones gerenciales, con el fin de ocupar los sillones más caros, y al final ¿Para qué?

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Alienación y Poder en las Organizaciones

Michel Foucault, filósofo francés que mencionamos en el anterior capítulo, sostiene que
el devenir de la historia de la humanidad, es una trama que gira en torno al poder. Para
ello, tomará una concepción algo distinta de la convencional concepción del poder. Es
por eso, que niega que el poder pueda encontrarse en una institución, como lo aseguraba
Marx, para quien el poder se encontraba centralizado en el Estado, que se materializaba
a través de la explotación social de una clase por sobre otra. Sin embargo, para Foucault,
el poder se refleja en las relaciones, en el modo en que las personas llevan adelante sus
relaciones. El poder, se ejerce, principalmente, desde dos aspectos, en primer lugar, a
través de la palabra, es decir aquel que maneja y formula el conocimiento, ya que a través
de la palabra es que el conocimiento se transfiere; en segundo lugar, a través de la
disciplina, como herramienta de sometimiento, como herramienta para imponer el poder
a través de estas relaciones que mencionamos anteriormente, es por ello que el individuo
se encuentra atravesado por situaciones de poder, debido a que el poder se manifiesta en
las relaciones, y como las relaciones son todo, todo es poder. Pero, ¿Cómo se relaciona
el poder y Foucault con la alienación que sufren los individuos en las organizaciones?
¿Cómo coaccionan las organizaciones a los individuos? ¿Cómo ejercen su poder sobre
ellos?

Según Foucault, una de las formas de manifestación del poder es a través de la disciplina,
y entiende como disciplina a los métodos que permiten el control minucioso de las
operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen
una relación de docilidad-utilidad. El nacimiento de la disciplina, surge a través de la
necesidad de realizar un vínculo con el dominado, sobre el que se ejerce el poder, nace
entonces una política de las coerciones que constituye un trabajo sobre el cuerpo, el que
ingresa en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y recompone. A través
de la disciplina, las diferentes organizaciones, no solamente empresas en busca de
beneficios, sino también escuelas, conventos religiosos, cárceles, realizan una microfísica
del poder, es decir que despliegan pequeños y sutiles ardides, dispositivos que obedecen
a economías. La disciplina se realiza sobre los individuos en lo colectivo y se efectiviza
en la organizaciones a través de la distribución del espacio y del control.

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Para Foucault, La distribución del espacio se realiza respecto de cuatro factores, a saber:
a) Clausura, la cual consta del cierre o delimitación de lugares específicos donde se
realizan las actividades que buscan disciplinarse, es decir, un lugar heterogéneo y cerrado
sobre sí mismo, en el caso de las organizaciones, se puede apreciar en aquellas
organizaciones que funcionan como una ciudad, o emplazamiento cerrado, donde gran
cantidad de actividades se realizan dentro y los individuos pasan la mayoría de su tiempo,
se realizan grandes espacios los cuales se encuentran delimitados con precisión y
responden a cierta homogeneidad, la organización en sí misma; b) División de Zona,
delimitación de las organizaciones en zonas según la función que cada una de ellas
cumple y la asignación de individuos a esas zonas según el orden que antecede a la
distribución de los grupos, cuyo fin consta de descomponer las implantaciones colectivas
y analizar las pluralidades masivas, confusas y huidizas, por lo tanto, para Foucault los
espacios de las disciplinas son siempre celulares; c) Emplazamientos Funcionales, el
siguiente factor bajo análisis son los denominados emplazamientos funcionales, es decir
que estas células que se crean a través de la división de zonas, deben útil a la economía,
al control y a la disciplina, se trata de distribuir y dividir a los individuos en un espacio
donde sea posible aislarlos y localizarlos con facilidad, “Hay que ligar la distribución de
los cuerpos, la disposición espacial del aparato de producción y las diferentes formas de
actividad en la distribución de los puestos” (Michel Foucault, Vigilar y Castigar, 1975 ),
en el caso concreto de las organizaciones se lleva a cabo en la división del proceso de
trabajo, en las operaciones más elementales, y la articulación entre cada una de las fases
del mismo y los individuos que operan sobre él, es decir los cuerpos que a él se aplican,
y, por último hallamos el d) Rango, denominados así a las celdas que fabrican las
disciplinas en espacios complejos y orden en que son distribuidas y organizadas, cuyo
objetivo es tratar la multiplicidad que pueda existir en los individuos, distribuirla y
obtener de ella el mayor número de efectos posibles, permitiendo la caracterización del
individuo como individuo y el ordenamiento de la misma multiplicidad, este factor es el
que da origen al control y es la base para una microfísica del poder, una microfísica que
Foucault dará en llamar Celular.

El otro factor de relevancia que presenta Foucault en la aplicación y ejecución de la


disciplina sobre los cuerpos, es el Control. El control se manifiesta a través de cinco
aspectos fundamentales, ellos son: 1) El Empleo del Tiempo, consiste en establecer
ritmos, obligar ocupaciones y regular los ciclos de repetición, buscando también la

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calidad del tiempo empleador, de modo que se somete al individuo a un control


ininterrumpido, a la presión de los vigilantes y la supresión de todo cuanto pueda turbar
su labor, la exactitud y la aplicación son, junto con la regularidad, los pilares
fundamentales del tiempo disciplinario ; 2) La Elaboración Temporal del Acto, aquí se
descompone el acto compuesto en elementos de la posición del cuerpo, a cada
movimiento le son asignadas una dirección, una amplitud, una duración, el orden de
sucesión se halla prescripto, El tiempo penetra el cuerpo y con él, todos los controles
minuciosos del poder; 3) El establecimiento de Correlación del Cuerpo y del Gesto, para
Foucault, el control disciplinario no consiste simplemente en enseñar o imponer un serie
de gestos definidos, sino de imponer y lograr una relación entre un gesto y la actitud
global del cuerpo, en el buen empleo del tiempo, nos dirá, nada debe permanecer ocioso
o inútil, un cuerpo disciplinado es el apoyo de un cuerpo eficaz; 4) La Articulación
Cuerpo-Objeto, la disciplina se asegura de establecer cada una de las relaciones que debe
mantener el cuerpo con los objetos que manipula, para la disciplina, el empleado de una
fábrica y la maquinaria que él ha de manejar en su trajín y labor diario, debe encontrarse
estrictamente definida, descomponiendo el gesto en dos partes, interdependientes, por un
lado poniendo en juego los elementos del cuerpo (mano derecha, mano izquierda, rodilla,
etcétera) y, por otro, los elementos del objeto que se manipula (manivela, gatillo, muesca,
tornillo, etcétera), gen; 5) La Utilización Exhaustiva, a diferencia de antaño, donde se
encontraba presente un modo de utilización negativo del tiempo, a través del principio de
no ociosidad, esa concepción mutó en una economía positiva del tiempo, que plantea el
principio de utilización teóricamente creciente siempre del tiempo, un principio de
agotamiento del tiempo, de extraer del tiempo cada vez más instantes disponibles.

A través de la disciplina va tomando forma un nuevo objeto, el cuerpo natural del ser
humano. Objeto que es moldeado por los intereses de algunas organizaciones que buscan,
a través de la disciplina, alienar al individuo, imponer sus ideas, lenta y decididamente.
A este nuevo cuerpo, se le pide ser dócil hasta en sus menores operaciones, no presentar
resistencia alguna, sino ser funcional a un poder disciplinario que tiene como correlato
una individualidad analítica y celular, orgánica y natural. Los dispositivos mencionados,
permiten a las organizaciones un control detallado de las actividades de los individuos,
control que asegura una alienación efectiva y constante que, junto a los dispositivos
mencionados en el anterior capítulo, aseguran un sistema de dominio; una macro y

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microfísica del poder, que se acentúa en una dimensión temporal y acumulativa en el


ejercicio de los controles y las prácticas de dominación.

Sin embargo, y a pesar de todo cuanto hemos expuesto en este capítulo, la finalidad última
de la disciplina, y he allí su siniestra perversidad, es normalizar, es tomar cuerpos y hacer
de todos ellos uno mismo, hacer de cada cuerpo un ente que piense por sí mismo (¿Piensa
por sí mismo?), que actúe por sí mismo (¿Actúa por sí mismo?), pero que en el fondo esa
motivación que damos en llamar “de sí mismo” no sea producto de su Yo, de su
autonomía y propia intencionalidad, de su ser, sino que se encuentra determinado por la
organización externa, ajena, que lo domina, que lo aliena.

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Conclusiones del Análisis Realizado

“Yo pienso, entonces yo soy” (Descartes, 1641) Si aquello que somos se encuentra
determinado por lo que pensamos, ¿Qué determina lo que pensamos? La alienación nos
ofrece una perspectiva parcial que, de algún modo, nos permite entrever una respuesta no
menos parcial a esta cuestión. Aquello que pensamos, nos dice la alienación, se encuentra
determinado por un otro, un ser ajeno y extraño a nosotros, cuando ese ser ajeno y extraño
a nosotros se trata de las organizaciones ultra competitivas del mundo actual en el que
vivimos, donde la mayoría de la población desarrolla gran parte de su vida, estas
organizaciones determinan nuestro modo de pensar, ergo determinan qué o quiénes
somos. Si por Sociedad comprendemos al conjunto de personas y su interrelación, o sea
la sumatoria y su relación de todos los quiénes o qués de ese grupo, que determinan la
conciencia colectiva propia de esa sociedad, que a su vez determina el modo de pensar y
las ideologías subyacentes en cada individuo que compone la sociedad, pero esos quiénes
o qués se encuentran determinados en última instancia por las organizaciones ultra
competitivas contemporáneas, ya que ellas determinan nuestro modo de pensar y aquello
que pensamos (como también lo que no), ¿Podríamos afirmar que las empresas ultra
competitivas del siglo XXI determinan las sociedades y su modo de pensar, junto con sus
leyes, comportamientos, su cultura y valores morales? ¿Podríamos afirmar que la
búsqueda incesante de beneficios cada vez mayores determina nuestra sociedad?
Entonces, nos invito a preguntarnos qué tipo de sociedad deseamos y a quién
permitiremos el desarrollo de esa sociedad junto con sus ideales e ideologías.

Pero si todos somos otro, porque nuestro modo de pensar, en última instancia, siempre se
encuentra determinado y configurado por un otro, podemos afirmar que nada existe en
estado puro, debido a que constantemente nuestras ideas se encontrarán influenciadas por
un ser ajenos y sus propias ideas, que a su vez le fueron concebidas por otro ser ajeno y
sus propias ideas y así ad aeternum, quizá nos estemos planteando las preguntas
equivocadas, quizá las preguntas no sean si permitiremos o no ser alienado por otro,
porque comprendemos que esa alienación es inminente y que, en el momento en que
estamos siendo conscientes de ella, en ese preciso instante ya estamos siendo alienados,
o ya hemos sido alienados, y quizá esa propia conciencia que generamos sobre la
alienación también es alienación, entonces, en ese caso, la pregunta adecuada para la

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situación sea ¿Por quién permitiremos ser alienados? ¿Las ideas de quién aceptaremos y
fusionaremos con las propias, aceptando que exista algo como ideas propias? ¿Cuál es el
camino que lleva a la redención y cuál el que lleva consigo el yugo de la esclavitud mental
e ideológica? ¿Qué papel desempeñan las organizaciones en nuestro proceso de desarrollo
de consciencia y cuál es el papel que les estamos permitiendo desarrollar?

En “La ciencia Jovial”, Nietzsche nos regala el siguiente fragmento:

“¿Qué pasaría si un día o una noche un demonio se deslizara en tu


soledad más solitaria y te dijese: esta vida tal como la vives ahora y tal como
la has vivido, tendrás que vivirla no solo una sino incontables veces, y en ella
nunca acontecerá nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer y cada
pensamiento y cada suspiro y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de
tu vida deberá retornar a ti, y todo en el mismo orden y sucesión – y así
también esta araña y este claro de luna entre los árboles y también este
instante y yo mismo –. El eterno reloj de arena de la existencia dará la vuelta
una y otra vez.” (La ciencia Jovial, Friedrich Nietzsche)

Nietzsche nos invita a pensar. Si tuvieras que vivir esta vida, una y otra vez y cada instante
de dolor y cada instante de placer tuviera que repetirse para la eternidad, tal como la
viviste y como la estás viviendo, tal como pensaste y cómo estás pensando, ¿Seguirías
haciendo lo mismo cada día, seguirías siendo lo que sos, seguirías pensando lo que
pensás? ¿O empezarías a pensar por vos mismo?

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