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1ª.

Juan 2:15-17 (LBLA)


No améis al mundo, ni las cosas
que están en el mundo. Si
alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él. Porque
todo lo que hay en el mundo, la
pasión de la carne, la pasión de
los ojos y la arrogancia de la
vida, no proviene del Padre, sino
del mundo. Y el mundo pasa, y
sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece
para siempre.
Una visión general
El texto comienza con un
mandato-que es el único
mandamiento en el texto, y por lo
tanto, probablemente, el punto
principal (verso 15b): "No améis
al mundo ni las cosas que están
en el mundo". Todo lo demás en
el texto es un argumento, o un
incentivo, del porqué no
debemos amar al mundo.
El amor por el mundo echa
fuera el amor por el Padre
El primer incentivo que Juan nos
da es que "si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no
está en él" (verso. 15b). En otras
palabras, la razón por la que no
deberíamos amar al mundo es
que no se puede amar al mundo
y a Dios al mismo tiempo. El
amor por el mundo echa fuera el
amor a Dios y el amor a Dios
echa fuera el amor por el mundo.
Como dijo Jesús: "Nadie puede
servir a dos señores; porque o
aborrecerá a uno y amará al
otro, o se apegará a uno y
despreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas"
(Mateo 6:24). Así que no debes
amar al mundo, porque eso te
pondría junto con los enemigos
de Dios, ya sea que creas que lo
eres o no. "Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no
está en él". Esa es la primera
razón que Juan nos da para no
amar al mundo.
Luego en el versículo 16 viene el
apoyo y la explicación de ese
primer argumento. La razón por
la cual el amor por el mundo
echa fuera el amor a Dios es que
"todo lo que hay en el mundo, la
pasión de la carne, la pasión de
los ojos y la arrogancia de la
vida, no proviene del Padre, sino
del mundo". Si dejamos de lado
las tres frases en la mitad del
versículo 16, se leería así: La
razón por la cual el amor del
mundo echa fuera el amor a Dios
es que todo lo que hay en el
mundo no es de Dios. En otras
palabras, decir que amas a Dios,
son sólo palabra vacías si te
gusta lo que no es de Dios.
Juan podría haber terminado su
caso al final del versículo 16. No
améis al mundo, porque el amor
por el mundo no puede coexistir
con el amor a Dios. Pero él no
termina su caso ahí. Añade dos
argumentos y dos incentivos
más para no amar al mundo.
El mundo pasará y sus
pasiones con él
En primer lugar, en el versículo
17a él dice: "Y el mundo pasa, y
también sus pasiones". Nadie
compra acciones de una
compañía que seguramente va
directa a la quiebra. Nadie
establece su casa en un barco
que se hunde. Ninguna persona
razonable podría atesorar donde
la polilla y el orín corrompen, y
ladrones minan y hurtan,
¿verdad? ¡El mundo pasa! Poner
el corazón en él es como pedir la
angustia y la miseria al final.
Y eso no es todo: no sólo es que
el mundo pasa, sino también las
pasiones de él. Si compartes las
pasiones del mundo, morirás. No
solo perderás tu tesoro.
Perderás tu vida. Si te gusta el
mundo, pasará y te llevará con
él. "El mundo pasa, y también
sus pasiones".
Si haces la voluntad del Padre,
vivirás por siempre
En segundo lugar, en el
versículo 17b. Juan dice: "Pero
el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre". Lo
contrario de amar al mundo no
es solo amar al Padre (v. 15),
sino también hacer la voluntad
del Padre (v. 17). Y esa conexión
no es difícil de entender. Jesús
dijo: "Si me amáis, guardaréis
mis mandamientos" (Juan
14:15). Juan dice en 1 Juan 5:3:
"Porque este es el amor de Dios,
que guardemos sus
mandamientos". Así que el amor
por el Padre en el versículo 15 y
hacer la voluntad de Dios en el
versículo 17 no son realmente
cosas separadas.
Si amas a Dios, amarás su
voluntad. Decir que amo a Dios,
pero no me gusta lo que Dios
ama, son palabras vacías. Así
que Juan está diciendo en el
versículo 17, "Si te gusta el
mundo, te perderás con el
mundo, pero si no te gusta el
mundo y amas a Dios, vas a
hacer su voluntad y vivirás con
Él para siempre".
Un mandamiento y tres
argumentos
En resumen, el texto contiene un
mandamiento y tres argumentos,
o incentivos. El mandamiento es:
"No améis al mundo ni las cosas
que están en el mundo". El
primer incentivo es que si te
gusta el mundo, no amas a Dios.
El segundo incentivo es que si te
gusta el mundo, te perderás con
el mundo. Y el tercer incentivo es
que si amas a Dios en lugar de
amar al mundo, vas a vivir con
Dios para siempre.

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