CAPÍTULO I
Hasta hace pocas décadas, la traducción era un arte, en el sentido del don de
recrear, con lo que nos encontrábamos frente al problema de la traducción no como
trasvase sino como reescritura y en consecuencia, la perspectiva de la traducción como
trasvase de contenidos quedaba desvirtuada. No obstante, tenemos las mismas razones
para afirmar que la traducción no es únicamente una ciencia, puesto que habríamos de
distinguir dos conceptos de traducción. Por un lado la traducción como actividad
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Martín J. Fernández Antolín
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
Para realizar este tipo de asunciones del contenido pragmático propugnado por la
semiótica, nos encontramos con dos conceptos fundamentales. El primero de ellos va a
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Cfr. Katz y Fodor (1963) o Nida (1964), por ejemplo.
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ser el que rija la actuación comunicativa en una situación concreta, mientras que el
segundo será el marco general en el que se pueda contrastar la validez, en este caso
funcional, de las actualizaciones, en nuestro caso de los textos particulares. Estos dos
momentos nuevos, en la aproximación a la pragmática, son el contexto de situación y el
polisistema. Si bien los dos habían tenido sus antecedentes en reflexiones lingüísticas y
de traducción anteriores (MALINOVSKI: 1923 y HOLUB: 1984), será en la década de
los años setenta, cuando alcancen su momento de mayor relevancia.
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produce a través del contraste entre estructuras profundas, sino analizando actuaciones
de la lengua, es decir, dotando al análisis de un carácter semiótico.
La equivalencia, por tanto, es la relación que se establece entre dos textos y que
supone, a cualquiera de los niveles que asumíamos con anterioridad, (Vid supra, págs. 5
y 6), la equiparación de valores semióticos para producciones formales diferentes.
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En el primero de los casos, Rabadán aboga por una equivalencia que sea
pragmáticamente válida entre los dos polisistemas, aunque sólo se pueda establecer
entre los elementos que se hayan señalado con un potencial de equivalencia
translémica2. Por tanto, este concepto de equivalencia nos ofrece un dinamismo, al no
presentar una única posibilidad, sino una entre varias pero para cada instancia
comunicativa, de lo contrario, “nos obligaría a establecer correspondencias fijas de
tipos textuales, que serían las únicas equivalencias “correctas” según las reglas
internas del sistema” (RABADÁN: 1991, 45).
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El término equivalencia translémica está relacionado con la unidad de traducción que citaremos
posteriormente postulada por Santoyo y revisada por Rabadán. (Cfr. SANTOYO: 1986, 52)
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“they evoke maximally cognitive reactions in the users of these texts (…)
Pragmatic equivalence is the only that is explicitly said to pertain to texts”
(KRZESZOWSKI: 1990, 30).
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Cfr. Grice (1971).
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este aspecto es que la recreación dentro de una misma lengua de un texto con un grado
de similitud máxima respecto a otro, supone la duplicación del primero, con lo que el
concepto de traducción quedaría en entredicho.
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conforman son los que muestran un grado más alto de coincidencia semántica para la
instancia comunicativa dada.
Como hemos podido observar a lo largo del recorrido que realizado en búsqueda
de las definiciones de traducción y equivalencia que más se ajustasen a nuestros
propósitos, una de las cuestiones con la que se han enfrentado la lingüística y,
específicamente, los Estudios de Traducción, ha sido el hecho de discernir cuál habría
de ser la unidad sobre la que sustentar dichas definiciones.
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
Esta concepción del texto como unidad lingüística y de traducción perdura hasta
bien entrada la Edad Moderna. Si embargo, la noción de la traducibilidad de los textos
como asunto clave a la hora de definir las unidades, recogerá un nuevo elemento, el
receptor, por lo que, como afirma Traina, de ese interés por los tres nuevos elementos
que componen la traducción, la unidad lingüística mínima, el receptor y el texto en sí,
nace la que podemos considerar primera gran obra de traducción moderna:
El texto, como unidad lingüística, por tanto, es un lugar común a nuestra cultura
desde que existe la reflexión acerca de la comunicación; dentro de nuestro área,
podemos afirmar que esa reflexión sobre la comunicación afecta a dos lenguas, es decir,
atiende al proceso de la traducción. Sin embargo, ya en una época posterior hemos
observado cómo el proceso de identificación del texto como la unidad lingüística de
rango superior ha sufrido una evolución constantemente proporcional a la que hemos
asistido desde los clásicos hasta la aparición de la Vulgata.
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
Por lo tanto, podemos afirmar que aquélla que parecía mostrarse como una teoría
relevante de cara a la definición o determinación del texto como unidad lingüística, y
cuya aportación real a la definición del mismo ha resultado ser mínima, va a abrir el
camino, sin embargo, a una serie de investigadores que, apoyándose en los postulados
de la GGT, van a evolucionar hacia la concepción del texto como unidad. Aun sin
ánimo de anticiparnos en nuestra exposición, podemos señalar que existen algunos
estudiosos dentro de esta línea, como Van Dijk (VAN DIJK: 1983) y Petöfi
(BERNÁRDEZ: 1982, 165-171), que partiendo de un análisis marcadamente
generativista, confluirán en la idea de que las diferencias entre un texto y una oración
son algo más complejas que la pura extensión estructural de sus elementos lingüísticos.
De hecho, en su estudio se descubrirá que el texto no sólo está relacionado con un
ámbito sistémico, es decir, no sólo consiste en generar de manera unívoca una serie de
textos a través de unas reglas de generación y transformación, sino que el texto presenta
una dimensión pragmática y comunicativa que había sido obviada.
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Por tanto, la mayor parte de las teorías que surgen tras asumir la importancia de
la naturaleza semiótica de la comunicación, y por consiguiente de los textos como
instancias comunicativas, lleva a los lingüistas e investigadores dentro de los Estudios
de Traducción a consideraciones variadas acerca del texto. Así, Petöfielabora su
TeSWesT Theorie (BERNÁRDEZ: 1982, 165 y ss), partiendo de esta concepción, y
añadirá a los componentes generativos del lexicón y la composición gramatical y
sintáctica nuevas dimensiones pragmáticas o comunicativas que le separan de la
concepción puramente formal del lenguaje. A partir de ahí, existe una gran variedad de
aproximaciones que reafirman la concepción del texto como una unidad que en sí tiene
entidad formal o lingüística, semántica y pragmática. Van Dijk (1989), por su parte,
señala una serie de normas de comportamiento textual per se, de carácter pragmático,
que, aun partiendo del generativismo, le van a separar del mismo de un modo paulatino.
Algunas de las ideas más importantes que se han sumado al texto como unidad
comunicativa son las de Halliday (1978), quien, de un modo coherente con su visión de
la traducción como fenómeno social, señala, por un lado, una dimensión de interacción
y, por otro, advierte que otra dimensión aún no señalada, la cohesión (1978: 13), ha de
ser fundamental para determinar a ciencia cierta qué es un texto. De Beaugrande y
Dressler (1981), a su vez, subrayan la existencia de una esencia inherente a la naturaleza
del texto como tal, la textualidad (1981: 3), cualidad que engloba tanto aquellos factores
lingüísticos y semánticos, que pudiéramos reconocer en las teorías estructuralistas y
generativo – transformacionales, como pragmáticos, más propios de una visión del texto
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
Alcanzar una definición única, que englobe todos los matices necesarios para
nuestro objetivo, parece muy difícil, por no decir imposible; de ahí, y como hemos
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señalado con anterioridad, que optemos por ofrecer una serie de definiciones que nos
sirvan para centrar de manera definitiva nuestro estudio y aportar las bases para nuestra
hipótesis.
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“Los textos son resultado de la actividad lingüística del ser humano. Pero
como la actividad lingüística es una actividad productiva, creadora, con
fines sociales (...), todo texto cumple, conjuntamente con la función de
nominación (...), una determinada función comunicativa” (en BERNÁRDEZ:
1982, 80).
Como podemos observar, el carácter del texto como unidad no viene sólo
refrendado por las características que le impone sino que es más explícito ya que se lo
enfrenta a aquellas unidades, que según su propia definición podemos denominar de
rango inferior, es decir, aquéllas a las que Van Dijk denomina secuencias (1989: 36 y
ss).
Halliday y Hasan (1976), señalan otra definición que, aun encontrándose dentro
del campo de las definiciones de carácter comunicativo, aportará otro rasgo a este
espectro de definiciones:
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Neither of these two conditions is sufficient without the other, nor does the
one by necessity entail the other” (1976: 23).
En esta definición, es de reseñar los dos conceptos que se señalan y que serán de
vital importancia, como veremos, para ulteriores definiciones y análisis del texto como
tal, que son la coherencia y cohesión (coherence & cohesion). La unidad tanto con el
co-texto como con la realidad externa, será una de las características que marque el
concepto de texto de manera definitiva.
Nord, como deudora de esta concepción de texto que aportan Halliday y Hasan,
ofrece su definición de texto en los siguientes términos:
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
Por último, creemos relevante señalar la definición que aporta Roberts, que
servirá para aunar todas las características de mayor importancia que hemos señalado
para lo que nosotros hemos situado como objeto de estudio en nuestra investigación.
Así, Roberts define el texto como:
“Any passage, spoken or written, of any length that forms a unified whole
and communicates a message,” (ROBERTS: 1996, 37 y ss).
El punto de vista semántico que nos ha mostrado una vía por la que la
referencialidad del sistema se opone al carácter estático del mismo y que supone una
derivación comunicativa del hecho lingüístico, parecería invitarnos a proponer un
concepto de texto como unidad semántica de orden superior, es decir, autónoma. Pero
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esto no es posible en sí, puesto que una unidad semántica no podría sino ofrecer dentro
de su propia naturaleza los elementos lingüísticos y semánticos que la integran, lo cual,
incluso a pesar de poder contar con las implicaciones que de sus relaciones puedan
derivarse, deja fuera una serie de conceptos que le han de conferir al texto el carácter de
signo semiótico en una situación comunicativa determinada y única.
Todo texto, esto parece innegable, tiene que reunir una serie de características
para ser catalogado como tal. Pero esta premisa no nos puede servir para definir qué es
un texto, por lo que podremos utilizar en una definición el término textualidad, pero no
podremos definir un texto como todas y cada una de las siete características propuestas
por De Beaugrande y Dressler (1981). Un texto es una actividad social comunicativa,
como hemos visto que afirmaba Isenberg (Vid supra, pág. 18); pero a esta definición,
para establecer una tipología textual, parece faltarle una determinación de cuál será el
nivel lingüístico y semántico que definan qué es un texto.
Por otro lado, nos encontramos con aquellas definiciones que se ocupan de crear
una unidad lingüística de orden superior en la que tanto los componentes semióticos
como la estructuración formal y semántica están perfectamente definidos; dentro de este
grupo se encuentra la definición que ofrecen Halliday y Hasan, (Vid supra, pág. 19 y
20). En esta definición podemos observar que la búsqueda de referentes externos y la
selección pragmática de elementos lingüísticos que proponen a nivel de contexto de
registro está sin desarrollar suficientemente, lo que nos lleva a retomar la propuesta
aplicando el valor comunicativo que tiene el texto en sí y no únicamente buscar los
referentes semióticos que integran el texto a nivel externo, sino incluyendo la
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
consideración semiótica del texto como signo comunicativo desde el punto de vista
funcional.
Así, llegamos a la última definición que queremos utilizar como piedra angular
para la elaboración de aquélla que tomemos como nuestra; es la que ofrece Roberts (Vid
supra, pág. 20). En ella se atiende al valor comunicativo, es decir, a la cuestión
pragmática, a la diferencia entre texto y unidades inferiores y, como novedad en la
definición, se hace expresa la condición textual de cualquier acto de habla, cualquiera
que sea el medio en el que se produzca. Sin embargo, tampoco parece completa, puesto
que la dimensión comunicativa que se propone no recoge de forma explícita los
aspectos semánticos y, además, la ordenación de los elementos semióticos se ordena en
torno a elementos que pudiéramos considerar parciales y ajenos al resto de dimensiones.
Así y todo, esta definición y la propuesta por Halliday y Hasan tendrán una relevancia
capital para la que nosotros ofrezcamos.
Después de realizar esta revisión crítica de las definiciones de texto que se han
ido proponiendo, creemos momento de ofrecer la nuestra, que será deudora de las
propuestas hasta ahora, pero cuyo grado de especificidad es más apropiado para la
finalidad taxonómica que centra nuestra Tesis Doctoral. Por tanto, presentamos como
definición de texto la siguiente:
Esta definición encuentra una explicación para cada uno de sus puntos. En
primer lugar hablamos de “any communicative written passage of any length”; esta
primera parte, aunque asume ciertas características de la definición que ofrece Roberts,
se desmarca de la misma en dos sentidos. En ella, el texto asume dentro de sí las
nociones de Sager de que un texto tiene una intención en su elaboración (SAGER: 1993,
24) y, como habíamos apuntado también con anterioridad en Halliday (Vid supra, pág.
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Ofrecemos esta aproximación al concepto de texto en lengua inglesa por mor de hacer patentes las
similitudes y diferencias que nuestra definición presenta respecto a las que hemos revisado.
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19) si el texto significa es únicamente en su relación con el entorno social, por lo que
podemos decir, al hilo de las dos afirmaciones anteriores, que el texto es
fundamentalmente, una unidad de comunicación. El segundo aspecto de esta definición
supone reconocer el carácter de texto de cualquier producción, oral o escrita, como
señalaría Roberts (Vid supra, pág. 20). Sin embargo, nosotros vamos a centrarnos en los
textos producidos en modo escrito, aunque podamos ver algunas de sus variantes en las
que subyace de modo más o menos explícito un segundo modo oral. Por último, el
tamaño de los textos no ha tener relevancia alguna para nuestro objeto de estudio,
puesto que la convencionalización de los tipos parte de su ámbito semiótico, no de
convenciones estructurales prescriptivas.
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
Si bien el término coherencia en Halliday tiene que ver con la correcta elección
de referentes para una situación comunicativa dada, es decir, trata el aspecto semiótico
en cuanto unión de la lingüística y la semántica para un contexto dado (Vid supra, pág.
20), se puede pensar que, y así lo hemos recogido en nuestra definición, la coherencia y
la cohesión han de ser características que se ajusten no únicamente al contexto de
situación, sino también al concepto de función del texto en sociedad, hecho que, esta
vez sin realizar una definición integral del texto como tal, realiza Halliday en 1978 (Vid
supra, pág. 20). De ahí nuestra última caracterización del texto en cuanto a “at both
linguistic and functional aspects” Partiendo de la dualidad entre funcional y
lingüístico, pretendemos señalar que el texto, ya ubicado dentro de sus esferas
pragmática, semántica y comunicativa, debe aparecer a nivel lingüístico como el
resultado de esa coherencia y cohesión máximas por un lado, y con una función que
sirva al aspecto semántico y pragmático, al mismo tiempo que se sirva del aspecto
lingüístico para dotar del valor icónico que como signo semiótico ha de presentar el
texto en nuestra hipótesis de trabajo.
Por tanto, ésta será nuestra definición de texto, íntimamente ligada con los
conceptos de traducción y equivalencia que señalábamos y que podemos considerar
como resultado tanto de nuestras necesidades como de la concepción de la lengua, y
consecuentemente de los textos, en cuanto suma de los tres elementos que se han
convertido en centrales para el estudio de la lingüística y de los Estudios de Traducción.
Simplemente debemos puntualizar aquí que nuestra definición de texto ha de verse
siempre a la luz del estudio que hemos planteado como tesis central, es decir, las
tipologías textuales.
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2. Defender la unidad del texto como algo más que la suma de dichas
unidades intermedias y mínimas frente a la insuficiencia de la consideración de estas
últimas unidades por separado.
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
(1982: 88). Sin embargo, podíamos añadir a dicha diferencia que un enunciado no
puede ser un texto por la falta de coherencia interna que le ha de relacionar con los
elementos que le anteceden o suceden; es decir, carece, o puede carecer de textualidad,
lo que le invalida para nuestro propósito. Así mismo, y por ese carácter incompleto,
tampoco un enunciado puede ser un texto. Por lo tanto, podemos considerar al
enunciado como una de las unidades, de carácter puramente lingüístico que se pueden
integrar dentro de un texto.
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Desde estas premisas, y haciendo uso de la definición que del término conjunto
sintáctico complejo se ha ofrecido, apuntaremos a un concepto más elevado para
justificar nuestra intención de definir el texto como unidad de traducción (UT) frente a
las entidades o unidades lingüísticas de rango menor.
Si asumimos, por otro lado, que los textos son unidades lingüísticas dotadas de
un aspecto semiótico, definido por su contexto de situación, un componente lingüístico
y otro semántico, deberemos contraponerlos a conceptos como el de documento y
mensaje. Para ello, nos remitiremos a Sager, quien define el documento como aquellas
unidades de texto que poseen una función comunicativa (1993: 57). Como vemos, Sager
hace referencia al valor semántico y funcional del texto. Por su parte, el mensaje asume
una adición más importante, que es la de la situación pragmática en la que es más
adecuado, es decir, más coherente contextualmente. Así, el texto únicamente habrá de
añadir el componente lingüístico a los dos anteriores, y tener en cuenta que el grado de
conocimiento mutuo entre emisor y receptor sea el máximo o al menos el más
apropiado (Cfr. Grice; Vid infra, 2.1.2); en otras palabras, que la intención expresada en
el mensaje se pueda cumplir cuando el receptor descifre dicho mensaje. Como vemos,
esta tríada se corresponde perfectamente con la de los actos de habla de Austin (Vid
infra, 2.1.2). Por tanto, asumiendo que la intención, el componente situacional, el
semántico y el lingüístico, son los valores que ha de encerrar el texto, podemos cifrar
nuestro objeto de análisis a nivel de texto, y no de documento o mensaje.
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
A lo largo de los apartados previos, que han recogido las cuestiones que rodean
al texto como unidad lingüística, hemos observado cómo la evolución de su concepción
ha ido convirtiendo lo que en un primer momento era una mera entelequia en el objeto
central de la lingüística aplicada. Así mismo, hemos atendido también a la autonomía
que el texto ha adquirido frente a otras unidades lingüísticas. Sin embargo, para el
establecimiento del texto no sólo como unidad lingüística sino también de traducción,
nos falta definir precisamente este último aspecto, a saber, acotar de qué manera se
convierte el texto - en primer lugar para la lingüística y posteriormente para los Estudios
de Traducción - en la unidad fundamental que lo diferencie de las aproximaciones
previas y le otorgue la entidad suficiente para poder considerarlo base de un estudio.
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A partir de este principio, han sido muchos los conceptos que han atendido a la
dimensión funcional de las unidades de traducción, sin que éstas llegasen a recoger la
idea de texto como UT. Entre ellas, destacaremos algunas de las más relevantes, bien
porque su planteamiento ya se ha recogido para las definiciones de texto, traducción y
equivalencia, bien porque de algún modo nos servirán para elaborar los cimientos de
una taxonomía textual.
Halliday (1976) adopta una serie de términos basados en la teoría del lenguaje
para dar cabida a su noción de texto como unidad lingüística. De este modo, escala una
serie de unidades que son sentence, clause, phrase, word y morpheme; cada una de éstas
está integrada por una o más de las unidades del rango inmediatamente inferior, con la
excepción del morfema, y aunque señala a la clause como la unidad básica de orden
lingüístico para la traducción, subraya el carácter último del texto (NEWMARK: 1991,
65 y ss.). Al apelar a la coherencia interna para la definición de una unidad de
traducción, en su caso la clause, y señalar al texto como la unidad de rango superior,
parece señalar implícitamente a la coherencia y a la teoría de Gestalt (Vid supra, pág.
27) como bases de la integración de la unidad clause en el concepto superior de texto.
Sorvali, en 1986, habla de una unidad inferior al texto pero superior a los
meaningful mouthfuls de los que hablaba Nida; la relevancia de esta propuesta radica en
la concepción que tiene de la unión inexcusable entre las unidades lingüísticas y
funcionales que engloba su UT. Así, define su unidad de traducción como inforema, y
lo describe de la siguiente manera:
“The least syntactic unit with lexical meaning. This unit can be counted out
both in original and translation. The inforeme is counted out in the
following way:
finite verbs”
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
significado, sino también unido al concepto de función. Vemos, por tanto, cómo las
propuestas funcionales priman en las consideraciones relativas al concepto de UT pero
no en el modo que nosotros intentamos observar, es decir, considerando al texto per se
como UT.
“the unit for the logical operation of translation, i.e., for the formalization of
the dual process of translation, namely, identification of a heterogeneous
variety of content and metalinguistic phenomena in the source text. The
common element in those subprocesses is a logical reason” (en VÁZQUEZ-
AYORA: 1982, 78).
Hasta este momento, podemos inferir que las UT propuestas estarían de acuerdo
fundamentalmente en su calidad de rango inferior al texto y superior al morfema, o a
medio camino entre ambos conceptos, en su dimensión comunicativa o pragmática. Nos
separaríamos aquí ligeramente de la visión optimista de Rabadán que afirma que en los
años setenta ya empieza a considerarse al texto como UT (RABADÁN: 1991b, 39),
puesto que, como hemos observado, aún perduran teorías que, si bien es cierto que
comienzan a apuntar al texto como UT última, siguen conservando las nociones previas
de suma de unidades lingüísticas inferiores.
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Martín J. Fernández Antolín
Pero, siguiendo los postulados de Rabadán (1991b), hay que señalar dos
aproximaciones que parten de los estudios descriptivos de traducción (DTS5) y que,
pese a sus limitaciones, van a centrar el objeto de estudio en el texto como tal,
asumiendo su carácter complejo. Estas dos aproximaciones, ambas de principios de los
años ochenta, son la de De Beaugrande (1980) y la de Even-Zohar (1978). Como señala
Rabadán, esta nueva visión es fruto de las aproximaciones que tienen lugar en torno al
tópico de la UT como resultado de la elaboración de unas tipologías textuales de cara a
la traducción.
5
Cfr. TOURY (1995).
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La problemática de los tipos textuales inglés/español en los Estudios de Traducción
perspectivas, una pragmática y otra cognitiva. Así define sus UT, las processing units,
como
Esta unidad, por tanto, presenta un nivel funcional en el que el texto se observa
como un textual world (VÁZQUEZ-AYORA: 1982, 79), la representación del mundo
que evoca dicho texto; las processing units, por tanto, funcionarían a nivel de texto,
uniendo y cohesionando las características propias de cada uno de ellos. Por otro lado,
las relaciones existentes entre las processing units sirven como nudos para establecer el
texto como unidad global a través de lexías funcionales que unan los conceptos
primarios y secundarios que, a su vez, sirven para dar coherencia externa y cohesión
interna al texto como UT (1982, 79).
6
Aunque quizá objeto de un estudio paralelo, cabe hacer una llamada a los conceptos de tema y rema o
de tópico y comento como base lingüística para la mejor comprensión de la relevancia de esta teoría. (Cfr.
VAN DIJK: 1989, 51 y ss)
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Martín J. Fernández Antolín
ninguno de ellos parece asumir el carácter binario que debe ocurrir en cualquier
definición de un acontecimiento traductológico. Por exponerlo en términos más claros,
es imposible señalar cuál va a ser la UT que se va a emplear en un determinado texto si
no atendemos a las características propias que habrá de tener dicha traducción en LM.
Para afrontar con más garantías el trasvase, es conveniente, como señalan Santoyo y
Rabadán, hacer frente a ese paso desde un punto de vista binario, asumiendo las
unidades no sólo en el TO sino también en el TM. Como Santoyo afirma:
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c. Parece fácil de comprobar que las unidades de rango inferior al texto van
a producir una serie de efectos por su selección, su coocurrencia, su manera de
cohesionar, etc. en el texto como unidad. Su relevancia podrá constatarse a través de la
aplicación de la teoría de los translemas propuesta por Santoyo y Rabadán. El
descubrimiento de una serie de particularidades en este ámbito puede,
indefectiblemente, conducirnos al descubrimiento de que el texto como UT responde a
unos estímulos que, definidos previamente, someterán a un comportamiento al texto que
servirá para su tipificación.
Con estas premisas, por tanto, parece consecuente hablar de una cierta
heterodoxia en nuestra adopción de un modelo de UT, lo que, en absoluto, invalida
nuestra posición, ateniéndonos, en los dos sentidos expuestos, a la concepción de UT,
para, por medio de Gestalt y coherencia interna (Vid supra pág. 27), poder hablar del
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