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SOBRE EL AYUNO Y ABSTINENCIAS

“Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: ¿Por qué nosotros y los fariseos
ayunamos, y tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Pueden acaso los invitados a la boda
ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el
novio; entonces ayunarán” (Mt 9, 14-15) “Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días
hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

“Ahora que han conocido a Dios, o mejor dicho, que han sido conocidos por Dios, ¿cómo
vuelven ustedes de nuevo a los elementos sin fuerza ni valor? ¿Quieren ser otra vez
esclavos como antes? ¡Observan ciertos días y meses, y fiestas y años!; me hacen temer que
he trabajado por gusto por ustedes” (Gál. 4,9-12).

“Nadie tiene que hacer juicios sobre lo que comen o beben, ni en cuestión de fiestas anuales
o mensuales o semanales, eso era sombra de lo que tenía que venir, cuya realidad es el
Mesías” (Col. 2,16-17).

“No será la comida lo que nos recomiende ante Dios: ni por privarnos de algo somos menos
ni por comerlo somos más” (1 Cor. 8,8-9).

“¿No es suficiente con lo que la Ley de Dios te prohíbe, que tú quieres prohibirte a ti
mismo más cosas aún?” (Talmud Palestinense, Nedarim 9: 1).

“He aquí cómo practicarás ese ayuno…: el día de tu ayuno no tomarás más que pan y agua;
después calcularás el gasto que habrías hecho ese día para tu alimento y se lo darás a una
viuda, a un huérfano o a un necesitado: así tú te privarás con el fin de que otro se sirva para
saciar su hambre y ore por ti al Señor. Si ayunas de la forma que acabo de prescribir, tu
sacrificio será agradable a Dios” (El Pastor, de Hermas, Semejanza V, 1, 3).

“El cristiano no tiene necesidad de fiestas como los paganos. Toda su vida es una fiesta, un
domingo, una pascua” (Orígenes; Contra Celso, 8, 22).

“El que tiene su vientre lleno de manjares, fácilmente disputa del ayuno, y manda a otros
que lo guarden” (San Jerónimo; Carta VIII, A Paulino (de Nola)).

“En punto a ayunos, no te cargues sino con lo que buenamente pueden llevar tus fuerzas:
Sean ayunos limpios, castos, sencillos, moderados, no ayunos supersticiosos. ¿Qué
aprovecha no tomar aceite y andarse tras manjares costosos y difíciles de hallar)? (…) Y,
por añadidura, aún buscamos, entre regalos, fama de abstinentes. El más fuerte ayuno es el
de a pan y agua; pero como no se gana con él honra, puesto que todo el mundo vive de pan
y agua, como cosa vulgar y común, no se reputa por ayuno” (San Jerónimo (+420); Carta a
Nepociano presbítero, n 12).

“Han los pobres de ocupar muy señalado puesto en la solicitud de ustedes, y así pondrán en
el tesoro del cielo el fruto de su sobriedad. Reciba Cristo hambriento lo que, ayunando,
toma de menos el cristiano, y la penitencia voluntaria sirva de sostén a quienes nada tienen;

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la voluntaria frugalidad del rico se invierta en lo necesario del pobre” (San Agustín, Sermón
210, 12).

“Los santos y fieles comen piadosamente, como los sacrílegos ayunan impíamente. (…)
Los hijos de la sabiduría son la congregación de los justos (Eclo 3, 1). Estos son los que,
cuando comen, no desprecian a los que no comen; cuando ayunan, no juzgan a los que
comen, sirviendo de tropiezo” (San Agustín; A Casulano, carta 36, cap 5, n 12; cap XI, 26).

“Meditando en aquellas palabras del profeta Isaías (58,7): ¨Parte tu pan con el hambriento¨,
descubro que no basta ayunar. El ayuno es una mortificación para mí, pero no refección
para otros. Mis mortificaciones serán provechosas, si procuro transformarlas en bienestar
para otros. Debo ayunar de modo que haga participante a otro de mi comida; así mis
súplicas serán oídas en tu presencia” (San Agustín).

“Nadie, bajo pretexto de guardar abstinencia, tome motivo para cambiar más bien que
reprimir los placeres; y así, dejando la carne, se vaya tras bocados más exquisitos. (…) Los
ahorros del ayuno inviértelos en aumentar tus limosnas” (San Agustín, Sermón 205, 1-2).

“El que ayune que procure entender el sentido del ayuno: que se haga sensible al hambre de
los demás, si quiere que Dios sea sensible a la suya; si espera alcanzar misericordia, que él
también la tenga; si espera piedad, que él también la practique; si espera obtener favores de
Dios, que él también sea dadivoso. Es un mal solicitante el que espera obtener para sí lo
que niega a los demás” (San Pedro Crisólogo, obispo, sermones, sermón 43).

“Les imponemos este ayuno recordándoles la necesidad no sólo de la abstinencia, sino


también de las obras de misericordia, de tal manera que lo que se quiten de su sustento
diario, en virtud de un santa economía, lo transformen en alimento para los pobres” (San
León Magno, papa, siglo V, Sermón 89, acerca del ayuno).

“Que nuestra liberalidad para con los pobres y demás necesitados de cualquier clase que sea
en este tiempo más generosa, a fin de que sean más numerosos los que eleven hacia Dios
su acción de gracias, y con nuestros ayunos remediemos el hambre de los indigentes” (San
León Magno, papa, siglo V, Sermón 10 Sobre la Cuaresma, 3,5; Cfr Breviario, 2ª lectura del
martes de la IV semana de Cuaresma).

“Los ayunos acompañados de obras buenas son aceptables a Dios; mas quienes se privan de
alimentos y obran mal, imitan a los demonios, que no comen y siempre son malvados.
Ayuna bien quien, no sólo se abstiene de los alimentos, sino también de las malas obras y
ayuna también de las ambiciones mundanas” (San Isidoro de Sevilla; sentencias en tres
libros; libro 2, XLIV, 644).

“Comer puede ser más sagrado que ayunar. El ayuno es sólo la preparación para lo santo,
en cambio el comer puede ser lo sagrado en sí mismo” (ver Martín Buber, Imágenes del
bien y del mal; Ediciones Lilmod, Buenos Aires, 2006, p 79).

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