Anda di halaman 1dari 36

1

PARA GRABAR VIDEO DE LECTURA CORAL

Jardín

Ada Zapata Arriarán


Poeta boliviana

Estas enterrada en el jardín

Tus hermanas suben a los arboles


con el sabor del níspero en la boca

Estas enterrada en el jardín


Metes la mano en el bolsillo
y una abeja te pica el dedo
Toda esa maleza de oscuridad
¡El perro negro ha hablado!

Lo beso
para quitarle el veneno
luego lo escupo

Te duermes
Respirando el olor de la pintura Las mujeres se desnudaban
doblando las rodillas Y se bañaban en el pantano
en la pared Los hombres se burlaban
te llaman Y orinaban sobre ellas
Y no contestas
¡El viento
¡El perro negro ha hablado! agitando
¡En esta tierra nada tiene alma! la raíz del mundo!

La esfera
de luz brilla

La flama se hunde
y desaparece

-No fui nada


No soy nadie
Estaba enterrada en el jardín

Saludé al hombre envuelto en llamas


Se hizo humo

Siempre fue humo


Me dijo

2
Mis amores

Delmira Agustini
Poetisa uruguaya

Hoy han vuelto.


Por todos los senderos de la noche han venido
A llorar en mi lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto.
Me lloraré a mi misma para llorarlos todos.
la noche bebe el llanto como un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas al sol, como maduras...
Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que sonrosa la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan a cojines de abismo,
cabezas qui quisieran descansa en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a primavera,
y muchas que trascienden a flores del invierno.
Todas esas cabezas me duelen como llagas...
Me duelen como muertos...
¡Ah!... y los ojos... los ojos me duelen más: ¡son
dobles!...
Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
abrasan si fulguran;
Son caricia, dolor, constelación, infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas,
se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo.
Ellos me dieron sed de todas esas bocas...
De todas esas bocas que florecen mi lecho:
vasos rojos o palitos de miel o de amargura,
con lises de armonía o rosas de silencio
de todos estos vasos donde bebí la vida,
de todos estos vasos donde la muerte bebo...
El jardín de sus bocas venenosos, embriagante,
en donde respiraba sus almas y sus cuerpos,
humedecido en lágrimas
ha cercado mi lecho...
Y las manos, las manos colmadas de destinos
secretos y alhajadas de anillos de misterio...
Hay manos que nacieron con guantes de caricia,
manos que están colmadas de la flor del deseo,
manos en que se siente un puñal nunca visto,
manos en que se ve un intangible centro;
pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes,
en todas, todas ellas puede engarzar un sueño.

3
Con tristeza de almas,
se doblegan los cuerpos,
sin velos, santamente
vestidos de deseo.
Imanes de mis brazos, panales de mi entraña,
como a invisible abismo se inclinan en mi lecho...
¡Ah, entre todas las manos yo he buscado tus manos!
Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos,
de todas las cabezas yo quiero tu cabeza,
de todos esos ojos, tus ojos solos quiero.
Tú eres el más triste, por ser el más querido,
tú has llegado el primero por venir de más lejos...
¡ Ah, la cabeza oscura que no he tocado nunca
y las pupilas claras que miré tanto tiempo!
Las orejas que ahondamos la tarde y yo inconscientes,
la palidez extraña que doblé sin saberlo,
ven a mí: mente a mente;
ven a mí: cuerpo a cuerpo.
Tú me dirás qué has hecho de mi primer suspiro,
tú me dirás qué has hecho del sueño de aquel beso...
me dirás si lloraste cuando te dejé solo...
¡Y me dirás si has muerto!...
Si has muerto,
mi pena enlutará la alcoba plenamente,
y estrecharé tus hombros hasta apagar mi cuerpo.
Y en el silencio ahondado de tiniebla,
y en la tiniebla ahondado de silencio,
nos velará llorando, llorando hasta morirse,
nuestro hijo: el recuerdo.

4
Pequeño misterio

Gary Daher Canedo


Poeta boliviano

El desamparo es la conciencia del cuerpo


abandonado ya de las pasiones
perforado
edificio inestable
molusco
y los indecisos pasos de los días.

Al tacto quedan las quemadas pieles


de la ausencia
y se trepa por los ojos
un silencio
que es igual a la perplejidad del mundo
hecha de los áridos suelos
por donde arrastramos las narices del fracaso.

Y nuestras manos inútiles


desnudas serpientes del deseo
miran hacia ese cielo vacío
con ojos de pregunta ciega

pero ya sabemos
la lluvia es una quimera
el mismo mar
y el ladrido del corazón.

Habrá acaso una tarde entre los arbustos


la soledad de un huevo
la triste soledad de un ingenuo huevo
esperando por una madre
cosa que ya no alcanzarás a ver
viajero

para ti
hasta ese pequeño misterio ha sido vedado.

Mientras tanto el relámpago del tiempo


deslumbra en otras peñas
asombrando con el desasosiego
brutal
de todas sus horas
agrediendo compulsivas
como viejas perras
en todos los senderos.
5
Forma última

José Carlos Becerra


Poeta mexicano

El sueño, esa historia sin armas,


esa voluntad que es parte de los labios,
ese pacto con el corazón más breve de la locura.

El sueño, eso que ya no puede ser sagrado,


porque no hay nada sagrado en la noche,
porque en el mar el cadáver de Odiseo navega a la deriva,
los cabellos revueltos, la mirada usurpada por el agua.

Porque no hay nada sagrado en el regreso, porque sólo una vez


despertamos temblando para mirar el mundo;
y tú lo sabes, pero tu mirada
sólo es exacta en la noche.

Y yo te acaricio, yo aumento en tu cuerpo la sombra del viaje,


tu cabeza echada hacia atrás entra en la órbita fugaz de la sangre,
en el espejo rojo de sí misma, en su semejanza subterránea
con el conocimiento de Dios.

La noche colinda con todo lo que tiene fuego,


con aquello que besamos con apasionada destrucción, con oscura
grandeza.

En tu cuerpo hay cal viva, hay seda que no quiere dormirse,


hay cosas valuadas por el mar,
y en tu corazón es más poderoso el otoño.

Pero no hay nada sagrado en esta noche,


en este sueño, en esta última forma de hacerse a la mar.

Saldré a la calle, visitaré la locura que ama el azufre,


escribiré tu nombre en las plazas vacías,
en los púlpitos de las mujeres desnudas.

Adivina el retrato, desvanécete bajo los arcos triunfales,


incorpora escaleras a tu sapiencia.

Esta ha sido la historia de nuestro regreso.

6
Fuga en gris mayor

Humberto Quino Márquez


Poeta boliviano

El reloj cae por los péndulos


Yida tristísima
&
No sabes / No puedes saber
Que galopo en mi paranoia
Con una melodía de jazz o de soul
Por estas calles desiertas
Por estos árboles desnudos.
&
La ciudad me abandona
Hasta perderse en mi voz.
&
La secreta multitud
Que habita en los mercados
Llora a gritos
Por las cuencas vacías
De los muertos.
&
Es ahora
Cuando intento
Recobrar mi cuerpo
Desenterrar mi razón
Mis viejos zapatos
Mis anteojos
Mi deshecho monociclo.
&
Esta ciudad
Que he rechazado tantas veces
Vuelve a poseerme
Con su fetos hundidos en los basurales
Con su extraña manía por las orgías
Con sus cadáveres arrugados en los escritorios
Con sus pirámides de cemento
Que no alcanzo a vislumbrar
Porque todo se pierde
En una penumbra de gatos.

7
Animales nocturnos

Luis Alonso Cruz Álvarez


Poeta peruano

Allí
se sienta un hombre cualquiera y escribe
y cuando despierta es polvo, recuerdo,
nostalgia de una vida en papeles.
Un hombre cualquiera
desobedece al hambre, al amor o la muerte
no desea salir de él mismo,
una jaula azul
una imaginación viva
un quinqué extinguiéndose.

El hombre es un exilio
y en ese estado hilvana sus costados,
hace costuras de su piel gastada
órganos rosados en océanos verdes
a media luz de un cuarto alquilado.
Las gavetas abiertas de la cómoda
le recuerdan a esos pájaros en el desierto
hambrientos de cuerpos muertos.

La radio transmite por los vacíos de las paredes


a un poeta joven declamando

Estoy por explotar,


derramarme entre los espacios y dejar
que el aire haga el resto

El hombre lo ha escuchado y decide escribir un poema:

Extrañas formas de preguntar que tiene el vacío y el silencio


conversaciones a oscuras entre hombres que nada tienen
en donde la mesa principal es visitada por un escarabajo.

El silencio nos convierte


en animales nocturnos
para visitar a los seres queridos
tanto los de sangre, como los que mancharon de sangre la ropa ajena
los que dejaron azufre en la casa y los que el recuerdo hace piedra.
Allí están todos,
en sus respectivas casas o sus tumbas,
saludándose de formas que ya no reconozco
tanto en Navidad como en cumpleaños.

8
Los animales nocturnos pasamos impunes por los hogares,
¿Quién se fijará si existimos?

Nos sacudimos el deseo,


tal cual escamas muertas
pero la piel muerta no se va
persiste como el alma,
como la maldición de la primera hija virgen
que agrió la leche.

9
Del agua

Paura Rodríguez Leytón


Poeta boliviana

No sé cuál será mi estado natural


tal vez
el barro.
Ahora,
cuando estamos en el mismo tren
la misma olvidada camisa
será camisa papel
camisa de nada.

¿Qué puede haber tras las paredes?


¿Tras los rostros indecisos
de las sombras
de la tarde
cargada de nombres?

Que todo sea


como las olas lo sembraron.
No sé si soy yo.
Palpo mis pies rozando el empedrado.
Tuvimos que callar
contar hasta el fin
volver.

Materia mía
no estás en mí
sino en el aire
óvalo de vida
razón sin epitafio
baile de sombras que escriben sombras.

Busco algo de mí
para hilvanar esta tierra,
digo y desdigo mi muerte,
cada momento sospecho mi silencio.

El andar de mi piel
lleva todavía los restos de algún latido,
de alguna hoja muerta.

La sangre quiere añadirse a las horas


al tiempo horadado por rumores
de sombras maquilladas.
La sangre guarda en su lecho
10
un poco de flores.
Y una voz
repite nuestras voces en un eco remoto
que no habla
pero afirma el secreto de los días.

No esperaré mi voz
no confundiré mi espacio con las nubes
por ahora,
las palabras llegaron al punto de partida.

11
Los amores inútiles

Washington Delgado
Escritor peruano

El tiempo se ha llenado de papeles y navego


a través de inútiles palabras, siempre
a la deriva, sin más puerto
que el aire prontamente
perdido y olvidado.

Mi antigua habitación
yace en cenizas: ninguna melodía
puede levantarla. Mari, te pregunté,
¿ves cómo el viento crece
sobre tu frente? Después
te dije: Rosa, Yolanda, Elsa
y tu frente variaba según las estaciones,
al compás de las horas y el viento huía
hacia un norte cambiante y por fin
sólo quedó el tiempo muerto.

¿Para qué me servirá


la boca? ¿Para qué
me sirvió nunca? Todos los alimentos
se perdieron, ninguna canción,
ha perdurado. Ostras,
cangrejos, gansos,
liebres, corderos inútilmente
muertos, condimentados y comidos.
Elsa, Yolanda,
Rosa, Mari: orejas
encendidas por el amor
inútilmente, húmedas bocas
que implacables otoños
marchitaron siempre.

Mi habitación está repleta


de inútiles papeles y atraviesa
desarboladas sombras que la mañana
bebe y digiere la tarde
y la noche endulza
con un embriagado amor de tiempos muertos.
Nunca tocaré tierra y me complazco
en esta canción de náufrago
desesperado y a la vista de tantos
inútiles amores.

12
Poema final para una antología

Benjamín Chávez Camacho


Poeta cruceño, Bolivia

Frente a mí
hay un libro abierto
una mujer
el eco de una guerra cíclica
una bandera trasplantada
la llamada de la línea del horizonte
un cielo generoso
el camino al centro del bosque.
Miles de músicos tocando inagotables
una triunfal sinfonía inmensa o
la íntima música que me levanta cada día.

Algunas -muy pocas-


certezas para un débil soplo,
que generalmente pastan libres
fuera de mi vista
en el inmenso prado de todas las cosas
-Y los poemas como mares
o como granos de arena y pedrería celeste.

Frente a mí también hay


el bullicio de los amigos
ciertas tardes llenas de sol
de ciudades
colinas
rostros
la contemplación reflejada en los estanques
de la memoria.

El caminar de gente que no conozco


algo que se dicen, un gesto que los muestra
dignos.

Y no por último,
algunas dudas
perdidas en el fondo de un baúl trajinado.

Un mirar de frente a los hombres


y otra certeza –ésta del corazón-
apaciblemente recostada a los pies de mi
cama:

El mundo es un sitio para amar.


13
Canción a Isabelita

César Dávila Andrade


Escritor ecuatoriano

¿Recuerdas?
Oímos de noche al Mar, Viajamos
con los ojos cerrados sobre el Océano.
Vimos las islas que vuelan a la altura
de los corsarios muertos.

Vimos el chisporroteo de los peces


en la cesta de violetas.

Escuchamos la Tempestad
con las cabezas unidas como dos iglesias en la tarde.

Entramos en la tierra de hueso cárdeno


cubiertos de grandes hojas y esperanzas.
Vimos los montes descascarados por el rayo,
las calles devoradas por la multitud.

¡Nos bautizamos bajo inmensos árboles!


Hablamos de la Eternidad
sintiendo la delgadez de nuestras manos.
Vimos oscilar sobre el campo la tropa
de las mariposas errantes.

Temblamos ante el color de cine de los sepulcros y las naves.


¡Oímos cantar los domingos
millares de cigarras a un solo amor desconocido!

¡Y, he aquí que la Noche nos devuelve


únicamente sombras
para permitirnos soñar aún!

14
El pie de Eurídice

Gabriel Chávez Casazola


Poeta boliviano

Piensa un momento en el pie que


como un fruto
—opimo, terso, deleitable—
posa Eurídice en el territorio de la luz

antes de que el abismo la devore


—sombra fundida en otra sombra—
en el momento en que Orfeo osa mirarla.

Piensa ahora en el otro pie de Eurídice.

Aquél que como un fruto oscuro


el sol no baña sino el agua de Aqueronte.

En el pie que mordiera la serpiente,


el que se queda atrás y que la arrastra.

El pie mortal.

Acaso la poesía es una Eurídice


tendida como un arco
entre las zonas de la luz y de la sombra
que están dentro de Orfeo.

(Ocurre, breve, cuando el poeta osa mirarla


—verse—
a los ojos
y porque la mira
deja de estar).

Tal vez muchas otras cosas son eurídices:


nosotros, entre la sabiduría y el deseo,
la memoria y el olvido,
el adentro y el afuera,
o todo lo que existe
entre las reminiscencias del Ser y del no Ser.

15
El día no quiere despertar

Luis Cardoza y Aragón


Escritor guatemalteco

El día no quiere despertar


en ti mis sueños se prolongan
lo real imaginario
vivo despierto en tu diluvio
trébol de tiempo de una sola hoja
de ti a mi sueño no hay 'distancia
te había soñado pero eras real
como un violín germinando
como un surtidor de cimitarras
como una catedral
ardiendo en la alta noche en la mar alta
yo no quiero dormir solo
en la incestuosa noche fraternal
cuando no estás me acompañas
y porque eres verdad puedo tocarte
en tu cielo giratorio
en tus palacios errantes
como jauría de arpas carniceras
como el vino el ángel la ventana
como una cornucopia de centellas
cuando mis tigres saltan en tu cama
el mar tiene la forma de mi amor
llueve dentro de mí tu rosa bárbara
tu carne es mía bajo la guillotina
besamos el sol cuando nos besamos
gracias doy a la vida
tu amor tiene forma de mar.

16
El café y los ausentes

Homero Carvalho Oliva


Poeta boliviano

Alrededor de una taza de café


humeante y fraterno como las antiguas fogatas
discurre la tarde
la tarde que se repite eterna
mientras apalabramos los caminos
y sentimos que amistad es una palabra compartida.

Las multitudinarias palabras


van y vienen, asombran y aclaran,
y bautizados con ellas se siente
la presencia de los ausentes,
los que se fueron participan del diálogo
acudiendo solícitos a nuestra memoria
trayéndonos las imágenes olvidadas.

Alguien llega a la mesa


y pide otro café negro
sin saber que junto con él
vienen sus muertos queridos
y aporta con las palabras que faltaban
para hacer de la reunión
un acontecimiento que, un día después,
olvidaremos para empezar de nuevo
el antiguo ritual del fuego
y las palabras alumbradas.

17
Un sol

Delmira Agustini
Poetisa uruguaya

Mi corazón es como un dios sin lengua,


Mudo se está a la espera del milagro,
He amado mucho, todo amor fue magro,
Que todo amor lo conocí con mengua.

He amado hasta llorar, hasta morirme.


Amé hasta odiar, amé hasta la locura,
Pero yo espero algún amor natura
Capaz de renovarme y redimirme.

Amor que fructifique mi desierto


Y me haga brotar ramas sensitivas,
Soy una selva de raíces vivas,
Sólo el follaje suele estarse muerto.

¿En dónde está quien mi deseo alienta?


¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?
Vulgar estorbo, pálido follaje
Distinto al tronco fiel que lo alimenta.

¿En dónde está el espíritu sombrío


De cuya opacidad brote la llama?
Ah, si mis mundos con su amor inflama
Yo seré incontenible como un río.

¿En dónde está el que con su amor me envuelva?


Ha de traer su gran verdad sabida...
Hielo y más hielo recogí en la vida:
Yo necesito un sol que me disuelva.

18
Hojas de parra

Joaquín Terrazas
Poeta boliviano

En esta esquina del paraíso


asoman nuestros dedos
como aullidos a la luna
licores de besos despeñados
duelos de ancestrales silencios
que no se resignan a la derrota

Pero en esta serenidad


llena de errores
donde el espanto
es saberse desnudo
con deseos anudados
en esta serenidad
enfermiza hija
del vacío que carcome
con dientes de fuego
y que nos redime
en rincones distintos
en esta serenidad
nuestras hojas de parra
levantan vuelo

Ahora,
hay un viento que solloza
sobre cada acorde,
entre las ramas
donde hice fuego de tus huesos
para calentarme la voz
sólo así tu lluvia de ceniza
me inventó la piel
pero la dejó hecha
una sola llaga
que clama la oscuridad
para encontrarte
aquí, entera
aquí despierta,
allá destilada de soledad
dentro, inundado
un fruto del miedo
un mar encarcelado

Así sangra todavía mi costado


un vino que ya nadie bebe.
19
Poema 20
De Al sur de las nubes

Ariel Pérez
Poeta boliviano de origen chileno

Ahora, mujer de nubes, en este largo


viaje sobre el agua. De barro y plata es
la razón que nos une. Te toco en silencio,
ecuatorial y distante. Te ordeno
abrirte y te abres como constelación de
Tania. Vuelo y vuelas en este lenguaje
de ir y venir por el vértigo de la luz.
Arriba, tú y yo juntos, transformándonos,
arrebatando nuestro génesis a la
lujuria del viento. Abajo es distinto,
pienso. Desde mi interior contemplo tu
figura de océano moverse incontenible
en el reino de Tritón. Veo la línea que
marca el final de tu sombra y el comienzo
de la noche… y no me digas que no
sabes el motivo del oleaje. También de
agua es la Venus que se esconde en tu
forma. Tu desnudez es suficiente para
hacerme volver al vientre y arrastrarme
hasta mi lecho con un pedazo de muerte
más entre mis manos.

20
Elzenbug

Jesús Urzagasti
Poeta boliviano

No conozco
la Selva Negra de las alturas andinas
donde estuviste con la cabellera
antes de descubrir negra
tu vocación teatral ondulada
tampoco llegué la boca
a Kiel pronunciando
ciudad palabras
que tú nombrabas en un idioma
como si amaras menos nasal
el invierno que el tuyo
sólo sé con un repertorio
que añorabas cruzado de leyendas
Saint Germain y bosques
la Iglesia como tú
donde alguien que tienes
interpretaría el pelo lacio
una noche ligeramente
de verano castaño
el doble concierto me digo esta tarde
de Telemann recordando
y el África tus ojos de pantera
que te permitía donde caben
ser feliz sueños
y bárbara deseos
a la luz la luz infinita
de otra luna de tantos
no la que propaga continentes
este café donde la noche
dices se nubla y cae
en una terraza como la sombra
de Berlín en tus párpados
el cabello suelto en tu piel canela
todavía sonriente rosa abierta
y con las sandalias rosa cerrada
de un México tiempo detenido
que siempre brisa
te será remoto en pleno vuelo
aunque tu piel agua llegada
se reproduzca de la montaña
en una muchacha o de la soledad.

21
Oda del amor más intenso y lejano

Héctor Dante Cincotta


Poeta argentino

A veces pienso que una parte de mí habrá de quedar,


al menos, mi nombre o mi fecha
o una flor puesta por mi o por un amigo.

No quiero decirlo con la muerte, ni con el mismo


olvido que llevo siempre
sino con la palabra con que nombro las cosas.
Me veo con un afán interminable, días que pasan y
se renuevan,
con el color de la piedra en el verano,
como el cuerpo que se roza.
Llevo dentro de mí todo lo que me pertenece, me llevo
a mí mismo.
Sobre el cuerpo solitario se extiende mi sombra,
olvidada sobre la tierra.
Quédate donde yo estuve una vez solo, inmensurable
a ver
cómo llega el océano, cómo se moja la piel
y cómo los pájaras se pierden en otro espacio. Esto es
el amor.
todo un día tu cuerpo estuvo dentro y fuera de mí.

Te espero dentro de todo un día y la soledad


continuada para
conocer anhelo inocente de tu cuerpo,
tus cabellos, todo lo que se roza, el viento,
lo que a veces me hiere. ¡Esto es la vida!
A veces el sentido de la vida entra por lo que más no
Se quiere
o por un río crecido, o la acidez de una hoja.
Te quisiera nombrar siempre cuando estoy alejado,
cuando se me aplaca la voz.
No lo quiero decir con la palabra, sino cuando abro
los ojos a la vida luminosa
del agua.

Yo te he visto perder entre lo más insaciable, ajena


al olvido,
a la extensión del cáliz y de los años.
El amor quizá fue buscarte por donde no estabas
con los brazos, los ojos, la sangre dura.

Todas las cosas que imagino de ti son el recuerdo de


22
un día y amo
las plantas, el aire y ese color de tu nombre siempre
abierto sobre el pasto.
No sé qué será de mí. Las plantas, el aire, el amor, las
Nubes.

23
Nada tiene de común el color

Roberto Echazú
Poeta boliviano

Nada bajados
tiene de común el color de vergüenza.
de la sangre
en las pupilas; Nuestras
vuestro manos tienen el valor
pudor ya no se respeta de nuestros enemigos:
como la nieve fina y pura. el poder más fácil
de perdura,
Vivimos volviendo al espanto
largo tiempo en las cárceles, minúsculo
por creer en la juventud de las fuerzas.
absorbida
en una muchedumbre, Nuestro
unida cansancio absurdo,
por la misma sangre. sin ligaduras
de regocijo,
Habíamos sin orden, sin temores,
llegado a la cima, para recuperar
y estaban ligados nuestros la vida.
brazos
en la onda, al aire puro. Están
los hombres alineados
Compartimos en su injusticia,
todos el mismo lecho. solo nuestras palabras
Nuestro amor nos cubren de la herrumbre
era semejante a la eternidad, de su historia.
y podíamos construir
sobre la muerte, En un día
lo que en contra de la muerta, futuro, las puertas
lo que contra la muerte abiertas
se ríe. de las casas
para comprender
Se hacían la razón,
los días inútiles y descender al fondo
para volver de los lechos,
a amar; abierta
las rutas, interminables; la gloria, la miseria
se comprendía oculta.
la miseria por los ojos

24
Amor es mar

Alí Chumacero
Poeta mexicano

Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía


sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo lo sostiene.

Nada había sin ti,


ni un sueño transformado en vida,
ni la certeza que nos precipita
hasta el total saberse consumido;
sólo un pavor entre mi noche
levantando su voz de precipicio;
era una sombra que se destrozaba,
incierta en húmedas tinieblas
y engañosas palabras destruidas,
trocadas en blasfemias que a los ojos
ni luz ni sombra daban:
era el temor a ser sólo una lágrima.

Mas el mundo renace al encontrarte,


y la luz es de nuevo
ascendiendo hacia el aire
la tersa calidez de sus alientos
lentamente erigidos;
brotan de fuerza y cólera
y de un aroma suave como espuma,
tal un leve recuerdo
que de pronto se hiciera un muro de dureza
o manantial de sombra.

Y en ti mi corazón no tiene forma


ni es un círculo en paz con su tristeza,
sino un pequeño fuego,
el grito que florece en medio de los labios
y torna a ser el fin
un sencillo reflejo de tu cuerpo,
el cristal que a tu imagen desafía,
el sueño que en tu sombra se aniquila.

25
Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada
en la dolida playa de mi cuerpo;
olas que en mí desnúdanse como alas,
hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,
cuando al sentirme junto a tu desnudo
se ilumina la forma de mi cuerpo.

Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura


hay un mundo de luz amanecido.

26
Para decir el amor bajo las lluvias

Álvaro Diez Asteta


Poeta paceño, Bolivia

Ah, decir el amor bajo la lluvias


en esos peñascos perdidos de si, esas geografías
desaparecidas en su soledad,
allí donde mi exilio
volverá a encontrarse consigo
un día que será arrebatado a la muerte

Creo escuchar a veces


en el hueco de mis manos
el canto del abismo aparecido
entre sus cabellos,
el canto surgiendo del silencio del cielo
precipitándose en el ritmo
de su corazón que recibía
y expulsaba salvajemente
la sangre de su cuerpo amante,
la sangre transfigurada
en materialización de su amor

A veces creo recordar


cómo la alegría de estar vivos
sollozaba inconteniblemente

Pero aquí, ene le cuarto como celda


en el hotelucho como cárcel
en la ciudad como matadero
es inútil decir nada
y es imposible.

27
“No ha lugar”

André Bretón
Poeta francés

Arte matinal arte nocturno


La balanza de las heridas llamada Perdona
Balanza roja y sensible al peso de un vuelo de pájaro
Cuando las amazonas cuello de nieve las manos vacías
Impulsan sus carros de vapor por los prados
Veo esta balanza siempre enloquecida
Veo el ibis de finos modales
Que regresa del estanque atado en mi corazón
Las ruedas del sueño encantan los espléndidos carriles
Que se elevan muy alto sobre las caracolas de sus vestidos
Y el asombro se precipita aquí y allá sobre el mar
Ve mi querida aurora no olvides nada de mi vida
Toma esas rosas que trepan al pozo de los espejos
Toma el aleteo de todas las pestañas
Toma hasta los hilos que mantienen el paso de los danzarines de cuerda y de
las gotas de agua
Arte matinal arte nocturno
Aparezco a la ventana muy lejos en una ciudad presa de espanto
Afuera hombres en bicornio se persiguen a intervalos regulares
Parecidos a las lluvias que yo amaba
Cuando hacía un tiempo tan hermoso
“A la rage de Dieu” es el nombre de un cabaret donde entré ayer
Está escrito en el vidrio blanco con letras más palidecidas
Pero las mujeres-marinos que tras el cristal se deslizan
Demasiado felices son para sentir miedo
Aquí el cuerpo siempre el asesinato sin pruebas
Nunca el cielo siempre el silencio
Nunca la libertad sino para la libertad

Traducción de Armando Rojas

28
La melancolía inventó la poesía

Óscar Barbery Suárez


Poeta cruceño, Bolivia

La melancolía inventó la poesía.

Nadie tiró cohetes recibiendo ese invento No


hubo esa explosión inaugural
De las navidades y los año nuevo Del
gol en la cancha
Del vivan los novios
Y aún sin anuncios rimbombantes
Yo supe el preciso momento de ese parto

¿Qué hacía yo mientras tanto?


Yo estaba con mi güisqui en mi terraza Y no
sé si lloraba mis lágrimas lunares
O si más bien lloraba mis lágrimas nublares

Pero escuché el momento del invento


Sonó a un amor quebrado por la daga que le rompió las costillas a Julieta Siseó
como el áspid que mató a Cleopatra
Resopló como Otelo estrangulando a Desdémona Al
ronquido de Sansón, cuando Dalila
Al llanto de Narciso salpicándole el reflejo
A Salomón corriendo tras la virginidad de Saba A
Eurídice suspirando y la canción de Orfeo
Al morirse de Páramo por Susana San Juan
El amor mío con su gigantez de grillo delirante Sumósese
a esa orquesta
En donde un amor es todos los amores

¿La melancolía sabe de eureka?


¿ De esa intoxicación con optimismo? No me parece.
Más bien supongo que vaga, profunda y tristemente
Hizo el primer poema.

29
Página en blanco

Blanca Wiethüchter
Poeta boliviana

I
Página en blanco
punto cero la apariencia
mientras la ciudad
ha crecido,
mientras abajo -mientras adentro
gira la rueda, gira sabiendo;
mientras corre en ríos de calles
y se agolpa en torres;
mientras lenta gira, se estrecha, se expande
y toca y une y anuda.

La ciudad se propaga en un grito


Laikakota en el aire
un amigo
Lakakota en la carne
un fusil.

Traigan un fusil
se ha derramado la esperanza
detrás de las piedras se alza el torrente.
Sobre el cerro vuela el sueño entre el humo
se difunde en el corazón que quiere
crecer en risa, entre el trigo y el agua
entre las propias manos
desde lágrimas suyas.

Traigan un fusil
no ven que la muerte ha huìdo
en vuelo de fuego, en canción
al ver tanto abrazo entrelazado
al escuchar una sola voz en las voces.

II
Página en blanco --- rueda
transformada gravedad,
pesadez incomprensible que discurre
en los soles.
Página en blanco
persistente en los caminos
resplandor oscuro y silencioso
anidas en los árboles y en las raíces.
Del fulgor terrible que recogemos
30
diariamente
del hombre y de su herida
no puede haber olvido.

III

Están allá
y siempre aquí de la mano con la tierra.
Y están allá
mirando siempre
este mismo hondo espacio levantado
mirando cómo todos naufragamos.

Aquí: con el tiempo que nos gana


con el cansancio a cuestas
con nuestra espera.

Aquí
ellos en el debajo junto a las piedras y el oro
ellos en el alto frío junto a la puna y la nieve
ellos en el ademán repetido junto al acero.

Nosotros buscando salvarnos


en la llama creciente del desaliento
en el centro del canto.

Están aquí
mientras conversan allá
la prontitud y la cadena
la permanencia y la premura.

31
Despedida

Benn Gottfried
Poeta alemán

Me colmas como la sangre en la herida fresca


derramándote en su oscura huella,
te extiendes como la noche en esa hora
en que el prado se tiñe de sombras,
floreces como rosas en todos los jardines,
tú, soledad de pérdida y vejez,
que sobrevives al morir los sueños,
después de tanto dolor y demasiado saber.

Ajeno desde joven a la ilusión de la realidad


negándose a un mundo fácilmente otorgado,
cansado del engaño de los detalles
porque ninguno acompaña al Yo profundo;
ahora, desde el fondo mismo, inconmovible,
ningún vocablo o signo te revela
-a quién le ocurrirá, será mejor que olvide
y no toque más las horas idas.

Un último día: un fuego postrero, un vasto espacio,


un agua te conduce a un lejano fin,
un alta luz que baña a los vetustos árboles
creando entre las sombras su contrario,
un día sin frutos y sin espigas
y sin preguntar por la cosecha:
él juega su Juego, siente su luz
y sin memoria la humilla. Todo se ha consumado.

Versión de Eustaquio Barjau

32
Me obsesiona el amor…

Pavel Ugarte Céspedes


Poeta peruano

Me obsesiona el amor.
No puedo hallarle forma.
El amor para mí es la noche
que tocó su cuerpo
pero también el día azul
que sonríe conmigo.
No conozco el amor.
Solo he tenido rostros
y caricias parecidas.
Solo conozco el volumen
de sus motivos.
Los pretextos que nos da el amor.
Solo justifico mis palabras
y con ellas abrazo la pena.
No sé amar.
Recojo las hebras de sus cabellos
y me despido sin más ni más.
A mí no me da pena las que se van
me dan pena las que regresan.
Las que se vierten conmigo.
Catedrales, capillas y piedades
son refugio para el buen amante.
El amor por sobre todas las cosas.
Las imágenes, los objetos, las personas.
Mi amor es la tarde iridiscente.
Donde cariño y ternura
pueden sentirse también apaciblemente solos.
El amor no es para sufrir.
Nos han mentido mucho tiempo.
El amor es la dosis necesaria.
Vivir sin mayor sentido.
Para subvertir el orden y la pobreza.
Revivir países y sembrar peces.
El amor, para mí
es vestirme y desvestirme
sin remordimientos.
Conjurar el fuego.
Saber que no es para siempre.
Yo respeto la flor.
Hago el amor y no me pertenece.
Conozco el amor de mi padre y de mi madre.
Conozco el amor de los ríos, hermanos y amigos.
Todo ese amor no cabe en una persona
menos en un corazón recipiente.
El amor que desconozco, a ella le pertenece.

33
Poesía demente

Carlo Bordini
Poeta italiano

El mundo se hizo
en muy poco tiempo,
entre grandes peleas,
y sólo en el último
momento se decidió,
por desconfianza,
instituir la muerte y dividir los sexos.
Dios estaba muy celoso
de sus cuatro o cinco colegas y por despecho
dijo:
De cualquier modo, en pocos años estarán todos rotos, alguno sin
un brazo, otro sin una pierna ¡da lo mismo
dejarlos morir!
Y otro le dijo:
¿Y los nuevos cómo los haces?
¡No los hago yo, los hacen
ellos! Mira qué bien. Y así,
al último momento,
en pocos minutos, inventaron el instinto sexual,
y la infancia. Casi llegaron a las manos.
Y uno dijo: ¿pero no ves
que así será un lío?
Me da igual – dijo Dios.
– De todos modos este mundo no me gusta.
Ha salido mal. Mira qué bien –
añadió otro. – ¿Qué pretendías, con eso de que todos tienen que comerse
unos a otros? Es lógico que se iban
a dañar. ¿Y entonces? ¿Tú qué hubieras hecho?
Casi
llegaron a las manos.

34
Carta al lobo

Carmen Boullosa
Poeta mexicana

Querido Lobo:
Llego aquí después de cruzar el mar abierto del bosque,
el mar vegetal que habitas,
el abierto de ira en la oscuridad y la luz que lo cruza
a hurtadillas,

en su densa, inhabitable noche de aullidos que impera


incluso de día o en el silencio

mar de resmas de hojas


que caen y caen y crecen y brotan, todo al mismo tiempo,
de yerbas entrelazadas,
de mareas de pájaros,
de oleadas de animales ocultos.

Llegue aquí cruzando el puente que une al mundo


temeroso con tu casa,

este lugar inhóspito,


inhóspito porque esta la mar de habitado,
habitado como el mar.

En todo hay traición porque todo está vivo...

Por ejemplo, aquello, si desde aquí parece una sombra,


¿hacia dónde caminara cuando despierte?
Como fiera atacara cuando pase junto a él,
cuando furioso conteste el sonido de mis pasos.

Así todo lo que veo.


En todo hay traición

...era el camino, lobo,


la ruta que me llevaba a ti...

Escucha mi delgada voz, tan cerca.


Ya estoy aquí.

Escoge de lo que traje lo que te plazca.


Casi no puedes mirarlo,
insignificante como es,
perdido en la espesura que habitas.
Estoy aquí para ofrecerte mi cuello,
35
mi frágil cuello de virgen,
un trozo pálido de carne con poco, muy poco que roerle,
tenlo, tenlo.
¡Apresura tu ataque!
¿Te deleitaras con el banquete?
(No puedo, no tengo hacia donde escapar
y no sé si al clavarme los dientes
me miraras a los ojos).

Reconociéndome presa
y convencida de que no hay mayor grandeza que la del
cuello de virgen entregándose a ti,

ni mayor bondad que aquella inscrita en tu


doloroso,
lento
interminable
y cruel
amoroso ataque,

cierro esta carta.


Sinceramente tuya,

Carmen.

36

Anda mungkin juga menyukai