La Prensa 15/12/2013
“Históricamente las grandes fuentes de agua han sido vistas como vertederos
naturales”, explica Milton Camacho, ambientalista nicaragüense.
El error es repetido una y otra vez, pues lo sucedido con el Xolotlán se trasladó
hacia el Gran Lago o Lago Cocibolca, que a diario recibe desperdicios de los
habitantes de Granada y de las comunidades asentadas a sus orillas, y también
absorbe los sedimentos y químicos de las haciendas establecidas en sus cuencas.
De este punto parten otras tristes historias, como la de las dos plantas coreanas
instaladas en el Cocibolca en los años 1960 para la caza del tiburón toro, las
afectaciones producidas en el auge del algodón, los cultivos de palma africana y
otras más.
“Los gobiernos solo piensan en la ganancias rápidas que dejarán estas empresas,
pero al final es mayor el costo que termina pagando el país en salud, en pérdida de
tierra productiva, en la pérdida de recursos hídricos”, señala el ecólogo Fabio
Buitrago.
Los embates en el Cocibolca y Xolotlán son los más fáciles de percibir, pero al
tomar en cuenta otras atrocidades contra el ambiente parece no ser suficiente para
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Además de las aguas servidas, los niveles críticos de contaminación también han
sido causados por empresas como Pennwalt, que producía soda cáustica y vertió
mercurio en el lago en los años setenta.
Kamilo Lara, ambientalista nacional, dice que en la bahía de Miraflor aún existe
alta concentración de desperdicios de esta empresa, los que es materia pendiente
para las autoridades locales y nacionales.
Además del coste turístico, con la desaparición de este espécimen “se produjo un
desequilibrio en la población de peces, que a la vez influye en el deterioro de la
calidad de agua”, según Fabio Buitrago, ecólogo nicaragüense.
3. Palma devastadora
El aceite que usa para freír los huevos por la mañana, el jabón con el que limpia su
cuerpo cuando se baña e incluso la grasa lubricante que le pone a su auto, bien
pueden tener su procedencia del aceite de la palma africana o palma del aceite.
Esta planta resulta ser de gran utilidad, y los productos que se derivan de ella nos
son esenciales. Pero el costo es alto.
En los 90, con los buenos resultados de la producción inicial en Río San Juan, se
extendió el cultivo a la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN), en la zona
de Laguna de Perlas, donde se depredó una gran zona boscosa de la reserva Indio
Maíz, la segunda más importante de la nación.
El resultado fue una gran pérdida del bosque, pero este no es el único impacto
negativo de la producción de la palma, ya que para su cultivo ha sido necesaria la
desviación de cursos de agua.
Es así que, por la búsqueda del aumento de las ganancias, se logró aumentar la
sedimentación por la llegada de caudales antes inexistentes a algunos sitios.
Asimismo, por la creciente producción de esta planta se secaron pequeños ríos.
La fauna fue otra gran perdedora, pues los hogares de los monos, venados,
serpientes y otras especies más, fueron arrasados, para darle lugar a la palma
bendita.
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4. Veneno en occidente
Muchos recuerdan los años en los que Nicaragua era el mayor productor de
algodón de la región. Fue en la década de 1970, que el gobierno de Somoza puso
a la vanguardia la producción y exportación de este producto.
Alrededor de 200,000 manzanas fueron deforestadas para darle paso a las plantas
y, aunque en los años 80 el número bajó a 80,000, en un periodo de
aproximadamente diez años, Chinandega y León vieron perdidos los bellos
bosques que aún le quedaban. Eso no fue lo peor.
Gracias a la tierra volcánica que predomina en el occidente del país, esta zona es
una de las de mayor infiltración de agua, explica el ecólogo Fabio Buitrago, y por
lo tanto la convierte en una de las más grandes reservas subterráneas del país.
Pero en el afán de la gran producción algodonera, los suelos fueron envenenados
con un variado cóctel de químicos, principalmente fertilizantes, que rápidamente
invadieron las fuentes de agua llevando consigo la muerte.
Con el fin de la era revolucionaria se acabó el sueño del algodón, pero este fue
suplantado con otros cultivos, igual de invasivos y con el mismo impacto
contaminante. Se trata del plátano, que no solo ha tenido un costo ambiental, sino
también es la causa de una de las más grandes tragedias en temas de salud.
5. Sueño de grandeza
La dictadura Somoza, con Luis y Anastasio tomando las riendas tras la muerte de
su papá, impuso una política de gobierno para volver a Nicaragua el “Granero de
Centroamérica”, a partir de los años de 1950.
Para el ecólogo Fabio Buitrago, la peor herencia de esta época fue la imposición
de términos utilizados hasta hoy por banqueros y autoridades: tierra inculta u
ociosa.
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“Cuál es la tierra ociosa para ellos, los bosques y bajo esa lógica se sigue rigiendo
el sistema actual”, expresa Buitrago.
6. La invasión de la tilapia
En Centroamérica florecía un nuevo negocio, la exportación de tilapia, un pez cuyo
origen se encuentra en África, el continente de mayor diversidad en fauna.
Fue entre 1983 y 1984 que el gobierno sandinista coqueteó con la producción de
la tilapia en Nicaragua, seducido por el éxito de otros países de la región, como
Honduras.
Pero fue hasta en los años 2000 que la empresa Mares Nica Noruegos SA introdujo
al país la producción industrializada de este pez. La razón de la llegada de esta
empresa, durante el gobierno de Enrique Bolaños, fue la cada vez más creciente
comercialización del pez.
Hasta el día de hoy, los diversos gobiernos no han tomado en cuenta esta
recomendación, por lo que podríamos estar frente a un agonizante ecosistema
acuático nicaragüense.
El mismo Somoza era dueño de una de las primeras granjas, ubicadas en Puerto
Morazán, aunque la producción pronto se extendió al Estero Real.
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En un lapso de 10 a 15 años, los cultivos de camarón lograron modificar el
ambiente que a la naturaleza le pudo llevar al menos 300 años: los manglares.
La pesca artesanal en esta área se vería erradicada por completo, los peces morirían
y las mismas granjas de apicultura entrarían en declive, según el ambientalista
Milton Camacho.
Todo esto pasará si no es que antes se pierde la vida acuática en el Estero Real, en
cuyas aguas son vertidos diversos químicos utilizados para la alimentación y el
cuido de la salud de los camarones, que le roban el oxígeno a los peces y a las
demás especies acuáticas que habitan en estas aguas.
Con un nulo conocimiento sobre las buenas prácticas ambientales que hoy son
utilizadas, la depredación ha causado sedimentación y contaminación en el
Cocibolca, la joya de los recursos naturales de la nación.
El volumen del lago aún soporta esta carga, pero tres cuartas partes de la cobertura
boscosa natural de la zona (según el ecólogo Fabio Buitrago) fue suplantada por
pastizales y haciendas, lo que causa una pérdida progresiva del mismo.