La imagen del directivo. La primera impresión es la que cuenta, y el
directivo es el verdadero representante de la empresa. “Lo que los clientes, proveedores, empleados, y todos los públicos piensen del directivo, será lo que piensen de la empresa”, asegura Correas. Esto incluye desde su forma de vestir hasta sus gestos o su actitud: “todos los factores que hacen que una persona sea más o menos agradable”.
La empresa es la anfitriona. Del primer al último empleado traslada la
imagen de empresa. “Desde el conserje que está en la puerta, haciendo bien su trabajo y atendiendo con la profesionalidad correspondiente, hasta el presidente de la empresa que acude a un acto social, todo ello, pasando por la persona responsable de la atención telefónica hasta el ingeniero informático que no tiene trato con el público”, enfatiza el experto.
Relación social profesional. “Un directivo, por excelente que sea en su
campo de responsabilidad, no lo es del todo si no sabe relacionarse con sus públicos, si no es capaz de trasladar la excelencia de su trabajo a los demás”, explica Correas. Es importante dedicarle tiempo a este aspecto si es necesario. “El que sabe o hace algo y no lo cuenta es como si no lo supiera o no lo hiciera”.
Funcionamiento protocolario. Las normas protocolarias de la empresa,
preferiblemente estructuradas en torno a un manual interno de protocolo, deben basarse en la imagen, proyección, comunicación, procedimiento y rentabilidad y prestigio de la compañía.
Trascendencia. “Todo el sistema protocolario de la empresa debe estar
basado en la trascendencia planificada de cada acción enmarcada en la política general de comunicación de la empresa”, subraya Correas. Definición de los mensajes. Resulta imprescindible cuando se planifica un evento concretar los mensajes a transmitir. La disposición de las mesas y otros elementos pueden reforzarlos.
Escenarios sencillos. Correas recomienda no recargar el ambiente, para
que toda la atención del auditorio recaiga en el mensaje.
Identidad corporativa. La propia identidad de la marca no puede quedar en
último término, independientemente del asunto que ya haya propiciado el evento.
Actos breves, pero con contenido. Es tan importante no aburrir a los
invitados como lograr que estos consideren que ha mere cido la pena asistir al acto.
Poco discurso, mucho mensaje. Solo hay algo peor que un discurso demasiado largo, y es que encima sea leído. Correas aconseja hacerlos lo más breves posible y potenciar el mensaje audiovisual.