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Trabajo Práctico – La trayectoria formativa

Profesor: Alejo Stauber

Alumno: Fernando Sánchez

1. Predestinación, es una palabra que proviene del latín, significa decidir anticipadamente el destino de
una persona o cosa. De esta forma, se entiende que la persona predestinada tiene su final definido desde
el momento de su nacimiento por obra de una divinidad o de algún tipo de fuerza mayor. La
predestinación es la destinación que se concreta con anterioridad a algo. Luego de esta presentación,
siento que algo de eso hay en mí.

Dejando de lado las cuestiones de fe y los algoritmos míticos, me considero predestinado en esta bella
profesión por diferentes “marcas” que a lo largo de mi trayecto educativo me fueron moldeando,
formando y me convirtieron en esto que hoy soy, un profesor. En primer lugar, mi familia directa se
compone por unas casi 30 personas, de las cuales más de la mitad: es docente, profesor o está en camino
de…. Podría decir que es una familia, que tiene felizmente sus manos empolvadas en tizas. De todas
formas, este amor por la docencia nació hace mucho tiempo…

Hijo de María Teresa, una salteña que vino a la ciudad de La Plata a principios de los años setenta,
lógicamente a estudiar y necesariamente a trabajar; son las primera puntadas de esta historia. Ha sido mi
diáfano recuerdo sobre ella, el segundo síntoma revelador de eso que enunciaba en el comienzo de mi
relato.

Desde que tengo memoria, las imágenes son abrumadoras… pilas de cuadernos para corregir,
planchuelas de una especie de gelatina para hacer copias, libros y más libros, sus delantales, su perfecta
caligrafía, fueron todo un manojo de vivencias y costumbre que irían adquiriendo y se impregnarían
tanto en mi como en mi hermana, sin saberlo (al menos en aquel momento).

Mis primeros pasos en el largo trayecto educativo, fueron a su lado… ella como maestra del Colegio
San Antonio y yo como alumno. Si bien nunca fui “el hijo de…” por circunstancias de la vida, sentí
siempre un halo sobre mí, como si su presencia nunca estaría ausente.
Del Pre-escolar, jardín de infantes por aquellos años, tengo algunos breves recuerdos. Por lo general
fueron mis primeros tuteos con la expresión artística… fideos, pedacitos de lana, hojas secas de los
árboles o el papel glasé fueron aquellas primeras herramientas en las que uno en se creía un Pieter
Mondriaan.

Es curioso, pero uno de los más duros recuerdo, ocurrió cuando nos pidieron hacer unos dibujitos y traer
chocolates, claro… corría el año 1982 y estábamos envueltos en una estúpida guerra, tan difícil de
explicar para aquellos ojos, como hoy.

Los años continuaron, y llego la experiencia de la primaria en el mismo colegio. Fueron siete años
inolvidables, en donde hubo buenas y de las otras… como cuando en segundo grado perdí a mi mamá.
Mis recuerdos sobre el colegio quedarían marcados por siempre. Estela, Estela, Marta, Liliana, Mirta,
Olga y Evangelina… de memoria se me viene a la mente los nombres de mis maestras, como si
nombrase de corrido la formación de la Argentina de México 86´. Es increíble pensar, que ya pasaron
más de 30 años y aun hoy las sigo recordando a cada una de ellas, con sus caricias, sus enojos, su
paciencia para que mejore la caligrafía, sus enseñanzas… y esencialmente su amor por la docencia.

El paso por secundario es tal vez el momento más difícil en el trayecto educativo. Lo podría dividir en
dos partes. La primera, fue la allá por el año 1990 en la Escuela Nacional de Enseñanza Técnica N°4,
Juan Manuel Alberdi. El gran error de mi vida; nunca entendí la lógica de esa escuela… me sentía
“atrapado” por la exigencias diarias, perdido ante las innumerables materias (14), sentía que era un
número para el colegio… no sentía esa protección que sí tenía en el colegio San Antonio, por ser el hijo
de la querida María Teresa. Esos famosos niveles que menciona Terigi1. Lo más doloroso, es que
analizándolo con el paso del tiempo; ese si era un gran colegio, una escuela modelo en la enseñanza
técnica, pero no la supe aprovechar (o tal vez, no quise). En segundo año, pedí el pase según mi parecer
a una escuela “más normal”, en realidad lo anormal era mi incomprensión sobre la importancia del
estudio. Aquí comienza la segunda parte, y ella trascurrió en la Escuela de Enseñanza Media N° 1,
Manuel Belgrano.

Fue un recorrido trabajoso, poder obtener el título con orientación en Administración de Empresas, con
muchos momento en diciembre y marzo (en aquella época uno podía recuperar de manera directa y sin
escalas un materia, en el tercer mes del año). A la distancia, y con una mirada distendida, haber repetido

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Los desafíos que plantean las trayectorias escolares - Flavia Terigi
el segundo año; me sirvió para madurar, replantearme cosas (si, es posible hacerlo con 14 años), y a
valorar el esfuerzo que hacía mi padre.

Reconozco, que no fui un alumno brillante, y que me costó más de la cuenta terminar el secundario. A la
vez, puedo entrever que mi paso por el colegio, sirvió para avivar ese segundo pilar de la predestinación
que menciono en el principio del texto. Me refiero a dos excelentes profesores que tuve en Historia, uno
en segundo año… que me hizo amar las Revoluciones Francesa e Industrial, por su manera campechana
de contarla y explicarla y otro, en quinto año quien descubrió en mí la pasión por la historia argentina.
¿Sus nombres? La memoria me juega un mala pasada, solo puedo atinar a unos pocos datos… Manuel,
de apellido francés en segundo año y el profesor Espora en el último año.

Luego, llegó un periodo de dudas sobre qué carrera seguir… dos pasiones jalaban la cuerda, para un
lado y el otro: el periodismo y la historia. Gano la primera (pero solo por un tiempo).

Mi recorrido por el periodismo, fue bueno. Pero lamentablemente, una vez finalizada la carrera, la
experiencia laboral fue apagando ese fuego sagrado. Es una de las profesiones más bellas y donde uno
pone toda su pasión, pero la nula posibilidad laboral, la inequidad, los desmanejos y los contratos
arbitrarios hacen que uno termine alejándose de ese mundillo y lo mira con cierto rencor. Luego de una
mala experiencia en dos medios de comunicación, decidí retomar los estudios Universitarios… pero esta
vez, en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata. Había llegado el turno de mi otra
pasión: la historia.

Ya de grande, con 27 años, volvía a pisar los aulas… el comienzo fue duro, porque uno va perdiendo el
“timing” de estudio; son otras épocas, muy distintas a la que uno vivió casi 9 años atrás. Por ejemplo,
noté que el avance de la tecnología nos acercaba mucho más a los textos, apuntes y resúmenes… era
más fácil el acceso a los autores; pero a la vez las obligaciones eran distintas, pues ya con una familia en
plena formación los tiempos no alcanzaban, de ninguna manera alcanzaban.

Al tiempo que completaba mis estudios, surgió mi primera oportunidad laboral. Fue como preceptor en
una escuela de Tolosa, llamada Nuestra Señora del Carmen… una bella experiencia de casi tres años. La
considero de suma importancia para mi formación a futuro; porque trabajar de ese lado del mostrador,
es decir no ser ni profesor ni alumno, me situaba en la fina línea media. Que a la vez me sirvía para
comprender a los alumnos, saber sobre sus necesidades, como tratarlos, ser cómplices de ellos pero a la
vez marcarles el rumbo.
Lamentablemente, y por suerte a la vez, me echaron… (o casi, amablemente me dijeron que no siga), en
una escuela confesional no veían con buenos ojos las Representantes Legales, que un preceptor tenga un
hijo y no este casado.

Al tiempo que finalizaba mis estudios Universitarios como Profesor de Historia, aparecieron dos nuevas
oportunidades laborales en colegios católicos. La primera en el Colegio Monseñor Rasore, fue breve por
cuestiones de horario y cursadas. La segunda, y donde actualmente trabajo, es la Escuela San Carlos
Borromeo. No todo es lo que parece, pues si bien las dos son escuela confesionales, ciertos clichés
quedaron de lado en ciertos establecimientos y la verdadera importancia se inscribe en otro lado.

El broche final de esta historia, surgió en el año 2009 cuando me invitaron a formar parte del plantel
docente de la escuela Media N° 18, que funciona dentro de la Unidad Penitenciaria 9, en contexto de
encierro.

Retomando la idea inicial, no sé si uno está predestinado a ciertos sucesos en la vida… O si alguien
juega a los dados con la vida de uno, lo que sí creo que hay ciertos síntomas que son por demás
sugestivos como para que uno no los termine hilando.

2. Considero que la afecta de manera una manera efectiva, porque por un lado me ayuda a no cometer
ciertos “errores” que en cierto momento los profesores ha tenido con su forma de enseñar de manera
positivista. Esa prolongada experiencia escolar/laboral me proporciono un saber que se impone cuando
“regreso” a la escuela, sobre todo si no fue trabajada/recuperada durante la formación profesional. Es
por eso, que considero que la inserción laboral constituye una continuidad de ese aprendizaje
experiencial que se irá acrecentando a medida que se enseña.

Lógicamente, lo que uno vive y las escenas escolares e hoy en día nada tienen que ver con las que
fueron vividas cuando uno fue alumno. La dificultad es doble, pues ¿Cómo hacer para aprender mientras
se enseña? Si bien siempre seguimos aprendiendo y nos seguimos formando en la escuela, hoy más que
nunca es necesario contar con ciertas bases o apoyaturas (contar con experiencia proveniente de expe-
riencias) que nos permitan afrontar la complejidad propia de las situaciones escolares actuales y, a partir
de ellas, seguir aprendiendo.
3. Es muy difícil destacar tan solo dos, porque como he narrado fueron mucho los indicios que tuve en
mi experiencia formativa… los considero una sumatoria, como piezas que se fueron encastrando,
acomodando y puliendo la vez; pero siguiendo el juego, me quedaría con dos.

En primer lugar, la imagen de mi madre; si bien por aquellos años muy lejos estaba de seguir una
carrera/profesión ligada la docencia, fue el ver en ella su amor por la docencia, su manera de transmitir,
su esfuerzo, su dedicación y tiempo en cada tarea que realizaba lo que nutre hoy en mí, cada vez que
presento un proyecto o preparo una clase.

Y en segundo lugar, el vasto abanico de profesores que tuve en la Universidad que me brindaron
herramientas para desempeñarme en este camino que desde luego mucho le falta, pero lo más importante
es saber que en eso estamos.

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