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Dado este fenómeno de relatos sobre nacimientos e infancias prodigiosos, compuestos para

celebrar a antiguos héroes tanto judíos como paganos, es preciso acercarse con cautela a los
relatos de la infancia contenidos en los capítulos 1-2 de Mateo y Lucas. Tal cautela no debe
significar una prevención contra lo sobrenatural que lleve a rechazar a priori toda
intervención extraordinaria de Dios en la historia humana.1

Las líneas generales de la primitiva predicación cristiana, que se reflejan en los Evangelios
de Marcos y Juan, en los sermones de Hechos y en los credos e himnos primitivos de las
epístolas neotestamentarias, no recogen nada de los acontecimientos de los relatos de la
infancia. Incluso cuando se afirma la preexistencia y la encarnación (como en Jn.1:1-18 y
Fil.2:6-11), el texto salta inmediatamente a Jesús adulto y, por lo general, crucificado.2

En segundo lugar, mientras que algunos testigos oculares del ministerio público de Jesús
fueron luego destacados dirigentes de la Iglesia primitiva, casi todos los testigos de los
eventos relativos al nacimiento de Jesús habían muerto o en todo caso no estaban
disponibles para la Iglesia primitiva cuando ésta formuló las tradiciones de la infancia
subyacentes a Mt.1-2 y Lc.1-2. Zacarías, Isabel, Juan Bautista, José, Simeón, Ana, Herodes,
los Magos y los pastores de Belén o se habían ido tal vez de este mundo o no se hallaban
"en condiciones de declarar" cuando se desarrollaron las tradiciones de la infancia en las
dos primeras generaciones cristianas.3

Nos quedamos, pues, con una clara conclusión: las tradiciones subyacentes a los relatos de
la infancia difieren esencialmente de las del ministerio público y la pasión. En lo que
respecta a los relatos de la infancia, no podemos identificar a ningún testigo ocular de los
acontecimientos originales que pudiera haber actuado como fuente fiable en la Iglesia
primitiva. No es tal el caso del ministerio público ni de la pasión.4

REFERENTE A LOS DOS RELATOS DE MT.1-2 Y LC.1-2: Ambos textos parecen, en


gran parte, productos de la reflexión cristiana primitiva sobre el significado salvífico de
Jesucristo a la luz de las profecías del AT…. Tales coincidencias en dos relatos

1
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 201.
2
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 202.
3
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 202.
4
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, pp. 203-204.
independientes y marcadamente discrepantes se remontarían, como mínimo, a una tradición
primitiva y no serían creación de los evangelistas.5

La razón de que los autores de los evangelios apócrifos de la infancia (como el Evangelio
de la Infancia de Tomás) y las novelas modernas se hayan centrado en la llamada "vida
oculta" de Jesús en Nazaret es que ésta les permite dar rienda suelta a su imaginación
(piadosa o impía) sin hechos que la refrenen. ¿Resultado de ello?: ficción a granel e historia
especiosa.6

… que Jesús como niño y adolescente experimentó un desarrollo físico, sexual, intelectual
y religioso es algo que se presupone por las leyes de la naturaleza y por analogía histórica.
No solamente no hay nada en el NT que contradiga tal presuposición, sino que existen
algunos textos que indican justamente esa maduración normal: «el niño iba creciendo y
robusteciéndose» (Lc.2:40); «Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios
y de los hombres» (Lc.2.52); «[Jesús] tenía que parecerse en todo a sus hermanos [= los
seres humanos]» (Heb.2:17; cf. 4:15). Aunque, a veces, la teología posterior ha tratado de
restringir el alcance de esta última y rotunda manifestación, la misma teología cristiana
afirma en sus momentos de mayor inspiración que, con excepción del pecado, Jesús vivió
todas las experiencias esenciales por las que pasa el ser humano durante su desarrollo físico
y psicológico. Así pues, no hay conflicto entre el uso general de la analogía histórica y los
puntos de vista de la teología cristiana.7

Por ser Jesús primogénito, José le habría dedicado especial atención, no sólo en la cuestión
práctica de enseñarle el propio oficio no, sino también formándolo en las tradiciones
religiosas y en los textos del judaísmo… Sin embargo, las noticias sobre la habilidad de
Jesús al debatir interpretaciones de la Escritura y de la halaká con devotos fariseos, escribas
profesionales y autoridades de Jerusalén tanto en la sinagoga como en el templo abogan por
cierta capacidad de lectura de los textos sagrados, que Jesús habría recibido directamente de
José o de algún judío con mayor instrucción buscado para ese fin. Aparte de José, el más
posible conducto de educación sería la sinagoga de Nazaret, que acaso funcionaba a la vez
como una especie de "escuela elemental" religiosa.8

Resumiendo: los distintos textos de los Evangelios prueban muy poco sobre la
alfabetización de Jesús. Sin embargo, la argumentación indirecta basada en la convergencia
de varias líneas de probabilidad nos lleva a pensar que Jesús, de hecho, sabía leer y escribir.

5
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 206.
6
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 243.
7
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 244.
8
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 266.
Como hemos visto, las consideraciones generales sobre el judaísmo palestino del siglo I,
más el testimonio coincidente de las distintas corrientes de la tradición evangélica, junto
con la aportación indirecta de Jn.7:15, hacen plausible que Jesús supiera leer las Escrituras
hebreas y mantener debates sobre su significado. Por tanto, tuvo un considerable
conocimiento del hebreo y, afortiori, del arameo, la lengua que hablaba usualmente.9

De todo esto se desprende la natural conclusión de que, en algún momento de su infancia o


primera juventud, Jesús aprendió a leer y explicar las Escrituras hebreas. Lo más probable
es que esto sucediese -o al menos tuviera comienzo- en la sinagoga de Nazaret. Sin
embargo, no hay indicios de que recibiera una enseñanza superior en algún centro urbano
como Jerusalén; de hecho, Jn.7:15 parece confirmar explícitamente esa carencia. Por tanto,
esto nos lleva a suponer en Jesús un alto grado de talento natural, quizá de genialidad, que
compensaba muy sobradamente el bajo nivel de su educación formal.10

El hecho de que José esté llamativamente ausente durante el ministerio público encuentra
su mejor explicación en la idea tradicional de que ya había muerto.11

La madre, hermanos y hermanas de Jesús vivían todavía en la época del ministerio, aunque
no sin cierta tensión entre Jesús y ellos. Algún evangelista nos dice específicamente que la
familia consideraba loco a Jesús (Mc.3:21), o que sus hermanos no creían en él (Jn.7:5), o
que Jesús no accedió a la petición de su familia, que deseaba verle (Mc.3:31-35 parr.). Por
eso, cuando se contempla la historia de la Iglesia primitiva, sorprende sobremanera ver la
presencia prominente de un hermano de Jesús, Santiago, en una arcaica fórmula de fe que
enumera diversos testigos de la resurrección (l Cor.15:7) y en la dirección de la iglesia de
Jerusalén (Gál.1:19; 2:9-12; Hch.15:13-21; 21:18), junto con otros miembros de la familia
que siguen sus pasos.12

Pese a curiosas hipótesis sobre un Jesús maestro de obras muy viajero o empapado de
drama griego en el teatro de Séforis, todos los indicios apuntan hacia una adolescencia y
juventud sin sucesos relevantes, que Jesús pasó trabajando como carpintero en Nazaret. Por
intrigante que resulte el silencio de los Evangelios sobre la "vida oculta" de Jesús, puede

9
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 267.
10
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, pp. 267-268.
11
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 358.
12
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 358.
tener una explicación muy simple: no aconteció gran cosa. El retoño del tronco de David se
iba desarrollando lenta y calladamente.13

13
MEIER, John P. Un judío marginal. Las raíces del problema y la persona. Tomo I. Estella (Navarra), España:
Editorial Verbo Divino, 1998, p. 360.

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