CEREBRO
Y CONDUCTA
Hilary Puínam
U N IV E R S ID A D N A C IO N A L A U T O N O M A DE M EXICO
IN S T ITU T O DE INVE STIG A C IO N ES FILO SÓ FICAS
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS
HILARY PUTNAM
Cerebro y conducta
Versión castellana
de
R o s a r io A m ie v a
CONDUCTISMO LÓGICO
2 El intento de una cuarta opción —es decir, una opción distinta del dualismo, el
materialismo y el conductism o—se esboza en “ The Mental Life o f Som e Machines” ,
que apareció en Proceedings o f the Wayne Sym posium on the Philosophy ofM ind.
[Versión castellana: “ La vida mental de algunas m áquinas” , Cuadernos de Crítica
No. 17, 1981.] Esta cuarta opción es materialista en el sentido amplio de ser com
patible eon la opinión de que los organismos, incluyendo a los seres humanos, son
sistemas físicos que consisten de partículas elementales y obedecen las leyes de la
física, pero no requiere que “ estados” tales como dolor y preferencia sean defini
dos de manera que se haga referencia a conducta manifiesta, o bien a constitución
fisicoquím ica. La idea, expuesta brevemente, es que los predicados que se aplican
a un sistema en virtud de su organización funcional tienen justam ente esta caracte
rísticas: una organización funcional dada (por ejemplo, una lógica inductiva dada,
una función de preferencia racional dada) puede realizarse en casi cualquier clase
de conduela manifiesta, según las circunstancias, y puede “ incorporarse” a estruc
turas de muchas diferentes constituciones físicas (y aun m etafísicas) lógicamente
posibles. Así, el enunciado de que una criatura prefiere A a B no nos dice si la
criatura tiene una química de carbón, o una química de S ilic o n , o si es una mente
dcscorporizada, ni nos dice cóm o se com portarían la criatura en circunstancias es-
pecificablcs sin referencias a otras preferencias y creencias de la criatura, pero no
por ello es algo “ m isterioso” .
mental) no se enseñan por referencia a ejemplos modelo, de
la manera en que se enseñan palabras corno “ rojo” . Uno
puede señalar un ejemplo de rojo, pero no puede señalar un
ejemplo de dolor (excepto señalando algún tipo de conducta)
y decir: “ Compare la sensación que eslá teniendo con ésta
(digamos, la sensación de Jones en el tiempo t, ). Si las dos
sensaciones tienen idéntica cualidad, entonces su sensación
puede llamarse legítimamente sensación de dolor.” La difi
cultad estriba, por supuesto, en que yo no puedo tener la
sensación de Jones en el tiempo ti —a menos de que yo sea
Jones, y el tiempo sea t i .
A partir de esta simple observación se siguen ciertas cosas.
Por ejemplo, que la versión según la cual la intensión de la pa
labra “ dolor” es una cierta cualidad que “ conozco por mi
propio caso” , debe estar equivocada. Pero esto no constituye
una refutación del dualismo, ya que el dualista no está obli
gado a sostener que yo conozco la intensión de la palabra cas
tellana “ dolor” a través de mi propio caso, sino sólo que yo
experimento el referente de la palabra.
¿Cuál es entonces la intensión de “ dolor” ? Me inclino a
decir que “ dolor” en un concepto-cúmulo. Es decir, la apli
cación de la palabra “ dolor” está controlada por todo un
cúmulo de criterios, todos los cuales pueden considerarse
sintéticos.3 En consecuencia, no hay manera satisfactoria de
responder a la pregunta “ ¿Qué significa ‘dolor’? ” excepto
dando un sinónimo exacto (por ejemplo, “ Schmerz” ); pero
hay millones de maneras diferentes de decir lo que es el dolor.
Por ejemplo, uno puede decir que el dolor es esa sensación
No < | U í < t o decir sólo que cada criterio puede considerarse sintético, sino t a m
bién que el cúmulo es sintético de manera colectiva, en el sentido de que en cier
tos casos tenemos libertad de decir (por simplicidad inductiva y economía teórica)
que el término se aplica aunque el cúmulo esté ausente en su totalidad, listo es del
todo compatible con la afirmación de que el cúmulo sirve para fijar el significado
de la palabra. Lo que pasa es que cuando especificamos algo mediante un cúmulo
de indicadores asum imos que las personas usarán sus cerebros. Estos criterios pue
den pasarse por alto cuando lo que el buen sentido exige es aquello que podrirlos
considerar como una “ convención asociada al discurso” ((¡rice) y no com o algo
que tenga que estipularse en conexión con las palabras individuales.
que normalmente se manifiesta diciendo “ Ay” , o respingando,
o de muchas otras maneras (o que no se manifiesta en lo más
mínimo, como ocurre a menudo).
Todo lo anterior es compatible con el conductismo lógico.
El conductista lógico replicaría: “ Exacto. ‘Dolor’ es un cú
mulo de conceptos —es decir, representa un cúmulo de fenó
menos.” Pero no es esto lo que quiero decir. Veamos otra
clase de cúmulo de conceptos (los cúmulos de conceptos no
son una clase homogénea, por supuesto): los nombres de en
fermedades.
Observamos que, cuando se descubrió el origen viral de la
polio, los doctores decían que los casos en los que todos los
síntomas de la polio habían estado presentes, pero el virus
había estado ausente, resultaban no haber sido casos de polio.
De manera semejante, si se descubriera un virus que fuese
normalmente (casi invariablemente) la causa de lo que ahora
llamamos “ esclerosis múltiple” , la hipótesis de que este virus
es la causa de la esclerosis múltiple no podría falsificarse aun
que, en algunas cuantas ocasiones excepcionales, fuera posi
ble tener todos los síntomas de la esclerosis múltiple debido a
alguna otra combinación de factores, ni tampoco si en algunos
casos este virus causara síntomas que no estuvieran reconoci
dos como síntomas de esclerosis múltiple. Por supuesto que
estos hechos llevarían al lexicógrafo a rechazar la opinión de
que “ esclerosis múltiple” significa “ la presencia simultánea de
tales y cuales síntomas” . En vez de ello diría que “ esclerosis
múltiple” significa “ la enfermedad que es normalmente res
ponsable de algunos o de todos los síntomas siguientes. . . ”
Desde luego, no tiene que decir eso. Algunos filósofos pre
ferían decir que “ polio” significaba “ la presencia simultánea
de tales y cuales síntomas” ; y dirían que la decisión de acep
tar la presencia o ausencia de un virus como criterio para la
presencia o ausencia de la polio constituyó un cambio de signi
ficado. Pcró esto va completamente en contra de nuestro sen
tido común. Por ejemplo, los doctores solían decir: “ Creo que
la polio es causada por un virus.” De acuerdo con la postura del
“ cambio de significado” , estos doctores estaban equivocados,
no en lo cierto. La polio, en el sentido en <¡ue esta palabra se.
usaba en aquel entonces, no siempre era causada por un virus;
es sólo lo que nosotros llamamos polio lo que siempre es cau
sado por un virus. Y si algún doctor hubiera dicho (como
muchos dijeron): “ Creo que esto puede no ser un caso de po
lio” , sabiendo que todos los síntomas descritos en los libros
de texto estaban presentes, tal doctor se habría contradicho
(aun cuando nosotros, hoy día, diríamos que tenía razón) o,
tal vez, habría “ hecho una propuesta lingüística velada” . Del
mismo modo, dicha postura va en contra de la buena meto
dología lingüística. La definición que propusimos en el parrá-
fo anterior —de que “ esclerosis múltiple” significa “ la en
fermedad que es normalmente responsable de los síntomas
siguientes. . tiene un análogo exacto en el caso de la polio.
Esta clase de definición deja abierta la cuestión acerca de si
hay una causa única o varias. Hablar de “ descubrir un origen
único de la polio (o dos o tres o cuatro)” , hablar de “ descu
brir que X no tuvo polio” (aunque mostró todos los sínto
mas de la polio), y hablar de “ descubrir que X tuvo polio”
(aunque no mostró ninguno de los “ síntomas descritos en
los libros de texto” ), concuerdan con tal definición. Y, fi
nalmente, la definición no requiere que digamos que hubo
un “ cambio de significado” . Así, ésta es seguramente la de
finición que adoptaría un buen lexicógrafo. Pero eso im
plica lógicamente rechazar la postura de “ cambio de signi
ficado” como mero invento de filósofo.4
Ahora bien, ¿a qué nos lleva el hecho de aceptar que ésta
es la explicación correcta de Jos nombres de enfermedades?
Puede haber implicaciones analíticas que conecten enfer
medades con síntomas (aunque argumentaré en contra de
esto). Por ejemplo, parece plausible decir que:
LA
NATURALEZA
DE LOS ESTADOS
M ENTALES
Hilary Putnam
U N IV E R S ID A D N A C I O N A L A U T Ó N O M A DE MÉXICO
INSTITUTO DE IN V ES T IG AC IO NE S FILOSÓ FIC AS
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS
Colección : c u a d e r n o s d e c r í t i c a
Director: E N R IQ U E v i l l a n u e v a
Secretaria: m a r g a r i t a p o n c e
CUADERNOS DE CRÍTICA 15
HILARY PUTNAM
La naturaleza
de los estados mentales
Versión castellana
de
M a r g a r it a M. V a ld és
I. P R E G U N T A S SO B R E LA ID EN TID A D
1 He discutido estos temas, y otros afines, en mis artículos “ Brains and Beha-
vior” , “ Minds and M achines” y “ The Mental L ife of Some Machines” que
aparecen en mi libro M iné, Language and Reality, Cambridge Unir. Press, 1975.
[H ay traducción al español: véase Mentes y m áquinas comp. A.R. Anderson
u n a .m , 1970; L a vida mental de algunas máquinas, Cuadernos de Crítica No.
17, u n a m , 1971; Cerebro y comportamiento aparecerá próximamente en Cua
dernos de Crítica, u n a m . (N. del T .) ]
2 En este trabajo quiero evitar la debatida cuestión acerca de la relación
entre los dolores y los estados de dotar. Observo sólo de pasada que es fácil
advertir la falacia de un argumento común en contra de la identificación de
estos dos, a saber, que un dolor puede estar en el brazo de uno pero un estado
(del organismo) no puede estar en el brazo de uno.
filósofos analíticos— son: (i) que un enunciado de la forma
“ ser A es ser 2?” (v. gr. “ tener dolor es estar en un determina
do estado cerebral” ) puede ser correcto sólo si se sigue, en
algún sentido, del significado de los términos A y B ; y (n)
que un enunciado de la forma “ ser A es ser fi” puede ser
filosóficamente informativo sólo si es en algún sentido reduc-
tivo (v. gr. “ tener un dolor es tener una determinada sensa
ción desagradable” no es filosóficamente informativo; “ tener
un dolor es tener una cierta disposición conductual” es filo
sóficamente informativo en el caso de ser verdadero). Estas
reglas son excelentes si aún creemos que el programa de aná
lisis reductivo (al estilo de los años treinta) puede llevarse
a cabo; si no lo creemos, convierten entonces a la filosofía
analítica en una farsa, por lo menos en la medida en que nos
interesan las cuestiones acerca de “ es” , esto es, acerca de la
identidad.
En este trabajo usaré el término “ propiedad” como un
término irrestricto para cosas tales como tener dolor, hallarse
en un estado cerebral particular, tener una disposición con
ductual particular, etcétera — esto es, para cosas que natu
ralmente pueden representarse mediante predicados o func-
tores monádicos o n-arios. Usaré el término “ concepto” para
cosas que pueden identificarse con clases de sinonimia de ex
presiones. Así, el concepto de temperatura puede identificar
se (según sostengo) con la clase de sinonimia de la palabra
“ temperatura” .3 (Esto es tanto como decir que el número 2
3 Son bien conocidas ciertas observaciones de Alonzo Church sobre este asun
to. Dichas observaciones no afectan (como podría suponerse en un principio) la
identificación de conceptos con clases de sinonimia en cuanto tales, sino más
bien apoyan la idea de que (en la semántica form al) es necesario conservar la
distinción de Frege entre el uso normal y el uso “oblicuo” de las expresiones.
Esto es, aun si decimos que el concepto de temperatura es la clase de sinonimia
de la palabra “ temperatura” , no por ello debemos caer en el error de suponer
que “el concepto de temperatura” es sinónimo de “ la clase de sinonimia de la
palabra ‘temperatura’ ”, ya que entonces “ el concepto de temperatura” y “ der
Begriff der Temperatur” no serían sinónimos, cosa que sí son. M ás bien debe
mos decir que el concepto de “ temperatura” se refiere a la clase de sinonimia
de la palabra “temperatura” (en esta reconstrucción p a rtic u la r); pero esa clase
se identifica, no como “ la clase de sinonimia a la que tal y cual palabra perte
nece” sino de otra manera (v. gr como la clase de sinonimia cuyos miembros
tienen tal y cual uso característico).
puede identificarse con la clase de todos los pares. Este es
un enunciado bastante diferente del enunciado peculiar que 2
es la clase de todos los pares. Yo no sostengo que los con
ceptos sean clases de sinonimia, sea lo que fuere que esto
pudiera significar, sino que pueden identificarse con clases
de sinonimia para los propósitos de formalización del discur
so relevante.)
La pregunta “ ¿qué es el concepto temperatura? ” es una
pregunta muy “ chistosa” . Podría considerarse que significa:
“ ¿Qué es la temperatura? Por favor, considere que mi pre
gunta es conceptual.” En ese caso, una respuesta podría ser
(pretendamos por un momento que “ calor” y “ temperatura”
son sinónimos) “ la temperatura es el calor” , o aun “ el con
cepto de temperatura es el mismo que el concepto de calor” .
0 uno podría considerar que significa: “ ¿Qué son realmente
los conceptos? Por ejemplo, ¿qué es ‘el concepto de tempera
tura’ ?” En este caso sólo Dios sabe lo que sería una “ res
puesta” . (Tal vez sería el enunciado de que los conceptos
pueden identificarse con clases de sinonimia.)
Desde luego que la pregunta “ ¿qué es la propiedad tem
peratura?” también es “ chistosa” , y una manera de interpre
tarla es considerarla como una pregunta acerca del concepto
de temperatura. Pero no sería ésta la manera como la consi
deraría un físico.
El efecto de decir que la propiedad I\ puede ser idéntica
a la propiedad P2 sólo si los términos P, y R, son, en algún
sentido apropiado, “ sinónimos” , es, para cualquier propósito
e intención, disolver las dos nociones de “ propiedad” y “ con
cepto” y fundirlas en una sola noción. La tesis de que los
conceptos (intensiones) son lo mismo que las propiedades ha
sido explícitamente defendida por Carnap (por ejemplo, en
Meaning and Necessity). Esta parece ser una tesis desafortu
nada, ya que “ la temperatura es la energía molecular cinética
media” es evidentemente un ejemplo perfectamente bueno
de un enunciado verdadero de identidad de propiedades, en
tanto que “ el concepto de temperatura es el mismo concepto
que el concepto de energía molcular cinética media” es sim
plemente falso.
Muchos filósofos creen que el enunciado “ el dolor es un
estado cerebral” viola algunas reglas o normas del lenguaje.
Sin embargo, los argumentos que se ofrecen son poco con
vincentes. Por ejemplo, si el hecho de que yo pueda saber
que tengo dolor sin saber que me encuentro en el estado cere
bral S, muestra que el dolor no puede ser el estado cerebral S,
entonces, por el mismo argumento, el hecho de que yo pueda
saber que la estufa está caliente sin que sepa que la energía
cinética molecular es alta (o incluso que las moléculas exis
ten) muestra que es falso que la temperatura sea la energía
molecular cinética media, aun cuando la física diga lo con
trario. De hecho, lo único que se sigue inmediatamente del
hecho de que yo puedo saber que tengo dolor sin saber que
estoy en el estado cerebral S, es que el concepto de dolor no
es el mismo concepto que el concepto de estar en el estado
cerebral S. Pero pudiera ser que el dolor, o el estado de tener
dolor, o algún dolor, o algún estado doloroso fuese el estado
cerebral S. Después de todo, el concepto de temperatura no
es el mismo concepto que el concepto de energía cinética mo
lecular media. Pero la temperatura es la energía cinética
molecular media.
Algunos filósofos sostiene que tanto “ el dolor es un estado
cerebral” como “ los estados de dolor son estados cerebrales”
son ininteligibles. La respuesta es explicar a estos filósofos,
tan bien como podamos, dada la vaguedad de toda metodolo
gía científica, qué tipos de consideraciones nos conducen a
hacer una reducción empírica (esto es, a decir cosas tales como
“ el agua es H 20” , “ la luz es una radiación electromagnética” ,
“ la temperatura es la energía molecular cinética media” ).
Si, a pesar de estos ejemplos, alguien continúa manteniendo,
sin dar razones, que no puede imaginarse circunstancias pa
ralelas para el uso de “ los dolores son estados cerebrales”
(o, tal vez, “ los estados de dolor son estados cerebrales” ),
habrá motivos para considerarlo perverso.
Algunos filósofos mantienen que ÍÍP1 es P2” es algo que
puede ser verdadero, cuando el “ es” contenido en esa expre
sión es el “ es” de una reducción empírica, sólo en el caso de
que las propiedades P1 y P2 estén (a) asociadas con una re
gión espaciotemporal y (b) la región sea una y la misma en
ambos casos. Así, “ la temperatura es la energía molecular
cinética media” es una reducción empírica admisible, ya que
la temperatura y la energía molecular se asocian a la misma
región espaciotemporal, pero “ tener un dolor en mi brazo es
estar en un estado cerebral” no lo es, ya que las regiones es
paciales aludidas son diferentes.
Este argumento no parece muy sólido. ¡Ciertamente nadie
se detendrá a pensar, antes de decir que las imágenes en los
espejos son la luz reflejada por un objeto y luego por la su
perficie del espejo, en el hecho de que una imagen puede
“ localizarse” un metro detrás del espejo! (Además, uno pue
de encontrar siempre alguna propiedad común de las reduc
ciones que uno está dispuesto a admitir — v. gr. la tempera
tura es la energía molecular cinética media— , que no sea
una propiedad de alguna identificación que uno desea desauto
rizar. Esto no resulta demasiado impresionante a menos que
uno tenga un argumento para mostrar que los propósitos mis
mos de semejante identificación dependen de la propiedad
común en cuestión.)
Otros filósofos más han sostenido que todas las prediccio
nes derivables de la conjunción de leyes neurofisiológicas con
enunciados tales como “ los estados de dolor son estados cere
brales” , pueden derivarse igualmente a partir de la conjun
ción de las mismas leyes neurofisiológicas con “ tener dolor
está correlacionado con tal y cual estado cerebral” y que, por
ende (/sic! ), no puede haber fundamentos metodológicos para
decir que los dolores, o los estados de dolor, son estados cere
brales, por oposición a decir que están correlacionados (in
variablemente) con estados cerebrales. Este argumento mos
traría también que la luz está solamente correlacionada con
la radiación electromagnética. El error está en ignorar el
hecho de que, aunque las teorías en cuestión pueden efectiva
mente conducir a las mismas predicciones, excluyen o dejan
abiertas diferentes preguntas. “ La luz está correlacionada in
variablemente con la radiación electromagnética” dejaría
abiertas las preguntas “ ¿qué es entonces la luz, si no es lo
mismo que la radiación electromagnética?” y “ ¿qué es lo que
hace que la luz acompañe a la radiación electromagnética?” ,
las cuales se excluyen al decir que la luz es la radiación elec
tromagnética. De manera similar, el propósito de decir que los
dolores son estados cerebrales es precisamente excluir del
campo de lo empíricamente significativo las preguntas “ ¿qué
es entonces el dolor si no es lo mismo que el estado cerebral?”
y “ ¿qué es lo que hace que el dolor acompañe al estado cere
bral?” Si hay bases -que sugieran que estas preguntas repre
sentan, por así decirlo, la manera equivocada de considerar el
asunto, entonces esas bases son las bases para una identifica
ción teórica de los dolores con los estados cerebrales.
Si ninguno de los argumentos para establecer lo contrario
resulta convincente, ¿habremos entonces de concluir que es
significativo (y tal vez verdadero) decir que los dolores son
estados cerebrales, o que los estados de dolor son estados ce
rebrales?
II. ¿ E S E L D O LO R UN ESTA D O C E R E B R A L ?
Esta hipótesis es, sin lugar a dudas, vaga, aunque con toda
seguridad no es más vaga que la hipótesis del estado cerebral
tal como se halla en el presente. Por ejemplo, a uno le gusta
ría saber más acerca de la clase de Organización Funcional
que un organismo ha de tener para ser capaz de sentir do
lor, y más sobre los rasgos que distinguen el subconjunto de
las entradas sensoriales a las que nos referimos en (4 ). Con
respecto a la primera cuestión probablemente podamos decir
que la Organización Funcional debe incluir algo semejante a
una “ función de preferencia” , o por lo menos a un ordena
miento parcial de preferencia, y algo semejante a una “ lógica
inductiva” (esto es, la Máquina tiene que ser capaz de “ apren
der de la experiencia” ) . * Parece necesario, además, exigir
que las máquinas posean “ sensores de dolor” , esto es, ór
ganos sensoriales que normalmente indiquen daños al cuerpo
de la Máquina, o temperaturas, presiones, etcétera, que re
presenten un peligro, y que dichos sensores transmitan un sub-
conjunto especial de las entradas, el subconjunto al que nos
referimos en (4 ). Finalmente, y con respecto a la segunda
cuestión, quisiéramos exigir por lo menos que las entradas en
el subconjunto distinguido tengan un valor muy bajo en la
función o el ordenamiento preferencial de la m áquina.** El
propósito de la condición (3) es el de eliminar “ organismos”
(si así pueden llamarse) tales como un enjambre de abejas,
como sujetos singulares de dolor. La condición (1) es obvia
mente redundante y se introduce sólo por razones de la ex
posición. (De hecho, es una condición vacía, ya que todo es
un Autómata Probabilista bajo alguna Descripción.)
Sostengo, de pasada, que esta hipótesis, a pesar de ser vaga,
es mucho menos vaga que la hipótesis del “ estado fisicoquí-
mico” tal como se presenta hoy día, y mucho más susceptible
a la investigación tanto matemática como empírica. En efecto,
investigar esta hipótesis consiste en tratar de producir mode
los “ mecánicos” de organismos y, después de todo, ¿no es
esto acaso lo que persigue la psicología? El paso difícil, por
supuesto, consistirá en pasar de los modelos para organismos
específicos a una forma normal para la descripción psicoló
gica de los organismos, ya que esto es lo que se requiere para
hacer más precisas las condiciones (2) y (4 ). Sin embargo,
esto también parece ser una parte inevitable del programa de
la psicología.
Lecturas adicionales*
1,300 ejemplares.
CUADERNOS DE
LA
VIDA MENTAL
DE ALGUNAS
MAQUINAS
Hilary Putnam
U N IV E R S ID A D N A C IO N AL A U T Ó N O M A DE MÉXICO
INSTITUTO DE IN V ES T IG AC IO NE S FILOSÓ FIC AS
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS
Colección : CU AD ERNO S D E C R ÍTIC A
Director: E N R IQ U E v i l l a n u e v a
Secretaria: m a r g a r i t a p o n c e
CUADERNOS DE CRÍTICA 17
HILARY PUTNAM
La vida mental
de algunas máquinas
Versión castellana
de
M a r t iia G o r o s t iz a
1 Von Neumann, 1953, pp. 2ós, et al. Von Neumann y Morgenstern pien
san tal función como una asignación de coordenadas (en un espacio ra-di-
mensiohal) a objetos, siendo la suma de coordenadas el “ valor” del objeto.
Aquí será conveniente pensar de tal función como una función que asigna una
“ utilidad” a “ mundos posibles” (o “ enuncia descripciones” en el sentido de
C a m a p ).
máquinas? En principio, significa simplemente que la fun
ción que controla la conducta de la máquina (más precisa
mente, la función que, junto con la lógica inductiva de la
máquina, controla la conducta de la máquina) asigna un valor
más alto a la primera alternativa que a la segunda. Aun desde
el principio podemos ver que la relación entre preferencia y
conducta va a ser bastante complicada para estas máquinas.
Por ejemplo, si una de estas máquinas prefiere A a B, no se si
gue necesariamente que, en cualquier situación concreta, va a
elegir A en vez de B. Para decidir si va a elegir A en vez de B,
la máquina tendrá que considerar cuáles serán las probables
consecuencias de su elección en la situación concreta, y esto
puede muy bien poner en juego otros “ valores” de la máqui
na además de la preferencia que la máquina asigna a A so
bre B. Podríamos decir que, si la máquina prefiere A a B,
entonces eso significa que, ceteris paribus, la máquina elegirá
A en vez de B, y podríamos perder toda esperanza de explici-
tar alguna vez la cláusula ceteris paribus de un modo preciso.
De manera análoga, Miss Anscombe2 ha sugerido que, si
alguien intenta no tener un accidente, entonces eso significa
que, ceteris paribus, elegirá métodos de manejar de un lugar
a otro que probablemente minimicen la oportunidad de tener
un accidente. E lla ha sugerido que en esta clase de caso la
cláusula ceteris paribus no podría, en principio, explicitarse
en detalle. Sobre estas bases, ha procedido a sugerir una di
ferencia fundamental entre lo que llama razón práctica y razón
científica. Esta conclusión, sin embargo, deberá verse con
alguna sospecha. E l hecho es que Miss Anscombe ha mostrado
que ciertos métodos propuestos para explicitar la cláusula
ceteris paribus en cuestión, no funcionarían; pero estos méto
dos tampoco funcionarían en el caso de nuestras máquinas.
Difícilmente se sigue que nuestras máquinas exhiban, en su
“ conducta” ordinaria, una forma de razonamiento fundamen
talmente diferente del razonamiento científico. Por el contra
rio, dada una función de preferencia racional, actuar siempre
2 Anscombe, 1957, pp. 59-61. Deseo enfatizar que el punto de vista que estoy
criticando aparece en sólo tres páginas de lo que considero un excelente libro.
a manera de maximizar la utilidad estimada es exhibir un ra
zonamiento científico de muy alto nivel.
Miss Anscombe podría replicar que los seres humanos rea
les no tienen funciones de preferencia racional. Sin embargo,
Von Neumann y Morgenstern han mostrado, y éste es el re
sultado fundamental en esta área, que cualquier agente cuyas
preferencias sean siempre consistentes se comporta de una
manera que puede interpretarse en términos de al menos una
función de preferencia racional. Miss Anscombe podría re
plicar que los seres humanos reales no tienen preferencias
consistentes; pero esto sería decir que la diferencia entre
razón práctica y razón científica es que la razón práctica es
con frecuencia más o menos irracional — que el razonamien
to práctico de todo el mundo es irracional en algunas áreas.
Esto es cómo decir que la lógica deductiva es diferente, en
principio, de la lógica contenida en cualquier libro de texto
porque el razonamiento deductivo de todo el mundo es malo
en algunas áreas. El hecho es que los comentarios de Miss Ans
combe sobre las intenciones supuestamente deben aplicarse,
no sólo a la conducta intencional de seres humanos más o
menos irracionales, sino también a la conducta intencional
de un ser humano idealmente racional con un rico y complejo
sistema de valores. Yo pienso que esto se ve bastante claro
ai leer todo su libro. Pero para un agente tal, una de las con
clusiones más importantes es simplemente falsa: el razona
miento práctico de tal agente no sería, como hemos visto, en
nada diferente del razonamiento científico.3
II. M A T E R IA L ISM O
Putnam, Hiiary, Mind, Language and Reality. Cambridge University Press, 1975.
Capítulo 16: “ Brains and Behavior”, p. 325. Capítulo 18: “ M inds and
Machines” , p. 362.