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Alumno: Rubén Ignacio Cervantes Tsui Psicología IV

Maestra: Graciela Sánchez Univer, Centro histórico

Análisis Experimental de la conducta

John B. Watson, junto a su ayudante Rosalie Rayner en el año 1920. Watson,


considerado padre de la psicología conductista, no tenía bastante con experimentar con
animales y decidió pasar a usar humanos.

Antes de comenzar el experimento, Watson se planteó las siguientes cuestiones: si


conseguimos que el niño tenga miedo a un ratón blanco cuando aparece un estímulo
aversivo, ¿tendrá miedo a otros ratones, animales u objetos similares? ¿Cuánto durarán
los efectos? ¿Puede condicionarse a un niño para que tenga miedo a un animal que
aparece simultáneamente con un ruido desagradable?

El objetivo de Watson era validar la teoría del condicionamiento del miedo con un niño de
un año de edad: Albert. Para elegirlo, tuvo que hacer una especie de “casting”, ya que era
imprescindible que el niño no tuviera miedo a nada ni estuviera ya condicionado. En este
caso, a pesar de ser un niño tranquilo, estable mentalmente, descubrieron que lo que más
miedo le generaba eran los ruidos.

Años atrás, Pavlov descubrió el condicionamiento clásico. Pero, ¿en qué consiste este
condicionamiento? Se trata de conseguir que un estímulo neutro, al asociarlo con un
estímulo incondicionado, se transforme en un estímulo condicionado y genere una
respuesta condicionada. En el caso del perro de Pavlov, éste salivaba cuando veía la
comida (comida = estímulo incondicionado, salivación = respuesta incondicionada). Los
experimentadores activaban un diapasón que generaba ruido mientras administraban la
comida al perro. Con el tiempo, consiguieron que la mera presencia del diapasón fuera
capaz de hacer que el perro salivara (diapasón = estímulo condicionado, salivación ante el
diapasón = respuesta condicionada).

Dicho lo anterior, y volviendo al caso del pequeño Albert, nos encontramos con lo mismo.
Consiguieron que el bebé asociara el ruido desagradable, que provocaba Watson al
golpear metal, con las ratas de peluche. De esta manera, el niño tenía miedo cada vez
que veía una rata o algo que se le pareciera.

Llegaron a la conclusión de que la sensación de terror se podía generalizar a otros


animales u objetos, que tuvieran características similares al que se asoció con el estímulo
neutro desde un principio (el ruido fuerte). Por ello, el niño adquirió fobia a los perros,
conejos, abrigos de piel, al propio abrigo de piel de foca de Rosalie… ¡E incluso al propio
Watson disfrazado con una máscara Santa Claus!

Las respuestas condicionadas se mantuvieron durante un mes, ya que tuvieron que


suspender el experimento a petición de la madre del pequeño. Como consecuencia de la
suspensión del experimento, Watson y su equipo no pudieron aplicar el
descondicionamiento para romper la asociación que se había establecido entre el ruido
desagradable y las ratas de peluche u objetos similares.

¿Cómo se hace un descondicionamiento?

Al hablar de esto, parece que estemos hablando de “hipnosis” o incluso de brujería. Pero
no me refiero a eso. El descondicionamiento consiste en asociar el estímulo que genera
miedo con un estímulo agradable para el niño, en repetidas ocasiones, hasta que deje de
provocar miedo. Por ejemplo: si cuando le ponemos delante un animal, le damos un
caramelo o simplemente está su madre cerca de él, dentro de su campo de visión, tal vez
consigamos romper el condicionamiento si hacemos esta misma acción varias veces. El
niño verá que el elemento que antes le generaba miedo, es inofensivo y que no tiene
nada que temer.

Este experimento generó polémica en aquel entonces. Muchos criticaron el uso de niños
pequeños en pruebas de este tipo. Tan dura fue la crítica y el debate, que hoy en día es
impensable un ensayo de este tipo. De hecho Watson dejó de dedicarse a estos
menesteres, para pasar a trabajar en una importante empresa como responsable de
publicidad. Se centró principalmente en dos cuestiones: ¿Cómo conseguir crear la
necesidad de comprar un producto? ¿Por qué tomamos ciertas decisiones cuando
compramos algo?

En cuanto al pequeño Albert, siempre fue una incógnita su paradero. Muchos psicólogos
estaban de acuerdo en que probablemente mantenía su miedo y que incluso éste se
había generalizado. No obstante, en el 2014 encontraron a su sobrina y ésta dijo que a
Albert Barger no le gustaban los animales, y que tenía mucho miedo a los perros, en
concreto. Lamentablemente, su tío ya había fallecido.

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