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I. CAPÍTULO 2.


El escritor presenta la primera de una serie de advertencias que apunta el libro. Si los que
desobedecieron a las revelaciones más antiguas no lograron impedir la ira de Dios mediada por los
ángeles, ¿cómo pudiera alguien, que ignora la gran salvación anunciada por el Hijo de Dios, suponer
que tiene condiciones de escapar del juicio? (2:1-4). En este momento, el escritor vuele al tema de la
superioridad de Jesucristo. Cristo asumió su humanidad y, en el proceso, temporalmente, se convirtió
en un poco menor que los ángeles, aunque en la creación Dios hubiera anunciado un destino mucho
más grandioso para la humanidad (vv.5-8a). Pero Jesucristo, que sufrió la muerte por nosotros, ahora
es coronado de gloria y de honra. En su exaltación vemos nuestro destino, ya que, a partir de ahí,
comenzamos a ser miembros de la misma familia (vv.8b-15). Cristo asumió la forma humana o,
mediante su sacrificio, nos liberó del temor de la muerte. Él hizo eso, no para ayudar a los ángeles,
sino para socorrer a sus hermanos, por quienes hizo propiciación por sus pecados (vv.16-18). Al
asumir la condición de humano y al humillarse es que Jesucristo puede elevarnos.
Nuestro capítulo se presta a ser dividido en tres grandes párrafos:
1. En el primero (2:1-4) “Cómo escaparemos”, encontramos la primera de una serie de
advertencias solemnes que, como ya hemos dicho, caracterizan a esta epístola. El autor nos
previene contra las terribles consecuencias de descuidar el evangelio.
2. En el segundo (2:5-9) aprendemos que el mundo venidero no está sujeto a los ángeles sino a
Jesús.
El autor destaca que el reino de la humanidad está bajo ese límite y que los ángeles están por
encima de Él. Es así, que a pesar que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, le dio el
dominio (Gn. 1:26, Sal. 8:4-6). Lo que Dios hizo para cumplir su promesa fue enviar a Jesucristo
para que viviera bajo la línea y que, al morir, sea elevado muy por encima de ella, más allá del
propio reino de los ángeles. Al resucitar y ser coronado con gloria y honra. ¡Él también nos
elevó!
3. Y en el tercero (2:10-18) se nos dan varias razones por las cuales convenía que el Hijo eterno
tomara forma humana y sufriera. En el
v.10 Jesucristo tuvo que asumir la forma humana a fin de poder estar calificado para salvar la
humanidad, y así, experimentar la vida como la experimentamos. Como un ser humano, el
sufrimiento de Cristo, no lo hizo mejor, pero estableció su competencia esencial de Salvador.
La humanidad de Cristo, hermanos de una misma familia vv11-18, uno de los más grandes
misterios de todos los tiempos es que Dios, el Hijo, vino al mundo para que en todas las cosas
se hiciera semejante a los hermanos. Decir que Jesús era humano en todas las cosas significa
que, salvo la naturaleza pecaminosa, el Hijo de Dios aceptó nuestras limitaciones y vivió con
las limitaciones. Él experimentó el hambre, la sed, el cansancio, y conoció la soledad. Sintió el
dolor de ser rechazado y la falta de comprensión. Anhelaba las relaciones profundas que
consideramos tan importantes. Muchos pasajes del Antiguo Testamento dejan claro que
Jesucristo era verdaderamente Dios y hombre (Mt. 4:1-2; Lc- 2:52; Jn. 1:14; Rom. 1:2-3;
Hebreos 2:14)
En el v.18 vemos que es poderoso para socorrer. Un sumo sacerdote tendría que ser solidario
con los que representaba delante de Dios. Las experiencias a que Jesús se dejó someter como
ser humano deja claro que entendió muy bien su misión.
La carta a los Hebreos advirtió a los lectores a no volver a su antigua religión. El escritor hizo esto
al mostrar que. Cristo es mayor y el cristianismo es mejor. Cinco veces escribió fuertes advertencias
que también son para nosotros hoy:
1. 2:1-4 Retengan firmemente la fe. No descuiden la salvación de Dios.
2. 3:7-14 Escuchen la voz de dios. No resistan.
3. 4:11 Entren en el reposo de Dios. No desobedezcan.
4. 6:1-6 Sigan adelante. No vuelvan atrás.
5. 10:26-31 No pequen deliberadamente ni menosprecien al Hijo de Dios.
CAPÍTULO 3.-
Por ser Hijo de Dios, Jesucristo es superior a los seres sobrenaturales conocidos como ángeles (cap.1).
Conforme declara el escritor, en calidad de ser humano (cap.2). Jesús también es superior a Moisés
(3:1-6). Este punto es fundamental, ya que ningún ser humano fue tan reverenciado en el judaísmo
como Moisés, el legislador. Esa cuestión también lleva al escritor a añadir una advertencia más. Al
hablar de la época de Moisés, las Escrituras traen a la memoria del pueblo de Dios el hecho de que la
generación del éxodo no podría entrar en la Tierra Prometida debido a su desobediencia (vv.7-11). Su
fracaso en alcanzar la tierra prometida fue porque sus corazones estaban endurecidos por el pecado, al
no responder a la Palabra de Dios transmitida por Moisés. Su error y el juicio que sigue es una
advertencia dirigida a todos los que oyen hoy la Palabra de Dios en sus propios corazones. Quienes no
crean en la Palabra de Dios, ni en la obediencia, jamás experimentarán el reposo hoy.
Moisés y Cristo (3:1-6). En este pasaje a Moisés se le reverencia por su fidelidad como un therapon,
un siervo honrado, con la condición de superior al de un simple esclavo. Cristo también fue fiel, pero
es infinitamente superior a Moisés en los diversos aspectos:
a. Con relación a la casa de Dios, Moisés nada más era un miembro de la familia, pero Cristo fue
el arquitecto, el constructor de la familia (v.3)
b. Con relación a la función, Moisés fue un siervo importante, pero Jesucristo era el Hijo y
heredero.
c. Con relación al ministerio, Moisés hablaba acerca de lo que llegaría a suceder. Jesucristo era el
futuro que él previera.
De todas maneras Jesús, como ser humano, era superior a Moisés, la más importante y gloriosa
personalidad judía.
Antecedentes (3:7-19). Cuando la generación del éxodo liderada por Moisés se acercó por primera vez
a la Tierra Prometida, el pueblo se negó a obedecer el mandato de Dios a entrar. Su rebeldía lo llevó a
un decreto terrible: los israelitas debían vagar por décadas en el desierto hasta que todas las personas
con más de 20 años hubieran muerto. La desobediencia mostró su errar al no confiar en Dios delante
de un enemigo poderoso y condenó a los que se negaron a creer a jamás ver o experimentar el reposo.
Es esa experiencia histórica que el escritor de Hebreos recuerda, y también la aprovecha para una
advertencia. El espíritu de incredulidad y desobediencia, que marcó a hombres y mujeres de la época
de Moisés sin duda impidió que el pueblo contemporáneo del escritor experimentara el reposo
prometido en Cristo.
Voz (3:7). En este pasaje la voz de Dios es cualquier dirección de Dios orientada por las Escrituras o
por las obras del Espíritu por medio de otro creyente. Como es el Espíritu Santo el que habla, los
verdaderos creyentes, al oírlo, reconocerán su voz. Hoy, esa palabra (voz) nos trae a la mente el hecho
de que la voz de Dios es una expresión actual. Podemos conocer su voluntad y oírlo hablar en nuestros
días a través de su Palabra y de otros medios. La clave de la relación personal con Dios es permanecer
sensibles al Espíritu Santo, siempre dispuestos a responder a su llamado.
Reposo (3:11). Se emplea ese vocablo de varias formas en ese pasaje. El ejemplo del reposo es la
ocupación de la Tierra Prometida, la paz y la prosperidad resultantes. Sin embargo, reposo también es
una experiencia interior de paz que se origina en la certidumbre de que somos justos sea donde fuere
que Dios quiera que estemos, para que hagamos su voluntad. Como cristianos, nuestra tarea es de ser
sensibles a la voz de Dios, de responder a ella con obediencia, experimentando así el reposo de Dios.
Incrédulo (3:12). El error de no confiar en Dios fue la raíz que causó la antigua rebeldía de los israelitas.
En toda la Biblia, fe y obediencia están relacionadas, ya que la fe verdadera nos libra de los temores y
tiene como resultado el obedecer a Dios con alegría.
CAPÍTULO 4.-
El escritor da seguimiento a su apremiante discusión acera el reposo constante en el capítulo 3. La
Palabra de Dios llegó a esa generación como ocurrió en el tiempo de Moisés, con una promesa
semejante de reposo. Sin embargo, la promesa no nos hace bien alguno a no ser que, cuando la oímos,
respondamos con fe (4:1-3). El concepto de “reposo” de Dios tiene su origen en la creación, con un
significado fundamental para nosotros, hoy (vv.4-8). Cuando el Antiguo Testamento declara “que Dios
descansó” no quiere decir que el Padre estuviera inactivo, significa que Dios no trabajaba más, ya que,
en su acto de creación, planeó todas las contingencias. No hay problema que lleguemos a afrontar que
Dios no haya tomado previamente la providencia debida para solucionarlo. En este caso, nuestra tarea
no consiste en descubrir nuestras propias respuestas sino en oír su voz, seguros de que Él nos guiará a
su reposo (vv.9-11). ¿Cuántos podemos confiar en la voz de Dios? Totalmente, ya que nada en nuestra
vida está oculto delante de su rostro. Su palabra escudriña todo nuestro ser, no para condenarnos, sino
para que sintamos reposo (vv.12-13). Hecha la advertencia, el escritor nos lleva a recordad una verdad
maravillosa. Por medio de Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, tenemos acceso inmediato a Dios. Si
necesitamos ayuda para encontrar nuestro camino, Él lo hará gratuitamente (vv.14-16).
¿Esfuerzo para entrar en el reposo? (4:11). Antes de cualquier cosa, esas palabras parecen
contradictorias. No obstante, no debemos estar muy preocupados al tratar de encontrar nuestras
propias soluciones, sino concentrarnos en la voz de Dios. No nos apartemos de la cuestión
principal que es la experiencia en Cristo: oír y obedecer a Dios en la medida en que Él nos habla
cada día.
Dar cuentas (4:12-13). El vocablo griego kririkos significa “discernir”. Cuán maravilloso es saber que
la Palabra de Dios alcanza lo más profundo de nuestro ser y se expresa en todas nuestras mayores
necesidades. La voz de Dios es penetrante y su dirección se basa en el absoluto dominio que tiene de
nosotros y de la justicia.
Misericordia (4:16) Misericordia es eleos una compasión tan grande por el sufrimiento de alguien que
hace que la persona procure ayudar. En este caso, la misericordia resulta en fracaso: buscamos a Dios
porque nuestros pecados nos apartaron de Él y del reposo. La maravilla de ese pasaje está precisamente
en ese punto. Porque Jesucristo comprende nuestras debilidades, podemos buscar a Dios sin temor a
encontrar en Él, no una recriminación, sino gracia y misericordia.
Tentado, pero sin pecar (4:15) Hay quien argumenta que, inmune de la naturaleza pecaminosa Jesús no
podría haber sido tentado de la manera tan terrible como acostumbramos a ser torturados. Él tiene eso
en consideración. Veamos quién entiende más de sufrimiento: ¿Alguien que, al ser torturado, se da por
vencido y cuenta todo a sus captores, o la persona que resiste a pesar de seguir siendo torturado?
Nosotros, que tan fácilmente cedemos a la tentación, no podemos imaginar cuán fuerte puede ser.
Jesucristo, que jamás cedió, sabe qué es eso.
Jesucristo, el sumo sacerdote (4:14-5:10) Jesucristo tomó para sí todas las funciones sacerdotales del
Antiguo Testamento y complementó su misión. Jesucristo salva plenamente a quienes lo buscan porque,
a diferencia de los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento. Él vive para interceder por nosotros (Heb.
7:25). Jesucristo no tiene que hacer sacrificios repetitivos, ya que dio la salvación eterna con un solo
sacrificio, el de sí mismo (7:26-8:2). Él cumple todo respecto al sacerdocio del Antiguo Testamento,
actuando como el único Mediador capaz de llevarnos a una completa e integral relación con Dios.
CAPÍTULO 6.-
El escritor continúa la advertencia dirigida a los que, aunque enseñen a los creyentes, no alcanzado
la madurez (cf. 5:11-14). Está echado el cimiento de los principios elementales. Maduramos por la
construcción sobre ellos, no volviendo repetidas veces (6:1-3). La apostasía no está en cuestión. ¿Qué
debiera hacer una persona que recibió el don celestial con la participación del Espíritu Santo para volver
a comenzar? ¿Volver a crucificar a Cristo? ¡Qué desgracia sería eso! (vv. 4-6). Los cristianos son como
la tierra sembrada sobre la cual el Señor derrama la lluvia. Se nos proyecta para producir una buena
cosecha, no de espinos (vv. 7-8). El escritor está seguro de que sus lectores judíos cristianos no
representan una tierra inservible, ya que sencillamente desea estimularlos a ser diligentes (vv. 9-12).
Él también quiere reanimarlos y, con eso, les recuerda que su salvación está garantizada por la
promesa que no puede mentir de un Dios y de que su promesa fue confirmada con juramento. Cual un
ancla del alma, en ella nos apoyamos quienes creemos en Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote (vv.
13-20).
Versículos claves: 6:17-18. Esté seguro.

Aplicación personal: Nuestra salvación es un cimiento que ha de construirse, no un andamio vacilante


donde se camina receloso.
Conceptos claves: Arrepentimiento, bautismo, resurrección, juicio, fructífero, salvación, pacto y
esperanza.

COMENTARIOS
Retrospectiva. Los judíos creyentes, a quienes se dirige esta carta, acabaron por abandonar los
rituales y las prácticas de fe que les fueron transmitidas por sus antepasados. El escritor los describe
como quienes, maravillados, reexaminan las enseñanzas fundamentales del cristianismo y del
crecimiento en madurez, en vez de aceptarlo sencillamente. Según el ejemplo de algunos hoy día, ellos
aceptaron a Cristo, pero siguieron inseguros de su salvación. Temerosos, recordaron el pasado. Este
capítulo les trae a la memoria el hecho de que la salvación fue conquistada para nosotros por el Hijo de
Dios crucificado y reposa en la promesa de un Dios que no puede mentir. Con un ancla como esa,
cualquier creyente puede mirar con confianza hacia el futuro y crecer en la madurez.

Probaron el don celestial (6:4-5). Algunos ponen en duda si el “probar” en el texto implica el
hecho de que el escritor está dirigiéndose a incrédulos. No obstante, el verbo “probar”, en el Antiguo
Testamento y Nuevo Testamento, se emplea por la experiencia consciente de las realidades divinas.
Ante eso, el salmista así se manifiesta: “¡Oh! Prueben y vean que el Señor es bueno” (Sal. 34:8). El
probar no se emplea en contraste con compartir; sino que está dirigido a los verdaderos creyentes.

Apostasía (6:6). La palabra griega, parapiipto, #cayeron”, se emplea solamente en este versículo
en todo el Nuevo Testamento. El escritor presenta un caso hipotético para los judíos cristianos. Si
volvieren al judaísmo y después cambian una vez más de opinión, ¿qué debían hacer? ¿Debían
crucificar a Jesucristo una vez más, aunque su muerte expiatoria hubiera sido suficiente? ¡Imposible!
Hebreos 6:9 deja claro que el escritor no considera esos creyentes perdidos, aunque los confronte. A
fin de mostrarse fructíferos para Dios deben comprender que, una vez puesta la confianza en Cristo, no
hay necesidad alguna de volver a las enseñanzas fundamentales. Como entraron por la única puerta de
salvación, que es dios a través de Su Hijo Unigénito (Jn 10:9), no deben titubear ni mirar atrás.

Tierra quemada (6:8). Los agricultores tienen la costumbre de quemar los espinos y las hierbas
dañinas que crecen en tierras improductivas. Al cultivar la tierra, las cenizas, se aprovechan para
enriquecer el suelo y posibilitar una cosecha mejor. La retórica no contrapone cielo e infierno, sino la
experiencia de tierra productiva e improductiva.

Juramento (6:16). El vocablo griego horkos indica una garantía solemne, legal, la promesa de que
la persona mantendrá el compromiso. Muchos pasajes del Nuevo Testamento se refieren al juramento
de Dios con promesa (Lc. 1:73; Hch. 2.30, He. 3:11; 4:3; 7:20-22, 28). Su propósito es el de destacar
sus intenciones y proporcionarnos bases sólidas en la creencia de que todas sus promesas serán
realizadas. Aquí el compromiso es confirmado por la promesa de Dios de salvar a los que creen en
Jesucristo. Poseyendo la promesa de Dios, nada tenemos que temer o dudar.

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