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ELEMENTOS CURATIVOS DE LA CONVERSACIÓN TERAPÉUTICA:

EL DIÁLOGO COMO ENCARNACIÓN DEL AMOR

JAAKKO SEIKKULA, PH.D.


DAVID TRIMBLE, PH.D.

Desde nuestra perspectiva Bakhtiniana, comprender implica un proceso activo de


hablar y escuchar. El diálogo es precondición para el cambio positivo en cualquier
forma de terapia. Empleando las perspectivas del Dialogismo y del desarrollo
neurobiológico, analizamos los elementos básicos del diálogo, buscando entender por
qué el diálogo se convierte en una experiencia curativa en una reunión con la red.
Desde la perspectiva del terapeuta como un partenaire dialogante, examinamos las
acciones que permiten el diálogo en la conversación, la experiencia emocional
compartida, la creación de comunidad y la creación de un nuevo lenguaje compartido.
Describimos cómo los sentimientos de amor, que son la manifestación de una poderosa
sintonización emocional mutua en la conversación, señalan momentos de cambio
terapéutico.

Palabras clave: Diálogo; Curación; Redes

Fam Proc 44:461–475, 2005

El presente artículo busca identificar los aspectos del diálogo que facilitan la curación, y
explicar cómo esto ocurre. Actualmente existe una variedad de enfoques dialógicos de
terapia familiar (e.g., Andersen, 1991; Anderson & Goolishian, 1988; Fishbane, 1998;
Inger & Inger, 1994; Pare´ & Lysack, 2004; Penn & Frankfurt, 1994; Tschudi &
Reichelt, 2004). El primero de los autores de este artículo contribuyó al desarrollo del
enfoque de Diálogo Abierto (Seikkula et al., 1995; Seikkula & Olson, 2003) en Laponia
Oeste, Finlandia, como aproximación al tratamiento de las psicosis, la esquizofrenia y
otras crisis psiquiátricas severas.
En el enfoque de Diálogo Abierto, cuando una persona o familia con malestar busca
ayuda del sistema de salud, un equipo de profesionales cita a la familia y a los
miembros importantes de la red social familiar lo más pronto posible, dentro de las
primeras 24 horas, generalmente en el lugar que la familia elige. El equipo de
profesionales asignado será el mismo a lo largo de todo el proceso, dure éste meses o
años. Ninguna conversación ni decisión sobre el caso se produce al margen de esa red.
Tanto la evaluación del problema actual, como la planificación del tratamiento y las
decisiones se toman en encuentros abiertos que incluyen al paciente, a personas
relevantes de su red social y a profesionales. Servicios específicos (como psicoterapia
individual, rehabilitación vocacional, terapia farmacológica, etc.) pueden ir
integrándose a lo largo del tratamiento, pero el núcleo del proceso es el desarrollo de
conversaciones en sesiones de terapia con los miembros del equipo, el paciente y su red.

En los momentos agudos, los miembros de la red suelen estar bloqueados en maneras
desesperadas, rígidas y constrictivas de entender y comunicar el problema que les
satura. En los encuentros terapéuticos, los miembros del equipo solicitan la
participación de todos los miembros de la red, especialmente del paciente que presenta
el episodio psicótico agudo. Todas las comunicaciones de los participantes son
escuchadas desde el cuidado y respondidas desde el respeto. Los miembros del equipo
proporcionan contención a la expresión emocional. Responden de manera transparente y
auténtica como personas, no sólo como profesionales. Esta transparencia de los
profesionales acerca de la movilización que producen los sentimientos de los miembros
de la red supone para ellos el desafío de tolerar los intensos estados emocionales que se
producen en el encuentro. Al conversar entre ellos acerca de sí mismos y lo que piensan
en presencia de la red, funcionan como “equipo reflexivo”, proporcionando una
ampliación de las posibilidades de dar sentido a la experiencia por la que pasan los
miembros de la red. Especialmente en las fases iniciales del tratamiento, las decisiones
se posponen a favor de ampliar y extender la conversación; extender la conversación,
seguir hablando, permite al sistema tolerar la ambigüedad en el contexto de un intenso
estrés. Esto, además, hace posible que surjan ideas nuevas relativas a la situación
problema.

Al principio, los miembros del equipo procuran incorporar en sus propias expresiones el
lenguaje familiar de los miembros de la red. A medida que los miembros del equipo
extraen las palabras y los sentimientos de cada miembro de la red, la conversación
cambia. En la medida en que la red original incorpora al equipo terapéutico como un
miembro más, comienza a surgir un nuevo lenguaje compartido entre el equipo y la red,
que produce la emergencia de nuevos significados. Lo más relevante del proceso no
tiene que ver con alguna intervención brillante de los profesionales, sino con el
intercambio emocional entre los miembros de la red, incluidos los profesionales, que
juntos construyen o restauran una comunidad de cuidado a la persona.

Los encuentros se organizan con la menor planificación posible. Uno o más miembros
del equipo conducen la sesión. Con todos juntos sentados en la misma sala, los
profesionales comparten al inicio la información que tienen sobre el problema. El
conductor de la sesión realiza preguntas abiertas acerca de quién quiere hablar y sobre
qué sería mejor que hablaran. Estas preguntas tampoco se planean, al contrario,
dependiendo de la conexión empática que se vaya estableciendo con cada participante,
el conductor genera la siguiente pregunta en base a la respuesta previa (por ejemplo,
repite la respuesta dada palabra por palabra antes de preguntar de nuevo, o incorpora en
la formulación de la siguiente pregunta el lenguaje utilizado en la respuesta previa). Es
especialmente importante para el proceso ir despacio, para sostener el ritmo y el estilo
de discurso de cada participante, y para asegurarnos de que cada persona tiene un lugar,
desde el que es invitado a hablar y desde el que es sostenido en lo que dice. Así, cada
vez se van incorporando más voces en la discusión de los temas a medida que éstos
aparecen. En un momento dado, los profesionales pueden proponer mantener una
conversación reflexiva entre sí si lo consideran adecuado. Después de cada secuencia
reflexiva, se invita a que los miembros de la red comenten lo que han escuchado.
Cuando el conductor del grupo propone concluir la sesión, los participantes se sienten
los suficientemente confiados como para decir si hay algo que quieren añadir. Cada
encuentro concluye con el coordinador o coordinadores resumiendo los temas tratados y
las decisiones que se han tomado o que se deben tomar.

Los resultados de muchos estudios (Seikkula, Alakare, & Aaltonen, 2001; Seikkula et
al., 2003; Seikkula et al., in press) han demostrado la utilidad y efectividad del enfoque
de Diálogo Abierto, especialmente en crisis psicóticas. El enfoque de Diálogo Abierto
se distingue por la integración de dos elementos: la organización del sistema de
tratamiento y el proceso dialógico de los encuentros o sesiones. El equipo de
profesionales responde inmediatamente al cliente y a su red social, y continúa su
implicación en el tiempo tanto como sea necesario. Este artículo se centra en el proceso
de las sesiones de Diálogo Abierto, con el énfasis que pone en mantener la implicación
“polifónica” de las voces del cliente, la red y el equipo.

Ilustración de un caso: desde los flashbacks al amor

Este encuentro concreto, al que el primer autor del artículo fue invitado como consultor
por un problema de impasse del sistema de tratamiento, incorpora muchos de los
aspectos que queremos explorar en el proceso de tratamiento dialógico.
El encuentro de la red fue organizado para Ingrid, una paciente de una clínica
psiquiátrica. Sus dificultades habían aparecido nueve años antes como reacción a un
atraco que sufrieron ella y su novio en la calle, cuando tres hombres, amigos del
hermano de Ingrid, intentaron robar a su novio. Ingrid resultó herida cuando trató de
defenderle. Entonces comenzó a tener flashbacks del atraco y buscó tratamiento
psiquiátrico. Poco después del suceso, dejó de tener contacto con sus padres, que se
acababan de divorciar. Nada parecía servir de ayuda. Los flashbacks, que aparecían en
forma de dolorosas pesadillas, la incapacitaban para el desarrollo de su vida. Ingrid era
una mujer afable, y todo el mundo quería ayudarla. Dos enfermeras fueron las
responsables de su tratamiento y rehabilitación, en colaboración con otros trabajadores
sociales y de la salud.
Desde el inicio en su carrera como paciente psiquiátrica, el equipo de tratamiento había
intentado organizar reuniones familiares, que no tuvieron éxito debido a la intensidad de
las emociones implicadas. Después de varios años de tratamiento, el equipo organizó un
encuentro con la red para planear el tratamiento de Ingrid y su futuro. Este encuentro,
conducido por el autor del artículo como consultor, incluyó a Ingrid, a su novio de
entonces (que no era el mismo del atraco), su madre, su padre, su trabajadora social, las
dos enfermeras responsables del caso y su médico. Aunque estaba invitado, el hermano
no acudió.
El consultor preguntó a los miembros del equipo cuáles eran sus ideas acerca del
encuentro. Dijeron que querían restablecer las relaciones familiares y hablar sobre el
futuro. El consultor realizó preguntas abiertas a Ingrid y su familia, acerca de cómo
querían emplear el tiempo de la reunión. Ingrid dijo que se sentía muy tensa y que
quería escuchar a sus padres. Ellos, por turnos, dijeron que querían saber sobre la vida
actual de Ingrid. El novio acusó a los padres de Ingrid de no apoyar su rehabilitación al
no mantener contacto con ella. El encuentro estaba cargado de tensión; Ingrid y sus
padres no se miraban directamente. La madre de Ingrid empezó a hablar sobre el atraco,
comenzó a llorar y habló de sus sentimientos de culpa sobre el suceso. Dijo que cuando
habló con el hermano de Ingrid, este culpó al novio de Ingrid por lo sucedido. El
consultor actuaba con cautela para asegurarse de que cada miembro tenía la oportunidad
de expresar sus preocupaciones, con el objetivo de que no se sacaran conclusiones ni se
tomaran decisiones sobre la planificación del tratamiento. Una de las enfermeras se
echó a llorar cuando describió sus dificultades al intentar ayudar a Ingrid sin éxito. El
clima del encuentro se volvió progresivamente más depresivo. La madre de Ingrid
mencionó que anhelaba la hija a la que había querido tanto cuando era una niña.

En ese momento, después de un silencio, el consultor preguntó a los miembros de la


familia si les importaba que los profesionales hablasen entre sí mientras ellos
escuchaban. En este diálogo reflexivo, los profesionales expresaron su sorpresa al ver
cómo los miembros de la familia se cuidaban y amaban los unos a los otros después de
tantos años sin mantener contacto. Mostrando su acuerdo con ellos, el consultor enfatizó
lo difíciles que tenían que haber sido para toda la familia los últimos 9 años, sabiendo
de la existencia de los otros pero sin poder expresarse mutuamente cuánto deseaban
estar en contacto. El consultor también resaltó la fuerte implicación del equipo de
tratamiento.
Después del diálogo reflexivo, el consultor preguntó a los miembros de la familia si
querían comentar algo de lo que habían escuchado. La madre de Ingrid había estado
escuchando la conversación del equipo envuelta en llanto. El padre dijo haberse
conmovido por el diálogo, y haberse sentido especialmente tocado por el
reconocimiento de ellos como familia que había realizado el equipo, a pesar de que la
sensación que él tenía era de no haber hecho lo suficiente para volver a conectar. La
madre de Ingrid dijo que quería mucho a su hija. Desde mi perspectiva como consultor,
que había estado siguiendo los signos verbales y gestuales de expresión emocional a lo
largo de la reunión, mis propios sentimientos resonaban con los sentimientos de la sala.
Me conmoví con la expresión de amor de la madre de Ingrid y con los signos que
apuntaban a que las demás personas de la sala estaban siendo también profundamente
tocadas por sus palabras. Ingrid y su madre se cogieron de la mano. Propuse finalizar el
encuentro si nadie tenía nada más que añadir. Todos estuvieron de acuerdo.
Mientras nos preparábamos para cerrar, pregunté a todos cómo había sido la reunión.
Muchos la experimentaron de manera positiva. La madre de Ingrid dijo que le había
gustado. Había estado tan preocupada por el encuentro que no había podido dormir
apenas la noche anterior, y se había sentido muy tensa al inicio. Me dijo “usted ha
hecho que esto sea tan fácil porque es tan normal, en absoluto como un profesor”. Sólo
la trabajadora social hizo comentarios negativos. Estaba insatisfecha por el hecho de
haber destapado emociones tan intensas sin haber tomado decisiones concretas sobre
cómo continuar el tratamiento.

En un seguimiento después de un año, Ingrid recordaba bien el encuentro. Dijo que


había sido una de las experiencias más fuertes de su vida. No había tenido ni un solo
flashback durante los 4 meses posteriores a la reunión. Aunque las pesadillas sobre el
atraco aparecían ocasionalmente, había empezado a asistir a la escuela vocacional con el
apoyo del equipo. No seguía la relación con su novio, pero mantenía contacto con su
madre y había visitado a su padre y a su nueva familia. Había visto a su hermano en una
de las visitas a su madre, y también habían realizado un par de reuniones familiares más
con el equipo.
COMPRENDIENDO EL PROCESO DIALÓGICO DE CURACIÓN

El desarrollo del enfoque de Diálogo Abierto implica procesos recursivos de acción,


observación, investigación, descripción y teorización. Los descubrimientos clínicos,
junto con la información que proporcionan las investigaciones, nos permiten explorar
perspectivas teóricas que van facilitando cambios y un refinamiento de la práctica, lo
que nos lleva a su vez a una búsqueda más profunda de teoría que describa nuestras
observaciones de los efectos de dichos cambios y mejoras. El diálogo entre el autor
finlandés del artículo y el segundo autor, de los Estados Unidos, agregó más capas a
este proceso recursivo. En lo que sigue, intentaremos acometer la compleja empresa de
resumir la teoría que ha guiado nuestra práctica, así como nuestras observaciones acerca
de las acciones que creemos han sido útiles para las redes con las que hemos trabajado.
Queremos compartir nuestra particular perspectiva del diálogo y explorar cómo la teoría
dialógica puede enriquecerse con ideas de la psicología del desarrollo y la
neurobiología. A través de nuestra mirada teórica, examinamos las actividades que
parecen constituir factores de curación: creación de un lenguaje nuevo compartido en
conversaciones que incluyen múltiples voces, surgimiento de una experiencia
emocional compartida, y creación de una comunidad, todo lo cual sostenido por una
conexión emocional mutua muy poderosa, una experiencia que la mayoría de las
personas denominarían como sentimientos de amor.

Diálogo como condición para entender

Las ideas de Mikhail Bakhtin (1975, 1984) y Valentin Volosinov (1929/1973) han
influido en el proceso de Diálogo Abierto desde su inicio. Bakhtin entendía el diálogo
como la condición para el surgimiento de las ideas. Es en la particularidad del
intercambio entre personas que los significados se desarrollan, no en la cabeza de cada
participante, sino en el espacio interpersonal entre ellos. Las palabras “prestadas” que
utilizamos al hablar y que traen consigo significados asociados a su historia previa de
uso, se enriquecen al ser utilizadas en una situación concreta, en que los participantes de
la conversación las dotan de un significado particular y único en el aquí y ahora de la
interacción. El significado de un enunciado se deriva tanto de parte del hablante como
del oyente; para que las palabras tengan significado, requieren de una respuesta. Esta
dependencia de la respuesta para el significado tiene que ver con lo que Bakhtin llamó
la no-finalización del diálogo (Holquist, 1981). Los significados son constantemente
generados y transformados por la impredecibilidad intrínseca del proceso de respuesta,
que es respuesta a respuesta, seguido de otras respuestas, en un proceso que puede ser
interrumpido pero no concluido. Cuantas más voces se incorporen a un diálogo
“polifónico”(Bakhtin, 1984), mayores son las posibilidades de comprensión emergente.
De ahí que los miembros del equipo se ocupen de dar espacio a las voces de todos los
participantes de una reunión. Para cada tema a discutir, cada individuo responde a una
multiplicidad de voces, internas y presentes en los otros en el exterior. Todas esas voces
están en diálogo unas con otras. El objetivo no es describir o explicar. El diálogo es una
acción conjunta, y focalizar la atención sobre él como una forma de psicoterapia cambia
la posición del terapeuta, que deja de actuar como alguien que tiene que intervenir y
pasa a hacerlo como un participante en un proceso mutuo de enunciado y respuesta. En
lugar de ver a la familia o a los individuos como objetos, estos pasan a ser parte de una
relación sujeto a sujeto (Bakhtin, 1984).
Una manera de entender el diálogo es distinguirlo del monólogo. Braten (1988)
describió el monólogo como un acto que supone considerar al interlocutor como pasivo.
A nivel interpersonal, el monólogo implica silenciar al otro dominando o controlando
las posibilidades de explicación. A nivel intrapsíquico, el monólogo restringe la
representación interna del otro (“el otro virtual” de Bratens: Braten’s [1992] ‘‘Virtual
Other’’) a la posición de eco, que ratifica la propia voz. El intercambio verbal médico-
paciente para tratar un ataque al corazón es un ejemplo de monólogo interpersonal. El
médico, en su exploración del paciente, se guía por un mapa del patrón sintomático del
ataque al corazón que está bien establecido y que dicta instrucciones claras si se
confirma el diagnóstico. Las respuestas del paciente hacia su médico se encuentran bajo
el control de ese discurso-monólogo. En situaciones de trauma, el discurso tiende al
monólogo entre los miembros de una red afectada por una situación extrema. En algún
momento, es probable que los miembros con más poder o más dominantes dentro de la
red impongan en los demás su particular punto de vista acerca de la situación. Aunque
puedan aparecer algunos intentos individuales de diálogo, estos no suelen convertirse en
la forma predominante de conversación. Nadie está realmente escuchando o
respondiendo a los demás porque cada cual está aferrado a su propia manera de
entender la situación. La conversación se mantiene principalmente en el dominio del
monólogo, que en ese tipo de situaciones traumáticas resulta desadaptativo, porque la
manera de entender la situación de los miembros de la red no ha sido útil a la hora de
resolver la situación, y no pueden surgir ideas nuevas si cada uno está estancado en su
monólogo. Los miembros de la red con problemas se encuentran atrapados en un
dilema: para encontrar la manera de salir de la situación, tienen que realizar un cambio
hacia el diálogo, pero el diálogo, por su propia naturaleza, es impredecible y, por tanto,
particularmente temido para las personas que luchan contra el trauma (Kamya &
Trimble, 2002). De ahí que, en el caso que ilustrábamos, tanto Ingrid como su madre
hablasen de lo asustadas que habían estado antes del encuentro.

La perspectiva dialógica comparte con otros enfoques constructivistas y del


construccionismo social la idea de que el significado se genera en la actividad
relacional. Compartimos la perspectiva de esos pensadores posmodernos (e.g.,
Lannamann, 1998; Pakman, 1995; Shotter & Lannamann, 2002) que enfatizan que
dicha actividad relacional se produce entre personas de carne y hueso, configuradas y
limitadas por sus cuerpos y por influencias del contexto (por ejemplo, clase, raza,
género, cultura, lugar geográfico, historia). Esta encarnación física y contextual
proporciona tanto posibilidades como limitaciones para la construcción colaborativa de
los significados. El diálogo se produce en las particularidades concretas y mundanas de
la experiencia humana, en lo que Bakhtin (1984) llamó “la ocurrencia singular del
existir”. Por eso, cuando los miembros del equipo solicitan la participación de todas las
voces implicadas en la reunión, se centran constantemente en lo que ocurre en cada
momento concreto. Sin esa conexión con la inmediatez del momento, el proceso
dialógico podría quedar inhibido. Haarakangas (1997) describe una situación de
entrenamiento en terapia familiar en la que cada vez que los supervisores proponen
nuevos temas de conversación desde detrás del espejo bidireccional, interrumpen
pequeños gérmenes de diálogo. Desde la posición de observador neutral, sin estar
sentado en la misma habitación, es muy difícil entender la experiencia comprehensiva
personal y compartida en la que se encuentran terapeuta y familia cuando se sientan
juntos. Sin esa experiencia, las palabras usadas y escuchadas se convierten fácilmente
en meras descripciones racionales. En un estudio (Seikkula, 2002), encontramos que en
el primer encuentro con un paciente psicótico grave, si no respondíamos
inmediatamente a las declaraciones psicóticas del paciente o a los primeros signos de
reflexión por su parte, se perdía la posibilidad de dialogar, lo cual estaba relacionado
con peores resultados terapéuticos.

Desde la perspectiva de Bakhtin (1975), “no existe nada más terrible para una palabra (y
por tanto para un ser humano) que la ausencia de respuesta”. Respetando el principio
dialógico según el cual toda expresión exige una respuesta para poder tener significado,
los miembros del equipo se esfuerzan por responder a lo que se dice. Responder no
significa dar una explicación o una interpretación, sino demostrar que uno se ha dado
cuenta de lo que se ha dicho, así como abrir un nuevo punto de vista sobre lo que se ha
dicho cuando sea posible. Tampoco se trata de estar interrumpiendo para dar respuesta,
sino de adaptar las respuestas al ritmo natural de la conversación. Los miembros del
equipo responden como personas completas, de carne y hueso, que participan con un
interés genuino en lo que cada persona de la sala tiene que decir, evitando sancionar, así
como cualquier actitud que sugiera que alguien ha dicho algo incorrecto. A medida que
el proceso permite a los miembros de la red encontrar sus propias voces, van pudiendo
también responderse a sí mismos. Para alguien que está hablando, escuchar sus propias
palabras después de recibir los comentarios que les dan respuesta permite que
comprenda mejor lo que había dicho. Al incluir el lenguaje familiar y común al que los
clientes están acostumbrados, las preguntas de los miembros del equipo facilitan el
relato de historias que incorporan tanto detalles de la vida cotidiana como emociones
difíciles relacionadas con los eventos que relatan. Preguntando a los demás miembros
de la red sobre lo que se ha dicho, los miembros del equipo ayudan a crear un retrato
multivocal de los eventos.

En el diálogo reflexivo, que los miembros del equipo interactúen entre sí y compartan
sus comentarios, que se miren los unos a los otros en lugar de mirar a los miembros de
la red, y que hablen desde el cuidado, permite la construcción de un lenguaje que tiene
un estilo muy concreto. Tan importante como que hagan comentarios a lo que se dice,
es que los miembros del equipo establezcan un diálogo entre sí. El diálogo del equipo
proporciona a los miembros de la red un dibujo más colorido de su propia situación, y
todo el mundo accede a mayores posibilidades de entender lo que pasa.
Aunque el contenido de la conversación es muy importante para los miembros de la red,
el foco inicial para el equipo va a ser la manera en que esos contenidos son
comunicados. Más importante que cualquier regla metodológica es estar presente en el
momento, adaptando las propias acciones a lo que ocurre en cada turno de palabra.
Cada encuentro terapéutico es único; todos los aspectos tratados en reuniones previas
adquieren nuevos significados en el momento presente. Esto incluye lo que recordamos
de los diálogos pasados y también algo completamente nuevo, experimentado por
primera vez. La consigna que guía al equipo es abrir un espacio para eso nuevo, para los
significados no dichos anteriormente (Anderson & Goolishian, 1988).
Los miembros del equipo evitan adelantarse o sacar conclusiones precipitadamente.
Tolerar situaciones en las que no hay respuestas preconcebidas ni se hacen planes de
tratamiento permite a los miembros de la red hacer uso de sus propios recursos
psicológicos. Como múltiples voces forman parte de la situación compartida, emergen
nuevas posibilidades. Esas posibilidades raramente aparecen como respuestas concretas
ante la cuestión sobre cómo seguir adelante. Diferentes miembros de la red viven la
situación de manera diferente, incluso contradictoria entre sí, y también tienen ideas
diferentes acerca del problema. Consideremos una situación que afecta a una madre, un
padre y un hijo, en la que el hijo está bajo sospecha de consumo de tóxicos y en riesgo
de crisis psicótica. El padre puede estar principalmente preocupado por la reputación
familiar entre sus compañeros de trabajo y la madre sobre la salud de su hijo, y el hijo
estar protestando porque no considera que necesite tratamiento porque el problema son
sus padres, que deberían buscar tratamiento para ellos.

LA EXPERIENCIA EMOCIONAL COMPARTIDA

Llamados a responder como personas completas, los miembros del equipo permanecen
sintonizados a sus propias emociones resonando con las expresiones emocionales que se
dan en la sala. Responder a un discurso psicótico raro o aterrador de la misma manera
que se comentan otros discursos ofrece un discurso normalizador, que convierte el
discurso psicótico en inteligible y las reacciones en comprensibles, en el contexto de la
situación vital extrema en la que el paciente y sus allegados se encuentran. Comprender
no significa simplemente desestimar o minimizar las dificultades que se experimentan;
las respuestas de los miembros del equipo resuenan con el malestar y las dificultades
relatadas. En ocasiones los miembros del equipo ofrecen la oportunidad a los miembros
de la red de expresar sentimientos de desesperanza. Esto contrasta con un enfoque
orientado a la solución en el que el terapeuta intenta encontrar más y más palabras
positivas para construir la experiencia. En el caso ilustrado, era importante que las
emociones de la familia conectadas con la experiencia aún-no-dicha (el atraco de
Ingrid) se pudieran expresar abiertamente en las sesiones, en presencia de las personas
más significativas de la vida de Ingrid.
Dejando claro que el equipo va a implicarse con la red a lo largo del tratamiento,
explicitando que todas las decisiones relativas al tratamiento van a ser discutidas y
decididas conjuntamente, explorando los temas cargados de intensidad emocional en un
clima calmado y comprometido, y buscando consistentemente las contribuciones de
todos los participantes, los miembros del equipo proporcionan una previsibilidad
tranquilizadora en el proceso de intervención. Los miembros de la red aprenden que
pueden confiar en los profesionales, y que éstos les van a ayudar a retomar
conversaciones previas sobre temas difíciles y dolorosos que no fueron cerrados o
contenidos con éxito con anterioridad.

Desde que empezó, la práctica de la terapia con la red reconoció la importancia de la


experiencia emocional compartida como factor curativo (Seikkula et al., 1995; Speck &
Attneave, 1973; Van der Velden, Halevy-Martini, Ruhf, & Schoenfeld, 1984). La crisis
que lleva a los miembros de la red a buscar ayuda y los conflictos entre los miembros de
la red contribuyen a generar una poderosa carga emocional en la reunión. Respondiendo
con la totalidad de su persona, los miembros del equipo pueden expresar sentirse
conmovidos por las emociones que circulan en la sala. Sus movimientos
conversacionales tranquilos y respetuosos permiten que los sentimientos evocados en la
reunión se experimenten y se expresen. Si los miembros del equipo tratasen de ir
demasiado rápido en algún momento, entrarían en riesgo de que se instalase un estilo
racionalizador, que se moviesen únicamente en un nivel racional de conversación. Los
recuerdos más dolorosos y traumáticos se almacenan en una memoria corporal no
verbal (Van der Kolk, 1996). Poner palabras a esas emociones es fundamental. Para
poder encontrar esas palabras, los sentimientos tienen que aflorar. Al utilizar el poder de
las relaciones humanas para sostener emociones fuertes, los miembros de la red se
atreven a zambullirse en intensas emociones de dolor, tristeza, desesperanza e
impotencia. Para que esto sea posible, es necesario haber establecido un proceso de
diálogo. Para sostener un proceso dialógico, los miembros del equipo se fijan en cómo
los sentimientos se expresan a través de las diferentes voces del cuerpo: lágrimas en los
ojos, nudo en la garganta, cambios en la postura y expresiones faciales. Los miembros
del equipo son sensibles a la manera en que los cuerpos reaccionan mientras las
personas hablan de aspectos extremadamente difíciles, tan difíciles que a veces las
personas no pueden seguir hablando, y responden compasivamente para ayudarlas a
seguir hablando en esos momentos. Entonces, las experiencias que habían sido
almacenadas en la memoria corporal como síntomas se transforman en palabras.

De acuerdo con nuestra práctica, cuanto más duras hayan sido las experiencias y
emociones compartidas en la reunión, mejores son los resultados. Antes del encuentro,
los miembros de la red han estado luchando con situaciones insoportablemente
dolorosas, y han tenido dificultades para hablar sobre sus problemas y compartirlos con
los demás. De hecho, han acabado separándose los unos de los otros cuando más
necesitaban apoyarse. En la reunión, los miembros de la red van dándose cuenta de que
les es posible sobrellevar la severidad y la desesperanza de la crisis a medida que van
reencontrándose y sintiendo su solidaridad como familia y como micro-comunidad de
allegados íntimos. Esos dos potentes y diferentes sucesos emocionales atraviesan la
reunión, amplificándose entre sí recursivamente. Las emociones dolorosas estimulan
fuertes sentimientos de pertenencia y solidaridad. Esos sentimientos de solidaridad van
facilitando la profundización en los sentimientos dolorosos, generando mayores
sentimientos de solidaridad, y así sucesivamente. De hecho, es como si el cambio desde
un discurso en forma de monólogo, rígido y constreñido, al diálogo ocurriese por sí
mismo cuando las emociones dolorosas dejan de considerarse peligrosas y se permite
que fluyan libremente en la sala (Trimble, 2000; Tschudi & Reichelt, 2004).
Es importante recordar que todos los miembros de la red están luchando con sucesos y
experiencias emocionalmente cargadas que configuran la crisis, aunque desde diferentes
posiciones. Los miembros de la red han podido provocar la crisis, vivir afectados por
sus efectos, o ambas cosas a la vez. Las alucinaciones de un paciente con problemas
psicóticos quizá incorporen eventos traumáticos en forma metafórica. Aunque esa
alusión a los eventos traumáticos pase desapercibida para los miembros de la red, quizá
también ellos hayan estado afectados por los mismos acontecimientos traumáticos, y sus
propias reacciones emocionales sean estimuladas. La carga emocional de esas
interacciones entre ellos y la amplificación de los estados emocionales convierten la
reunión de los miembros de la red en algo muy diferente a lo que sería un diálogo entre
dos individuos. La carga emocional raramente se manifiesta como una gran explosión
catártica. Suele aparecer como pequeñas sorpresas que abren nuevas direcciones de
diálogo. Por su naturaleza, el intercambio emocional ocurre en la inmediatez del
momento, y la experiencia no puede ser emplazada a otro momento o lugar. El resultado
del encuentro se experimenta más como experiencias integrales de comprehensión de
los participantes que como explicaciones ofrecidas a los problemas o decisiones
tomadas al final de la reunión. Esto puede parecer raro a los profesionales
acostumbrados a trabajar de forma más estructurada, y constituir un factor que se
encuentre detrás del comentario negativo de la trabajadora social después de la reunión
con Ingrid y su red, cuando se quejaba de la necesidad de tomar decisiones concretas.

A través de la observación y la reflexión sobre su experiencia como participante en


decenas de reuniones de red, el primer autor de este artículo empezó a reconocer un
proceso emocional que, al darse en una reunión de tratamiento, señalaba un cambio del
monólogo al diálogo, constituyendo un predictor de que la reunión sería productiva y
útil. El lenguaje de los participantes y sus gestos corporales empezaban a expresar
fuertes emociones que, en el lenguaje cotidiano que se emplea en las reuniones, podrían
ser descritas como experiencias de amor. La reunión con Ingrid y su red social no fue
romántica, pero sí que se produjo un tipo de sentimiento amoroso que encontramos en
las familias –y que tiene que ver con sentimientos mutuos de afecto, empatía,
preocupación por el otro, nutrición, seguridad, protección y conexión emocional
profunda. Una vez que los sentimientos se han compartido ampliamente a lo largo de la
reunión, la experiencia de relación curativa se vuelve palpable.

APLICANDO EL ENFOQUE DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO

El dialogismo no es sólo una forma de comunicación, sino un posicionamiento


epistemológico (Markova, 1990). Como actores dialógicos en las reuniones de
tratamiento, nuestras acciones deben estar necesariamente respaldadas por una
sintonización sensible al momento particular de la conversación, una conversación que
se da entre personas que participan de un evento que ocurre una sola vez (evento-
singular-de-ser). No obstante, al reflexionar sobre estas experiencias, particularmente al
intentar que tengan sentido para la comunidad profesional, encontramos útil echar mano
de una gran variedad de discursos, incluyendo el discurso científico moderno, con el fin
de explicarlas. Tal como entendemos la teoría posmoderna, no está prohibido el uso de
cualquier forma de discurso. O mejor, lo que se prohíbe es el empleo de discursos que
proclamen tener la verdad en exclusiva. Reconocemos que nuestros esfuerzos para
explicarnos implican emplear teorías que pueden no concordar entre sí. Pero haciendo
esto creemos que, igual que en el discurso multivocal de las reuniones de tratamiento,
llevamos a cabo una práctica polifónica desde la que pueden seguir apareciendo nuevos
conocimientos.

Las ideas del psicólogo del desarrollo Lev Vygotsky (1978; 1934/1986) resuenan en
muchos sentidos con las ideas dialógicas de su compatriota contemporáneo soviético
Mikhail Bakhtin. Vygotsky propuso que el lenguaje, y por tanto la mente, se originaba
en eventos interpersonales que, al internalizarse, se convertían en el curso del desarrollo
en procesos individuales internos. Vygotsky reinterpretó el habla egocéntrica de Piaget
(1923/2002) como el inicio de la internalización del discurso parental, convirtiendo la
teoría individualista de Piaget en una teoría social (Bruner, 1985). El niño ensaya tanto
su rol como el de sus padres dándose autoinstrucciones y comentando sus propias
acciones. A medida que este discurso de múltiples voces, la del niño y las de sus padres,
se internaliza por completo, se crea la base para el habla interna, que es un poderoso
instrumento de regulación de las acciones y los estados emocionales.

La idea de Vygotsky de la “zona de desarrollo próximo” proporciona un marco de


referencia para entender cómo las acciones del equipo sostienen el flujo emocional en
las reuniones de tratamiento. La zona de desarrollo próximo es el espacio metafórico
entre el estudiante que intenta aprender nuevas habilidades justo al límite de su
capacidad actual, y el maestro que, teniendo desarrolladas esas habilidades, conduce al
alumno hacia delante, ofreciendo sus propias habilidades como un andamio sobre el que
apoyar el desarrollo de las habilidades del estudiante. No obstante, este proceso no es
unidireccional, desde la persona más hábil a la menos hábil, sino que se basa en una
cooperación mutua en la que la persona que está a cargo del aprendizaje adapta
constantemente su actividad a la del aprendiz (Bruner, 1985).
En el caso del Diálogo Abierto, parece que la experiencia de los miembros del equipo
en el manejo de emociones intensas en las reuniones provee de un marco de seguridad,
dentro del cual los miembros de la red descubren sus habilidades para mantener
conversaciones acerca de las experiencias más difíciles. Aunque se conmueven con las
emociones que circulan en la sala, los miembros del equipo no llegan a estar tan
implicados en ellas como los miembros de la red. Al no haber estado en las situaciones
pasadas que dieron forma a la crisis actual, son menos vulnerables a verse sobrepasados
emocionalmente. No comparten la intensidad de la implicación de los miembros de la
red en los sentimientos que fluyen en la sala. Su experiencia con otras crisis en otras
redes les ha mostrado que se puede sobrevivir a la crisis actual. La experiencia personal
de los miembros del equipo queda representada por su presencia en la sala, una
presencia que irradia una calma confiada y una implicación comprometida. Con su
presencia, el equipo demuestra que es posible hablar de experiencias extremadamente
difíciles, y proporciona sentimientos de seguridad que permiten a los miembros de la
red aventurarse a ir más allá de su impasse monológico.

Los psicólogos del desarrollo contemporáneos han mostrado que en el desarrollo de la


estructura cerebral y corporal humana, el diálogo es un proceso formativo fundamental
que se produce desde los primeros momentos de vida. La idea de Vygotsky de que la
mente se origina en la relación resuena con las ideas de Braten (1988, 1992, 1997a,
1997b), Stern (1974), Siegel (1999) y Trevarthen (1979a, 1979b, 1990, 1992), que
describen al infante como comprometido en un diálogo relacional con otros desde los
primeros momentos después del nacimiento. El niño viene al mundo ya encajado en un
entorno padres-hijo en el que la regulación mutua de los estados emocionales se
desarrolla a lo largo de todo un curso madurativo, que va desde la dirección mutua de la
atención al mundo de los objetos, pasando por la atención mutua a los signos, hasta
llegar finalmente a la comprensión mutua del lenguaje.

Las cuidadosas observaciones de Trevathen (1979a) de padres e hijos demuestran que la


experiencia humana del diálogo aparece en las primeras semanas de vida, cuando padres
e hijo participan en una danza exquisita de sintonización emocional mutua que se
observa en las expresiones faciales, los gestos de las manos y los tonos de voz. Esto es
verdaderamente un diálogo; las acciones del niño influyen en los estados emocionales
del adulto, y el adulto, participando, estimulando y calmando, influye en los estados
emocionales del niño. Siegel (1999) describió la complejidad neurológica de la
influencia mutua entre un adulto maduro y un niño inmaduro a través de procesos de
alineamiento, entonación y resonancia. El diálogo emocional entre adulto y niño moldea
la habilidad del sistema nervioso del niño para autorregular estados emocionales, y
prepara al sistema padres-hijo para el posterior aprendizaje del lenguaje, con su aparente
capacidad ilimitada para expandir el diálogo.

Vygotsky (1934/1986) argumentó que la vida psicológica se originaba desde la


participación en relaciones sociales. En la primera infancia, la voz parental organiza y
regula el comportamiento del niño. El niño empieza a desarrollar control sobre su
comportamiento hablando en alto, como una manera transicional de control social. Con
la maduración, este discurso social hablado se internaliza, convirtiéndose en la
experiencia psicológica de habla interior, que es una herramienta para la
autorregulación de la emoción y la acción. A medida que el niño sigue desarrollándose,
las palabras significan tanto los objetos que designan, como funciones mentales
superiores más complejas (Vygotsky, 1978), que amplían la capacidad de construir
significados. Cuando un miembro de la red habla en alto, las palabras producidas por
sus cuerdas vocales le permiten escucharse. Cuando las respuestas del equipo y de los
miembros de la red le muestran que aceptan lo que dicen y que lo que dice es
importante, puede reflexionar sobre el significado de lo que había dicho. A medida que
lo aún-no-dicho (Anderson & Goolishian, 1988) emerge en el espacio entre el que habla
y los que escuchan, este tipo de respuesta de los presentes convierte esto en una
experiencia de sanación, que se manifiesta porque la persona que había hablado se
muestra visiblemente emocionada. La tarea de los oyentes en ese momento es aceptar
por completo las palabras del que habla, sin decir nada que tenga que ver con una
interpretación de lo que dice o con una perspectiva alternativa a lo dicho. Si se ofreciera
en ese momento una explicación racional, el hablante se pondría seguramente a
defender sus palabras, quedando inhibido todo el proceso.

CREACIÓN DE UN LENGUAJE NUEVO COMPARTIDO

La actividad de construir un lenguaje nuevo compartido –incorporando las palabras que


los miembros de la red traen a la reunión y las palabras nuevas que han surgido del
diálogo entre el equipo y la red- proporciona una alternativa al lenguaje centrado en los
síntomas o en los comportamientos difíciles. El equipo ayuda a cultivar una cultura
conversacional que respeta todas las voces y se encarga de escucharlas a todas. Las
acciones esenciales del equipo que persiguen este propósito incluyen:

- Pedir información de una manera que permita que las historias sean contadas de
la forma más fácil y más conectada con la emoción posible. Esto implica
emplear un lenguaje sencillo y cotidiano, pedir detalles e invitar a que las
personas comenten lo dicho por otras, generando un retrato multivocal del
incidente que les convoca.
- Hacer una escucha atenta y compasiva cada vez que alguien tenga el turno de
palabra, y dar espacio a todos los discursos, incluso a aquellos que se formulen
al modo psicótico, mostrando que nos damos cuenta de las situaciones vitales
extremas que generan la aparición de ideas psicóticas y sentimientos de
desesperanza.
- Realizar un diálogo reflexivo entre los miembros del equipo, donde comenten no
sólo los discursos de los miembros de la red, sino también lo dicho por los
propios miembros del equipo. La repetición de este proceso ayuda a los
miembros del equipo, a otros profesionales en la reunión y a los miembros de la
red a tolerar la incertidumbre de una situación en la que no hay respuestas
rápidas para problemas difíciles ni decisiones rápidas sobre el tratamiento a
seguir. Tolerando esta incertidumbre, los miembros de la red descubren, en la
experiencia compartida de la situación particular, sus propios recursos
psicológicos para responder a las preguntas acerca de cómo seguir adelante

Después de que los miembros del equipo han entrado en conversación adaptando su
manera de hablar a la del paciente y sus allegados, los miembros de la red podrán, a su
debido tiempo, adaptar sus palabras a aquellas que utiliza el equipo. Uno comprende
mejor cuando experimenta al otro entendiéndole, es decir, la experiencia de ser
comprendido hace, a su vez, que uno pueda comprender más y mejor. Cuando alguien
descubre que está siendo escuchado, se hace posible empezar a escuchar y sentir
curiosidad por las experiencias y opiniones de los demás. La red y el equipo construyen
juntos un área de lenguaje compartido en la que llegar a acuerdos sobre el uso particular
de las palabras en esa situación concreta. Este lenguaje compartido, que emerge en el
espacio que se crea entre los participantes del diálogo, expresa la experiencia
compartida de las cosas que ocurren allí, de los incidentes y emociones que suceden en
el encuentro.

Escuchando el diálogo reflexivo del equipo, los miembros de la red descubren nuevas
posibilidades de entender la situación. Braten (1997b) describió cómo el sistema
nervioso se organiza para permitirnos cambiar de manera fluída entre la atención al Otro
Actual externo y la atención al Otro Virtual interno. Aliviado momentáneamente de la
necesidad de entrar en conversación con los demás, un miembro de la red puede activar
un diálogo con su Otro Virtual interno a la vez que escucha las palabras del equipo.
Desde sus diálogos reflexivos internos emergerán nuevas maneras de entender la
situación problema, una nueva comprensión que, dicha en voz alta, conducirá al diálogo
grupal a algo nuevo, abriendo posibilidades previamente no descubiertas.

Del mismo modo que los síntomas son experiencias personales integrales, también lo es
el nuevo lenguaje generado a través de esas experiencias, más que cualquier explicación
racional. A medida que los miembros de la red van compartiendo sentimientos de unión,
empiezan a poder dar voz a aquello aún-no-dicho. Compartir aspectos difíciles puede
hacer que la gente se sienta amenazada si los intentos previos de hacerlo han acabado
siendo intentos fallidos dolorosos. Uno aprende que empezar a abrirse y contar la propia
experiencia suele significar que otros presentes en la reunión, incluso los más
silenciosos, empiezan también a poder abrirse y a ser capaces de confiar en los demás y
a creer que las cosas difíciles pueden manejarse. A medida que el equipo y la red viven
las experiencias que se expresan en la sala, su experiencia emocional compartida
permite que las palabras que emplean los miembros de la red se organicen en nuevas
comprensiones de las cosas, en historias en las que cada participante puede encajar su
trauma personal y manejar sus propias emociones. Es cuando el nuevo lenguaje captura
al original, con la historia angustiosa no-dicha y el contexto en el que los síntomas
surgieron por primera vez, que el diálogo empieza a compensar los síntomas. A medida
que los miembros de la red encuentran un lenguaje para sus experiencias traumáticas,
tanto las situaciones descritas como las emociones asociadas con ellas se vuelven
controlables. Como vimos en el caso de Ingrid, este proceso puede ser muy potente.
Ingrid dejó de tener flashbacks durante los 4 meses siguientes a la reunión, una reunión
en la que fue posible compartir el suceso traumático, la insatisfacción con el largo
proceso de tratamiento y los fuertes sentimientos de culpa y de mutua pertenencia.

Los factores curativos que acabamos de describir contribuyen a la creación de


comunidad. La comunidad se sostiene y revitaliza con el intercambio colectivo de
sentimientos intensos, con el proceso recíproco de mutua sintonización, que saca a la
luz nuestra capacidad más profundamente humana de relacionarnos. Participar de un
lenguaje compartido ayuda a definir a los asistentes como miembros-de y a identificarse
con la comunidad. Los significados y sentimientos que emergen se insertan en los
valores humanos fundamentales que constituyen la base del encuentro entre el equipo y
los miembros de la red. Estos valores humanos básicos son centrales para la cultura de
cualquier comunidad.
EL AMOR COMO MARCADOR DE MOMENTOS DE RECUPERACIÓN

El proceso de recuperación y cambio en las reuniones de Diálogo Abierto es sutil,


aparece envuelto en el lenguaje familiar de los miembros de la red al hablar sobre cómo
llevar sus vidas juntos. Hemos aprendido que sostener el diálogo en la conversación,
fomentando la libre expresión emocional y facilitando la emergencia de un nuevo
lenguaje compartido en la comunidad formada para el tratamiento, nos lleva a ser
testigos de cómo las redes descubren lo que necesitan para atravesar situaciones
extremadamente difíciles y salir adelante. Algunas experiencias marcan puntos de
inflexión en el proceso de recuperación, experiencias que incluyen fuertes sentimientos
compartidos de pertenencia y unión, expresiones espontáneas de confianza, experiencias
integrales de emoción, sentimientos de descarga de tensión vividos como relajación
física y, quizás sorprendentemente, a nosotros mismos siendo partícipes de fuertes
emociones y mostrando amor. Algunos preferirán llamar a esto confianza profunda o
algún otro término más neutral. Pero para nosotros, cambiar el foco en una reunión con
la red de la intervención a la generación de diálogo significa que damos un paso desde
la aplicación de algún método terapéutico específico hacia valores humanos básicos.

Maturana (1978) escribió “la única trascendencia a nuestra soledad individual que
podemos experimentar es a través de la realidad consensuada que creamos con los otros,
esto es, a través del amor” (pp. 62-63). Los sentimientos de amor que aparecen en
nosotros durante una reunión no son ni románticos ni eróticos. Son nuestras propias
respuestas incorporadas a la participación en un mundo de significados compartidos, co-
creados con personas que confían en los demás y en nosotros como seres humanos
transparentes y comprensivos. Tschudi y Reichlet (2004), cuyo empleo de las
conferencias en red tiene paralelismos en varios sentidos con el Diálogo Abierto, se
refieren a la relación “Yo-Tú” de Buber (1923/1976), un encuentro de todo corazón en
el que uno se compromete con el otro con todo su ser. Nuestra focalización en la
sintonización con las palabras y los sentimientos de los miembros de la red resuena con
lo más fundamental de las relaciones humanas, relaciones que, tal como reconocen
ahora los psicólogos del desarrollo, son verdaderamente recíprocas y dialógicas desde el
nacimiento. A medida que vamos siendo absorbidos por el profundo intercambio de
sintonía mutua en una reunión de red, accedemos a los sentimientos que nos unen como
seres relacionales y que nos hacen verdaderamente humanos.

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