Entre neblina perpetua se encuentra Jeremías Andrade, un hombre de setenta años que llega
a un pueblo fantasmal buscando a su nieta Rosaura, una niña que fue secuestrada algunos
años atrás. Aquel pueblo profetiza la muerte y desolación: desde los cadáveres de ratón que
están en el suelo, hasta los habitantes permanentes que desprenden un frio estremecedor y
percibe lo monstruoso en la actualidad a través de la novela. Cabe señalar que este motivo
fue usado en la literatura desde sus inicios, pues uno de los ejemplos más representativos
está en la Odisea, de Homero, cuando Odiseo engaña al cíclope al decirle que su nombre es
‘nadie’ y así poder escapar. Otro ejemplo, y quizá el más citado cuando hablamos de
En la gran tradición literaria, los monstruos son vistos como parte antagónica y
malvada de la humanidad. Son personajes externos que no encajan en las sociedades y por
ello deben estar lo más alejados posible, pues su presencia sólo augura una cosa: caos y
destrucción. Cabe señalar que “Las sociedades occidentales cristianas se han servido
durante siglos de símbolos como el demonio, las brujas o los seres monstruosos para
analizar los textos por su visión, intención y modus operandi. En el mismo artículo, el
antagonista, la dueña del recinto junto con la enana, le dan una habitación que parece una
cripta o una celda. Cabe resaltar que la dueña lo vigila desde la primera noche: “Todavía
seguía allí, en la celda, como si espiara. La iluminaba, a débiles ramalazos, un bombillo que
colgaba del techo del corredor, zarandeado por el viento. Si se hubiese dormido —pensó
él—, la repugnante dueña lo acecharía una eternidad.” (p. 8). Esa incesante vigilancia por
parte de la dueña no es casual, ya que su motivo principal es vigilarlo para que no se escape
sin pagar. Podemos decir que: “[…] el motivo del ojo nos conduce a otra cuestión
igualmente relacionada con el ejercicio del poder: la vigilancia […] como un elemento de
Esta inquietud en Jeremías se incrementará con forme pasa el tiempo. Poco a poco
de hacerlo soñar con sus ojos acechantes y sentirse por un instante muerto, sin embargo,
conclusión de que el hambre le produjo esa alucinación. claramente lo podemos ligar con lo
monstruoso, este temor, desconcierto y asecho ya que: “De modo que, si el mundo moderno
ha generado muchos monstruos, todos ellos parecen ser variantes de uno y el mismo
monstruo, que no es ni siquiera el diablo, que no es sin más el mal o lo extraño, que es lo
inquietante, lo que a la vez resulta familiar y amenazante, lo que por definición impide
Por otro lado, el investigador Alazraki menciona que la visión en las narraciones
neofantásticas “[…] asume el mundo real como una máscara, como un tapujo que oculta
primera se propone abrir una "fisura" o "rajadura" en una superficie sólida e inmutable.” (p
29, 1990).
recorre el pueblo en busca de Rosaura e interactúa con la gente, mismos que lo llevan a el
lejero, un lugar donde habitan aquellos que se encuentran perdidos y olvidados por el
tiempo. Por el contrario, la segunda realidad será la violencia manifestada en todos sus
sus suelas cuando llegó no era yerba seca, sino cadáveres de ratones: “Ahora, en la
El motivo del doble se representa en la narración sin que haya algún sobresalto por
el personaje, pues la diégesis continúa con la descripción del pueblo; detalla las casas en
En la primera parte del convento está el guardadero, un lugar donde las personas
están recostadas dentro de sus celdas, a oscuras, y emiten gemidos de sufrimiento o yacen
con los ojos cerrados y el cuerpo frío, como el de todos los que habitan allí. Cuando entró
Jeremías escuchó un grito similar al de su nieta entre los lamentos, sin embargo:
A la exigua luz de los candeleros pudo constatar que quien le habló —quien creía que
había hablado—yacía atado con cadenas a la base de cama. Y en ese inmediato instante
creyó que era él mismo quien se encontraba acostado, encadenado a la cama, mirándose a
sí mismo con terror mientras él y el de la cama pronunciaban al mismo tiempo las mismas
palabras: Yo grité por Rosaura. (p. 62, 2013)
El desdoblamiento del yo en este ejemplo no causa ninguna ruptura en la realidad diegética
y Jeremías sólo se retiró de espaldas para seguir con su búsqueda. Aquí está implícita la
doble realidad, como diría Piglia, “Un cuento siempre cuenta dos historias, la evidente y la
cifrada. El cuento es un relato que encierra un relato secreto.” (p. 17, 1999). La realidad
evidente es que está en el convento buscando a su nieta Rosaura, pero la oculta es la manera
decadente de aquellos cuerpos encadenados, sin nadie que los procure, solos hasta en la
insólitos pueden causar temor en los personajes, pero ese no es su propósito, ya que: “Son,
en su mayor parte, metáforas que buscan expresar atisbos, entrevisiones o intersticios de
celdillas construidas por la razón, que van a contrapelo del sistema conceptual o científico
sociedades, sin embargo, es un tema difícil y por ello se niega o evita. En la novela, lo
monstruoso será el mecanismo para que paulatinamente se muestren los hechos violentos,
pues: “Lo monstruoso hace que salga a la luz lo que se quiere ocultar o negar. Además,
problematiza las categorías culturales, en tanto que muestra lo que la sociedad reprime”
En la novela uno de los sectores más vulnerables, la niñez, rompe su estatus social como
seres sin malicia y se muestran repugnantes al jugar con alguna parte de un cadáver, pues
en uno de sus recorridos, Jeremías Andrade: “[…] encontró un grupo de niños en mitad de
la plaza. Rodeaban algo, un bulto de algo, y de vez en cuando lo empujaban con los pies, lo
hacían variar de postura, se reían. Era la misma cabeza de perro que él había visto colgando
En lo que corresponde al modus operandi, cabe señalar que: “no le interesa asaltar
al lector con esos miedos que constituyen la razón de ser del cuento fantástico” (Alazraki,
1990: 30), pues “El relato neofantástico prescinde […] de los bastidores y utilería que
contribuyen a la atmósfera o pathos necesaria para esa rajadura final. Desde las primeras
frases del relato, el cuento neofantástico nos introduce, a boca de jarro, al elemento
fantástico: sin progresión gradual, sin utilería, sin pathos” (Alazraki, 1990: 31)
sobrenatural se otorga completamente sin una progresión en la diégesis; se brinca, por así
decirlo, de la vacilación que produce lo fantástico. En la novela tenemos este modo de
Todavía esperó un buen tiempo hasta que otra voz, pero una voz estremecida «Voz de la
cabeza de mujer vieja», pensó, voz nacida quién sabe de dónde y quién sabe por qué, le dijo
que había un hotel en el pueblo, y le dijo dónde quedaba. «Hay un hotel allá arriba» le dijo.
Su acento, igual que un eco, recorría la calle que bajaba y subía y bajaba y volvía a subir
como una raya por la misma mitad del pueblo, y desembocaba en la cima, el hotel.
Aquí notamos ese motivo de los rumores o las voces de los habitantes que guían al
protagonista a su destino del cual no puede escapar. Asimismo, los habitantes aparecen y
desaparecen sin ningún motivo aparente, como lo podemos ver en el siguiente ejemplo
cuando el protagonista entabla una charla con Bonifacio: “Detrás de su inmenso gorro se
y no esperó a que él le respondiera. Desapareció. —Me llamó Jeremías Andrade— dijo él,
para nadie.”
lector. Este tipo de situaciones son recurrentes lo que crea una atmósfera sobrenatural y
onírica y decadente. Bonifacio vuelve a aparecer en la novela con tintes más realistas y ya
no como una entidad fantasmal. De igual manera, los niños que siempre van en grupo
desaparecen cuando Jeremías los ve directamente: “Detrás suyo e agazapaban los niños, en
fila india sobre los techos; allí reptaba el menor, el último de todos asomado a él. Tan
poco, los habitantes lo van a cazar como una presa hasta dirigirlo a ese convento donde está
su nieta Rosaura. Otro evento similar donde aparecen los niños como fantasmas traviesos es
risa, tragados por la niebla. (p. 18). Estas escenas aparecen de sobresalto sin ninguna