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GEORGE STEINER

CÉCILE LADJALI
ELOGIO DE
LA TRANSMISIÓN
ISBN-13: 978-84-7844-878-4
ISBN - 10:84-7844-878-0

1 1 1 II 1
C.1
O

o
9 788478 448784
George Steiner
Cécile Ladjali

Elogio de la
transmisión
Maestro y alumno

Traducción de
Gregorio Cantera

Biblioteca de Ensayo 26 (serie menor) Ediciones Siruela



1.' edición: abril de 2005 Índice
2.' edición: mayo de 2006

Elogio de la transmisión
Todos los derechos reservados. Ninguna parte
de esta publicación puede ser reproducida,

almacenada o transmitida en manera alguna Prefacio 11
ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico,
mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia,
1. Elogio de la dificultad 69
sin permiso previo del editor.


Título original: Éloge de la transmission. 2. Creatividad y escuela 87
Le maitre et l'éléve
Colección dirigida por Ignacio Gómez de Liaño
3. Gramática 101
Diseño gráfico: Gloria Gauger
© Éditions Albin Michel S. A., 2003

© De la traducción, Gregorio Cantera 4.El profesor 117
Ediciones Siruela, S. A., 2005, 2006
c/ Almagro 25, ppal. dcha.
5. Los maestros 125
28010 Madrid. Tel.: 91 355 57 20
Fax: 91 355 22 01

siruela@siruela.com www.siruela.com 6. Los clásicos 137
Printed and made in Spain
7. En clase 155

Nota bibliográfica 163

Agradecimientos 165

Elogio de la
transmisión
Prefacio

En lo recóndito, todo es ley.


Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta

«El júbilo conoce.» La fórmula es de Rilke', y me


trae a la memoria las muestras de contento con que
recibieron mis alumnos el prefacio de George Stei-
ner, destinado a encabezar Murmures, un libro de
poemas que habían preparado. Acababan de escri-
bir sesenta sonetos sobre el mito de la caída. Pági-
nas rebosantes de imágenes infernales, en las que se

' Rainer Maria Rilke, Los sonetos a Orfeo, 1, 8, trad. de Eusta-


quio Barjau, Cátedra, Madrid 1993, pág. 141.
2 Murmures, prefacio de George Steiner, L'Esprit des Pénin-
sules, París 2000.

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reconocía la pálida silueta de Perséfone, la laguna gar a dudas, aquella que entraña el hecho de trans-
Estigia y sus verdosas aguas, un blanco cabello de mitirlo.
las Danaides, e incluso las añiles calderas del cris- Gracias a la cálida acogida radiofónica que nos
tianismo. dispensaron Nicolas Demorand y Laure Adler, de
Más allá de la mitología y de los círculos de la France Culture, Steiner y yo tuvimos ocasión, en su
Divina comedia, los más dotados de ellos fueron ca día, de relatar los pormenores de dicho encuentro.
paces de desgranar metáforas hasta la época actual, Y así, dos años más tarde, ven la luz aquellas con-
hasta llegar a evocar el infierno de los campos de versaciones. En un momento en el que, en Francia,
concentración. No les asustó la dificultad de la ta- la cuestión escolar está más candente que nunca, la
rea, llevada a cabo con tal dignidad que hasta el au- inteligencia y la satisfacción que emanan de las con-
tor de Después de Babel se les sumó, para encontrar- sideraciones de Steiner al hablar de los alumnos in-
se con ellos en la escritura y construir juntos una vitan al silencio, reflexivo y respetuoso, que impone
esperanza. el sentido común.
La experiencia resultó curiosa, cuando menos. Este libro tan sólo aspira a reproducir el milagro
Pocas posibilidades tiene de tratar con unos alum- de plantear unas cuantas preguntas que merezcan
nos de Seine-Saint-Denis un profesor emérito, la pena, más allá de la suficiencia de tantas res-
miembro fundador del Churchill College de Cam- puestas de las que nos creemos depositarios; a re-
bridge; sucesor de Eliot en la cátedra de poesía de flejar la limpieza de corazón de un maestro que in-
Harvard e impulsor de un seminario de literatura vita a su alumno a seguirle; un paseo por ese tiempo
comparada en la Universidad de Ginebra. Pero el de recreo filológico que ha de ser cualquier aula.
caso es que, si los alumnos tuvieron oportunidad Al regalo de palabras y de maravillosas perspec-
de descubrir la satisfacción que procura el saber, tivas con que George Steiner ha obsequiado a mis
George Steiner experimentó, por su parte y sin lu- alumnos, he de añadir uno doble por mi parte, ahí-

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ta de azucarada gratitud. ¡Ojalá que estas conversa- autor de Mujeres de Argel, las mismas en cuyos cabe
ciones encandilen al lector y le animen a venir a llos ya intuyese Baudelaire un cierto «perfume de lu-
sentarse con nosotros! Héléne Monsacré, a cuya gar de perdición». Oriente ya representaba en aquel
perspicacia se debe esta publicación, ya ocupa uno entonces una amable incitación a morar en los «Lim-
de los pupitres. Dejo aquí constancia de mi profun- bos de la tristeza». Pronto daremos un curso sobre
do agradecimiento hacia ella, el mismo que debo Baudelaire. Mas la poesía oriental es algo que que-
manifestar también a mi brillante cómplice, Pierre- da lejos del alcance de mis alumnos, lo mismo que
Emmanuel Dauzat. el horror. Deambulan, en cambio, por un extraño
En un noviembre lluvioso, la estación de Drancy' Purgatorio, errantes entre la inconsciencia del Mal
resulta siniestra. Mucho más debía de serlo hace se- y la de la Belleza. Sabían muy poco de Drancy. Me-
senta años, bajo un sol descarnado, cuando el llan- nos aún intuyen a Baudelaire.
to de tantos niños poblaba los vagones de aquellos Releía yo, en aquella época, el ensayo de Stei-
trenes. ner, En el castillo de Barba Azul, texto inquietante, en
En el momento en que se pisa el andén, todavía el que saca a la luz la inadmisible paradoja que se
es posible oír aquellas vocecillas, precisamente allí da entre cultura y barbarie. La necesidad de retor-
donde la tierra, aún hoy, exhibe sus zanjas empa- nar a aquellos párrafos me vino impuesta de forma
padas por nubes preñadas de tristeza. Mi instituto casi dolorosa. Me sentía perdida, destrozada, por el
se encuentra a unos cuantos pasos de la estación. imperativo de tener que afrontar, ante la clase, la
Lleva el nombre de un pintor: Eugéne Delacroix, el sordidez de la historia, para que nuestra docencia
no fuera tildada de «amnesia planificada»', así co-
"Drancy fue el principal campo de concentración y deporta- mo por el acuciante deseo de guiar a mis alumnos
ción de Francia durante la barbarie nazi, con capacidad para
más de 70.000 personas. (N. del T.) Infra, pág. 79.

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por otros derroteros. Aquella mezcla de mala con- tela desapareció de las paredes de los museos cuando
ciencia y de empecinamiento culminó en una cer- aquellos hombres sanguinarios pasaban reverentemente
teza: supe que, algún día, llegaría a conocer al autor frente a ellas con guías y catálogos en la mano'.
del libro que tenía en mis manos. Estaba segura,
porque aquél había escrito: Como puñales que fuera preciso arrancar, aque-
llas palabras se me habían clavado en el corazón.
Aunque en formas paródicas y en última instancia ne- Porque, efectivamente, tras la lectura de aquella pá-
gadoras, la bestialidad política recogió ciertas convencio- gina se tambaleaban los propios valores humanistas
nes, cierto lenguaje y ciertos valores exteriores de la cul- que pretendía transmitir en clase. Aunque me cues-
tura elevada. Y, como vimos, la infección fue, en te aceptarlo, soy de las que se dejan llevar por la in-
numerosos casos, recíproca. Minada por el ennui 4 y la es- sidiosa tentación de superar todo lo desagradable a
tética de la violencia, una buena proporción de la clase fuerza de poesía. Y envié los sonetos de mis alum-
intelectual y de las instituciones de la civilización europea nos a George Steiner, a Cambridge, para que se hi-
—en el campo de las letras, de las academias, de los ejecu- ciera una idea del contexto histórico y suburbano
tantes de artes— acogió la inhumanidad con variados gra- en que habían nacido aquellos poemas. Tres días
dos de bienvenida. Nada impidió en el cercano mundo después, obtuve respuesta. Una carta escrita a má-
de Dachau que en Munich se desarrollara el gran ciclo de quina, como todas las que recibiría más tarde, con
invierno de la música de cámara de Beethoven. Ninguna la fecha del 24 de diciembre, enmarcada en una es-
trella:
'En francés, en el texto. En el primero de los ensayos del li-
bro, Steiner cita la frase de Théophile Gautier, plutót la barbarie 'George Steiner, En el castillo de Barba Azul. Aproximación a un
que l'ennui [antes la barbarie que el hastío]. Más adelante, volve- nuevo concepto de cultura, trad. de Alberto L. Budo, Gedisa, Bar-
remos sobre las relaciones entre estética finisecular y barbarie. celona 1998, págs. 88-89.

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Cambridge, 24 de diciembre, 1998 encantamientos de las modas contrafácticas carto-
Tanto su carta como los escritos de sus alumnos me grafían la lengua y encierran promesas de alocados
han emocionado profundamente. No es en la universi- imposibles, como olvidar el mundo o el color gris.
dad donde se libran las más decisivas batallas contra la «Soñar es una forma de futuridad.» 7 Gramática y
barbarie y el vacío, sino en la enseñanza secundaria, y en poesía, o poesía de la gramática, que diría Jakob-
barriadas deprimidas como la de Seine-Saint-Denis. son; el discurso atemperado es susceptible de «ne-
No sólo su coraje, sino el espíritu y el ánimo humani- gar el universo tal como habíamos decidido perci-
tarios que su carta permite adivinar, hacen que sienta en- birlo». El Steiner filólogo tendió a mis alumnos
vidia de sus alumnos. Gracias a usted, se han abierto al una vara de avellano. Honda era la fuente, y el agua
tiempo futuro del verbo y, por si fuera poco, bajo la som- que bebieron fue la de la esperanza, más embriaga-
bra atroz que evoca el nombre de Drancy. dora aún que el vino.
Por primera vez, sin lugar a dudas, bajo la tutela
Resuenan en esta carta los ecos de aquella ful- de un lector de tal categoría, comenzaron a fiarse
gurante expresión de René Char: L'aigle est au futur de su propio lenguaje. Hasta aquel momento, las
[El águila está en futuro] 6 . Para George Steiner, la palabras les habían parecido algo humillante. La
gramática es una hechicera capaz de trasladarnos idea del libro les daba miedo, hasta que lo escribie-
más allá del mundo, merced al capricho de un si ra- ron y se plegaron a su sortilegio. Los dos sonetos
diante o de un insolente subjuntivo. Los ondulantes que habían ideado, uno de ellos a contrapelo, eran
como una simpática mueca al caos de su escolari-
<René Char, «La Bibliothéque est en feu», en *Euvres complé-
tes, Gallimard, Bibliothéque de la Pléiade, París 1995, págs. 377-378 ' Infra, pág. 158.
[«La biblioteca está en llamas», en La palabra en archipiélago, trad. George Steiner, Presencias reales, trad. de Juan Gabriel Ló-
de Jorge Riechmann, Hiperión, Madrid 1986, pág. 81]. pez-Guix, Destino, Barcelona 1989.

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dad. La poesía no ve con malos ojos las faltas (pa- rosas lecturas. Nadie es capaz de escribir, si no ha
radoja), la reiteración (anáfora), la pesadez sintác- leído mucho. Cada día llegaba a clase con maletas
tica (anacoluto), Como les había pedido que traba- de libros. Incluso he hecho una lista de los que nun-
jasen sobre el mito de la caída, descubrían el ca volvieron a mis manos. Aún los espero. Es muy
desvaído esplendor que rodea a todo descenso, a probable que dichos hurtos se conviertan en el úni-
todo fracaso. co testimonio de un pequeño éxito pedagógico.
Aquel primer intercambio conserva para mí el
mismo valor que un talismán, delicado estruendo Pasó aquel invierno, con sus dramas subterrá-
de la conjunción entre dos sustantivos, que me da neos. Tuvimos la oportunidad de conocernos en
ánimos para acudir a mi cita diaria con la clase. primavera. El hecho tuvo lugar el 6 de junio de
Y me atrevo a imaginar que el libro perdurará 1999, en el Théátre de l'Odéon, con motivo de un
en mis alumnos, más allá del mero recuerdo de coloquio sobre la crisis de la escolaridad, en el que
aquel año en el que se prepararon para el bachille- participaba Steiner. La inminente muerte de mi
rato, que será algo que les acompañará a lo largo de madre, junto con la alegría por aquel primer en-
su vida como adultos. cuentro, habían hecho de mí un ser sordo y ciego:
Así, mis alumnos se entregaron al juego de la es- andaba sumida en un dolor lacerante. Escasos son
critura. Pensaban que componer poesía era fácil. los recuerdos que conservo de aquel debate, en el
Lo primero que redactaron fue de una banalidad que participaron intelectuales parisinos, historiado-
absoluta. Tuvieron que volver a escribir varias veces res y filósofos; también estaba presente un conoci-
los sonetos. La tarea que tenían encomendada res- do actor que, con gestos grandilocuentes, nos atosi-
pondía a una mecánica intransigente. Toda imagen gaba con Céline. Steiner se mostró desabrido. Las
que les parecía inédita, al igual que el hallazgo de primeras palabras que me dijo fueron: «Estoy muy
expresiones más felices, dejaba un regusto a nume- triste». En efecto, el coloquio había resultado de-

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cepcionante. Con todo, al final del debate, subí al porvenir y de Europa, ¡y ni siquiera hay un científi-
escenario de aquel teatro para representar mi pa- co sentado a esta mesa!». Pero, el hecho es que la
pel. «¿En qué puedo ayudarle?», fue lo siguiente gente se muere en los hospitales y que, a pesar de
que me dijo Steiner. De modo que abandonamos la sus tropiezos, la ciencia sigue adelante. Lo entendí
escena para volver a la realidad y a todo aquello que entonces mejor que nunca. En su contestación, Stei-
llegaría a sobrepasarla, «l'amitié fantastique» [la ner me decía que es posible que los científicos aún
fantástica amistad] 9 . Fuimos a un café, con la espe- no hayan encontrado nada, pero que «investigan»,
ranza de encontrar alivio al calor de una botella. mientras que otros se mantienen, impertérritos, en
Casi de inmediato, Steiner recobró la sonrisa, por- la insensatez de unos «hábitos descorazonadores»' ° .
que unos estudiantes muy jóvenes le reconocieron
y, en pleno junio, lejos de los teatros, improvisaron Espenbaum, dein Laub blickt weiB ins Dunkel.
un pequeño cenáculo en torno a la mesa del maes- Meiner Mutter Haar ward nimmer weiB".
tro.
Algunos días después de aquel primer encuen- [Álamo, tus hojas brillan blancas en la oscuridad./ El
tro, pasé por la dolorosa prueba del duelo. Escribí a pelo de mi madre nunca encaneció.]
mi «maestro» de Inglaterra con amargos comenta-
rios sobre las ideas que él mismo había esgrimido Ésos fueron los versos que sellaron nuestra pri-
frente a los capitostes de l'Odéon: «Hablamos del mera complicidad en torno a la tristeza.

René Char, «Feuillets d'Hypnos», 142, Fureur et mystére '<Carta del 7 de julio de 1999.
(1943), Gallimard, Poésie, París 2000, pág. 119 [Furor y misterio/ "Paul Celan, Mohn und Gediichtnis, Deutsche Verlags-Anstalt,
Hojas de Hipnos, 142, trad. de Jorge Riechmann, Visor, Madrid
Stuttgart 1952 [Amapola y memoria, trad. de Jesús Munárriz, Hipe-
2002, pág. 205]. rión, Madrid 1999, pág. 39].

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Nuestro segundo gran encuentro se produjo con aquella primera carta que recibí de Steiner todavía
motivo de nuestra intervención en la emisión del me llena de contento y me sume en la tristeza.
programa «Casos escolares», de France Culture, pre- Tras la lectura de Presencias reales, verdadero
sentado por Nicolas Demorand. Ataviada de rojo y ariete contra los críticos y los santones universita-
negro, fui a esperarle a la Gare du Nord. Entre bru- rios consagrados, los años que dediqué a mi tesis
mas cinematográficas, tocado con su habitual boina fueron un verdadero suplicio. Cuando uno trata de
negra y con una maleta en la mano, Steiner hizo su adoptar un punto de vista exclusivamente crítico,
aparición en el andén como una figura anacrónica, ¿cómo sobreponerse a afirmaciones como que «el
con algunos comentarios irónicos sobre el grotesco tacto crítico, la responsabilidad a la forma poética y
recibimiento stendhaliano que le había dispensado. artística, puede ejemplificarse pero no enseñarse» o
Durante dos días, todo un rosario de taxis: de la es- que «la percepción de un acontecimiento o una es-
tación al Barrio Latino, de la Place Maubert a la Mai- cena por parte de un artista es en sí misma un "ac-
son de la Radio, de los barrios elegantes a los alre- to de arte"»?" Sólo muy, muy de vez en cuando, en-
dedores de la Cité. A pesar del cansancio y de la contré en la Sorbona un cierto aliento, una cierta
sobrecarga de trabajo que representaba para él, ha- genialidad, un maestro, en definitiva, cuando, en
bía hecho aquel viaje para rendir tributo al trabajo realidad, era lo único que buscaba. Si he tenido
de mis alumnos. No sé de ningún intelectual fran- oportunidad de hablar con alguno de ellos acerca
cés, de entre todos aquellos a quienes me he dirigi- de la feliz experiencia vivida con mis alumnos, siem-
do, que haya sido capaz de hacer algo así. «No es en pre obtuve la misma respuesta: falta de tiempo y
la universidad donde se libran las más decisivas ba- que la pedagogía no interesaba en la Sorbona. Ten-
tallas contra la barbarie y el vacío...»" Esta frase de go para mí, sin embargo, que los escritores prescin-

"Supra, pág. IN. "George Steiner, Presencias reales, op. cit., págs. 56 y 33.


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den con gusto de los investigadores, hasta el punto que actúa sobre algunas voluntades apasionadas y
de que los alumnos son la única legitimación de sensibles a los hechizos de la infancia:
nuestras peroratas. La raíz del problema no está en
la calle, sino en esa especie de escandalosa condes- Una noche demasiado corta como para realizar un
cendencia con que uno se topa al más alto nivel. acto de pensamiento que habría de transformar la histo-
En consecuencia, gracias, una vez más, a Geor- ria de las matemáticas y de la filosofía de las matemáti-
ge Steiner, por haber construido con nosotros «una cas. A intervalos, se oye un grito angustiado: «No me
escuela en la que el alumno tendría permiso para queda tiempo». Luego, al amanecer, una muerte absur-
cometer ese gran error que es la esperanza»"; gra- da, la agonía de un joven de veintiún años, abatido en
cias por haber respondido a las decenas de cartas una celada policial. De ahí que haya un instituto que lle-
que le envié; por haber encontrado tiempo de cru- ve el nombre de Évariste Galois*, con unos alumnos cuya
zar el Canal para estar con mis alumnos; por ha- edad se aproxima a la de aquel cuyo recuerdo se conser-
berles escrito aquel prefacio, y porque todavía hoy, va en su escuela.
cuatro años después del preámbulo de Murmures, La alta matemática es la otra música del pensamiento.
sigue ahí. Tanto Platón como Leibniz estaban al tanto de los lazos
La otra baza con que contaron mis alumnos fue secretos que relacionan poesía y matemáticas a la luz del
el hecho de poder hablar con su editor, Éric Nau-
lleau, quien supo calibrar la importancia simbólica "El matemático Évariste Galois (1811-1832), a los veintiún
de aquella apuesta, por encima de los riesgos que años, antes de acudir a un duelo en el que contaba con muy es-

entrañaba. Porque el prefacio de Murmures, como casas posibilidades, dedicó la noche a escribir el borrador de sus

se lee a continuación, culmina ese encantamiento teorías matemáticas, con la frecuente y acuciante anotación en
los márgenes de que no le daba tiempo. Herido en el vientre,

" Infra, pág. 160. murió al día siguiente. (N del T.)

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simbolismo, del pensamiento creador. Y tanto en la his- rece del todo natural que la inspiración de la clase brote
toria de las matemáticas como en la de la poesía se han de las páginas preliminares de la Divina comedia. La psi-
dado luminosas precocidades, profundizaciones casi in- cología polífona, así como las modulaciones proustianas
conscientes, de esas que constituyen el privilegio exclusi- sobre el tiempo y la memoria, que se armonizan en el
vo de los pocos años. Atormentadas semejanzas entre los Purgatorio, constituyen un descubrimiento que algún día
garabatos de Galois y los de Keats, también él en el um- habrán de saborear nuestros poetas-lectores. Virgilio, du-
bral de la muerte, insólito despilfarro. ce y amable guía del Peregrino en Dante, también es ob-
Precisamente, como en un susurro premonitorio, se jeto de altanera meditación por parte de Hermann
atisban los motivos, los estados del alma, me atrevería a Broch, quien, en su novela-epopeya, se pregunta acerca
decir, de este deslumbrante proyecto. Una clase del insti- de algo que también va de la mano de la condenación
tuto Galois; la desazón que provocan los grandes textos eterna, a saber, la cruel paradoja, según la cual, el arte y
(más vertiginosa aún que la de las grandes profundida- la poesía, aun cuando hayan alcanzado las cimas del es-
des): descenso a los infiernos, grisalla de la rutina que píritu humano, no son capaces de acabar con la barbarie,
apenas llega a atisbar la juventud, para, más tarde, dar el con nuestros inhumanos conflictos, con la cólera ideoló-
salto hacia la luz. Siempre tras los pasos de eminentes gica. Y lo que es peor: inevitable que haya también una
guías, para quienes esta recopilación constituye un fer- Eneida, encubridora del despotismo, la esclavitud y la
viente homenaje (toda lectura seria es también una for- marginación social de ese mismo Imperio del que Virgi-
ma de dar las gracias). ¡Tantos encuentros a lo largo del lio constituye un blasón, un ornato. Presencia de Blake,
camino! virtuoso de las ambigüedades que presiden los esponsales
Se advierte, en primer lugar, la presencia tutelar de entre el Cielo y el Infierno. Se vislumbra, en muchas oca-
Dante, a través de las aventuras y las deudas espirituales siones, la sombra inquietante de Baudelaire, especialista
de que dan testimonio estos alumnos, ese mismo Dante en sufrimientos y sutil maestro del soneto. Estos «alpinis-
de quien tanto se parlotea y a quien tan poco se lee. Pa- tas» de Noisy-le-Grand también se han dado de bruces

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con Balzac y con Valéry. Mas también con el, quizá, poe- men totalitario como —y eso podría ser mucho más grave—
ta de poetas de aquel siglo de la medianoche que fue el bajo el dominio de los valores materiales, de la tecnocra-
siglo xx, Paul Celan. cia, que tan bien caracterizan la arrogante vulgaridad del
¿Cuántos alumnos han oído hablar de este mensajero libre mercado. Y me atrevo a pensar que algo de todo eso
del logos, de este «testigo de testigos» del desastre euro- intuyen nuestros «susurrantes».
peo? Y, sin embargo, qué oportuna resulta su discreta Este libro de «muy ricas horas» cuenta con un núcleo
presencia en este cántico de treinta voces. Cuando el len- originario, un eje y una razón de ser. Porque tener la opor-
guaje se torna aullido, reclamo de barbarie, aspirina para tunidad de cruzarse con Cécile Ladjali es como recibir un
consumo publicitario, es precisamente en la obra de Ce- fogonazo de luz; en esta mujer joven, todo es a la vez pu-
lan, en la fatalidad de su destino, allí donde la literatura dor y empuje, interioridad y destello. Salvadas todas las
apunta a lo esencial, a la sutil posibilidad de un poema. distancias, hay en Cécile determinados repliegues y mani-
¡Resulta más que conmovedor el hecho de constatar que festaciones, candores y comedimientos, que evocan, en
los participantes en estos Murmures conforman una gran- ocasiones, algunas actitudes de La joven Parca/ qué mag-
diosa paleta étnica! ¡Cuántos pueblos, cuántas y diferen- nífica profesora, consciente como es de qué toda pedago-
tes lenguas maternas, cuántos legados culturales radical- gía digna de tal nombre constituye un ejercicio de inge-
mente distintos en una sola lista! Es una forma de que nio, una disciplina del corazón, precisamente en un
entendamos que el exilio, la inmigración, la condición de momento en que el ingenio y el corazón se hallan en un
los marginados y la pérdida de la lengua madre son ya estado de extrema vulnerabilidad. ¿En qué consiste dicha
norma en nuestro atormentado planeta. Más que cual- vulnerabilidad? En una disposición para la esperanza —en-
quier otra cosa, tal fue la condición de Celan (como tam- fermedad corporativa de todo profesor—, pero también
bién lo fue la de Dante). Desde una perspectiva más am- para la decepción, cuando no para la amargura, ante la in-
plia, la marginación y la proscripción nos ayudan a diferencia del alumno, o ante una sociedad que no con-
aquilatar el papel de la poesía, ya sea bajo cualquier régi- sentirá el libre desarrollo de las potencialidades que éste

30 31
encierra. Cuán enmarañada y azarosa se revela la relación parte. Pero ¿no consiste en eso la generosidad inherente
maestro-alumno, erótica del pensamiento y de la transmi- a todo poema? ¿Quién tiene derecho al milagro?"
sión. Muchas veces, en mi imaginación, recreo una clase
de madame Ladjali, con su encantadora voz, mientras re- Las cartas de Steiner nos acompañaron durante
cita a los poetas que son como sus deudos, o lee las suce- el tiempo que nos llevó la composición del libro
sivas versiones de todas las respuestas que recibe de la cla- de poemas. Para mis alumnos había un autor que, de
se. Qué suerte han tenido estos estudiantes de escucharla, verdad, era un ser de carne y hueso, una persona vi-
y qué gran recompensa para ella, su iniciadora en lo tras- va, cuya voz podían oír y cuyos gestos les parecían ca-
cendente. si visibles. Se habían familiarizado con él por medio
Resultaría ocioso tratar de hacer una selección de es- de aquella parte de su obra que yo les había explica-_,
tos poemas, ponerles u otorgarles ficticias calificaciones. do en clase: una página de Errata, para aprender a le-
«El Hades en la tierra para esas almas sin el consuelo de er; un capítulo de Pasión intacta, para aprender a es-
la confesión»; «y pedían al Altísimo que estuvieran menos cuchar, y un pasaje de En el castillo de Barba Azul, para
caídos» (el «menos» evoca el islam); «no puedo ceder an- aprender a tener miedo. Tras haber percibido algún
te un fantasma de llamas»; «descomponer en figuras frac- atisbo de su obra en el libro que la clase le dedicaba,
tales/ no podré regresar...»; «creador del arte lírico y de Steiner escribió a sus jóvenes lectores:
la cara furia»; «enlodan el río cenagoso del destino»... Y
tantas y tantas otras impresiones igual de admirables y ati- Cambridge, 13 de marzo, 2000
nadas, que habrían encantado a Malherbe (el mismo que Es, ciertamente, brillante. Y tan humano que es muy di-
tan maravillosamente ponderase Ponge). fícil, por no decir pretencioso, dar una respuesta crítica. En
Ojalá que este libro tenga resonancia y aporte reno- estos textos, hay hallazgos luminosos, casi desconcertantes
vación. Ser su prologuista constituye, para mí, un pro-
fundo honor y un enorme placer, inmerecidos por otra "Prefacio de Murmures, op. cit.

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por la profundidad de la percepción y por el dominio de sión sin guión previo ocupó todo ese tiempo. A me-
la lengua que revelan: «el mutismo de la liberación»; «es- dida que transcurrían los minutos, crecía la emo-
tuvieran menos caídos»; el juego intralingüístico que reali- ción, porque era evidente que Steiner disfrutaba de
za Damien; «bribón, ésa es tu misión»; «ojos vampiros», y la ocasión para explicarse con una clarividencia y
tantos otros. una claridad excepcionales. Cuando, a estas alturas,
¡Tus clases han de ser rayanas en la magia blanca! Van oigo cómo nuestras mejores cabezas se enredan en
mucho más allá de las de tantos pretendidos maestros, des- un debate sobre la escuela, no dejo de pensar en
de sus inaccesibles cátedras. El hecho de ser consciente aquellas palabras, pronunciadas en un mes de ju-
de la importancia de este libro me obliga a plantearme nio, y que encierran lo verdaderamente esencial:
una cuestión: entre tus alumnos, Cécile, ¿habrá alguno, o pasión, amabilidad, honradez, trabajo.
alguna, que consiga liberarse del resplandor de tu pre- Durante aquel intercambio de puntos de vista,
sencia, del hilo conductor de tan importantes textos, y quedó esbozada cierta filosofía de la transmisión,
que llegue a dar, con voz propia, en un manantial de ine- precisamente en un momento en el que, en Fran-
ludible visión que no sea literario? ¡Qué gran honor para cia, cunde el desaliento. Durante los últimos años,
ti si tal cosa llegara a hacerse realidad, no fuera más que nuestras tendencias a la rencilla y al encono han
en un solo caso! Pues, como dice Char, «no es la media- adoptado un tono de ansiedad en lo que toca a to-
noche la que decide». do lo que podría cambiarse para bien. Tanto en el
mundo educativo como en la economía política, o
El día de la emisión radiofónica, era palpable la en los medios intelectuales, da la impresión de que
alegría que sentía Steiner de echarnos una mano a los vocingleros, los predicadores del caos, cuentan
mis alumnos y a mí. Yo no dejaba de mirar los gua- con más facilidades para hacerse oír que quienes in-
rismos en rojo del reloj electrónico. Había que dar tentan llevar a cabo experiencias nuevas para, de
la cara durante dos horas, sin desmayo. Una discu- ese modo, tratar de cambiar las cosas.

34 35
Trabajar de manera que nuestros alumnos ten- Llegaron a sugerirme incluso que por qué no rei-
gan acceso a una cultura elevada —la que nos fue vindicaba la cultura de mis alumnos, la famosa cul-
transmitida— forma parte de esa pequeña y apasio- tura de barrio. Pero el caso es que cada vez que he
nante revolución que mis compañeros y yo llevamos planteado esta pregunta a uno de ellos, la única res-
a cabo a diario. Pero dicha causa no suscita unani- puesta que he obtenido ha sido el silencio. La des-
midad de opiniones, precisamente. Tras la repre- cabellada idea de esa contracultura ha germinado
sentación de Tohu-bohu", noté cómo los comenta- en mentes de alumnos, otrora brillantísimos, ávidos
rios de mis amigos normalistas subían de tono: de encanallamiento, a quienes sólo puedo decir
llegaron a hablarme de «clases sociales, dominan- que, sin duda, a Flaubert o a Rimbaud les hubiera
tes, trabajadoras, incluso peligrosas», cuando no de resultado sorprendente que alguien les tachase de
la «violencia simbólica» ejercida sobre los alumnos. burgueses.
Para aquel puñado de privilegiados, Murmures no Incluso en el caso de que la cultura que impar-
era más que una rareza cultural y política, que ocul- timos en nuestras clases sea burguesa, muchos de
taba un instrumento de represión larvada, destina- mis compañeros creen, como yo, que es la más dig-
do a inculcar elementos pequeñoburgueses de apre- na para nuestros alumnos. Nadie es consciente de
ciación estética en los alumnos más desfavorecidos. lo que es hasta que no se enfrenta con la alteridad.
El profesor ha de sacar al alumno de su mundo,
16 Después de Murmures, mis alumnos escribieron una obra conducirle hasta donde no habría llegado nunca
de teatro, Tohu-bohu, tragédie pragoise en deux tableaux [Barullo, sin su ayuda, y traspasarle un poco de su alma, por-
tragedia de Praga en dos cuadros], prefacio de Daniel Mesguich, que quizá toda formación no sea más que una de-
L'Esprit des Péninsules, París 2001; escenografía de William Mes- formación.
guich, representada en el Espace Rachi, París, febrero-marzo de Habría que hacer, sin complejos, un elogio de la
2004. dificultad. Porque, habida cuenta de la rapidez con

36 37
que se corrigen algunas cosas y de los errores que natural, al alumno de secundaria le atraen las for-
persisten, hay que afirmar que al alumno le moles- mulaciones hechas con donaire, porque participan
ta menos la profundidad poética de un texto que la de la musicalidad. De hecho, la inesperada dificul-
peana formal que lo sustenta. Por otra parte, resul- tad que presentan los textos clásicos no es, forzosa-
ta sorprendente constatar que las carencias que se mente, un obstáculo, habida cuenta de que, por el
perciben en la forma normal que tienen de expre- contrario, ése parece ser uno de los pocos medios
sarse no impiden la emergencia de un lenguaje fi- con que cuenta el profesor para seducir a algunas
gurativo en aquello que escriben. Habrá quien diga conciencias y, más adelante, colmar lagunas.
que es peligroso reivindicar la metáfora cuando la Steiner es un maestro de la improvisación, un vir-
mente no cuenta con la red de seguridad del len- tuoso del logos. Durante nuestro diálogo, evocó la im-
guaje. Pero no hay duda de que cualquier mente en portancia del lenguaje oral, así como la de los géne-
período de formación sucumbe al mimetismo con ros literarios que de él se derivan: «El drama y la
enorme facilidad. Basta con observar las miradas de poesía se sitúan en los orígenes mismos de nuestra
los alumnos cuando un profesor se vuelca en una cultura»". Precisamente, los mismos géneros que ha-
clase magistral: es una forma de enseñanza que les bía propuesto a mis alumnos como materia para sus
resulta fascinante. Cuanto más sofisticado sea el dis- libros. En el momento del cara a cara, Steiner da y se
curso, más atentos escucharán ellos; y, tras oír varias da. Con la soltura propia de toda conversación, sin
veces la misma expresión, no es infrecuente que la posibilidad de trampa ni cartón, entre maestro y dis-
reproduzcan en sus trabajos. En cuanto a la altura cípula, emergió un puente colgante; me sentía como
del lenguaje empleado, de las imágenes evocadas, si flotase por el aire, gracias a un regalo absoluta-
la responsabilidad del profesor es enorme, porque mente inmerecido. ¡Y qué extraordinaria enseñanza!
el alumno se fija, de forma precisa, en el tono man-
tenido y en el punto de vista innovador. De forma 17 Infra, pág. 85.

38 39
La tarde de la emisión, terminamos en la Rue bros como París. Si Giraudoux acierta al afirmar que el
des Écoles, donde nos sorprendió un chaparrón de hombre experimenta la libertad en sumo grado cuando
verano. Buscamos refugio en una minúscula libre- le es dado pasearse por las orillas de un río, el mejor de
ría. Tras reconocer a Steiner, la librera se interesó los paseos y, por tanto, el más feliz de todos, en esta ciu-
por saber cómo era posible que estuviese allí en dad, conduce hacia el libro, al interior del libro. Porque,
aquel momento cuando, el día anterior, se había pa- desde hace siglos, las hojas trepadoras de la hiedra se han
seado por la pantalla catódica de su salón. «¡Magia adherido al Sena: París es la gran sala de lectura de una
negra, señora!», respondió el hechicero, mientras biblioteca cruzada por el Sena.
con las cejas perfilaba, en aquel mismo instante, dos
acentos circunflejos sobre su frente. En tanto espe- Cuando uno tiene la oportunidad de escucharle,
rábamos a que amainase el aguacero, Steiner me re- el corazón de Steiner es como el hemiciclo de esa bi-
galó un libro de Benjamin, Dirección única": blioteca, donde, por rigurosa invitación, sólo es posi-
ble consultar preciosos libros, como invitado, o como
París, la ciudad en un espejo. objeto de su supremo desdén. Nunca he tenido oca-
Declaración de amor de poetas y artistas a la capital del sión de presenciar uno de esos legendarios ataques
mundo. de cólera, que han anonadado a tantos de sus estu-
diantes. Desconcertada, la mayor parte de las veces,
Ninguna ciudad está tan íntimamente ligada a los li- disfruto de la maravillosa benevolencia de su lumi-
nosa figura, siempre revestida de amable ironía. Stei-
" Walter Benjamin, «Paysages urbains», Sens unique lEin- ner define al «maestro» como aquel «en quien hasta
bahnstrassel , precedido de Enfance berlinoise [Berliner Kindheit] y la ironía nos produce una sensación de amor»'. Él
se-
guido de Paysages urbains IStâdtbilder I, Les Lettres nouvelles, Pa-
rís 1978, pág. 303.
19 Infra, pág. 130.

40 41
ha sabido poner orden en los desastres, trenzar las alumnos, me veía ante el reto de redactar un ejerci-
colas de los cometas. De modo que los secretos de cio escolar: yo tenía que escribir esa Antígona. ¿Nova-
dos mundos llegaron a entrar en colisión, dos esferas tada? ¿Desafío sincrético? Escribí el texto en unos po-
que nunca hubieran debido confundirse: un maestro cos días, y se lo envié de inmediato. El resultado fue
de renombre internacional y una profesora de ba- una calamidad, hasta tal punto que llegué a sentir en-
rrio, que comparten un mismo amor por sus alum- vidia de mis alumnos, mucho mejor tratados que yo
nos y por las maravillosas cosas que tienen que trans- a la hora del reparto de menciones honoríficas:
mitirles. Curtidos en el encerado, con las manos
blancas de tiza, al cielo y al mar, a épocas y lenguas, Cambridge, 18 de abril, 2000
quizá les importe un comino aquello que a otros ha- Mi pequeño desafío consistía en lo siguiente: un jo-
brá parecido incongruente. ven Nerón, en cuyo destino figurarán un incesto y un ma-
tricidio, escribe una Antígona. Que quede claro que se tra-
A dos pasos de la Sorbona y del Collége de Fran- taba de un reto extremadamente difícil.
ce, la cervecería Balzar fue el escenario de una apues- Hay cosas estupendas, muy hermosas, en el texto que
ta. Le hablaba a Steiner, quien a duras penas oculta- me has enviado: «el gris verdoso de las estatuas»; «el can-
ba su incomodidad, de mi tesis sobre la literatura to de las criptas»; «un mediodía sin sol»; <jirones de bru-
finisecular y la figura del andrógino, icono de la bo- ma», etcétera. Tus dotes, epigramáticas, para la poesía son,
hemia parisina en aquellos tiempos alocados. De con toda probabilidad, de primera. Te acompaño en el
pronto, Steiner, con su sonrisa más mefistofélica, por sentimiento.
contar algo divertido, trató de hacerme creer que hu- Pero el texto lo recitan tres voces, que lo convierten
bo una Antígona, hoy perdida, escrita por Nerón. «El en un plagio erudito: el Mallarmé del Herodías, el Claudel
emperador se había reservado para sí el papel de la del Zapato y el Anouilh de Antígona, cuyas citas aparecen
sobrina de Creonte», añadió. A semejanza de mis apenas disimuladas.

42 43
Tus indagaciones han girado en torno a un asunto de ne en cuenta aquello que escribió: «Ante la enor-
masiado teñido por un contexto de gustos fastuosos y seu• midad de los hechos, a la obra de la imaginación no
dobizantinos. «Las tebaidas de la razón, las fortalezas de le corresponde sino callar» 20 . El pastiche que me ha-
los sueños»; «zanja... que se traga el amor»; «frente per- bía impuesto me había forzado a emplear un len-
lada por el recuerdo de unas rosas», etcétera, etcétera. guaje obsoleto, que encerraba todas las posibilida-
¡NO! ¡No en el año 2000! (Disculpa tanta franqueza.) De- des de llegar a ser obsceno. Cuando se pone en su
masiados plagios de Mallarmé y del primer Valéry, que papel de maestro de la poesía, Steiner da muestras,
chocan con el periodismo de Anouilh. Y lo más inquietan- en ocasiones, de la misma y feroz frialdad de un
te de todo: la pesada máquina neocatólica de Claudel, to- funcionario de justicia, que sabe de antemano que
do el final, y su tentativa (para mí, casi inadmisible) de re- del testimonio prestado no se derivará ninguna cir-
crear antiguas cristologías, al estilo de Simone Weil. cunstancia atenuante.
Te guste o no, nuestro mundo es el de Beckett, no el El rigor del hecho histórico exige del autor una
rutilante y ramplón del Herodías, o el de las exaltaciones cierta contención lingüística, una intención filosó-
semilitúrgicas de Prouhéze (además, ¡Nerón habría aña- fica, aplicada formalmente según el modo a mini-
dido una pizca de humor a su composición!). ma, cuyo mutismo le convertirá en el único garante
[...] de la fuerza del texto, de la pertinencia del mismo.
Y un consejo menor: Dante se venga de los enanos Steiner siempre insiste en el peligro que representa
que se embozan en sus versos. Y nosotros somos, ricordati, el hecho de abordar la literatura con omisión de la
bastante enanos. perspectiva de lo peor. Y ya sabía yo que me equi-
vocaría. Quizá sea interesante permitir que el alum-
Muchas veces me ha dicho Steiner que dedicar-
se a escribir no tiene ningún interés, a no ser que "George Steiner, «Literatura y poshistoria», en Lenguaje y si-
inventemos un nuevo lenguaje, sobre todo si se tie- lencio, trad. de Miguel Ultorio, Gedisa, Barcelona 1982.

44 45
no corneta errores de los que saldrá enriquecido. señora Dalloway: ‹<ee um fah um so, foo sesee too eem oo» 24 ,
Por eso, me preparó un «programa»: «Beckett; vol- o incluso trazar palabras en la niebla, al igual que el
ver a leer Las palabras, de Sartre, y hacer un hueco avión ligero que aparece al principio de la novela.
a la modestia del alma y de lo cotidiano»". Al igual Sin embargo, me vi superada por mis alumnos,
que mis alumnos, me vi obligada a desprenderme con toda la arrogancia propia de sus quince años.
de una cultura para abrazar otra. Curiosamente, una cierta incultura les había permi-
Nunca hemos hablado directamente de su des- tido captar lo esencial, en tanto que yo había caído
precio por la literatura decadente (si dejarnos de la- en la vulgaridad por un exceso de humanidades.
do algunas deliciosas salidas de tono sobre la litera- Mientras que yo no había logrado más que un pla-
tura erótica de trastienda)". Es probable que gio insoportable, ellos habían sido capaces de ofre-
Steiner intuya en el esteticismo una brecha expues- cer una voz...
ta a cualquier catástrofe; basta con que pensemos Conocían la terrible frase de Adorno: «después
en la trayectoria de un D'Annunzio o que citemos de Auschwitz, nunca más habrá poesía». Habían leí-
de nuevo la frase de Gautier: «Antes la barbarie que do a Celan y acerca de su suicidio; habían sufrido
el hastío» 23 . con montones insospechados de párrafos de Be-
Para ganar la apuesta y demostrar, así, algo más ckett; sin embargo, dejaron de lado el postulado
de tacto poético, me hubiera gustado gozar de la in- nihilista. Desde su perspectiva, optaron por escribir
tuición del airoso canto que inventó la autora de La poesía, por afirmar que incluso podía hacerse algo
así en Drancy, donde la violencia verbal es preludio
" Carta del 24 de abril de 2000. de otras mucho peores. Su gueto es lingüístico, pe-
"George Steiner, «Palabras de la noche», en Lenguaje y s len-
e o, op. cit. "Virginia Woolf, La señor Dalloway, María Lozano (ed.), Cá-
"Ver nota 4. tedra, Madrid 1993.


46 47
ro capaz de atraer otras formas de marginación. Sión de Steiner, quien alarga —algo que quizá no
Tohu-bohu, la tragedia que escribieron mis alumnos, sea demasiado conocido— cada ensayo con algo de
es una obra de su época. Se habla de donación y de ficción, ya sea un relato, ya una novela filosófica".
genética. Tanto la escenografía de William Mes- He insinuado en alguna ocasión" que Gramáticas de
guich como el decorado digital de Hélene Guyot la creación era un extenso poema metafísico. La
plantean la cuestión de nuestra modernidad. Nues- fuerte impresión que produce la lectura de este li-
tros alumnos han llegado después de la historia y, bro es consecuencia de una inquietante casuali-
con sus propias manos, han dispuesto de las ruinas. dad: la coincidencia de indagación filosófica y esti-
A mí me corresponde el honor de haber desempe- lo enardecido. En un único gesto, Steiner expone
ñado el papel de capataz. su doctrina, con «lenguaje maestral», en palabras
Steiner me ha dicho muchas veces que es mejor de Montaigne, y agita los cascabeles de la poesía,
no escribir nada, si nada hay que proponer. La «pa- sin que por eso deje de estar presente la obsesión
rábola» de Presencias reales reza como sigue: que legitima la suficiencia asertiva de la razón. Es
un pensamiento que se torna efectivo en el mo-
Mi parábola suscitará una pregunta fundamental: la mento en que se enuncia, para, a continuación,
de la presencia o ausencia de poiesis, del acto y la expe- modelar y crear (poien). De forma que llevar a cabo
riencia del acto de creación en su sentido más cabal, en un acto de poesía equivale a dejar de lado la teoría
nuestras vidas individuales y en la política de nuestro ser
social". "Véanse Le transpon de A. H.Julliard-L'Áge d'homme, París
1981 [El traslado de A. H. a San Cristóbal, trad. de Antonio-Prome-
Nos enfrentamos en este texto a la gran obse- teo Moya, Mondadori, Barcelona 1994]; «Á cinq heures de

Paprés-midi», Cahiers de l'Herne «George Steiner», París 2003.


zGeorge Steiner, Presencias reales, op. cit., pág. 40. «Éros pédagogue», Cahiers de l'Herne, op. cit.

48 49
en favor de la experiencia; es dar la espalda a los desde el hálito vital que proporciona el análisis li-
ideales en favor de la acción y asumir los riesgos. neal del argumento?
Desde el momento en que el compromiso cae de
parte de la acción, se ofrece un flanco débil para la La anécdota de Antígona me permite volver so-
crítica por parte de quienes han optado por la tran- bre un hecho esencial. Cuando uno está con Stei-
quila comodidad intelectual que procura la iner- ner, la literatura abandona las páginas que la sus-
cia, algo que jamás estará en situación de llevarles tentan y se encarna hasta llegar a ser una forma de
la contraria. respirar. El autor de esas Antígonas me había dado
En estas conversaciones, veremos cómo Steiner una clase de literatura, para que llegase a seniir la
denuncia la palabra huera, la tendencia moderna a presencia real y vigorosa de la poesía al inicio de ca-
los aspectos comunicacionales de la lengua, en de- da acto que haya que realizar. De las palabras de mi
trimento de la gratuidad del lenguaje de la poesía, maestro de poesía brotan entonaciones pavorosas,
del sostén desinteresado en el que se apoya toda porque siempre tienen que ver con cosas esencia-
creación literaria. Dicha gratuidad supone el abso- les. Sólo se me ocurre una comparación: Mozart.
luto y cordial compromiso del autor, que no habrá Cuando, con delicadeza, Steiner me provoca, es
atisbado otra alternativa en el momento de la crea- otra voz la que escucho por detrás de su amable iro-
ción, al margen de que tenía que escribirlo. Todos nía, igual que se adivinan, indefectiblemente, los te-
los profesores de letras son conscientes de dicho nebrosos lamentos del Comendador en las melo-
imperativo. ¿Qué pensar entonces de los comenta- días del conde de Las bodas de Fígaro. El humor es
rios de texto, siempre condenados al pragmatismo sólo un rodeo, antes de retornar a la tradición pro-
de la argumentación? ¿O de la asfixia de una obra fética y al espanto de los oráculos, incluso para
que, incorporada con calzador a la lista de libros quien, como yo, vive pendiente de ellos.
programados, reclama que su lectura se lleve a cabo El intelecto de Steiner obedece a un curioso vai-


50 51
vén entre el acto reflexivo puro y la realización de capitostes, mientras que el francés fustigaba ya las
ese mismo pensamiento por medio de lo poético: «escuelas del hablar», en las que se pavoneaban «mu-
poesía del acto y poesía del ser. Pero el ser poético ñidores del lenguaje» y otros «prestidigitadores» 30 .
que es George Steiner corre el riesgo de no ser re- Exhiben los dos la misma desconfianza con respecto
conocido como tal más que por quienes han tenido al lenguaje: «nuestra protesta es verbal»; «no es más
la oportunidad de tratarle Quizá se me entienda me- que una cuestión de palabras»; «se sustituye una pa-
jor si recurro a un paralelismo con Montaigne. Cada labra por otra, a menudo más inusitada»31, advierte
vez que releo los Ensayos me llama la atención el es- Montaigne, mientras que Steiner se pregunta cómo
trecho parentesco que se da entre la obra de ambos: es posible que el lenguaje pueda aún significar algo,
Montaigne y Steiner, bajo el mismo cielo púrpura, utilizado como lo ha sido hasta la saciedad, para no
entregados a los mismos marginalia; obras densas, dudar en ponerse del lado de la postrera proposi-
humanistas, volcadas hacia la educación; obras en las ción del Tractatus «De lo que no se puede hablar hay
que la poesía subyace tras la filosofía hasta convertir- que callar» 32 .
se en cuerpo de una idea, que se encarnará, a su vez, Me invade la sensación de un mismo y fascinan-
en el lector, a medida que hojee el libro. «Nos ocu- te cara a cara con la muerte, la gran Ensayista: «La
pamos de la manera, no de la materia del decir», es- lúcida intensidad de su encuentro con la muerte ge-
cribía Montaigne 28 . Tampoco tolera Steiner el «per- nera en las formas estéticas esa declaración de vita-
petuo murmullo de comentarios estéticos» 29 de los
III
"Montaigne, Essais, tu, 8, op. cit., pág. 927.
"Montaigne, Essais, III , 8, Pierre Villey (ed.), PUF, París 1999, , 13, pág. 1.069.
pág. 928 [Ensayas, tu, 8, trad. de Dolores Picazo y Almudena Mon- 'Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, propo-
tojo, Cátedra, Madrid 1998]. sición 7, trad. de Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera, Alianza, Ma-
'George Steiner, Presencias reales, op. cit., pág. 40. drid 1987, pág. 183.

52 53
lidad, de presencia viva, que distingue el pensa- decoroso de los almacenes de las bibliotecas», por
miento y el sentimiento serios de lo trivial y lo opor- las «escuelas críticas, las listas de lecturas académi-
tunista»". Steiner me contó cómo había llorado, en cas y los programas semióticos para la interpreta-
unas montañas cercanas a Port-Bou, en Cataluña, al ción de las artes van y vienen como sombras que-
contemplar el intrincado camino en el que se suici- jumbrosas»". Los mismos «pedregales de lugares
dó Walter Benjamin. Es probable que toda la obra comunes» y «morrales de cosas que no se saben» ya
de Steiner se haya desarrollado desde la idea de una provocaban la sonrisa de Montaigne, quien siempre
tumba milagrosamente vacía (nada más que la idea procuraba recordar a los «carroñeros» que, del li-
de tumba, puesto que las nubes han condenado a bro que escribían, no eran dueños más que de «la
casi todos los suyos al horror de la abstracción). Esa tinta y el papel»". Nadie negará que Steiner y Mon-
tumba vacía es también una imagen de la Gracia, in- taigne profesan un mismo amor por la polémica.
cluso si ésta le ha sido otorgada: «por un capricho Igual que el talento de Steiner es sensible a lo oral,
del azar, mi nombre había sido tachado de la lista»"; Montaigne alaba las ventajas de la conversasión, «el
de forma que, tanto para hablar de los orígenes co- más fructífero y natural ejercicio del espíritu» 37 . Si
mo de las cenizas, recurre a esas evidencias absolu- Steiner parece sufrir una atracción especial por
tas que son la escuela y la escritura. quienes pueden zarandearle, Montaigne busca
Cenizas y afeites que salpican los momentos de «más, en verdad, el trato con aquellos que me ata-
burlas serias por parte de ambos, en los que com- can que el de aquellos que me temen»".
parten un mismo desprecio por la glosa y «el polvo
"George Steiner, Presencias reales, op. cit., pág. 39.
"George Steiner, Presencias reales, op. cit., pág. 182. 'Montaigne, Essais, in, 12, op. cit., pág. 1.056.
"George Steiner, «Soy un superviviente», en Lenguaje y silen- "op. cit., III, 8, pág. 922.
cio, op. cit.
Ibidem, pág. 925 [en contraposición al lema de todos los

54 55
Aunque todos experimentamos la necesidad de mo sabremos que nuestra identidad es estable, que no pa-
abandonar nuestro territorio para salir al encuen- saremos como una corriente de agua a integrar el río de
tro con el otro, tal imbricación de conciencias pre- la otredad como sucede con la luz o el viento?"
senta, en ocasiones, todos los visos de un cataclis-
mo. Los lectores recordarán las disensiones entre Aunque sin formar parte del mito, el encuentro
Boutang y Rebatet*. Pero el autor de Extraterritorial con el otro, y con el alumno, en particular, se inscri
nos recuerda que en las parejas míticas siempre be en los avatares de una pugna que tolerará esa
aparece una pasmosa unión de contrarios, para lo dualidad, vital en el pensamiento de Steiner. Como
bueno y para lo malo, antes de llegar a descubrir al el seductor temible que es, confiere a ese conflicto
otro al final del enfrentamiento: espiritual con quienes le rodean una función ma-
yéutica a la medida de su propia reflexión, por lo
Las leyendas de denominación recíproca que encon- que es importante que las cosas no sean fáciles. In-
tramos en todas las culturas (Jacob y el Ángel, Edipo y la cluso me atrevería a pensar que, en algunos mo-
Esfinge, Roland y Oliver), el tema del combate mortal mentos, han de parecer insuperables. Sólo al precio
que termina sólo cuando los antagonistas revelan su nom- de semejante vértigo, la conciencia del alumno lle-
bre o se nombran el uno al otro en un intercambio de gará a confundirse con la del maestro en esa seduc-
identidad comprobada, pueden contener el oscuro indi- tora «erótica del pensamiento» 40 , tantas veces rei-
cio de una antigua duda: ¿quién soy yo, quién eres tú, có- vindicada por Platón.
En su último libro, Lecciones de los Maestros, Geor-
tiranos: «que me odien, con tal de que me teman» (N. del T.)].
* Pierre Boutang y Lucien Rebatet representaban facciones "George Steiner, Extraterritorial, trad. de Edgardo Russo, Si-
opuestas dentro del partido de extrema derecha Action Francai- ruela, Madrid 2002, pág. 76.
se. (N del T.) 'Ver el prefacio a Murmures, supra, pág. 32.

56 57
ge Steiner expone un pensamiento rico y entera- burlaba de mí porque me afanaba con los Cantos de
mente renovado, gracias a los sucesivos encuentros Ezra Pound, texto caleidoscópico, «muy próximo a
del autor con ese otro. Sin embargo, la mente de las más elevadas cimas de la literatura» 42 , según me
Steiner es como un remolino marino: hay que ser escribió:
buen nadador para dialogar con él y tratar de salir a
flote del vórtice de espirales descendentes que pro- Zeus lies in Ceres' bosom
voca durante la discusión. El discurrir de su pensa- Taishan is attented of loves
miento es generoso, pero aterrador, porque está do- under Cythera, before sunrise
tado de la incandescencia de un juego de espejos. and he said: «Hay aquí mucho catolicismo —(sounded
Encontrarse es decirse a uno mismo y decir al otro: catolithismo)
y muy poco reliHion»
Dis ce que le feu hésite á dire and he said: «Yo creo que los reyes desaparecen»".
Soleil de l'air, clarté qui ose,
Et meurs de l'avoir dit pour bous». [Zeus yace en el regazo de Ceres/ Taishan es servido
de amores/ bajo Citerea, antes de la salida del sol/ y di-
[Di lo que el fuego duda en decir,/ sol del aire, clari- jo: «Hay aquí mucho catolicismo» —(pronunciado catoli-
dad que osa,/ y muere de haberlo dicho para todos.] zismo)/ «y muy poca religión»/ y dijo: «Yo creo que los
reyes desaparecen».)
Pero el otro es también otra lengua. Steiner se
" Carta del 23 de marzo de 2002.
41 René Char, «Dis», «Les Loyaux adversaires», en Fureur et "Ezra Pound, Cantares completos, H1, «Cantares pisanos», trad.
mystére, op. cit., pág. 160 [Furor y misterio/Hojas de Hipnos, trad. de de José Vázquez Amaral, Cátedra, Madrid 2000, págs. 2.268-2.269.
Jorge Riechmann, Visor, Madrid 2002, págs. 280-281]. Los versos entrecomillados, en español en el original.


58 59
En repetidas ocasiones, Steiner ha insistido en la de felicidad para la gran travesía marítima que es la
necesidad de que los niños aprendan diversas len- vida» 45 .
guas. «Toda nueva lengua permite vivir otra vida», La escritura es la manifestación de un estado: el
afirma en estas conversaciones 44 , permite abrir otras de una mente colmada de sonidos, de imágenes, de
ventanas al mundo y afirmarse en él, al mismo tiem- giros lingüísticos, tan diferentes entre sí, que sólo
po que ayuda a comprender el mayor número de los retendremos en razón de su propia rareza. Pre-
posibilidades que éste nos ofrece. Como la realidad, cisamente, esa rareza de los textos es lo que habla al
al igual que la mentira, es muchas veces algo que se alumno de forma espontánea, el susurro de una
deriva de la lingüística, más vale dominar las dife- lengua impecable, que no es la suya, pero de la que
rentes gramáticas. Según esto, enseñar se convierte, presiente el envite de profundidad poética y de in-
pues, en una exégesis de la persona y del mundo, teligencia. Cuando a un niño de dos años le leemos
en un momento en el que la relación entre estas las Fábulas de La Fontaine o los Cuentos de Perrault,
dos naturalezas, que se han trocado en extrañas, ya el niño comprende algo que no entendería de una
no resulta tan evidente, y es preciso volver a defi- conversación sostenida en un registro lingüístico
nirla mediante el recurso al lenguaje y a las lenguas. menos constante. Porque el misterio de esa lengua
Para los alumnos, el francés se ha convertido en proviene de su estabilidad, del carácter reposado de
una lengua extranjera que requiere traducción. De sus fórmulas, que resultan tranquilizadoras, y que,
ahí mi tentativa de actuar sobre el misterio de la de forma casi mágica, guían al lector, al futuro es-
lengua y sobre la oscuridad del sentido que nos en- critor, hacia el sentido de lo leído, de lo escrito.
seña, y que dejará huellas indelebles en nuestra me- Me viene a la memoria una carta de Céline a
moria. Como dice Steiner, la dificultad es «el lastre Paulhan, en la que se opone de forma radical a la

"Infra, pág. 99. " Infra, pág. 80.

60 61
tesis de Steiner. «Pensar en doA idiomas es como güe, mientras que Steiner sostiene que «una educa-
pensar de través», escribe el autor de Viaje al fin de ción monolingüe y patriotera [...] ya no es posible»,
la noche: a la vista de que las aulas, en la actualidad, presen-
tan «una no desdeñable variedad, una enorme ri-
28 de mayo, 1948 queza humana posbabélica»". Por otra parte, leer
Mi querido Paulhan: un gran texto es como realizar un acto de traduc-
Sabe que cuenta con mi completa aprobación en lo ción. Si uno se sumerge en el paisaje abisal que su-
que a su defensa del francés se refiere. Tiene usted razón: giere, lo que se traduce es siempre el pensamiento
los idiomas extranjeros son algo de lo más irritante, y eso del autor. En el momento en que un alumno entra
que hablo inglés, y lo escribo casi como el francés. Pero en contacto con la literatura, comienza a moverse
¡vive Dios!, que trato de huir de él como de la peste. ¿Y en un terreno que le resulta desconocido. Los poe-
qué me dice del alemán? ¡Me espanta! Es «como ladridos mas escritos, que reúnen citas de todas las lenguas,
de perros y gruñidos de cerdos» (Bloy). Pensar en dos son la fotografía de un proceso intelectual, laborio-
idiomas es como pensar de través, tiene usted razón, y eso so y creativo, que consiste en descifrar las derivacio-
que hasta el francés, a veces, se asemeja a un campo de ba- nes del mito, en un fructífero ejercicio de literatura
talla". comparada. Hasta el punto de que es posible que la
gran biblioteca de la humanidad se vea reducida a
Queda claro que el mismo autor que redactara una decena de obras... Mientras que el libro de mis
las páginas de Bagatelles pour un massacre propugna alumnos es uno solamente, lugar de encuentro de
que la verdad caiga del lado de la pureza monolin- contrastes y voces del que ha surgido la armonía.
El pensamiento de Steiner, por el contrario, es
"Céline, Lettres á la N. R. E, 1931 1961, Pascal Fouché (ed.),
-

Gallimard, París 1991, pág. 63. " Infra, págs. 151-152.

62 63
polifónico: en él se acoplan voces diferentes, lo Steiner es ontológicamente melancólico. Pero no an-
que, a veces, da la impresión de que está atento a to- da errante, como Belerofonte, angustiado y alejado
do y a nada. Una de las mayores astucias del pensa- del contacto con los seres humanos. Su orgullosa tris-
miento consiste, precisamente, en no pregonar sus teza no encaja con el abandono contemplativo del
propios límites. El vagabundeo de Steiner por las misántropo. Al tender la mano a mis alumnos, Stei-
matemáticas, las letras y la metafísica resulta escan- ner se entregaba a la acción, y caro se lo hacía pagar
daloso, o angustioso. La amplitud de su versatilidad al desaliento. Reconoce «la vocación de mártir» 49 del
es contraria a la manía del tiempo y sus consecuen- profesor y las muchas horas de profundo desánimo
cias, a saber, la especialización y la estrechez de mi- que se viven en «la profesión más enorgullecedora y
ras. Hay algo sospechoso en esa pasión humanista, [...] la más humilde que existe» 50 , tal y como sugiere
algo que tiene mucho que ver con una grave enfer- al final de esta conversación. De este modo, la me-
medad. A lo largo de conversaciones, transforma- lancolía de Steiner se convierte en acción y, si mira
das en disquisiciones memorables, Steiner insistía hacia atrás, es para proyectarnos mucho más allá de
en el contraste entre el aliento barroco de un Sha- lo que hubiéramos imaginado.
kespeare, siempre llamativamente vivo, y el acade-
micismo y la inercia que le acompañan. Hubo mo- aquellos que han sido hombres de excepción, bien en lo que res-

mentos en los que hasta yo misma me sentía pecta a la filosofía, o bien a la ciencia del Estado, la poesía o las

asustada ante la locura que se había apoderado del artes, resultan ser claramente melancólicos, y algunos hasta el

Maestro. ¿Se trataba del ánimo funesto, de la acedía punto de hallarse atrapados por las enfermedades provocadas

del hombre excepcional de que habla Aristóteles?" por la bilis negra?» [El hombre de genio y la melancolía, trad. de Cris-
tina Serna, Sirmio, Barcelona 19961.

" L'homme de génie et la mélancolie, Jackie Pigeaud (ed.), «Aris- " Infra, pág. 115.
so
tóteles», xxx, 1, Rivages 1991, pág. 83: «¿Por qué razón todos Infra, pág. 161.

64 65
Hamlet pone en escena la verdad. Bajo el fuego Tal es mi único deseo: seguir con el negro man-
de su intransigente mirada, la poesía designa e im- to del actor a cuestas, porque es el que porta mi
plica políticamente al ser hasta la muerte, hasta el maestro; del color de la tinta, aunque su tono nada
suicidio. En la réplica del príncipe de Dinamarca a tenga que ver con un pensamiento a media asta.
Gertrudis, se adivina el auténtico dolor de un actor, Todo lo contrario: el fuego de su ironía me da ca-
más allá de todo gesto trágico, de todo sentimiento lor, cuando en el horizonte se anuncia nieve.
fingido:

¿Parece, señora? ¡No; es! ¡Yo no sé parecer! ¡No es só-


lo mi negro manto, buena madre, ni el obligado traje de
riguroso luto, ni los vaporosos suspiros de un aliento
ahogado; no, ni el raudal desbordante de los ojos, ni la
expresión abatida del semblante, junto con todas las for-
mas, modos y exteriorizaciones de dolor, lo que pueda
indicar mi estado de ánimo! ¡Todo esto es realmente
apariencia, pues son cosas que el hombre puede fingir;
pero lo que dentro de mí siento sobrepuja a todas las ex-
terioridades, que no vienen a ser sino atavíos y galas del
dolor!'

" Shakespeare, Hamlet, acto i, escena u, trad. de Luis Astrana


Marín, Aguilar, Madrid 1941.


66 67
1. Elogio de la dificultad

Mefistófeles: ¿Habéis estudiado mucho?


Alumno: ¡Estoy aquí para rogaros que os hagáis cargo de mí!
Goethe

Cécile Ladjali: No es fácil dar con el término ade-


cuado para presentarle. ¿Debería decidirme por el de escri-
tor, autor de numerosas obras como Gramáticas de la
creación" y, mucho más reciente, esa magistral Leccio-
nes de los Maestros", comparada con la cual esta con-
versación se me antoja una especie de discurso amañado?

" Gramáticas de la creación, trad. de Andoni Alonso y Carmen


Galán Rodríguez, Siruela, Madrid 2001.
" Lecciones de los Maestros, trad. de María Condor, Siruela, Ma-
drid 2004.

69
¿Habría de inclinarme por el de filósofo especializado en la gados a lanzar al mar botellas con mensaje... Pero, en es-
obra de Heidegger? ¿Quizá erudito, humanista, profesor? te caso, la poesía ha servido de puente entre las dos orillas,
¿No preferiría, sencillamente, que le presentase como lector? por encima del abismo. ¿Qué sintió tras la lectura de esos
sonetos?
George Steiner: Lo más correcto y adecuado,
probablemente, sea como lector. Hay una expre- G. S.: Pensé que aquellos textos encerraban algo
sión francesa, que suscita desdeñosas sonrisas en el milagroso. En primer lugar, usted da clase en
mundo anglosajón. En inglés, no se dice maestro del Drancy, en la periferia de París. Para las personas
pensamiento; resulta demasiado pomposo. Sin em- de mi edad, Drancy evoca un recuerdo terrible y
bargo, sí que he ejercido, en ocasiones, de maestri- concreto, el del estadio que conducía a los campos
llo de lectura, lo que nos mete de lleno en materia. de exterminio. El instituto al que van lleva el nom-
bre de uno de los más ínclitos representantes del
C. L.: De entrada, para mis alumnos, usted ha sido pensamiento puro, el de Évariste Galois, aquel jo-
un maestro. Sabían que así estaba considerado al otro la- vencísimo matemático, asesinado por formar parte
do del Canal de la Mancha, cuando comenzaron a intuir, de la resistencia política, en el curso de una celada
de forma personal, el alcance de la obra que habían escri- amañada por la policía. Y todo esto converge sobre
to y en la que habían trabajado durante unas cuantas se- usted, que ha sabido insuflar en sus alumnos esa pa-
manas. Por eso estaban tan nerviosos en el momento en sión por la forma poética, por la poesía. Si uno se
que decidieron enviarle sus poemas, porque eran conscien- para a pensar en el camino que han tenido que re-
tes del abismo existente entre su mundo y el suyo. Pero tam- correr para llegar a esto, he de decir que se trata de
bién estaban entusiasmados, aunque tengo que confesarle un asombroso cuaderno de poemas. Lo cual plan-
que no confiaban mucho en la posibilidad de conocerle. Ya tea la cuestión fundamental de la relación entre
se sabe: en nuestro trabajo, más de una vez nos vemos obli- poesía y escolaridad, con un trasfondo social muy

7U 71
difícil, como sucede en el caso de sus alumnos, más resulta muy difícil o, cuando menos, es lo que usted afir-
la lengua francesa en sí, etcétera. Porque, de forma ma sin cesar. De modo que ése sería nuestro método de tra-
admirable, usted ha sabido inspirarles el amor por bajo.
una lengua que no es la que hablan en su vida dia- ¿Cuáles fueron las etapas? En sus casas, no tenían li-
ria, en sus hogares. Y, por encima de todo, el amor bros. Primera dificultad. Hubo días en que iba a clase con
por la forma poética. ¿Qué representa un poema maletas llenas de libros. Yo se los prestaba; echaban horas
para esos muchachos? Me ha parecido un empeño en la biblioteca. Leyeron muchísimo, y sólo después de eso
apasionante, y me siento orgulloso de verme aso- se atrevieron a escribir.
ciado con algo así. ¿Cómo leían? Entregué a toda la clase una lista gene-
ral de obras sobre los temas de la caída y el infierno, por-
C. L.: Tengo que confesarle que todo es fruto de un que eran los que habíamos elegido para nuestros poemas,
enorme trabajo. Es más, cuando anuncié a mis alumnos además de una serie de textos personalizados, en función
que íbamos a escribir un cuaderno de poemas, se suscitó de los gustos y de las posibilidades de cada uno. Y se em-
una verdadera insurrección. Según ellos, no había ni que paparon de aquellas lecturas, por otra parte, muy clásicas:
hablar de leer más, aún menos de escribir y, mucho menos los grandes mitos, Dante, los textos de la Antigüedad que
todavía, poesía, porque, de todos los géneros literarios, era hablan del descenso a los infiernos. Algunos de ellos persi-
quizá el que menos atractivo les resultaba. Pero teníamos guieron el rastro de las metáforas hasta nuestros días. Fue
que hacerlo, precisamente, porque era algo difícil, imposi- entonces cuando reflexionamos sobre el infierno de los
ble. Creo que el trabajo de un profesor consiste en ir a la campos de concentración, habida cuenta de que nuestro
contra, en enfrentar al alumno con la alteridad, con aque- tutor era George Steiner. Tratamos, en una palabra, de
llo que no es él, para que llegue a comprenderse mejor a sí profundizar en una materia filosófica tan importante.
mismo. Trabajamos, pues, a la contra, e hicimos una En lo que se refiere a tratar de mantener la calidad li-
apuesta por la dificultad. Todo lo que roza la excelencia teraria, o poética, del cuaderno, con esas formas fijas tan

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complejas, tan asentadas, a las que hay que añadir el sis- G. S.: Vivimos en una cultura, en sin ambiente,
tema de rimas y la versificación, alguien con un suficien- en los que la poesía se ha convertido en algo mucho
te grado de candidez pensaría que hemos gozado de una es- más minoritario de lo que lo fuera en cualquier
pecie de favor relativamente inexplicable... Pero la verdad otra época. Esto es así. La poesía es la voz de una se-
es que no fue cuestión de milagros, sino que todos pusimos lecta y apasionada minoría, que cuenta con un nú -

nuestro empeño en ello. Ya se sabe que, en lo que hace al mero de lectores bastante escaso. Por otra parte,
valor y a las promesas que se formulan en un primer arre- desde finales del siglo XIX, desde Baudelaire, se ha
bato, hay que dejarse de inocencias angelicales. Los pri- abierto una brecha entre poetas y público mayori -

meros resultados fueron catastróficos, llenos de tópicos vul- tario.


gares, de banalidades desoladoras. Porque la forma de Para un alumno, un poema representa una difi-
escribir de los adolescentes, cuando se desahogan un poco, cultad formidable. De entrada, es algo que, por lo
es bastante decepcionante. Para mí, la dificultad estribaba general, hay que aprender de memoria, lo que mo-
en decirles eso mismo, pero sin herirles. Estaban dispuestos lesta mucho. Es una especie de ingenio del que la
a adentrarse en una aventura poética, pero se internaban memoria dispone para ir en pos de algo, y para que
en ella a pelo. Y, créame, un adolescente, cuando muestra a uno le empiece a gustar la poesía... Bueno, ése es
su interior, constituye un espectáculo poco agradable. Así el milagro que usted ha conseguido. Porque en es-
que tuvieron que empaparse de grandes autores, de gran- te cuaderno está claro que late la pasión por la poe-
des obras, con el fin de que, una vez asimilado todo aque- sía. Además, permítame que le haga despotricar un
llo, surgiese la voz personal de cada uno de ellos, como co- poco, ya que nuestros gustos no siempre son coin-
lofón de todas aquellas lecturas. Pronto se dieron cuenta cidentes. A usted le encanta la poesía de finales del
de que a todos ellos les quedaba mucho por aprender, lo siglo XIX. Y, por ejemplo, en este cuaderno se per-
que les tranquilizó bastante. cibe, curiosamente, algún eco del Herodías de Ma -

llarmé, incluso algo de Régnier, de esa misma épo -

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ca. No por eso deja de ser admirable el hecho de ra ni un libro en sus casas, pero da la casualidad de
conseguir que un muchacho adquiera la suficiente que el genio poético es algo oral. No debemos olvi-
confianza en sí mismo como para decir: «yo tam- darlo. En la mayoría de las grandes culturas de
bién soy capaz de escribir poesía». Y eso es lo que nuestro planeta, la poesía se transmite de viva voz, y
usted ha conseguido. Todo esto me lleva a plantear- no a través de libros, hecho que ofrece enormes po-
me lo siguiente: ¿no tendría la poesía que volver a sibilidades a pueblos técnicamente analfabetos. Su-
jugar un papel importante en la vida de los jóvenes brayo lo de «técnicamente», porque no son pueblos
menos privilegiados, de quienes se mueven en un de conciencia, espíritu o corazón analfabetos. De vi-
ambiente de carencias sociales, económicas o ideo- va voz, boca a boca, se puede recitar, se puede com-
lógicas? poner poesía. ¿Representa esto una forma de abrir-
se a un mundo en el que el libro está considerado
C. L.: Pienso que el ingenio es patrimonio de todos los aún como un objeto de lujo?
chavales. Todo alumno muestra tendencia a expresarse, a Por eso lamento tanto el que ya no se aprenda
hablar de sí mismo, o de grandes obras. Pero es el caso que nada de memoria. Aprender de memoria significa,
no todos tienen la oportunidad de nacer donde puedan ha- en primer lugar, trabajar con un texto de una for-
cerlo, lo que hace que el trabajo del profesor consista preci- ma absolutamente excepcional. Lo que uno ha
samente en velar por esa chispa. A veces, he dado clases aprendido de memoria cambia con uno mismo, y la
particulares a algunos de mis alumnos. Como ya le he di- persona se transforma con ello, a su vez, a lo largo
cho, cuando iba a sus casas, me daba cuenta de que no de toda la vida. En segundo lugar, nadie será capaz
había ni un solo libro. ¡De modo que al profesor le queda de arrebatárselo. Lo que uno sabe de memoria es lo
una tarea ingente por delante! que le pertenece a uno mismo, a pesar de los inde-
seables que gobiernan el mundo, de la policía se-
G. S.: Dejemos dos cosas hubie
claras: quizá no 76 creta, de la brutalidad de las costumbres, o de la

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censura, que también existe entre nosotros y en to- muy rápido de ese modo, algo admirable en ver-
das sus formas. Constituye, pues, una de las grandes dad—, cuando se descuida la memoria, si no se la
posibilidades de la libertad, de la resistencia. No ha- ejercita igual que un atleta hace con sus músculos,
ce falta recordar siquiera que la gran poesía rusa de ésta se debilita. Nuestra escolaridad, hoy, es amne-
nuestro siglo, los poemas de Ósip Mandelstam, de sia planificada.
Ajmátova y de tantos otros, han sobrevivido gracias
a la memoria. Un «de memoria» que quiere decir C. L.: Hay determinados pedagogos que consideran
que uno participa en la génesis y en la transmisión que es un gran paso adelante el hecho de que los alumnos
del poema, porque forma parte de uno mismo. se vean liberados del aprendizaje memorístico, de esa rela-
Permítame que mencione un minúsculo hecho ción en cierto modo autista con un texto, de esa especie de
real, pero casi milagroso. En los campos de exter- tortura que, en el pasado, consistía en hacerles aprender
minio había hombres, eruditos y rabinos, a los que poesías y recitarlas delante de toda la clase. Los alumnos
se les conocía como «libros andantes». Se trataba son los primeros en rebelarse contra este método, que les
de personas a quienes, como sabían tantas cosas de trae recuerdos de su etapa de enseñanza elemental o, lo que
memoria, la gente se acercaba como quien pasa las es peor, les traslada a la Tercera República. Para ellos, re-
hojas de un libro, y les preguntaban cómo inter- citar es lo contrario de reflexionar, es olvidarse de uno mis-
pretar determinado texto, o qué cita era la más ade- mo en favor de una voz extraña en la que se difuminan.
cuada. Porque aprender a citar correctamente es El hurto de la escasa singularidad que tan orgullosamen-
una de las grandes condiciones para que haya li- te exhiben a sus quince años les resulta tan odioso como la
bertad; es exactamente lo contrario de la pedante- idea de no servir más que de intermediarios.
ría bizantina.
Creo sinceramente que, cuando se deja de lado G. S.: ¡Es justo al revés! Lo que los deja vacíos es
el aprendizaje de memoria —y los jóvenes aprenden arrebatarles todo lo que llevan dentro, su bagaje in-

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terior, privarles del lastre de felicidad para la gran para representar algunos fragmentos de Tohu-bohu, este
travesía marítima que es la vida. hecho también les impresionó, porque cayeron en la cuen-
ta de que habían escrito algo literario, algo con fuerza y
C. L.: Insisto en que lo importante es trabajar a la con que el texto «funcionaba». El día del estreno de la obra, a
tra. Cuando estaban metidos de lleno en la redacción d cargo de William Mesguich, en el teatro Michel-Simon, de
Tohu-bohu, una tragedia cuya trama se inspira genero Noisy, cualquiera podía darse cuenta del pasmo de mis
samente en Edipo rey, de Sófocles, les pedí que aprendie alumnos. Se sentían extraños ante sí mismos; no se reco-
ran unos cuantos textos de memoria, como, por ejemplo, to nocían en el texto escrito, y ya representado, del que aca-
do el monólogo final de Edipo. Al principio, hube d baban de ser desposeídos. Es fundamental que, en un mo-
enfrentarme con otra insurrección: no les gustó nada lo mento dado, se produzca, por medio de la palabra, un
idea. Pero, ahora, llevan a Sófocles dentro de sí, en sus co distanciamiento así entre un texto y la persona que lo ha
razones, y es cierto que el drama griego les pertenece, y que escrito. Durante la representación, se produjo una especie
el hipotexto les ha ayudado enormemente a la hora de es de juego de espejos del todo indispensable, y el teatro se
cribir. De forma casi mágica, el recuerdo de los texto presta muy bien a ese desdoblamiento.
aprendidos de memoria se hacía presente, en el momento Me siento feliz de que Tohu-bohu haya tenido la po-
en que tenían que dejar asentada, fijada, una sintaxis im- sibilidad de cobrar vida y disfrutar de una breve carrera li-
pecable. Podría probarlo científicamente. Sé cuál es la ra- teraria. Todo empezó con el regalo que nos hizo Daniel
zón de que determinadas expresiones merezcan la pena: Mesguich al escribir el prefacio del libro. Más tarde, tam-
porque detrás de ellas está el haber aprendido de memoria, bién participó en el espectáculo, y grabó algunos pasajes,
la memoria de lo infranqueable... Y Sófocles no se separa- que se oyen, cadenciosamente, entre los ladridos del Golem
rá de ellos jamás. También es muy importante que puedan y las odiosas diatribas pangermanistas del Preceptor. Una
oírse. Cuando, este año, han dado vida, por primera vez, extraña mezcla de La lección, de Ionesco, y de La má-
a dichos textos; cuando algunos actores han ido a la clase quina infernal, de Cocteau, con Meyrink en medio... En

80 81
cuanto a William Mesguich, representó la obra durante insistí mucho en cada una de las dificultades; les hice es-
un mes en París, en el Espace Rachi. Y mis alumnos, en cribir varias veces la misma frase, y les obligué a leer has-
gran parte magrebíes, tuvieron oportunidad de entrar en ta diez veces la misma página, con entonaciones diferen-
contacto con muchachos judíos que viven en el centro de la tes, para que aprendieran a apreciar que la partida contra
ciudad. Algo muy importante. Tohu-bohu es una trage- el tiempo también se gana gracias a la dulce parsimonia
dia de su época, aunque haya que descifrar algunos sím- de la lentitud y el trabajo.
bolos, puesto que la acción transcurre en Praga, la ciudad En cuanto a Murmures, la poesía me ofreció la opor-
de todos los cismas, a finales del siglo XIX. Desde el mo- tunidad de obligarles a leer muchísimo —aunque ya sé
mento en que el decorado digital de Héléne Guyot lleva el que usted va a decirme que no más que teatro—, de tra-
drama de la ciencia genética a la conciencia de los espec- bajar en un género literario muy breve, que les permitía
tadores, desde la primera escena hasta el desenlace, se nos realizar un ejercicio de síntesis de todas las lecturas, así
muestran dos sociedades en conflicto. La literatura ha per- como ser capaces de inventar imágenes, de emplear metá-
mitido que mis alumnos leyeran el mundo, su mundo, su foras. Les obligué a leer, pues, incluso de forma despóti-
modernidad, a fin de penetrarlos un poco mejor, y han ca. Antes de que empezasen a escribir, les di instrucciones
otorgado a la cultura una función real. De repente, la cla- muy concretas. Se trataba de inventar una metáfora, de
se de lengua y literatura francesas se vio despojada de esa unir tal pasaje o tal otro para que el texto resultante tu-
característica que hace de ella una forma peculiar de pa- viera sustancia.
sar el rato, algo con lo que personalmente me siento muy Como soy profesora de letras, estoy obligada a enseñar-
identificada, pero que ellos admiten a regañadientes, por- les francés para prepararles para el bachillerato. Pero se
que tienen la impresión de que disponen de un tiempo li- trata también de enseñarles estilo, gramática, cultura ge-
mitado y que nadie tiene derecho a robárselo para relle- neral, para que, en el curso siguiente, ya bachilleres, no
narlo con verborreas barrocas sobre el drama romántico. fracasen. Gracias a aquellos poemas, encontré una oca-
Traté de modificar esa relación que tenían con el tiempo, e sión de acercarles de forma natural a textos literarios, des-

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pojarlos en parte de su rareza y que no se sintiesen cohibi- orienta siempre, de forma muy clara, hacia el libro,
dos ante ellos. hacia el texto impreso. Mientras que el drama y la
El teatro me permitió abordar el hecho oral, algo que poesía son, como ya he señalado, formas de expre-
había dejado de lado el año anterior y que también quería sión sobre todo orales y, además, arcaicas. Desde la
intentar con ellos. La poesía es un género muy confiden- perspectiva de la historia de la retórica y del pensa-
cial, aunque me guste que se sepa que lo que han hecho miento literario tal y como los cultivamos hoy, la
mis alumnos es algo notable. Pero, por definición, el teatro prosa se ha desarrollado bastante tarde, mientras
es un género abierto al público. Cuando se represente la que el drama y la poesía se sitúan en los orígenes
obra, se hablará de ella, y espero mucho del aluvión de co- mismos de nuestra cultura. Nunca debemos dejar
mentarios, de alabanzas o de críticas —tanto da—, acerca de sorprendernos, de quedarnos totalmente pas-
de esta experiencia. Estos alumnos se merecen todo menos mados, aunque la expresión suene vulgar, por el
la indiferencia. Estoy segura de que el espectáculo del tea- hecho de que haya versos muy anteriores al lengua-
tro les facilitará ese diálogo. je escrito, y que todavía hoy recitamos. En Homero,
En su opinión, ¿hay algo que relacione, de forma muy por ejemplo, hay pasajes muy anteriores a la escri-
concreta, la expresión poética con la mecánica teatral? Por tura, del mismo modo que es muy posible que las
ejemplo, ¿algo que no podamos encontrar en una narra- odas de Píndaro se hayan compuesto mucho antes.
ción clásica? Pero siguen siendo cantos, porque, y sólo trato de
simplificar, la voz humana no es una voz prosaica.
G. S.: Creo que no deberíamos olvidar que la
prosa de gran calidad es algo mucho menos fre-
cuente que la buena poesía, y que es muy difícil
aprender prosa de memoria. Es posible, pero es
mucho más difícil que aprender poesía. La prosa se

84 85
2. Creatividad y escuela

—¿Qué diablos de lenguaje es ése? Por Dios, que debes de ser


uno de esos herejes...
—No, dómine —dijo el alumno—, que dilectísimamente, en
cuanto lame la luciérnaga unos minútulos apenas del día, me
transmigro a alguno de esos tan bien arquitrabados monaste-
rios.
Rabelais

C. L.: Muchas veces, para los alumnos, un libro es co-


mo un objeto yerto, compuesto de papel y tinta, el chichis-
beo de un autor muerto desde hace siglos. Las palabras ya
no les dicen nada, y la sintaxis, más que a música, les sue-
na a abstruso galimatías. Hay momentos en los que he lle-
gado a pensar que la literatura está para ser salmodiada,
que no transcrita. Por ellos, me decidí por el teatro y la poe-

87
sía, en un gesto instintivo, aunque ignoro la razón de mi gia, he de decir que es cierto que esos grandes arquetipos,
orientación espontánea hacia ambos géneros. los mismos que encontramos en Hornero o en Dante, son
algo así como imágenes seminales que los alumnos llevan
G. S.: Porque sus raíces son, en parte, idénticas en su interior, pero que no llegan a pertenecerles del todo
a las iraníes, a las de la antigua y magnificente cul- porque no saben expresarlas. Por eso, traté con ellos de que
tura persa. En Oriente Medio la cultura es oral. Al estas cosas salieran a la superficie gracias al hecho de es-
igual que en el Magreb, hay muchos hombres y mu- cribir, y sólo después nos centramos en las reglas funda-
jeres que se saben miles de versos de memoria, ver- mentales de la gramática, de la sintaxis. Trabajamos en
sos de epopeyas, de grandes cantos de amor. Pero, ese terreno que todos llevan dentro, en esos viveros mitoló-
en París, en Londres o en Cambridge, vivimos ya en gicos, bíblicos o coránicos, según el tipo de alumnos.
un mundo ultralibresco, un mundo como el del Lu- Cuando, al comienzo del curso, les dije que íbamos a tra-
trin, de Boileau, por decirlo de alguna manera, y a bajar sobre el mito de la caída, realicé una encuesta, y vi
veces nos vemos obligados a dar un paso atrás ante que todos tenían una vaga idea de lo que representaba la
este fenómeno. manzana de Adán y Eva, de lo que simbolizaba la ser-
piente, etcétera. Creo que ésta es la razón por la que debe-
C. L.: En efecto, al igual que en determinados arque- mos asentar nuestra enseñanza en la lectura de los clási-
tipos anteriores a la escritura, lo propio de los alumnos es cos, porque, de hecho, la biblioteca universal quizá esté
el lenguaje oral. En Murmures, el cuaderno de poemas, contenida en diez libros que, aun sin darse cuenta, los
se trata el mito de la caída; en su tragedia Tohu-bohu, alumnos llevan en sus alforjas.
el referente es lo gemelar. El recurso a algo anterior a las Intenté hacer con ellos escritura creativa y, al mismo
lecciones forma parte de una exigencia de honradez inte- tiempo, integrar esta iniciativa con esa nueva prueba del
lectual que me impuse a mí misma. Pido mucho de ellos, examen para acceder al bachillerato, la redacción inven-
pero tengo en cuenta lo que son. Sin recurrir a la demago- tada. Tanto inventar como crear fu ncionan de consuno

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con las ideas de regló y rigor. Quiero dejar muy claro este mudamente difícil, y que muchos de mis compañeros, con
punto. Murmures y Tohu-bohu constituyen un apren- todo el derecho del mundo, entienden que un ejercicio de
dizaje preparatorio apasionante para el examen de bachi- estas características va más allá de sus competencias. Al
llerato. Para escribir un soneto o una escena teatral, es ne- fin y al cabo, sólo somos profesores. Escritura creativa y re-
cesario llevar a cabo, con anterioridad, un inventario de dacción inventada; he tratado de trabajar en ambas ver-
los criterios clasificatorios y estilísticos que corresponden a tientes, porque no debo perder de vista la realidad del exa-
un determinado género literario de los llamados mayores. men de bachillerato. Por otra parte, sin poesía, también se
Se trata de un asunto que echa para atrás, porque exige vive estupendamente. Hay alumnos con los que he fraca-
madurez, casi una comunión con el texto tomado como sado. De sobra lo sé. He tratado de ser iniciadora y me-
modelo, y del que habrá que nutrirse para crear un plagio diadora a un tiempo. Con lecturas serias y trabajos de re-
erudito. Tal era la forma de escribir de Proust... Pero él era dacción, les he ayudado a superar una prueba, pero está
Proust. No se puede decir que se trate de algo fácil, o que claro, porque yo he escrito con ellos, que quería ir un poco
permita practicar una cierta demagogia. Todo lo contra- más lejos. Sé que con algunos la cosa ha funcionado. Pre-
rio: es participar de una gran tradición que desemboca en tendía que sintieran la magia de las palabras, la poesía de
alguien como Fénelon, que hacía hablar a los muertos en- la gramática. Algunos de ellos así lo entendieron y es evi-
tre sí. Pero es preciso que el profesor de francés tenga con- dente que hemos ido más allá de lo que encierra una sim-
ciencia de ello antes de explicárselo a sus alumnos, porque ple clase de francés. Fijémonos en la polémica que se vive
ellos siempre considerarán como algo digno de respeto todo en Francia en estos momentos. Hay quienes sostienen que
aquello que se les presente con convicción. Y creo, con toda hay que acabar con la enseñanza de las letras, eliminar la
sinceridad, que, en relación con este punto, el problema re- redacción. Otros piensan que, por el contrario, hay que
side en que incide en la personalidad del profesor y en la salvar las letras y suprimir el ejercicio de escritura creati-
disposición, más o menos firme, que muestre para entre- va que forma parte de la prueba previa de francés, porque
garse a la poesía. Está claro que se trata de un reto extre- creen que, fundamentalmente, la verdadera relación con

90 91
la literatura y con los textos, la genuina implantación de alumno o a un examinando, que presente un dibu-
una cultura literaria, depende de ejercicios como la redac- jo, una composición musical o el esbozo de una co-
ción, el comentario de texto, etcétera. Me gustaría saber reografía. ¿Por qué siempre se recurre a la lengua?
cuál es su opinión acerca de esta polémica. Pienso, en es- No está nada claro. Hay personas dotadas de una
tos momentos, en las terribles páginas que usted ha dedi- sensibilidad que denota un profundo vigor creati-
cado al culto a la glosa, a la arrogancia del metadiscurso, vo, pero que son antiverbales; personas para quie-
a todo lo que enmascara la indispensable presencia de lo nes la palabra representa un gran problema, y la
poético en nuestros actos y en nuestras existencias indivi- sintaxis, un obstáculo. En las universidades ameri-
duales. ¿Qué opinión le merece esto? canas se otorgan diplomas de creatividad, en los
que se permite la presentación de otro tipo de tra-
G. S.: Se trata de una cuestión lancinante y que, bajos, como una obra de arte, una música, etcétera.
probablemente, no ha hecho más que empezar. Co- En realidad, todo esto me parece que es algo
mienza a sentirse en la propia Francia la crisis de la que tiene que ver con unos cuantos y arrogantes afi-
lengua francesa, lengua que, a ojos vistas, se en- cionados... Pero hay que andar con pies de plomo.
cuentra en regresión en el mundo entero. La pu- Nos encontramos en un período de transición. Más
janza del español la deja muy atrás; es algo que ocu- adelante, hablaremos sin duda del papel que han
rre en todas partes, por no hablar del dominio del jugado las ciencias en todo este asunto, porque es
idioma angloamericano en todo el planeta. El fran- enorme, y aún no hemos dicho nada al respecto. En
cés se enfrenta con la inmensa gloria de su pasado, relación con lo que usted decía, me encuentro en
con el orgullo infinito de unos blasones cada vez un estado de ambigüedad o, si lo prefiere, de es-
peor conocidos, cuando no desconocidos u olvida- quizofrenia: comprendo perfectamente la revolu-
dos. Por otra parte, habría que preguntarse qué ra- ción contra los excesos en la enseñanza secundaria,
zón se aduce para no permitir a un muchacho, a un comentarios, análisis y todo eso. Pero, por otra par-

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te, me asusta la idea de perder esas referencias sor, no creador. Pero he conocido a algunos gran-
esenciales que han constituido el sustrato de nues- des creadores que aún conservan en su interior la
tra identidad. La identidad de una lengua, de un candidez de un cierto analfabetismo. Siempre me
pueblo, de una generación, está en su legado, en la gusta contar que uno de los miembros honorarios
herencia que nos deja de aquello que más ha apre- de mi college, en Cambridge, era Henry Moore.
ciado de su pasado. Si eso se pierde, corremos el pe- Cuando iba por allí y hablaba de política, resultaba
ligro de caer en la barbarie de innovaciones hueras. poco gratificante, porque la mayoría de las veces
Y eso es lo que parece dibujarse en cualquier hori- decía tonterías inenarrables. Pero bastaba con ta-
zonte hacia el que dirijamos nuestra mirada. Pero parse los oídos y contemplar sus manos, para darse
también es verdad que habría que ser un genio, y yo cuenta de lo que es una inteligencia total y absolu-
no lo soy, y estar en posesión de una sabiduría infi- ta: las manos de Henry Moore. Nadie puede opinar
nita para decidir acerca de esto. Habrá que escu- sobre eso, porque pertenece al terreno de la creati-
char a ambas partes. vidad del alma, del ser humano. Se trata de uno de
esos vastos dominios que aún nos quedan por des-
C. L.: Es usted heredero del sistema francés de ense- cubrir, a pesar del psicoanálisis y de la analítica.
ñanza, puesto que estudió en Janson-de-Sailly, uno de los En efecto, todo lo que soy se lo debo al antiguo
grandes institutos de París. ¿Se siente usted en deuda con sistema de los institutos, al viejo bachillerato, a las li-
el sistema? ¿Experimentó algún tipo de placer intelectual cenciaturas en letras; pero sé muy bien que, por
durante el tiempo en que permaneció usted metido de lleno otra parte, el mundo está en trance de cambiar.
en esa cultura clásica y humanista, académica, en una
palabra? C. L.: El saber se ha trastocado. Muchas veces, la gen-
te se pregunta cuál es la causa de que disminuyan los ni-
G. S.: Sí; porque soy un mandarín. Y soy profe- veles educativos. Es verdad que un alumno de finales del

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siglo xix sabía latín, griego, gramática. Las cosas ya no de partida para las redacciones que ellos trabajaron, seis-
son así en nuestros días, y es cierto que esto plantea un cientos borradores y un solo libro. La coherencia del con-
problema. El saber ha cambiado. Nuestros alumnos quizá junto se desarrolló poco a poco, y no resultó evidente has-
sean más intuitivos, más imaginativos; pero desconfío ta que no tuvieron el libro en las manos. Ser coherente,
mucho de esas intuiciones, de esos fogonazos de creativi- sentir que el proceso guarda cierta coherencia, no es algo
dad, porque la mayoría de las veces resultan decepcionan- evidente de por sí, desde su punto de vista. Pensemos, por
tes. En mi área, desde que me dedico a la enseñanza, to- ejemplo, en el cuidado lenguaje que aparece en ambos li-
dos los años les obligo a escribir. Pero se trata de algo que bros. Alguien podría apreciar esquizofrenia en algunos de
hay que encauzar con mucho rigor, avanzar lentamente, mis alumnos: la lengua escolar no es la lengua hablada,
perder el miedo a equivocarse, tachar, tirar a la papelera. al igual que la lengua materna no coincide con la escolar,
Siempre me he preguntado qué hacer para dirigir por buen etcétera. En el lenguaje que emplean, sin embargo, se ob-
camino esa intuición, para convertir ese chispazo un poco serva una relación extraordinariamente compleja con esa
decepcionante en un texto fabuloso y escrito con todo rigor. lengua que, de alguna manera, se ve perturbada por la
Antes que nada, hay que leer mucho para impregnarse de poesía y el hecho de escribir.
la sintaxis de los demás, para llegar a construir la propia, Pero la verdad es que están fascinados por la palabra,
lo que representa un esfuerzo considerable de reinversión por la buena literatura, y en eso me apoyo, sobre todo, pa-
de la materia leída. Para Tohu-bohu, cada alumno tu- ra tratar de desbloquear las cosas. El alumno se da cuen-
vo que preparar hasta diez borradores. Fueron sesenta los ta muy rápidamente de dónde reside la belleza, y espera
alumnos a los que pedí que escribieran la obra. ¿Se da que alguien se lo haga notar. Lo que no impide que se en-
cuenta del trabajo realizado durante la génesis del texto? cuentre en una situación de esquizofrenia, puesto que, en
Podría redactarse una tesis sobre los borradores de mis su casa, no hablan como Baudelaire. Porque hay un tabú
alumnos, y sus errores seguramente nos aportarían algu- en torno a la lengua que se emplea en la literatura. Cuan-
na luz. Decenas de textos de grandes autores como punto do mis alumnos se han visto en el trance de tener que con-

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tar a sus amigos que se dedicaban a escribir poesía, o tea oral. Las cosas le han resultado mucho más fáciles. Su in-
tro, el asunto se les hizo muy cuesta arriba; fue difícil greso en la universidad se llevó a cabo con toda normali-
para ellos. Al final del curso sentían incluso vergüenza de re dad; está a punto de terminar una tesina en literatura
galar aquellos textos a la biblioteca del centro. Pero, una comparada, sobre el teatro de D'Annunzio, y le gustaría
vez cumplido el trámite, se sintieron orgullosos. Lo que sig llegar a ser... profesora de literatura. El año en que Julie
nifica que algo habían avanzado, puesto que habían cre fue alumna mía, le obligué a que escribiera poesía. No sé
cido tres años en un intervalo de dos horas, habían ma hasta qué punto su soneto sobre Erasmo y El elogio de la
durado con mucha rapidez. Es cierto que el gueto en el que locura la marcaron entonces ni de cara al futuro... Ha-
se encierra la mayoría de estos alumnos es, más que nada bría que preguntárselo a ella. Tanto Miruna como Julie
un reducto lingüístico: hay una verdadera ley del medio es son bilingües: Miruna es rumana y Julie es italiana. Us-
el que viven, una ley del barrio. Y les cuesta mucho li ted siempre ha defendido que el hecho de ser políglota es al-
brarse de ella. Con cierta frecuencia, quedo con una anti go enriquecedor.
gua alumna, Miruna; la tuve en clase el mismo curso eh
que obtuve mi plaza de profesora, hace cuatro años. Aho- G. S.: Creo muy firmemente que cada lengua re-
ra estudia en la Facultad de Historia de Nanterre. Más dé presenta una ventana a un mundo totalmente dife-
una vez me ha comentado: «Cécile, me encuentro en una rente. Toda nueva lengua permite vivir otra vida, lo
situación difícil; en la facultad, me expreso de una mane- que es realmente un lujo. Para el común de los
ra, y cuando vuelvo a casa, o hablo con mis amigos, ha- mortales, para quienes son monolingües y que ha-
blo una lengua distinta». Es algo insostenible. Julie, una brán de vivir metidos de lleno en esa cultura lin-
amiga de Miruna, en razón de algún milagro que no al- güística, es evidente que el dominio de esa lengua,
canzo a comprender, mostraba una disposición mucho algo que coincide con el ideal que usted propone,
más clara para acomodarse a la estructura de un lengua- significa una disposición a la madurez espiritual y a
je normalizado, tanto en el plano sintáctico como en el su presencia política en nuestra sociedad. Lo que

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me encantaría saber es si ha habido diferencias en 3. Gramática
cuanto a la respuesta obtenida por parte de chicos
y chicas al proyecto que les planteaba. ¿Observó us-
ted reacciones muy diferentes?

C. L.: Sí; muy bien con las chicas, pero muy dificil con
los chicos. No sé por qué. Vergüenza, quizá; una percep-
ción de la poesía como algo opuesto a la virilidad. El tipo Aisladas, las palabras flotaban a mi alrededor.
de chica melindrosa y remilgada no es el preferido de mis Hofmannsthal
alumnos, que son con los que fracasé. El último año, tan
sólo hubo un alumno, un chico, que no participó en Mur-
mures. Me imagino que debe de tratarse de una diferen-
C. L.: Usted sitúa su pasión de filólogo entre la poesía
cia casi ontológica. Me cuesta mucho trabajo dar con una y la filosofía. El amor que siente por las palabras es tan
explicación. Sin embargo, en la enseñanza superior, las grande como la desconfianza que le inspiran. Su relación
cosas son distintas, y los chicos se desenvuelven mejor. con el otro es, ante todo, una relación de palabras, porque,
a través de ellas, usted decide entre entregarse o sustraerse
a esa presencia. Alguna vez le he visto mudo, y fue una ex-
periencia terrible. Además, el término «gramática» tiene
una importancia capital en su obra. Habla usted incluso
de una gramática interior; uno de sus últimos libros, por
otro lado, lleva por título Gramáticas de la creación.
Qué significa para usted el término «gramática»? ¿ Cuál
es la relación entre la gramática, con ese trabajo de la len-

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gua del que hemos hablado, y la escritura de esos poemas? bre quien no tenía más remedio que simplificar sus
¿ Cómo participa la gramática de la ontología? planteamientos.
Desde este punto de vista, hay que prestar aten-
G. S.: Pienso en la gramática en tanto que es- ción al vuelco apasionante que se observa en los Es-
tructura de la experiencia humana, tal y como no- tados Unidos: quien susurra, quien balbucea, quien
sotros dividimos dicha experiencia, y con la que la habla mal, ése es quien goza de la reputación de ser
identificamos. Por ejemplo, una lengua como el he- un hombre honrado. Lo contrario de nuestra gran
breo, que no conoce el pretérito indefinido ni el tradición retórica clásica y europea. Hablar mal vie-
tiempo futuro del verbo, tal como nosotros los en- ne a significar que se trata de alguien que dice la
tendemos, presenta una concepción del universo verdad... Y al revés: hablar demasiado bien es un
profunda y radicalmente diferente de la nuestra. El síntoma claro de falta de honradez. Me parece que
hecho de la colocación del verbo al final de la frase se trata de algo importante, y que podría tener con-
en el alemán, y espero que no se considere esto co- secuencias mucho más allá del contexto actual. El
mo una salida de tono, es una de las claves de la ca- actual presidente de los Estados Unidos no es capaz
pacidad de esa lengua para la metafísica. El alemán de construir correctamente una frase medianamen-
dispone del neologismo filosófico, que mantiene te complicada desde un punto de vista gramatical;
un argumento en suspenso en el seno de una frase, sin embargo, se ufana de ello. Lo que también for-
posibilidad de la que no dispone el cartesianismo ma parte de su propio acervo, porque ¿qué necesi-
de la lengua francesa. Cada sintaxis, por otra parte, dad hay de saber gramática en Texas?
revela una relación de poder político. Quien tenía
a su alcance las armas de la retórica, con una gra- C. L.: Y por qué sí hace falta saberla en el instituto?
mática muy desarrollada y sofisticada, disponía, has- Muchas veces observamos cómo los alumnos se dan una ri-
ta hace poco, de una ventaja política muy clara so- dícula importancia y se sienten orgullosos de lo mal que se

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expresan, tanto oralmente como por escrito. La escuela es ¿ Cree usted que hay algún peligro en este tipo de opciones
un lugar extraño para el lenguaje, en el que se mezclan pedagógicas?
una serie de lenguas: la oficial, la privada, la escolar, las
lenguas maternas, las lenguas extranjeras, la jerga propia G. S.: No soy quién para responder a esa pre-
de los alumnos, la del barrio en el que viven. Si se tiene en gunta... Ante todo eso, debo reconocer que yo sí
cuenta la diversidad de lenguas que cohabitan en la es- que me doy importancia. Lo confieso, confiteor, me
cuela, creo que podría decirse que se trata del único lugar doy importancia frente al aullido casi bestial no só-
en el que pueden encontrarse, a pesar de esa pluralidad y lo del rap, sino del heavy .metal, o del acid rock, que
de las colisiones que se producen entre todas ellas. Pero hay constituyen el gran contraataque del ruido contra
que estar muy pendientes para sacar partido de tan mag- los privilegios del silencio, de la cortesía, cosas que
nífica heterogeneidad. Porque el día del examen oficial na- fueron, en su día, prerrogativas de una clase domi-
die va a exigir que se manifieste esa diversidad de lenguas, nante, de una cierta burguesía escogida. Hoy, el si-
sino que el alumno suspenderá si no es capaz de expresar- lencio es un verdadero lujo, por el que se paga co-
se en nuestro francés cartesiano. Quizá sea una tontería, mo si de oro se tratase. En las viviendas modernas,
pero engañaríamos a los alumnos y no seríamos honrados no hay; en la calle, menos...
con ellos si les dejáramos creer que, en el marco escolar,
pueden expresarse con el lenguaje propio del rap. De ahí C. L.: Tampoco lo hay en una clase...
mi malestar cuando, en ocasiones, veo cómo algunos de
mis compañeros se dedican a estudiar la versificación con G. S.: Poder estar en silencio... Se asegura que,
ayuda del rap. El rap está muy bien, pero son los alum- en la actualidad, casi el ochenta por ciento de los
nos quienes mejor pueden hablar de eso. ¿Cómo puedo ha- adolescentes no llegan a leer un texto en silencio,
cerles descubrir la estructura poética de una obra desde el sin tener como trasfondo el sonido electrónico de
rap ? Creo que no es algo que deba sacar a relucir con ellos. la radio, de la televisión, etcétera. Es terrible, por-

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que el cerebro es incapaz de absorber, de forma si- presarme, y he tratado de que se escuche ese silencio indis-
multánea, el ruido y el sentido de algo. El ruido es pensable. Pero, lamentablemente, he fracasado. En princi-
como un grito de guerra. Y hay que ser cautelosos. pio, los alumnos aceptan que les hable de poesía, porque
El simbolismo de un gran concierto de rock, de una eso es lo mío, algo que corresponde al profesor. Pero, por el
raye —raye, en inglés, quiere decir locura—, la histe- contrario, la música que escuchan es cosa suya: es un te-
ria del ruido desencadenada es el contraataque rreno completamente conquistado, y no albergan la más
contra los privilegios que hemos conocido, y de los mínima duda de que ése no es mi lugar. He cosechado fra-
que se han visto excluidos centenares de millones casos estrepitosos; por ejemplo, cuando les obligué a escu-
de seres humanos... char música clásica; el resultado fue nefasto; un motín en
Podría decirse que el sonido es el gran contraa- clase. No lo conseguí. Quizá el año próximo...
taque. Lo que no deja de ser interesante, porque ¿Podría decirse que el papel de la escuela actual, en lo
ensordece algunas de las posibilidades reales de la que a la lengua se refiere, consiste en reducir la separación
comunicación humana, pero, al mismo tiempo, en cada vez más clara —como afirma usted en Presencias
mi opinión, da sentido a una comunidad dinámica, reales— entre el aspecto puramente comunicativo de la len-
cuya identidad ha pasado a ser colectiva. Me imagi- gua y el valor gratuito, literario, poético que encierra?
no que las ceremonias que acompañaron a la tra- ¿Piensa usted que la finalidad de los cursos de literatura
gedia antigua en sus albores eran más parecidas, de consiste en instrumentalizar la lengua con fines pragmá-
algún modo, a una raye o a una rock night que al tea- ticos? O por el contrario, ¿habría que insistir en esa gra-
tro versallesco de Racine. Es algo más que posible. tuidad del lenguaje, capaz de crear una obra de arte con
el único fin de conmover a alguien?
C. L.: En cuanto a la música, he tratado de acabar,
por medio de ella, con todas las banalidades que hubiera G. S.: Se trata de una cuestión capital, y de muy
podido decir sobre las palabras con mi propia forma de ex- difícil respuesta. Lo que conocemos como revolu-

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ción de Gutenberg no fue tal: imprimió una mayor ria de la humanidad. Y no dramatizo. Un gran físi-
velocidad a la escritura de manuscritos. Hasta ahí, co diría: «Pobre Kaspárov; confunde las palabras
perfecto. Pero la revolución electrónica actual es porque nadie es capaz de establecer la distinción
mil veces más importante y fundamental. Ahora, to- entre cálculo y pensamiento».
do se pone en cuestión, porque los grandes bancos Esto representa, en sí, un problema filosófico for-
de datos de los ordenadores contienen conoci- midable: ¿dónde acaba el cálculo y dónde comienza
mientos infinitamente más precisos, más desarro- el pensamiento? La máquina ganó, gracias a un mo-
llados que los de nuestro cerebro. No hay ninguna vimiento que Kaspárov no había previsto ni analiza-
persona que tenga una memoria capaz de hacer do, un movimiento en cuya trascendencia no había
sombra a la de los grandes ordenadores. Ninguno reparado. Y como esto va cada vez más deprisa, po-
de nosotros posee una velocidad de comunicación dríamos decir que avanza a un ritmo exponencial,
que pueda competir con la instantaneidad de los estamos ante un hecho que nos sitúa frente a un
nanosegundos de esas máquinas. Se trata de má- mundo totalmente nuevo, en el que las máquinas
quinas cuasi sensibles, que van más allá. Empleo, pensarán entre sí. Como pasa ya ahora. El próximo
quizá, palabras pretenciosas, pero es que aún no campeonato del mundo, de verdad, se celebrará en-
disponemos del vocabulario adecuado. Sin dejar de tre ordenadores especializados en ajedrez, no entre
lado su pregunta, en la quinta partida entre el cam- seres humanos. Y jugarán mucho más fuerte que
peón del mundo de ajedrez, Kaspárov, y el ordena- cualquier ser humano. Por otra parte, todo lo que
dor de IBM se produjo un cambio trascendental. La de espontáneo hay en la vida humana tiende a ex-
máquina realizó una jugada, y Kaspárov, como pu- presarse con medios muy arcaicos que, en el fondo,
dimos comprobar cuando tuvimos acceso a las no- resultan muy lentos, muy poco fiables. Nos enreda-
tas que tomaba, dijo: «Ya no calcula; piensa». Lo mos con las palabras porque no son lo bastante pre-
que constituye, en mi opinión, un hito en la histo- cisas. Nos repetimos. Se trata de metáforas usadas,

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desgastadas, pero que definen este momento de la G. S.: Me gustaría responderle de forma afirma-
humanidad. Con todas las desventajas que eso im- tiva, pero no puedo. En toda mi obra, he tratado de
plica, en griego antiguo se definía al hombre como poner en evidencia el terrible fracaso de la cultura
«animal que habla», no como «animal que constru- humanista frente al horror de nuestro siglo, que no
ye, que calcula, que hace la guerra». Cuántas veces sólo no impidió la barbarie, sino que muchas veces
no decimos que más nos valdría callarnos. Después acudió en su ayuda. ¿Qué decir si, hasta Sartre, que
de todo, en eso se resume la filosofía de Wittgens- no era hombre que apreciase a sus rivales, dejó di-
tein y la de tantos otros. Pero no tenemos elección: cho antes de morir que «sólo quedará uno de no-
hablar es como respirar, es el soplo del alma. La pa- sotros, Céline»? ¿Qué decir? ¿Dónde empezamos
labra es el oxígeno de nuestro ser. En su instituto, de nuevo? Como diría Nietzsche, hay algo entre la
usted lucha para que ésta no salga empobrecida. genialidad de la palabra y los valores morales hu-
Mientras que cada lugar común significa la muerte manos —los valores de compasión y libertad—, algo
de una posibilidad vital, cada hermosa metáfora nos más allá del Bien y del Mal. Resulta aterradora la
franquea, literalmente, las puertas del ser. Se trata, trascendencia de la ética en la inspiración poética.
pues, de la más importante de todas las batallas; pe- El gran maestro de la palabra puede encarnarse en
ro no está nada claro que vayamos a ganarla. un ser infernal, demoníaco, en un fascista, en un ra-
cista, etcétera. Y hay que estar muy atentos, porque
C. L.: ¿Podría decirse que dicha lucha pasa por echar la verdadera elocuencia, el pathos, posee un formi-
mano de la literatura humanista, aunque la tesis que us- dable poder. En algún sentido, el texto que sale de
ted mantiene en En el castillo de Barba Azul resulte, una máquina carece de ese poder, por inhumano
más bien, aporética, y que cualquier lector suyo se siente que sea. No ejercerá un dominio ideológico, aun-
confuso al verse enfrentado a la inadmisible paradoja de que puedo estar equivocado. Los psicólogos nos di-
cultura y barbarie? cen que el verdadero horror de los abusos sexuales

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a menores se ha centuplicado por culpa de las má algo así puede ser sencillo. Ya que hablamos de la tecnolo-
quinas, del correo electrónico y del fax, que llegar gía y de la falta de gratuidad en el acto de aprender, lo
a lo más íntimo del ser del niño. ¿Será capaz la má más desastroso es que nuestros alumnos son terriblemente
quina de acabar con nuestras grandes esperanzas: pragmáticos, quieren tener resultados de inmediato. Y van
No lo sé. al instituto igual que irían a hacer los recados. Carece de
toda lógica que trate de razonar con ellos al respecto. Sin
C. L.: ¿No debería ser la escuela un lugar de parsimo embargo, en la decisión de que escribiesen poesía había
nia? ¿Lentitud, como opuesta a la absurda velocidad dé una pulsión, una necesidad de tal gratuidad.
nuestro tiempo, que parece incompatible con el ritmo de las
chavales, que necesitan tanto tomarse su tiempo como per- G. S.: Cécile, debería usted escribir en la pizarra
derlo? estas palabras de Heidegger: «Quien quiera res-
puestas que guarde silencio; quien busque pregun-
G. S.: Paciencia, duda, lentitud. Mire usted, co- tas que lea poesía». Es de gran ayuda, porque es
mo ocurre siempre, Pascal ya lo dejó dicho: «Si se una certera máxima sobre la paciencia.
consigue estar sentado en una silla, en silencio y a
solas, en una habitación, es que se ha recibido una C. L.: Preceptos como ése chocan con un cierto discur-
buena educación». Es algo terriblemente difícil. so tecnológico muy de moda, que propone la informatiza-
ción total de las clases, de forma que los ordenadores lle-
C. L.: Paciencia, sencillez, carencias. Para trabajar guen a todos los pupitres hasta que desaparezca, de una
con mis alumnos, no necesito más que una mesa, un la- vez, el viejo encerado. Tengo la impresión de que nunca
picero y un libro. Pero me da la impresión de que los alum- hemos dispuesto de tanta tecnología, de que nunca se han
nos ya no mantienen esa indispensable relación con lo sen- publicado tantos libros de pedagogía, de que nunca han
cillo, con el hecho de maravillarse ante un texto, si es que proliferado tantas teorías pedagógicas y didácticas, y de

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que nunca las cosas han estado más confusas. El ministe- G. S.: Como supongo que hay determinadas fal-
rio anda un poco desorientado, al igual que los profesores tas de tacto que usted no puede permitirse, eché-
de las escuelas de magisterio. Nadie sabe muy bien qué es mosle la culpa a Goethe, quien dijo aquello de que
lo que pasa. Ni yo misma me siento cómoda. «quien sabe cómo hacer algo, lo hace; quien no lo
Aunque mis propuestas pedagógicas no sean exacta- sabe, se dedica a la enseñanza». Y añado por mi
mente punteras desde un punto de vista tecnológico, y no cuenta: «quien no sabe enseñar se dedica a escribir
sigan siempre las más recientes instrucciones contenidas manuales de pedagogía».
en los manuales, me siento apoyada por el ministerio.
Cuando se da el caso de profesores que aciertan con méto- C. L.: ¿En qué lugar situaría usted al profesor en la
dos que funcionan, o al menos eso parece, tenemos carta escuela actual, habida cuenta de que es radicalmente dife-
blanca. Pero estoy obligada a presentar, junto con tales rente de la que había en la década de los setenta, con pro-
prácticas, un discurso teórico sin fisuras, para demostrar blemas como el de la masificación y la extensión educativa
que no se trata de una bicoca, sino de cumplir un progra- para todos? ¿Cuál sería, en nuestros días, la función del
ma para pasar el examen de bachillerato. profesor?
En dichos programas, queda claro que puedo trabajar
sobre Baudelaire, al igual que sobre otros autores que me G. S.: Una especie de mártir, sin duda alguna,
gusten. Durante mi experiencia como profesora, he apren- puesto que hay dificultades, malos ratos, depresio-
dido que todo son vasos comunicantes. Y tengo que reco- nes. En Inglaterra, hay muchos suicidios entre los
nocer que, en determinados momentos, mis alumnos se profesores. No es broma. Pero algo así ya preocu-
han aprovechado de las investigaciones que hacía duran- paba en mi época de estudiante, como se puede ver
te mi doctorado, o del hecho de que yo misma escribiera tea- en la novela de Louis Guilloux, La sangre negra; es
tro y poesía. Nunca he pretendido ocultar mis pasiones. una preocupación que mata. Siempre digo a mis
alumnos: «Uno no transige con sus pasiones. Las

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cosas que voy a tratar de presentarles son las que 4. El profesor
más me gustan. No veo necesidad de justificarlas».
Si hubiera sido arqueólogo y hubiera dedicado mi
vida a los orinales chinos del siglo VIII, no tendría
que justificar nada. Lo peor de todo es desplegar
una dialéctica de la excusa, de la apologética, algo
que imputo a la enseñanza de nuestros días, aun-
que usted parezca constituir una notable excep- Dos errores: 1. Tomarse todo al pie de la letra; 2. Tomarse to-
ción. Porque se trata de una apologética que nace do al pie del espíritu.
de la vergüenza por las propias pasiones. Si un es- Pascal
tudiante percibe que uno está un poco loco, poseí-
do de alguna manera por aquello que enseña, es un
primer paso. Quizá no esté de acuerdo; quizá se C. L.: En el aula, no renuncio a nada que tenga que
burle; pero escuchará: se trata del milagroso ins- ver con mi pasión, y así es como mantengo la atención de
tante en que comienza a establecerse el diálogo con los alumnos. Al comienzo del curso me toman por una lo-
una pasión. Nunca hay que buscar una justifica- ca, lo que les hace gracia y les lleva a pensar que, duran-
ción. te el año, va a pasar algo diferente. Pero me siguen; y es
verdad que si he optado por que escriban, es porque yo tam-
bién me dedico a escribir, y que quizá ésa sea la única co-
sa que haga medianamente bien. La función de un maes-
tro es parecida a la de un barquero, aunque se vea
obligado a abrirse a la diversidad de culturas que forman
parte de una misma clase. Creo que el hecho de darse uno

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mismo es fundamental, porque tengo la impresión de qué realismo brutal y falaz, es que trata de menguar los
todo se decide en la enseñanza media. sueños del niño. En lugar de hacer más de lo que
Un día usted me escribió que en «la enseñanza secun- un niño es capaz de comprender, es mejor tratar de
daria es donde se libran los combates decisivos contra la ir siempre un poco más lejos, y que el niño extien-
barbarie y el vacío». ¿Piensa usted que en la escuela y en da brazos y manos para tratar de alcanzar la pelota,
el instituto es donde cristaliza todo lo primordial? aunque no llegue. Porque ése es el momento en
que comenzará a sentirse satisfecho, lo que le per-
G. S.: En cierto sentido, estoy convencido de que mitirá decir: «Todavía no he entendido, pero llega-
el período universitario es ya demasiado tarde. No ré a entender. Todavía no he pergeñado un sueño,
es de especialización o de estudios superiores de lo pero soñaré. Todavía no he disfrutado de algo, pe-
que hay que hablar. El niño es la materia prima de ro lo haré».
la cultura, de la civilización en sí. El vocablo griego Con el rasante igualitario, mediante la falsa de-
para designar la educación, la cultura, es una pala- mocracia de la mediocridad, matamos en los niños
bra que designa a un niño: paideia, paidos. Si somos la posibilidad de sobrepasar sus limitaciones socia-
capaces de inculcar en un niño determinados sue- les, domésticas, personales, e incluso físicas. En la
ños, el rechazo a una cierta vulgaridad, a todo lo in- universidad, ya es demasiado tarde; la batalla esen-
humano o a las enormes decepciones, tendremos cial ya se ha perdido. No siempre, claro está, por-
una posibilidad de ganar esa batalla. En los prime- que también hay muchos seres humanos que ma-
ros años de la enseñanza secundaria se desarrolla el duran más lentamente, de forma tardía; pero hay
drama más complejo de todos, el de hacer creer a otros tantos, por lo menos, que se han apagado pa-
un niño que los sueños existen, que, después de to- ra siempre desde la escuela. La amargura, la aspe-
do, la trascendencia es posible. Lo peor de nuestra reza, la melancolía de profesores mediocres es uno
enseñanza, de la falsa realidad que representa, un de los grandes crímenes de nuestra sociedad.

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C. L.: Soy perfectamente consciente de que mis alum- la pena vivir la vida. Ése es el más grave de los crímenes».
nos, a su edad, no son capaces de dominar todas las cues- Desde mi modesta posición, le diré que la barbarie, la vio-
tiones filológicas y filosóficas que encierran los textos que lencia de los alumnos, reside en esa barrera ante el apren-
les propongo. Pero creo que eso no es lo importante. Lo que dizaje que ellos mismos se imponen. A priori, la poesía no
cuenta, por encima de todo, es la sorpresa, esa especie de está hecha para ellos; la buena literatura no pertenece a su
trance sobrevenido que se adueña de nosotros cuando en- mundo. Han nacido en un gueto lingüístico; pero, ade-
tramos en contacto con lo nuevo, con lo maravilloso. Se más, no creen que puedan tener acceso a esas cosas. ¿De
trata de algo que resulta tremendamente didáctico. Lo de dónde les viene tan temible aprensión? No lo sé. Pero, en
menos es si se ven superados por el nivel de los textos. ocasiones, cuando hablo con algunos padres, me digo a mí
¿Quién no se siente así frente a Dante o a Baudelaire? Lo misma que mis alumnos tienen mucho mérito. Es enorme
que cuenta es impresionarles, estimularles. Habla usted el trabajo que hay que hacer en clase. Pero tenemos que le-
del profesor hastiado, algo dramático, sin duda; pero el ca- gitimar nuestro trabajo frente a ellos, porque sobre este ofi-
so es que me he topado con jóvenes de quince años que es- cio pesa una sospecha, algo tremendo. Muchos de los pa-
tán de vuelta de todo, que nada de lo que yo pueda decir- dres de alumnos, y muchos alumnos que hacen caso a sus
les en clase les conmueve. Ésa sí que es una verdadera padres, no ven en nosotros más que a un grupo de privi-
tragedia, desde mi punto de vista. De modo que me parece legiados que ofrece una enseñanza absolutamente desfasa-
importantísimo obligarles a hacer frente a algo que sea da respecto al mundo moderno. Es algo que me produce
muy dificil, si lo que buscamos es avivar en ellos la pasión. gran tristeza.
Usted me escribió una vez: »Cuando se es varón, ado-
lescente, y se está inmerso en un contexto económico sin fu- G. S.: En esa cuestión nos queda mucho por
turo, un kaláshnikov y la guerra son las dos grandes puer- aprender de Estados Unidos, país al que siempre
tas que permanecen abiertas a la identidad y al respeto por criticamos, y con razón, por la vulgarización que ha
uno mismo. Para cientos de millones de personas, merece llevado a cabo de la enseñanza secundaria. No hay

120 121
que olvidar que en las escuelas estadounidenses se yor democratización de la escuela. Cuando se comprueba
inculca a todos los niños la idea de que van a ser cómo el sistema escolar conduce a la desigualdad social y
mejores que sus padres. Y eso desde el primer día. profundiza en ella, con salidas en las que unos quedan
Porque tal es el credo de ese progresismo, de ese apartados, mientras que otros reciben premios, uno cae en
mejoramiento, según el tecnicismo utilizado por los la cuenta de que ese sistema pretendidamente abierto es
políticos. Tocqueville ya lo había señalado: es la na- una organización totalmente cerrada, mediante la cual só-
ción, es la filosofía de la propia nación, la que apre- lo se consigue dar carta de naturaleza a las desigualdades
mia a no tener vergüenza de querer ser mejores sociales, según el siguiente razonamiento: «Eres bueno;
que los propios progenitores. En Inglaterra, sin em- has superado tal oposición; aunque, de hecho, no sólo es
bargo, padecemos aún un sistema de clases, en el porque valgas para esto, sino porque provienes de un me-
que los padres dicen: «No; no llegarás más lejos que dio en el que te ha sido más fácil estudiar, comprender lo
yo, porque, si lo haces, romperás con la solidaridad que se esperaba de ti en la escuela». Por eso, la cuestión so-
política e ideológica de tu clase». Y, créame, eso es cial se mantiene como un desafio a la escuela en la actua-
vandalismo de almas. lidad, uno de los más difíciles. Como trabajo en Seine-
En cuanto a la situación en Francia, creo que no Saint-Denis, sé, al igual que muchos de mis compañeros,
soy el más indicado para opinar, pero me gustaría que un alumno que crece en un barrio deprimido se en-
saber qué opinión le merece a usted este problema. contrará con muchas más dificultades para salir de ese me-
En Francia, ¿es posible abandonar el estrato social dio. A veces, hasta tengo la impresión de que el sistema se
al que uno pertenece, en el sentido de trascender- ha concebido en contra de ellos. Cuando reflexiono sobre
lo, de subir por la escalera mecánica que conduce a los demencia les programas que tengo que enseñar en pri-
la esperanza? No tengo ni idea. mero de bachillerato, siempre pienso en la época en que yo
iba al instituto. No hace tanto tiempo de eso, pero no re-
C. L.: La masificación jamás ha conducido a una ma- cuerdo que se pusiera el listón tan alto. Estoy obligada a

122 123
5. Los maestros
inculcar en mis alumnos nociones que yo estudié durante
las oposiciones. ¡Obsérvese el índice de materias de cual-
quier manual escolar! Parece mentira... Hay un desfase
enorme entre las doctas parrillas que se exigen y la capaci-
dad de expresarse, de formular correctamente sus ideas,
por parte de los alumnos. Cuando pregunto algo en clase,
las respuestas son monosilábicas, porque están muy lejos
Eres mi maestro, mi autor reconocido;
de llegar a interiorizar la formalista arrogancia de lo que
Eres el único de quien he aprendido
se les enseña. Resulta espantoso cuando les pido que asi-
El honor de poseer tan noble estilo.
milen todo ese aparato retórico, todas esas figuras estilísti-
Dante
cas. El distanciamiento entre la realidad social y el conte-
nido de los programas es del todo incoherente. Por eso,
escribir un libro, apropiarse de la literatura, en el sentido
C. L.: Cuando he leído en sus libros, en Errata, en
fisico de la palabra, puede servir para que la aventura es-
Gramáticas de la creación o en Presencias reales, los
colar resulte un poco menos absurda, sin tener que renun-
recuerdos de lo que pudo ser su propia experiencia escolar,
ciar, por ello, a la excelencia.
me ha parecido que trataba usted de esbozar una imagen
de la escuela que, quizá, no sea la ideal, pero sí algo de có-
mo debería ser la escuela, de qué se debería hacer en ella.
En esa institución que usted evoca, hay una serie de pila-
res que la sustentan, tal como debería ser y tal como debe-
ría funcionar. Por ejemplo, concede usted un lugar privi-
legiado a los clásicos y al aprendizaje de memoria, una

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124
manera casi física de absorber una cultura para vivirla también hoy puede nacer un clásico. ¿Qué quiere
más en profundidad; y, en el centro de ese edificio, como su decir eso de un clásico? Significa que se trata de un
piedra angular, la figura ,del maestro. Adentrémonos en texto que, en sentido estricto, es inagotable. Es leí-
esa escuela, tal y como usted la describe, mediante la cues- do, repetido, reinterpretado y, sin embargo, man-
tión de los clásicos que son transmitidos de generación en tiene siempre su frescura. Y no hablo en sentido
generación. Recuerdo que en Pasión intacta relataba có- metafórico, en modo alguno: no se trata de algo si-
mo se había fijado en una página de Péguy, en la que es- mulado, sino de una experiencia casi fisiológica, la
te escritor francés hacía un elogio de los clásicos, que vol- impresión de algo ya conocido que se nos presenta
vían a la vida gracias a la mirada de sus lectores. E de una manera totalmente novedosa. Como usted
insistía usted en la terrible responsabilidad de éstos, antes sabe, en psicología no se explica lo que nos es ya co-
de hacer ver que, por más que los leyéramos, eran los clá- nocido, pero éste es un buen ejemplo. Cuando se
sicos quienes nos leían a nosotros. ¿ Cómo definiría usted repara en una cita memorable de Dante, de Horne-
lo que podríamos considerar un clásico para nuestras es- ro, de Shakespeare o de Racine, surge el comenta-
cuelas de hoy? rio: «pero si es algo que me sé de memoria»; y, sin
embargo, tengo la impresión de que no es así, co-
G. S.: En primer lugar, acaba usted de señalar mo si no lo hubiera comprendido hasta ese mo-
un problema fundamental, cuando ha mencionado mento. Esa fuerza renovadora encierra una de las
el hecho de que sean transmitidos de generación definiciones de lo clásico. Igual que la que pervive,
en generación. No es fácil entender cómo se pro- a pesar de estúpidas interpretaciones o de malas
duce la transmisión, así como la razón de que haya traducciones, a la aridez de los manuales escolares
textos milenarios que, para algunas personas, no o a los exámenes. Y debo recalcar que no es posible
han perdido nada de su capacidad de provocación, afirmar algo así sin dejar de experimentar una pro-
de su vitalidad, de su fuerza para impresionar. Pero funda sorpresa. Hamlet, Macbeth o Lear cuajan, in-

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cluso de manera increíble, interpretados ante sor- va York, entre 1940 y 1942. Personajes como Mari-
domudos en un hospital de algún lugar perdido de tain, Gilson o Lévi-Strauss, por ejemplo, daban cla-
China. En la actualidad, Esperando a Godot puede ser se, a veces, a chavales como nosotros, que éramos
leída en más de cien lenguas diferentes, y la obra alumnos del liceo francés de aquella ciudad. Así
cala de manera asombrosa. Hay un misterio de vita- pues, siempre he sabido lo que era un maestro, ca-
lidad, de rebelión contra las malas versiones. Pero si desde el principio. Sencillamente, alguien que
un clásico sobrevive a toda necedad, a la decons- goza de un aura casi física y en quien resulta casi
trucción, al postestructuralismo, al feminismo, al tangible la pasión que desprende. Alguien de quien
posmodernismo y, como los perros de raza, se sacu- se puede decir: «nunca llegaré a ser como él, pero
de, resopla y esboza una breve y demoníaca sonrisa, me gustaría que, algún día, llegase a tomarme en
al tiempo que asegura: «esas cosas ya han muerto, serio». Lo que, por otra parte, nada tiene que ver
pero yo sigo vivo». Cuenta, pues, con un instinto de con la ambición, sino que es algo muy parecido al
supervivencia. amor, al eros. Siempre lo digo: «los verdaderamente
grandes no existen». En Princeton y en Cambridge,
C. L.: Qué es para usted un maestro? Ya sabe que yo estoy rodeado de verdaderos grandes, de Premios
le tengo por tal; pero ¿ha llegado usted a cruzarse con al- Nobel. Incluso yo tengo un Premio Nobel menor,
guno? concedido por Gershom Scholem, el gran maestro
de la Cábala, del pensamiento histórico judío, el
G. S.: He tenido la enorme suerte de haber co- amigo de Walter Benjamin, el mismo al que Borges
nocido a imponentes maestros en circunstancias có- dedica la más hermosa rima del mundo, «Golem,
micas y trágicas a un tiempo. Grandísimos pensa- Scholem», y eso es todo un título de inmortalidad.
dores franceses, científicos y filósofos, que se Acabo de recibir el tercer tomo de su correspon-
ganaban a duras penas la vida en la ciudad de Nue- dencia general, en el que he descubierto que escri-

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bía a un colega suyo: «Steiner no es demasiado es- primero de esos dos maestros no se tiene por tal, pues vo-
túpido». Ése es mi Nobel, porque si Scholem dice cablos como ése no hacen sino abrumarle. Es evidente que
algo así, eso para mí da sentido a una vida. Eso es lo algo más tuvo que haber en aquel momento: un aura in-
que entiendo por maestro, aquel en quien hasta la visible, una especie de tristeza que despertaba mi sensibili-
ironía nos produce una sensación de amor. Quizá dad, un algo que es capaz de unir para siempre. En cuan-
sea la única definición que pueda darle. to a Jean de Palacio, lo más maravilloso era que su
seminario en la universidad era un verdadero oasis de in-
C. L.: Jamás se me olvidará el varapalo (o lección de teligencia filológica: nunca había que leer comentarios, o
poesía) que me propinó tras la lectura de aquella obra de tea- escritos sobre los textos estudiados, sino las obras directa-
- tro que escribí para usted, ironía incluida. Usted me había mente. En torno a él, se reunía un pequeño cenáculo, en
incitado al error, de bulto, y menudearon las referencias: el que la palabra «cortesía» recuperaba todo su sentido:
«rutilante y ramplón», «exaltaciones histéricas», «pla- éramos sus invitados; él nos había elegido. En realidad,
gio», «pesada máquina neocatólica de Claudel», «anti- cultivaba esa faceta tan propia del fin de siglo: una lite-
guas cristologías, al estilo de Simone Weil». ¡Hubiera pre- ratura elitista, destinada a un reducido número de perso-
ferido que me tragase la tierra! Pero había entrado en nas. De modo que teníamos la impresión de haber sido
contacto con un maestro, algo que no tuve durante la en- elegidos por él, y eso era algo magnífico. Estábamos mara-
señanza secundaria, porque jamás me impresionó ningu- villados por el dandismo del personaje, por esa manera
na gran cabeza. Sin embargo, durante el tiempo que estu- tan peculiar que tenía de encarnarse en los textos. Nos ha-
dié en la Sorbona, sí hubo dos personas que influyeron cía adentramos en la literatura con inaudita pasión, y su
mucho en mí: un profesor joven, que me ayudó a recono- intransigencia, que nos tenía aterrorizados, no se podía
cer mi afición por la literatura finisecular, aunque lo ne- comparar con la admiración que producía entre sus estu-
gará siempre, y el director de mi tesis, Jean de Palacio, es- diantes.
pecialista en literatura decadente. Lo más curioso es que el Precisamente, he vuelto a encontrar en usted esa ver-

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tiente tan sensual de la inteligencia. Sé, porque usted me tercambio que se establece cuando hay confianza
lo ha dicho, que los grandes textos que lee, y vuelve a leer, entre una persona mayor y un joven. Lo que me ate-
producen efectos casi físicos sobre su persona; basta con rra un poco en el momento actual es que, por tra-
verle y oírle hablar para darse cuenta de ello. tarse de algo tan serio, el trasfondo de dicha rela-
ción haya sido durante mucho tiempo teológico de
G. S.: Es extraño, pero es quizá tan sólo la expe- alguna manera. Se trata de una autoridad trascen-
riencia de un instante: la impresión que, capaz de dente, religiosa, de la que se desprende una forma
cambiar una vida, a lo mejor no pasa de ser una ob- secular, que es en lo que consiste la relación con el
servación debida al azar. Un día, con ocasión de un maestro. Si eso llega a desaparecer por completo,
debate, tenía sentado frente a mí a un político in- porque está en vías de extinción, es muy posible
glés muy despierto; al final, estúpidamente irritado, que esa forma, que constituye el eros del alma, la
comenté: «¿Por qué las cosas hermosas, las cosas música del alma, desaparezca también.
grandes, llegan a tan poca gente?». Y él me respon-
dió: «¡Qué pregunta tan banal! Ni que usted fuera C. L.: Eso me recuerda la hermosa metáfora platónica
uno de ésos que leen un libro con un lapicero en la de Diótima en el Banquete. Las dos mitades andróginas,
mano, convencidos como están de que pueden es- las dos almas, que no los dos cuerpos, se encuentran y se
cribir algo mejor». Dicho comentario, de golpe, reconocen antes de fundirse en una hermosísima «erótica
cambió por completo mi visión respecto a una par- del pensamiento». Es algo que usted escribió en el prefacio
te del mundo. Como yo por entonces era muy jo- de Murmures. Tras la unión, esas almas llegan a con-
ven, me dije que quizá era eso. En definitiva, una templar la Belleza en sí misma. Da la impresión de que nos
observación, una salida de tono. El poeta de poetas movemos en una concepción mística, por no decir teológi-
dice: «¿Qué es un gran poema? Estrechar la mano ca, de la transmisión. Un poco aterrador...
de un lector». Algo parecido tal vez al misterioso in-


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G. S.: Nuestro modelo siempre ha sido el de la lación que se remonta a las primeras escuelas pita-
revelación, o el de un hombre que está dispuesto a góricas, allá en la Sicilia del segundo milenio antes
sacrificar su vida por un valor intelectual, moral, de nuestra era.
abstracto, y cuyos discípulos saben que va a morir.
Sócrates y Cristo son el arquetipo del maestro. Se C. L.: También yo me planteo continuamente esa cues-
trata de valores cada vez más escasos. Habría que tión. Pero tampoco tengo respuesta, y ni siquiera llego a
preguntarse si, en las disciplinas científicas, se esta- molestarme por lo que acabo de escuchar. Es más, estoy
blece también este tipo de relación, o si se da otra más bien de acuerdo, puesto que se trata de una cuestión
muy diferente. Otra pregunta que me hago, y le casi estadística. La filosofía con nombre de mujer, como
ruego que no se incomode, es si una mujer puede las grandes escritoras, es algo tan poco frecuente que,
ser maestra de algo, porque no estoy muy seguro de cuando se imponen como tales, se las considera como ano-
ello. Conocí a Hannah Arendt, pero nunca he teni- malías, como meteoritos anunciadores de desastres. Es
do la oportunidad de hablar con Simone Weil; nin- muy llamativo, e incluso es posible que el argumento no se
guna de las dos ha tenido discípulas. Tampoco ha reduzca exclusivamente al mundo de la cultura. La in-
habido nunca grandes alumnas. Entonces, ¿cuál es vestigación que acabo de terminar giraba precisamente en
el problema? No tengo respuesta. No me atrevo torno al mito del andrógino en la literatura, que también
más que a aventurar algunas hipótesis. ¿Será que la puede ser, en ocasiones, andrógina. Resulta inquietante
mujer es suprema maestra para sus hijos y menos el hecho de constatar que la mujer que es creadora adopta,
para quienes no lo son? Quizá se trate de una hipó- por extravagancia, una postura eminentemente viril,
tesis estúpida y banal; pero, a medida que nuestra mientras que, muy frecuentemente, el hombre genial parti-
cultura se torna cada vez más femenina, lo que en- cipa de lo femenino. Son muchos los artistas que han se-
traña aspectos infinitamente positivos, quizá se pro- ñalado la necesidad de dicha ambivalencia. El problema
duzca, al mismo tiempo, la pérdida de una cierta re- de la literatura y el sexo es fascinante, pero lo que es inne-

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gable es que la mujer no se encuentra en primer plano en 6. Los clásicos
cuanto a creatividad. Quizá esto tenga que ver, sencilla-
mente —es una evidencia, pero a veces las trivialidades no
dejan de tener su interés—, con que la mujer da a luz, y el
parto es su gran obra. Me molesta mucho pensar eso, y me
desespera, pero es verdad: yo misma he sufrido esa apo-
ría... No tengo ninguna respuesta. Por otra parte, pienso
que no es posible contestar a esa pregunta. Me limitaré a El clasicismo es el arte de la revolución.
citar a Virginia Woolf, que escribía: «Las mujeres accede- Mandelstam
rán a la genialidad cuando olviden su sexo»; y también a
la joven pintora Marie Bashkirtseff, que anota en su dia-
rio: «No tengo de mujer más que la envoltura, eso sí, in- C. L.: Ha hablado usted de los clásicos y del lugar que
creíblemente femenina; en cuanto al resto, y aunque pa- han de ocupar en la enseñanza. Usted sabe que uno de los
rezca increíble, se trata de otra cosa»". grandes maestros de la sociología pedagógica, todavía hoy,
es Pierre Bourdieu, quien afirmaba que todo lo que llama-
mos cultura universal no es sino el fruto de la reproduc-
ción social, algo así como la fotografía de un determinado
ambiente. Y no es tanto la universalidad de la cultura lo
que está en juego como la universalidad de la biblioteca
doméstica. En Presencias reales, usted ha escrito que «la
política del gusto es, en esencia, oligárquica». En conse-
"Geneviéve Fraisse, La controverse des sexes, PUF, París 2001, cuencia, ¿piensa usted que es una utopía la democratiza-
pág. 119. ción de las prácticas culturales en la escuela? ¿Hay que

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romper con la sociología y hacerse un hueco en esa cultu- ra aceptar, con Valéry, el hecho de que las civiliza-
ra del desencanto, mejor adaptada al mundo de los alum- ciones pueden morir. Es terrible decir algo así, pe-
nos, más respetuosa con lo que son? ro es innegable. No creo que ninguna sociología co-
munitaria sea capaz de sustituir a la civilización;
G. S.: Ya sabe que ha habido momentos, que en pero, en cualquier caso, es preciso llevar a cabo una
inglés designamos como dark ages, épocas oscuras, distinción entre ciencias y letras. En el campo de la
como lo fueron los siglos y, vi y VII , en que toda la ciencia, se acepta con toda naturalidad la colabora-
cultura pendió de un hilo muy fino, alentado en al- ción, el esfuerzo colectivo, de forma que siempre se
gunos monasterios. Si se hubiera incendiado el mo- puede pensar que «si no se da con la explicación es-
nasterio de Saint-Gal, y los lombardos no anduvie- ta semana, otro la descubrirá la que viene». Cual-
ron muy lejos de allí, creo que las tres cuartas partes quiera sabe que, en la actualidad, hasta los textos
de nuestros grandes clásicos no existirían. Dichos científicos más reputados van firmados por treinta
textos sobrevivieron gracias al scriptorium de un úni- o cuarenta personas. Pero la obra de arte, la litera-
co y gran monasterio. Es perfectamente imaginable tura y la composición musical siguen sumidas en un
que, en el mundo que se nos viene encima, prolife- individualismo anárquico que las hace imprevisi-
ren de nuevo las pequeñas casas de lectura. Tras la bles. Podemos estar equivocados por completo, y
caída del Templo y su destrucción por los romanos, durante muchos años, acerca de valores que tenga-
el gran rabino Akiba encontró refugio, junto con mos por evidentes, porque, de hecho, los valores no
unos pocos discípulos, en una pequeña localidad, lo son jamás. Gigantes como Joyce o Proust no for-
lugar en el que se gestaría el Talmud, que ha dado man parte de una estructura colectiva, por mucho
origen a dos mil años de comentarios e ideas. Y eso que, como es natural, pertenecieran a una determi-
que estuvieron al borde de la aniquilación. nada sociedad o se movieran en un determinado
Desgraciadamente, hay que estar preparados pa- contexto económico, como nos ayudó a ver Marx.

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Aunque el poema lírico más esotérico, el más bi- nía seis años, el pequeño genio que ya era Paul Klee,
zantino, pueda ponerse en relación con una feno- el gran pintor de la Suiza germana, tuvo un profesor
menología social, económica y material, no por eso que le pidió, igual que al resto de los alumnos, que
pertenece al mismo dominio que aquello que se de- dibujase un acueducto. ¡Tarea increíble para aque-
ja explicar en términos sociológicos. Ahí están, des- llos pequeños de seis años! Paul Klee lo hizo, y pin-
pués de todo, cuestiones como el gusto, el criterio... tó zapatos en la base de cada uno de los pilares. De
Por ejemplo, podría preparar una clase para mis entrada, es algo inexplicable: nadie es capaz de ima-
alumnos en la que sostuviese que «en el año 2050, ginar cuál es la sinapsis genial que da lugar a tal idea
Rosa Bonheur será una pintora más cotizada que a los seis años de edad. Pero es que, en segundo lu-
Van Gogh». En su época alcanzó, qué duda cabe, gar, y respondo así a su pregunta, tuvo la enorme
las más altas cimas de la pintura. La salida de tono suerte de contar con un profesor maravilloso, que ni
consiste en que se puede dar una clase perfecta- desanimó al niño, ni rompió el dibujo, al tiempo
mente racional para explicar el redescubrimiento que le amonestaba para que representase correcta-
de las vacas de Rosa Bonheur, y comentar que no mente un acueducto. Por el contrario, dicho profe-
anduvieron equivocados sus contemporáneos, sino sor avisó a los padres del niño para indicarles que es-
que tenían toda la razón del mundo, y que fuimos tuviesen preparados, porque de ahí podía salir algo
nosotros quienes nos equivocamos más tarde. Valga grande. Lo que me aterra es la situación contraria:
esto como ejemplo de lo imprevisible de todo juicio aquella en la que un profesor, por ceguera moral o
estético, de toda oscilación del gusto. estética, o por una celotipia inconsciente, es capaz
No hay duda de que puede establecerse una so- de destrozar al niño por hacer una cosa así, porque
ciología del gusto, igual que existe, quizá, una eco- podría destruir para siempre, en el seno de una es-
nomía política de valores puros; es posible, pero tructura social igualitaria, la posibilidad de ese mila-
nunca desde un punto de vista creativo. Cuando te- gro que es la obra de arte.

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C. L.: Circunstancias como las que mis alumnos han vidual, de las cadenas de átomos de carbono que
tenido la suerte de compartir con usted, ¿servirán para si- conforman su ser y el mío. Parece que se empieza a
tuarles en una perspectiva, digamos mágica, frente a la otear una nueva aurora. Y el más absoluto vértigo se
dureza de las limitaciones sociales que paralizan la escue- apodera de nosotros, porque, en ese horizonte, se
la, o frente a esa tendencia general que consiste en ajustar perfila el Grial de la humanidad. Cada día, se avan-
la individualidad al común? za un poco. Creo que sería necesaria, por tanto, la
inclusión de este tipo de datos en las preguntas que
G. S.: Por supuesto. Si no lo creyese, sería mejor nos hacemos acerca de la escolaridad, de la cultura,
el suicidio; porque ¿qué nos quedaría? En los últi- del genio poético humano, de la poiesis, de la capa-
mos años, ha habido grandes artistas, grandes pe- cidad creadora. No todos los períodos de la histo-
ríodos. Pienso, por ejemplo, que nos encontramos ria han alcanzado cotas de excelencia en todos los
en una de las etapas más ricas, desde hace mucho campos. En Florencia, durante el Quattrocento,
tiempo, en el campo de la música. Ciertamente, en me hubiera gustado desayunar con pintores. En es-
el mundo anglosajón, también hay en estos mo- te momento, me gustaría hacerlo con grandes neu-
mentos excelsos poetas. Y, por supuesto, habría que rofisiólogos, con grandes genetistas, que comienzan
hablar también de las ciencias: en este terreno, nos a ver la luz. Están en los albores. Nos encontramos
encontramos ante un amanecer, ante un universo al cabo del universo, podría decirse, porque nos
que cambia, por así decirlo, todas las semanas. El di- planteamos cuestiones que ni siquiera hubiéramos
minuto cerebro del animal sádico que somos siem- podido imaginar hace tan sólo veinte años. Y hay
pre está ocupado por tres cuestiones: el origen de que incluir esas nuevas investigaciones en nuestras
la vida, el origen del universo y lo que un gigante nociones de cultura y de sociología de la percep-
como Watson describía como lo más difícil de todo, ción.
a saber, «la química del yo», de la conciencia indi-

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C. L.: En lo esencial, en el discreto nivel en el que yo a todas las redacciones argumentadas que había corregido
me muevo, el del aprendizaje, el de la iniciación, trato de a lo largo del curso. Pero no podía calificar aquel poema;
incluir el rasgo de la capacidad creadora con muchas cau- no podía evaluar esos poemas. Es una propedéutica con-
telas. De forma que, juntos, construimos una sociología de cebida para conducirles más allá, para hacerles despertar
la percepción, y yo permanezco a la escucha, a la espera del a la necesidad de algo más. Pero lo cierto es que me cuesta
milagro. Pero desconfío del término «milagro». Porque un mucho, porque vivimos en un mundo dominado por las
milagro que surja en el marco de la enseñanza, un mila- ciencias. Hoy lo que hace soñar son los ordenadores, las
gro que obligara al alumno a salir de sí mismo, ¿adónde matemáticas, y mis alumnos están metidos de lleno en esa
nos llevaría? El caso es que hago colección de milagros, pe- cultura. Cada vez que las ciencias dan un paso adelante,
ro tengo muy pocos. Cuando daba clase en Drancy, por las palabras retroceden un poco más. Es terrible; es un
ejemplo, tuve una alumna que se llamaba Aurélie y que no combate que hay que continuar sin desmayo.
entendía nada de nada, hasta el punto de que calificarla
resultaba una tarea imposible. Había vivido mucho tiem- G. S.: La palabra tiene cada vez menos fuerza
po en Berlín. En un momento dado, trabajamos en una se- frente al auge del pensamiento científico por una
rie de composiciones centradas en la cuestión de las fron- razón trágica: que las ciencias, desde tiempos de
teras. Ella había vivido justo al lado del «muro». Aunque Galileo, hablan el lenguaje de las matemáticas. O,
no era una persona que contase muchas cosas, de peque- con sus propias palabras: «La naturaleza se expresa
ña sí que había visto cómo mataban a alguien. El poema en álgebra». En su época, y hasta Leibniz, o quizá
que escribió fue como un rayo de luz; tenía sentido de prin- incluso hasta Auguste Comte, las cosas fueron así.
cipio a fin. Estaba construido en torno al recuerdo de algo Algunos, muy escasos, escritores geniales, como en
visto, traducido en palabras, y la palabra lo arropaba. De el caso de Jacob, en Francia, han llegado a un pú-
aquel poema emanaba algo completamente incandescente, blico ilustrado con un pensamiento científico rigu-
fulgurante; algo que, en su concisión y energía, superaba roso e innovador. Pero, en nuestros días, son cada

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vez menos. Sin las mates, las cosas no funcionan; pe- mo para con la gente que ha alcanzado un cierto ni-
ro las matemáticas son cada día más difíciles. vel educativo. Ése es otro de los dramas de nuestra
Hasta en el seno de las ciencias empiezan a oír- situación intelectual. Basta con imaginarse la esce-
se ahora voces de alerta ante tan imprescindible es- na que tuvo lugar en Cambridge, ahora hace un
pecialización. Ya no somos capaces de ver el bos- año y medio, cuando se dio con la solución del cé-
que. Hay millares de árboles, tan complejos, tan lebre teorema de Fermat. El Instituto de Matemáti-
ricos, que el problema de la comunicación entre cas Superiores tiene capacidad para ochenta perso-
ellos se torna más angustioso para las ciencias con nas. Es una sala pequeña. Pues bien: más de mil
cada día que pasa. Hasta el punto de que, profanos personas esperaban en la calle...
como nosotros, apenas podemos participar en dis- Permítame que traiga a colación un episodio
cusiones políticas, jurídicas y éticas fundamentales, que relata Cellini en su autobiografía: el día en que
como, por ejemplo, acerca de la clonación, de la su Perseo fue finalmente fundido en bronce, tres mil
nueva biogenética, de la elección de ciertos fenoti- personas aguardaban en las calles de Florencia pa-
pos humanos frente a otros, o de la fecundación in ra ver si aquello se resquebrajaba o no. Lo mismo
vitro. Ahí está el drama. Los científicos tienen mu- pasaba en Cambridge. Se palpaba una especie de
cho que hacer, y hasta podemos imaginar la exis- excitación física. Andábamos todos como locos.
tencia de un cierto egoísmo científico que nos dice: Doscientos setenta años más tarde, un hombre, con
«miren, lo siento, pero tengo tantas cosas en las que pluma y papel, sin ayuda de máquinas, gracias a sie-
pensar que no voy a perder el tiempo en tratar de te años de incansable pensamiento, de concentra-
explicarles lo que, para nosotros, no son más que ción, había dado con la solución. Mis colegas de
elementales banalidades». ciencias regresaron aquella noche. No son como
La ciencia peca de falta de responsabilidad pe- nosotros los humanistas, sino que, por lo general,
dagógica para con la población en general, así co- se trata de personas amables y generosas, a gusto

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consigo mismas. Fueron ellos quienes me comenta- nadie escribe un libro; que había que ser un poquito res-
ron: «Mira, Steiner, había cuatro posibilidades de ponsables y hablar de la época en que a uno le ha tocado
lograr la solución, y ha optado por la más elegante, vivir. A lo largo de este curso, han escrito una tragedia,
de lejos». Entonces, les dije: «¿Por qué no me lo ambientada en Praga a finales del siglo XIX. Y les pedí
aclaráis un poco más? No olvidéis aquel hermoso que, en sus textos, introdujeran una metáfora absoluta-
verso de Keats, "la verdad es belleza y la belleza es mente actual relacionada con la genética. No hay que ol-
verdad"». A lo que me respondieron: «No pode- vidar que tenían que escribir una tragedia. Para ello ha-
mos, porque, para nosotros, la palabra "elegante" bía que elegir una situación que nos ayudase a reflexionar
no es una analogía; no es una metáfora. Tendrías sobre todo aquello que, en nuestro tiempo, está a punto de
que dedicarte a estudiar durante quince años fun- introducir un cambio fundamental en nuestra relación
ciones elípticas antes de que la palabra "elegante" con la vida, con la muerte o con la existencia, es decir, el
llegase a significar algo para ti». Fue uno de los mo- problema de los límites que no hay que traspasar. La idea
mentos más tristes de mi vida. Por eso, ando detrás no es de hoy, y se remonta nada menos que a la hybris (so-
de una escuela, voy en pos de un sistema educativo, berbia, desmesura) de los griegos. En ese contexto tan ma-
e indago en una sociología de la ejemplaridad que nido, les resultó muy difícil la introducción de una metá-
nos permita comenzar a establecer puentes entre fora que tuviera que ver con lo contemporáneo, como es el
disciplinas tan diferentes. caso de la genética. El nudo de la tragedia se articula en
torno al odio fratricida de dos gemelos, separados tras su
C. L.: Comparto su idea, que es algo que también no- nacimiento, y que son hijos adulterinos de Mendel, preci-
sotros hemos intentado, en la medida de nuestras reduci- samente el padre de la genética. Son hijos del pecado. Y se
das posibilidades. Ha mencionado usted la cuestión de la corresponde con la imagen de una esfera, cortada en dos,
donación, de la genética. Muchas veces, he explicado a que vuelve a recomponerse al final del drama, en la muer-
mis alumnos que, a menos que uno tenga algo que decir, te. En este molde tan antiguo, tenían que encontrar cabi-

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da las imágenes más modernas que nos ofrece la ciencia. G. S.: Creo que Edward Said se encuentra en
La idea de la responsabilidad contraída con su época por una situación personal realmente trágica. Exiliado
parte de quien escribe fue algo que nos atormentó y nos lle- palestino, profesor de literatura comparada en los
vó mucho tiempo durante el curso. Estados Unidos, y ahora declarado persona non gra-
Esto nos permitió constatar los juegos de contigüidad y ta en ambos países, ha ganado la dificilísima apues-
acercamiento que puede haber entre la enseñanza de letras ta de hacer de sí mismo un judío errante, el más
o de la lengua francesa, y la enseñanza, o la práctica, de errante de todos. Siento por él respeto, amistad y
disciplinas científicas. En su obra, menciona usted otras una gran estima. Pero no comparto su punto de vis-
contigüidades, como las lingüísticas, las que profundizan ta respecto a esta situación. Comencé mis trabajos
en la propia identidad o las territoriales. sobre literatura comparada con un primer libro so-
Cuando, en sus libros, he leído las reflexiones que de- bre Tolstói y Dostoievski. Si alguien se dedica du-
dica a la cuestión de la enseñanza, siempre se me ha ve- rante toda su vida a tratar de comprender un poco
nido a la cabeza la figura de Edward Said, intelectual de la gran literatura rusa, la de la Europa del Este o la
origen palestino, quien, en su última obra, Cultura e im- de Escandinavia, no puede decirse que sea una per-
perialismo, procede a una lectura política de las clases de sona cerrada. Al contrario; el peligro reside en ha-
literatura, hasta demostrar que lo que se enseña en ellas, cer una macedonia con todo eso, un batiburrillo
en cualquier parte del mundo, es la cultura de cada na- con un poquito de acá y una pizca de guindilla afri-
ción, una cultura asentada en la lectura de los clásicos de cana, sin llegar a conocer a fondo esas lenguas, sin
la nación correspondiente. Se trata, pues, de una ense- poseer un bagaje suficiente como para saber de qué
ñanza enclaustrada, que cercena esa disposición a abrirse se habla. ¿Cómo encontrar el justo medio? Es evi-
a la diversidad cultural. En este sentido, ¿ cuál cree usted dente que una educación monolingüe y patriotera
que es el lugar que, en este momento, debería reservar la —del estilo de «nuestros antepasados, los galos»— ya
enseñanza de las letras a esa diversidad cultural? no es posible, por el hecho de que, en una sola cla-

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se, ya tiene usted una no desdeñable variedad, una estrechez espiritual de miras, del desdén hacia el
enorme riqueza humana posbabélica. prójimo. Pero se trata de un ideal, de una utopía.
Otra tentación es la que plantea el idioma an- Son muchas las familias y comunidades humanas
gloamericano, como lingua franca de todo el plane- en las que una cosa así es imposible. Hay países más
ta. No hay que olvidar nunca el hecho de que los or- afortunados, como los escandinavos u Holanda, en
denadores hablan un inglés sustentado en la lógica los que todos sus ciudadanos hablan dos o tres len-
de Boole —que es una lógica inglesa y victoriana—, guas desde que nacen. Mi madre, por ejemplo, co-
así como en las investigaciones de Turing y Shan- menzaba una frase en un idioma y la completaba en
non. De modo que, hasta el más francés de todos otro. Sin darme cuenta de ello, gracias a Hitler, a
los ordenadores habla en angloamericano, idioma quien tanto debo en lo que a mi educación se re-
que se corresponde con una lógica muy concreta. Si fiere, tuve una suerte loca, porque siempre me vi
el ordenador se hubiera inventado en Pondicherry, obligado a cambiar de centro escolar, de cultura y
zona en la que aparecieron, probablemente, nues- de lengua. Algo sencillamente maravilloso: es el ma-
tro cero y los iniciales balbuceos del álgebra que co- yor regalo que uno puede recibir, si de lo que se tra-
nocemos, quizá hablaría un idioma muy diferente. ta es de sobrevivir. Por supuesto que no se puede
Por eso, he elegido este ejemplo. De cara a este re- crear algo así de forma artificial, pero qué duda ca-
to, situados entre Escila y Caribdis, entre un falso be de que el mundo se mueve en ese sentido. Nues-
universalismo y una ciega patriotería, es muy difícil tro mundo está lleno de inmigrantes, de personas
encontrar un justo medio. que buscan asilo. En mi opinión, nos encontramos
Siempre he sostenido que, desde la primera in- ante una enorme crisis, como consecuencia de cam-
fancia, habría que aprender otra lengua. Desde los bios demográficos. Nadie es capaz de predecir la
primeros años de vida, el niño debería dominar dos evolución de esta crisis provocada por el desplaza-
idiomas, lo que haría imposible la aparición de una miento de poblaciones y culturas enteras. A lo me-

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jor surge de todo eso un ecumenismo, como por 7. En clase
ensalmo; es decir, una cierta posibilidad, porque la
paleta de las posibilidades es infinitamente rica. Pe-
ro sé muy bien que todo esto es una utopía.

En la mente de un mago,
La mejor Magia es la Geometría,
Pues sus cálculos ordinarios
Hazañas son para los humanos.
Dickinson

C. L.: En mis clases hay hijos de inmigrantes africa-


nos, magrebíes y asiáticos. Otros han pasado su infancia
en la Europa del Este. Pero mantengo la esperanza de lle-
gar a un ecumenismo del entusiasmo en lo que al trabajo
en común se refiere. La elección del mito de Babel para re-
dactar Tohu-bohu no fue fruto del azar. La obra que ha-
bía que escribir es un espejo en el que se evoca, y con razón,
esa pluralidad de lenguas, a fin de tenerla en cuenta y de
afrontarla con coraje. Pero insisto, una vez más, en que

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tengo que ser honrada con ellos, porque en el examen de
tual e imaginativo del infinito'''. Después de leer esa fra-
bachillerato del próximo curso les van a exigir que escriban
se, tengo la impresión, impresión de futuro que concuerda
en francés, y trabajamos con la mira puesta en esa prue-
con muchos otros pasajes de su obra, de que, en esa tem-
ba, puesto que se trata de una clase de lengua. Los her-
poralidad, hay algo que pertenece al orden de la metafísi-
mosos ecos que aparecen en Murmures, por ejemplo, se de-
ca, de la ética, de la política, en su más prístino sentido.
ben a los minúsculos intentos que hicimos de trabajar en
Tras esa frase, añade usted que «la conjunción "si" es ca-
literatura comparada. En este sentido, pedí a los alumnos
paz de modificar, de recomponer, de poner radicalmente en
que ampliaran sus lecturas sobre el mito de la caída con
duda, e incluso de negar el universo, tal y como hemos de-
páginas de Milton y de William Blake. Trabajamos tam-
cidido percibirlo»". ¿Cómo es el futuro que sueña usted
bién sobre textos latinos e italianos, de Ovidio y de Dante.
para la escuela? ¿Qué acepción de la partícula «si» esta-
En sus poemas, usted habrá reparado en las paráfrasis
ría en condiciones de plantar cara a la barbarie?
que hay de estos textos, en realidad, fragmentos en prosa
de otra lengua, añadidos al texto, en francés, de los sone-
G. S.: Lo que comentadores y críticos, como es
tos. Está claro que, desde el punto de vista de una cultura
mi caso, escribimos no es más que un montón de
general, es muy interesante ampliar la paleta de ese modo;
palabrería para tratar de expresar lo que un poeta
pero en clase tengo que enseñarles a expresarse en un fran-
dice con cuatro vocablos. Todo lo que he escrito so-
cés correcto y a superar el bachillerato. Los poemas son un
bre el particular, René Char lo ha expresado en un
paso más allá, una sublimación de la exigencia del mo-
sencillo aforismo: «El águila está en futuro». En rea-
mento. Pero, tal y como lo escribiera Baudelaire, «el arte es
lidad, no hay nada más que decir, por mucho que
largo, y escaso el tiempo», y Murmures perdurará en su
tratemos de explicar lo maravilloso de la metáfora
memoria, más allá de los nervios de los exámenes.
En Presencias reales, ha escrito usted que «los tiem-
" Presencias reales, a p. cit.
pos de futuro son los que representan el fenómeno concep-
" Ibidem.

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157
que encierra esa frase. Hablar del día después de expresarlo. La verdadera condena a muerte consis-
nuestra existencia es algo que me colma de extra- tiría en que alguien nos arrebatase el tiempo futuro
ñeza, de entusiasmo, de humildad y de orgullo. del verbo. Si así fuera, sólo podríamos construir, co-
Pues se trata de la capacidad de decir que no a la fi- mo lo ha dejado dicho Elias Canetti, una especie de
nalidad biológica de nuestra muerte, inminente co- fábula sin porvenir, la prisión definitiva, la asfixia.
mo es para todos, hasta el punto de que ya dijo Nos habrían arrebatado ese don que, quizá, sea lo
Montaigne que «el recién nacido es lo suficiente- que nos haya permitido sobrevivir al horror, a las
mente viejo como para morir». Eso es verdad. Pero, masacres, al hambre, a las enfermedades y a todas
gracias al tiempo futuro del verbo, podemos pro- las sevicias que padece nuestro ser. Y es posible que
yectarnos a través de millones de años, podemos lle- ser profesora de poesía, tratar de inculcar el amor
gar hasta imaginarnos la posición exacta y precisa por la poesía, como en su caso, Cécile, no sea más
de las galaxias dentro de doscientos millones de que una manera un poco más concisa, un poco
años. Y eso es también una forma racional de ex- más compleja, de hacer comprender a los alumnos
presarnos. en qué consiste la maravilla constante de tener un
El tiempo futuro del verbo es el gran desafío a la futuro por delante.
muerte, el gran desafio frente a la desesperación. Si
pudiéramos soñar —y soñar también es una forma C. L.: El año pasado, muy amablemente, usted les es-
de futuridad—, morir no significaría más que poner cribía que «gracias a la poesía, recibían como regalo el
término a la mediocridad y a la brevedad de la pe- tiempo futuro del verbo». La escuela del futuro que po-
queñez de nuestras vidas como personas. Es fantás- dríamos imaginar, la escuela con un «si» por delante,
tico que seamos un animal que concibe tiempos de puede existir aquí y ahora. ¿No se trataría de una escuela
futuro, o que, en palabras de Eluard, posee le dur dé- que estimulara el desarrollo de lo que con tanta frecuencia
sir de durer, y que dispone de una forma verbal para designa usted como «intuición»?

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G. S.: Sería una escuela en la que el alumno ten- compensa: la de encontrarse con un alumno mu-
dría permiso para cometer ese gran error que es la cho más capaz que uno mismo, que llegará mucho
esperanza. más lejos, y que quizá llegue a crear una obra que
futuros profesores enseñarán. Es algo que me ha
C. L.: Si algo fundamental queda de mi trabajo como ocurrido cuatro veces en mi vida, lo que no deja de
profesora, tengo la intuición de que en gran parte se lo de- ser una cifra importante después de cincuenta años
bo a George Steiner, porque, en efecto, entre nosotros, se de enseñanza. Se lo juro, se trata de una recom-
han tejido, quizá a pesar de mí misma, unas relaciones co- pensa inconmensurable.
mo las que se generan entre maestro y discípulo. Lo que me Ser profesor es una vocación absoluta. No hay
parece digno de señalar y, al mismo tiempo, terrible, es esa que olvidar que pertenezco a un pasado, a una cul-
confianza, a veces ciega, en un interlocutor, en su capaci- tura en la que el vocablo rabino, rabonim, no signi-
dad para interpretar los silencios de uno, alguien que fica «sacerdote» ni «hombre consagrado», sino que
siempre permanecerá como un tú, algo de lo que no se ha- es la más humilde de todas las palabras para desig-
blará; y es precisamente esa inteligencia, esa connivencia nar a un «profesor». Un rabonim es, sencillamente,
subterránea lo que me tiene completamente maravillada. un profesor, quizá la profesión más enorgullecedo-
Cierto es que trato de transmitir algo de eso a mis alum- ra y, al mismo tiempo, la más humilde que existe.
nos, porque confío ciegamente en ellos. Es una de las face-
tas más embriagadoras de mi profesión.

G. S.: Sea cual sea el nivel que nos corresponda,


nuestro trabajo como profesores puede resultar
agotador y decepcionante. Puede generar una pro-
funda acritud; pero también tiene una suprema re-


160 161
Nota bibliográfica

Celan, Paul, Amapola y memoria, traducción de Je-


sús Munárriz, Hiperión, Madrid 1992.
Char, René, Furor y misterio/Hojas de Hipnos, tra-
ducción de Jorge Riechmann, Visor, Madrid 2002.
—, La palabra en archipiélago, traducción de Jorge
Riechmann, Hiperión, Madrid 1986.
Montaigne, Michel de, Ensayos, 3 vols., traduc-
ción de Dolores Picazo y Almudena Montojo, Cáte-
dra, Madrid 1998.
Pound, Ezra, Cantares completos, «Cantares pisa-
nos», III , traducción de José Vázquez Amaral, Cáte-
dra, Madrid 2000.
Steiner, George, En el castillo de Barba Azul, tra-
ducción de Alberto L. Budo, Gedisa, Barcelona
1998.
—, Presencias reales, traducción de Juan Gabriel
López-Guix, Destino, Barcelona 1989.

163
Agradecimientos
—, Lenguaje y silencio, traducción de Miguel Ulto-
rio, Gedisa, Barcelona 1982.
—, Pasión intacta: ensayos 1978-1995, traducción de
Menchu Gutiérrez y Encarna Castejón, Siruela, Ma-
drid 1997.
—, Extraterritorial, traducción de Edgardo Russo,
Siruela, Madrid 2002.
De modo especial, hemos de dejar constancia de
—, Gramáticas de la creación, traducción de Ando-
nuestro agradecimiento a Nicolas Demorand, pro-
ni Alonso y Carmen Galán Rodríguez, Siruela, Ma-
ductor y presentador de la emisión radiofónica
drid 2001.
«Cas d'école», que amablemente nos ha permitido
—, Lecciones de los Maestros, traducción de María
utilizar algunas de sus intervenciones en el curso de
Condor, Siruela, Madrid 2004.
la redacción de este libro. Asimismo, queremos ma-
Wittgenstein, Ludwig, Tractatus Logico-Philosophi-
nifestar nuestro reconocimiento a Éric Naulleau,
cus, traducción de Jacobo Muñoz e Isidoro Regue-
de L'Esprit des Péninsules, que ha accedido a que
ra, Alianza, Madrid 1987.
Cécile Ladjali utilice el prefacio que había solicita-
do a George Steiner para la recopilación de textos
de sus alumnos.

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Elogio de la transmisión (2005)
(con Cécile Ladjali)
Obras de George Steiner
publicadas en Ediciones Siruela:
La idea de Europa (2005)

Pasión intacta (1996)

Errata (1997)

Nostalgia del Absoluto (2001)

Gramáticas de la creación (2001)

Tolstói o Dostoievski (2002)

Extraterritorial (2002)

Lecciones de los Maestros (2004)

Un prefacio a la Biblia hebrea (2004)

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