China, Taiwán y los principales países ligados a su historia cultural: Corea, Japón, Mongolia, Vietnam
y los territorios adyacentes del Sureste Asiático y Asia Central.
La historia de China, una de las civilizaciones más antiguas del mundo con continuidad hasta la
actualidad, tiene sus orígenes en la cuenca del río Amarillo, donde surgieron las primeras dinastías Xia,
Shang y Zhou. La existencia de documentos escritos hace cerca de 3500 años ha permitido el desarrollo
en China de una tradición historiográfica muy precisa, que ofrece una narración continua desde las
primeras dinastías hasta la edad contemporánea. La cultura china, según el mito, se inaugura con los
tres emperadores originarios: Fuxi, Shennong y finalmente el Emperador Amarillo Huang, este último
considerado como el verdadero creador de la cultura. Sin embargo, no existen registros históricos que
demuestren la existencia real de estas personalidades, las que de acuerdo con la transmisión oral de
generación en generación, habrían vivido hace unos 5000 a 6000 años.
La enorme extensión geográfica del estado actual de la República Popular China hace que
inevitablemente la historia de todo este territorio abarque, en sentido amplio, a un gran número de
pueblos y civilizaciones. Sin embargo, el hilo conductor de la narración tradicional de la historia china
se centra, en un sentido más restringido, en el grupo étnico de los chinos, y está íntimamente asociada
a la evolución de la lengua china y su sistema de escritura basado en los ideogramas. Esta continuidad
cultural y lingüística es la que permite establecer una línea expositiva de la historia de la civilización
china, que, tanto desde los textos más antiguos del I milenio a. C., como desde los clásicos confucianos,
pasando por las grandes historias dinásticas promovidas por los emperadores, ha continuado hasta el
presente. Los descubrimientos arqueológicos del siglo XX, muy en especial los de los huesos
oraculares, que recogen las primeras manifestaciones escritas en lengua china, han contribuido en las
últimas décadas a un conocimiento mucho más detallado de los orígenes de la civilización china.
La narración tradicional china de la historia se basa en el llamado ciclo dinástico, mediante el cual los
acontecimientos históricos se explican como el resultado de sucesivas dinastías de reyes y
emperadores que pasan por etapas alternas de auge y declive. Este modelo del ciclo dinástico ha sido
criticado por muchos autores1 por dos razones fundamentales: En primer lugar, por su simplismo, ya
que el modelo adopta un patrón recurrente según el cual los primeros emperadores son heroicos y
virtuosos, mientras que los últimos son débiles y corruptos. Esta visión está sin duda influida por la
interpretación de las propias dinastías reinantes, las cuales encontraban en la degradación de la
dinastía precedente una legitimación de su propio ascenso al poder. En segundo lugar, el modelo
dinástico ha sido también criticado por presentar una visión nacionalista artificial, pues lo que en una
interpretación alternativa podría verse como una sucesión de diferentes estados y civilizaciones en un
mismo territorio, aparece como una mera alternancia de regímenes de gobierno en el marco
imperturbable de una entidad nacional única.
A pesar de estas críticas el modelo del ciclo dinástico permite ver los acontecimientos históricos que
han llevado a la formación de la China actual como una estructura lineal de fácil comprensión, lo cual
ha mantenido su vigencia entre los historiadores hasta la actualidad. Otra razón principal por la que el
estudio de las dinastías y sus emperadores ha sido fundamental entre los chinos en el análisis de su
propia historia es el sistema tradicional de datación de fechas, según el cual cada emperador establecía
sus periodos de reinado como marco para contabilizar los años. Así, el año cristiano de 1700 se
corresponde según el sistema tradicional chino con el año 38 de la era Kangxi, mientras que el año
1750 sería el año 15 de la era Qianlong. Incluso hoy en día, en Taiwán el año 2017 se designa en
contextos formales como año 106 de la República. Este uso de las dinastías y sus emperadores para
la propia datación de los años ha hecho imprescindible el dominio de la cronología dinástica en la
tradición cultural china para adentrarse en el estudio de la historia.
Religión en China
Las estadísticas sobre religión varían según la fuente. En el año 2007 el gobierno chino daba la cifra
oficial de 100 millones de creyentes en el país, lo que significaría menos del 10% de la población.1 Sin
embargo, un estudio de ese mismo año de la Universidad de Shanghái encontró que un 31,4%, unos
300 millones de chinos, se declaraban religiosos.1 Al contrario que lo que sucede en los países
desarrollados, se ha encontrado que existen segmentos de población joven con un mayor índice de
religiosidad que segmentos de población más envejecida.1 Según el think tank estadounidense Pew
Research Center en el año 2007 un 81% de la población no era religiosa, un 5% NS/NC y un 14% era
fiel a alguna religión —un 12% de la población sería budista, un 3% cristianos, un 1% musulmán y un
1% taoísta.
Cristianismo
Según una encuesta realizada en 2007 por la Universidad Normal del Este de China, se declaran
religiosos el 31,4% de los chinos mayores de 16 años: unos 300 millones de personas, de los cuales
40 millones son cristianos, y hay pruebas de que la cifra va en aumento. En 1949 la población católica
en China era de 3 a 4 millones. Hoy, el Centro De Estudios Espíritu Santo estima que es de 12 millones.
El fervor por el cristianismo no implica una ruptura con la tradición. En China las religiones occidentales
aceptan aspectos de la cultura local, incluida la veneración por los antepasados.4
Islam
El Islam es la religión tradicional de diferentes pueblos y nacionalidades de China como los musulmanes
uigures y los hui, aunque sólo representan el 1% de la población y fueron perseguidos durante la
Revolución Cultural de Mao (destrucción y cierre de mezquitas, quemas del Corán, etc.). La región de
Xinjiang tiene más de 15.000 mezquitas y centros de oración, uno por cada pueblo musulmán.
costumbres de China
1. Los palillos no se deben colocar en posición vertical en un tazón de arroz, ya que es una
reminiscencia de un ritual de ofrenda a los muertos. Tampoco sostenga los palillos en la mano si quiere
hacer un gesto, informa el portal Business Insider.
2. Las tazas de té siempre se rellenan. Los anfitriones se aseguran con regularidad de que las tazas de
té no están vacías y, cuando le vuelvan a rellenar la taza, debe tocar la mesa para mostrar su
agradecimiento.
3. Los chinos rechazan los regalos varias veces -normalmente tres, aunque pueden ser más- antes de
aceptarlos. Si se encuentra en esa situación no se debe ofender, sino intentarlo hasta tener éxito.
5. Se considera de mala educación señalar algo con el dedo en algunas zonas cerca de Tíbet, como el
parque nacional de Jiuzhaiguo y otros lugares con población tibetana. Para que no le consideren una
persona grosera, en lugar de utilizar sus dedos para señalar a una persona u objeto utilice su mano
completa con la palma hacia arriba y los dedos planos.
6. Aunque puede parecer extraño, los cumplidos en China no deben ser aceptados gentilmente. Los
elogios se rechazan, ya que pueden ser vistos como un signo de vanidad.
7. A veces, grupos o familias chinas pueden pedirle a un extranjero que pose para una foto con ellos,
sobre todo en lugares públicos.
9. El deseo de tener una piel pálida es común entre la población china. Por este motivo, en muchas
playas locales las personas están con una máscara. Este 'bikini facial' no solo protege de los rayos
ultravioleta, sino también de las picaduras de medusa.
10. Las siestas en las calles son una actividad común en China. Usted podrá ver a menudo a personas
durmiendo en el tren, el autobús, el coche o, incluso, en otros lugares inusuales.
Lugares mas poblados de China
Las actividades económicas primarias como todo en la economía China son de enorme escala, un
ejemplo de esto es la agricultura sector en el cual es el mayor productor y consumidor mundial.
Actividades en donde emplea alrededor de 300 millones de trabajadores.
China es el mayor productor mundial de arroz, huevos y carne de cerdo y pollo aunque también
cuenta con grandes producciones de trigo, maíz, tabaco, soya, papa, sorgo, maní, te, cebada,
pescado, algodón, semillas oleaginosas, ganado ovino y vacuno entre otros.
La producción china de minerales metálicos es enorme, se ubica como el quinto productor de oro en
el mundo y uno de los principales productores de hierro, cobre, estaño y minerales raros. También
produce enormes cantidades de minerales no metálicos como la sal, fluorita, asbesto, yeso y
cemento.
Actualmente es el segundo productor industrial del mundo solo detrás de Estados Unidos. (Ver
ranking de los países más industrializados).
Sus actividades secundarias o industriales más notables comprenden la producción de armas,
maquinaria, textiles, fertilizantes, alimentos procesados, automóviles, barcos, aviones, bienes de
consumo como ropa, calzado, juguetes y electrónica en general.
China también es el mayor productor mundial de acero produciendo el 45% del total mundial en 2011,
unas 683 millones de toneladas.
El turismo se ha convertido en uno de los motores de desarrollo de la economía China. Se estima que
para 2020 este sector comprenda cerca del 11% del PIB total del país.