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LIBRO DEL SIMPOSIO

INTERVENCIONES TEMPRANAS CON BEBÉS: ¿Intervenir o interferir?

Lic. Silvia Morici


Psicoanalista de niños y adolescentes
smorici@fibertel.com.ar

Tantas veces como sea posible, es preciso que la comprensión de la conducta del bebé
pase por el estudio de su biografía y de sus fantasmas, S Lebovici

Introducción:

Esta presentación, en el marco de un Simposio sobre la patologización de la infancia y las intervenciones


posibles, la motiva, paradójicamente, la preocupación creciente de profesionales de la salud en atención
primaria, ante la alarmante cifra de bebés “intervenidos” precozmente.
Me refiero a un número cada vez mayor de bebés, que son diagnosticados en su primer año de vida como
portadores de algún trastorno de espectro autista o TGD (Trastornos Generales del desarrollo, según
nominación del DSM).
Estos “trastornos”, son considerados expresiones de lo que el psicoanálisis consideró patología grave de
la infancia, ya que se enmarcan en el ámbito de la psicosis.
El DSM (Manual Estadístico de Enfermedades Mentales, elaborado por la Asociación de Psiquiatría
norteamericana), sin aportar ninguna comprensión dinámica de estas expresiones sintomáticas, las
califica livianamente como desviaciones de una media , arrojando un porcentaje altísimo de niños
comprendidos en estas desviaciones, lo que les eleva a cifras epidémicas la cantidad de niños
diagnosticados con alguno de estos trastornos.
De acuerdo al grado de desviación, junto a la sumatoria de conductas no esperables y a fracasos en
adquisiciones del desarrollo, es que se diagnosticarán niños o bebés con algún grado (leve, moderado o
severo) de TGD o de TA.
Esta particular clasificación sintomática, basada en desvíos o atipías del desarrollo en el niño, ha
trascendido las fronteras territoriales, adquiriendo una gran pregnancia particularmente en las ciencias
médicas de nuestro país.
Es así como pediatras, neurólogos, y psiquiatras infantiles, interiorizados en el DSM, han hecho de este
método diagnóstico, una práctica habitual en sus consultas tanto en hospitales públicos y como en
prácticas privadas.
Con el agregado, en lo que concierne a los primeros momentos de la vida evolutiva del niño, que se
inquieta a los padres sobre la “urgencia” de una pesquisa precoz, único medio para evitar o prevenir
desarrollos patológicos futuros.
En esta perentoriedad por prevenir, es que se acuden a pruebas estandarizadas, que medirían
probabilidad de TGD y TA. Estos tests que simplemente indagan sobre las adquisiciones del desarrollo
logradas en el momento de la consulta, arrojan rápidamente sospechas sobre el devenir de dicho
desarrollo, promoviendo consultas a especialistas neurólogos. Finalmente, serán ellos quienes definirán
un diagnóstico precoz, elevando también en nuestro país, a cifras alarmantes el número de niños y bebes,
tempranamente diagnosticados, con alguno de estos trastornos.

El riesgo de sobre diagnóstico es evidente, ya que dicho método de medición resulta absolutamente
arbitrario, si entendemos que el bebe está en momentos de insipiencia y estructuración psíquica. Y que
está comprobado que el desarrollo madurativo, no es lineal ni responde exactamente a leyes temporales y
lógicas y mucho menos a las pre - estandarizadas, sino que en tren de depender, lo hará a las leyes
pulsionales propias de su inconciente y a las del deso de hijo enclavados en el inconciente parental.

La idea, entonces radica en poder debatir interdisciplinariamente, despojados de prejuicios teóricos


imperantes y predominantes, el riesgo que conlleva “intervenir” precozmente a un bebe que está en pleno
“desarrollo”, esto es, en pleno trabajo de devenir sujeto, de subjetivación. Es decir que se encuentra en el
1
sano e imperfecto camino de devenir sujeto, tanto como sus identificaciones primarias se lo permitan, y
sus objetos primordiales e historia prenatal y transgeneracional se lo habiliten. Así como, igualmente
condicionantes lo serán su predisposición constitucional y su bagaje genético.
Considero importante aclarar, que esta comunicación, no pretende desconocer la necesidad y utilidad de
poder comprender a tiempo, cuando un bebé o niño pequeño presenta alteraciones tempranas. La
observación aguda y empática de un pediatra, puede salvar la vida psíquica de un niño.
Y de hecho ocurre a diario en sus consultorios.
Lo que se cuestiona aquí, es la pretensión de predecir y anticipar, hasta lo impredecible, “fijando” a un
niño a un trastorno precoz, en pleno movimiento de subjetivación, que por definición resulta
impredecible.
El psicoanálisis siempre se escudó de hacer predicciones, sabiendo que el acceso a la madurez es
intermitente e imperfecta, tanto como lo es el proceso de humanización mismo. Y que un niño que
demora en caminar o en hablar, no necesariamente denota un desarrollo patógeno, sino un niño, que
simplemente, por ejemplo, se está haciendo esperar. Y seguramente alguna razón de peso tendrá.

El bebé del siglo XXI:


La idea que tenemos sobre qué es un bebé, ha variado a lo largo de las épocas, de la mano de los avances
científicos e investigaciones realizadas desde distintas disciplinas como el psicoanálisis, la psicología del
desarrollo, la pediatría , la neonatología y la neurobiología.
El psicoanálisis presenta a un bebé pulsional, capaz de catectizar al objeto tempranamente y de distinguir
entre placer y displacer.
Autores post freudianos, algunos como M Klein, insistirán en resaltar las capacidades fantasmales del
psiquismo precoz y otros como Winnicott y Bion, en la ineludible necesariedad de un otro maduro para
desarrollar dichas capacidades.
La escuela francesa, en su totalidad, no dudará en enfatizar y reconocer en el bebé a un sujeto,
rudimentario y en desarrollo, pero sano y con la potencialidad de evolucionar y madurar, esto es de ir
adquiriendo nuevas y complejas formas de interacciones con el mundo exterior.
Esta premisa psicoanalítica de otorgarle al bebé, a pesar de su neotenia, estatuto de sujeto, logra
rescatarlo del lugar de objeto, de la incapacidad y de la ausencia de inteligencia, que lo caracterizó hasta
el advenimiento de la modernidad.
Efectivamente, a partir de la post guerra, alcanzando su auge en la década del 70, otras disciplinas, como
la pediatría y la observación directa, amplían y enriquecen el conocimiento de las capacidades neonatales,
arrojando resultados que no dejan duda alguna que el bebé posee inteligencia, aparato sensorial y
desarrollo neuronal desde el inicio, que lo hacen activo, conectado y por ende factible de ser
traumatizado.
A partir de la década del 80, de la mano de las investigaciones de la neurociencias, la psicología
cognitiva, y la psicología desarrollista, es que surgirán nuevas miradas sobre el proceso evolutivo del
cachorro humano, privilegiando los orígenes biológicos y genéticos implicados en el desarrollo.
Efectivamente se sostendrá que “se requerirán estructuras neurobiológicas para sostener las conductas
evidentes y que estas estructuras biológicas son previas a la expresión clínica y se construyen sobre
organizaciones neurológicas anteriores, implicando procesos de construcción y remodelación de contactos
sinápticos”1
Esta óptica, dirige necesariamente la mirada a los logros y adquisiciones esperables en los bebés, a partir
de la estandarización de las pautas del desarrollo, como único parámetro para medir normalidad o
patología en la evolución de los mismos.
Es así como el bebé post moderno, se vuelve un bebé examinado, hasta la obsesión , mensurado y
evaluado en sus logros en cada momento evolutivo, esperando de él que se comporte de acuerdo al
estándar, única manera de alejar el fantasma de la anormalidad.
Pareciera que el “bebe imaginario,” (“el que permite proyectar sobre el porvenir y temer por lo
inmediato”), 2 en esta década, lo constituye un bebe caracterizado por la eficiencia, y las capacidades
1
J. Tallis, Detección temprana de trastornos del espectro autístico en Patologías actuales en la infancia, L.Wettengel y col,
Ed Noveduc, 2009, pag127
2
S Lebovici, El lactante, su madre y el psicoanalista, Ed Amorrortu, 1983, pag 357
2
tempranas, que debe adquirir el logro esperado en el momento esperado, que será monitoreado y de ser
necesario estimulado, hasta lograrlo.
Esa sí como los bebés son ejercitados por sus papás para rolar, fijar la mirada, sentarse, o caminar,
muchas veces anticipadamente, ante el temor de un fracaso precoz.
Y cuando se logra, esta nueva adquisición, es vivida con exitismo, como si un logro madurativo
representara por sí mismo un garante de éxitos futuros.

Entonces, para concluir, el bebé de la post modernidad es el que sus padres imaginarizan, como un bebé
eficiente y capacitado, que debe acceder pronta y precozmente a sus logros madurativos, para ser
considerado un bebé normal y en condiciones de competir de igual a igual con los otros bebés. Y si es
posible superarlos. Si lo hace ahora, probablemente, lo hará en el futuro con sus próximos competidores.

La parentalidad actual: mitos post modernos:


Ahora bien, los comienzos del siglo XXI, han traído aparejado avances tecnológicos de tal magnitud, que
aún no ha dado tiempo a las ciencias sociales a dar debida cuenta de los efectos y cambios que
seguramente promoverán los mismos.
Asistimos a la tan mencionada, caída de las utopías y las certezas, aunque ilusorias como toda certeza,
que nos acompañaron a las generaciones más antiguas.
Lo que nos protegió a generaciones pasadas, ha abandonado brutamente a los más jóvenes, dejándolos
librados a la incertidumbre.
Un niñito de 4 años, en el consultorio, cuando hablábamos de las cosas que le gustaban hacer, al
preguntarle que le gustaría ser cuando sea grande, ( pregunta claramente fuera de época) me respondió:
“todavía no sé , …si voy a ser hombre o mujer…”. Evidentemente mi pregunta jamás contempló la
posibilidad de esa respuesta, ya que pertenezco a la generación, donde el género no era una elección. He
ahí un ejemplo del salto epistemológico de este siglo: para estas generaciones, sí lo es.
Pueden crecer en constelaciones familiares diversas, impensables 50 años atrás, como la homo o mono
parentalidad, familias ensambladas, y ser concebidos por técnicas de fertilización asistida, con
genitores ,donantes, úteros contratados, además de progenitores.
Esta era, entonces, caracterizada por la diversidad y la incertidumbre, exigirá nuevas formas de
adaptación que cada familia promoverá, de acuerdo a los recursos psíquicos con los que cuente y a su
propia historia transgeneracional. Pero no dejará ajeno al niño, que deberá crecer y desarrollarse,
tejiendo su propia historia y desarrollando sus propios recursos.
Y, es un observable de esta época, las variaciones que ocurren en el imaginario parental sobre lo que es un
bebé y que debe esperarse de él.
En la observación de colegas y pediatras, pareciera que esta incertidumbre existencial, redunda en
parentalidades inseguras que temen incapacidades precoces o falta de logros evolutivos durante el
desarrollo del bebé.
Esto puede tener una doble lectura. Por un lado, un exceso de apremio en la crianza, donde se proyectan
en el bebé el temor a la ineficiencia que acompaña al adulto que teme que su hijo quede fuera de un
sistema cada vez más competitivo y eficientista.

Y por otro lado, probablemente , la difusión a través de libros de autoayuda, y medios de comunicación o
vía Internet, de las pautas del desarrollo esperables en el bebé, que promueven en padres temerosos e
inseguros, modos de crianza aprehensivos y excesivamente exigentes , pendientes del logro madurativo
de su pequeño bebé.
Guiados por el temor de alguna incapacidad que se les este escapando a la observación, es que acuden a
consultas a pediatras y especialistas por estas presuntas “demoras” en el desarrollo, y según la formación
del profesional, se los contendrá o alarmará aún más.
Y si este fuera el caso, entonces se promoverán más consultas, en busca de alguna intervención eficiente

3
Otras veces los padres consultan por su cuenta a puericultoras o fonoaudiólogas o a estimuladores
precoces, porque el bebé no sonríe o no fija la mirada, o todavía no habla, o tarda en caminar. Y se repite
la misma situación que con el pediatra: de acuerdo a la microcultura imperante en la formación del
profesional, es que se promoverá una derivación a un neurólogo, o se los contendrá para sugerir
“esperar”, sin presionar.
Por otro lado, y para complejizar aun mas la comprensión sobre el panorama de las parentalidades
actuales, los pediatras se suelen quejar, que los padres de hoy, no aceptan sus indicaciones, sobre todo
cuando estas no son lo suficientemente intervencionistas. Señalan que los padres jóvenes de hoy, a
diferencia de generaciones anteriores, no toleran la palabra “espera”. Piden soluciones inmediatas, y
temen permanentemente “estar perdiendo un tiempo” invalorable, si no se interviene precoz y
prontamente.
Este pareciera constituir uno de los mitos post moderno de la parentalidad actual:
- la prevención:
- si prevenimos, no tendremos nada que lamentar
- si prevenimos a tiempo controlamos ilusoriamente el futuro. Adquirimos certezas
-prevenir nos aleja de la incertidumbre sobre el futuro
Pareciera ser que en sintonía con los temores e inseguridades que inauguró la modernidad, así como la
perentoriedad y la eficiencia como modo de combatirla, la parentalidad teme precozmente por las
incompetencias de sus pequeños bebés, tanto como temen por las suyas propias.
Y le exigen tempranamente competencias, que no necesariamente están a la altura de sus capacidades,
generando una “falsa inmadurez” en sus pequeños. Me refiero a que los padres pueden concluir
erróneamente que su bebe es inmaduro, cuando lo que ocurre realmente, es que está siendo sometido a un
“exceso” de expectativas por parte del adulto.
Es decir, lo que resulta inadecuado y excesivo, es la expectativa aprehensiva generada desde los padres.
Esta aprehensión ansiosa parental, funciona como un verdadero aplastamiento psíquico en momentos
incipientes del desarrollo psíquico, provocando el movimiento inverso en el bebé del esperado, esto es
la inhibición del desarrollo.
Esta inhibición si no es debidamente reconocida, puede ser confundida con fracaso de desarrollo,
promoviendo intervenciones inadecuadas.
He aquí otro mito post moderno:
-la eficiencia:
-el eficientismo, cuanto más precoz, más nos garantiza el éxito futuro
- mi bebé debe lograr sus pautas madurativas antes que su primito
- si lo logra tiene garantizado su futuro y se achica la incertidumbre
Este mito, tiene una variante, que se mezcla con el temor que nace con la parentalidad misma, y es que el
niño no presente ninguna anomalía y que alcance la madurez esperable.
En padres ansiosos- aprehensivos, este temor universal se transformará en:
- si no lo logra a tiempo, no lo logrará jamás.
Son padres que buscan información sobre las pautas madurativas esperables en cada momento del
desarrollo, y muchas veces comienzan a estimularlo precozmente. Desean asegurar el logro en el
bebé por temor a que este no ocurra.
Y si el bebe lo llegara a demorar, respuesta habitual frente a la excesiva ansiedad parental, entran en
pánico, ante la vivencia que “ya es tarde” y no lo va a lograr jamás.

Lo que se observa también, es que estos mitos, son compartidos por la pediatría moderna, que
influenciada por la neurobiología y por la genética, (más que por el psicoanálisis, como lo fuera 30 años
atrás), reduce , a veces, la comprensión del infante humano a la evaluación de logros madurativos del
desarrollo, generando muchas veces mayor incertidumbre en los padres quienes ven confirmados sus
propios temores.
ES decir , profesionales de la salud, creen estar siendo eficientes en su función, cuando responden a la
demanda intervencionista parental.
Y, de manera paradojal, los padres se sienten inducidos por los profesionales a realizar dichas
intervenciones, para no sentir que fallan en su función.
4
Ambos, padres y profesionales de la salud, se hallan bajo la misma micro cultura imperante: intervenir
dignifica nuestra función, tanto parental como profesional desconociendo el riesgo implícito de
excedernos en la misma.
Igualmente padres y profesionales no detentamos igual responsabilidad.
Los padres, no pueden sino estar inmersos en propias ansiedades e incertidumbres ante las presiones
culturales y desde esa posición es que aceptan intervenciones que resultan desubjetivantes. Los
profesionales, en cambio, aunque no siempre concientemente, somos los promotores y divulgadores de
teorías e intervenciones que pueden ser tanto objetivantes, como desubjetivantes.

Paradigmas en lucha:

Mas arriba, reflexionando sobre las características del bebe post moderno, intenté realizar un brevísimo
pasaje, por sobre las diferentes teorías que se dedicaron a explicar y ahondar en el conocimiento sobre
los mecanismos mentales predominantes en el inicio de la vida.
Dichas teorías, la psicoanalítica, la psicología del desarrollo, la psicología cognitiva y las neurociencias,
detentan propios y singulares paradigmas que muchas veces se intentan armonizar, promoviendo una
suerte de orgullo interdisciplinar, en quienes lo logran.
Y en otros casos, hay otras voces que consideran algunas articulaciones irremediablemente imposibles,
aun a riesgo de la crítica de los más interdisciplinares..
Tal es el caso del psicoanálisis, por ejemplo, en lo que a noción de cuerpo se trate, ya que se ve
teóricamente imposibilitado de aceptar, la primacía del cuerpo biológico, por sobre el libidinal.
O privilegiar al sujeto bio- genético, de las neurociencias, por sobre el sujeto deseante.
O aceptar las investigaciones experimentales con bebés, sin alertar sobre la violencia secundaria
implicada en ellas..
Este sería sólo es un ejemplo de los límites que también implican a la interdisciplina.
Una de las leyes planteadas en el Congreso de la Rabida, indicaba que a partir de la especificidad y la
rigurosidad de la propia disciplina, invitaba a aceptar sin arrogancia, la rigurosidad y especificidad de la
otra. Pero siempre manteniéndose dentro de las fronteras de la propia.

De lo que se trataría entonces, es de abrir fronteras interdisciplinarias, pero sin desconocer los alcances y
fronteras de las mismas y teniendo derecho a “elegir” la que nos parezca que da más cuenta, en este caso,
del proceso de humanización por sobre la que consideramos, que por el contrario promueve procesos
deshumanizantes.
Reconociendo lo delicado y riesgoso de confundir en los comienzos del armado del aparato psíquico, un
proceso de subjetivación dificultoso o simplemente singular con uno anormal, y patógeno,
“interviniendo” precozmente con un diagnóstico estático etiquetante.
Y sin negar que, en esta época el paradigma del bebé bajo primacía de su carga genética y biológica, es lo
que subyace en el DSM, que es el manual estadístico de enfermedades mentales, que promueve
intervenciones desubjetivantes, en tanto ignora el estatuto de sujeto del mismo.
Creo que este es el riego del que alertaba Andre Green, en su artículo “ Lénfant modele” 3 , a propósito del
debate desatado dentro de la Asociación Psicoanalítica de Paris, sobre el estatuto psicoanalítico de la
Observación directa como método de conocimiento del funcionamiento psíquico. Y cuánto se había
alejado John Bowlby del psicoanálisis a partir de su teoría sobre El apego en infantes, realizada a partir de
este método.
S Lebovici, recoge este debate en su libro ya citado 4 , destacando que este autor ataca vigorosamente “a
las perspectivas evolutivas” por encontrarlas equiparables a criterios médicos y forzosamente
“ortogénicas”, incluso si están animadas con el deseo de curar:
“El psicoanálisis evolutivo, dirá, no ha teorizado al “niño de Freud”, ha hecho su hagiografía ingenua”.
La observación como método, según su criterio, “opone el niño verdadero del psicoanálisis – el niño de su

3
A. Green, “L’enfant modele”, en Nouvelle Revue de Psychanalyse, vol.19, 1979, pags 27-48
4
S Lebovici, Ibid, pag 84
5
verdad histórica construida- al niño real de la psicología”. Deja de lado, continuará, las hipótesis de lo
inobservable, que fundó la teoría psicoanalítica.
Sin pretender reavivar este debate, que estimo se ha superado por la riqueza interdisciplinaria que
promovió y promueve la Observación directa, por ejemplo de las interacciones madre bebe, dando lugar
a teoría fructíferas y profundas como la obra de D. Winnicott.
Simplemente lo tomo, en la vigencia de sus palabras alertadoras sobre lo peligrosamente cerca que se
encuentra el observar a un bebé con volverlo “objetibable”. Y de esta manera aproximarnos más al
paradigma médico que hace de la observación mensurable, su método princeps.
M Utrilla, en un artículo titulado “Interacciones: su complejidad terminológica”, reflexionará sobre el
modo de abordaje propio de las ciencias médicas“…la tendencia a medir, interpretar en números algunos
fenómenos, clasificar y transformar en realidades palpables los procesos, sigue teniendo un impacto
característico, en la ciencia médica, del que le es difícil desprenderse” 5.
Y agregará, que a su entender, el pensamiento médico no solamente impregna las investigaciones de todos
los aspectos de la medicina, sino también de las ciencias psicológicas 6
Y en esta misma línea, Jean Clavreul, en el Orden Medico,7 agregara: “El saber médico es un saber sobre
la enfermedad, no sobre el hombre, que no interesa al médico sino como terreno en el que evoluciona la
enfermedad”.
Contundente aseveración que nos acerca al riego intrínseco que conlleva el hecho que el sufrimiento
psíquico de un bebé, que puede adquirir la forma de detención del desarrollo, se convierta en “objeto” de
“observación” de las ciencia médicas, que van a tender, casi por formación o deformación disciplinar, a
ver allí un desarrollo patógeno; es decir verán enfermedad en lugar de sufrimiento .Y desde allí ocurrirá
la etiqueta precoz patologizante.
Un ejemplo clínico que atestiguaría sobre la existencia de la potencialidad patologizadora de la Ciencia
Medicas, lo es el cuadro de maltrato infantil denominado Síndrome de Munchaussen por poder8.
Este cuadro se caracteriza por la necesidad patológica de una madre de “enfermar “ a su hijo. Lo hace
como una forma de evidenciar el “poder” que tiene sobre su pequeño hijo y manipularlo. Es un cuadro de
disfunción vincular severo con una madre severamente perturbada psíquicamente.
Sin embargo este cuadro se completa con la complicidad involuntaria del médico, quien irá a buscar la
enfermedad implantada por la madre, entrenada como lo está a partir de su formación médica, en la
búsqueda de la enfermedad. Es desde su propio escotoma de formación, donde caerá e la trampa de la
manipulación materna, corriendo el riesgo de ignorar la verdadera causa de la enfermedad del niño, que
es la locura de la madre.
Desde otras ópticas, Mario Marrone, en su libro sobre La teoría del Apego 9, celebrará las investigaciones
recientes provenientes de la neurobiología: “Estos estudios no solo tienen importancia para la
neurobiología, sino también para el psicoanálisis y la teoría del apego. Muchos de ellos comprueban que
la función y estructura cerebral depende de la interacción con otros cerebros. Tales interacciones
interpersonales cumple, desde la infancia y a lo largo del ciclo vital, una función crucial para la
regulación de los estados emocionales”.

Como se verá, no hay una sola voz, sino se trata de una polifonía de voces que intentan arrojar luz sobre
los complejos procesos que caracterizan el inicio de la vida psíquica.
Y justamente en la aceptación de esta complejidad radica la humildad de reconocer la necesariedad de
compartir y no confrontar con disciplinas afines que buscan atenuar el sufrimiento infantil.
Pero humildad, no significa complacencia y complicidad, cuando nos encontramos frente a prácticas
reduccionistas y simplistas que atentan, en lugar de promover, el acceso al proceso de humanización del
infante humano.

5
M Utrilla, “Interacciones: su complejidad terminológica”, en Interacciones terapéuticas, fronteras psicoanalíticas,
Tecnipublicaciones, 1989, pag 18
6
M Utrlla, Ibid, pag18
7
J Clavreul, El Orden Medico, Ed Argot,1978, pag139
8
S. Morici: Fenómenos intersubjetivos en juego en el Síndrome de Munchaussen por poder, tesis de doctorado en curso
9
M Marrone, La Teoría del Apego, un enfoque actual, Ed Psimática. 2001, pag 68
6
¿Intervenir o interferir?:

Todo este recorrido da cuenta, como dije al principio, del debate sobre la premisa instalada desde el
paradigma médico, sobre la necesidad de intervenir precozmente en primer año de vida, para prevenir
patología severa del desarrollo.
Esta idea, a priori, es compartida e indiscutible, ya que prevenir, por definición , implica intentar evitar
que un desarrollo devenga patógeno.
De lo que se trata es de alertar, que las formas de intervención, están delimitadas por la teoría que se tenga
sobre el desarrollo humano.
Y por ende guiarán la observación y el modo de comprensión del objeto de estudio, en este caso el
advenimiento del sujeto, no ingenuamente sino en dirección de las teorías epocales imperantes

Si lo que impera en el profesional interviniente en el diagnóstico precoz, es una concepción biologista y


genética, la intervención tomará la dirección acorde a este paradigma. Se someterá al bebé a pruebas
estandarizadas para medir pautas del desarrollo y de esa medición se extraerá una desviación x, de
acuerdo a la media.
Se lo “intervendrá” sugiriendo más pruebas, interconsultas neurológicas, de las que probablemente se
certifique algún trastorno del desarrollo, con nombre propio: TGD, TDH. TA, que requerirá de una
terapéutica que puede cubrir un amplio espectro, desde la psicofarmacológica hasta terapéuticas
cognitivo conductuales protésicas y reeducadoras.
Si por el contrario, se considera al bebé, como un sujeto en desarrollo inmerso en una historia
transgeneracional que lo precede, se indagará sobre la situación ambiental del momento y el estado
afectivo predominante parental, ofreciendo espacios terapéuticos donde trabajar lo vincular y las
ansiedades predominantes, además de seguir de cerca la evolución del bebé.
Se verá entonces, que las intervenciones en la consulta con un bebé, distan mucho de ser ingenuas.
Están sumergidas e influenciadas por las teorías epocales imperantes, en este caso, que dan cuenta del
desarrollo humano.
Por la formación específica que posea el profesional tratante y por las demandas que surgen de los
padres.
Estas demandas surgen de la pregnancia en el imaginario parental de lo que constituye “un buen bebe” y
por ende de lo que se espera de “una buena función parental”, además de las ansiedades propias de la
crianza.
Es así como se puede dar la infeliz coincidencia, entre una pareja de padres ansiosos que están
sometiendo a pruebas de normalidad a su bebé, y un profesional que comparta desde su teoría, la idea de
evaluación y diagnóstico precoz. Esta infeliz consonancia seguramente arrojará como resultado, un bebe
portador de algún trastorno, que finalmente, condicionará negativamente e su evolución.
Vemos, entonces los riesgos que las intervenciones precoces llevan consigo: lejos de prevenir o cuidar
el desarrollo de un niño, pueden culminar interfiriendo en el mismo.

¿Prevenir o predecir?
No quiero dejar de explayarme en este punto, ya que el tema de la prevención precoz, es un tema
imperante entre los profesionales que se ocupan de bebes, impregnado de múltiples equívocos.
Este es un argumento fuertemente sostenido, por profesionales seguidores del DSM, quienes alertan a los
padres sobre los indicadores precoces de patología temprana, para poder prevenirla. Este temprano
etiquetamiento, y la necesidad de prevenir la enfermedad, es lo que justifica intervenciones precoces.
A propósito de esta modalidad proliferante entre neurólogos, psicólogos y psiquiatras infantiles, es que
Bernard Golse le dedica un capítulo en su libro “Los destinos del desarrollo en el niño” 10. Este brillante
especialista francés en el tema, luego de recordar que el desarrollo en el infante humano, es un proceso
polifactorial y complejo, que implica “el entrecruzamiento exacto entre factores endógenos ( bagaje
genético, biológico, psicológico, y cognitivo) y factores exógenos ( su ambiente emocional, cultural,
metabólico, alimentario, ecológico, etc. ), más los efectos impredecibles del encuentro con el Otro

10
Golse, B, Les destins du développement chez l’enfant, Ed. Érès, Paris 2010
7
cultural”, alerta sobre el corrimiento hacia una mirada que tiende a descomplejizar y homologar el
desarrollo al aprendizaje.
El observa como se va dando este deslizamiento riesgoso entre tolerar y sostener la experiencia de vivir
y desarrollarse, como lo señalaba Winnicott, hacia la estimulación para que el bebe “aprenda” pronta y
precozmente.
Y desde esta misma tendencia simplificadora , es que Golse señala como es que, se ha corrido
peligrosamente el concepto de prevención precoz, hacia el de predicción precoz.
Todos estamos de acuerdo en la necesidad de prevenir sufrimientos y enfermedades en un niño, pero no
por ello estamos en condiciones de predecir el futuro de ese desarrollo.
Ya que, como dijimos antes, el desarrollo en un niño depende de infinidad de factores, que no pueden ser
abarcados por una sola disciplina y en menor medida, hacer futurología.
No existen elementos dentro de las ciencias psicológicas, médicas y neurocognitivas, que por sí solos,
permitan predecir como va a desarrollarse un niño.
Podemos ver indicadores que algo anda mal, y podemos encontrar las causas y observar el intrincado
entramado vincular en juego, pero predecir cuál va ser la evolución de ese niño en estructuración, sólo
da cuenta de la arrogancia del paradigma que se pretende como un saber absoluto.

Intervenciones objetivantes y subjetivantes:

Resumiendo, podemos dividir a las Intervenciones en dos grupos:


1. Objetivantes: las que no contemplan el carácter del infante humano, como un sujeto bio psico social,
sino que lo reduce al espectro de lo biológico genético
2. Subjetivantes: las que contemplan al niño en su dimensión sujeto deseante inmerso en la cultura desde
su múltiple condición de sujeto bio psico social.
Las primeras promoverían etiquetamientos precoz y probables interferencias en su desarrollo
Las segundas promueven prevención vincular y por ende, previenen la salud mental del niño, habilitando
el proceso de subjetivación.

A modo de conclusión:
La intención de esta comunicación en el marco del IV Simposio sobre Patologización de la Infancia:
Intervenciones posibles, es la de alertar, recordar, o más bien impedir que se olvide, que el bebé es un
sujeto desde el inicio.
Que aún no haya adquirido las habilidades cognitivas, intelectuales y motoras que caracterizan la madurez
en el desarrollo, no lo convierte en un NO sujeto. Simplemente es uno que aún no ha adquirido todas esas
habilidades que posee en forma de potencialidades.
Que aún no pueda expresarse por medio del lenguaje, no lo convierte en un analfabeto de sus emociones.
Por el contrario, cualquier adulto con una mirada atenta y empática, sin necesidad de una instrucción
particular, sabrá descifrar en sus llantos, expresiones somáticas, motoras y gestuales, sus estados de ánimo
prevalentes.
Cualquier adulto sensible y en posición amorosa con su bebé, sabrá leer su sufrimiento y evitará toda
accionar que lo violente y lastime.
Todos sabemos, con un saber espontáneo, que a los bebés hay que quererlos y cuidarlos, ya que ellos
“sienten”, tienen una sensiblidad superior al adulto.
Las investigaciones recientes desde distintas disciplinas, simplemente vienen a comprobar lo que el saber
intuitivo supo desde siempre: los bebés sienten desde la gestación y son extremadamente sensibles a las
relaciones y ambiente exterior y necesitan del otro para sobrevivir.
Es decir, no podemos ampararnos en la ignorancia para justificar, como profesionales de la salud,
intervenciones precoces que borran el estatuto de sujeto del bebé, objetivándolo como un puro conjunto
neuronal.
Es una excusa insalvable.
Aun así, ante el riesgo que el desconocimiento de esta obvia verdad nos invada, recordemos que:
8
En todo caso de lo que se trata , es de no olvidar , que , el bebé es un sujeto en estructuración y que
cualquier intervención externa que no contemple con el debido respeto esta condición, corre riesgos
de traumatizar precozmente en lugar de prevenir y de interferir en el desarrollo en lugar de
promoverlo.
Seamos concientes de ello

Bibliografía:
Freud, Sigmund: Introducción al Narcisismo ( 1914),Obras Completas, TOMO XIV, Amorrotu Editores. Bs. AS., 1976
Lebovici, S., Weil – Halern, F, La psicopatología del bebé, Siglo XXI, Editores. Madrid, 1995
Lebovici, S.: El lactante, su madre y el psicoanalista, Ed. Amorrortu, Bs. As., 1983.
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