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Caminar en el Espíritu
NIVELES DE CATEQUESIS
1. VIDA NUEVA.
2. PUEBLO DE DIOS.
3. SEGUIMIENTO DE JESUS.
4. CAMINAR EN EL ESPIRITU.
5. ESTAN EN EL MUNDO.
7. MISION EN LA IGLESIA.
8. MISION EN EL MUNDO.
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Caminar en el Espíritu
INTRODUCCION.
Este cuarto nivel de Catequesis se llama Ser hombre espiritual es ser lleno,
Caminar en el Espíritu, y se da después de ungido y gobernado por el Espíritu, de tal
“seguimiento de Jesús”. manera que nuestro pensar, juzgar, desear,
actuar y reaccionar sea en el Espíritu y no
Es importante ubicar las dos relaciones en la carne.
importantes en crecimiento en la Vida
nueva: Es vivir con criterios evangélicos y no
- Seguimiento de Jesús, como discípulos mundanos, a la luz de una fe viva y por
que caminan siguiendo las huellas de amor, y no con procesos meramente
Jesús: Secuela Christi. racionalistas.
- Caminar en el Espíritu, como dice San El curso consta de seis bloques, con
Pablo: “Si por el-Espíritu tenemos vida, cuatro temas cada uno, por tanto 24
caminemos en el Espíritu. temas para un año completo. Cada bloque
tiene una unidad temática. Cada tema
En el curso de Seguimiento de Jesús se nos es para dos sesiones. La primera semana
invito a relacionarnos con cada Persona se insiste en la doctrina y la siguiente en
divina, buscando mantener en todo la vivencia.
momento esa relación.
Primero son verdades, luego vida;
En este curso de Caminar en el Espíritu conceptos, y luego vivencia; doctrina, y
queremos descubrir lo que significa ser luego aplicación de vida.
hombres espirituales y no carnales, para
ello necesitamos comprender los conceptos Los seis bloques de este cuarto nivel son:
bíblicos relativos a esto en el Nuevo
Testamento y particularmente en San Pablo. 1. CARNE Y ESPIRITU.
2. CRUCIFICAR LA CARNE.
3. CAMINAR EN EL ESPIRITU.
4. VIRTUDES TEOLOGALES.
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Caminar en el Espíritu
5. VIRTUDES MORALES.
6. NUEVA JUSTICIA.
BLOQUE I
CARNE Y ESPIRITU
INTRODUCCION
Carne y Espíritu son conceptos que se contraponen. En este bloque se trata de explicar para
Testamento y particularmente en San Pablo; y saber qué es el hombre psíquico o natural, con
matiz diferente del hombre carnal. Se concluye con lo que es el hombre espiritual.
3. HOMBRE CARNAL
4. HOMBRE ESPIRITUAL
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Caminar en el Espíritu
En la Biblia en el ser humano hay tres dimensiones: cuerpo, alma y espíritu, y no sólo dos,
cuerpo y alma, como en la filosofía griega.
El espíritu, en el Nuevo Testamento, es algo diferente del alma, como lo encontramos: “Que
el Dios de la paz, los santifique plenamente, y que todo su ser, el cuerpo, el alma y el
espíritu, se conserve puro y sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo” 1
Tes 5, 23. San Pablo habla de tres aspectos diferentes entre sí.
CUERPO:
El cuerpo humano es el organismo con todo lo que implica: sus partes, sistemas, órganos,
miembros, tejidos, células, en su anatomía y en su fisiología: y las sensaciones, el
conocimiento sensible de los sentidos externos que son como las “ventanas al mundo
exterior”. Son de forma global todas las funciones orgánicas, y en lo que el alma participa
más: los sentidos, las sensaciones y los sentimientos.
ALMA:
El alma es principio de vida y cohesión de los elementos físicos y químicos. Y en los niveles
superiores, principio de movimiento y de conocimiento. Y es una realidad inmaterial. En el
sentido tradicional hebreo, el alma es el soplo viviente. “Yahvéh Dios formó al hombre con
polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre alma viviente”
Gen 2,7. Aquí aparece la intervención directa de Dios para dar vida al cuerpo humano.
Los griegos llamaron al alma yvxn -Psijé. Esta es la palabra que establecieron para
llamar a esa realidad que está dentro, no sólo del ser humano, sino de todo ser vivo: plantas,
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Caminar en el Espíritu
El mundo exterior se comunica con el cuerpo a través de “ventanas” que son los sentidos: el
cuerpo se comunica con el alma, el alma se comunica con el espíritu, y éste se comunica con
Dios por un lado y con el alma por otro.
ESPIRITU:
El espíritu es diferente del alma, es creado por Dios, también inmaterial o espiritual. El
espíritu es como una especie de facultad de comunicación con Dios.
Las tres: cuerpo, alma, espíritu son realidades distintas en la unidad del ser humano, pero
inseparables. El alma sola es anormal porque fue creada por Dios para que funcione con el
cuerpo, y no separada como en los ángeles.
CARNE:
Carne no es el cuerpo y mucho menos el sexo. Carne o carnal es el ser entero: cuerpo,
alma y espíritu no totalmente sometido al espíritu, y al Espíritu Santo. El plan de Dios es
que el espíritu humano domine al alma, y el alma al cuerpo; todo en unidad armónica. Y el
ser entero sometido a Dios.
Puede el espíritu estar tan débil que de hecho quien gobierna es el alma: la inteligencia:
cultura, filosofía y la voluntad, que decide sin que el Espíritu Santo intervenga. A veces
quien manda es el cuerpo: las pasiones, la comida, la bebida, el sexo, el confort.
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Caminar en el Espíritu
En griego veua es espíritu, vx, alma, óap es carne, y ówua es cuerpo. Hay que
entender lo que significa cada uno de ellos y el contexto en el que se está hablando. Pneuma,
psijé, sarx, soma.
2. HOMBRE NATURAL.
En estos textos encontramos las diferentes formas de interpretar lo que es el hombre natural,
sus consecuencias y sus frutos: 1 Cor 2, 14; 15,44; Sant 3. 15; Judas 1, 19. “¿Qué hombre
conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo,
nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el
espíritu del mundo, sino el espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios
nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de sabiduría
humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales. El hombre
natural no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede
conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgados. En cambio, el hombre espiritual lo
juzga todo; y a él nadie puede juzgarle” 1 Cor 2, 14. En este contexto, San Pablo nos dice
que el hombre psíquico o natural que funciona sólo por la psijé, no por el pneuma, no capta
nada de las realidades de Dios.
En 1 Cor 15, 44 dice: “hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. En efecto,
así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último
Adán, es espíritu que da vida. Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo
natural; luego, lo espiritual. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo,
viene del cielo. Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así
serán los celestes. Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre, llevaremos
también la imagen del celeste”.
San Pablo ubica a Adán como quien tiene vida, y a Jesús como el que produce Vida.
Santiago 3, 15 dice: “¿Hay entre ustedes quien tenga sabiduría o experiencia? Que muestre
por su buena conducta las obras hechas con la dulzura de la sabiduría. Pero si tienen en su
corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no se jacten ni mientan contra la verdad.
Tal sabiduría no desciende de lo alto, es terrena, natural demoníaca”. Por el contexto,
psijicós es contrario a la sabiduría que viene de Dios, es la sabiduría que no viene de lo alto.
Santiago le da tres adjetivos: terrena, no del cielo, natural, es decir, psíquica y no reumática,
y demoníaca. Judas 1, 17 dice: “Ustedes, queridos, acuérdense de las predicciones de los
Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos os decían: “Al fin de los tiempos aparecerán
hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías.” Estos son los que
crean divisiones, viven una vida sólo natural, sin tener el Espíritu”. La palabra “psíquico”,
que viene de alma, es la persona que actúa a partir de su alma, mente y voluntad, sugiere las
reacciones del hombre en su dimensión puramente natural sin permitir que intervenga lo
sobrenatural, el Espíritu de Dios. El hombre puede pensar con su inteligencia y decidir con
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Caminar en el Espíritu
su voluntad, sin depender de Dios, no necesariamente en cosas malas, incluso buenas, pero
sin orar ni consultar con Dios, ni someterse a su voluntad y a sus planes.
3. HOMBRE CARNAL
“Despójense del hombre viejo con sus obras y revístanse del hombre nuevo que se ha
renovado hasta alcanzar un conocimiento perfecto según la imagen de su creador”
Colosenses 3, 9-10.
El hombre creado a imagen de Dios se perdió buscando el conocimiento del bien y del mal
fuera de la voluntad divina, desde entonces, transformado en esclavo del pecado y de sus
apetencias, se convirtió en el hombre viejo condenado a morir. El hombre nuevo recreado en
Cristo, imagen de Dios, vuelve a encontrar la rectitud interior y el verdadero conocimiento
moral.
Los que viven según la carne, desean lo carnal; más los que viven según el espíritu, lo
espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas la del espíritu, vida y paz, ya
que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios, no se someten a la ley de Dios, ni
siquiera pueden; así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios. Más ustedes no
están en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que
no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece.
Si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo haya muerto a causa del pecado, el espíritu es
vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos
habita en ustedes, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a sus
cuerpos mortales. Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según
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Caminar en el Espíritu
la carne, pues, si viven según la carne, morirán. Pero si con el Espíritu hacen morir las obras
de la carne, tendrán vida”. Romanos 8, 5-13.
“Si caminan en el Espíritu, no darán satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la
carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que
son entre sí antagónicos, de forma que no hacen lo que quisieran. Pero, si actúan por el
Espíritu, no están bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son: fornicación, impureza,
libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones,
disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales los
prevengo, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”. Gálatas 5, 16-21.
“El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de sí: contra tales cosas no hay ley. Los que son de Cristo Jesús, han
crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos en el Espíritu,
mantengámonos en el Espíritu”. Gal 5, 16-25.
Tanto las obras vanas como las estériles pueden ser acciones éticamente buenas, como las
acciones naturales, en el trabajo, en la profesión, en la familia, pero que no están sometidas
explícitamente a Dios, ni son iluminadas o movidas por el Espíritu. Cosas éticamente
buenas, pero no tienen valor ni consistencia en el Reino de Dios.
4. HOMBRE ESPIRITUAL
En el contexto bíblico se puede hablar de espíritu en dos sentidos: espíritu con minúscula y
el Espíritu de Dios.
1) El Espíritu es la dimensión espiritual del hombre, creado por Dios, distinto de alma,
sede de la comunión con Dios y tiene diríamos tres acciones básicas: conocimiento,
comunión y conciencia.
2) Espíritu de Dios, que puede ser cualquiera de las tres personas divinas.
Muchas veces se refiere a la tercera persona, que es el Espíritu Santo; pero de cualquier
manera habla de la intervención de Dios.
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Caminar en el Espíritu
Es necesario ver el contexto para saber a qué se está refiriendo, si a la dimensión humana o a
la realidad de Dios: espíritu o Espíritu.
Hombre pneumático, espiritual; es el que tiene una comunicación y comunión intensa con
Dios, y sometido normalmente a Dios.
En el hombre espiritual funciona más el espíritu que el alma, y el espíritu está tan
fortalecido y tiene tanta actividad de comunión con Dios que es quien lleva las riendas del
ser entero. Cuando el espíritu está abierto y alimentado, crece y se fortalece, entonces toma
la dirección del ser humano, y no ya el cuerpo o el alma.
En el alma está la inteligencia que conoce, que busca soluciones, pero que son a veces
falsas, parciales, superficiales y provisorias.
La voluntad es la que decide, pero si está sometida al espíritu, iluminada por la inteligencia
y la fe, movida por el Espíritu Santo, actúa entonces el hombre espiritual.
Para ser hombre espiritual es necesario, en primer lugar, que funciones más el espíritu, en
comunión con Dios, de tal manera que los planteamientos teóricos y luego las decisiones
prácticas y las actuaciones concretas, estén sistemática y ordinariamente sometidas, el
cuerpo al alma, el alma al espíritu, y éste al Espíritu de Dios.
Hay que someter todos los proyectos, todo el orden de nuestra vida, todas las actividades,
cada nuevo día, cada nueva acción, y sobre todo las acciones de orden espiritual. Solo así se
da el crecimiento espiritual y el trabajo en el Reino de Dios, pues cuando actuamos solos, sin
someternos al Espíritu, es obra de la carne.
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Caminar en el Espíritu
BLOQUE II
CRUCIFICAR LA CARNE
Después de haber hablado de la diferencia entre cuerpo, alma y espíritu, carne y espíritu,
El crecimiento o disminución del hombre carnal y del hombre espiritual, del hombre viejo y
Como dos triángulos invertidos, en proporción que decrece el hombre viejo con la carne, en
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Caminar en el Espíritu
5. CRUCIFICAR LA CARNE
“No somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si viven según la carne,
morirán. Pero si con el Espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán” Rom 8, 12-13.
“Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias”
Gal 5, 24. El texto de la palabra de Dios dice crucificar, no dice simplemente dominar o
disminuir, sino aniquilar, dar muerte, total destrucción. Crucificar, en la época de Jesús y
de San Pablo, quería decir simplemente morir.
La carne no tiene remedio, hay que darle tratamiento de muerte para que crezca el hombre
espiritual y podamos revestirnos del hombre nuevo. La Cruz, condición para el
discipulado de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de Mí: niéguese a sí mismo, lleve
cada día su cruz, y sígame” Lc 9, 23. Es mortificación. Esto significa dar muerte, no al
cuerpo, sino a la carne, a todo lo que nos separa de Dios.
Col 2, 6-26 dice: “Vivan según Cristo Jesús, el Señor, tal como le han recibido; enraizados y
edificados en El; apoyados en la fe, tal como se les enseñó, rebosando en acción de gracias.
Miren que nadie los esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en
tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo.
Una vez que han muerto con Cristo al mundo, ¿Por qué sujetarse, como si aún vivieran en
el mundo, a preceptos como: “no tomes”, “no gustes”, “no toques”, cosas todas destinadas
a perecer con el uso, y debidas a preceptos y doctrinas puramente humanos? Tales cosas
tienen una apariencia de sabiduría, por su piedad afectada, sus mortificaciones y rigor
con el cuerpo: pero sin valor alguno contra la insolencia de la carne”.
Sólo la cruz de Jesús como oblación sacerdotal a su Padre, al impulso del Espíritu Santo,
por la salvación del mundo, tiene sentido y valor salvífico. Llevar la cruz cada día,
significa renunciar a toda actuación independiente a la voluntad del Padre, y ofrecer todo lo
que se presente y todo lo que hagamos en unión con la Cruz de Jesús.
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Caminar en el Espíritu
El primer sentido de nuestra cruz diaria es transformar el sufrimiento que existe en el mundo
y que se presenta en nuestra vida, sin rebeldías y abatimientos, y darle un valor de salvación
y redención para el mundo, y de purificación para nosotros, uniéndolo a Jesús y ofreciéndolo
al Padre.
“Si el grano de trigo no muere, queda él solo: pero si muere, da mucho fruto” Jn 12,24.
“Quien quiere encontrar su alma la perderá y el que la pierda por Mí, ese la encontrará”.
El hombre natural no puede aceptar ni vivir la Cruz; sólo el Espíritu Santo nos puede
hacer comprender, aceptar y querer vivir la cruz, uniéndola a Jesús. La cruz, como
sufrimiento, no puede quererse ni buscarse por sí mismo: seria una aberración. Sólo tiene
sentido como exigencia del amor que se olvida de sí mismo por la persona amada, la
negación de sí mismo para agradar en todo al Padre.
Distinguir cuerpo y carne: “Cuidado con engañarse con mortificaciones corporales que son
sabiduría humana, piedad afectada, rigores y mortificaciones con el cuerpo, pero sin poder
alguno contra las insolencias de la carne”. Col 2, 20-23 Hay que dar muerte a la carne no al
cuerpo, se gastan inútilmente energías espirituales mortificando al cuerpo. Lo que Dios nos
pide es darle muerte a la carne, a todo actuar independiente o contrario a la voluntad del
Padre, y a todo aquello que puede ser éticamente bueno, pero que no está totalmente
sometido a Dios.
Crucificar: la muerte de Jesús en la Cruz no es sólo muerte, sino que es oblación salvífica.
Oblación significa: ofrenda, ofrecimiento y es salvífica porque es para salvar. Tenemos que
hacerlo en unión con la cruz de Jesús, la única que tiene valor, y como Él lo hizo: al
impulso del Espíritu se ofreció y se inmoló al Padre para salvación del mundo. Esta misma
debe ser nuestra motivación.
Esto es lo que se llama el espíritu de la Cruz, núcleo del evangelio, y no sólo para los
de las obras de la Cruz, sino para todo cristiano porque es condición para todo discípulo:
“Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y
sígame” Lc 9, 23. “El que no carga su cruz y viene detrás de Mí, no puede ser mi
discípulo” Lc 14, 27.
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Caminar en el Espíritu
San Pablo emplea también los términos: hombre viejo y hombre nuevo. Del hombre viejo no
habla de matar, sino de despojarse, y en relación al segundo: revestirse de.
Se relaciona esto con lo que Jesús dijo a Nicodemo: “es necesario nacer de nuevo”. Un
segundo nacimiento, pero de un orden distinto y superior. Para entrar al Reino de Dios hay
que tener un nuevo nacimiento que nos lleve a una Vida Nueva, y por lo tanto ser hombres
nuevos. San Pablo habla de una “novedad de vida”, que significa caminar en congruencia a
esa vida nueva, y habla de “despojarse” contraponiéndolo a “revestirse” relacionándolo a la
vestimenta.
Cada quien tiene que revisar qué cosas deben de ir cambiando a partir de ese nuevo
nacimiento. Primero evidentemente todo el pecado, pero también todo lo mundano, de todas
aquellas cosas que pueden ser incongruentes para la Nueva Vida. Salir del pecado a la
gracia, de lo malo a lo bueno, pero también de lo bueno a lo mejor; esto implica un cambio
radical, es un permanente despojamiento de la vida antigua y un revestimiento del hombre
nuevo, que en otros términos, es una transformación.
Salir del hombre viejo para llegar al hombre nuevo es evidentemente un proceso progresivo
y gradualizado, de tal manera que llegue un momento en que quede sólo el hombre nuevo.
Este hombre nuevo nos asocia a esa novedad de vida, a la congruencia con la vida nueva: Si
vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. Si por el Espíritu tuvimos
Vida nueva, caminemos en el Espíritu, no según la carne o el hombre viejo, sino según el
hombre nuevo, en novedad de vida con los criterios de las Bienaventuranzas.
7. LIBERADOS Y MUERTOS AL PECADO
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Caminar en el Espíritu
“Liberados de…y muertos al pecado”, es expresión común sobre todo en San Pablo. La
utiliza en pasado, y en futuro, hay una frase típica de él: “Considérense muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús” Rom 6,11.
“Conviértanse, porque ha llegado el Reino de Dios” Mateo 3,2. “El tiempo se ha cumplido,
y el Reino de Dios está cerca: conviértanse y crean en la Buena Nueva”. Marcos 1, 15.
Todo cristiano debe haber pasado por todo esto, pues al encontrar a Jesús, aceptando el
anuncio de la Buena Nueva de la Salvación, ha quedado liberado, y por lo tanto muerto al
pecado.
La Salvación es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero en primer lugar liberación
del pecado y del Maligno.
“Para ser libres nos libertó Cristo, manténganse pues firmes y no se dejen oprimir
nuevamente bajo el yugo de la esclavitud”. Gal 5, 1.
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Caminar en el Espíritu
Somos libres del pecado, para dar gloria y servir a Dios y a los hermanos. Podríamos decir:
esta persona era así, pero ya se murió, esa persona no existe más ahora es una persona
diferente.
Hay que ser liberados del pecado, del hombre viejo, de la carne, y del mundo, que son áreas
y matices diferentes.
Hombre viejo son las actitudes antiguas y los comportamientos que se deben cambiar.
Carne es el ser entero, a la que se le debe dar muerte, a la manera de vivir al margen de Dios
o sin la dependencia de la voluntad del Padre. Significado muy peculiar contrapuesto a
Espíritu.
Mundo son los falsos valores contrarios al Evangelio concentrados en las cuatro Ps: poder,
poseer, placer y parecer.
Pecado es todo aquello que separa y rompe la comunión con Dios. Pecados aislados,
situaciones de pecado y vicios ya habituales.
Analizar cuáles son graves y cuáles son leves, cuáles con más frecuentes, y cuáles
ocasionales, cuáles son causa de otros pecados, cuáles se cometen con mayor conciencia y
consentimiento, y cuáles son por debilidad o inadvertencia.
En nuestros exámenes de conciencia hay que ir hasta la raíz, y a la situación global, con sus
articulaciones para tener una estrategia eficaz de enmienda y corrección.
Mística. La Ascesis es el predominio del esfuerzo de la voluntad del hombre por liberarse
de todo el pecado y lo negativo, Mística es el predominio de los dones del Espíritu Santo
con mayor frecuencia y mayor intensidad. “Los atletas se privan de todo, y eso por una
corona corruptible, nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues yo corro no como
a la ventura, ni peleo como dando golpes al vacío, sino que castigo mi cuerpo y lo someto,
no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado”. 1 Corintios
9, 25-27.
BLOQUE III
CAMINAR EN EL ESPÍRITU.
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Caminar en el Espíritu
INTRODUCCIÓN
Después de dar muerte a las obras de la carne, y despojarse del hombre viejo: liberados de…
y muertos al pecado, en todo ese proceso ascético de purificación, viene el aspecto positivo
inseparable de lo anterior.
No puede vivirse uno sin el otro, son inversamente proporcionales. En la medida que
decrece el hombre carnal, crece el hombre espiritual. Se actúan simultáneamente los dos
aspectos, suprimiendo lo que nos aleja de Dios, se intensifica lo que nos hace crecer.
Este bloque trata sobre ascender en lo positivo. Empleando el lenguaje bíblico sería:
Caminar en el Espíritu.
9. CAMINAR EN EL ESPÍRITU
“No somos deudores de la carne para vivir según la carne”. Rom 8, 12.
18
Caminar en el Espíritu
La vida cristiana es una relación personal con el Dios vivo y Trino, por lo tanto debe haber
referencia explícita a cada persona divina.
En relación al PADRE, vivir como hijos confiados, buscar agradarlo y cumplir en todo su
voluntad.
En relación a JESÚS, caminar de cerca, en su seguimiento como discípulos, viviendo
efectivamente su señorío.
En relación al ESPÍRITU SANTO, siendo dóciles y abiertos a su acción para poder caminar
en Él.
En la multiforme acción del Espíritu, hay tres campos: Vivificador, Congregador y Poder
de Dios.
- Vivificador, en el proceso de conversión prepara la vida: hace reconocerse al pecador,
hacer descubrir y reconocer a Jesús como Salvador, junta pecador con salvador y da la
Vida nueva, y luego la acrecienta como Santificador. Dóciles en la línea de santificación
es caminar en el Espíritu.
- Congregador, congrega y anima a la iglesia como comunión de los Santos. Dejar que lo
haga.
Edificar significa dos cosas: unir, y hacer crecer espiritualmente, con la ayuda unos de
otros, pues los carismas tienen como fin el bien de los demás y de la comunidad. La persona
con una manifestación carismática es sólo un instrumento humano de la acción del Espíritu
que quiere transformar a la comunidad y a la Iglesia. En el orden de la santificación es una
potenciación de la acción del Espíritu Santo y una respuesta más dócil.
Como Vivificador prepara la Vida nueva, la da, y la acrecienta como Santificador. En este
tema veremos lo que hace como Santificador. Para acrecentar la vida nueva, se necesita
estar atento y dócil a las inspiraciones y mociones del Espíritu Santo. La inspiración nos
señala una sugerencia, una indicación, una invitación. La iluminación nos aclara, nos
20
Caminar en el Espíritu
Desgraciadamente a veces nos parece que consultar con Dios no fuera necesario, y por eso
se dan entonces resultados deficientes o mediocres en nuestro crecimiento espiritual y en
nuestro trabajo apostólico. Constantemente tenemos inspiraciones y mociones del Espíritu
Santo. El problema de la mediocridad o debilidad en nuestra vida espiritual es que de hecho
no nos actuamos en un Dios vivo, y nuestra vida espiritual es una vida natural (psíquica), y
por eso no hay crecimiento espiritual. La vida cristiana funcionará en proporción de que
estemos, vivamos y caminemos en el Espíritu, y en la medida en que seamos conscientes
que el Espíritu Santo habla y actúa constantemente en nosotros, de forma directa en nuestro
interior o a través de hechos externos, de personas o acontecimientos. Constantemente nos
está hablando, iluminando, enseñando, invitando, respondiendo, interpelando, pero no nos
actuamos en su presencia. La vida espiritual debería ser demasiado simple, pero el hombre
carnal y el hombre natural dominan la situación. Este Ateísmo práctico es la causa y la raíz
de esta deficiencia espiritual, por no tomar conciencia explícita de la presencia y de la acción
del Espíritu.
11. EN CRISTO
En Cristo, en esa frase sintetiza San Pablo lo que debe ser la vida de un cristiano. “Para
mí la vida es CRISTO” Fil 1. 21. Lo cristocéntrico no funciona sin lo pneumatológico. El
Espíritu Santo produce la vida en Cristo, y hace a Jesús Señor de la persona, de la Iglesia y
de la historia.
21
Caminar en el Espíritu
Jesús es Señor y Salvador. Para nosotros es al contrario: primero es Salvador, y luego Señor.
La acción del Espíritu es descubrir a Jesús, reconocerlo como Salvador, aplicar la salvación
a nosotros. “Todos nosotros, con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo, la
gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos:
por la acción del Espíritu” 2 Cor. 3, 18. “Nadir puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el
Espíritu Santo” 1 Cor 12,3.
El es el que hace comprender la enseñanza de Jesús. “El Paráclito, el Espíritu Santo, que
el Padre enviará en mi nombre, les enseñara todo y les recordará todo lo que Yo les he
dicho” Juan 14, 26. Les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que
aguardasen la Promesa del Padre, serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos
días”. Hch 1, 4-8.
Lo que Jesús quiso decir a sus apóstoles fue que hasta que recibieran el poder que viene de
lo alto iban a entender de qué se trataba todo: quién era El, la misión auténtica de Jesús y la
misión a la que los enviaba. Una de las acciones más importantes del Espíritu Santo como
Santificador es hacer descubrir a Jesús, hacer que las personas y la historia reconozcan el
lugar que le corresponde a Jesús en el plan de la Trinidad, se centren en Él y vivan su
señorío.
Hay tres expresiones en referencia a cada Persona divina, que en el fondo significan lo
mismo: REINO DE DIOS, SEÑORIO DE JESUS, REINADO DEL ESPÍRITU SANTO.
Estar, vivir y permanecer en Cristo implica una relación recíproca: Él en mí, y yo en Él.
Permanezcan en mí, como yo en ustedes. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto
por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí”.
Juan 15, 4-5. Todo el capítulo quince de San Juan, la vid y lo sarmientos, es la descripción
de nuestra vida en Cristo. Ser cristianos es estar en Cristo, es ser discípulos fieles de Jesús.
“Reinado del Espíritu Santo” no es una expresión bíblica, ni del lenguaje tradicional de la
iglesia, sin embargo, es algo que no está a discusión, pues las tres Personas divinas son
Reyes y reinan.
22
Caminar en el Espíritu
En la liturgia todas las oraciones terminan igual: “A ti Padre, por Cristo, que contigo vive y
reina, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos”. En el Credo confesamos:
“Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida…y que con el Padre y el Hijo, recibe una
misma adoración y gloria”.
Señor es lo mismo que Rey, y al reinar tiene un Reinado, que no es un lugar físico, sino la
acción de reinar, de gobernar. La expresión Reinado del Espíritu Santo fue un lenguaje
frecuente en las manifestaciones del Señor a la Sierva de Dios Concepción Cabrera de
Armida cauce de Dios para la Espiritualidad y las Obras de la Cruz. Y el Señor Jesús
mismo pidió a los obispos de México y al Papa la consagración al Espíritu Santo.
De esa petición de consagración brota esta jaculatoria clásica en los Misioneros del Espíritu
Santo: Que viva y reine el Espíritu Santo, y que todo el mundo le sea consagrado.
Revelaciones a Conchita que continúan las de Santa Margarita Ma. De Alacoque. Dijo Jesús
a Conchita: “A través de ella pedí reparación por los pecados, a través de ti pido consuelo a
mi corazón.
El Reinado del Espíritu Santo es importante en nuestra vida cristiana, como preludio de un
Nuevo Pentecostés. Una nueva Epifanía del Espíritu por la evidencia de hechos prodigiosos.
Un nuevo Pentecostés, con los mismos signos y prodigios que el primero, decía Pablo VI en
el Año Santo de 1975.
Es necesario estar sintonizado con el Espíritu Santo, ser dócil a sus inspiraciones y
mociones. Estar, vivir y caminar en el Espíritu Santo, son condiciones para vivir su
reinado.
BLOQUE IV
VIRTUDES TEOLOGALES.
INTRODUCCIÓN
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Caminar en el Espíritu
13. VIVIR EN LA FE
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Caminar en el Espíritu
Carisma de fe: Es uno de los carismas de los que habla san Pablo en 1Cor 12: “A uno
se le da por el Espíritu…a otro, fe, en el mismo Espíritu…” Carisma de fe es la
certeza y seguridad de que Dios va a actuar en una situación determinada.
Fe como fruto del Espíritu: Está entre los frutos del Espíritu Santo que San Pablo
menciona en Gálatas 5,22.
Con esto queda claro que la vida cristiana empieza con la vivencia de la evangelización
kerigmática. Esa es la primera fe de adhesión a Jesús como Persona.
La palabra fe, desde el Antiguo Testamento, también puede entenderse por fidelidad. Se
había de “vivir en la fe”. La expresión vivir en…implica todo el ser y toda la vida, es la
manera en como uno se comporta y se conduce. La consigna es vivir en la fe.
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Caminar en el Espíritu
Las tres virtudes producen la comunicación con Dios, pero la esperanza y la caridad no
funcionan sin la fe, que es como la llave que abre la puerta y pone las condiciones.
No basta tener conocimientos sobre esto, la consigna es vivir en la fe. Hay que aplicar en la
vida todos estos principios.
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Caminar en el Espíritu
una cosa que se ve? Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia”. Esta es la
actitud de la persona ante lo que no ve, y a lo que todavía no está presente.
Dios prometió, y estuvo ahí. El pueblo de Dios confío en la fidelidad de Dios, tiene una
garantía. Garantía que es también prenda, como un adelanto para asegurar que se va a
cumplir. Garantía, prenda, arras.
En el Antiguo como en el Nuevo Testamento se habla también de “en prenda” como una
garantía que Dios me da, cuando ya me dio como adelanto: el Espíritu Santo es la prenda,
la garantía, las arras. San Pablo dice en 2Cor 1, 22: 5,5 que el don del Espíritu, presente ya
en nosotros, son las arras, la garantía, la prenda del regalo final. Decimos que hay que estar
firmes en la esperanza. Para futuro está la garantía de la presencia del poder de Dios.
El cristiano debe estar firme y tener seguridad de todo lo que pueda pasar a futuro, porque
Dios es fiel; ese es el sentido de la virtud de la esperanza. Firmeza es sinónimo de seguridad,
seguridad en la oscuridad, en lo que no tengo todavía en mis manos.
En la virtud de la esperanza siempre hay una forma de oscuridad, porque todavía no está
presente. Hay muchas cosas que no dependen de uno, y sin embargo, hay que tener firmeza;
no por mí, no por los acontecimientos exteriores falibles e inseguros, sino por la fidelidad de
Dios.
Algo semejante sucede en las relaciones humanas donde esperanza es casi sinónimo de
confianza. Uno no confía gratuitamente en otra persona, que no es lo mismo que desconfiar.
No confío porque no la conozco. Confiar en el otro es apoyarse en él con tranquilidad y
seguridad. La confianza real y plena es un fruto maduro que se da después de ejercitarse
mucho tiempo y de un conocimiento del otro por mayor cercanía y mayor trato. La memoria
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Caminar en el Espíritu
nos lleva a la certeza de que Dios no sólo existe, sino que actúa. Entre más conciencia haya
de que Dios actúa en uno mismo y en los otros, más constato la fidelidad de Dios. Como
dice Éxodo 20 “…escucha Israel, yo soy el dios que te sacó de Egipto…” recuerda, no se te
olvide.
Lo que nosotros no debemos de olvidar nunca es como Dios ha actuado en nuestras vidas
siendo siempre fiel a su Alianza. La confianza es un fruto que no se da de la noche a la
mañana y no puede ser firme si no se conoce suficientemente a la otra persona como para
estar seguro de que no me va a fallar.
Dios no puede fallarnos nunca. Por su naturaleza Dios no puede fallar, conoce todo, lo puede
todo, me ama y quiere lo mejor para mí. La firmeza de Dios está fundamentada en la calidad
de Dios mismo, como omnipresente que es, sabe todo en su sabiduría infinita, nada se le
oculta. Es omnipotente y todopoderoso, nada se le impide.
Ser firmes en la esperanza implica conocer a Dios por comunión íntima con Él, y repetición
de actos de confianza. No basta tener o sentir el amor, es necesario expresarlo. Hay que
expresar actos de fe, de amor, de esperanza: “creo en ti…” “espero en ti…” “confío en ti…”
“te amo”. Obviamente esto debe decirse de corazón y no sólo como palabrería hueca. La
inteligencia y la voluntad lo entienden y lo quieren.
Se habla ahora de la tercera virtud teologal, el amor en sus dos dimensiones: a Dios y al
prójimo. Hacemos alusión explícita a ese texto clásico del Deuteronomio 6, 4-6 “Escucha
Israel”, Yahvé tu Dios es el único Señor, y por eso, amarás al Señor tu Dios con todo tu
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Caminar en el Espíritu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Y como consecuencia el catecismo añade:
“Y sobre todas las cosas”.
La versión inicial de este mandamiento en el libro del Éxodo, cuando Dios entrega a Moisés
el Decálogo fue: “No habrá para ti otros dioses de Mí. No te harás escultura ni imagen
alguna. No te postrarás ante ellas ni les darás culto”. Ex 20, 35. La esencia de este mandato
es la proscripción de la idolatría y del politeísmo.
“Escucha, Israel: Yahvéh nuestro Dios es el único Señor. Amarás a Yahvéh, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Queden en tu corazón estas
palabras. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas
de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como
una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas”.
Deuteronomio 6, 4-9. Amar a Dios con el ser entero es una relación de amor personal.
Como relación interpersonal de un Yo y Tú, sólo que ese Tú divino son tres personas.
Relación con el único Dios, porque no había sido revelada la trinidad de personas. La
comprensión exacta y precisa de las tres Personas fue muy progresiva, sólo hasta el Nuevo
Testamento, sobre todo en San Juan, está ya clara la pre-existencia eterna del Verbo de Dios.
La revelación de las tres personas divinas implica tener una relación personal con cada una
de ellas. Tener un amor con el ser entero significa que debe ser con todo tu corazón, con toda
tu mente, con todas tus fuerzas.
La palabra corazón en la Biblia es el núcleo profundo del ser. Con todo tu corazón debe
significar, que parte desde lo más profundo, e impregna todo el ser. Con toda tu mente, el
conocimiento, la ubicación hacia quien nos dirigimos en esa relación. Con todas tus fuerzas,
con todas la capacidades. Todo esto se sintetiza en la frase: con el ser entero. El catecismo
añade…sobre todas las cosas, a lo que también se le podría añadir…sobre todas las
personas.
En el Evangelio Jesús dice: “El que ama más a su padre, a su madre, a sus hijos más que a
mí, no es digno de mí”. La prioridad absoluta es Dios. San Juan expone muy claramente el
orden en el amor: “En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que Él nos amo primero”. Imaginemos una fuente de tres niveles, el agua brota por
29
Caminar en el Espíritu
El primer paso es el amor de Dios para mí de manera personal o para nosotros, el segundo
mi amor a Dios, y el tercero el amor al hermano. Ahora está de moda ese “amar a los
demás”. Y amar a Dios queda implícito y no se pone de manifiesto. En el momento actual se
insiste tanto en el servicio y en la transformación social y se dice que a Dios se le ama en el
hermano; mejor es decir que a Dios también se le ama en el hermano, porque Dios es
término directo de relación.
El amor al hermano sin el amor a Dios es una obra de la carne, porque no está animado por
el Espíritu. Un amor verdaderamente cristiano supone haber experimentado primero el amor
de Dios y los beneficios de este amor en mi vida, dar una respuesta de amor a Él, y
finalmente expresar mi amor a los demás. Amar a Dios sobre todas las cosas, no es consejo,
es un mandamiento. La vocación a la santidad es la perfección del mandamiento de la
caridad, y todos estamos llamados a amar a Dios con el ser entero y sobre todas las cosas.
El amor consiste en acciones concretas congruentes con el amor. El que dice que ama lo
manifiesta de muchas maneras, evitando primero aquello que lastime o hiera a la otra
persona, y expresando actos de amor de forma directa.
Fe y amor son los reversos de la misma medalla, son dos aspectos de un mismo camino, son
lo fundamental en la vida cristiana; todo lo demás tiene sentido por razón de la fe y el amor.
No basta comprender lo que esto significa. ¿Quiero realmente ser fiel a Dios? ¿De verdad
quiero ser santo? Entonces en la práctica tengo que buscar de verás a Dios. Buscar el rostro
de Dios, ser fieles en el seguimiento de Jesús, no es más que Amar a Dios sobre todas las
cosas. Por lo tanto mi actividad más intensa debe ser intensificar el amor.
16. AMAR AL PROJIMO Y AL HERMANO
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Caminar en el Espíritu
En Juan 13, 34 dice “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros,
como yo los he amado”. Aquí ya no es unilateralmente, sino amor recíproco: “unos a otros”,
es decir, entre los hermanos de la comunidad cristiana como Yo los he amado, y además
como se ama a sí mismo. Jesús se refiere a éste como mandamiento nuevo, amor y servicio
recíproco, lavándose los pies unos a otros.
No se está hablando de sentimiento de amor, esto es imposible. Amar es querer el mejor bien
del otro, aunque no sienta nada por él, o éste no me lo devuelva. No es el sentimiento de
amor, sino la voluntad de dar un bien, de beneficiar y servir al otro “como a ti mismo”, es
decir, como lo harías por ti. Pero el mandamiento nuevo dice, no sólo como a ti mismo, sino
como Yo te he amado.
“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” Jn 15, 13; “No los llamo ya
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los he llamado amigos,
porque todo lo que he oído a mi Padre se lo he dado a conocer” Jn 15, 15.
“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Jn 13, 1.
Esta es con la calidad del amor de Jesús, amar en el Espíritu Santo.
En el tema anterior se habló del amor a Dios. Ahora del amor al prójimo y al hermano. El
mandamiento es amar al prójimo. ¿Quién es el prójimo?
31
Caminar en el Espíritu
Sin muchas definiciones conceptuales, Jesús pone este ejemplo, y finaliza diciendo: “Haz tú
otro tanto. Esta es la forma de cumplir con ese antiguo mandamiento.
De ninguna manera esto quiere decir que el otro tenga que serme simpático, que sea afín, o
que tenga que sentir amor con un sentimiento especial por él, y puede incluso la otra persona
serme indiferente o antipática, pero lo importante es la voluntad de detenerme, ver su
necesidad, y ver por la solución, renunciado incluso a lo propio.
No basta entender todo esto, hay que saber vivirlo, querer verdaderamente para el otro lo
mismo que quiero para mí. Y hay un hecho inseparable, lavarle los pies al hermano, “Si Yo,
que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, hagan lo mismo unos con otros”. La
actitud de amor y de servicio son inseparables una de otra, que es lo mismo que cuidar, estar
pendiente, preocuparse por el otro, tenerle atención, y luego contar unos con otros.
Hay que preguntarse, qué bien produzco en la persona que amo, como individuo, en su
mente, en su espíritu, en su estado de vida, en su vocación. El amor mismo produce, como
fruto, el desarrollo de la persona que se ama. Y la persona que ama se preocupa del
crecimiento y desarrollo del otro, como consecuencia de este amor.
El amor verdadero es la mejor terapia porque ayuda a superar lo negativo, los conflictos
interiores, debe ayudar a sanar y liberar, no a crear más conflictos. Pero es un amor que parte
del respeto, de la valoración y la aceptación incondicional. La vida cristiana en último
término es cumplir la Voluntad de Padre: el amor misericordioso al hermano. “Vengan,
benditos de mi padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes. Porque tuve
hambre……Cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo
hicieron. “ Mt 25, 34-40.
BLOQUE V
VIRTUDES MORALES
INTRODUCCIÓN
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Caminar en el Espíritu
Moral viene del Latín mos-moris que quiere decir costumbre o comportamiento. En el
lenguaje religioso y filosófico se refiere al buen o mal comportamiento relacionado con
lo que se ha llamado virtudes y vicios.
Al ser Dios origen del orden creacional y del orden de la salvación, de la ley natural y de
la ley revelada, y fin último de todo, consecuentemente es Él quien sabe como
funcionamos mejor, como individuos y como grupo.
Hay hábitos virtuosos, como también hay hábitos viciosos. Virtudes y vicios. La virtud es un
hábito, del cual se dice que es una cualidad difícilmente removible, por la cual se hacen los
actos de forma fácil y frecuente, y viene a formar como una segunda naturaleza.
33
Caminar en el Espíritu
Antes de decía que los hábitos se adquieren por repetición de actos, a fuerza de repetirlos se
convierten en algo estable, y de ahí en adelante el acto se manifiesta de forma frecuente,
ordinaria y sin dificultad, y hasta con gozo.
Hablando del comportamiento moral esto se aplica tanto a la virtud como al vicio. La virtud
moral, para que sea propiamente cristiana, necesita el ser movida y animada por las virtudes
teologales, pero también se necesita la repetición de actos, con motivación y perseverancia.
Incluso se piensa que todos los problemas, defectos o vicios se solucionarán con oraciones
de sanación o liberación. Las virtudes morales se adquieren por repetición de actos.
Podemos estar muy abiertos a la acción del Espíritu Santo y ser muy orantes, pero tarde o
temprano constatamos graves deficiencias morales, que sólo pueden vencerse a base de
repetición de actos virtuosos.
34
Caminar en el Espíritu
Puede haber virtudes que nos cueste más trabajo adquirir y puede ser porque tenemos el
vicio contrario a ésta. Sería como estar bajo cero. Cada quien tiene que empezar a ver sus
debilidades o vicios dominantes, con raíces de tipo educativo, psicológico o de acuerdo a la
personalidad propia. A todo ser humano se le facilitan unas cosas y se le dificultan otra, se
trata entonces de empezar primero con aquello que se dificulta.
Dicen los autores espirituales que en el orden de adquisición de virtudes hay que empezar a
trabajar con el vicio dominante, con las tendencias negativas principales.
Puede que no se tenga un vicio, pero no se ha logrado la virtud…si visualizamos la
adquisición de virtudes como en un termómetro podríamos señalar el siguiente orden:
Lo que está bajo cero = debilidades o vicios dominantes.
Lo que está sobre cero = virtudes o actitudes positivas que hay que acrecentar.
Cuando no se ha logrado salir de lo que está bajo cero hay una constatación de impotencia y
empiezan a surgir sentimientos de culpabilidad e impotencia. Esto bloquea todo e impide
acrecentar aquello que ya está sobre cero. La culpabilidad y la vergüenza tóxica depende de
lo anterior. Los cambios de vida y actitudes no se dan fácil y sin esfuerzo personal. Esto no
es así, ordinariamente lo que Dios pide de nosotros es una respuesta de voluntad esforzada y
disciplinada, lo cual supone un propósito claro y definido.
Distinguimos las virtudes en naturales, cristianas, y las cardinales. Las virtudes naturales,
vividas en un contexto cristiano, con una animación de fe, de caridad, y como respuesta a un
Dios personal, también podrían llamarse cristianas.
35
Caminar en el Espíritu
Pero por virtudes naturales entendemos todas aquellas virtudes que cualquier ser humano
buscaría. Están en todas las religiones, en todas las culturas, y aunque la persona no tenga
ninguna religión, hay comportamientos que el consenso universal ve como positivos.
Son virtudes que, independientemente de cualquier credo o cultura, toda persona debe
buscar, vivir y expresar. Las virtudes naturales son todas aquellas que el ser humano, por ser
precisamente ser humano, debe adquirir y vivir.
Hay muchas virtudes a las que pudiéramos definir como naturales. Estas virtudes tienen el
adjetivo de transcendentales, porque tienen valor en sí mismas.
Una cosa puede ser bella bajo un aspecto, y verdaderamente o bueno bajo otro. Es decir,
todas son realidades idénticas de una misma cosa pero vistas en diferentes aspectos.
Aplicando esto al comportamiento humano podríamos mencionar algunas virtudes con
aquellos que entra en el mismo campo:
VERDAD: VERACIDAD, SINCERIDAD, BUENA FE.
Los mandamientos, del cuarto al décimo en el Decálogo, no son privativos de Israel. Se han
descubierto en Mesopotamia, antes de la Biblia, donde aparecen las mismas normas morales;
la honra a los padres, no asesinar, no cometer adulterio, no mentir ni dar falso testimonio,
etc. Esto existe en todas las culturas y religiones, brotó en el pueblo de Israel, pero éste lo
relaciona con el Dios personal Yahvéh. Pero no hay que olvidar que todo, en último término,
viene de Dios, que es el creador de toda la humanidad, y en todas las culturas y religiones se
encuentran esas semillas del verbo sembradas por Dios mismo, aunque los hombres no lo
hayan captado.
Lo cristiano envuelve y trasciende lo natural, pero hay elementos propios cristianos que le
dan una nueva dimensión a la que es puramente natural, y que no están en las otras culturas
o en las otras éticas.
Las virtudes Cristianas son las que se explicitan en el Nuevo Testamento. Algunas Jesús las
señala específicamente en el Evangelio. La Biblia y la historia del pueblo de Israel, no se
desarrollaron sin influencias de otras culturas y filosofías; por ejemplo, las cuatro virtudes
cardinales, aparecen en el libro de la Sabiduría, por influjo de Platón.
36
Caminar en el Espíritu
Estas virtudes que se encuentran en cualquier cultura, filosofía, ética y religión, deben ser
para un cristiano, vividas como respuesta a ese Dios personal.
Son naturales porque el hombre a lo largo de miles de años y de diversas culturas las ha
seguido como comportamiento adecuado al ser humano, las ha seguido no de forma
ocasional, sino frecuente, ordinaria y de forma estable. Como consecuencia del pecado en la
época actual todo conspira contra esas virtudes, no sólo porque presentan el vicio opuesto, y
de ninguna manera el atractivo de la virtud, sino porque además se vive hoy en día un
lamentable resquebrajamiento de los valores morales.
La filosofía aristotélica distingue el bien honesto, deleitable y útil. El bien honesto es el que
es bien en sí mismo, me guste o no. El bien deleitable es el que da algún tipo de placer. El
bien útil es el que es un medio para otra cosa.
Hoy el bien honesto parece no interesarle a nadie. Se cuestionan los valores morales en sí
mismos; todo es relativo y subjetivo, se decide, por convención humana, lo que es positivo o
negativo, llegando a negar que haya un parámetro objetivo para decir para el bien y el mal,
su pretexto de pluralismo.
Como cristianos tenemos conciencia de un Dios creador y fin último de todo, cuya mente
divina ha establecido una ley eterna, que es el parámetro absoluto y objetivo de los valores
morales, y que tienen para nosotros un valor religioso porque es respuesta a un Dios
personal.
Para el cristiano no hay una moral natural y una cristiana. La natural es al mismo tiempo
cristiana porque todas las virtudes naturales se viven en respuesta a Dios. Esto forma parte
de ese buscar agradar en todo al Padre, de ese seguimiento de Jesús como fieles discípulos, y
de no contristar al Espíritu Santo de quien somos templos vivos. El matiz de respuesta a las
virtudes naturales es Dios creador.
Hubiera o no revelación, hay actos positivos que debieran convertirse en hábitos virtuosos.
Esto significa repetición de actos, una y otra vez hasta que se forme el hábito.
19. VIRTUDES CRISTIANAS
37
Caminar en el Espíritu
Dice el Catecismo de la Iglesia: “La virtud es una disposición habitual y firme de hacer el
bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos sino dar lo mejor de sí misma. Con
todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca,
lo elige a través de acciones concretas” 1803.
Las virtudes son entonces, actitudes firmes y habituales, del entendimiento y de la voluntad,
que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la
razón y la fe. Proporcionan felicidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente
buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.
“Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de
amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso ténganlo en
cuenta” Flp 4,8. Al hablar de virtudes se entiende un comportamiento determinado, una
manera de vivir. Virtud cristiana será por tanto, la relación personal con un Dios vivo,
relación que se plasma en nuestra manera de vivir. La moral cristiana se distingue de otras
morales porque es una relación con un Dios personal, una respuesta explícita a Dios, aún en
las virtudes naturales. Relación personal con Dios. Esta primera afirmación es muy
importante.
NO HAY QUE BUSCAR SER SANTO.
HAY QUE BUSCAR AGRADAR A DIOS.
Esta afirmación parece ser contradictoria. Siempre se ha dicho que tenemos que buscar la
perfección y la santidad. En esto hay que buscar la motivación y el por qué. ¿Por qué quiero
ser santo? ¿Por qué quiero la perfección? Se puede buscar el crecimiento y la perfección por
pura exaltación personal y no para agradar a Dios. Ser perfecto y agradar a Dios es lo mismo
en la práctica, pero la motivación puede ser muy distinta. Puedo actuar viéndome siempre a
mí mismo: Qué tanto avanzo o retrocedo, viendo los fracasos, subidas y bajadas. O teniendo
siempre la mirada puesta en Dios, me comporto así como respuesta de relación y comunión
íntima y personal que tengo con Dios, con cada Persona divina. Para cualquier examen de
conciencia, ya sea de revisión personal o para la confesión, hay ciertos criterios que nos
ayudan a prepararnos. Antes de cualquier revisión o análisis de actos concretos o parámetros
de preceptos morales, revisemos nuestra vida en estos dos aspectos:
38
Caminar en el Espíritu
Gracia y pecado no es algo que se quita o se pone, que nos haga relucientes o manchados,
que no involucra la realidad profunda de mí ser donde no se nota la relación con un Dios
personal. Lamentablemente para muchos la relación con un Dios vivo es igual antes y
después de salir del confesionario.
¿Hago presente a Dios en mi vida, en todo momento, o sólo al levantarme? ¿Me actúo en su
presencia? Sabemos que estamos en su presencia, pero no siempre nos ponemos en su
presencia. Cuando dos personas se miran a los ojos, se comunican y expresan algo. Dios
está siempre presente, cercano y siempre dirigiendo su mirada hacia nosotros, lo que
lamentablemente sucede es que nosotros estamos mirando hacia otra parte, no buscamos su
mirada y no le respondemos.
Lo primero que debemos hacer es actuarnos en su presencia, y cada día desde que amanece,
podamos decir: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. Lo segundo es congruente con
lo primero, es sintonizar mi vida con su voluntad. Es absurdo ponernos en su presencia,
actuarnos delante de Él y luego hacer lo contrario a su voluntad. Actuarnos en su presencia y
sintonizarnos con su voluntad debe ser con cada una de las tres Personas divinas.
Hacia el Padre, teniendo una actitud y confianza de un hijo hacia un padre amoroso,
agradándolo en todo.
Hacia Jesús, siendo sus fieles discípulos, seguirlo de cerca y cumplir en todo su
Señorío.
Su nombre viene del latín cardo-cardinis, que quiere decir bisagra o perno donde gira una
puerta. Se les llama así porque las demás virtudes se agrupan en torno a ellas. Ellas son:
PRUDENCIA, JUSTICIA, FORTALEZA Y TEMPLANZA, que ya forman parte de la
tradición cristiana. “¿Amas la justicia?, las virtudes son sus empeños, pues ella enseña la
templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza: lo más provechoso para el hombre en la
39
Caminar en el Espíritu
vida” Sabiduría 8,7. Estas cuatro, son como una misma y única virtud, después serán
llamadas cardinales, y este enfoque viene de la filosofía griega; y el libro de la Sabiduría lo
tomó de Platón. Platón, leyes, libro XII, 963-4 En el libro de la República Platón compara
estas virtudes con un carro de dos caballos y el cochero. El cochero, con las riendas en la
mano, y dos caballos, uno blanco y uno negro, que simbolizan el apetito irascible (colérico),
y el apetito concupiscible. El cochero es la prudencia que controla los caballos: el irascible,
que controla la fortaleza, para controlar al concupiscible, la templanza, y la justicia es para la
relación entre las personas.
PRUDENCIA:
Es una virtud en la razón práctica. En la filosofía clásica se distinguen la razón especulativa
que analiza la filosofía, las matemáticas y la ciencia física, y la razón que ve el actuar
humano. Por ello la Prudencia es quien nos dispone para discernir, en toda circunstancia,
nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo. La prudencia es la “regla
recta de la acción” escribe Sto. Tomás, siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la
timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada “auriga virtutum”, porque
conduce a las otras virtudes, indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía
directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según
este juicio. La fuente de la moralidad es la mente de Dios que se manifiesta en el orden
natural, y en el orden de la revelación. La prudencia es la aplicación de los principios
universales a las situaciones concretas individuales y particulares; así todas las virtudes
deben pasar por la virtud de la prudencia. Hay prudencia humana y prudencia sobrenatural,
la primera es legítima, y no debe confundirse con actitud de timidez o de cálculo.
JUSTICIA:
Es la virtud moral que consiste voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La
justicia para con Dios es la virtud de religión. Debemos de tener claro que la virtud de la
religión no es una virtud teologal, sino moral; y no es lo mismo que fe. La virtud de la
religión debe de estar animada por la virtud de la fe, y no ser un sustituto. Hay muchas
prácticas de religión o religiosidad que no siempre son expresión de una fe auténtica, sino
que se buscan por sí mismas, por costumbre, comercio o botiquín espiritual, “buenas para tal
cosa”. Incluso los sacramentos, con mayor razón las “devociones”. Para con los hombres, la
justicia nos dispone para respetar el derecho de cada uno, y para establecer en las relaciones
humanas la armonía que promueve la equidad y respeto a las personas y al bien común.
“Siendo juez no hagas injusticias, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande. Con
justicia juzgarás a tu prójimo” Lev. 19,15. “Amos, den a sus esclavos lo que es justo y
equitativo, teniendo presente que también ustedes tienen un Amo en el cielo” Col 4, 1.
Como cristianos, más que de religión debemos hablar de Fe, Esperanza y Caridad. La
religión tiene valor cristiano si es animada y movida por las virtudes teologales. La
religiosidad popular, los actos de culto, incluso los sacramentos, puede reducirse y llegar a
40
Caminar en el Espíritu
ser sólo virtud de religión, como parte de la virtud moral de la justicia. Para que todas estas
expresiones y actos de culto puedan calificarse de cristianos deben estar animados siempre
por la Fe, la Esperanza y la Caridad. Este pueblo se me ha allegado con su boca, y me han
honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene
son preceptos enseñados por hombres” Isaías 29, 13.
FORTALEZA:
TEMPLANZA:
“No te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir la pasión de tu corazón” Si 5,2.
“No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena” Si 18, 30.
Bajo otros nombres, estas virtudes morales son alabadas en numerosos pasajes de la
Escritura. Éstas son como cuatro grandes apartados que engloban las demás virtudes.
BLOQUE VI
NUEVA JUSTICIA
INTRODUCCIÓN
41
Caminar en el Espíritu
Esta expresión está tomada del sermón de la montaña “si su justicia no es mayor que la de
los escribas y fariseos…”
23.- BIENAVENTURANZAS.
“Ley nueva” también es una expresión relacionada muy directamente con el Sermón de la
montaña. Los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo tienen una unidad. Son una síntesis de enseñanza
moral para las personas provenientes del judaísmo. Jesús compara constantemente estas
enseñanzas con las exigencias morales y espirituales del judaísmo, básicamente con la ley de
Moisés.
42
Caminar en el Espíritu
Por eso se puede decir que este bloque es como un primer catecismo moral cristiano en
contexto judío.
La palabra Ley nueva en el lenguaje tradicional de la iglesia tiene un sentido mucho más
amplio. El adjetivo de “nueva” se compara con el de “antigua”, es decir, si hay ley nueva, es
porque ya hubo una ley antigua.
La ley Nueva supera todas las realidades y exigencias de la ley antigua. Ley Nueva. Ley
Evangélica y Nueva Alianza prácticamente son sinónimos.
Recordamos el texto de Jeremías 31, 31: “Vienen días en que Yo pactaré con la casa de
Israel una nueva Alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la
mano para sacarles de Egipto, y que ellos rompieron, y yo hice estrago en ellos, - oráculo de
Yahvéh - Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré. Y Yo seré su Dios
y ellos serán mi pueblo.”
Tanto en una como en otra, ambos fallaron: los primeros no se dejaron guiar por la ley
natural, y los segundos no cumplieron con la ley de Moisés, por eso dice: “Todos pecaron, y
por eso están privados de la Gloria de Dios”.
En Romanos 7 San Pablo habla de una doble ley interior, dos fuerzas que jalan para lados
opuestos: “aunque quiero hacer el bien, hago el mal que no quiero” Y continúa el capítulo 8
el caminar en el Espíritu.
En el Evangelio de Mateo vemos expresiones donde Jesús habla de la antigua y nueva ley.
“Han oído que se dijo…más Yo les digo…” “No he venido a abolir la ley o los profetas, sino
a darle cumplimiento.”
Jesús va a darle a la ley antigua un acabamiento, mayor plenitud, más interior. No sólo se
propone darle su cumplimiento, sino llevarla a su perfección y así darle el verdadero sentido
al código de la vida religiosa, que se había reducido al puro cumplimiento de la ley. Jesús le
hace alcanzar su perfección radical y descubrir su simplicidad original.
43
Caminar en el Espíritu
Ley porque la ley nueva reside en el corazón. “Han oído que se dijo a los antepasados: No
matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Mas Yo les digo: Todo aquel que se
encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal.”
“Han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Mas Yo les digo: Todo el que mira a una
mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Etc.
“Han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Mas Yo les digo: No resistan al mal;
antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra, al que quiera
pleitear contigo por tu túnica, déjale también el manto. A quien te pida, da, y al que deseé
que le prestes algo, no le vuelvas la espalda.”
“Han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Mas Yo les digo: Amen
a sus enemigos y rueguen por los que los persiguen, para que sean hijos de su Padre
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
Porque si aman a los que los aman, ¿Qué recompensa van a tener? ¿No hacen eso mismo
también los publicanos? Ustedes, pues, sean en esto perfectos como es perfecto su Padre
celestial.
Es importante revisar la manera de vivir nuestra vida cristiana: ¿Vivo según la Ley o según
la Gracia? La Ley es para el niño, la Gracia para el adulto. Ya no debemos vivir como niños
o esclavos, sino como adultos que no sientes la Ley como obligación, sino como
responsabilidad.
La Misa dominical, por ejemplo, no la debemos ver como obligación, como tampoco lo es
dormir o comer, sino como una necesidad. No hablemos tanto de obligaciones, sino de
respuesta fiel, responsable, al Dios de la Alianza.
No nos estamos refiriendo a los carismas, sino a lo que la teología clásica llama los siete
Dones del espíritu. Vemos en el Catecismo de la Iglesia de los números 1965 al 1974: ley
nueva o ley evangélica, Sermón de la montaña, Obra del Espíritu Santo, y algunas síntesis de
Romanos 12, 15 1ª. De Corintios 12, 13; Ley del Amor, Ley de la Gracia, Ley de la
Libertad. Se habla también de los dones y el fruto del Espíritu.
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Caminar en el Espíritu
Mencionar los Dones del Espíritu Santo es hablar en un lenguaje tradicional en la teología
medieval tomado del texto de Isaías 11, 1-2, aunque éste es un enfoque un poco artificial.
“Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él
el espíritu de Yahvéh: Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor de Yahvéh” Is 11, 1-2. El texto original hebreo sólo habla de seis
dones. La traducción griega de la que se llamó de los Setenta, divide el último en dos:
piedad y temor de Dios, y así salen siete.
El texto de Isaías no habla de lo que después la teología llamará dones del Espíritu Santo. Lo
que ahí se quiere expresar es que las características de la presencia de Dios en los grandes
líderes, empezando por Moisés, Samuel, David, Salomón, van a estar en un nuevo rey. Se
refiere al hijo que va a nacer, el Rey Exequias, hijo de Ajaz, y a la misión especial que va a
tener. Como renovador y reformador del Pueblo de Israel, va a tener todas esas
características.
En el Catecismo núm. 1830 dice: La vida moral de los cristianos está sostenida por los
dones del Espíritu Santo, misma que define diciendo que son: disposiciones permanentes
que hacen al hombre más dócil para seguir los impulsos del Espíritu. De parte de Dios son
un regalo, pero de parte nuestra es una disposición permanente para ser dóciles a la acción
del Espíritu. Tanto en las virtudes como en los dones está la acción del hombre y la acción
de Dios. Cualquier acción buena, implica gracia de Dios y, como esta acción brota en el
campo de una virtud, hay una acción del hombre que responde a una invitación, a una acción
y fortalecimiento que Dios da para cumplir el acto de virtud.
En las virtudes se insiste más en el esfuerzo humano aún preparado y fortalecido por la
gracia de parte de Dios. En los dones es tan intensa la acción del Espíritu que el hombre
responde más fácilmente.
La teología clásica se ha esmerado para definir los siete dones. Más interesante es lo que
dice el Catecismo de forma general: Son la disposición permanente de la persona para seguir
los impulsos del Espíritu.
Sabiduría es la capacidad, como Salomón, de dirimir entre situaciones difíciles. Otro
aspecto de Sabiduría es un conocimiento global y sintético de la verdad sobre Dios,
también una sapida scientia, conocimiento sabroso de Dios.
Entendimiento es penetración en la verdad.
Consejo es para aconsejar a otro.
Ciencia es conocer lo profundo de otra persona.
Fortaleza es valor dado por el Espíritu Santo.
Piedad y Temor de Dios es la relación filial y la fidelidad a Dios en su Ley. “Initium
sapientiae, timor Domini”
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Caminar en el Espíritu
En la realidad los dones del Espíritu Santo no son ni seis ni siete, son capacidades que Dios
produce en mí para ser más sensible y dócil a una acción más intensa del Espíritu. En los
dones lo importante es la intervención más fuerte del Espíritu.
En la evangelización fundamental, se habla del Don del Espíritu y sus frutos: El impulso
misionero de la Iglesia, los carismas, una intensificación en la santificación.
23. BIENAVENTURANZAS
La palabra bienaventuranzas viene del latín beatitudo que significa felicidad. Las
Bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús, con ellas Jesús recoge las
promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham, pero las perfecciona ordenándolas no
sólo a la posesión de una tierra sino al Reino de los Cielos.
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Caminar en el Espíritu
Responden al deseo natural de felicidad, que es de origen divino, y que Dios ha puesto en el
corazón del hombre, a fin de atraerlo hacia Él, el único que puede satisfacerlo.
Nos invitan a purificar nuestro corazón y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos
enseñan que la verdadera dicha no reside en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana
o el poder, ni en ninguna criatura; sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor.
Las Bienaventuranzas son fórmulas clásicas de la tradición bíblica y judía usadas para
expresar, sea el anuncio profético de una alegría futura, sea la acción de gracias por una
alegría presente, sea la exhortación de los sabios y la promesa de una recompensa. Tienen
como meta una alegría dada por Dios. (Cat 1716-1725)
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Caminar en el Espíritu
Bienaventurados serán cuando los injurien, los persigan y digan, con mentira, toda clase de
mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande
en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes”. Las
bienaventuranzas son la síntesis de las cualidades de un buen cristiano, de un buen discípulo
de Jesús. Indirectamente es un programa para el auténtico discípulo de Jesús que vive una
vida coherente con los valores del evangelio, contrarios a los del mundo.
Tomado de Gálatas 5 y Romanos 8, San Pablo habla de la Vida en el Espíritu o del Caminar
en el Espíritu.
Dice Gálatas: “Para ser libres nos libertó Cristo. Manténganse, pues, firmes y no se dejen
oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. Si se dejan circuncidar, Cristo no les
aprovechará para nada.
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Caminar en el Espíritu
A nosotros nos mueve el Espíritu a esperar por la fe los bienes esperados por la justicia.
Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni el prepucio tienen valor, sino solamente la fe que
actúa por la caridad.
San Pablo contrapone obras en plural y fruto en singular. Él llama a lo producido por la
carne, obras, y a lo que brota por la acción del Espíritu, fruto.
OBRAS DE LA CARNE
“Si se conducen por el Espíritu no están bajo la ley. Las obras de la carne son conocidas:
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras
rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre
las cuales los prevengo, como ya los previne, que quiénes hacen tales cosas no heredarán el
Reino de Dios”. Gal 5, 18-21.
2.- Idolatría: Que pervierte el auténtico culto a Dios: magia, idolatría, hechicería.
3.- Divisiones: Contra el amor: odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones,
disensiones, envidias.
4.- excesos: Que revelan la degradación del hombre: embriagueces, orgías, y cosas
semejantes.
Ser liberado de la ley es ser libre de aquello que aparta de la vocación auténtica.
“En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, dominio de sí: contra tales cosas no hay ley” Gal 5, 22-23.
El texto de San Pablo habla de fruto del Espíritu, en singular, porque el único fruto es el
amor.
Lo que se menciona en seguida son signos del reino del amor:
Alegría y paz, son manifestaciones del amor.
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Caminar en el Espíritu
Mansedumbre o dulzura, es actitud de los humildes, de los que se dejan conducir por
su Padre celestial. Característica de Jesús.
El fruto del Espíritu es amor, no es sólo el primero sino que es el fruto. Todos los demás son
como matices que reflejan e irradian el fruto en singular que es el amor.
Esto se puede asociar a otra carta de San Pablo cronológicamente muy cercana a la de los
Gálatas. 1 Corintios 13: “¡Aspiren a los carismas superiores! Y aun les voy a mostrar un
camino más excelente. Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no
tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe…”
Decía San Agustín: Ama, y lo que quieras, hazlo. “Ama, et quod vis, fac”. Primero ama a
Dios y a tu hermano, y luego, si es congruente con el amor a Dios y a los demás, haz lo que
quieras.
Es imposible que el que ama realmente, lastime a la persona amada de manera voluntaria,
por eso, cuando una persona tiene un intenso amor a Dios, no puede cometer pecado grave.
Se habla del amor como fruto porque es una consecuencia. En la imagen vegetal al sembrar
una semilla y cuando ésta brota, es el comienzo de todo un proceso y cuando la planta da
una flor quiere decir que llegó a un nivel de madurez y plenitud. Por eso el fruto del Espíritu
no se nota en personas recién nacidas a la Vida nueva.
Aquí también se distinguen los carismas del fruto del Espíritu, los carismas pueden aparecer
desde el inicio de la vida nueva. Y so son causa ni signo de mayor calidad espiritual, pueden
aparecer en cualquier momento y en cualquier persona.
Los carismas aparecen desde el principio, los frutos no. Éste es un signo de maduración, y
es por tanto un test de verificación de crecimiento espiritual.
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Caminar en el Espíritu
quien vive en mí”. “Nos vamos transformando de gloria en gloria en la imagen del Señor
por la acción del Espíritu” 2 Cor.
El fruto es síntoma de la persona que ha tenido una intensa identificación con Jesús: Un
cierto crecimiento y nivel de madurez espiritual.
Por tanto es importante analizar nuestra vida: más allá de mis cualidades o temperamento
humano; a pesar de las dificultades, a pesar de problemas, ante adversidades, ante
persecuciones, ante conflictos. ¿Muestro signos de amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de mí mismo? Si no es así de forma habitual, es
que me falta madurar espiritualmente.
CAMINEMOS EN EL ESPÍRITU.
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