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LORENZO
Un relato cotidiano

José Alonso González S


j.alonso.gonzalez@hotmail.com
https://econvite.wixsite.com/home

Desde mi posición actual todo lo veo lejano, tal vez porque estoy arriba y quienes me miran y señalan
están abajo. Tengo la impresión que no siempre es así y que pronto veré todo desde otra posición.
Donde me hallo no hay mucha comodidad, pero he terminado por acomodarme. Lo que más hace
soportable la estancia aquí es que nunca se está solo. Somos muchos, diferentes. Algunos ni siquiera
logro precisar quiénes son, de dónde vienen. Ni yo sé qué hago aquí no tendría por qué saber algo de
los otros. Algunos se me hacen más familiares, hasta parecidos, no iguales. El lugar mantiene lleno.
No hay mucho ruido y hace algo de frío. Hay tres niveles. No todos estamos arriba, hay unos en medio
y otros, la mayoría, abajo. En cada nivel hay diferencias entre sí y a su vez con los otros. Los de abajo
son más grandes, diría que deben ser pesados, no les conozco, nunca antes les había visto. En la mitad
hay mucho color y un poco más de movimiento. Arriba, hasta donde alcanza mi mirada, parecemos
iguales, pero hay formas y comportamientos diferentes.
En realidad el panorama es muy vistoso y se hace más cuando ingresan otros que en definitiva no
tienen ninguna similitud con quienes estamos adentro. Estos últimos van y vienen por toda parte, lo
que es imposible para quienes permanecemos aquí. De un momento a otro desaparecen, pero siempre
sucede algo curioso, alguno de nosotros se ha marchado. Hasta hace muy poco logré advertir que
aquellos que van y vienen tienen algo que ver con quienes luego no vuelvo a ver. Sucedió solo hace
dos días con uno de al lado. Siempre lo encontré muy familiar y estoy seguro que él también tenía la
misma impresión. Todo sucedió mientras miraba hacia otro lado y al voltearme ya no estaba en su
sitio de todos los días.
Esto sucede a diario y varias veces al día. Pero, nunca quedamos pocos, es curioso; como si en
nuestras horas de sueño o distracción se volvieran a llenar los espacios que van quedando vacíos. No
he logrado precisar cómo sucede todo esto sin alterar el lugar. Al final todos los que estamos pareciera
vivimos conformes. Nos alteramos poco y mucho menos los de arriba a los que pertenezco. Tal vez
los del medio sean más ruidosos. Solemos permanecer en calma. Diría que los de arriba nos
distinguimos de los de la mitad y de los de abajo en que el tiempo nos pasa más lentamente. Es solo
un sentir, pues no tengo forma de comprobarlo.
Decía que tenía la impresión que muy pronto vería las cosas desde otra posición; pues justo sucedió.
Ya no estoy arriba, en un abrir y cerrar de ojos cambio mi posición. Ahora estoy abajo. Pero, no solo
es abajo, es que ya no es el mismo lugar. Aquellos que iban y venían por toda parte y que había
asociado con los que después no volvía a ver son los que están ahora muy cerca de mí. Nunca los
había visto tan próximos. En este caso son cuatro, muy parecidos entre ellos, pero totalmente
diferentes a mí y a todos los de allá. Dos de ellos se me hacen más cercanos, no logro entender,
despiertan en mí una mezcla de sensaciones.
Todo es tan diferente ahora. No logro hallar en mis recorridos visuales, ni en mis lentos
desplazamientos a ninguno de quienes permanecían conmigo en aquel otro lugar. De decir algo
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tendría que mencionar que ahora tengo más espacio para moverme, aunque todo se me hace muy raro
con respeto a lo de antes. Antes miraba hacia abajo y a los lados. Ahora miro hacia arriba y a los
lados. Lo que antes me parecía pequeño, ahora me parece gigante. Pero nada de esto es tan especial
como la presencia de los cuatro, como he dado en llamarles. No siempre están juntos. Cada uno anda
por su lado. A veces pareciera que soy invisible para ellos, pues pasan a mi lado y no se percatan de
mi presencia. Pero, en otras ocasiones ha sucedido algo que me ha resultado extraño. Se me acercan,
uno, dos, pocas veces los cuatro al mismo tiempo, logro verles muy cerca, las distancias iniciales se
alteran, pero solo por breves momentos. Escucho sonidos que se repiten una y otra vez. Ya los
reconozco, me son familiares.
Voy y vengo en total libertad. Algo que no sabía hacer o tal vez si sabía pero no lo podía practicar en
aquel otro sitio. Es más, creo que mis movimientos lentos, milimétricamente pensados, son objeto de
admiración por parte de ellos. Conforme pasan los días me siento más a gusto y me atrevería a pensar
que ellos también. Me observan, me detallan con esmero. Somos en extremo diferentes, pero
convivimos. He logrado reconocer todo el territorio, lo he demarcado de acuerdo a momentos
diferentes del día. En aquel otro lugar el tiempo era siempre el mismo, ahora acá distingo el día de la
tarde y la tarde de la noche. Los momentos pasan con la parsimonia de mis latidos, no estoy seguro,
pero a veces me parece que el tiempo aquí también es lento y me pregunto qué tanto habré contribuido
en ello.
Han pasado trece años desde que llegue a este nuevo lugar que ya no es nuevo para mí. Han debido
pasar muchas cosas que desde luego no logro precisar, ni entender. Pero he percibido energías
diferentes, sin embargo continúo siendo objeto de su observación y hoy con certeza objeto de sus
sentimientos. Yo en cambio me muestro siempre igual, aun cuando ya no podría vivir en otro lugar,
me hallo totalmente habituado a este. Pero no solo al lugar, también a ellos a pesar de nuestras
irremediables diferencias.
Olvidaba contar algo, cuando salí de aquel otro lugar, me llamaban Chelonidis Donosobarrosi.
Inmediatamente llegué al nuevo lugar pasaron a llamarme LORENZO.
También olvide decir que soy una tortuga macho…

FIN

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