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ANÉCDOTAS DE JORGE UBICO

 Solución a todo
Los viajes de Ubico, por ejemplo, se caracterizaron por llevar siempre a un grupo de
auditores, los que tenían la orden de revisar los libros de cuentas. Pero, además, tenía
por costumbre, al arribar a cualquier localidad, resolver problemas, desde disputas de
tierras hasta conflictos familiares. "Cuando llegaba a los pueblos solucionaba todo con
juicios salomónicos", apunta Carlos Samayoa Chinchilla, en su libro El dictador y yo.
"Una vez discutiendo con el licenciado Rivas, su secretario y erudito legalista, sobre
asuntos de justicia o más bien defendiendo su personal idea al respecto, —Ubico—
declaró en rotundo corolario: ¡Mi justicia es la de Dios!", asegura Samayoa Chinchilla,
quien fue secretario del dictador.
Una de sus obsesiones era recorrer el país para supervisar la obra pública. En su
mensaje a la Asamblea Nacional Legislativa, del 1 de marzo de 1943, dijo: "En los primeros meses de este año llegué
nuevamente a los departamentos para enterarme de sus condiciones y necesidades, y me complazco en poder asegurar
que los lugares situados en los 3 mil 253 kilómetros de mi trayecto revelan... la
acción de las autoridades..."

 En uno de sus tantos viajes a la provincia de Guatemala, el presidente Jorge


Ubico solucionó una disputa de tierras que mantenían dos hermanos, a quienes
escuchó durante unos 10 minutos. El dilema era cómo repartir la herencia, ya
que cada uno pretendía quedarse con la mejor parte del terreno. Pero Ubico,
cortando el altercado de tajo, dijo: "Bueno, esto se arregla así: uno divide y otro
escoge"

 El Gobierno de Jorge Ubico en el año 1933, decidiera clausurar totalmente al


“Ferrocarril de los Altos”, los Rieles y Durmientes de las vias ferreas de este
ferrocarril fueron utilizados como postes del Alumbrado electrico en la Ciudad
Capital, son los rieles de este Ferrocarril los que hasta en la actualidad aun
podemos observar como postes de alumbrado publico, y se pueden observar en
diferentes calles y avenidas del Centro Historico de la Ciudad, los durmientes de
las vias ferreas se utilizaron como durmientes en la construcción de varios
edificios publicos que se construyeron durante el gobierno de Ubico.

 Ubico y las mujeres


Cuando Jorge Ubico aún no era presidente, aunque sus ojos ya estuvieran puestos
en la silla, los padres de mi abuela, es decir, mis bisabuelos, José Rivera y Rebeca
Marcus, le pidieron al General (ciertos lazos de amistad los unían), que fuera
padrino de su último hijo, Leonel. Ubico aceptó y fue un padrino generoso. Unos
años después José Rivera murió, dejando a la viuda con cuatro hijos, todos
menores de edad, y sin un centavo. A Rebeca se le ocurrió, ahora que el padrino
de su hijo más pequeño era Presidente de la República, visitarlo para pedirle
ayuda. Cometió el error de hacerse acompañar, sí, de Leonel, el ahijado del
presidente, pero también de su hija mayor, Olga, mi abuela, que entonces tenía
dieciséis años.
Durante toda la entrevista, Ubico no apartó los ojos de mi abuela. Rebeca salió del despacho con la promesa de una
mensualidad. Días después recibió en su casa la visita de una mujer por todos conocida, una mujer que impresionaba por su
estatura y su talla, calzada con botas militares y pistola al cinto. El Señor Presidente, General Jorge Ubico Castañeda, la
había enviado para hacerle saber a Rebeca lo siguiente: a él le gustaba su hija Olguita y quería tener “tratos con ella”, a
cambio se comprometía a resolverle la vida; sus dos hijos hombres, cuando llegara el momento, entrarían a la Escuela
Politécnica y a ella no le faltaría nada. Rebeca pidió audiencia con Ubico y éste la recibió en su despacho. Rebeca nunca le
contó a nadie lo que le dijo a Ubico, se llevó a la tumba el secreto de esa conversación. Lo cierto es que con sus palabras
consiguió que Ubico retrocediera y aquella mujer inmensa, vestida, según quienes la recuerdan, como para salir de safari,
no volvió a aparecerse por la casa.
Uno crece con ciertas historias que luego pasan a formar parte del anecdotario personal. Lo que no siempre se advierte es
que, a veces, tales historias son también colectivas, que en otras casas, en otros mediodías dominicales, otras abuelas están
contando historias similares a las nuestras. Por ejemplo ésta, la mía, contada por mi abuela materna precisamente así, en
mitad de un almuerzo de domingo.
 La Oreja que le valió las Muelas
En tiempos del General Miguel Ydigoras Fuentes pasaron muchas cosas,
dio inicio la corrupción institucionalizada en Guatemala, empezó la
guerrilla y Guatemala básicamente empezó a irse para abajo, todo
porque Ydigoras Fuentes se creía Ubico, pero nunca tuvo ni la firmeza ni
el “filo” para ponerse a la par del Ubico. Y entonces hablando de
Ydigoras Fuentes terminamos, como suele pasar, hablando de Ubico.
La anécdota que relató mi abuelo trata sobre el peculiar carácter de
Don Jorge Ubico. Durante el transcurso de su gobierno Ubico tenia a un
chofer de mucha confianza a quien le apodaban “El Precioso” por ser
alto y bien parecido. El Precioso conducía a Ubico a cada rincón de
Guatemala cuando hacia sus famosas giras, ya sea siguiéndolo cuando el General decidía ir en moto o llevándolo en su
carro; siempre manejando uno de los enormes V8`s que se identificaban con la placa numero 1 y una pequeña bandera
guatemalteca en el capó.
A eso de las nueve de la noche, terminando una gira, el Precioso dejo al General Ubico en la casa presidencial; quien le dio
las instrucciones para recogerlo en el mismo lugar a las cinco y media de la mañana del día siguiente, el Precioso muy
diligentemente dijo “ Con mucho gusto mi General, que pase feliz Noche!”. Sabiendo que se debería ir a dormir, El
Precioso decidió mejor irse a tomarse un par de octavos a una cantina ubicada sobre la séptima avenida.
Después de una noche de tragos y parranda el Precioso termino levantándose un poco después de las siete de la mañana y
al darse cuenta de la hora sale corriendo pidiéndole a Dios que no lo fusilara. Sin embargo en el camino se ideo una excusa
para justificar su retraso, el Precioso sacó su pañuelo y selo amarro de la mandíbula hasta la punta de la cabeza y así
encontró a don Jorge Ubico esperándolo en la entrada de la casa presidencial, quien de tranquilamente le pregunta “¿y a
vos que te paso?”- cosa que responde el Precioso “Disculpe mi General, tuve un problema con mi muela y no logre
encontrar a un dentista a esta hora” – fingiendo una sonrisa adolorida.
Sin ponerle mucha importancia Ubico se sube al carro y los dos salieron liderando la caravana que se dirigía al oriente del
país para realizar inspecciones a hospitales y escuelas públicas. Unos días después regresan los dos y una vez más el
Precioso deja al general frente a la casa presidencial diciéndole, como era de costumbre “¡Que pase feliz noche mi General!
“ -, a lo que extrañamente Ubico le responde “Vos precioso, tene… esta es la tarjeta de mi dentista, ándate mañana
temprano, así te arregla la muela”. Nerviosamente el Precioso le agradece el detalle y se va a su casa a dormir.
La mañana siguiente, como le dijo y por lo tanto le ordenó Don Jorge Ubico, el Precioso se dirigió hacia la clínica de uno de
los más prestigiosos dentistas de la Ciudad de Guatemala. Entrando temprano a la clínica, fría y madrugada, siendo el
primer paciente, saluda al Doctor y unos segundos después horrorizado se da cuenta que hay una docena de inyecciones
esperando en un balde de hielo listas para adormecerle toda la boca. El Precioso instantáneamente le dice “Doctor, fíjese
que yo le tengo que confesar algo, la verdad es que no tengo nada, lo que pasa es que me desperté tarde y me invente eso
de la muela…”- “Hay papaíto, yo le creo, pero tengo órdenes de sacarle todas las muelas y si no lo hago mi general me las
saca a mí”- le respondió apenado el doctor. Así que pasó lo que tenía que pasar y el Precioso se quedó sin muelas a los
veinticinco años.
El otro día el Precioso fue a traer a Don Jorge Ubico. Esta vez sinceramente hinchado y adolorido por sus muelas y sin hacer
ningún comentario Ubico se sube a la parte de atrás del carro y ambos salen dirigiéndose a una actividad social. Algunas
cuadras después de salir, Ubico, se le acerca al Precioso desde la parte de atrás del carro y le susurra “A Ubico no se le
miente precioso”.
Algunos meses después el Precioso se enteró que en aquella cantina de la séptima un “oreja” lo reconoció e
inmediatamente le notificó a Don Jorge Ubico que su chofer se fue de fiesta. Así que al Precioso una Oreja le valió todas sus
Muelas.

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