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¿Qué son los límites?

Fernando Osorio1
En el inicio del desarrollo de la vida de un niño, el límite es una
regulación que se le impone desde la realidad, que lo rodea, sin que medie
negociación ni opinión alguna. Esta regulación la ejercen los adultos de
turno, los padres. Y esta regulación se ejerce sobre la necesidad imperiosa
que tiene un niño de ver satisfechas, de modo inmediato, sus demandas. La
insatisfacción y el dolor físico, que provoca la sensación de sentirse
insatisfecho, son dos aspectos del desarrollo humano intolerables. Desde el
nacimiento y hasta una edad cronológica cercana a los 7 u 8 años la
condición del niño está representada por una necesidad imperiosa de
satisfacer cualquier tensión, cualquier incomodidad que tenga, cualquier
demanda. En el inicio de la vida, las necesidades tienen que ver con la
supervivencia, el alimento, el abrigo y más adelante tendrán que ver con la
demanda de lo social, del consumo y luego lo sexual. Lo primero que siente
el niño es una sensación interna del cuerpo, que se le impone. Por esa razón
el niño se presente ante el mundo con un nivel de impulsividad y de demanda
hacia el entorno desmedido. Y el rasgo distintivo de esta necesidad es que
tiene que ser satisfecha inmediatamente. La capacidad que tengan los padres
y/o los adultos, responsables de la crianza, para regular esta manifestación
impulsiva va a ir conformando una estructura interna para el control de los
impulsos. De esta manera, el niño desarrollará paciencia, capacidad de
frustración, vergüenza, asco, miedo, etc. Estas cualidades funcionarán como
diques o defensas y son las que le permiten a un sujeto andar por la vida. De

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este modo ocurrirá que algunas acciones o actos no los realizará por sentir
miedo, otros por experimentar vergüenza. Comenzará a aparecer el silencio o
la cautela frente a cuestiones que mejor no decir o no hacer, o no contestar.
Es decir, ser cauteloso, astuto, ser prudente, discreto o reservado no sólo
tiene que ver con desarrollar una conducta de introversión sino con desplegar
recursos frente a situaciones que ponen en peligro la supervivencia o su
integridad física o psíquica. Que un niño no se exponga frente a situaciones
peligrosas o desafiantes muestra un recurso interno que se está armando
desde el nacimiento. Esa presentación impulsiva del niño, caracterizada por
el ¡Quiero ya!, necesita de un padre que regule, diciendo: "-Ya, no se puede,
hay que esperar". La conciencia moral y el sentimiento de culpabilidad son
dos estructuras que definen el límite de la impulsividad. Llega un momento
en que el niño no hace una serie de acciones, aún teniendo necesidad de
hacerlas, porque hay un límite que ya no le viene de afuera, sino que lo ha
internalizado. Una vez incorporadas, estas estructuras puede regular sus
impulsos aunque persista la necesidad imperiosa de satisfacción. El límite es
primero una regulación que ejercen los padres y luego el niño mismo. El
portarse mal, es parte de la estructuración de la personalidad de un niño,
tiene que ver con demostrarle al mundo que no se va a someter a todo lo que
se le imponga. Portarse mal tiene que ver con un proceso de aprendizaje
relacionado con detectar dónde está el límite externo y el límite interno. Se
trata de una prueba de ensayo y error. La regulación de los adultos le
permite al niño incorporar una regulación que luego la va a hacer propia.
Pero es fundamental que la reciba del entorno si no, nunca la va a poder
desarrollar y mucho menos ejercer. Es fundamental determinar si el portarse
mal esta siendo ejercido por el niño para afianzar su personalidad. Esto es

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aprender a no someterse al adulto, o simplemente se trata de una transgresión.
Es importante detectar cuando portarse mal es por resistencia a la autoridad o
cuando es para afianzarse como persona. Hay que ser muy cuidadoso con el
portarse mal de los niños, porque tiene que ver con el aprendizaje. Si el
adulto está todo el tiempo controlando a los hijos para que no se desbanden
respecto de lo que "deben ser", en realidad se genera una represión y un
autoritarismo perjudicial. No se trata de dejarlos hacer ilimitadamente lo que
quieren o desean. Se trata de no hacer crisis en la tarea de regular conductas.
Una cuestión es portarse mal como parte del desafío de ver hasta donde llega
el impulso, qué se puede y hasta donde no, es decir como aprendizaje y otra
muy distinta es portarse mal como transgresión arbitraria. El límite con
autoridad, de parte del adulto, debe aparecer cuando el padre o la madres
perciben que ya no es un portarse mal que tiene que ver con el aprendizaje o
con la razón, sino que tiene que ver con una querella, con una trasgresión o
con un cuestionamiento a la autoridad del adulto y que linda con lo arbitrario
y despótico. Esta característica desafiante aparece en la adolescencia y
sucede, efectivamente, cuando el niño tiene padres que no han logrado
imponer el control de los impulsos dentro de los cinco primeros años de
vida. Entonces lo que le ocurre al niño es que cree que puede todo y
cuestiona la autoridad. Y así se convertirá, luego, en aquel joven que
cuestiona al docente, a otros adultos y después puede cuestionar a la policía y
terminar castigado. O sea, el límite le va a llegar de todos modos. Por esa
razón es mejor que lo aprenda y lo incorpore desde pequeño. Para que no
tengan que ser otros adultos, ajenos al entorno familiar, quienes deban
ejercer esa regulación. Pues la ejercerán con los recursos de poder y
represión que socialmente o culturalmente tengan otorgados, como puede ser

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el caso de la policía o de un juez. Si analizamos la actitud de un niño
sumamente negativista, trasgresor y querellante dentro de la escuela, y se lo
historiza, seguramente descubriremos a padres que no han sabido poner
límites y no han podido controlar los impulsos de su hijo. Posiblemente, se
trate de un niño que ha andado por la vida siempre forzado a frenar sus
impulsos y limitar su conducta porque el límite nunca lo incorporó a través de
la crianza y en la relación con sus padres; siempre le ha venido impuesto
desde el afuera del entorno familiar. Se trata de un joven que no incorporó la
conciencia moral y el sentimiento de culpabilidad. La conciencia moral,
como estructura subjetiva es lo que indica internamente la diferenciación
entre un comportamiento aprobado socialmente y uno que no lo es. Siempre
teniendo en cuenta la cultura en la que desarrolla la vida del adolescente.
Mientras tanto el sentimiento de culpabilidad, incorporado como estructura,
es lo que impide al adolescente cometer un delito. También es verdad que
desde el punto de vista social no hay referentes válidos para los chicos; o
éstos son altamente transgresivos. Pueden ver un juez, un policía, un político,
una maestra o un padre corruptos casi en cualquier lugar y advertir que no
recibe su merecido. Los padres pueden presentar a sus hijos modelos
definidos por el deber ser, por la moral, y éstos podrían nombrar, como
contraejemplos, modelos que se contradicen con dicha moral. Incluso, estos
mismos modelos hacer crisis a la hora de pensar a la familia moderna.
Porque ya, ni siquiera, existe un modelo de familia tradicional sobre el que
apoyar los argumentos de los adultos. La familia está en crisis y esto se deja
ver cotidianamente a la hora de buscar modelos y referencias para sostener
una palabra firme y autorizada frente a los jóvenes. Y como los chicos se
crían en un tiempo en el que los adultos también están en crisis -afectiva,

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moral, intelectual-, resulta muy complejo transmitir que de todos modos vale
la pena ser honesto, justo y paciente. Es mucho más difícil para los adultos
transmitir un modelo limitado, contenido, cuidado, cuando todo el tiempo se
le está proponiendo la vertiginosidad y la transgresión como referente y como
norma. La sensación de los padres es que el contexto social es tan adverso
que está absolutamente limitada la capacidad que tienen de regular los
impulsos de los chicos, de decirles que no, de mostrarles un modelo ideal,
porque el mundo que se les está presentando a los adultos es absolutamente
devastador. Si un adulto no está más o menos bien parado, con un proyecto
propio, con expectativas, transmitirle esto a un hijo, en esta época, es
sumamente complejo. Es fundamental para la subsistencia de los niños que
los adultos no claudiquen en su tarea. La influencia del entorno no debe
permitir que se genere una sensación o un sentimiento de vacío o de perdida.
Ante lo adverso los padres tienen que, de todos modos, seguir creyendo que
lo que le transmiten a sus hijos les va a dar la estructura anímica para
cambiar el mundo, incluso. Justamente la garantía para ellos, de que el
mundo pueda cambiar con su intervención está en que el adulto pueda
transmitirle, efectivamente, que en la vida todo no se puede, y que las cosas
tienen un límite, una legalidad, un contexto en el que deben ser desarrolladas.
Esta enseñanza va a permitirle al adolescente tener una vida ordenada y su
moral va a imprimir, sobre la vida de los otros, la cultura y la realidad, un
factor de cambio. Es decir que el potencial de cambio lo tienen todos los
sujetos, sólo que no lo explotan frecuentemente. Muchas veces el límite no
necesariamente tiene que ver con decir siempre “no”. Cuando es posible el
“si”, debe llegar también con límites. A continuación damos una serie de
items a modo de ejemplo.

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1- Hay que conocer los lugares a los que concurren nuestros hijos y
buscar referencias de qué tipo de ambiente se genera para dejarlos ir.
2- Hasta los 15/16 años de edad es importante turnarse con el grupo de
padres, de los amigos de nuestros hijos, para llevarlos y traerlos. Es el
mejor control y la mejor posibilidad de saber cómo llegan a un lugar
determinado, en qué estado llegan, y de qué lugar se trata. Tal es el
caso de los boliches.
3- No autorizarlos a concurrir a lugares en los que está prohibida de
presencia de menores de edad. Ya que esto posibilita el fácil acceso al
alcohol y a otras transgresiones del mundo adulto.
4- Estar atentos a la conducta y estado de ánimo de los chicos cuando se
disponen a salir, sobre todo en lo que ellos denominan, “la previa”.
Este momento/espacio suele darse en la casa de uno de ellos antes de
salir a bailar. Suelen tomar bebidas alcohólicas, con la excusa de que
no la pueden consumir en los boliches. En general este es un momento
de descontrol ya que el consumo tiende a ser desmedido. También
suelen utilizar este momento para hacer “debutar” a un compañero que
no se anima a tomar; o es inmaduro aún con la misma edad.
5- Estar atentos al regreso de los bailes en cuanto a la hora acordada;
aspecto físico, olores, respuestas, lucidez. Por supuesto tratando de no
tornarse persecutorios y “pesados”.
6- Hablar con ellos y no dudar en preguntar nada ante cualquier inquietud
que se genere por una actitud o situación extraña.
7- Es importantísimo tener a mano los teléfonos / datos de los amigos con
los cuales suele juntarse nuestro hijo y no claudicar ante este reclamo

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por más negación que presentes los chicos. Debiera ser una condición
para la salida.
8- Es fundamental tener contacto frecuente con los padres de los amigos
más cercanos para aunar criterios y evitar el dicho: “a fulanito lo
dejan”.

LOS LÍMITES QUE NO PONGAMOS COMO PADRES LOS


PONDRÁ EL ENTORNO SOCIAL DE MANERA ARBITRARIA Y
VIOLENTA.

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Fernando Osorio
Psicólogo egresado de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Argentina.
Especializado en clínica con niños y adolescentes.
Desde hace más de veinticinco años trabaja con menores en conflicto con la ley penal y con jóvenes con
problemas de conducta y sus familias.
Es analista institucional de organización escolares, de los tres niveles.
Dirige capacitaciones docentes, presenciales y a distancia, sobre la problemática vincular entre alumnos,
docentes y padres.
Tiene a su cargo el Seminario Violencia en las Escuelas, desde hace diez años.
Presidio la primera y segunda edición del Congreso Internacional sobre Conflictos y Violencia en las
Escuelas, en el año 2009 y 2012, en la Ciudad de Buenos Aires.

Es autor de:
1) Violencia en las Escuelas. Un análisis desde la subjetividad
2) Usos y Abusos de Drogas. Adicción, disciplinamiento y control
3) ¿Qué Función Cumplen los padres de un niño?
4) Hijos perturbadores, negativistas y desafiantes.
5) Estrategias para coordinar grupos con niños y adolescentes.
6) Bullying. Matón o víctima. ¿Cuál es tu hijo?
7) Cómo ser buenos padres… a pesar de los hijos.
8) Ciberbullying. Acoso y violencia en las redes sociales.

Y, es compilador de:
1) Ejercer la Autoridad. Un problema de Padres y Maestros
2) Inteligencia y Subjetividad. Encrucijadas de la Psicopedagogía clínica y el psicoanálisis.
3) Niños Vulnerados. La injusticia Institucionalizada.

Y colaborador en:
1) Violencia Escolar (Comp.UCA)
2) El Bocasucia. (Comp.Debates de la Cultura Argentina)

CONTACTOS:
fosorio@fosorio.com.ar
estudiosparalainfancia@gmail.com
CV Extendido:
Ver: www.fosorio.com.ar

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