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La megaminería y sus resistencias

Doctora en Ciencias Sociales y Humanas y licenciada en Diagnóstico y Gestión


Ambiental, Wagner estudia los procesos de movilización social de las poblaciones
afectadas por los grandes emprendimientos mineros. El impacto ambiental y los
conflictos.

Lucrecia Wagner explica cómo los vecinos se reúnen, buscan información acerca de la minera y se forman
asambleas de discusión. Imagen: Jorge Larrosa

Lucrecia Wagner es doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional


de Quilmes (UNQ) y licenciada en Diagnóstico y Gestión Ambiental por la Universidad
Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (Unicen). Como investigadora de
Conicet, focalizó sus estudios en el análisis de la megaminería, una actividad que causa un
gran impacto ambiental y genera procesos de movilización y resistencia en las poblaciones
afectadas.

El desarrollo de proyectos mineros a gran escala motivados por la llegada de inversiones


extranjeras se produjo en los ’90, en un marco de desregulación económica y
flexibilización laboral. A partir de 2005, se visibilizaron los conflictos por el dominio de los
yacimientos y la problemática tomó relevancia pública.

En este sentido, la emergencia de los debates realizados en los medios de comunicación


impulsó el desplazamiento de voces civiles –en el pasado, periféricas– hacia el centro de la
escena social. Durante la última década, especialistas en medioambiente promovieron
foros de discusión y fomentaron instancias de participación ciudadana en las diferentes
regiones de la nación. Ello, en última instancia, generó la sanción de normativas
restrictivas por parte de las legislaturas provinciales respecto de la actividad minera.
–¿Por qué escogió el análisis de los problemas ambientales como objeto de estudio?

–A mí, desde niña, me gustaron los temas ambientales vinculados con la ecología. De
modo que cuando fui al colegio secundario hice la orientación en exactas y naturales, y la
profesora de ciencias naturales me sugirió la posibilidad de realizar la licenciatura en
Diagnóstico en Gestión Ambiental en Unicen. La carrera, cuando la cursé, era muy nueva;
tanto es así que soy la séptima graduada. Se trata de un mix de temáticas y perspectivas
que combina asignaturas como geología, recursos biológicos y geomorfología, así como
también incluye materias de corte social como antropología y sociología. Ello conformó un
híbrido que me ayudó a desarrollar una mirada sobre la problemática ambiental compleja
y amplia. Cuando me recibí, gané la beca de Conicet y me presenté con el objetivo de
estudiar conflictos ambientales en Argentina y los modos de organización y resistencia de
las comunidades afectadas. Así es como comencé a observar casos de minería de canteras
como ocurría en Esquel (Chubut), que significó el primer impulso para el análisis de la
minería a gran escala.

–Pero, entre tantos conflictos ambientales, ¿por qué le llamó la atención la minería en
particular?

–La minería me llamaba la atención porque yo advertía que se trataba de un recurso no


renovable que comprometía el futuro de las generaciones próximas y que permitía ver, en
especial, el modo en que las sociedades se movilizan para defender su patrimonio. Me
interesaba el caso de Catamarca y el desarrollo de la minera La Alumbrera (la primera
minera metalífera grande de Argentina), aunque no existía un conflicto con demasiada
repercusión en 2005. Por esos años, tuve la suerte de leer un trabajo de Diego Bombal –
geógrafo mendocino– sobre superposición de usos del suelo en Mendoza que me abrió la
cabeza. Bombal estudiaba la proliferación de los derechos mineros durante los ’90.

–Tal como ocurrió en otros ámbitos, los ’90 significaron un punto de inflexión en
relación con la ejecución de políticas públicas que instalaron una suerte de
desregulación regulada. ¿Cómo impactó en la minería?

–En los ’90 se sancionó un paquete de leyes que complementaron al Código Minero de
1884. Estas normativas resultaron muy relevantes al abrir las puertas para el desarrollo de
la minería a gran escala, es decir, a la megaminería.

–La megaminería implica el desarrollo de proyectos de grandes dimensiones que


demandan fuentes laborales en localidades cuyos habitantes, muchas veces, se
caracterizan por no tener sus necesidades básicas satisfechas. En este sentido, ¿cuáles
serían los problemas vinculados a la explotación de los recursos mineros? ¿Por qué se
movilizan los vecinos?
–La primera desventaja de la megaminería en el caso argentino, a diferencia de otros
países como Perú, Bolivia y Chile, es que no posee una inserción histórica. Recién en los
’90 se habilita y se impulsa la llegada de inversiones extranjeras para minería a gran
escala. En efecto, si bien hubo otros proyectos, no se trata de una actividad consolidada
en nuestra nación. Por otra parte, al menos en los conflictos que yo estudié, lo que ocurre
como denominador común es que la misma gente que se esperanzó y observó en la
minería la posibilidad de conseguir un empleo y mejorar sus condiciones de vida,
enseguida se decepcionó al notar que los puestos prometidos nunca fueron efectivamente
otorgados. La Alumbrera, en este sentido, representa un antecedente y un ejemplo de esa
desilusión, al ver la realización de inversiones millonarias y ganancias de las que los
ciudadanos nunca participan. Por último, también, tiene importancia el desarrollo de las
comunicaciones a través de Internet. Incluso en 2002 ya existían ciertas redes que
permitían recolectar información de anteriores manifestaciones como producto de
conflictos en naciones vecinas. Experiencias previas de contaminación que fluyen y se
dinamizan, que logran ser comunicadas y sirven como antecedente y como pistas para
emprender acciones de resistencia.

–En relación con el impacto ambiental, ¿cuáles son las principales desventajas de la
megaminería? Tengo entendido que se utilizan grandes volúmenes de agua...

–Sí, se utilizan grandes cantidades. Los yacimientos se localizan cerca de las nacientes de
agua y los pobladores de la zona, en general, tienden a vincular el sitio donde esas
mineras se instalan con la contaminación de las fuentes de agua. Ello, por supuesto, pone
en riesgo a las comunidades que consumen el recurso.

–¿Qué ocurre respecto de la deforestación?

–Las empresas mineras actuales no necesitan encabezar procesos de deforestación


porque se localizan en zonas de altura donde no existen árboles. Por ello, el principal
problema por el que la gente se moviliza es el agua. De todos modos, vale subrayar que la
minera necesita de una infraestructura que puede causar otros impactos ambientales
asociados, como voladuras –que implican contaminación– y materiales necesarios para el
traslado de sustancias requeridas para procesar esos minerales.

–¿Qué cauces siguen las convocatorias y las manifestaciones de los vecinos de las zonas
afectadas?

–En la mayor parte de los casos se trata de gente que vive en las localidades perjudicadas
que comienza a observar movimientos extraños. En general, son pueblos chicos y el
cambio de dinámica que demanda la construcción de nueva infraestructura en sitios que
no son demasiado poblados genera una preocupación. Se empieza a ver personas que no
son del pueblo, grupos de trabajadores contratados que llegan a los yacimientos. Al
principio, la posibilidad de nuevos puestos de trabajo promueve la gestación de grandes
ilusiones que se caen conforme pasa el tiempo. Como dije antes, no son entregados todos
los empleos que en un inicio son prometidos. En este sentido, los vecinos se reúnen,
buscan información acerca de la empresa minera que explotará el yacimiento y se forman
asambleas de discusión. En Chubut, por ejemplo, dio lugar a la formación de los Vecinos
Autoconvocados de Esquel (2003) como el primer antecedente de este tipo de
organizaciones que, luego, se desarrollarán en el país.

–De todas maneras, lo que observaba cuando leía sobre sus investigaciones es que cada
provincia elige sus modos de proceder respecto de la explotación o no de los
yacimientos...

–Sí, claro. Son las provincias las que tienen la decisión de aprobar o no estos proyectos
mineros de acuerdo con la Constitución Nacional. En su artículo Nº 124, la Carta Magna
señala que el dominio de los recursos naturales es provincial. En ellas y, sobre todo, en las
secretarías de Medioambiente recae la responsabilidad de otorgar los permisos para que
los planes de minería a gran escala se desarrollen.

Fuente
Esteban, P. (5 de noviembre de 2014). La megaminería y sus resistencias. Publicado en: PÁGINA 12
05/11/2014. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/diario/ciencia/19-259108-2014-11-
05.html

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