Un punto de vista menos drástico lo ofrecen los miembros de la Escuela de Viena William Schmidt
y Fritz Graebner, los cuales en 1904 lanzaron su visión cultural policéntrica, ya que aceptaban que
una misma innovación pudiese haber sido inventada o descubierta en varios lugares,
independientemente. Estos lugares eran lo que llamaron «Círculos culturales», pero no podían
definirse con precisión, ni siquiera se podían contrastar empíricamente, lo cual constituyó, desde
el principio, una de sus ideas más criticadas. Schmidt y Graebner sostenían además, que toda
cultura innovadora es, también, una cultura expansionista, difundiendo con ello, sus avances; para
estos antropólogos éste es el proceso principal que explica el desarrollo de la civilización. En
efecto, al expandirse las culturas, tarde o temprano llegaban a interrelacionarse, por lo que resulta
del todo imposible encontrar grupos sin mezclas o sin influencias alóctonas. Aunque Schmidt y
Graebner no aceptaban el difusionismo monocéntrico, estaban de acuerdo en que, cuanto más
sofisticado es un avance, menos probabilidades hay de que éste haya sido inventado varias veces
aisladamente.