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1. INTRODUCCION
de las leyes creadas por la voluntad del soberano, a saber las decisio-
nes de los tribunales y las costumbres toleradas por aquél, en virtud del
principio de que "lo que el soberano permite, lo ordena", pero en esencia
su fuente es siempre la voluntad soberana, expresa o tácib.
Quien sea ese soberano, lo define AUSTINen términos .hequívocos:
"Si un superior humano determinado que no obedece 'habitualmente a
ningún otro superior, recibe de modo habitual la obediencia' de la masa
de una sociedad dada, ese superior deterpinado es soberano en esa so-
ciedad." loEl soberano es así absoluto : tiene un poder supremo e incon-
trolado, no sujeto a ninguna autoridad superior y puede imponer sus
decisiones mediante una coacción que no tiene límites jurídicos. En esen-
cia no se aleja mucho del concepto formulado por BLACKSTONE "autori-
dad suprema, irresistible, absoluta e incontrolada en la que residen los
jura summz' imper2i"). La voluntad de ,soberrtno es para AUSTIN ilimi-
tada porque si le pudiese constreñir a actuar en un determinado sentido,
dejaría de ser supremo ;es indivisible, porque caso de cbnfiatse irrevoca-
blemente ciertas funciones a un cuerpo determinado, dejaría de tenér
supremacía universal dentro de la sociedad a la que rige, q inalienable,
porque si el soberano se desprendiera de su soberanía, no podría read-
quirirla por su sola voluntad.
Con tales premisas, AUSTINno podía tener una gran simpatía pot
las concepciones políticas de los liberales ingleses, especialmente los ra-
aparte de una ley del tipo de la que se trata." Lectures on Jurisprude,nce, Vol. 1, pág.
271. (Ed. 1879.)
8 AUSTIN, ob. cit., 1. pág. 270.
9 Ibid., 11, p6g. 256
10 Ibid., 1, pág. 226.
11 BLACKSTONE, Commentmieo, 1, 46. Sobre las difcnnciaa entre la coa-
dpcwn rastiniana y la de BLhCKSTONE, cf. DUNNING, A H i s t ~ r yoí 'Politicd
Theories from Rousseau to Spencrr, pág. 228.
\
~ i e h t r a el
s Estado liberal inglés funcionó sin graves dificultades, en
una época de expansión, fué posible mantener una doctrina' de la sobe-
ranía puramente jurídica de base utilitaria. Pero desde f i l e s del tercer
cuarto del siglo XIX las tensiones sociales y políticas exigen una justi-
ticación de lo que GREENllamó la "obligación política" es dear, la -
obligación que liga al súbdito con el soberano. Un grupo de pensadores
ingleses, cuyos nombres se asocian con la Universidad de Oxford -T. H.
GREEN,BRADLEY, BOSANQUET,-trató de llegar a formular esa justifica-
ción combinando una concepción política liberal con 10s iesultados de
la-.filosofía idealista, griega y alemana.
LASKIha resumido esa doctrina en cuatro proposiciones : la libertad
no significa ausencia de coacción; la esencia de la libertad es la auto-
determinación; esta autodeterminación no significa obediencia a todo
deseo casual o capricho pasajero que cruce por mi mente; sino obedien-
.cia a mi yo real; la voluntad de ese mi yo real es idéntica a los fines
de la tradición general de la sociedad a que pertenezco. lQ "Cuanto más
me aproximo a ser yo mismo, más cerca estoy de la identificación con
el espíritu común". 20
El Estado-y su soberanía- se justifican en cuanto medios indis-
pensables para esa realización de la voluntad real, para permitir esa au-
todeterminación del individuo. "El Estado es aquella organización de la
comunidad que tiene la función de mantener las condichnes necesarias
para la vida mejor" (BOSANQUET). La escuela idealista tendió en con-
junto a destacar la idea de los valores positivos de las instituciones de
la vida social como instrumento para el pleno desarrollo del'individuo. 21
Pero hay entre los idealistas ingleses diferencias, acaso. de mayor alcance
22 En la reseña del libro de LASKI, "The State in Theory and Practice", pu-
blicada en Politica, vol 11, no 5 . Marzo, 1936. Pág. 85.
23 GREEN, T. H., Lectures on the Principies of Political Obligation. Nueva
York y Londres. 1895. Pág. 443. "Lo esencial de una sociedad política es un poder
que garantice los derechos de los hombres". Id., pág. 102.
24 BARKER,Political Thought in England, 1 8 4 8 a 1 9 1 4 . Londres, 1932.
(35 impresión de la 29 edición.) Pág. 37.
11. EL PLURALISMO
a ) Bases:
b) El plzwalissnro inglés
; . .,* , .
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vínculo final que une toda una multitud de corporaciones, iglesias, sin-
dicatos, familias, dotadas todas ellas de verdadera vida propia, recono-
cida y reglamentada por el gobierno. 50
A esta concepción corresponde la necesidad de que el Estado se
abstenga de intervenir en la esfera de actividad propia de cada uno de
esos grupos. "Hay zonas de pensamiento y de acción en las que el Es-
tado no debe entrometerse, so pena de causar grave lesión de los más
altos intereses humanos." A esas zonas no debe alcanzar la soberanía
estatal. FIGGIS subraya los peligros de esa intromisión estatal, especial-
mente en relación con las iglesias. Pero de toda su obra se desprende
que contempla el problema, pensando siempre en una pluralidad de
confesiones religiosas organizadas dentro de un país. Así puede afir-
mar que ese respeto por parte del Estado de la libertad de acción de las
iglesias, no entraña el peligro de una intron~isiónde la iglesia en el
Estado, que seria inevitable en un Estado donde prácticamente no hu-
biera más que una iglesia.
No ha sido FIGGIS el único autor que ha mantenido una posición
pluralista pensando de modo preponderante en las iglesias. El Dr. OR-
CHARD ha mantenido opiniones análogas y en algún momento la doc-
trina de FIGGIS estuvo tan en boga en los medios eclesiásticos ingleses,
que COLEha podido decir que, tanto modernistas, como ultramontanos,
fueron influídos por las nuevas ideas. Acaso pueda haber alguna exa-
geración en ese aserto de COLE,motivada por las afinidades existentes
entre el socialismo guildista y las doctrinas de FIGGIS, que ponen de
manifiesto BARKER y el propio FIGGIS.03
pio suyo, sino como guardián de la constitución, como ejecutor del De-
recho; f«era del campo del Derecho, el uso de la fuerza por parte del
Estado es tan irreductilde a un principio como el que pueda hacer cual-
quier hombre vigoroso y armado. 65
MACIVERrechaza, en consecuencia, la doctrina tradicional de la
soberanía, que en el pensamiento británico está marcada por la línea
HOBBES - BLACKSTONE - BEXTHAM - AUSTIN, sosteniendo que la sobe-
ranía no es un poder ilimitado. E s más bien el ejercicio de una función,
limitado por la concepción dominante en la comunidad acerca de lo que
debe ser esa función y dependiente de la clase y grado de organización
establecida. La concepción jurídica de la soberanía ha sido y puede se-
guir siendo útil en su lugar propio; pero fuera del campo del Derecho
es "no sólo inadecuada, sino falsa". E s cierto que jurídicamente el Esta-
do es ilimitado, pero no por ello es más absoluto que una iglesia en
cuanto ésta es la fuente del Derecho eclesiástico, o que el Roya1 and
Ancient Club, en cuanto éste es el único organismo que establece las
leyes del golf. G6
E n conformidad con la teoría jurídica de la soberanía, el Estado
ha pretendido dominar todo el sistema social dentro del cual surgió. De
hecho nunca ha podido conseguirlo. Pero la significación de este hecho
apareció sólo cuando empezaron a surgir otras asociaciones para per-
seguir fines que el Estado era incapaz de lograr (iglesias, grandes aso-
ciaciones económicas, etc.). Enfrentado con ellas, el Estado "no podía
ya seguir pretendiendo ser el instrumento todopoderoso de la vida so-
cial. Tuvo que aceptar el statcts de unas de tantas asociaciones, por esen-
cial que sea su servicio" para la comunidad. G7 El problema de la sobe-
ranía se presenta así bajo un nuevo aspecto: el de "los límites positivos
de una asociación determinada, considerados tanto en relación con las
demás asociaciones como en relación con los medios específicos de que
está dotada". Gs
El Estado no es pues, la "autoridad suprema, irresistible e incon-
trolable" que creía BLACI~STOXE. Por el contrario, cualquiera que sea
su forma, lo que el Estado puede hacer tiene unos límites determinados
por los iilstrumentos y medios que hay a su alcance, por la resistencia
bros del Estado. Típicos de esta clase de intereses son los culturales
- entre los cuales incluye MACIVERlos religiosos. El Estado no está.
bien adaptado para fomentar los intereses más íntimos y personales-
Ni siquiera puede representar con relación a ellos el papel de árbitro.
No puede decidir los méritos literarios, artísticos o científicos ni juz-
gar las controversias religiosas.
Hay, por último, un cuarto grupo de funciones que el Estado no
/m&& realizar. La línea que separa este grupo del anterior es muy te-
nue. Entre las cosas que no puede hacer el Estado, figura el control d e
la opinión: puede impedir -hasta cierto punto- que los grupos e in-
dividuos disconfornies expresen sus puntos de vista, pero eso no es.
control. No puede tan~pococontrolar la moralidad ; puede ciertamente
imponer restricciones en los aspectos externos de la conducta, pero la
moral es una esfera en la que la coacción resulta estúpida o fútil. E n
resumen, los detailes más íntimos de la conducta y los rasgos cultura-
les más profundos exigen una libertad que les coloque fuera del con-
trol del Estado. En esas materias la autoridad del Estado puede ejercer
una acción retardataria que aplace los resultados de las tendencias pro-
ducidas en la comunidad, pero no puede decidir. 69
El Estado no tiene una supremacía sin cualificaciones sobre la co-
munidad. Tiene una función propia, pero también la tienen las familias,.
iglesias, las asociaciones todas. Lo que sí le corresponde es una función
coordinadora. E n relación con las denominadas en el Derecho anglo-
sajón "corporations" -asociaciones con personalidad jurídicamente re-
conocida- el Estado no las crea; lo que hace es regular su carácter y
condición jurídica. "Las grandes asociaciones son tan originarias del
suelo de la sociedad como el propio Estado", y existen antes del reco-
nocimiento de aquél, que "apenas puede decidir si las reconoce o no".
Y de la misma manera que no las crea, tampoco puede decirse que sea
superior a ellas. Ciertamente las regula, pero esta regulación no abarca
sus asuntos internos. El Estado "no dice al sindicato 'vete' y a la aso-
ciación de patronos 'ven' o a la iglesia 'haz esto'. Eso sería la soberanía
absoluta, y el Estado no la posee".
Acaso el mejor resumen de la posición de MACIVER lo den las si-
guientes frases de Tlze Modem State: "El Estado debe determinar úni-
69 Society, págs. 2 8 6 - 2 9 3 .
70 Modern State, pág. 475.
71 Ibid., pág. 476.
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