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Módulo 1

Unidad 2
Lectura 2

Materia: Teoría de las Relaciones Internacionales


Profesora: María Cecilia Caro Leopoldo
2. El Realismo
En la presente unidad desarrollaremos los conceptos y postulados
fundamentales de la Teoría Realista: la centralidad del estado como actor
internacional, la anarquía internacional como característica definitoria del
contexto, la importancia del interés nacional definido en términos de poder,
Aplicando el esquema de la política del equilibrio de poder como resultado del comportamiento de
análisis de Buzan y Little
los estados en el plano internacional.
visto en la Unidad 1, el
Realismo Político (en su Se han seleccionado para el estudio de esta Unidad tres textos, cada uno de
versión clásica): los cuales remite fundamentalmente a uno de los sub-temas
correspondientes a esta unidad.
 -Centra su explicación en el
nivel de la unidad y El primero de los textos escogidos pertenece a E. H. Carr, uno de los
subunidad (características primeros expositores de esta perspectiva, siendo su obra “La Crisis de los
del Estado y de los Veinte Años” (1939) una de las críticas más profundas y devastadoras al
estadistas). pensamiento utópico liberal de su época. Su lectura resulta obligatoria para
la comprensión adecuada del estado de las ideas y hechos que permitieron
 -Se concentra en los
la consolidación de la teoría realista a partir del fin de la Segunda Guerra
sectores político y militar.
Mundial.
 -Es una explicación que El segundo texto – “Política entre las Naciones” (1948)- corresponde a
utiliza variables relativas a Hans Morgenthau, y es considerado el primer estudio sistemático de la
procesos (diplomacia,
política internacional. Se han seleccionado aquellos capítulos que contienen
guerras, equilibrios de
poder). los presupuestos y principios esenciales del Realismo Clásico.
El tercer autor, Joseph Grieco, es un realista “defensivo” cuyos escritos
forman parte de los debates actuales de la disciplina. El capítulo que se
incluye –parte del libro de J. Ikenberry y M. Doyle: New Thinking in
International Relations Theory (1997) - fue seleccionado por contener una
síntesis de los postulados de la Escuela, así como también de las principales
críticas que recibe la escuela realista desde las demás perspectivas, con sus
correspondientes defensas.

2.1. Antecedentes. Contexto filosófico e


histórico.
Los orígenes de la tradición realista pueden ser rastreados hasta la antigua
Grecia con Tucídides, y encuentra exponentes en el pensamiento de autores
clásicos tales como Maquiavelo y Hobbes. Sin embargo, el desarrollo del
Realismo con pretensiones explicativas de la realidad internacional recién
tuvo lugar en el marco de la Guerra Fría.
En efecto, a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, este
enfoque pasó a ocupar el puesto dominante que había tenido el
pensamiento utópico o idealista en el período de entreguerras.
La transición entre una y otra etapa suele explicarse mediante la idea de
que realistas e idealistas mantuvieron una confrontación –el llamado 1º
debate- que los primeros habrían “ganado”. En realidad, no hubo un debate
real ni prácticamente coexistencia en el tiempo entre ambas escuelas; más
que ningún otro factor, la preponderancia de los desarrollos teóricos

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inspirados en la tradición realista tras la guerra, tuvo que ver con su
utilidad como guía de los decisores políticos norteamericanos en los planos
militar y diplomático, a partir de la emergencia de los Estados Unidos como
super-potencia en un sistema bipolar.
Ahora bien, para poder comprender el auge del Realismo, es necesario
conocer previamente la importancia del pensamiento idealista, y las
razones de su desprestigio académico y político. Como el mismo Carr
(2004) destaca, amén de sus deficiencias como corriente de pensamiento, el
“idealismo” fue fundamental para el surgimiento de las relaciones
internacionales como disciplina. La Primera Guerra Mundial puso fin a la
opinión de que la guerra era un asunto que sólo competía a los soldados y
disipó la impresión de que la política internacional podía ser dejada en
manos de diplomáticos profesionales. La agitación popular en contra de los
tratados secretos - atacados como una de las causas de la guerra- constituyó
un hecho de suma importancia en este sentido, ya que fue el primer
síntoma de la demanda de popularización de la política internacional, y
anunció el nacimiento de una nueva ciencia (Carr, 2004).
En el planteamiento de Carr (2004), la Política Internacional como ciencia
comenzó a existir en respuesta a una demanda popular. Fue creada para
cumplir un deseo o propósito: evitar la guerra, o en palabras del autor,
“curar la enfermedad del cuerpo político” (Carr, 2004, p. 35). El deseo o
propósito, seamos o no conscientes de él, es una condición previa del
pensamiento, y esto es aplicable tanto a las ciencias físicas como a las
políticas.
De manera similar a lo que ocurre en las ciencias naturales, en las ciencias
políticas, al investigador lo inspira el deseo de curar alguna enfermedad del
cuerpo político. Dentro de las causas del problema, diagnostica el hecho de
que los seres humanos en general reaccionan ante ciertas condiciones de
una cierta manera. Pero esto no es un hecho comparable al hecho de que los
cuerpos humanos reaccionan ante ciertas drogas de determinada manera,
como ocurre en la medicina. Es un hecho que puede ser modificado por el
deseo de cambiarlo, y este deseo puede extenderse a un gran número de
seres humanos para hacerlo efectivo.
De allí que si bien podríamos distinguir entre la función del investigador
que establece los hechos y la del político que toma en consideración el plan
de acción adecuado, en la práctica, estas funciones se mezclan y el objetivo
y el análisis se vuelven parte del mismo proceso. Toda consideración
política ayuda a modificar los hechos sobre los cuales se basó, y el
pensamiento político es una forma de acción política en sí mismo. Por ello
es que Carr señala que “la Ciencia Política es la ciencia no sólo de lo que es
sino también de lo que debería ser” (2004, p. 37).
Durante la etapa inicial de una ciencia, el deseo o propósito para el cual fue
creada es muy fuerte; los investigadores prestarán poca atención a los
“hechos” existentes o al análisis de causa y efecto, y se dedicarán a la
elaboración de proyectos utópicos para la obtención de los fines que tienen
en mente – proyectos cuya simpleza y perfección les dan una atracción
universal. Sólo cuando estos proyectos se frustran los investigadores irán en
busca del análisis, y recién entonces, podremos hablar de una verdadera
ciencia.
Carr (2004) pone como ejemplo de esta situación el pensamiento de los
siglos V y IV antes de Cristo, cuando se dan los primeros intentos serios de
formar una ciencia de la política en China y Grecia. Sin embargo, ni
Confucio ni Platón trataron de analizar la naturaleza de las instituciones

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políticas bajo las cuales vivían ni de buscar las causas subyacentes de los
males que deploraban. El nuevo orden político que propusieron fue
producto de sus aspiraciones, y no del análisis.
Algo similar ocurrió en el Siglo XIX en Europa Occidental con los socialistas
utópicos (Saint-Simon y Fourier), quienes en lugar de analizar la naturaleza
de los intereses o del conflicto de clases, simplemente se aventuraron a
hacer suposiciones no verificadas sobre el comportamiento humano. La
solución que propusieron no tenía conexión lógica con las situaciones que
crearon el problema.
Ahora bien: la fase inicial de la aspiración hacia un objetivo es una base
esencial del pensamiento humano. El deseo es padre del pensamiento, y la
teleología precede al análisis.
El aspecto teleológico de la ciencia de Política Internacional ha sido notorio
desde el comienzo: nació de una guerra desastrosa y el objetivo que
tuvieron los pioneros de esta nueva ciencia fue el de evitar una reaparición
de esta enfermedad en el cuerpo político. De allí que la ciencia de Política
Internacional fue durante varias décadas notoriamente utópica. Los hechos
posteriores a 1931 revelaron con claridad la insuficiencia de la pura
aspiración como base de una ciencia, y recién entonces fue posible
aventurarse por primera vez hacia un pensamiento crítico y analítico de los
problemas internacionales.
Tanto en las ciencias físicas como en las políticas, siempre se llega a un
punto en el que la fase inicial de deseo debe ser sucedida por una fase de
análisis arduo e implacable. La diferencia entre uno y otro tipo de ciencias
radica en que las ciencias políticas nunca pueden liberarse totalmente del
estado de idealismo, y el politólogo permanece más tiempo en esta fase
inicial ya que le lleva más tiempo comprender que no hay posibilidad de
que haya progreso en este camino, y que ninguna idea política utópica
tendrá éxito a menos que nazca de una realidad política.
Se llama comúnmente Realismo al impacto que el pensamiento tiene sobre
el deseo luego del fracaso de los proyectos utópicos que marca el término de
la etapa idealista. La etapa realista se caracteriza por:
 Poner el énfasis en la aceptación de los hechos y en el análisis de sus
causas y consecuencias.
 Menospreciar la función de la meta o propósito de la ciencia.
 Sostener que la función del pensamiento es el estudio de una serie de
eventos que no puede influenciar o alterar.
 Enfatizar la irresistible fuerza de las fuerzas existentes y el carácter
inevitable de tendencias existentes, insistiendo en que la sabiduría
mayor consiste en aceptar y adaptarse a estas fuerzas y tendencias.
En definitiva, el Realismo es el correctivo necesario para el exceso de las
ideas utópicas. Sin embargo, dadas sus características, puede llegar a
esterilizar el pensamiento y negar la acción, de allí que se requiera siempre
de una cuota de idealismo para superar los excesos del Realismo. Como el
pensamiento maduro combina objetivo o propósito con observación y
análisis, la utopía y la realidad no son sino dos facetas de la ciencia política
(Carr, 2004).
Esta antítesis se manifiesta en muchas formas de pensamiento, las que
pueden ser resumidas como se presenta en el cuadro siguiente:

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UTOPICO REALISTA

Libre Albedrío vs Determinismo


Voluntarista: rechaza la realidad y cree Determinista: analiza hechos que no
que puede sustituirse por su utopía puede cambiar.
mediante un acto de voluntad.
Mira el futuro, en términos de Mira en el pasado, en términos de
espontaneidad creativa causalidad
Al rechazar la secuencia causal, se niega la Al aceptar incondicionalmente la
posibilidad de entender la realidad. secuencia causal, se niega la posibilidad de
cambiar la realidad.

Vicio: INGENUIDAD Vicio: ESTERILIDAD

Teoría vs Práctica
Hace de la teoría una norma a la que la Ve a la teoría como una codificación de la
práctica debe conformarse. práctica.
Trata al propósito como único hecho Distingue hechos de aspiraciones.
relevante y formula proposiciones
condicionales de modo indicativo.

Vive en un mundo imaginario, alejado de Corre el riesgo de tratar al propósito como


la realidad de los hechos. el producto mecánico de otros hechos, sin
capacidad de cambio.

El Intelectual vs el Burócrata
Intelectual: Preparado para pensar de Burócrata: Preparado para pensar
forma apriorística. empíricamente.

Se elaboran principios y se juzgan a las Evita la formulación de principios;


políticas o acciones por su adecuación a proceso intuitivo derivado de una extensa
ellos. experiencia.

Debilidad: No entiende la realidad ni la Debilidad: Degeneración en un


forma en que sus principios están formalismo rígido y vacuo que exige un
anclados en ella. conocimiento esotérico.

Izquierda vs Derecha
Radical Conservador

Los intelectuales, teóricos, gravitarán en Los burócratas, prácticos, gravitarán en


torno a la izquierda. torno a la derecha.

Debilidad: incapacidad de traducir la Debilidad: escasa consideración de


teoría en prácticas políticas concretas. aspectos teóricos, inaccesibilidad a las
ideas.

Ética vs Política
Establece un patrón ético que pretende sea No puede entender ningún patrón
independiente de la política y trata que la valorativo salvo el de los hechos.
política se adecue a él.

Moral universal Moral relativa

De allí que como Carr (2004) destaca, resulte fundamental buscar en todos
los casos un equilibrio adecuado entre estas formas de pensamiento, de
modo de no caer en extremos nocivos.

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Los fundamentos del Realismo
Suele señalarse a Maquiavelo como uno de los precursores de la Escuela
Realista, en cuyo pensamiento es posible encontrar una severa crítica
contra el utopismo del momento histórico que le tocó vivir. Carr (2004)
recupera tres principios implícitos en el pensamiento maquiavélico, que
serían al mismo tiempo los pilares fundamentales de la filosofía realista:
 La historia es una secuencia de causa-efecto, cuyo transcurso puede ser
analizado y comprendido mediante un esfuerzo intelectual (no de la
imaginación).
 La teoría no crea a la práctica, sino la práctica a la teoría.
 La política no es una función de la ética, sino la ética de la política. La
moralidad es producto del poder.
Este último precepto fue retomado por el Realismo del siglo XIX, a través
de la Escuela Histórica alemana. Esta Escuela, con Hegel como uno de sus
principales referentes, desarrolla una filosofía basada en la concepción de
un proceso histórico racional, cuya fuerza motriz sería en un principio una
abstracción metafísica, pero que luego se convertiría en una fuerza material
concreta (fuerzas económicas para Marx; la geopolítica para Buckle; o leyes
cuasi-biológicas de crecimiento y declive de civilizaciones para Spengler).
Se trataba de un determinismo en el que la realidad se identificaba con el
curso completo de la evolución histórica, cuyas leyes el filósofo debía
investigar y revelar. No existe realidad fuera del proceso histórico; por ello,
no tiene sentido condenar el pasado en términos éticos, ya que la historia
sólo puede ser juzgada por patrones históricos. En palabras de Carr: “lo que
es justo” (2004).

Los logros del Realismo Moderno


Carr (2004) enumera los logros del Realismo moderno para la evolución del
pensamiento político de su época:
 Revela el determinismo del proceso histórico y el carácter relativo y
pragmático del propio pensamiento. Todo pensamiento está
históricamente condicionado, producto de circunstancias e intereses
concretos. De allí que las teorías no determinan el curso de los
acontecimientos, sino que son inventadas para explicarlos: el imperio
precede al imperialismo; a política del laissez-faire precede a la
doctrina.
 Revela el carácter pragmático del pensamiento: Todo pensamiento
está dirigido al cumplimiento de un propósito. Así, existen teorías
destinadas a desacreditar a un enemigo (como las teorías raciales o las
destinadas a generar odio hacia un país con el cual se plantea la
posibilidad de una guerra); o teorías que otorgan crédito a las políticas
propias (por ejemplo, la idea de que la paz está antes de la justicia, o
viceversa, que la justicia debe predominar sobre la paz han sido
sostenidas alternativamente por los políticos para adecuarse a distintas
circunstancias históricas).
 Crítica al concepto de bien universal: El utópico señala que lo que es
mejor para el mundo, es lo mejor para su país y viceversa, identificando
así el interés nacional con una moralidad universal. Toda teoría sobre
moralidad social es un producto de un grupo dominante que se
identifica a sí mismo con la comunidad en su conjunto, y que cuenta con
recursos para imponer su visión al resto. De allí que como revela el

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Realismo, toda teoría sobre moralidad internacional esté respaldada por
ciertas naciones o grupo de naciones dominantes para perpetuar su
supremacía (los principios de los EEUU son los principios de la
Humanidad, y por ende, deben prevalecer).
 Crítica a la Doctrina de la Armonía de Intereses: Esta doctrina es para
el Realismo un recurso moral ingenioso para grupos privilegiados con el
fin de justificar y mantener su posición. Mediante ella, las clases
prósperas y privilegiadas dentro del Estado identifican el interés propio
con el de la comunidad, de modo tal que el bienestar de esta última
depende del bienestar de aquéllas. Transportada al ámbito
internacional, la doctrina supone desde el punto de vista económico, la
imposición de políticas que favorecen a las grandes potencias
(librecambio, liberalismo); y políticamente, la Comunidad de intereses
en el mantenimiento de la paz. La paz internacional se convierte en un
interés particular de las potencias dominantes para garantizar su propia
seguridad y predominio: subyace la idea de que mientras se mantenga la
paz, ningún cambio desfavorable podría hacerse en el status quo que
perjudique a las potencias.
 Crítica al Internacionalismo: Las peticiones de “solidaridad
internacional” y “unión mundial” que el internacionalismo supone,
provienen de naciones dominantes que pueden ejercer el control sobre
un mundo unificado.

La exposición de la base real de los principios supuestamente abstractos


y universales invocados por los utópicos, es la parte más corrosiva y
convincente de la crítica realista: tales principios no serían sino
“reflejos inconscientes de la política nacional basados en una
interpretación particular del interés nacional en un momento
determinado”.
De allí que “la bancarrota del utopismo no reside en el hecho de que no
viva de acuerdo con sus principios, sino en la revelación de su
incapacidad para proporcionar un patrón absoluto y desinteresado para
la dirección de los asuntos internacionales” (Carr, 2004, p. 134-5).

2.2. Principios y conceptos


fundamentales: El Estado, El Poder, El
Interés Nacional y La Teoría del Balance
de Poder.
El Estado
Para Grieco (1997), el núcleo de la teoría realista está conformado por tres
presupuestos y tres corolarios fundamentales:
Presupuestos:
 Los actores centrales de la Política Internacional son los Estados.
Pueden existir otros actores que operen en el sistema internacional
(corporaciones multinacionales, organizaciones internacionales), pero

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son los Estados los que determinan las reglas a partir de las cuales estos
actores operan; sus conductas están condicionadas y limitadas por las
decisiones del Estado y su poder.
 El contexto de la acción estatal es la anarquía internacional: La
anarquía internacional -entendida como la ausencia de una autoridad
central capaz de proporcionar protección y justicia a los Estados-
implica dos consecuencias para éstos: 1) la posibilidad del uso de la
fuerza constituye una amenaza permanente, y los Estados saben que
deben coexistir en un entorno peligroso; 2) los Estados son por
definición agentes auto-tutelados, esto es, su seguridad depende de los
medios o acuerdos que ellos mismos puedan generar para su protección
y defensa.
 Los Estados son agentes racionales, autónomos y unitarios. 1) La
racionalidad del Estado implica que su acción está orientada por metas,
que dichas metas son consistentes entre sí y se encuentran
jerarquizadas, y que desarrolla estrategias adecuadas para alcanzarlas,
las que puede adaptar en función de los cambios en el contexto; 2) los
Estados tienen autonomía respecto a sus sociedades domésticas, de
manera tal que pueden definir y perseguir los intereses de toda la
nación, y no sólo los de ciertos sectores poderosos particulares
(inclusive, muchas veces deben establecer metas o estrategias que
afectan las preferencias de amplios sectores societales); y 3) los Estados
poseen capacidades para la unidad de su acción, es decir, tienen la
capacidad de actuar de manera coherente y unificada frente a otros
Estados. Esto implica un control sobre los diferentes sectores de
gobierno, de manera tal que el Estado pueda implementar las
estrategias para alcanzar sus metas de un modo coherente y que respete
su jerarquía.
Corolarios:
 Los Estados son actores defensivos: Debido al riesgo que implica la
posibilidad permanente del uso de la fuerza, la seguridad y la
supervivencia son el principal interés de los Estados, ya que sin ellas, no
podrán perseguir ninguna otra meta o fin.
 Los Estados son actores posicionales: Debido a que los Estados
reconocen que su seguridad depende de sus propios esfuerzos, éstos se
preocupan fundamentalmente por las capacidades relativas, lo que
implica comparar su posición con la otros Estados para definir sus
cursos de acción. Esto, unido al corolario anterior, lleva a Grieco (1997)
a afirmar que la anarquía determina que los Estados sean actores
posicionales defensivos1.
 Los Estados valoran la autonomía de decisión y la independencia de
acción: 1) Al ser posicionalistas defensivos, los Estados buscan ser libres
para decidir las estrategias más adecuadas para garantizar su seguridad
y mantener su posición relativa de poder. Ello implica que intentarán
preservar la capacidad para el ejercicio de aquellas funciones que
afectan tal seguridad y posición, esto es, para la diplomacia, la
inteligencia y eventualmente, para la amenaza o el uso de la fuerza. 2) A
su vez, debido a que estas funciones requieren el control sobre ciertos
recursos –sobre todo, una economía capaz de solventar el poder militar-

1
Cabe aclarar que ésta visión no es compartida por los llamados Realistas Ofensivos, para quienes el Estado no
sólo busca mantener su posición en el sistema y reducir las brechas de poder existentes a favor otros Estados, sino
incrementar su cuota de poder hasta el máximo posible. Esta distinción será abordada en la Unidad 3.

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los Estados son cautos a la hora de establecer lazos de dependencia con
otros Estados capaces de afectar su accionar autónomo.

Poder e Interés Nacional


Al igual que Carr (2004), Morgenthau (1986) -sindicado como el autor más
representativo del Realismo Clásico-, parte de la idea de que existen dos
escuelas de pensamiento principales en las relaciones internacionales, que
reflejan la complejidad de la naturaleza de la política. Por un lado, una
escuela idealista, según la cual es posible un orden político, racional y
moral, derivado de principios universales válidos, a partir de la fe en la
educación, la reforma y el uso ocasional de la fuerza; y por otro lado, una
escuela realista, para la cual el mundo es imperfecto, resultado de fuerzas
que son inherentes a la naturaleza humana. Para esta última escuela, lo
mejor es cooperar con estas fuerzas en lugar de intentar ir en contra de
ellas, y se aspira al menor mal posible, en lugar de a un bien absoluto.
Morgenthau (1986) detalla seis principios rectores del Realismo Político:
1. La Política obedece a leyes objetivas profundamente arraigadas en la
naturaleza del hombre.
El Realismo político cree que la política es gobernada por leyes objetivas (de
la realidad) que tienen sus raíces en la naturaleza humana. A fin de mejorar
la sociedad es necesario, previamente, entender las leyes de acuerdo a las
cuales la sociedad vive, distinguiendo verdad de opinión. Esto supone la
necesidad de una teoría científica de la política internacional validada
empírica y racionalmente (mediante el análisis de los hechos y a partir de
un esquema racional que sugiera los sentidos de la política exterior,
poniéndonos en el lugar del estadista). Para el Realismo, la teoría política
consiste en comprobar los hechos y darles un significado a través de la
razón. El análisis parte entonces, desde el lugar o posición del estadista que
enfrenta cierto problema de política exterior y nos preguntamos cuáles son
las alternativas racionales para dicho contexto. Morgenthau (1986) dice que
es la comprobación de una hipótesis racional, contra los hechos reales y sus
consecuencias, lo que hace posible una teoría de la política.
2. Concepto de interés definido en términos de poder como central para
la comprensión de la política internacional.
La directiva principal que enmarca al Realismo político en política
internacional es el concepto de interés definido en función del poder. Este
elemento es el eslabón entre la razón (por la cual entendemos los hechos) y
los hechos que deben entenderse. La utilidad de este concepto reside en el
hecho de que éste:
 Impone una disciplina intelectual al observador
 Confiere un orden racional a la política y posibilita su comprensión
teórica
 Proporciona racionalidad a la acción, y permite identificar
continuidades en la política exterior de los Estados,
independientemente de las motivaciones o preferencias morales e
intelectuales de los estadistas.
El interés definido en términos de poder nos permite suponer que los
estadistas (gobernantes) piensan y actúan dentro de los términos de un
interés encaminado al acrecentamiento del poder (entendido como
seguridad, bienestar, etc.) Desde este concepto, podemos entender y
anticipar los movimientos del estadista en el escenario político: pensando

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en términos de interés definido en cuanto poder, pensamos como piensa un
estadista y entendemos sus pensamientos y acción.
Ello nos permite garantizar la autonomía de la esfera política, al distinguirla
de otras esferas –como la economía, y la ética- en las que el principio del
interés definido como poder no opera, y nos ayuda a combatir
preventivamente dos falacias usuales en el pensamiento político: la
preocupación por las motivaciones y por las ideologías de los estadistas.
En primer lugar, estudiar la política internacional desde la motivación del
estadista es inútil y engañoso: no podemos partir de las buenas intenciones
de un estadista para definir si su política exterior es moralmente elogiable o
satisfactoria. Si queremos saber de las cualidades morales de estas políticas
debemos estudiar las consecuencias de sus políticas (muchas veces las
buenas intenciones han conducido a políticas deplorables). Las
motivaciones de un estadista (moralmente hablando) no garantizan la
bondad moral ni el éxito político que inspiran. Lo que tiene importancia
entender, en este sentido, es su capacidad intelectual para comprender la
esencia de la política exterior.
En segundo lugar, para el Realismo político no se deben igualar la política
exterior de un estadista con sus preferencias ideológicas, deduciendo una
de otras. Los políticos deben distinguir en este sentido su deber oficial (que
se corresponde con el interés nacional) de su deseo personal (fundado en
principios y valores propios), y guiarse sólo por el primero.

Por ello, para el Realismo político, la buena política exterior es la


política racional. “Sólo una política exterior racional minimiza los
riesgos y maximiza los beneficios, y además cumple simultáneamente
con el precepto moral de la prudencia y el requerimiento político del
éxito” (Morgenthau, 1986, p. 19).

3. El Interés definido como poder es una categoría objetiva de validez


universal, pero con significado variable según las circunstancias de
tiempo y lugar.
El Realismo no otorga a su concepto fundamental -el interés definido como
poder- un significado inmutable: la clase de interés que persiguen los
Estados, determinante de las acciones políticas en un período particular de
la historia, depende del contexto político y cultural dentro del cual se
formula la política exterior.
La idea misma de interés sí es ajena a las circunstancias de tiempo y lugar,
pero el contenido y modo en el que se utiliza el poder cambia. En otras
palabras, el poder puede consistir en cualquier cosa que establezca y
mantenga el control del hombre sobre el hombre. Puede implicar desde la
violencia física hasta los lazos psicológicos o afectivos más sutiles por los
que se puede controlar una mente humana. También puede tomar la forma
de disciplina moral o constitucional, como ocurre en las democracias.
Por ello es que el Realismo político no niega que las condiciones actuales,
plagadas de inestabilidad y violencia, puedan cambiar y que la paz pueda
prevalecer. Sin embargo, ello no ocurrirá a partir de principios abstractos
como pretendieron los idealistas, sino por la manipulación cuidadosa de las
fuerzas que subyacen a la política.
4. Los principios morales universales no pueden aplicarse a los actos del
Estado de manera abstracta.

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El Realismo político tiene conciencia del significado moral de la acción
política, pero al mismo tiempo, destaca la inevitable tensión entre la
disposición moral y la posibilidad de que una acción política tenga éxito. De
allí que se sostenga que los principios morales universales no pueden ser
aplicados a los actos estatales en su formulación universal y abstracta. La
moral de la acción política depende en definitiva de sus resultados
(Morgenthau, 1986).
En otras palabras, existe una ética para los individuos, y una ética política,
aplicable a los actos del Estado. El individuo tiene derecho a sacrificarse por
sus principios morales, pero el Estado no tiene derecho a actuar de esa
manera en nombre de los que están a su cargo. El razonamiento de
Morgenthau (1986) es el siguiente: tanto el individuo como el Estado
pueden juzgar su acción política a partir de principios morales universales,
tales como la libertad o la justicia. Sin embargo, en tanto el individuo tiene
derecho a sacrificarse en defensa de un principio moral, el Estado no tiene
derecho a permitir que la desaprobación moral de la acción interfiera en el
camino de una acción política eficaz inspirada en el principio de la
supervivencia nacional. No hay moralidad política sin prudencia, esto es,
sin la consideración de las consecuencias políticas de una acción. De allí que
para el Realismo, la prudencia sea la suprema virtud de la política.
5. No se pueden identificar las aspiraciones morales de una nación con
los preceptos morales que gobiernan el universo:
Para el Realismo político, las naciones pueden tener conciencia de un Dios y
pretender que sus acciones estén sujetas a él; sin embargo, no pueden creer
que Dios está siempre de su lado, y que los propios deseos son también los
de Dios. Como destaca Morgenthau (1986), existe una permanente
tentación de ciertas naciones de encubrir sus propios actos y aspiraciones
con propósitos morales universales, lo que resulta evidente en todas las
cruzadas libradas por las grandes potencias “en nombre de la humanidad”,
o por “la salvaguarda de los principios universales de libertad y
democracia”. Es el concepto de interés definido en términos de poder el que
nos salva de esos excesos morales y de esa locura política (Morgenthau,
1986).
6. Hay una profunda diferencia entre el Realismo Político y otras
escuelas de pensamiento:
La diferencia entre el Realismo político y otras escuelas de pensamiento es
real y es profunda, siendo el concepto de interés definido como poder el que
garantiza la autonomía de la esfera política y la distingue de la economía el
derecho o la moral (el realista se pregunta: ¿Cómo afecta esta política el
poder de la nación?). Esto no quiere decir que esta Escuela menosprecie
otras esferas de pensamiento, sino que entiende al hombre como un ser
compuesto de varias dimensiones, a partir de una concepción pluralista de
la naturaleza humana: también existe un hombre económico y un hombre
religioso, pero la conducta de cada uno de ellos debe ser juzgada a partir de
sus propios parámetros.

El equilibrio o balance de poder


En el campo de la política internacional, es posible distinguir naciones que
desarrollan una política del statu quo tendiente a mantener la estructura de
poder existente en un determinado momento de la historia. Por oposición,
existen naciones que intentan modificar ese status quo que las perjudica, y
que se denominan potencias revisionistas.

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Las aspiraciones de poder de las distintas naciones, cada una de ellas
tratando de mantener o de quebrar el statu quo, llevan necesariamente a
una configuración que se denomina equilibrio de poder, que de ser
perturbado -ya sea por una fuerza exterior o por el cambio de algunos
elementos que componen el sistema- experimenta la tendencia de
restablecer el viejo equilibrio o de crear uno nuevo.
Como señala Grieco (1997), el crecimiento de uno o más Estados que traiga
aparejado una ruptura del equilibrio de poder, implica una amenaza para el
resto de los actores del sistema, que responderán con acciones que
contrarresten tal crecimiento. En este sentido, son dos las estrategias
posibles: acumular nuevas capacidades a nivel nacional; o establecer
alianzas entre los Estados amenazados contra aquél Estado (o alianza de
Estados) que los amenaza. Este aspecto –en el que no coinciden todos
losautores realistas- será desarrollado en la Unidad siguiente.
Hans Morgenthau (1986) reconoce los problemas de alcanzar la paz en el
mundo realista. Dos guerras mundiales y la posibilidad de una guerra
nuclear han obligado a la búsqueda de un orden internacional y la
preservación de la paz, siendo los intentos más notables de esto la Liga de
las Naciones y las Naciones Unidas. Sin embargo, quizás el problema más
grande que han enfrentado todos estos esfuerzos sea el desarme. Los
Estados adquieren armas por temor a un ataque, que no es sino producto de
un sentimiento de inseguridad generado por la ausencia de una autoridad
central. En este sentido, dos son los mecanismos que se han intentado
desde fines de la Primera Guerra Mundial para contrarrestar la sensación
de inseguridad en el sistema, y con ello el armamentismo:
 La seguridad colectiva: En este esquema –que es el que utilizó la
Sociedad de Naciones-, la seguridad es concebida como algo que
incumbe a todos los Estados, de manera que la seguridad de cada uno es
vista como si fuera la propia. Morgenthau (1986) destaca tres
condiciones indispensables para que el esquema funcione: 1) la
congregación de una fuerza intimidatoria capaz de disuadir a los
agresores; 2) una concepción de seguridad compartida entre las
naciones implicadas; y 3) la subordinación de todo interés político
opuesto a la defensa colectiva. Estas condiciones difícilmente se
cumplen simultáneamente en la práctica, en cuanto que el orden
defendido por el esquema de seguridad colectiva siempre será el status
quo de un momento determinado, que beneficia a ciertas potencias pero
que perjudica a otras que intentarán cambiarlo. En otras palabras, a
largo plazo el tercer supuesto no puede ser garantizado, ya que ello
requeriría la eliminación todo egoísmo particular y de las políticas
nacionales que los sirven. Ello por su parte, trae aparejado efectos
opuestos a los pretendidos: cuando la seguridad colectiva funciona fuera
de sus condiciones ideales, genera guerras más extendidas que las que
se producirían de no existir dicho mecanismo (las experiencias de la
guerra ítalo-etíope y la guerra de Corea serían claros ejemplos de esta
situación).
 Una fuerza policial internacional: Un mecanismo que implica un grado
de compromiso aún mayor de los Estados, es la aplicación de una fuerza
colectiva contra los agresores, bajo el control de una organización
internacional (es el mecanismo previsto por la Carta de las Naciones
Unidas). Sin embargo, Morgenthau (1986) destaca que este esquema es
producto de una analogía con las funciones que cumplen las fuerzas de

Teoría de las Relaciones Internacionales – María Cecilia Caro Leopoldo | 12


seguridad en una sociedad doméstica, que olvida las diferencias que
existen entre ésta y la sociedad internacional:

Sociedad Nacional Sociedad Internacional

Nº reducido de Estados, grandes y


Millones de integrantes iguales
pequeños
El poder de 1 o 2 grandes potencias
La mayoría respeta la ley y el orden revisionistas puede superar al de todos los
demás Estados
Requiere un escaso esfuerzo para Requiere una fuerza gigantesca para
neutralizar las amenazas dominar a los transgresores poderosos
Los policías están identificados con la Existen siempre Estados defensores y
ley y el orden opositores al status quo

En definitiva, para que este esquema pudiera funcionar en la práctica,


se requeriría de una sociedad mundial capaz de dominar las lealtades
seculares, con un alto desarrollo de la justicia internacional, lo que para
Morgenthau (1986) es imposible de alcanzar dadas las características de
la política internacional.

2.3. Principales Críticas.


En su versión pura, el Realismo no proporciona un impulso para la acción,
y está condicionado como cualquier otro modo de pensamiento. Como
destaca Carr (2004), en política, la creencia de que ciertos hechos son
inalterables o ciertas tendencias son irresistibles, refleja una falta de deseo
o interés en cambiarlos o resistirlos.
De allí que el autor que comentamos identifique cuatro limitaciones del
Realismo puro o coherente, y que resultan necesarias en todo pensamiento
político efectivo:
 Un objetivo finito: Todo pensador político que desee hacer un
llamamiento a sus contemporáneos, debe formular un objetivo finito
(como una sociedad sin clases en el marxismo, o la eliminación de la
guerra en el utopismo de la Sociedad de Naciones).
 Atractivo emocional: Tal objetivo finito adquiere un atractivo
emocional, irracional, que el Realismo no puede justificar o explicar.
Para la acción, se requiere un mito.
 Derecho a un juicio moral: El Realismo implica la aceptación del
proceso histórico completo, excluyendo los juicios morales sobre éste.
Esta postura vacía el pensamiento de todo propósito, lo esteriliza y lo
destruye. Es una necesidad reconocida por todos los políticos la de
vestir los intereses con el ropaje de los principios morales.
 Un terreno para la acción: El Realismo es incapaz de proporcionar
razones para la acción intencional: si la secuencia de causa-efecto es
rígida, y si nuestro pensamiento está condicionado por nuestro status e
intereses, la acción y el pensamiento quedan desprovistos de todo
propósito. Esto repugna a la creencia profunda del hombre, según la
cual los asuntos humanos pueden ser conducidos y modificados
mediante la acción y el pensamiento.
Grieco (1997) por su parte, realiza una sistematización de las críticas más
importantes al Realismo. Como las mismas refieren tanto al Realismo

Teoría de las Relaciones Internacionales – María Cecilia Caro Leopoldo | 13


político como al Neorrealismo o Realismo Estructural (que será
desarrollado en la Unidad 3) nos limitaremos a analizar sólo aquellas que
resulten de aplicación a la perspectiva “clásica”, que es la que se ha
desarrollado en la presente unidad:
 El problema del cambio en el sistema internacional: Se critica al
Realismo por ser incapaz de reconocer y explicar el cambio
internacional, lo que se asocia a la crítica sobre su extremo
conservadurismo, que favorece el mantenimiento del status quo. Los
realistas responden a esta crítica señalando que en política
internacional, las continuidades son más importantes que los cambios,
y que el analista debe concentrarse precisamente en estudiar la
estabilidad de las preferencias de los Estados en un contexto de
anarquía, que determina a su vez la regularidad de sus
comportamientos y de los resultados internacionales.
 El problema del nivel de análisis: Waltz (1979), el principal exponente
del Neorrealismo, critica al Realismo Clásico por reduccionista, al
excluir la dimensión sistémica del análisis y enfocarse exclusivamente
en el nivel de la unidad y la subunidad. Esto se vincula también con el
enfoque de adentro hacia afuera que este autor atribuye al
pensamiento clásico, y que considera erróneo por privilegiar variables
domésticas, desdeñando los efectos de la estructura del sistema. En
definitiva, para Waltz (1979) el Realismo Clásico es una Teoría de
Política Exterior, por contraposición al Neorrealismo, que sería una
verdadera teoría de Política Internacional. Estas críticas serán
analizadas en profundidad en la Unidad 3.
 El problema de la cooperación y las instituciones internacionales:
Debido a su visión conflictiva de la realidad internacional, el Realismo
postula que la cooperación internacional es muy difícil de implementar
y mantener, y desdeña el rol de las instituciones internacionales para la
promoción de la estabilidad internacional. Si bien la cuestión de las
ganancias relativas y absolutas será analizada en la Unidad 6,
adelantamos que los realistas sostienen que los Estados no van a
cooperar con otros si consideran que las ganancias del esfuerzo
cooperativo beneficiarán más a otros Estados que a sí mismos, en
cuanto que tal ventaja puede convertirse en poder militar y por ello, en
una amenaza a su seguridad. Los liberales sostienen por el contrario,
que esta preocupación por las ganancias relativas cede en varias
circunstancias, por ejemplo cuando los participantes son numerosos, o
cuando la probabilidad de guerra entre los Estados es baja. Respecto a
la cuestión de las instituciones, ya vimos la opinión negativa de los
autores clásicos respecto a las organizaciones internacionales de su
época. Tal opinión es rebatida por las perspectivas institucionalistas,
que afirman el rol de los regímenes, las organizaciones y las
convenciones internacionales para atenuar los efectos de la anarquía en
el sistema. Esta crítica también será profundizada en el capítulo 6, al
presentar la teoría institucionalista neoliberal.

Conclusiones
Como señala Grieco (1997), la fuerza del Realismo reside en su capacidad
de explicar las continuidades y algunos aspectos dinámicos importantes de
la realidad internacional. Sus debilidades residen por su parte, en la
existencia de ciertas cuestiones irresueltas en el núcleo de la teoría, con la

Teoría de las Relaciones Internacionales – María Cecilia Caro Leopoldo | 14


consiguiente necesidad de nuevos desarrollos teóricos para subsanar estos
vicios.
Resulta innegable que aunque muchas de las premisas del Realismo son
tachadas de obsoletas, ambiguas o inadecuadas para analizar el actual
sistema internacional, dicha corriente no pierde vigencia en muchos
aspectos, debido a que dos de sus principales postulados siguen estando en
la actualidad más vigentes que nunca: la importancia de la acción política
de los Estados y el uso de la fuerza militar.
La vigencia de ambos postulados queda demostrada con la intervención
militar de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán en el 2001, Irak en el
2003 y Libia en el 2011, la larga ocupación israelí de los territorios
palestinos y su guerra contra el Hezbollah en el 2006, la larga ocupación de
China en el Tíbet y la de Rusia en la región de Chechenia, además de su
guerra relámpago contra Georgia en el 2008.
¿Qué sería de una potencia meramente económica, si no tuviera el apoyo de
su fuerza militar, o alianzas militares sobresalientes? El poder económico,
la globalización y el desarrollo tecnológico, son claramente respaldados por
el poder militar, y para ello, las intervenciones armadas son ejes
impulsores; de allí que en plena posmodernidad, los ejércitos sigan
enfrentándose de manera constante en diversas regiones del planeta.

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Bibliografía Lectura 2
 CARR, E. H. (2004). La Crisis de los Veinte Años. Madrid: Ediciones de
La Catarata. Capítulos 1, 2, 5 y 6.
 GRIECO, J. (1997). Realist International Theory and the Study of World
Politics. En: G. J. Ikenberry y M. Doyle. New Thinking in International
Relations Theory. (pp. 163-201). Boulder, Co: Westview Press.
 MORGENTHAU, H. (1986). Política entre las Naciones. La Lucha por
el Poder y la Paz. Buenos Aires: GEL. Primera Parte y Capítulo 24.

www.uesiglo21.edu.ar

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