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Todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Santa Biblia, Reina-Valera

1960 (rvr), © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado


1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso.

Negrita y cursiva en las citas de la Escritura indica que es énfasis del autor.

Traducción al español realizada por:


Belmonte Traductores
Manuel de Falla, 2
28300 Aranjuez
Madrid, ESPAÑA
www.belmontetraductores.com

Cómo Orar
(Publicado originalmente en inglés bajo el título: How to Pray)

ISBN: 978-1-60374-709-7
eBook ISBN: 978-1-60374-710-3
Impreso en los Estados Unidos de América
© 2013 por Whitaker House

Whitaker House
1030 Hunt Valley Circle
New Kensington, PA 15068
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1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 20 19 18 17 16 15 14 13
Contenido

1. La importancia de la oración.............................7
2. Orar a Dios........................................................31
3. Orar y obedecer............................................... 40
4. Orar en el nombre de Cristo........................... 48
5. Orar en el Espíritu........................................... 60
6. Orar siempre y no desmayar........................... 66
7. Permanecer en Cristo...................................... 72
8. Orar con acción de gracias.............................. 79
9. Obstáculos en la oración................................. 83
10. Cuándo orar..................................................... 98
11. La necesidad de un avivamiento general..... 108
12. La oración antes y durante el avivamiento.... 125
Acerca del autor......................................................143
1

La importancia
de la or ación

En Efesios 6:18, la tremenda importancia de la


oración se expresa con una fuerza sorprendente e
impresionante: “Orando en todo tiempo con toda ora-
ción y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos”. Cuando
un perspicaz hijo de Dios se detiene para sopesar
el significado de estas palabras, y tiene en cuenta el
contexto en que se encuentran, él o ella es condu-
cido a decir: “Debo orar, orar, y orar. Debo poner
toda mi energía y corazón al orar. Sean cuales sean
las otras cosas que haga, debo orar”.
7
8 Cómo Orar

Nótese la palabra toda: “toda oración y súplica…


toda perseverancia…por todos los santos”. Nótese
también el conjunto de palabras fuertes: “oración”,
“súplica”, “perseverancia”. También se debe prestar
atención a la fuerte expresión “velando en ello”, que
más literalmente significa “en esto, no sea perezoso”.
Pablo entendía la naturaleza apática del hombre, es-
pecialmente su negligencia natural a la hora de orar.
¡Qué poco oramos a conciencia! Cuán frecuente-
mente la iglesia y el individuo se acercan al borde
de una gran bendición en oración y luego se relajan,
se vuelven perezosos y abandonan. Desearía que las
palabras “en esto, no sea perezoso” quedaran gra-
badas en nuestro corazón. Desearía que el versículo
entero quedara grabado en nuestro corazón.

La necesidad de oración persistente


¿Por qué es tan necesaria esta constante, persis-
tente, insomne, vencedora oración? Porque hay un
diablo. Él es astuto; es poderoso; nunca descansa;
siempre está planeando la caída de los hijos de Dios.
Si los hijos de Dios se relajan en la oración, el diablo
conseguirá engañarlos.
La importancia de la oración 9

Efesios 6:12–13 dice:

Porque no tenemos lucha contra sangre y car-


ne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este
siglo, contra huestes espirituales de maldad en
las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la
armadura de Dios, para que podáis resistir en el
día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

A continuación figura una descripción de las


diferentes partes de la armadura del cristiano que
tenemos que ponernos si queremos hacerle frente
a Satanás y a sus poderosos planes. Pablo lleva su
mensaje al clímax en Efesios 6:18, diciéndonos que
a todo lo que hagamos debemos añadir la oración
constante, persistente, incansable, insomne oración
en el Espíritu Santo o todo será en vano.
La oración es el método que Dios ha designado
para obtener cosas. La razón de que nos falte algo en
la vida se debe a la negligencia en la oración.
Santiago puntualizó esto de una forma muy
contundente: “No tenéis lo que deseáis, porque no pe-
dís” (Santiago 4:2). El secreto que está detrás de la
10 Cómo Orar

pobreza y la falta de poder de la mayoría de los cris-


tianos es negligencia en la oración.
Muchos cristianos se preguntan: “¿Por qué pro-
greso tan poco en mi vida cristiana?”. “Negligencia
en la oración”, Dios responde. “No tenéis, porque no
pedís”.
Muchos ministros se preguntan: “¿Por qué veo
tan poco fruto de mi esfuerzo?”.
Nuevamente, Dios responde: “Negligencia en la
oración. No tenéis porque no pedís”.
Muchos maestro de escuela dominical se pre-
guntan: “¿Por qué veo tan pocos convertidos en mi
clase dominical?”.
Y Dios responde: “Negligencia en la oración.
No tenéis porque no pedís”.
Ministros e iglesias por igual se preguntan:
“¿Por qué la iglesia de Cristo progresa tan lentamen-
te en contra de la incredulidad, el error, el pecado y
la mundanalidad?”.
Una vez más, escuchamos que Dios responde:
“Negligencia en la oración. No tenéis porque no
pedís”.
La importancia de la oración 11

Esos hombres que Dios puso como un patrón


de lo que Él esperaba que un cristiano fuera (los
apóstoles) consideraban la oración como el asunto
más importante de su vida.
Cuando las crecientes responsabilidades de la
iglesia primitiva se amontonaban encima de ellos,
esta fue la respuesta de los doce apóstoles:

Entonces los doce convocaron a la multitud de


los discípulos, y dijeron: No es justo que noso-
tros dejemos la Palabra de Dios, para servir
a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre
vosotros a siete varones de buen testimonio, lle-
nos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quie-
nes encarguemos de este trabajo. Y nosotros
persistiremos en la oración y en el ministerio
de la palabra. (Hechos 6:2–4)

Por lo que Pablo escribió a iglesias e individuos,


es evidente que gran parte de su tiempo, fuerza y pen-
samiento eran empleados en orar por ellos. (Véase
Romanos 1:9; Efesios 1:15–16; Colosenses  1:9;
1 Tesalonicenses 3:10; 2 Timoteo 1:3). Todos los
grandes hombres de Dios fuera de la Biblia han sido
12 Cómo Orar

hombres de oración. Han sido diferentes los unos


de los otros en muchas cosas, pero en esta práctica
de fiel oración, han sido todos iguales.

El ministerio de la intercesión
La oración ocupaba un lugar muy importante
en la vida terrenal de nuestro Señor. Veamos, por
ejemplo, Marcos 1:35: “Levantándose muy de maña-
na, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar
desierto, y allí oraba”. El día anterior había sido muy
ajetreado y emocionante, pero Jesús acortó las horas
de sueño necesario para poder levantarse temprano
y volcarse en la necesitada oración.
Vayamos a Lucas 6:12, donde leemos: “En
aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche
orando a Dios”. Nuestro Salvador ocasionalmente
encontraba necesario permanecer una noche entera
en oración.
La palabra orar y oración se usan al menos vein-
ticinco veces en conexión con nuestro Señor en el
breve registro de su vida en los cuatro Evangelios,
y que Él oraba se menciona en lugares donde no se
usan estas palabras concretas. Evidentemente, la
La importancia de la oración 13

oración ocupaba mucho del tiempo y la fuerza de


Jesús. Un hombre o una mujer que no emplea mu-
cho tiempo en la oración no puede ser propiamente
llamado un seguidor de Jesucristo.
La oración es la parte más importante del pre-
sente ministerio de nuestro Señor resucitado. Esta
razón para la oración constante, persistente, insom-
ne y vencedora parece, si es posible, incluso más con-
tundente que las demás.
El ministerio de Cristo no terminó con su muer-
te. Su obra de expiación terminó con su muerte, pero
cuando resucitó y ascendió a la diestra del Padre,
entró en otra dinámica de trabajo por nosotros, un
trabajo igual de importante en su lugar correcto que
su obra de expiación. No puede ser separado de su
expiación porque descansa en ello como base, y es
necesario para nuestra completa salvación.
Leemos sobre cuál es ese grande y presente tra-
bajo por medio del cual Él lleva nuestra salvación a
ser completada: “Por lo cual puede también salvar per-
petuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos” (Hebreos  7:25).
Este versículo nos dice que Jesús nos puede salvar
14 Cómo Orar

perpetuamente, no solo de lo perpetuo, sino perpe-


tuamente: hasta la entera y absoluta perfección. Él
es capaz de hacer esto no solo porque murió, sino
también porque Él “vive siempre”.
El versículo también nos dice para qué vive Él
ahora “para interceder”: para orar. Orar es la tarea
principal que Él realiza en este tiempo. Mediante
sus oraciones, Él nos está salvando.
La misma idea se encuentra en el reto ex-
traordinario y triunfante de Pablo: “¿Quién es el
que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el
que también resucitó, el que además está a la dies-
tra de Dios, el que también intercede por nosotros”
(Romanos 8:34).
Si queremos tener comunión con Cristo Jesús
en su presente tarea, hemos de pasar mucho tiem-
po en oración. Debemos entregarnos en oración
sincera, constante, persistente, insomne y vencedo-
ra. No hay nada que me haya impregnado más de
un sentimiento de la importancia de orar en todo
tiempo —estar mucho tiempo y constantemente en
oración— que pensar que esta es la principal ocu-
pación de mi Señor resucitado incluso ahora. Yo
La importancia de la oración 15

quiero tener comunión con Él, y por esa razón le he


pedido al Padre que, a pesar de cualquier otra cosa
que Él haga que yo sea, también me haga un interce-
sor. Oro para que Él me transforme en un hombre
que sabe orar y que pasa mucho tiempo en oración.
Este ministerio de intercesión es glorioso y pode-
roso, y todos podemos tener una parte en él. El hom-
bre o la mujer que no pueda asistir a una reunión de
oración porque está enfermo puede tener una parte
en él. La madre ocupada y la mujer que trabaja fuera
de casa pueden tener una parte en él. Pueden mezclar
oraciones por los santos, por sus pastores, por los in-
conversos y por los misioneros con su trabajo diario.
El ambicioso hombre de negocios puede tener una
parte en él, orando mientras se apresura de ocupación
en ocupación. Pero debemos, si deseamos mantener
este espíritu de constante oración, tomarnos tiempo
—y mucho— cuando nos encerramos en el lugar se-
creto a solas con Dios para nada más que oración.

Recibir misericordia, gracia y gozo


La oración es el medio que Dios ha dispues-
to para que recibamos misericordia y obtengamos
16 Cómo Orar

gracia. Hebreos 4:16 es uno de los más sencillos y


dulces versículos de la Biblia: “Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Estas palabras dejan muy claro que Dios ha dis-
puesto un medio por el cual podemos buscar y ob-
tener misericordia y gracia. Ese medio es la oración:
un atrevido, confiado y franco acercamiento al trono
de la gracia, el más sagrado lugar de la presencia de
Dios. Allí, nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo, que
se compadece de nosotros, ha entrado en nuestro
nombre. (Véase Hebreos 4:14–15).
Misericordia es lo que necesitamos, y gracia es
lo que debemos tener; de lo contrario, toda nuestra
vida y esfuerzos acabarán en completo fracaso. La
oración es la única forma de obtener misericordia
y gracia. Infinita cantidad de gracia está a nuestra
disposición, y la hacemos nuestra por medio de la
oración. Está ahí para que la pidamos. Oh, si tan
solo entendiéramos la grandeza de la gracia de Dios
—su altura, profundidad, longitud y anchura— es-
toy seguro de que pasaríamos más tiempo en ora-
ción. La medida de nuestra apropiación de gracia se
determina por la medida de nuestras oraciones.
La importancia de la oración 17

¿Quién no siente que necesita más gracia?


Pues pídala. Sea constante, persistente, diligente e
incansable en su pedir. Dios se deleita en nuestra
constancia en la oración, porque demuestra nues-
tra confianza en Él, y Él se complace grandemente
en la fe. Debido a nuestra perseverancia, Él se le-
vantará y nos dará todo lo que necesitemos. (Véase
Lucas  11:8). ¡Cuán pequeños son los riachuelos
de misericordia y gracia que la mayoría de noso-
tros conocemos cuando podríamos conocer ríos
desbordantes!
La oración en el nombre de Jesucristo es el me-
dio que Él mismo ha dispuesto para que sus discípu-
los obtengan plenitud de gozo. Él dice esto simple y
hermosamente: “Hasta ahora nada habéis pedido en
mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea
cumplido” (Juan 16:24). ¿Quién no desea gozo? Bien,
la manera de tener gozo completo es orar en el nom-
bre de Jesús. Todos conocemos a personas llenas de
gozo. Simplemente se desborda, brillando a través de
sus ojos, saliendo a borbotones por sus labios, y dis-
curriendo por sus dedos cuando dan un apretón de
manos. Entrar en contacto con ellos es como entrar
18 Cómo Orar

en contacto con una máquina eléctrica cargada de


gozo. Personas así son personas que pasan mucho
tiempo en oración.
¿Por qué será que la oración en el nombre de
Jesús trae gozo tan completo? En parte, porque ob-
tenemos lo que pedimos. Pero esa no es la única ra-
zón, ni tampoco es la más grande. La oración hace a
Dios real. Cuando pedimos algo concreto a Dios, y
Él lo da, ¡cuán real se torna Dios! ¡Parece que estu-
viera ahí mismo! Es de bendición tener un Dios que
es real y no solamente una idea. Recuerdo una vez
cuando de repente me enfermé gravemente al estar
yo solo en mi oficina. Me puse de rodillas y clamé
a Dios para que me ayudara, y al instante todo el
dolor se fue y estaba perfectamente bien. Pareció
como si Dios estuviera ahí parado, estirara su mano
y me tocara. El gozo de la sanidad no fue tan grande
como el gozo del encuentro con Dios.
No hay mayor gozo en el cielo o en la tierra que
tener comunión con Dios. La oración en el nombre
de Jesús nos lleva a la comunión con Dios. El sal-
mista seguramente no estaba hablando solo de fu-
turas bendiciones, sino también de bendición en el
La importancia de la oración 19

presente cuando dijo: “En tu presencia hay plenitud


de gozo” (Salmos 16:11). ¡Oh, el indescriptible gozo
de esos momentos en que, en oración, realmente en-
tramos en la presencia de Dios!
¿Hay alguien que dice: “Nunca he conocido
gozo así en la oración”? ¿Se toma suficiente tiempo
en oración como para realmente sentir la presencia
de Dios? ¿Realmente se entrega a la oración en el
tiempo que sí se toma?

Libertad de la ansiedad
En cada preocupación, ansiedad y necesidad de
la vida, la oración de acción de gracias es el medio
que Dios ha dispuesto para ser libre de toda ansie-
dad y obtener la paz de Dios que sobrepasa todo
entendimiento.
Pablo dijo:

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas


vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias. Y la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimien-
to, guardará vuestros corazones y vuestros
20 Cómo Orar

pensamientos en Cristo Jesús.


(Filipenses 4:6–7)

Para muchos, esto inicialmente parece el ideal


de vida que es hermoso pero que está más allá del al-
cance de los mortales. Este no es el caso. El versículo
nos explica cómo esta vida de paz es alcanzable para
cada hijo de Dios: “Por nada estéis afanosos” (versícu-
lo 6). El resto de este versículo nos dice cómo hacer
eso. Es muy simple: “Sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego,
con acción de gracias”.
¿Acaso hay algo que pueda ser más sencillo y
simple que eso? Simplemente manténgase en cons-
tante contacto con Dios. Cuando los problemas o
las aflicciones —grandes o pequeñas— ocurran,
hable con Él sobre ello, sin olvidarse nunca de dar-
le las gracias por lo que Él ya ha hecho. ¿Cuál será
el resultado? “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
¡Esto es glorioso, y es tan simple como glorioso!
Gracias a Dios, muchos lo están probando. ¿Conoce
a alguien que siempre está tranquilo? Puede que esa
La importancia de la oración 21

persona tenga una naturaleza muy temperamental.


Aun así, cuando problemas, aflicciones, oposición y
tristeza llegan a su alrededor, la paz de Dios que so-
brepasa todo entendimiento guardará su corazón y
sus pensamientos en Jesucristo.
Todos conocemos gente así. ¿Cómo lo hacen?
Mediante la oración, así es como lo hacen. Conocen
la profunda paz de Dios, la inmensurable paz que
sobrepasa todo entendimiento, porque son hombres
y mujeres de mucha oración.
Algunos de nosotros dejamos que las prisas de
la vida empujen fuera a la oración. ¡Qué pérdida de
tiempo, energía y emoción es esa constante preocu-
pación! Una sola noche de oración nos ahorrará mu-
chas noches de insomnio. El tiempo empleado en la
oración no es malgastado; es más bien invertido a un
gran interés.

Vehículo para el Espíritu Santo


La oración es el medio que Dios mismo ha
dispuesto para que recibamos el Espíritu Santo.
La Biblia es muy clara en este punto. Jesús dijo:
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas
22 Cómo Orar

dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre


celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
(Lucas 11:13).
Sé esto con la misma seguridad con que sé que
mi sed es saciada cuando bebo agua. Una mañana
temprano en la sala de oración de la Chicago Avenue
Church [Iglesia avenida de Chicago], donde varios
cientos de personas se habían reunido varias horas
en oración, el Espíritu Santo cayó de una manera
tan completa que nadie podía hablar ni orar. Toda
la habitación estaba tan llena de su presencia que
sollozos de gozo llenaron el lugar. Varios hombres
dejaron esa habitación y se fueron a diferentes par-
tes del país, subiéndose a trenes esa misma mañana.
Los efectos del derramamiento del Espíritu Santo
de Dios en respuesta a las oraciones enseguida fue
reportado. Otros fueron a la ciudad con la bendición
de Dios sobre ellos. Este es solo un ejemplo de entre
muchos que puedo citar por experiencia personal.
Si tan solo pasáramos más tiempo en oración,
habría más llenura del poder del Espíritu en nuestro
trabajo. Muchos que antes indudablemente traba-
jaban con el poder del Espíritu Santo ahora llenan
La importancia de la oración 23

una habitación con gritos vacíos, batiendo el aire


con gestos sin sentido porque han descuidado la
oración. Debemos pasar mucho tiempo sobre nues-
tras rodillas ante Dios si queremos continuar en el
poder del Espíritu Santo.

Esté listo para su regreso


La oración es el medio que Dios ha dispuesto
para que nuestros corazones no sean abrumados
con indulgencia, borracheras y las preocupaciones
de esta vida, para que el día del regreso de Cristo
no venga sobre nosotros de repente y como una
trampa. (Véase Lucas 21:34–35). En las Escrituras
se nos avisa: “Velad, pues, en todo tiempo orando que
seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas co-
sas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del
Hombre” (versículo 36). Según este pasaje, solo hay
una forma en que podemos estar preparados para
la venida de nuestro Señor cuando Él aparezca: a
través de mucha oración.
La segunda venida de Jesucristo es un tema que
está levantando mucho interés y discusión en nues-
tra época. Una cosa es estar interesado en el regreso
24 Cómo Orar

del Señor y hablar sobre ello, pero es otra cosa estar


preparado para ello. Vivimos en una atmósfera que
tiene una constante tendencia a hacernos parecer in-
adecuados para el regreso de Cristo. El mundo tiende
a tirar de nosotros por medio de sus autoindulgen-
cias y preocupaciones. Solo hay una forma mediante
la cual podemos levantarnos victoriosos sobre esas
cosas: estando constantemente en guardia en ora-
ción, esto es, tener insomnio en la oración. “Velad”
en este pasaje es la misma poderosa palabra usada en
Efesios 6:18, y “en todo tiempo” significa orar siem-
pre. El hombre que pasa poco tiempo en oración, que
no es constante y firme en oración, no estará prepa-
rado para el Señor cuando Él vuelva; pero nosotros
podemos estar listos. ¿Cómo? ¡Ore! ¡Ore! ¡Ore!

Necesitamos orar
La oración es necesaria debido a lo que consi-
gue. Se ha dicho mucho acerca de eso ya, pero se
debería añadir más. La oración promueve nuestro
crecimiento espiritual como casi nada más; de he-
cho, como nada excepto el estudio de la Biblia. La
oración y el estudio de la Biblia van de la mano.
La importancia de la oración 25

A través de la oración, mi pecado —mi pecado


más oculto— sale a la luz. Mientras estoy de rodi-
llas ante Dios y oro: “Examíname, oh Dios, y conoce
mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y
ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en
el camino eterno” (Salmos 139:23–24), Dios apunta
los penetrantes rayos de su luz al más remoto rin-
cón de mi corazón. Los pecados que nunca sospe-
ché que estarían presentes son sacados a la luz. En
respuesta a la oración, Dios lava mi iniquidad y me
limpia de mi pecado. (Véase Salmos 51:2). Mis ojos
son abiertos para contemplar cosas grandiosas de
la Palabra de Dios. (Véase Salmos 119:18). Recibo
sabiduría para saber cuál es el camino de Dios (véa-
se Santiago 1:5) y fuerza para andar en él. Según
voy conociendo a Dios en oración y contemplo su
rostro, soy transformado a su imagen “de gloria en
gloria” (2 Corintios 3:18). Cada día de verdadera
vida de oración me encuentra más semejante a mi
glorioso Señor.
John Welch, el suegro de John Knox, fue uno
de los hombres más fieles en oración que este mun-
do haya visto jamás. Marcaba cada día en el que no
26 Cómo Orar

pasaba siete u ocho horas dedicadas íntegramente a


Dios en oración y estudio de su Palabra como tiem-
po perdido. Un hombre mayor que hablaba sobre
él después de su muerte decía: “Él era un tipo de
Cristo”. ¿Cómo se volvió tan parecido a su Maestro?
Su vida de oración explica el misterio.
La oración también trae poder a nuestro traba-
jo. Si deseamos poder para cualquier tarea a la cual
Dios nos llama, ya sea predicar, enseñar, trabajo
personal o la crianza de los hijos, podemos recibirlo
orando sinceramente.
Una mujer, con un niño pequeño que era sim-
plemente incorregible, una vez acudió a mí con des-
esperación y me dijo: “¿Qué debo hacer con él?”.
Yo le pregunté: “¿Ha probado la oración?”.
Me dijo que creía recordar que había orado por
él. Le pregunté si había hecho de la conversión y el
carácter de su hijo un tema expectante y específico
de oración. Me dijo que no había sido específica en
eso. Comenzó ese mismo día, y al instante hubo un
cambio marcado en su hijo. Como resultado, él cre-
ció hasta alcanzar la madurez cristiana.
La importancia de la oración 27

Cuántos maestros de escuela dominical han en-


señado durante meses y años sin ver ningún fruto
real de sus labores. Entonces, aprenden el secreto de
la intercesión; y por medio de concienzuda petición
a Dios, ven a sus estudiantes, de uno en uno, ¡acudir
a Cristo! ¡Cuántos simples maestros se han conver-
tido en poderosas personas de Dios renunciando a
la confianza en sus propias habilidades y talentos y
entregándose a sí mismos a Dios esperando en Él
para obtener “poder desde lo alto” (Lucas  24:49)!
Junto a otros creyentes, el evangelista escocés John
Livingstone pasó una noche en oración a Dios.
Cuando predicó al día siguiente, quinientas per-
sonas fueron convertidas o marcadas con un aviva-
miento espiritual en sus vidas. La oración y el poder
son inseparables.
La oración es útil para la conversión de otros.
Poca gente en este mundo se convierte por cualquier
otra causa que no sea en relación con las oraciones de
alguien. Yo antes pensaba que ningún ser humano
tenía nada que ver con mi conversión, porque no me
convertí en la escuela dominical o en la iglesia, o en
una conversación personal con alguien. Me desperté
28 Cómo Orar

a medianoche y me convertí. Que yo recuerde, no


tenía el menor pensamiento de convertirme ni nada
por el estilo cuando me acosté y me dormí. Pero me
desperté en medio de la noche y me convertí pro-
bablemente en unos cinco minutos. Unos minutos
antes, yo estaba tan cerca de la condenación eter-
na como es posible estar; de hecho, tenía un pie en
el precipicio y estaba intentando poner también el
otro. Como he dicho antes, creí que ningún ser hu-
mano tenía nada que ver con ello, pero me olvidé de
las oraciones de mi madre. Más adelante, supe que
uno de mis compañeros de universidad había deci-
dido orar por mí hasta que yo fuera salvo.
A menudo la oración es de utilidad cuando
todo lo demás falla. ¡Todos los esfuerzos y tratos de
Mónica fallaron completamente en la educación de
su hijo! Pero sus oraciones prevalecieron con Dios,
y el joven inmoral llegó a ser San Agustín, el pode-
roso hombre Dios. Por medio de la oración, los más
amargos enemigos del evangelio se han convertido
en sus principales defensores, los más malvados en
los más sinceros hijos de Dios, y las mujeres más
despreciables en las santas más puras. ¡Oh, el poder
de la oración para llegar, donde la esperanza misma
La importancia de la oración 29

parece en vano, y levantar a hombres y mujeres a


una comunión con Dios y semejanza a Él! ¡Es sim-
plemente maravilloso! ¡Qué poco apreciamos esta
maravillosa arma!
La oración trae bendición a la iglesia.
La historia de la iglesia siempre ha estado llena
de grandes dificultades que vencer. El diablo odia la
iglesia y busca de cualquier manera posible bloquear
su progreso por medio de falsas doctrinas, división,
y mediante corrupción personal de la vida. Pero por
medio de la oración, un camino recto se puede cons-
truir en medio de todo. La oración arranca de raíz la
herejía, arregla los malentendidos y barre la envidia
y la animosidad, destruye la inmoralidad, y trae la
marea de la reanimadora gracia de Dios. La histo-
ria demuestra esto en muchas ocasiones. En el mo-
mento más oscuro, cuando la situación de la iglesia
parecía no tener esperanza, hombres y mujeres de fe
se han juntado y han clamado a Dios, y la respuesta
ha llegado.
Así fue en los días de Knox, y en los días de
Wesley, Whitefield, Edwards, y Brainerd. Así fue en
los días de Finney, y en los días del gran avivamiento
30 Cómo Orar

de 1857 en Estados Unidos y en 1859 en Irlanda. ¡Y


así será otra vez en su época y en la mía! Satanás ha
organizado sus filas. Algunas personas, anuncian-
do grandes métodos apostólicos, están simplemente
cubriendo la más sincera deshonestidad e hipocresía
con su ruidosa y falsa seguridad. Cristianos igual-
mente leales a las verdades fundamentales del evan-
gelio fruncen el ceño unos a otros con una sospecha
enviada por el diablo. El mundo, la carne y el dia-
blo están teniendo una alegre fiesta. Es un tiempo
oscuro, pero ahora “tiempo es de actuar, oh Jehová,
porque han invalidado tu ley” (Salmos 119:126). Él
se está preparando para actuar, y ahora Él está a la
escucha de la voz de oración. ¿La oirá? ¿La oirá de
usted? ¿La oirá de la iglesia como cuerpo? Yo creo
que sí lo hará.
2

Or ar a Dios

Después de haber visto un poco sobre la tremen-


da importancia y el irresistible poder de la oración,
llegamos directamente a la lección: cómo orar con
poder.
En Hechos 12 tenemos el registro de una ora-
ción que prevaleció ante Dios y también produjo
grandes resultados. En el quinto versículo de este
capítulo, la manera y el método de la oración se des-
criben en unas pocas palabras: “la iglesia hacía sin
cesar oración a Dios por él” (Hechos 12:5).
La primera cosa en la que debemos fijarnos en
este versículo es la breve expresión “a Dios”. La ora-
ción que tiene poder es la oración que se ofrece a Dios.
31
32 Cómo Orar

Pero algunos podrían decir: “¿No es toda ora-


ción ofrecida Dios?”.
No. Mucha de la supuesta oración, pública y pri-
vada, no es dirigida a Dios. Para que una oración sea
realmente dirigida a Dios, debe haber un acercamiento
definitivo y consciente a Él cuando oramos. Debemos
tener una explícita y vívida imagen de que Él se inclina
sobre nosotros y está escuchando nuestras oraciones.
En muchas de nuestras oraciones pensamos muy poco
en Dios. Nuestras mentes se llenan de pensamientos
de lo que necesitamos y no pensamos en el poderoso y
amante Padre a quien estamos pidiendo. A menudo,
no estamos pensando ni en la necesidad ni en quién es
Aquel al que estamos pidiendo. En cambio, nuestras
mentes van de un lugar a otro. No hay poder en ese
tipo de oración. Pero cuando realmente entramos en
la presencia de Dios, cuando realmente tenemos un
encuentro cara a cara con Él en el lugar de oración,
cuando realmente buscamos las cosas que deseamos
que Él nos dé, entonces hay poder.

Entrar en la presencia de Dios


Si queremos orar correctamente, lo primero que
deberíamos hacer es asegurarnos de que realmente
Orar a Dios 33

buscamos una audiencia con Dios, que realmente


entramos a su misma presencia. Antes de que una
petición sea ofrecida, deberíamos tener la definiti-
va y vívida constancia de que estamos hablando con
Dios. También, debemos creer que Él está escu-
chando nuestras peticiones y va a otorgar las cosas
que le pedimos. Eso solo es posible por el medio del
poder del Espíritu Santo, así que deberíamos pedir-
le al Espíritu Santo que nos lleve a la presencia de
Dios, y no deberíamos ser precipitados con las pa-
labras hasta que realmente Él nos haya llevado allí.
Una noche, un activo hombre cristiano asistió a
una de las reuniones de oración que yo estaba diri-
giendo. Antes de que nos arrodilláramos para orar,
dije algo como lo que mencioné antes, diciéndoles a
todos los amigos que se aseguraran de que antes de
orar, estuvieran realmente en la presencia de Dios.
También expliqué que mientras oraban, debían te-
ner pensamientos centrados en Dios, y que debe-
rían enfocar más sus pensamientos en Él que en sus
peticiones. Algunos días después, conocí a este mis-
mo hombre, y me dijo que esa sencilla idea era com-
pletamente nueva para él, y que había convertido su
34 Cómo Orar

oración en una experiencia totalmente nueva. Si de-


seamos orar correctamente, estas dos palabras de-
ben quedar grabadas en nuestro corazón: “a Dios”.

Ore sin cesar


El segundo secreto de la oración eficaz se en-
cuentra en el mismo versículo, y se expresa con las
palabras: “sin cesar”. Estas palabras no expresan la
fuerza total del griego original. Las palabras signi-
fican, literalmente, “estiradamente”. Es una palabra
pintoresca y hermosamente expresiva. Representa
el alma estirada hacia un sincero e intenso deseo.
Intensamente puede que sea la palabra más ade-
cuada en castellano. Es la misma palabra que se usa
para hablar de nuestro Señor en Lucas 22:44, donde
leemos: “Y estando en agonía, oraba más intensamen-
te; y era su sudor como grandes gotas de sangre que
caían hasta la tierra”.
Leemos en Hebreos 5:7 que Cristo “en los días
de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran cla-
mor y lágrimas…fue oído a causa de su temor reveren-
te”. En Romanos 15:30, Pablo ruega a los santos en
Roma que “me ayudéis” en sus oraciones. La palabra
Orar a Dios 35

traducida como “ayudar” significa principalmente


en este texto competir, como en competiciones at-
léticas o en una pelea. En otras palabras, la oración
que prevalece ante Dios es oración en la que entrega-
mos el alma, estirándonos hacia Dios con un deseo
intenso y agonizante. A mucha de nuestra oración
moderna le falta poder porque le falta corazón. Nos
apresuramos a la presencia de Dios, rápidamente
comentamos todas nuestras peticiones, nos levanta-
mos y nos vamos. Si alguien nos pregunta después
de una hora sobre qué hemos orado, normalmente
ni nos acordamos. Si ponemos tan poco corazón en
nuestras oraciones, no podemos esperar que Dios
ponga mucho corazón en responder.
Oímos mucho en nuestros días acerca del resto
de los aspectos de la fe, pero no se dice mucho sobre
la lucha de fe en la oración. Los que quieren hacer-
nos pensar que alcanzaron una gran medida de fe y
confianza porque nunca han tenido ninguna agonía
ni conflicto en oración, seguro que han ido más allá
que su Señor. Han ido incluso más allá que los más
poderosos victoriosos para Dios, tanto en esfuerzo
como en oración, que toda la historia cristiana haya
conocido. Cuando aprendamos a acudir a Dios con
36 Cómo Orar

una intensidad de deseo que hace vibrar el alma,


entonces conoceremos un poder en la oración que
muchos de nosotros aún no conocemos.

La oración y el ayuno
¿Cómo alcanzaremos esta sinceridad en la
oración?
No será intentando llegar nosotros a ella. El
verdadero método se explica en Romanos 8:26: “Y
de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra de-
bilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por noso-
tros con gemidos indecibles”. La sinceridad que con-
seguimos con los esfuerzos de la carne es una cosa
repulsiva. La sinceridad creada en nuestro ser por
el Espíritu Santo es agradable a Dios. Repito: si
deseamos orar correctamente, debemos recurrir al
Espíritu de Dios para que nos enseñe cómo orar.
Es aquí, en esta conexión, donde entra el ayuno.
En Daniel 9:3 leemos que Daniel volvió su rostro “a
Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayu-
no, cilicio y ceniza”. Hay algunas personas que pien-
san que el ayuno pertenece a la antigua dispensación,
Orar a Dios 37

pero cuando leemos Hechos 14:23 y Hechos 13:2–3,


vemos que era practicado por hombres sinceros de la
época apostólica.
Si queremos orar con poder, deberíamos orar
con ayuno. Esto no significa, por supuesto, que
tengamos que ayunar cada vez que oramos, pero
hay tiempos de emergencia o crisis en particular
cuando los creyentes sinceros se apartarán inclu-
so de la gratificación del apetito natural, que sería
perfectamente apropiado ante circunstancias nor-
males, para entregarse por completo a la oración.
Hay un poder misterioso en ese tipo de oración.
Cada gran crisis de la vida y del trabajo debería
afrontarse de este modo. No hay nada de agrada-
ble para Dios en sacrificar cosas placenteras de un
modo farisaico o legalista, pero hay poder en esa
absoluta sinceridad y determinación de obtener,
en oración, las cosas que fuertemente sentimos
que son necesidad. Ese sentimiento de urgencia
nos lleva a dejar todo a un lado, incluso las cosas
normales y necesarias, para que podamos volver
nuestro rostro hacia Dios y obtener bendiciones
que provienen de Él.
38 Cómo Orar

Unidad en la oración
Otro secreto de la forma apropiada de orar se
encuentra en Hechos 12:5. Aparece con estas dos
palabras: “la iglesia”. La oración unida tiene poder.
Por supuesto, hay poder en la oración de un indivi-
duo, pero hay mucho más poder en la oración uni-
da. Dios se deleita en la unidad de su pueblo y busca
enfatizarla de todas las formas posibles. Por eso, Él
pronuncia una bendición especial sobre la oración
colectiva. En Mateo 18:19, leemos: “Otra vez os digo,
que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra
acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho
por mi Padre que está en los cielos”. Esta unidad, sin
embargo, debe ser real. El pasaje que se acaba de
citar no dice que si dos se ponen de acuerdo para
pedir, sino que si dos se ponen de acuerdo “acerca de
cualquiera cosa que pidieren”. Dos personas podrían
ponerse de acuerdo para pedir por la misma cosa,
y aun así puede no haber un acuerdo sobre la cosa
que pidieron. Uno podría pedirlo porque realmente
lo deseaba; el otro podría simplemente pedirlo para
complacer a su amigo. Pero donde hay acuerdo real,
donde el Espíritu de Dios lleva a creyentes a una
Orar a Dios 39

perfecta armonía en cuanto a lo que piden de Dios,


donde el Espíritu pone la misma carga en dos o más
corazones, hay poder absolutamente irresistible en
la oración.
3

Or ar y obedecer

Uno de los versículos de la Biblia más significa-


tivos acerca de la oración es 1 Juan 3:22. Juan dijo:
“Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él,
porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las
cosas que son agradables delante de él”.
¡Qué declaración más asombrosa! Juan dijo,
en pocas palabras, que él recibió todo lo que pidió.
¿Cuántos de nosotros podemos decir lo mismo? Pero
Juan explica por qué: “porque guardamos sus man-
damientos, y hacemos las cosas que son agradables
delante de él”. En otras palabras, el que espera que
Dios haga lo que le pida debe hacer todo lo que Dios
le pida a él. Si escuchamos todos los mandamien-
tos que Dios nos dio, Él escuchará todas nuestras
40
Orar y obedecer 41

peticiones. Si, por el contrario, hacemos oídos sor-


dos a sus preceptos, probablemente Él no escuchará
nuestras oraciones. Aquí encontramos el secreto de
tantas oraciones sin contestar. No estamos escuchan-
do lo que la Palabra de Dios tiene que decirnos, y por
tanto, Él no está escuchando nuestras peticiones.
Una vez estaba yo hablando con una mujer que
había sido cristiana pero había tirado la toalla. Yo
le pregunté por qué ya no era cristiana. Ella me res-
pondió que no creía en la Biblia; y yo le pregunté por
qué no creía en la Biblia.
“Porque he probado sus promesas y he visto que
no son ciertas”.
“¿Cuáles promesas?”.
“Las promesas sobre la oración”.
“¿Qué promesas sobre la oración?”.
“¿No es verdad que en la Biblia dice: ‘Y todo
lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis’
(Mateo 21:22)?”.
“Sí, eso dice”.
“Bueno, pues yo pedí totalmente a la espera de
recibir y no recibí, así que la promesa falló”.
42 Cómo Orar

“¿La promesa fue hecha para usted?”.


“Por supuesto, está hecha a todos los creyentes,
¿no es así?”.
“No, Dios cuidadosamente define quiénes son
los ‘ustedes’ que creen y a los que Él decide contestar
las oraciones”.
Entonces le mostré 1 Juan 3:22 y le leí la des-
cripción de los creyentes que tienen poder con Dios
en sus oraciones.
“Ahora”, le dije, “¿estaba usted guardando los
mandamientos de Dios y haciendo aquellas cosas
que le agradan a Él?”.
Ella francamente me contestó que no, y pronto
llegó a ver que la verdadera dificultad no estaba en
las promesas de Dios, sino en ella misma. Esta es la
razón de muchas oraciones sin contestar hoy: el que
las ofrece no es obediente.

Conocer y hacer la voluntad de Dios


Si queremos poder en la oración, debemos ser
sinceros estudiantes de su Palabra para poder ave-
riguar cuál es la voluntad de Él para con nosotros.
Orar y obedecer 43

Entonces, habiéndola encontrado, debemos hacerla.


Un acto de desobediencia sin confesar por nuestra
parte cerrará el oído de Dios en cuanto a muchas
peticiones.
Pero este versículo va más allá de simplemente
guardar los mandamientos de Dios. Juan nos dice
que debemos hacer “las cosas que son agradables de-
lante de él” (1 Juan 3:22).
Hay muchas cosas que complacerían a Dios,
pero que Él no ha mencionado específicamente.
Un verdadero hijo no se conforma con simplemen-
te hacer esas cosas que su padre específicamente ha
mandado que haga, sino que intenta conocer cuál es
la voluntad de su padre, y si cree que hay algo que
pueda hacer que le complacerá, lo hará con gusto
para su padre. Lo hace incluso si su padre nunca le
ha dado la orden específica de hacerlo. Así sucede
con el verdadero hijo de Dios. No solo pregunta
qué cosas ha ordenado Él y qué cosas ha prohibido.
Intenta conocer la voluntad de su Padre en todas las
áreas.
Muchos cristianos hoy día hacen cosas que no
agradan a Dios. Otros también descuidan hacer
44 Cómo Orar

cosas que agradarían a Dios. Cuando habla con ellos


acerca de estas cosas, le confrontarán de inmediato
con la pregunta: “¿Hay acaso algún mandamiento
en la Biblia que diga que no debo hacer esto?”. Y si
usted no puede enseñarle el versículo en el cual su
acción es plenamente prohibida, creen que no tie-
nen obligación alguna de dejarla. Pero un verdadero
hijo de Dios no demanda una orden específica. Si
hacemos que nuestro deseo sea averiguar y hacer
las cosas que agradan a Dios, Él hará que su deseo
sea hacer las cosas que nos agradan a nosotros. Una
vez más, aquí encontramos la explicación para mu-
chas oraciones sin contestar. No estamos hacien-
do que nuestro deseo sea saber lo que complace a
nuestro Padre; por tanto, nuestras oraciones no son
contestadas.

Orar de veras
El Salmo 145:18 enfoca un gran haz de luz ha-
cia la pregunta de cómo orar: “Cercano está Jehová a
todos los que le invocan, a todos los que le invocan de
veras”. Esa pequeña expresión “de veras” es digna de
un estudio más a fondo. Si toma su concordancia
Orar y obedecer 45

y hojea su Biblia, verá que esta expresión significa


“en verdad”, o “en sinceridad”. La oración que Dios
contesta es la oración que es real, la oración que pide
algo que realmente se desea.
Mucha de nuestra oración no es sincera. Las per-
sonas piden cosas que no desean realmente. Muchas
mujeres oran por la conversión de sus maridos, pero
no desean realmente que sus maridos se conviertan.
Creen que lo desean, pero si supieran qué es lo que
implicaría que sus maridos se convirtieran, se lo vol-
verían a pensar. Implicaría una revolución total en
su manera de hacer negocios, y consecuentemente
implicaría una reducción de sus ingresos, haciendo
necesario un cambio completo en su forma de vivir.
Si fueran sinceras con Dios, la verdadera oración de
su corazón sería algo como: “Oh Dios, no conviertas
a mi marido”. Algunas mujeres no desean la conver-
sión de su marido a un precio tan alto.
Muchas iglesias están orando para que haya un
avivamiento pero realmente no desean un aviva-
miento. Creen que sí lo desean, pues en sus mentes
un avivamiento significa un aumento de asistencia,
de ingresos y de reputación entre las demás iglesias.
46 Cómo Orar

Pero si supieran lo que realmente significaría un avi-


vamiento, no estarían tan ansiosos. Un avivamiento
causa el examen de los corazones de los cristianos
profesos, una transformación radical del individuo,
del hogar y de la vida social, cuando el Espíritu de
Dios se derrama de una forma real y con poder. Si
todo esto se supiera, el verdadero clamor de la igle-
sia sería: “Oh Dios, no permitas que tengamos un
avivamiento”.
Muchos ministros están orando, pidiendo ser
llenos del Espíritu Santo, pero no lo desean real-
mente. Creen que sí lo desean, pues la llenura del
Espíritu implica nuevo gozo y poder en la predica-
ción de la Palabra, una más amplia reputación entre
los hombres, y una mayor prominencia en la iglesia
de Cristo. Pero si entendieran lo que una llenura del
Espíritu Santo implica realmente, pensarían menos
en sus beneficios. Pensarían más en lo necesario que
sería que les pusiera en antagonismo con el mundo,
con cristianos poco espirituales, y en cómo causa-
ría que los hombres “desechen vuestro nombre como
malo” (Lucas 6:22), y cómo sería necesario que de-
jaran una forma buena y cómoda de vivir para ir a
Orar y obedecer 47

trabajar a una barriada o incluso a otra nación. Si


entendieran todo esto, sus oraciones probablemente
serían —si expresaran los verdaderos sentimientos
de su corazón— algo parecido a: “Oh Dios, guárda-
me de ser lleno del Espíritu Santo”.
Cuando sí lleguemos al punto de realmente de-
sear la conversión de amigos a cualquier precio, de
realmente desear un derramamiento del Espíritu
Santo sea lo que sea lo que implique, deseando real-
mente algo “de veras” y luego se lo pidamos a Dios
“en verdad”, Dios escuchará.
4

Or ar en el nombre
de Cristo

Jesús dio una palabra maravillosa sobre la oración


a sus discípulos la noche antes de su crucifixión: “Y
todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13–14).
La oración en el nombre de Cristo tiene poder
ante Dios. Dios se complace en su Hijo Jesucristo.
Siempre le escucha, y también siempre escucha las
oraciones que se formulan realmente en su nombre.
Hay una fragancia en el nombre de Cristo que hace
que cualquier oración que la tenga sea aceptable a
Dios.
48
Orar en el nombre de Cristo 49

Pero ¿qué significa realmente orar en el nombre


de Cristo?
Se han procurado muchas explicaciones que
no tienen mucho sentido para la persona prome-
dio, pero no hay nada místico o misterioso en esta
expresión. Si recorre su Biblia y examina todos los
pasajes en los que las expresiones “en mi nombre”
o “en su nombre” se usan, se dará cuenta de que
significan lo mismo que quieren decir en nuestro
lenguaje diario.
Si voy a un banco y entrego un cheque con mi
nombre firmado en él, pido a ese banco en mi propio
nombre. Si tengo dinero depositado en ese banco, el
cheque será hecho efectivo; si no, no lo será. Si, al
contrario, voy al banco con un cheque firmado por
otra persona, estoy pidiendo en su nombre, y no im-
porta si yo tengo dinero en ese banco o en otro. Si
la persona que firmó el cheque tiene dinero allí, el
cheque será hecho efectivo. Por ejemplo, si yo fue-
ra al First National Bank of Chicago y presentara
un cheque que yo firmé por valor de 500 dólares, el
cajero me diría: “Mire, Sr. Torrey, no podemos can-
jearlo. Usted no tiene dinero en este banco”.
50 Cómo Orar

Pero si yo fuera al First National Bank de


Chicago con un cheque por valor de 500 dólares re-
llenado a mi nombre y firmado por uno de los gran-
des depositantes de ese banco, no me preguntarían
si yo tengo dinero en ese banco o en cualquier otro
banco. En cambio, canjearían el cheque al instante.
Cuando me acerco a Dios en oración, es como
ir al banco del cielo. No tengo nada depositado allí,
no tengo absolutamente nada de crédito ahí. Si voy
en mi propio nombre, no conseguiré absolutamente
nada. Pero Jesucristo tiene crédito ilimitado en el
cielo, y me ha concedido el privilegio de ir al banco
con su nombre firmado en mis cheques. Por tanto,
cuando voy, mis oraciones serán honradas hasta
cualquier límite.
Orar en el nombre de Cristo es orar en base a su
crédito, no el mío. Es renunciar al pensamiento de
que yo puedo demandar algo de Dios, y acercarme
a Él sobre los términos del crédito de Cristo. Orar
en el nombre de Cristo no consiste simplemente en
añadir la frase: “Pido todas estas cosas en el nombre
de Jesús” a mi oración. Yo podría poner esa frase en
mi oración y realmente estar confiando en mi propio
Orar en el nombre de Cristo 51

mérito todo el tiempo. Por otro lado, yo podría omi-


tir esa frase y realmente estar confiando en el méri-
to de Cristo todo el tiempo. Cuando realmente me
acerque a Dios sobre la base de los méritos de Cristo
y su sangre expiatoria (véase Hebreos 10:19), Dios
me oirá. Muchas de nuestras oraciones son en vano
porque los hombres se acercan a Dios imaginando
que tienen algún derecho a demandar que Dios res-
ponda sus oraciones.

Perdón en nombre de Él
Hace años, cuando D. L. Moody era joven en el
trabajo cristiano, visitó un pueblo en Illinois, en el
cual había un juez que no era cristiano. La esposa de
este juez le pidió al Sr. Moody que hablara con su
marido, pero él respondió: “No puedo hablar con su
marido. Yo soy tan solo un joven cristiano sin edu-
cación formal, y su marido es un incrédulo erudito”.
Pero la esposa no aceptó un no como respues-
ta, así que el Sr. Moody decidió ir a hablar con el
juez. Los empleados en la oficina externa se burla-
ron cuando el joven hombre de negocios venido de
Chicago entró a hablar con el erudito juez.
52 Cómo Orar

La conversación fue corta. El Sr. Moody dijo:


“Juez, yo no puedo hablar con usted. Usted es un
incrédulo con educación formal, pero yo, en cam-
bio no tengo estudios. Simplemente quiero decirle
que si algún día se convierte, me gustaría que me
avisara”.
El juez respondió: “Está bien, joven, si algún día
me convierto se lo diré”.
La conversación se terminó, y los empleados
se rieron aún más fuerte cuando el ferviente joven
cristiano se marchó de la oficina; pero el juez se
convirtió al cabo de un año. El Sr. Moody, al visi-
tar de nuevo el pueblo, pidió al juez que le explicara
cómo había sucedido todo. El juez dijo: “Una noche,
cuando mi esposa estaba en una reunión de oración,
comencé a sentirme muy incómodo y miserable. No
sabía lo que me estaba pasando, pero al final me fui a
la cama antes de que mi esposa regresara a casa. No
pude dormir en toda esa noche. Me levanté tempra-
no, le dije a mi esposa que no tomaría desayuno, y
bajé a la oficina. Les dije a los empleados que se to-
maran el día libre, y me encerré en la oficina. Según
iba pasando el tiempo, me iba sintiendo cada vez
Orar en el nombre de Cristo 53

más miserable, hasta que finalmente me arrodillé y


le pedí a Dios que perdonara mis pecados. Pero yo
no decía ‘en el nombre de Jesús’ porque era de los
unitarios y no creía en la expiación. Seguí orando:
‘Dios, perdona mis pecados’, pero no hubo respues-
ta. Al final, en desesperación, clamé: ‘Oh Dios, por
causa de Cristo, perdona mis pecados’ y obtuve paz
al instante’”.
El juez no tenía acceso a Dios hasta que acu-
dió en el nombre de Cristo. Cuando finalmente lle-
gó en el nombre de Jesús, fue oído y respondido al
instante.

Conocer la voluntad de Dios


a través de su Palabra
Un gran haz de luz se enfoca hacia el asunto de
“cómo orar” en 1 Juan 5:14–15:

Y esta es la confianza que tenemos en él, que si


pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,
él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cual-
quiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos
las peticiones que le hayamos hecho.
54 Cómo Orar

Este pasaje claramente enseña que si deseamos


orar correctamente, debemos orar de acuerdo con
la voluntad de Dios. Entonces, a pesar de cualquier
duda, recibimos lo que pedimos.
Pero ¿podemos conocer la voluntad de Dios?
¿Podemos saber si cualquier oración específica es de
acuerdo con su voluntad?
Claro que podemos.
¿Cómo?
Primero por la Palabra de Dios. Dios ha reve-
lado su voluntad en su Palabra. Cuando la Palabra
de Dios promete algo, sabemos que es su voluntad
conceder eso. Si, al orar, puedo encontrar algunas
promesas de la Palabra de Dios y poner esa prome-
sa delante de Dios, yo sé que Él me escucha. Y si
sé que Él me escucha, sé que me ha concedido lo
que le he pedido. Por ejemplo, cuando oro pidiendo
sabiduría, sé que es la voluntad de Dios darme sabi-
duría, porque Él dice en Santiago 1:5: “Y si alguno
de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el
cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le
será dada”. Así que cuando pido sabiduría, sé que
esa oración será oída y que se me dará sabiduría. De
Orar en el nombre de Cristo 55

la misma forma, cuando oro pidiendo al Espíritu


Santo, sé que mi oración es la voluntad de Dios, que
es escuchada, y que se me concederá la petición que
le he hecho: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan?” (Lucas 11:13).
Hace algunos años, un ministro se acercó a mí
al final de un discurso sobre la oración en el institu-
to bíblico YMCA y me dijo: “Usted les ha dado la
impresión a estos jóvenes muchachos de que pueden
pedir cosas definidas y recibirán todas las cosas que
han pedido”.
Yo le contesté diciendo que no sabía si esa era la
impresión que yo había dado o no, pero que definiti-
vamente esa era la impresión que deseaba dar.
“Pero”, respondió, “eso no es correcto. No pode-
mos estar seguros, porque no conocemos la volun-
tad de Dios”.
De inmediato yo busqué Santiago 1:5 y se lo leí,
y le dije: “¿Acaso no es la voluntad de Dios darnos
sabiduría? Y si usted pide sabiduría, ¿no sabe que la
obtendrá?”.
56 Cómo Orar

“¡Ah!”, dijo, “no sabemos lo que es la sabiduría”.


Yo dije: “No, si lo supiéramos, no tendríamos
que pedirla; pero sea lo que sea la sabiduría, ¿acaso
no sabe que la conseguirá?”.
Ciertamente es nuestro privilegio saberlo.
Cuando tenemos una promesa específica en la
Palabra de Dios, si dudamos de si es o no la voluntad
de Dios, o si dudamos de si Dios hará lo que pedi-
mos, hacemos a Dios mentiroso. (Véase 1 Juan 5:10).
Aquí tiene uno de los secretos más grandes de
la oración que prevalece: estudie la Palabra para
averiguar cuál es la voluntad de Dios tal como está
revelada en ella a través de sus promesas. Entonces,
simplemente tome esas promesas y reclámelas a
Dios en oración con la inquebrantable expectación
de que Él hará lo que ha prometido en su Palabra.

Conocer la voluntad de Dios


a través de su Espíritu
Otra forma mediante la cual podemos conocer
la voluntad de Dios es por medio de la enseñan-
za de su Espíritu Santo. Hay muchas cosas que
Orar en el nombre de Cristo 57

necesitamos de Dios que no están cubiertas por


ninguna promesa específica, pero no somos igno-
rantes de la voluntad de Dios ni siquiera entonces.
En Romanos 8:26–27, se nos dice:

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en


nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir
como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu
mismo intercede por nosotros con gemidos in-
decibles. Mas el que escudriña los corazones
sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por
los santos.

Aquí se nos dice claramente que el Espíritu de


Dios ora en nosotros, formula nuestras oraciones de
acuerdo con la voluntad de Dios. Por tanto, cuan-
do el Espíritu Santo nos guía de esta manera en
cualquier dirección, para orar por cualquier objeto
dado, podemos hacerlo con toda confianza de que
es la voluntad de Dios. Debemos estar seguros de
que recibiremos lo que le pidamos, aunque no haya
ninguna promesa específica que cubra nuestra peti-
ción. A menudo, mediante su Espíritu, Dios pone
58 Cómo Orar

una pesada carga de oración por algún individuo


en concreto. No podemos descansar. Oramos por
él “con gemidos indecibles”. Puede que la persona
esté completamente fuera de nuestro alcance, pero
Dios escucha la oración, y, en muchos casos, no pasa
mucho tiempo antes de que oigamos acerca de su
conversión.
El pasaje que se encuentra en 1 Juan 5:14–15 es
uno de los pasajes de los que más se ha abusado en
la Biblia:

Y esta es la confianza que tenemos en él, que si


pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,
él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cual-
quiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos
las peticiones que le hayamos hecho.

Sin duda, el Espíritu Santo puso este pasaje en


la Biblia para alimentar nuestra fe. Comienza con:
“Y esta es la confianza que tenemos en él”, y termina
con: “Sabemos que tenemos las peticiones que le ha-
yamos hecho”. Pero uno de los usos más frecuentes
de este pasaje, el cual sin duda fue claramente dado
para producir confianza, es introducir un elemento
Orar en el nombre de Cristo 59

de incertidumbre en nuestras oraciones. A menudo,


cuando una persona confía en la oración, algún her-
mano cauteloso llegará y dirá: “No sea tan confiado.
Si es la voluntad de Dios, Él lo hará. Debería aña-
dir: ‘Si es tu voluntad’”.
Sin duda, hay muchas veces en que no cono-
cemos la voluntad de Dios, y la sumisión a la exce-
lente voluntad de Dios debería ser la base de toda
oración; pero cuando sabemos la voluntad de Dios,
no hay necesidad de usar los “si…”. Este pasaje no
fue puesto en la Biblia para que introdujéramos los
“si…” en cada una de nuestras oraciones, sino para
que pudiéramos lanzar nuestros “si…” al viento y te-
ner “confianza” y saber “que tenemos las peticiones que
le hayamos hecho”.
5

Or ar en el Espíritu

Una y otra vez hemos visto nuestra dependencia


del Espíritu Santo en oración. Esto se expresa muy
claramente en Efesios 6:18: “orando en todo tiempo
con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en
ello con toda perseverancia y súplica por todos los san-
tos” y en Judas 1:20: “orando en el Espíritu Santo”.
Ciertamente, el secreto de la oración se encuentra
en estas tres palabras: “en el Espíritu”. Dios Padre
responde todas las oraciones que Dios Espíritu
Santo inspira.
Los discípulos no sabían orar tal y como debían,
así que fueron a Jesús y le dijeron: “Señor, enséñanos a
orar” (Lucas 11:1). Nosotros tampoco sabemos orar
60
Orar en el Espíritu 61

tal y como deberíamos, pero tenemos otro Maestro


y Guía a la mano que nos puede ayudar. (Véase
Juan  14:16–17). “El Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad” (Romanos 8:26). Él nos enseña cómo
orar. La verdadera oración es oración en el Espíritu;
esto es, la oración que el Espíritu inspira y dirige.
Cuando entramos en la presencia de Dios, debemos
reconocer nuestras debilidades, nuestra ignorancia
acerca de lo que debemos orar o cómo debemos orar
por ello. Al ser conscientes de nuestra total incapa-
cidad para orar correctamente, debemos confiar en
el Espíritu Santo, pidiéndole a Él que dirija comple-
tamente nuestras oraciones. Él debe dirigir nuestros
deseos y guiar nuestras expresiones acerca de ellos.
Nada puede ser más necio en la oración que
apresurarse rápidamente a entrar en la presencia
de Dios y pedir la primera cosa que viene a nues-
tra mente. Cuando entramos en su presencia, al
principio debiéramos estar en silencio delante de
Él. Deberíamos esperar que nos mande su Espíritu
Santo para que nos enseñe cómo orar. Debemos
esperar a su Espíritu Santo y rendirnos ante el
Espíritu. Entonces, oraremos correctamente.
62 Cómo Orar

A menudo, cuando acudimos ante Dios en ora-


ción, no tenemos ganas de orar. ¿Qué debemos ha-
cer en un caso como este? ¿Dejar de orar hasta que
sintamos ganas de hacerlo? De ninguna manera.
Cuando menos nos apetece orar es cuando más de-
beríamos orar. Deberíamos esperar silenciosamente
ante Dios y decirle lo fríos y faltos de oración que
están nuestros corazones. Deberíamos esperar en
Él, confiar en Él, y esperar de Él que nos envíe el
Espíritu Santo para tocar nuestros corazones y di-
rigirnos en oración. No pasará mucho tiempo hasta
que el brillo de la presencia del Espíritu Santo lle-
ne nuestros corazones. Comenzaremos a orar con
libertad, con sinceridad, con franqueza y con poder.
Muchas de las etapas de oración más bendecidas
que he experimentado han comenzado con una sen-
sación de completa muerte y falta de oración. Pero
en medio de mi desesperación y frialdad, me he en-
comendado a Dios y he esperado en Él para que en-
víe su Espíritu Santo para que me enseñe a orar. Y
siempre lo ha hecho.
Cuando oremos en el Espíritu, oraremos por las
cosas correctas de la forma correcta. Habrá gozo y
poder en nuestras oraciones.
Orar en el Espíritu 63

Orar con fe
Si queremos orar con poder, debemos orar
con fe. En Marcos 11:24, Jesús dijo: “Por tanto,
os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que
lo recibiréis, y os vendrá”. Por muy positiva que sea
cualquier promesa de la Palabra de Dios, no la dis-
frutaremos a menos que confiadamente esperemos
su cumplimiento. Santiago dijo: “Y si alguno de vo-
sotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual
da a todos abundantemente y sin reproche, y le será
dada” (Santiago 1:5). Ahora bien, esa promesa es
tan positiva como puede ser una promesa. Los si-
guientes dos versículos añaden: “Pero pida con fe,
no dudando nada; porque el que duda es semejante
a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y
echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal
haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago
1:6–7). Debe haber expectación confiada y firme.
Pero hay fe que va más allá de la expectación. Cree
que la oración se escucha y que la promesa se cum-
ple. Esto viene en Marcos 11:24: “Por tanto, os digo
que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibi-
réis, y os vendrá”.
64 Cómo Orar

Pero, ¿cómo puede uno tener esta clase de fe?


Digamos con todo el énfasis posible que no
puede ser forzado. Una persona lee esta promesa
acerca de la oración de fe y a continuación pide por
cosas que desea. Intenta hacerse creer a sí mismo
que Dios ha escuchado su oración. Esto termina en
decepción, porque no es fe real, y la petición no es
contestada. En este punto, mucha gente pierde la fe
por completo intentando crear fe por medio de un
esfuerzo de su voluntad. Cuando no reciben la cosa
que ellos mismos se hicieron creer que recibirían,
los mismísimos cimientos de la fe muchas veces son
debilitados.
Pero ¿cómo llega la verdadera fe?
Romanos 10:17 responde a esta pregunta: “Así
que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
Si queremos tener fe verdadera, debemos estudiar
la Palabra de Dios y descubrir lo que se promete en
ella. Entonces, simplemente debemos creer en las
promesas de Dios. La fe debe tener la sanción de
Dios. Intentar creer algo que usted quiere creer no
es fe. Creer en lo que Dios dice en su Palabra es fe. Si
quiero tener fe cuando oro, debo encontrar alguna
Orar en el Espíritu 65

promesa en la Palabra de Dios en la que asentar mi


fe.
Además, la fe viene a través del Espíritu. El
Espíritu conoce la voluntad de Dios; por tanto, si
oro en el Espíritu y espero en el Espíritu para que
me muestre la voluntad de Dios, Él me guiará en
oración según la voluntad de Dios. Me dará fe en
que la oración será contestada. Pero en ningún caso
la fe verdadera viene simplemente por decidir que
va a recibir lo que pida. Si no hay ninguna prome-
sa en la Palabra de Dios y ninguna guía clara del
Espíritu, no puede haber fe real. No debería haber
ninguna reprimenda por su falta de fe en un caso
como este. Pero si lo que deseamos está prometido
en la Palabra de Dios, de buena gana podemos re-
prendernos a nosotros mismos por falta de fe si du-
damos, porque estamos haciendo a Dios mentiroso
al dudar de su Palabra.
6

Or ar siempre y
no desmayar

En el evangelio de Lucas, Jesús enfatizó la lección


de que los hombres deben orar siempre y no desma-
yar. (Véase Lucas 18:1). La primera parábola está en
Lucas 11:5–8 y la otra en Lucas 18:1–8.

Les dijo también: ¿Quién de vosotros que ten-


ga un amigo, va a él a medianoche y le dice:
Amigo, préstame tres panes, porque un amigo
mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué
ponerle delante; y aquél, respondiendo desde
adentro, le dice: No me molestes; la puerta
ya está cerrada, y mis niños están conmigo en

66
Orar siempre y no desmayar 67

cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os


digo, que aunque no se levante a dárselos por
ser su amigo, sin embargo por su importunidad
se levantará y le dará todo lo que necesite.
(Lucas 11:5–8)

También les refirió Jesús una parábola so-


bre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
diciendo:

Había en una ciudad un juez, que ni temía a


Dios, ni respetaba a hombre. Había también
en aquella ciudad una viuda, la cual venía a
él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
Y él no quiso por algún tiempo; pero después
de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a
Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo,
porque esta viuda me es molesta, le haré justi-
cia, no sea que viniendo de continuo, me agote
la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el
juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a
sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se
tardará en responderles? Os digo que pronto
les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del
68 Cómo Orar

Hombre, ¿hallará fe en la tierra?


(Lucas 18:1–8)

En el contexto de estas dos parábolas, Jesús pre-


senta de una forma sorprendente la necesidad de
la persistencia en la oración. La palabra traducida
como “importunidad” literalmente significa atre-
vimiento. Jesús quiere que entendamos que Dios
quiere que nos acerquemos a Él con una determi-
nación de obtener las cosas que buscamos que no
será puesta en vergüenza por cualquier rechazo o
demora por parte de Dios. Dios se deleita en la san-
ta audacia que no se conforma con un no como res-
puesta. Es una expresión de gran fe, y no hay nada
que agrade más a Dios que la fe.
Aparentemente, Jesús tuvo que lidiar con la mu-
jer sirofenicia casi con rudeza, pero ella no se daba
por vencida fácilmente, y Jesús contempló su atrevi-
da persistencia con agrado. Él dijo: “Oh mujer, gran-
de es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue
sanada desde aquella hora” (Mateo 15:28). Dios no
siempre nos da cosas nada más hacer los primeros
esfuerzos. Él quiere entrenarnos y hacernos fuertes
forzándonos a trabajar duro por las mejores cosas.
Orar siempre y no desmayar 69

De la misma forma, no siempre nos da lo que pedi-


mos en respuesta a nuestra primera oración. Quiere
entrenarnos y hacernos personas fuertes en oración
forzándonos a orar fuertemente por las mejores co-
sas. Él nos hace orar intensamente.
Me alegro de que esto sea así. No hay entrena-
miento más bendecido en oración que el que viene a
través de ser forzado a pedir una y otra vez, durante
largos períodos de tiempo, antes de obtener lo que
buscamos de Dios. Muchas personas lo llaman su-
misión a la voluntad de Dios cuando Dios no con-
cede sus peticiones a la primera o segunda oración.
Dicen: “Bueno, a lo mejor no es la voluntad de Dios”.
Normalmente, eso no es sumisión sino vaguería
espiritual. No lo llamamos sumisión a la voluntad
de Dios cuando nos damos por vencidos después
de uno o dos intentos para obtener cosas por medio
de la acción; lo llamamos falta de fuerza o carác-
ter. Cuando el hombre o la mujer fuerte en acción
se compromete a cumplir alguna cosa y no lo con-
sigue en un intento o en cien, él o ella sigue mar-
tilleando hasta que lo consigue. La persona fuerte
en oración sigue orando hasta que obtiene lo que
70 Cómo Orar

deseaba. Debemos tener cuidado con lo que le pedi-


mos a Dios. Pero cuando comenzamos a pedir por
una cosa, nunca debemos darnos por vencidos hasta
que lo recibamos o hasta que Dios haga claramente
visible y definitivo que no es su voluntad darlo.
A algunas personas les gusta hacernos creer que
muestra falta de fe orar dos veces por la misma cosa.
Ellos piensan que debiéramos conseguir la respues-
ta la primera vez que pedimos. Sin lugar a duda,
hay veces en que somos capaces, a través de fe en la
Palabra o la guía del Espíritu Santo, de conseguir
a la primera lo que pedimos a Dios. Pero, sin duda
alguna, hay otras veces en que debemos orar una y
otra vez por la misma cosa antes de que recibamos
la respuesta. Aquellos que están por encima de orar
dos veces por la misma cosa, están por encima de se-
guir el ejemplo del Maestro. (Véase Mateo 26:44).
Jorge Müller oró por dos hombres a diario du-
rante más de sesenta años. A pesar de que finalmen-
te se convirtieron, uno se volvió al Señor poco antes
de la muerte de Müller, creo que en el último ser-
vicio que dirigió Jorge Müller. El otro se convirtió
un año después de la muerte de Müller. Una de las
Orar siempre y no desmayar 71

grandes necesidades en el presente es que hombres


y mujeres no solo comiencen a orar por cosas, sino
que oren una y otra vez hasta obtener lo que buscan
del Señor.
7

Permanecer
en Cristo

El secreto de la oración se encuentra en estas pala-


bras de nuestro Señor: “Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). Aquí está una
oración que tiene poder incontenible: “Pedid todo lo
que queréis, y os será hecho”.
Hay una forma, entonces, de pedir y recibir
precisamente lo que pedimos. Cristo pone dos con-
diciones a esta oración que prevalece. La primera
condición es: “Si permanecéis en mí”.
¿Qué significa permanecer en Dios?

72
Permanecer en Cristo 73

Algunas explicaciones son tan místicas y tan


profundas que muchos hijos de Dios creen que sig-
nifican prácticamente nada. Pero lo que Jesús quiso
decir era muy sencillo.
Él se había estado comparando con una vid y a
sus discípulos con las ramas de la vid. Algunas ra-
mas siguieron en la vid en unión viva de forma que
la savia o vida de la vid constantemente fluía hacia
las ramas. No tenían vida propia independiente.
Todo cuanto había dentro de ellas era simplemente
el resultado de la vida de la vid que fluía hacia ellas.
Sus capullos, hojas, flores y fruta no eran realmen-
te suyos, sino los capullos, hojas, flores y fruta de la
vid. Otras ramas eran totalmente cortadas de la vid,
para evitar que el flujo o la savia de vida de la vid se
viera entorpecido.
El hecho de que habitemos en Cristo implica
la misma relación con Él que las primeras ramas
mencionadas tenían con la vid. Es decir, habitar en
Cristo es renunciar a una vida propia independien-
te. Debemos dejar de pensar nuestros propios pen-
samientos, formular nuestras propias resoluciones,
o cultivar nuestros propios sentimientos. Debemos
74 Cómo Orar

constantemente y simplemente mirar hacia Cristo y


dejar que Él piense sus pensamientos en nosotros,
que forme sus propósitos en nosotros, y que sienta
sus emociones y afecto en nosotros. Es renunciar a
toda vida independiente de Cristo y constantemente
depender del flujo de su vida hacia nosotros y el flujo
de su vida hacia fuera a través de nosotros. Cuando
hagamos esto, nuestras oraciones obtendrán lo que
deseamos de Dios.
Es necesario que esto sea así, porque nuestros
deseos no serán nuestros, sino de Cristo, y nuestras
oraciones en realidad no serán nuestras propias ora-
ciones, sino Cristo orando en nosotros. Este tipo
de oraciones siempre estarán en armonía con la vo-
luntad de Dios, y el Padre siempre le escucha a Él.
Cuando nuestras oraciones fallan, es porque, cierta-
mente, son nuestras oraciones. Hemos concebido el
deseo y ofrecido nuestras propias peticiones, en vez
de dejar que Cristo ore a través de nosotros.
Para habitar en Cristo, uno debe ya estar en
Cristo a través de la aceptación de Él como Salvador
que nos expía de la culpa del pecado. Cristo debe ser
reconocido como el Salvador resucitado del poder
Permanecer en Cristo 75

del pecado y como Señor y Maestro sobre toda la


vida del creyente. Cuando estamos en Cristo, lo
único que tenemos que hacer para permanecer
en Él es simplemente renunciar a nuestra propia
vida. Debemos renunciar completamente a cada
pensamiento, propósito, deseo y afecto nuestros
y continuamente depender de los pensamientos,
propósitos, afectos y deseos de Cristo en nosotros.
Permanecer en Cristo es realmente algo muy sim-
ple, aunque es una maravillosa vida de privilegio y
poder.

La Palabra de Cristo en nosotros


Otra condición aparece en Juan 15:7, aunque
está muy involucrada en la primera: “Y mis palabras
permanecen en vosotros”. Si queremos recibir de Dios
todo lo que le pidamos, las palabras de Cristo deben
permanecer en nosotros. Debemos estudiar sus pa-
labras y dejar que calen en nuestros pensamientos y
corazones. Debemos guardarlas en nuestra memo-
ria, obedecerlas constantemente en nuestra vida, y
dejar que moldeen y den forma a nuestra vida diaria
y a todas nuestras acciones.
76 Cómo Orar

Este es realmente el modo de habitar en Cristo.


Es a través de sus palabras como Jesús se imparte a
nosotros. Las palabras que Él nos habla son espíritu
y vida. (Véase Juan 6:63). Es en vano esperar que
haya poder en la oración a no ser que meditemos en
las palabras de Cristo y las dejemos calar profun-
damente hasta que encuentren una morada perma-
nente en nuestro corazón. Muchos se preguntan por
qué no tienen poder en oración. La simple explica-
ción de todo se encuentra en su negligencia hacia las
palabras de Cristo. No han guardado las palabras
de Él en sus corazones (véase Salmos 119:11); sus
palabras no habitan en ellos. No es a través de mís-
ticos momentos de meditación y experiencias eufó-
ricas como aprendemos a permanecer en Cristo. Es
alimentándonos de su Palabra, su palabra escrita en
la Biblia, y dependiendo del Espíritu Santo para que
implante esas palabras en nuestros corazones para
convertirlas en algo vivo en nuestros corazones. Por
tanto, si dejamos que las palabras de Cristo habiten
en nosotros, nos moverán a la oración. Serán el mol-
de en el cual nuestras oraciones serán moldeadas, y
nuestras oraciones serán necesariamente consisten-
tes con la voluntad de Dios, y prevalecerán ante Él.
Permanecer en Cristo 77

La oración que prevalece es casi una imposibilidad


donde hay negligencia en el estudio de la Palabra
de Dios.
El mero estudio intelectual de la Palabra de
Dios no es suficiente; debe haber meditación en ella.
La Palabra de Dios debe ser dada vueltas una y otra
vez en la mente con una constante dependencia de
Dios y de su Espíritu para hacer de la Palabra algo
vivo en el corazón. La oración que nace de la medi-
tación en la Palabra de Dios es la oración que vuela
hasta el oído atento de Dios.
Jorge Müller, uno de los hombres más poderosos
de oración, empezaba a orar leyendo y meditando
en la Palabra de Dios hasta que una oración comen-
zaba a formarse en su corazón. Así, Dios mismo era
el verdadero Autor de la oración, y Dios respondía
la oración que Él mismo había inspirado.
La Palabra de Dios es el instrumento a través
del cual el Espíritu Santo trabaja. Es “la espada del
Espíritu” (Efesios 6:17) en más de un sentido. La
persona que quiere conocer el trabajo del Espíritu
Santo en cualquier dirección debe alimentarse de la
Palabra. La persona que desea orar en el Espíritu
78 Cómo Orar

debe meditar en la Palabra para que el Espíritu


Santo pueda tener algo a través de lo cual pueda
obrar. El Espíritu Santo obra sus oraciones en noso-
tros a través de la Palabra. Descuidar la Palabra hace
imposible orar en el Espíritu. Si buscamos alimen-
tar el fuego de nuestra oración con el combustible de
la Palabra de Dios, todas nuestras dificultades en la
oración desaparecerán.
8

Or ar con acción
de gr acias

Cuatro palabras son habitualmente ignoradas


en la lección sobre la oración que nos da Pablo en
Filipenses 4:6–7:

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas


vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias. Y la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimien-
to, guardará vuestros corazones y vuestros pen-
samientos en Cristo Jesús.

Las cuatro palabras importantes que suelen ser


ignoradas son “con acción de gracias”.
79
80 Cómo Orar

Al acercarnos a Dios para pedir nuevas bendi-


ciones, nunca debemos olvidar darle gracias por las
bendiciones que ya nos han sido concedidas. Si tan
solo nos detuviéramos a pensar en cuántas oracio-
nes Dios ha contestado y cuán pocas veces le he-
mos dado gracias, estoy seguro de que estaríamos
abrumados. Deberíamos ser igual de constantes
en dar las gracias que en hacer nuestras peticiones.
Acudimos a Dios con peticiones muy específicas,
pero cuando le damos gracias, nuestra acción de
gracias es indefinida y generalizada.
Sin duda, una de las razones por las que muchas
de nuestras oraciones no tienen poder es por haber
mostrado negligencia a la hora de dar gracias por
bendiciones ya concedidas. Si alguien constantemen-
te nos pidiera ayuda y nunca diera las gracias por la
ayuda ofrecida, pronto nos hartaríamos de ayudar a
alguien tan desagradecido. Realmente, nuestro res-
peto por la persona a quien ayudamos nos impediría
alimentar tan rancia ingratitud. Sin duda, nuestro
Padre celestial, preocupándose por nuestro bienestar,
muchas veces se niega a contestar nuestras oraciones
para hacer que nos demos cuenta de nuestra ingrati-
tud. Nos tienen que enseñar a ser agradecidos.
Orar con acción de gracias 81

Dios se entristece mucho por la ingratitud de


la que tantos de nosotros somos culpables. Cuando
Jesús sanó a los diez leprosos y solo uno regresó a
darle las gracias, con asombro y dolor Él exclamó:
“¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve,
¿dónde están?” (Lucas 17:17). Cuántas veces Él nos
mira con tristeza cuando se nos olvidan sus constan-
tes bendiciones y frecuentes respuestas a la oración.
Dar las gracias por bendiciones que ya han sido
recibidas aumenta nuestra fe y nos permite acercar-
nos a Dios con una nueva valentía y una nueva segu-
ridad. Sin duda, la razón por la que tan pocos tienen
fe cuando oran es porque se toman muy poco tiempo
para meditar y dar gracias a Dios por las bendicio-
nes ya recibidas. Cuando uno medita en las respues-
tas a oraciones ya concedidas, la fe aumenta más y
más. En lo más profundo de nuestra alma llegamos
a sentir que nada es difícil para el Señor. A medida
que reflexionamos en la maravillosa bondad de Dios
por un lado, y el pequeño agradecimiento ofrecido
por otro lado, podemos de buena gana humillarnos
delante de Dios y confesar nuestros pecados.
Los poderosos hombres de oración en la Biblia,
y todos aquellos a través de los siglos de la historia
82 Cómo Orar

de la iglesia, han sido hombres que se dedicaban a


ofrecer acción de gracias y alabanza. David era un
poderoso hombre de oración, y sus salmos rebosa-
ban acción de gracias y alabanza. Los apóstoles eran
hombres poderosos de oración. Leemos que ellos
“estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo
a Dios” (Lucas 24:53). Pablo era un hombre pode-
roso de oración. A menudo en sus epístolas, derra-
maba su acción de gracias a Dios por bendiciones
específicas y respuestas específicas a sus oraciones.
Jesús es nuestro modelo en oración, igual que en
todo los demás. En el estudio de su vida, su manera
de dar gracias en la comida era algo tan notable, que
dos de sus discípulos le reconocieron por ese acto
después de su resurrección.
Dar gracias es uno de los resultados inevitables
de ser lleno del Espíritu Santo. Quien no aprende
a dar “gracias en todo” (1 Tesalonicenses 5:18) no
puede seguir orando en el Espíritu. Si queremos
aprender a orar con poder, haríamos bien en dejar
que estas cuatro palabras calen profundamente en
nuestros corazones: “con acción de gracias”.
9

Obstáculos en
la or ación

Hemos estudiado cuidadosamente las condicio-


nes positivas de la oración que prevalece, pero hay
algunas cosas que obstaculizan la oración. Dios ha
hecho estos obstáculos bien visibles en su Palabra.

Oraciones egoístas
El primer obstáculo en la oración se encuentra
en Santiago 4:3: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal,
para gastar en vuestros deleites”.
Un propósito egoísta en la oración le quita poder
a la oración. Muchas oraciones son egoístas. Puede
83
84 Cómo Orar

haber oraciones por cosas que es perfectamente


apropiado pedir, por cosas que son la voluntad de
Dios dar, pero la motivación de la oración es comple-
tamente errónea; por tanto, la oración se derrumba
en el suelo, sin poder. El verdadero propósito en la
oración es que Dios pueda ser glorificado en la res-
puesta. Si pedimos cualquier petición meramente
para recibir algo para usar para nuestro propio de-
leite o gratificación, “pedimos mal” y no deberíamos
esperar recibir lo que pedimos. Esto explica por qué
muchas oraciones permanecen sin respuesta.
Por ejemplo, una mujer está orando por la con-
versión de su marido. Esto, realmente, es algo apro-
piado por lo que pedir. Pero su motivación al pedir
por la conversión de su marido es impropia; es egoís-
ta. Ella desea que su marido se convierta porque se-
ría mucho más placentero para ella tener un hombre
que simpatiza con ella. O es demasiado doloroso
para ella pensar que su marido pueda morir y per-
derse para siempre. Por una razón tan egoísta como
esta, desea que su esposo se convierta. La oración
es puramente egoísta. ¿Por qué debería una mujer
desear la conversión de su marido? Primeramente y
sobre todo, para que Dios sea glorificado. Debería
Obstáculos en la oración 85

ser su deseo porque no puede aguantar pensar que


Dios Padre sea deshonrado por su marido.
Muchos oran pidiendo un avivamiento. Esto
ciertamente es una oración que complace a Dios y
está en línea con su voluntad. Pero muchas oracio-
nes pidiendo avivamiento son puramente egoístas.
Algunas iglesias desean avivamientos para que su
membresía se incremente o para que su iglesia pue-
da tener más poder e influencia en la comunidad.
Muchas iglesias quieren avivamiento para que las
ofrendas de la iglesia aumenten o para que se dé un
buen reporte de la iglesia en el presbiterio, la confe-
rencia o la asociación. Iglesias y ministerios muchas
veces oran pidiendo avivamiento por propósitos tan
egoístas como estos, y Dios no responde a la oración.
Deberíamos orar pidiendo un avivamiento por-
que no podemos soportar la deshonra de Dios causa-
da por la mundanalidad de su iglesia, los pecados de
los no creyentes y la orgullosa incredulidad de la épo-
ca. Deberíamos orar pidiendo avivamiento porque la
Palabra de Dios se está haciendo vacía. Deberíamos
orar pidiendo avivamiento para que Dios sea glorifi-
cado mediante el derramamiento de su Espíritu en
86 Cómo Orar

la iglesia de Cristo. Por estas razones, primeramente


y sobre todo, deberíamos orar pidiendo avivamiento.
Muchas oraciones que piden llenura del
Espíritu Santo son peticiones egoístas. Ciertamente
es la voluntad de Dios dar de su Espíritu a quienes
lo piden, y Él nos lo ha dicho en su Palabra. (Véase
Lucas 11:13). Pero muchas oraciones pidiendo lle-
nura del Espíritu Santo son obstaculizadas por la
motivación egoísta que está detrás de la oración.
Hombres y mujeres oran pidiendo el Espíritu Santo
para poder ser felices, ser rescatados de su miserable
vida, tener poder como obreros cristianos, o por al-
guna otra razón egoísta. Deberíamos orar pidiendo
el Espíritu Santo para que Dios deje de ser deshon-
rado por el bajo nivel de nuestras vidas cristianas y
nuestro servicio ineficaz. Deberíamos orar pidiendo
el Espíritu Santo para que Dios sea glorificado en la
nueva belleza que llega a nuestras vidas y el nuevo
poder que entra en nuestro servicio.

El pecado obstaculiza la oración


El segundo obstáculo en la oración se puede ver
en Isaías 59:1–2:
Obstáculos en la oración 87

He aquí que no se ha acortado la mano de


Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído
para oír; pero vuestras iniquidades han hecho
división entre vosotros y vuestro Dios, y vues-
tros pecados han hecho ocultar de vosotros su
rostro para no oír.

El pecado obstaculiza la oración. Un hombre


puede orar y orar pero no recibir respuesta a sus
oraciones. Puede que sea tentado a pensar que no es
la voluntad de Dios responder, o puede pensar que
los días en que Dios respondía las oraciones se han
terminado. Esto es lo que debieron de pensar los is-
raelitas. Creyeron que la mano de Dios se acortó,
que no podía salvar, y que su oído ya no oía.
“No es así”, dijo Isaías. “El oído de Dios está
igual de atento que siempre; su mano sigue teniendo
el mismo poder para salvar. Pero hay un obstáculo.
Ese obstáculo es su propio pecado. Sus iniquidades
les han separado a ustedes y a Dios. Sus pecados
han ocultado su rostro de ustedes y, por tanto, Él ya
no puede escuchar”.
Es igual hoy. Un hombre clama a Dios en vano,
simplemente porque hay pecado su vida. Puede ser
88 Cómo Orar

algún pecado del pasado que no ha sido confesado y


juzgado. Puede ser algún pecado del presente que es
apreciado. Muy probablemente, ni siquiera se con-
sidera pecado. Pero el pecado está ahí, escondido
en algún lugar del corazón o de la vida, y Dios no
escuchará.
Cualquiera que vea que sus oraciones no son
respondidas no debería pensar que lo que le pide a
Dios va en contra de su voluntad. En cambio, debería
acercarse a Dios, a solas, con la oración del salmista:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame
y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de
perversidad” (Salmos 139:23–24). Debería esperar
ante Él hasta que Él ponga su dedo sobre lo que no
le agrada. Entonces, ese pecado debería ser confesa-
do y se debería renunciar a él.
Me acuerdo muy bien de un tiempo en que mi
esposa estaba orando específicamente por dos cosas
que yo creía que debía tener, o Dios sería deshonra-
do. Pero la respuesta no llegaba. Me desperté a me-
dianoche con un gran sufrimiento físico y aflicción
en mi alma. Clamé a Dios por estas cosas, razoné
con Él sobre lo necesario era que las tuviera, y de
Obstáculos en la oración 89

inmediato. Aun así, no llegó la respuesta. Le pedí a


Dios que me mostrara si había algo mal en mi pro-
pia vida. Algo vino a mi mente que ya había venido
antes; algo específico, lo cual yo no quería confesar
como pecado. Le dije a Dios: “Si esto está mal, re-
nunciaré a ello”. Aun así, no llegó respuesta. Aunque
nunca lo había admitido, en lo profundo de mi cora-
zón sabía que estaba mal.
Al final dije: “Esto está mal. He pecado.
Renunciaré a ello”. Encontré paz, y en unos pocos
instantes, dormía como un niño. Por la mañana, el
dinero que se necesitaba tanto para la gloria de Dios
llegó.
El pecado es una cosa horrible. Una de las co-
sas más horribles acerca del pecado es la forma en
que obstaculiza la oración. Corta la conexión entre
nosotros y la fuente de toda gracia, poder y bendi-
ción. Cualquiera que desee poder en oración debe
ser despiadado en cuanto a cómo se ocupa de sus
propios pecados. “Si en mi corazón hubiese yo mira-
do a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado”
(Salmos 66:18). Mientras nos aferremos al pecado
o tengamos cualquier controversia con Dios, no
90 Cómo Orar

podemos esperar que Él escuche nuestras oracio-


nes. Si hay cualquier cosa que surge constantemen-
te en sus momentos de cercana comunión con Dios,
eso es lo que obstaculiza la oración. Renuncie a ello.

¿Quién es primero?
El tercer obstáculo en la oración se encuentra
en Ezequiel 14:3: “Hijo de hombre, estos hombres han
puesto sus ídolos en su corazón, y han establecido el
tropiezo de su maldad delante de su rostro. ¿Acaso he
de ser yo en modo alguno consultado por ellos?”. Los
ídolos en el corazón hacen que Dios rehúse escuchar
nuestras oraciones.
¿Qué es un ídolo? Un ídolo es cualquier cosa
que toma el lugar de Dios, cualquier cosa que sea el
máximo objeto de nuestro afecto. Solo Dios tiene
derecho al puesto supremo en nuestros corazones.
Todo y todo lo demás debe estar subordinado a Él.
Imagínese que un hombre hace de su esposa un
ídolo. No que un hombre pueda amar demasiado a
su mujer, sino que puede ponerla en el lugar inco-
rrecto. Puede ponerla antes que a Dios. Cuando un
hombre considera el placer de su mujer antes que el
Obstáculos en la oración 91

de Dios, cuando le da a ella el primer lugar y a Dios


el segundo lugar, su esposa es un ídolo. Dios no pue-
de escuchar sus oraciones.
Imagínese que una mujer hace de sus hijos un
ídolo. No que podamos amar demasiado a nuestros
hijos, pues cuanto más amamos a Dios, más ama-
mos a nuestros hijos. Pero podemos poner a nues-
tros hijos en el lugar incorrecto; podemos ponerlos
antes que a Dios y sus intereses antes que los intere-
ses de Dios. Cuando hacemos eso, nuestros hijos se
convierten en nuestros ídolos.
Muchos hacen de su reputación o carrera un
ídolo. Si estas cosas se ponen antes que a Dios, Dios
no puede escuchar las oraciones de estas personas.
Si realmente deseamos tener poder en la ora-
ción, debemos responder a la pregunta: “¿Es Dios
el primero absolutamente siempre?”. ¿Está Él antes
que nuestra esposa, antes que nuestros hijos, antes
que nuestra reputación, antes que nuestras carreras,
antes que nuestras propias vidas? Si no, la oración
que prevalece es algo imposible de alcanzar.
Dios a veces trae a nuestra atención el hecho de
que tenemos un ídolo no respondiendo a nuestras
92 Cómo Orar

oraciones. Por tanto, nos lleva a preguntarnos por


qué nuestras oraciones no son respondidas. Así,
descubrimos el ídolo, renunciamos a él, y entonces
Dios escucha nuestras oraciones.

Dar para poder recibir


El cuarto obstáculo en la oración se encuentra
en Proverbios 21:13: “El que cierra su oído al cla-
mor del pobre, también él clamará, y no será oído”.
Probablemente no hay mayor obstáculo para la ora-
ción que la tacañería, la falta de generosidad hacia
los pobres y hacia la obra de Dios. Es aquel que da
generosamente a los demás quien recibe generosa-
mente de Dios: “Dad, y se os dará; medida buena,
apretada, remecida y rebosando darán en vuestro rega-
zo; porque con la misma medida con la que medís, os
volverán a medir” (Lucas 6:38). El hombre generoso
es el hombre poderoso en oración. El hombre taca-
ño es el hombre con falta de poder en la oración.
Una de las declaraciones más maravillosas so-
bre la oración que prevalece se hace en conexión
directa con la generosidad hacia los pobres: “Y cual-
quiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque
Obstáculos en la oración 93

guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas


que son agradables delante de él” (1 Juan 3:22). En
el contexto de este versículo se nos dice que cuando
amamos, no “de palabra ni de lengua, sino de hecho y
en verdad” (versículo 18), cuando vemos a nuestro
hermano “tener necesidad” y abrimos nuestros co-
razones hacia él (versículo 17), Dios nos oye. Solo
entonces tenemos confianza hacia Dios en oración.
Muchos hombres y mujeres buscan encontrar
el secreto de su falta de poder en oración. No hace
falta que busquen lejos. No es nada más ni nada me-
nos que tacañería. Jorge Müller era un hombre po-
deroso de oración porque era un hombre poderoso
en generosidad. Lo que él recibía de Dios nunca se
pegaba a sus dedos. Él inmediatamente lo pasaba a
otros; estaba constantemente recibiendo porque es-
taba constantemente dando. Cuando uno piensa en
el egoísmo de la iglesia profesante actual, no es ex-
traño que la iglesia tenga tan poco poder en oración.
Si queremos recibir de Dios, debemos dar a otros.
Probablemente una de las promesas más maravillo-
sas en la Biblia en cuanto a que Dios suple nuestras
necesidades está en Filipenses 4:19: “Mi Dios, pues,
94 Cómo Orar

suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en


gloria en Cristo Jesús”. Esta gloriosa promesa fue he-
cha a la iglesia de los filipenses y en conexión directa
con su generosidad.

Un espíritu no perdonador
El quinto obstáculo en la oración se encuentra
en Marcos 11:25: “Y cuando estéis orando, perdonad,
si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro
Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vues-
tras ofensas”.
Un espíritu no perdonador es uno de los obs-
táculos más comunes en la oración. La oración es
contestada sobre la misma base con la que son per-
donados nuestros pecados. Sin embargo, Dios no
puede tratarnos sobre una base de perdón mientras
nosotros albergamos cosas malas contra quienes
nos han ofendido. Cualquiera que esté albergando
rencor contra otro ha cerrado el oído de Dios ha-
cia sus propias peticiones. Muchos claman a Dios
por la conversión de su esposo, hijos, o amigos y se
preguntan por qué sus oraciones no son respondi-
das. El secreto de este dilema es algún rencor que
Obstáculos en la oración 95

tienen en su corazón hacia alguien que les ha herido.


Muchas madres y padres permiten a sus hijos pasar
a la eternidad sin haber sido salvos por la miserable
gratificación de odiar a alguien.

La relación entre esposo y esposa


El sexto obstáculo en la oración se encuentra en
1 Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con
ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso
más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida,
para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. Aquí
se nos dice claramente que una mala relación entre
marido y mujer es un obstáculo en la oración.
En muchos casos, las oraciones de algunos mari-
dos son obstaculizadas por no cumplir su obligación
hacia sus esposas. Por otro lado, sin duda, es verdad
que las oraciones de algunas esposas son obstaculiza-
das por no cumplir su obligación hacia sus esposos.
Si los maridos y las mujeres diligentemente buscan
encontrar la causa de sus oraciones sin respuesta, a
menudo la encontrarán en la relación entre ellos.
Muchos hombres proclaman grandes decla-
raciones de santidad y son muy activos en la obra
96 Cómo Orar

cristiana, pero muestran muy poca consideración en


el trato hacia su esposa. Normalmente, el trato es
antipático, si no es brutal. Y luego se preguntan por
qué sus oraciones no son contestadas. El versículo
que acabamos de leer explica este aparente misterio.
Por otro lado, muchas mujeres están muy dedicadas
a la iglesia y son muy fieles en su asistencia, pero tra-
tan a su esposo con la negligencia más imperdona-
ble. Se comportan enojadas y antipáticas hacia ellos,
y les hieren con lo cortante y rebelde de su tempe-
ramento. Y luego se preguntan por qué no tienen
poder en la oración.
Hay otras cosas en la relación entre esposos y
esposas de las cuales no se puede hablar en público,
pero que a menudo son obstáculos para acercarse
a Dios en oración. Hay mucho pecado encubierto
bajo el sagrado nombre de matrimonio. Este pecado
es una causa de muerte espiritual y falta de poder en
la oración. Hombres o mujeres que encuentran que
sus oraciones no tienen respuesta deberían exponer
toda su vida de casados ante Dios. Deberían pedirle
que ponga su dedo sobre cualquier cosa que le des-
agrade a Él.
Obstáculos en la oración 97

Crea absolutamente en su Palabra


El séptimo obstáculo en la oración se encuentra
en Santiago 1:5–7:

Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,


pídala a Dios, el cual da a todos abundante-
mente y sin reproche, y le será dada. Pero pida
con fe, no dudando nada; porque el que duda
es semejante a la onda del mar, que es arrastra-
da por el viento y echada de una parte a otra.
No piense, pues, quien tal haga, que recibirá
cosa alguna del Señor.

Las oraciones son obstaculizadas por la incre-


dulidad. Dios demanda que creamos absolutamente
su Palabra. Cuestionarla es hacerle a Él mentiroso.
(Véase 1 Juan 5:10). Muchos de nosotros hacemos eso
cuando rogamos sus promesas. ¿Hay algo de raro en
que nuestras oraciones no sean contestadas? ¿Cuántas
oraciones son obstaculizadas por nuestra despreciable
incredulidad? Nos acercamos a Dios y le pedimos algo
que es ciertamente prometido en su Palabra, y luego
esperamos a medias tenerlo. “No piense, pues, quien tal
haga, que recibirá cosa alguna del Señor”.
10

Cuándo or ar

Si queremos conocer la plenitud de la bendición


de la oración en nuestras vidas, es importante no
solo orar de la forma correcta, sino también en el
momento correcto. El ejemplo de Cristo está lleno
de sugerencias acerca del tiempo correcto para orar.
En el primer capítulo de Marcos, leemos:
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy os-
curo, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”
(Marcos 1:35).

La oración en la mañana
Jesús escogió las primeras horas de la maña-
na para la oración. Muchos de los hombres más
98
Cuándo orar 99

poderosos de Dios han seguido el ejemplo de


nuestro Señor en esto. En las primeras horas de la
mañana, la mente está fresca y en sus mejores con-
diciones. Está libre de distracción. Esa absoluta con-
centración que es esencial para la oración más eficaz
es más fácilmente posible en las primeras horas de
la mañana. Además, cuando las primeras horas de
la mañana se pasan en oración, el día entero es san-
tificado. Entonces se obtiene poder para vencer las
tentaciones de la vida y para llevar a cabo sus tareas.
Se puede lograr más en oración en las primeras ho-
ras del día que en cualquier otro momento. Todo
hijo de Dios que quiera sacar el máximo provecho
de su vida en Cristo debería apartar la primera parte
del día para encontrarse con Dios en el estudio de su
Palabra y en oración. Lo primero que deberíamos
hacer cada día es encontrarnos con Dios. Entonces
podemos afrontar las tareas, las tentaciones y el ser-
vicio de ese día y recibir fuerza de Dios para todo.
Deberíamos conseguir la victoria antes de que la
hora de la prueba, tentación o servicio llegue. El lu-
gar secreto de oración es el lugar para pelear nues-
tras batallas y ganar nuestras victorias.
100 Cómo Orar

Noches de oración
En Lucas, encontramos más luz acerca del
momento correcto para orar: “En aquellos días él
fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios”
(Lucas 6:12). Aquí vemos a Jesús orando por la no-
che, pasando toda la noche en oración. Por supues-
to, no tenemos razón para suponer que esta era la
constante práctica de nuestro Señor, ni tampoco
sabemos cuán común era esta práctica. Pero había
ciertos momentos en que toda la noche era emplea-
da en oración. Aquí también, haríamos bien en se-
guir los pasos de nuestro Maestro.
Por supuesto, hay una forma de apartar noches
para la oración en la cual no hay beneficio. Es puro
legalismo. Pero el abuso de esta práctica no es la ra-
zón para desecharla por completo. Uno no debería
decir: “Voy a pasar una noche entera en oración”,
pensando que hay algún mérito que ganará el favor
de Dios en este ejercicio. Eso es legalismo. Pero a
menudo hacemos bien al decir: “Voy a apartar esta
noche para encontrarme con Dios y para obtener
sus bendiciones y su poder. Si es necesario y Él me
lleva a hacerlo, pasaré la noche completa en oración”.
Cuándo orar 101

A menudo, habremos orado por todas las cosas an-


tes de que acabe la noche. Entonces nos podemos
retirar y disfrutar de un sueño más refrescante y
reconstituyente que si no hubiéramos pasado ese
tiempo en oración. Otras veces, Dios nos mantendrá
en comunión con Él hasta bien entrada la mañana.
Cuando Él hace eso en su infinita gracia, estas horas
de oración nocturna son ciertamente bendecidas.
Las noches de oración a Dios son seguidas por
días de poder con los hombres. En las horas de la no-
che, el mundo es silenciado por el sueño. Fácilmente
podemos estar a solas con Dios y tener una comu-
nión ininterrumpida con Él. Si apartamos toda la
noche para la oración, no habrá prisas. Habrá tiem-
po para que nuestros propios corazones se aquieten
delante de Dios. Habrá tiempo para que la mente al
completo sea guiada por el Espíritu Santo. Habrá
tiempo de sobra para orar exhaustivamente por
las cosas. Una noche de oración debería ser puesta
completamente bajo el control de Dios. No debería-
mos poner ningunas normas acerca de cuánto tiem-
po oraremos o sobre qué oraremos. Prepárese para
esperar en Dios en cuanto al tiempo, largo o corto,
102 Cómo Orar

que Él guíe. Prepárese para ser guiado, según Él vea


necesario, en una dirección u otra.

La oración antes y después de una crisis


Jesucristo oró antes de todas las grandes crisis
en su vida terrenal. Oró antes de su entrada al mi-
nisterio público. (Véase Lucas 3:21–22). Oró antes
de escoger a los doce discípulos. (Véase Lucas 6:12–
13). Oró durante su ministerio público. (Véase, por
ejemplo, Marcos 1:35–38). Oró antes de anunciar
a los doce discípulos su inminente muerte (véase
Lucas 9:18, 21–22) y antes de la gran consumación
de su vida en la cruz (véase Lucas 22:39–46). Se
preparó para cada crisis importante mediante una
larga etapa de oración. Nosotros deberíamos hacer
lo mismo. Cuando cualquier crisis de la vida se acer-
que, deberíamos prepararnos para ella mediante
una etapa de oración específica a Dios. Deberíamos
tomarnos tiempo de sobra para esta oración.
Cristo oró no solamente antes de los grandes
eventos y victorias de su vida, sino también des-
pués de sus grandes logros e importantes crisis.
Cuando había alimentado a los cinco mil con los
Cuándo orar 103

cinco panes y los dos peces, la multitud deseaba


hacerle rey. Habiéndoles despedido, subió al monte
para orar y pasar horas allí a solas con Dios. (Véase
Mateo  14:23; Juan 6:15). Y así fue de victoria en
victoria.
Es más común para la mayoría de nosotros orar
antes de los grandes eventos de la vida que orar des-
pués de ellos. Pero orar después es tan importante
como orar antes. Si oráramos después de los gran-
des logros de la vida, podríamos llegar a logros in-
cluso más grandes. Normalmente somos exaltados
o agotados por las cosas que hacemos en el nombre
del Señor, y por tanto, no avanzamos. A menudo,
un hombre, en respuesta a la oración, ha sido dotado
de poder, y en consecuencia ha hecho grandes cosas
en el nombre del Señor. Cuando esas grandes cosas
fueron alcanzadas, en lugar de acercarse a Dios y
humillarse delante de Él, dándole la gloria, se ha fe-
licitado a sí mismo. Se ha vuelto arrogante, y Dios se
ha visto obligado a dejarle de lado. Las grandes co-
sas hechas no fueron seguidas de humildad y acción
de gracias a Dios. Así, llegó el egoísmo, y el hombre
fue despojado de su poder.
104 Cómo Orar

Nunca demasiado ocupado


Jesucristo dedicó un tiempo especial a la oración
cuando estaba inusualmente ocupado. Se separaba
de las multitudes que se amontonaban a su alre-
dedor y se adentraba en el desierto para orar. Por
ejemplo, leemos en Lucas 5:15–16: “Pero su fama se
extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle,
y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se
apartaba a lugares desiertos, y oraba”.
Algunos hombres están tan ocupados que no
encuentran tiempo para la oración. Aparentemente,
cuanto más ocupada era la vida de Cristo, más ora-
ba Él. Algunas veces no tenía tiempo para comer.
(Véase Marcos 3:20). Algunas veces no tenía tiem-
po para descansar o dormir. (Véase Marcos 6:31,
33, 46). Pero siempre se tomaba tiempo para orar.
Cuanto más crecía el trabajo, más oraba.
Muchos poderosos seguidores de Dios han
aprendido este secreto de Cristo. Y cuando el tra-
bajo se ha incrementado más de lo normal, ellos
han apartado una cantidad inusual de tiempo para
la oración. Otros hijos de Dios, que antes fueron
Cuándo orar 105

poderosos, han perdido este poder porque no han


aprendido este secreto. Permitieron que el incre-
mento de trabajo empujase hacia fuera a la oración.
Hace años, fue mi privilegio, junto a otros es-
tudiantes de teología, hacer preguntas a uno de los
hombres cristianos más serviciales del momento.
Fui guiado a preguntar: “¿Nos contaría algo de su
vida de oración?”.
El hombre se mantuvo en silencio durante un
momento, y luego, mirándome seriamente, respon-
dió: “Bueno, debo admitir que he estado tan agobia-
do con mi trabajo últimamente, que no he dedicado
el tiempo que debería a la oración”.
¿Es de extrañar que este hombre perdiera po-
der? El gran trabajo que estaba llevando a cabo fue
restringido de una forma muy marcada. Nunca olvi-
demos que cuanta más presión haya sobre nosotros,
más tiempo debemos dedicar la oración.

Orar en todo tiempo


Jesucristo oró antes de las grandes tentaciones
de su vida.
106 Cómo Orar

A medida que se acercaba más y más a la cruz


y se daba cuenta de que la gran última prueba de su
vida era inminente, Jesús fue al huerto a orar. Llegó
“a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus dis-
cípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro”
(Mateo 26:36). La victoria del Calvario se ganó esa
noche en el huerto de Getsemaní. La majestuosa
calma con la que Él aguantó la terrible arremetida
del juicio de Pilato y el Calvario fue el resultado de
la lucha, agonía y victoria de Getsemaní. Cuando
Jesús oraba, los discípulos se durmieron. Él se man-
tuvo firme mientras ellos cayeron deshonrosamente.
Muchas tentaciones llegan a nuestra vida de
repente y sin avisar. Lo único que podemos hacer
es levantar un clamor a Dios pidiendo ayuda en ese
mismo momento. Pero muchas tentaciones en la
vida se pueden ver antes de tiempo, y en tales casos,
debemos ganar la victoria antes de que la tentación
nos alcance.
En 1 Tesalonicenses 5:17, leemos: “Orad sin
cesar”, y en Efesios 6:18: “Orando en todo tiempo”.
Toda nuestra vida debería ser una vida de oración.
Deberíamos estar en constante comunión con Dios.
Cuándo orar 107

Debería haber una constante dependencia de Dios.


Deberíamos estar tan habitualmente en su presen-
cia que incluso cuando nos despertemos en medio
de la noche sería la cosa más natural para nosotros
hablar con Él en acción de gracias o petición.
11

La necesidad de un
avivamiento gener al

Si queremos orar correctamente en un tiempo


como este, muchas de nuestras oraciones debe-
rían ser por un avivamiento general. Si alguna vez
hubo necesidad de clamar a Dios con las palabras
del salmista: “¿No volverás a darnos vida, para que
tu pueblo se regocije en ti?” (Salmos 85:6), es ahora.
Realmente es tiempo de que el Señor obre, porque
el hombre ha anulado su ley. La voz del Señor que
se muestra en la Palabra escrita ha sido invalidada
por el mundo y por la iglesia. Este no es un tiempo
para el desaliento; el hombre que cree en Dios y en
la Biblia nunca debería ser desalentado. Pero es un
108
La necesidad de un avivamiento general 109

tiempo para que Jehová mismo intervenga y haga su


obra. El cristiano inteligente, el vigilante alerta en
los muros de Sión, puede verdaderamente clamar al
igual que el salmista: “Tiempo es de actuar, oh Jehová,
porque han invalidado tu ley” (Salmos 119:126). La
gran necesidad de este tiempo es de un avivamiento
general. Primero, consideremos lo que es un aviva-
miento general.
Un avivamiento es un tiempo de aceleración o
impartición de vida. Siendo que solo Dios puede
dar vida, un avivamiento es un tiempo en que Dios
visita a su pueblo. Por el poder de su Espíritu, les
imparte nueva vida. A través de ellos, Él da vida a
los pecadores que estaban “muertos en sus delitos y
pecados” (Efesios 2:1). Nosotros tenemos entusias-
mo espiritual, el cual hemos sido forzados a tener
por medio de los astutos métodos y la influencia
hipnótica del evangelista profesional. Pero estos no
son avivamientos y no son necesarios. Son las imi-
taciones del diablo de un avivamiento. Nueva vida
que viene de Dios: eso es un avivamiento. Un aviva-
miento general es un tiempo en que esta nueva vida
de parte de Dios no se limita a algunas localidades
dispersas. Es general en la cristiandad y en la tierra.
110 Cómo Orar

La razón por la que se necesita un avivamiento


general es que la desolación espiritual y la muerte
afectan a todos. No están confinadas a un país, aun-
que pueden ser más manifestadas en algunos países
que en otros. Se pueden encontrar en los campos de
misiones, o en casa. Nosotros hemos tenido aviva-
mientos locales. El Espíritu de Dios que da vida ha
soplado sobre algunos ministros, algunas iglesias,
algunas comunidades, pero un extendido aviva-
miento general es extremadamente necesario.
Contemplemos los resultados de un avivamien-
to. Estos resultados son obvios en ministros de la
iglesia y en los inconversos.

El avivamiento en los ministros


Cuando los ministros experimentan un avi-
vamiento, tienen un nuevo amor por las almas.
Nosotros los ministros, como norma, tenemos un
insuficiente amor por las almas. Nos quedamos
cortos en cuanto a amar a las personas como Jesús
o incluso Pablo los amó. Pero cuando Dios visita a
su pueblo, los corazones de los ministros se cargan
pesadamente a causa de los inconversos. Salen con
La necesidad de un avivamiento general 111

un gran anhelo por la salvación de otros hombres.


Olvidan su ambición de predicar grandes sermones
y adquirir fama; simplemente anhelan ver a los pe-
cadores acudir a Cristo.
Junto con un renovado amor por los demás, los
ministros reciben un nuevo amor y una nueva fe en
la Palabra de Dios. Echan fuera sus dudas y críticas
sobre la Biblia y empiezan a predicarla. Predican es-
pecialmente la crucifixión de Cristo. Los avivamientos
hacen que los ministros que se han descuidado en sus
doctrinas se vuelvan ortodoxos. Un avivamiento ex-
tendido, genuino, es necesario para fijar las cosas bien.
Los avivamientos traen nueva libertad y poder
en la predicación a los ministros. Ya no cuesta un
demoledor esfuerzo de una semana preparar un
sermón, y tampoco cuesta un esfuerzo inconteni-
ble predicarlo después de que ha sido preparado.
Predicar es un gozo y un refrigerio. Hay poder en la
predicación durante tiempos de avivamiento.

El avivamiento en los cristianos


Los resultados de un avivamiento en los cristianos
generalmente son igual de evidentes que los resultados
112 Cómo Orar

en el ministerio. En tiempos de avivamiento, los cris-


tianos salen del mundo y viven vidas apartadas. Los
cristianos que han sido entretenidos con el mundo y
sus placeres renuncian a ellos. Se dan cuenta de que
esas cosas son incompatibles con la creciente vida y luz.
En tiempos de avivamiento, los cristianos reci-
ben un nuevo espíritu de oración. Las reuniones de
oración dejan de ser un deber y se convierten en la
necesidad de un corazón hambriento y persistente.
La oración privada es seguida de un nuevo celo. La
voz de la oración genuina y sincera a Dios es oída
día y noche. La gente deja de preguntar: “¿Responde
Dios a las oraciones?”. Saben que lo hace, y se acer-
can al trono de la gracia día y noche.
En tiempos de avivamiento, los cristianos se po-
nen manos a la obra y buscan almas perdidas; no
van a las reuniones simplemente para pasarlo bien y
ser bendecidos, van a las reuniones para estar aler-
tas a nuevas almas y traerlas a Cristo. Hablan con la
gente en la calle y en sus casas, y la cruz de Cristo,
el cielo y el infierno se convierten en el tema de con-
versación. La política, el tiempo, las noticias y las
últimas novelas se olvidan.
La necesidad de un avivamiento general 113

En tiempos de avivamiento, los cristianos tienen


un nuevo gozo en Cristo. La vida está llena de gozo,
y la nueva vida es un nuevo gozo. Los días de aviva-
miento son días de gozo, días del cielo en la tierra.
En tiempos de avivamiento, los cristianos reci-
ben un nuevo amor por la Palabra de Dios. Quieren
estudiarla día y noche. Los avivamientos son malos
para los bares y los teatros, pero son buenos para las
librerías y las publicadoras de Biblias.

La influencia del avivamiento


en los inconversos
Los avivamientos también tienen una influencia
definitiva en el mundo inconverso. Primero, traen
profunda convicción de pecado. Jesús dijo que cuan-
do el Espíritu viene, convence al mundo de pecado.
(Véase Juan 16:8). El avivamiento es la llegada del
Espíritu Santo; por tanto, debe haber una nueva
convicción de pecado, y siempre la hay. Si ve algo que
la gente llama avivamiento y no hay convicción de
pecado, inmediatamente sabrá que no es un aviva-
miento. La falta de la convicción del Espíritu Santo
es una señal segura de que no hay avivamiento.
114 Cómo Orar

Los avivamientos también traen conversión y


regeneración. Cuando Dios refresca a su pueblo,
siempre convierte a los pecadores también. El pri-
mer resultado de Pentecostés fue nueva vida y po-
der que fue dado a los ciento veinte discípulos en el
aposento alto. El segundo resultado fue que hubo
tres mil conversiones en un solo día. Siempre es
así. Constantemente estoy leyendo acerca de aviva-
mientos donde los cristianos fueron grandemente
animados, pero no hubo conversiones. Tengo mis
dudas sobre este tipo de avivamiento. Si los cristia-
nos realmente son refrescados, influenciarán a los
inconversos mediante la oración, el testimonio y la
persuasión. Y habrá conversiones.

Por qué se necesita un avivamiento general


Sabemos lo que es un avivamiento general y lo
que hace. Ahora afrontemos la pregunta de por qué
se necesita en nuestros tiempos. Yo creo que la mera
descripción de lo que es y lo que hace muestra por qué
es extremadamente necesario. Veamos algunas con-
diciones específicas que existen hoy y que demues-
tran la necesidad de un avivamiento. Cuando uno
La necesidad de un avivamiento general 115

muestra estas condiciones, es probable que le llamen


pesimista. Si enfrentarse a la realidad es pesimista,
yo estoy dispuesto a que me llamen pesimista. Si para
ser un optimista uno debe cerrar sus ojos y decir que
el negro es blanco, el error es la verdad, el pecado es
la justicia, y la muerte es la vida, yo no quiero ser un
optimista. Pero aun así, soy optimista. Señalar las
condiciones reales traerá mejores condiciones.
Miremos otra vez al ministerio. Muchos de no-
sotros que decimos ser ministros ortodoxos somos
prácticamente agnósticos. Esto es lenguaje simple,
pero también es un hecho indisputable. No hay
ninguna diferencia esencial entre las enseñanzas
del liberal Thomas Paine y las enseñanzas de algu-
nos de nuestros maestros teológicos. Los últimos
no son tan terminantemente honestos al respecto.
Expresan sus creencias en frases más elegantes y es-
tudiadas, pero significan lo mismo. Mucho de lo que
se hace llamar nuevo aprendizaje y crítica elevada es
simplemente la infidelidad de Tom Paine cubierta
de azúcar. Un profesor alemán una vez leyó una de-
claración de algunas posturas, y luego preguntó si
representaban la crítica erudita de la época. Cuando
116 Cómo Orar

se acordó que sí lo hacían, sorprendió a su audiencia


diciendo: “Estoy leyendo de Age of Reason [La edad
de la razón] de Tom Paine”.
No hay nada nuevo en la crítica elevada.
Algunos de nuestros futuros ministros están siendo
educados por maestros inmorales. Siendo inmadu-
ros cuando entran a la universidad o al seminario,
naturalmente salen siendo no creyentes en muchos
casos. Entonces, pasan a envenenar la iglesia.
Incluso cuando nuestros ministros son orto-
doxos —como, gracias a Dios, muchos lo son— no
son siempre gente de oración. ¿Cuántos ministros
actuales saben lo que es pelear en oración, o pasar
buena parte de la noche en oración? No sé cuántos,
pero sé que muchos no.
Algunos ministros no tienen amor por las al-
mas. ¿Cuántos predican porque deben predicar?
¿Cuántos predican porque sienten que los hombres
en todos lados se están muriendo, y mediante la
predicación esperan salvar a algunos? ¿Cuántos res-
paldan sus predicaciones con acciones, como hizo
Pablo, suplicando a los hombres en todas partes que
se reconcilien con Dios?
La necesidad de un avivamiento general 117

Quizá hemos dicho suficiente acerca de los mi-


nistros. Pero es evidente que el avivamiento se ne-
cesita por nuestro propio bien. Si no, algunos de
nosotros tendrán que estar ante Dios abrumados
por la confusión en un horrible día de juicio que
ciertamente vendrá.
Ahora veamos la situación doctrinal de la igle-
sia. Es bastante mala. Muchos no creen en toda la
Biblia. Creen que el libro del Génesis es un mito,
Jonás es una alegoría, e incluso los milagros del Hijo
de Dios son cuestionados. La doctrina de la oración
es considerada antigua, y la obra del Espíritu Santo
es despreciada. La conversión es innecesaria, y ya
no se cree en el infierno. Mire la moda pasajera y
los errores que han surgido de esta pérdida de la fe.
Ciencia cristiana, el unitarianismo, espiritualismo,
universalismo, sanidad metafísica, etc., un perfecto
pandemonio de las doctrinas del diablo.
Observemos el estado espiritual de la iglesia. La
mundanalidad anda descontrolada entre los miem-
bros de la iglesia. Muchos miembros de la iglesia es-
tán tan ansiosos como cualquiera por hacerse ricos.
Usan los métodos del mundo en sus esfuerzos para
118 Cómo Orar

acumular riquezas. Y se agarran a ello con la misma


fuerza una vez que lo tienen.
La falta de oración abunda entre los miembros
de la iglesia en todas partes. Alguien ha dicho que
los cristianos, en promedio, no pasan más de cin-
co minutos al día en oración. La negligencia en el
estudio de la Palabra de Dios va de la mano con la
negligencia en la oración a Dios. Muchos cristianos
pasan el doble de tiempo al día absortos en el pape-
leo diario que bañándose en la purificadora Palabra
de Dios. En promedio, ¿cuántos cristianos pasan
una hora diaria estudiando la Biblia?
Una falta de generosidad va de la mano de la ne-
gligencia en la oración y en la Palabra de Dios. Las
iglesias crecen rápidamente en riquezas, pero las ar-
cas de las sociedades misioneras están vacías. Los
cristianos, en promedio, no dan ni un dólar al año
para las misiones. Es simplemente horrible.
Por otro lado, hay una creciente indiferencia
hacia el Día del Señor. Rápidamente se está convir-
tiendo en un día para los placeres mundanos, en vez
de ser un día de santo servicio. El periódico del do-
mingo, con su errante mundanalidad y escándalos,
La necesidad de un avivamiento general 119

ha reemplazado a la Biblia. Las actividades recrea-


cionales han reemplazado a la escuela dominical y a
los servicios de la iglesia. Los cristianos se mezclan
con el mundo en todas las formas cuestionables de
diversión. El hombre joven o la mujer joven que no
cree en vestir ropa inmodesta, que no participa en
fiestas alocadas, o va al cine con su creciente apela-
ción a la lascivia, se considera chapado a la antigua.
¡Cuán pequeña porción de nuestra membre-
sía realmente ha llegado a tener comunión con
Jesucristo en su carga por las almas! Ya hemos di-
cho suficiente sobre el estado espiritual de la igle-
sia. Ahora miremos el estado del mundo. Nótese
cuán pocas conversiones hay. Aquí y allá una igle-
sia tiene gran número de asistentes que se unen
mediante la confesión de fe, pero estas iglesias son
escasas. Donde hay nuevos miembros, en pocos
casos las conversiones son profundas, completas y
satisfactorias.
Hay una falta de convicción de pecado. Pocas
veces los hombres son abrumados con un senti-
miento de horrible culpa cuando deshonran al
Hijo de Dios. El pecado se considera mala fortuna,
120 Cómo Orar

debilidad, o incluso como el bien en proceso de fa-


bricación. Pocas veces se considera un gran error en
contra de un Dios santo.
La incredulidad está generalizada. Muchos
consideran una marca de intelectualidad superior
rechazar la Biblia, la fe en Dios y la inmortalidad. A
menudo es la única marca de intelectualidad supe-
rior que muchos tienen. A lo mejor esta es la razón
por la que se agarran a ella tan firmemente.
El extendido ateísmo va de la mano de la gro-
sera inmoralidad, igual que siempre ha sido el caso.
El ateísmo y la inmoralidad son gemelos siameses.
Siempre existen y crecen juntos. Esta dominante in-
moralidad se encuentra por todos lados.
Piense en el adulterio legalizado al cual llama-
mos divorcio. Los hombres se casan con una mujer
después de otra y aún así son admitidos a la bue-
na sociedad, y las mujeres hacen lo mismo. Miles
de hombres supuestamente respetables en América
viven con las esposas de otros hombres. Y hay miles
de mujeres supuestamente respetables que viven con
los esposos de otras mujeres.
La necesidad de un avivamiento general 121

Esta inmoralidad se encuentra en muchas de las


películas modernas. Muchos personajes cuestionables
de las películas guían al mundo. Y los individuos que
se degradan a sí mismos apareciendo en tales pelícu-
las subidas de tono son defendidos en los periódicos y
bienvenidos por gente supuestamente respetable.
Mucha de nuestra literatura está podrida, pero
la gente decente lee libros malos porque son popula-
res. El arte a menudo es una mera tapadera para la
vergonzosa indecencia. Las mujeres son inducidas a
echar la modestia al viento para que el artista pueda
perfeccionar su arte y ensuciar su moral.
La avaricia por el dinero se ha convertido en
una obsesión para ricos y para pobres. El multimi-
llonario a menudo venderá su alma y pisoteará los
derechos de sus compañeros con la esperanza de
convertirse en un billonario. El hombre trabajador
a menudo cometerá asesinato para incrementar el
poder del sindicato y mantener su sueldo. Se libran
batallas y los hombres son disparados como perros
para mejorar el comercio y para ganar prestigio po-
lítico para políticos sin principios que desfilan como
si fueran estadistas.
122 Cómo Orar

La licenciosidad de estos tiempos pasea su ca-


beza de serpiente por todos lados. Se puede ver en
los periódicos, en los tablones de anuncios, en los
anuncios de cigarros, zapatos, bicicletas, medicinas,
y todo lo demás. Se puede ver en las calles por la
noche. Incluso se puede ver fuera de la puerta de
la iglesia. Se puede ver también en los horribles ba-
rrios marginales apartados para esto en las grandes
ciudades, e inunda cada vez más nuestras calles de
negocios y la parte residencial de nuestras ciuda-
des. ¡Ay! Se encuentra tan a menudo, que si observa
cuidadosamente, puede encontrarlo incluso en los
hogares más respetables. Realmente sus oídos se
cargarán de las confesiones de hombres y mujeres
con el corazón roto. La condición moral del mundo
es repugnante, nauseabunda y horrible.

Orar por un avivamiento


Necesitamos un avivamiento —profundo, ex-
tendido y general— en el poder del Espíritu Santo.
Hay que escoger entre un avivamiento general o la
disolución de la iglesia, del hogar y el Estado. Un
avivamiento, nueva vida de parte de Dios, es la cura:
La necesidad de un avivamiento general 123

la única cura. El avivamiento frenará la horrible ma-


rea de inmoralidad e incredulidad. Un simple argu-
mento no lo hará. Pero un viento del cielo, un nuevo
derramamiento del Espíritu Santo, un verdadero
avivamiento enviado por Dios, lo hará. El ateísmo,
la crítica elevada, la ciencia cristiana, la espiritua-
lidad, el universalismo; todo se derrumbará ante
el derramamiento del Espíritu de Dios. No fue la
discusión, sino el aliento de Dios lo que desterró a
los no creyentes de hace muchos años al limbo del
olvido. Necesitamos un nuevo aliento de Dios para
mandar a los actuales incrédulos radicales a hacer
compañía a esos no creyentes de hace muchos años.
Yo creo que este aliento de Dios llegará pronto.
La gran necesidad de hoy es un avivamiento
general. La necesidad es clara. No permite ningu-
na diferencia de opinión. ¿Qué debemos hacer en-
tonces? Orar. Adoptar la oración del salmista: “¿No
volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije
en ti?” (Salmos 85:6). Hacer la oración de Ezequiel:
“Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos
muertos, y vivirán” (Ezequiel 37:9). ¡Atención, oigo
un ruido! ¡He aquí un temblor! Casi puedo sentir la
124 Cómo Orar

brisa en mi mejilla. Casi puedo ver el gran ejército


vivo levantándose. ¿Acaso no oraremos, oraremos,
oraremos hasta que el Espíritu venga y Dios avive a
su pueblo?
12

La or ación antes
y dur ante el
avivamiento

Ningún enfoque del tema “cómo orar” estaría


completo si no tuviera en cuenta el lugar que ocu-
pa la oración en el avivamiento. El primer gran
avivamiento de la historia cristiana tuvo su ori-
gen en una reunión de oración que duró diez días.
Leemos sobre ese grupo de discípulos: “Todos éstos
perseveraban unánimes en oración” (Hechos 1:14).
El resultado de esa reunión de oración se encuen-
tra en el segundo capítulo del libro de Hechos de
los Apóstoles: “Y fueron todos llenos del Espíritu

125
126 Cómo Orar

Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según


el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 1:4). Más
adelante en el capítulo leemos que “se añadieron
aquel día como tres mil personas” (versículo 41). Este
avivamiento fue genuino y permanente. Los con-
versos “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en
la comunión unos con otros, en el partimiento del pan
y en las oraciones” (versículo 42). “Y el Señor añadía
cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (ver-
sículo 47).

Testimonios de oraciones contestadas


Todo verdadero avivamiento desde ese día hasta
hoy ha tenido su origen terrenal en la oración. El
gran avivamiento bajo Jonathan Edwards en el si-
glo XVIII comenzó con su famoso llamamiento a
la oración. La maravillosa obra de gracia entre los
indios bajo Brainerd comenzó en los días y noches
que él pasaba ante Dios en oración pidiendo ser un-
gido con “poder desde lo alto” (Lucas 24:49) para este
trabajo.
Una extraordinaria y extensa exposición del
poder avivador de Dios fue el avivamiento en
La oración antes y durante el avivamiento 127

Rochester, Nueva York, en 1830, bajo la labor de


Charles G. Finney. Se extendió no solamente a
través del estado, sino finalmente también a Gran
Bretaña. El Señor Finney atribuyó el poder de esa
obra al espíritu de oración que prevalecía. Lo descri-
bió en su autobiografía con estas palabras:
“Cuando estaba de camino a Rochester, al pasar
por un pueblo que estaba a unos cincuenta kilóme-
tros al este de Rochester, un hermano ministro que
yo conocía, cuando me vio en la barcaza, saltó a bor-
do para mantener una pequeña conversación con-
migo, con la intención de navegar un rato y después
volver. Sin embargo, se interesó en la conversación,
y cuando se enteró de a dónde iba yo, decidió ve-
nir conmigo a Rochester. Habíamos estado allí tan
solo unos cuantos días cuando este ministro tuvo
tal convicción que no pudo evitar llorar horrible-
mente una vez que íbamos por la calle. El Señor le
dio un poderoso espíritu de oración, y su corazón
se quebrantó. Mientras él y yo orábamos juntos, yo
fui afectado por su fe con respecto a lo que el Señor
iba a hacer allí. Recuerdo que él decía: ‘Señor, no
sé por qué; pero parezco saber que vas a hacer una
128 Cómo Orar

gran obra en esta ciudad’. El espíritu de oración se


derramó poderosamente, tanto, que algunas perso-
nas se alejaban de los servicios públicos para orar,
no pudiendo contener sus sentimientos cuando es-
cuchaban las predicaciones.
“Y ahora debo presentar a un hombre al cual ten-
dré ocasión de mencionar a menudo, el Señor Abel
Clary. Él era el hijo de un hombre muy excelente, y un
anciano de la iglesia donde yo me convertí. Él se con-
virtió en el mismo avivamiento que yo. Él tenía licen-
cia para predicar; pero su espíritu de oración era tal,
que estaba tan cargado con las almas de los hombres
que era incapaz de predicar mucho, dado que todo
su tiempo y esfuerzo eran empleados en oración. La
carga de su corazón frecuentemente era tan grande
que le era imposible mantenerse de pie, y se retorcía y
gemía en agonía. Yo le conocía bien, y sabía algo sobre
el maravilloso espíritu de oración que estaba sobre él.
Él era un hombre muy callado, como son casi todos
los que tienen este espíritu poderoso de oración.
“La primera vez que supe que él estaba en
Rochester, un caballero que vivía aproximadamen-
te a un kilómetro y medio me llamó un día y me
La oración antes y durante el avivamiento 129

preguntó si conocía al Sr. Abel Clary, un ministro.


Yo le dije que le conocía bien.
“‘Bueno’, dijo, ‘él está en mi casa, y ha estado ahí
ya durante algún tiempo. No sé qué pensar acerca
de él’.
“Yo le dije: ‘No le he visto en ninguna de nues-
tras reuniones’.
“‘No’, dijo, ‘dice que no puede ir a las reuniones.
Ora casi todo el tiempo, día y noche, y en tal agonía
mental que no sé qué hacer con él. Algunas veces
no puede ni siquiera ponerse de rodillas, sino que
se tumba postrado en el suelo, y gime y ora de una
manera que a mí me asombra’.
“Le dije al hermano: ‘Lo entiendo: por favor,
no haga nada. Todo saldrá bien; ciertamente él
prevalecerá’.
“En este tiempo yo conocía a un número con-
siderable de hombres que se comportaban de la
misma forma.…Este Sr. Clary y muchos otros en-
tre los hombres, y un gran número de mujeres, par-
ticipaban del mismo espíritu, y pasaban una gran
parte de su tiempo en oración. El Padre Nash (así
130 Cómo Orar

le llamábamos), quien en varios de mis campos de


trabajo venía y me ayudaba, era otro de esos hom-
bres que tienen tal espíritu poderoso de oración que
prevalece. Este Sr. Clary continuó en Rochester el
mismo tiempo que yo, y no se fue hasta que yo me
había ido. Él nunca, que yo supiera, apareció en pú-
blico, sino que se dio plenamente a la oración.
“Creo que era el segundo día de reposo que yo
estaba en Auburn en este tiempo, cuando observé en
la congregación la cara solemne del Sr. Clary. Parecía
cargado con agonía de oración. Conociéndole bien,
y sabiendo del regalo de Dios que tenía —el espíri-
tu de oración— me alegró mucho verle allí. Estaba
sentado en el banco con su hermano, un doctor, que
también era profesor de religión, pero que no tenía
nada por experiencia, creo yo, del gran poder de
Dios de su hermano Abel.
“En el receso, en cuanto me bajé del púlpito, el
Sr. Clary y su hermano se acercaron a mí y me in-
vitaron a ir a su casa, a pasar allí el receso y tomar
algún refresco. Eso hice.
“Al llegar a su casa, rápidamente nos sentamos
a la mesa. Cuando estábamos reunidos alrededor
La oración antes y durante el avivamiento 131

de la mesa, el Dr. Clary miró a su hermano y dijo:


‘Hermano Abel, ¿quieres orar?’. El Hermano Abel
inclinó su cabeza y comenzó, audiblemente, a orar.
Habría pronunciado tan solo una frase o dos cuan-
do repentinamente se quebrantó, se separó rápi-
damente de la mesa y huyó a su cuarto. El doctor
supuso que se había puesto repentinamente en-
fermo, y se levantó y le siguió. En unos pocos mo-
mentos volvió y dijo: ‘Sr. Finney, el Hermano Abel
quiere verle’.
“Yo dije: ‘¿Qué le pasa?’.
“Él me dijo: ‘No lo sé, pero dice que usted lo
sabe. Está muy afligido, pero creo que es su estado
de ánimo’.
“Entendí al instante y fui a su habitación. Yacía
quejándose en gemidos sobre la cama, el Espíritu
haciendo intercesión por él, y en él, con gemidos
que no se podían descifrar. Apenas había entrado
yo en la habitación, cuando consiguió decir: ‘Ore,
Hermano Finney’. Me arrodillé y le ayudé en ora-
ción, orando por la conversión de los pecadores.
Continué orando hasta que su angustia se pasó, y
seguidamente volví a la mesa.
132 Cómo Orar

“Entendí que esa era la voz de Dios. Vi que el


Espíritu de oración estaba sobre él, y sentí su in-
fluencia sobre mí mismo, y di por sentado que la
obra avanzaría con poder. Así fue. El pastor, algún
tiempo después, me dijo que se había dado cuenta
de que en las seis semanas que yo estuve allí, qui-
nientas almas habían sido convertidas”.

Resultados de la oración persistente


El Sr. Finney, en sus sermones sobre los aviva-
mientos, contaba acerca de otros increíbles aviva-
mientos en respuesta a las oraciones del pueblo de
Dios. Él dijo:

Un clérigo…me contó acerca de un aviva-


miento entre su congregación, que comenzó
con una ferviente y entregada mujer de la
iglesia. Ella empezó a sentirse ansiosa por
las almas de los pecadores, y comenzó a orar
por ellos; oraba, y su angustia crecía; y final-
mente fue con su ministro, y habló con él, y
le pidió que convocara una reunión urgente
porque ella creía que se necesitaba una. El
ministro no le hizo caso, porque no sentía
La oración antes y durante el avivamiento 133

nada. La siguiente semana, ella volvió, y le


rogó nuevamente que convocara una reu-
nión urgente; ella sabía que alguien vendría,
porque sentía que Dios iba a derramar de
su Espíritu. Nuevamente, el ministro no
le hizo caso. Finalmente ella le dijo: ‘Si no
convoca una reunión urgente moriré, por-
que ciertamente habrá un avivamiento’. El
siguiente sábado, el ministro convocó una
reunión, y dijo que si había alguien que de-
seara conversar con él acerca de la salvación
de su alma, hablaría con ellos esa tarde. No
sabía de nadie, pero cuando fue al lugar,
para su asombro, encontró un gran número
de curiosos angustiados.

En otro lugar, Finney dijo:

El primer rayo de luz que rompió la oscu-


ridad de la medianoche que reposaba en las
iglesias del condado de Oneida, en el otoño
de 1825, fue de una mujer de salud debili-
tada, quien yo creo que nunca había estado
en un avivamiento poderoso. Su alma estaba
afligida por los pecadores. Estaba en agonía
134 Cómo Orar

a causa de ese territorio. No sabía qué era lo


que le afligía, pero siguió orando, más y más,
hasta que sentía que su agonía destrozaría su
cuerpo. Después de un tiempo, se llenó de
gozo y exclamó: ‘¡Dios ha venido! ¡Dios ha
venido! ¡No hay duda, la obra ha comenza-
do, y se extenderá a través de toda la región!’.
Como era de esperar, la obra comenzó, y casi
toda su familia se convirtió, y la obra se ex-
tendió a través de toda esa región.

El gran avivamiento de 1857 en los Estados


Unidos comenzó con la oración y se sustentó con la
oración más que nada. El Dr. Cuyler, en un artículo
de un periódico religioso hace algunos años dijo:

La mayoría de los avivamientos tienen co-


mienzos humildes, y un fuego empieza
con unas cuantas brasas calientes. Nunca
menosprecie el día de las cosas pequeñas.
Durante todo mi largo ministerio, casi to-
das las obras de gracia han tenido un prin-
cipio similar. Una comenzó en una reunión
convocada con pocas horas de antelación
en una casa privada. Otra comenzó en un
La oración antes y durante el avivamiento 135

grupo que se había reunido para estudiar


la Biblia con el Sr. Moody en nuestra ca-
pilla de misiones. Otro —el más podero-
so de todos— se formó una noche fría de
enero en una reunión de jóvenes cristianos
en mi casa. Ese profundo cristiano, el Dr.
Thomas H. Skinner, del Union Theological
Seminary [Seminario Union Theological],
una vez me dio una explicación de una in-
creíble reunión de tres hombres sinceros
en su estudio cuando era pastor de la igle-
sia Arch Street en Filadelfia. Lucharon en
oración. Limpiaron sus corazones confesan-
do sus pecados, y se humillaron ante Dios.
Uno, y después otro oficial de la iglesia pasó
y se unió a ellos. La llama avivada por el cie-
lo rápidamente se extendió a través de toda
la congregación en uno de los más podero-
sos avivamientos jamás vistos en esa ciudad.

La oración no tiene límites


En la primera parte del siglo XVI hubo un gran
avivamiento religioso en Ulster, Irlanda. Las tierras
136 Cómo Orar

de los jefes rebeldes, las cuales habían sido forza-


dos a abandonar por los ingleses, fueron habitadas
por una clase de colonos que eran gobernados por
un espíritu de aventura salvaje. La auténtica justi-
cia era rara. Siete ministros, cinco de Escocia y dos
de Inglaterra, se asentaron en este país; los prime-
ros llegaron en 1613. Un contemporáneo de uno
de estos ministros llamado Blair registró: “Él pasó
muchos días y noches en oración, solo y con otros,
y se le concedió gran intimidad con Dios”. El Sr.
James Glendenning, un hombre de escasos talen-
tos naturales, era un hombre escasamente dotado
en la oración. La obra comenzó bajo este hombre,
Glendenning. El historiador de este tiempo dijo:

Él era un hombre que nunca sería escogi-


do por un sabio consejo de ministros, ni
que sería enviado a comenzar una reforma
en este país. Pero fue la decisión del Señor
comenzar con él la admirable obra de Dios
que a propósito menciono para que todos
vean que la gloria es solo de Dios al hacer de
una tierra profana una nación santa, y que
fue “no con ejército, ni con fuerza, sino con
La oración antes y durante el avivamiento 137

mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”


(Zacarías 4:6).

En sus predicaciones en Oldstone, multitudes


de oyentes sintieron gran ansiedad y terror de con-
ciencia. Se veían a sí mismos perdidos y malditos, y
gritaban: “¿Hombres y mujeres, que haremos para
ser salvos?”. Eran afligidos y se volvían débiles por
el poder de su Palabra. En un día, una docena fue-
ron sacados por la puerta al ser dados por muertos.
No eran cobardes, sino algunos de los más valien-
tes espíritus del barrio, “algunos que antes no te-
mían usar su espada para destrozar todo el pueblo”.
Refiriéndose a uno de ellos, el historiador escribió:
“He oído decir a uno de ellos, que antes era un hom-
bre fuerte, ahora un fuerte cristiano, que su propósi-
to al ir a la iglesia era consultar con sus compañeros
qué gamberradas podían hacer”.
Esta obra se extendió a través de todo el país
de Irlanda. Cuando llegó el año 1626, se hacía una
reunión de oración mensual en Antrim. La obra se
extendió más allá de la frontera de Down y Antrim
hasta las iglesias de los países vecinos. El interés es-
piritual se hizo tan grande que algunos cristianos
138 Cómo Orar

viajaban desde 45 o 55 kilómetros de distancia para


asistir a las reuniones. Aguantaban desde que lle-
gaban hasta que se iban sin cansarse y sin dormir.
Muchos de ellos ni comían ni bebían, y aun así al-
gunos decían que “se iban frescos y vigorosos, sus
almas llenas de Dios”. Este avivamiento cambió por
completo el carácter de Irlanda del Norte.
Otro gran avivamiento en Irlanda en 1859
tuvo un origen similar. Para muchos que no eran
conscientes, la realidad era que esta maravillo-
sa obra había llegado sin aviso y sin preparación.
Pero el Reverendo William Gibson, moderador
de la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana
en Irlanda en 1860, en su historia del avivamiento,
relató cómo había habido dos años de preparación.
Había habido discusión constante en la Asamblea
General acerca del poco fervor y la necesidad de un
avivamiento. Había habido sesiones especiales de
oración. Finalmente, cuatro hombres jóvenes, que se
convirtieron en líderes en el origen de la gran obra,
comenzaron a reunirse en una vieja escuela abando-
nada. Alrededor de la primavera de 1858, una obra
de poder comenzó a manifestarse. Se extendía de
La oración antes y durante el avivamiento 139

pueblo en pueblo, de condado en condado. Las con-


gregaciones se hicieron demasiado grandes para los
edificios, y las reuniones se tenían fuera. A menu-
do miles de personas asistían a las reuniones. Con
frecuencia, en una sola reunión, cientos de personas
sentían convicción de pecado. En algunos lugares,
los tribunales criminales y las cárceles se cerraban
porque no había quien los ocupara. Había manifes-
taciones del poder del Espíritu Santo de una manera
maravillosa. Esto prueba claramente que el Espíritu
Santo está igual de listo para actuar hoy que en los
días de los apóstoles. Y lo hará cuando los ministros
y los cristianos realmente crean en Él y comiencen a
preparar el camino mediante oración.
El maravilloso trabajo del Sr. Moody en
Inglaterra, Escocia e Irlanda, y sucesivamente
en América, tuvo su origen en la oración. Moody
dejó escasa huella hasta que hombres y mujeres co-
menzaron a clamar a Dios. Ciertamente, su viaje a
Inglaterra fue la respuesta a los persistentes clamo-
res a Dios de un santo postrado en cama. Mientras
que el espíritu de oración continuaba, el avivamien-
to crecía en poder. Pero con el paso del tiempo, se
140 Cómo Orar

oraba cada vez menos, hasta que al final la obra


perdió poder. Uno de los grandes secretos de la
superficialidad e irrealidad de muchos de nuestros
modernos supuestos avivamientos es que se depen-
de más de la maquinaria del hombre que del poder
de Dios. Su poder debe ser buscado y obtenido me-
diante sincera y persistente oración de fe. Vivimos
en un tiempo caracterizado por la multiplicación de
la maquinaria del hombre y la decadencia del poder
de Dios. El gran clamor de nuestro día es el trabajo,
nueva organización, nuevos métodos y nueva ma-
quinaria. La gran necesidad de nuestros días es la
oración.

Iglesia, ¡despierta!
Fue un golpe maestro de Satanás conseguir
que la iglesia, generalmente, dejara a un lado esta
poderosa arma que es la oración. Satanás está per-
fectamente dispuesto a que la iglesia multiplique sus
organizaciones y maquinaria para la conquista del
mundo para Cristo si esto conlleva dejar la oración.
Se mofa al ver a la iglesia hoy y dice para sí: “Pueden
tener sus escuelas dominicales y sus reuniones de
La oración antes y durante el avivamiento 141

jóvenes. Disfrutar de sus reuniones de hombres y


mujeres. Continúen con sus iglesias instituciona-
les, sus escuelas industriales y sus campamentos
para jóvenes. Adoren con sus grandes coros, buenos
instrumentos, sus brillantes predicadores, y sus es-
fuerzos por obtener avivamiento. Pero no traigan
el poder del todopoderoso Dios a ellos mediante la
sincera y persistente oración de fe”. La oración po-
dría funcionar igual de maravillosamente hoy como
lo hizo en tiempos pasados, si la iglesia tan solo to-
mara el llamado.
Parece haber más señales de que la iglesia está
despertando a este hecho. Dios está poniendo una
carga de oración en ministros individuales e iglesias
como nunca antes han visto. Se pone menos depen-
dencia en la instrumentalidad del hombre y más
en Dios. Los ministros están clamando a Dios día
y noche pidiendo poder. Iglesias y grupos se están
juntando en las primeras horas de la mañana y las
últimas horas del día para clamar a Dios pidiendo
por la lluvia tardía. (Veáse Deuteronomio 11:14).
Hay todos los indicios del comienzo de un poderoso
y extenso avivamiento. Hay muchas razones por las
142 Cómo Orar

que, si un avivamiento tuviera que llegar a cualquier


país en este tiempo, sería más extenso que cualquier
otro avivamiento de la historia. Existe la más cerca-
na y rápida comunicación entre todas las partes del
mundo. Un verdadero fuego de Dios prendido en
América pronto se extendería hasta lo último de la
tierra. Lo único que se necesita para traer este fuego
es oración.
No es necesario que toda la iglesia comience a
orar al principio. Los grandes avivamientos siempre
comienzan en los corazones de unos pocos hombres
y mujeres que Dios levanta mediante su Espíritu
para creer en Él como Dios viviente. Ellos creen que
Él es un Dios que responde a las oraciones. Él pone
una carga en sus corazones de la cual no pueden
descansar a menos que se clame persistentemente a
Dios.
Que Dios use este libro para levantar a muchos
otros a la oración para que el avivamiento tan nece-
sario llegue, y que llegue rápido. ¡Oremos!
Acerca del autor

Reuben Archer Torrey (1856–1928) es respetado


como uno de los mayores evangelistas de los tiem-
pos modernos. Varios años después de su gradua-
ción de Yale Divinity School, fue elegido por D.
L. Moody para convertirse en el primer deán del
Moody Bible Institute of Chicago [Instituto bíbli-
co Moody de Chicago]. Bajo su dirección, el Moody
Bible Institute se convirtió en un patrón para los
institutos bíblicos en todo el mundo. El Dr. Torrey
pasó de los años de 1903 a 1905 en una campaña
de avivamiento mundial, ganando miles de almas
para Jesucristo. Continuó con cruzadas por todo el
mundo durante los quince años siguientes mientras

143
144 Cómo Orar

servía como deán del Bible Institue of Los Angeles


[Instituto bíblico de Los Ángeles] y pastoreaba The
Church of the Open Door [La iglesia de la puer-
ta abierta] en esa ciudad. Torrey deseaba que más
obreros cristianos adoptaran un papel activo en
cuanto a llevar el mensaje de la salvación por me-
dio de Cristo a un mundo perdido y moribundo. Su
estilo de evangelismo claro y directo ha mostrado a
miles de obreros cristianos cómo llegar a ser gana-
dores de almas eficaces.

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