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COMO VIVIR LA CRISIS EN ESTOS TIEMPOS

El desempleo y sus consecuencias psicológicas es un tema con el que nos encontramos


ahora cada vez con más frecuencia.

No se trabaja sólo para ganarse la vida, sino para lograr el desarrollo personal. Por este
motivo, desde la vertiente psicológica, perder el empleo resulta demoledor, incluso
aunque los recursos económicos estén asegurados.

Hay varias cuestiones que una persona parada va viviendo a lo largo de este tiempo en
el que se encuentra desempleado que lo puede llevar a arrinconarse y no trabajar para
encontrar trabajo: Una indefensión aprendida.

El primer gran impacto del desempleo es el padecimiento del llamado "síndrome de la


invisibilidad". Cuando una persona es víctima de este síndrome, siente que "no le ven".

Es como si una nube de cristal te hubiera envuelto y no pudieras ser visto por los
agentes, ni por las redes de gente que te puede dar una oportunidad. Es una vivencia
interior muy paralizante. En esta sociedad, a pesar de la crisis, sólo cuenta la
productividad, el parecer o el tener". Los parados vagan por las calles, donde observan
cómo los cines, los escaparates, los restaurantes, los cafés o las oficinas funcionan, sin
que ellos puedan consumir ni formar parte de ese engranaje productivo que constituye el
mercado de trabajo.
El mundo sigue, pero cada vez hay más personas desempleadas y aquejadas por un
profundo malestar psicológico, con una importante sensación de impotencia e
indefensión, con el agravante de que muchas no se atreven a pedir ayuda por vergüenza
o por orgullo.
Mientras se trabaja, son muchos quienes se lamentan de los horarios, el salario, las
relaciones laborales o el estrés, entre otros factores. Pero el trabajo es una fuente muy
importante de bienestar psicológico y social, que se constata cuando se pierde.
Es importante saber que obtener un empleo es una expectativa social y cultural
adquirida desde la infancia y, desde entonces, continuamente reforzada a través de las
influencias de la escuela, la familia y los medios de comunicación. Es un valor social.
Empiezas a contar en el mundo cuando entras en la vida laboral. Cuando una persona
logra formar parte del mundo laboral, accede a un nuevo estatus y a una nueva identidad
social. El desempleo interrumpe ese proceso y se convierte en una sensación de derrota
y fracaso.
Aunque en el instante de ser despedidos, y en los días siguientes, sólo se sienta tristeza,
rabia y miedo a un futuro incierto, lo cierto es que no hay que abatirse. Cuando uno se
queda sin trabajo, lo más normal es experimentar todos estos sentimientos negativos, y
es bueno no reprimirlos y dejarlos salir, pero no más tiempo de lo necesario. Aunque
resulte difícil encontrar la parte positiva de situaciones límite, como puede ser una crisis
económica, cada persona y familia debe esforzarse por darle la vuelta a ese momento
dramático motivado por una situación de desempleo, de impagos... Lo más importante
es no perder o recuperar la situación de control que se ha perdido. De esta manera,
aumentan las posibilidades de que la tensión se mitigue o desaparezca. Para ello es
determinante mantener una actitud práctica y activa y apoyarse en las personas más
allegadas, así como desarrollar actividades diarias en forma de obligaciones que
sustituyan una jornada laboral. Es así como se evitará que la persona se encierre en sí
misma, ya que la inactividad y el aislamiento sólo sirven para empeorar el estado de
ánimo. Una opción es destinar más tiempo a lo que antes no se podía atender por estar
demasiado ocupado, como los hijos y la familia en general, las amistades e, incluso,
aquellas labores que puedan resultar placenteras, como el deporte o la lectura. También
puede ser la oportunidad para realizar algún curso que permita reciclarse laboralmente y
aprovechar el tiempo para encontrar un trabajo mejor del que se disponía.

De esta manera, la pérdida de lo material y económico puede abrir la puerta a lo


humano. Es importante sentir que durante una situación difícil se está cerca de los
demás y que se cuenta con su apoyo: se genera sentimiento de grupo y, por tanto, se
hace más llevadero el problema. Además, es una forma de aumentar el nivel de energía
con el que afrontar las dificultades a través de una mentalidad más positiva, alejada de
sentimientos negativos.

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