Literatura mexicana 9
mito de creación e identidad del que forme parte de todo el pueblo mexicano. En obras que
indiana, “son piezas poéticas que nos hablan de una escritura religiosa y un testimonio
histórico.”1
alrededor de una imagen y es, a la vez, el desarrollo intelectual del carácter singular de
México. Con estas obras surge la intención y la necesidad de integrar e insertar a América en
al cerro del Tepeyac en un espacio paradisíaco. Como afirma Sigüenza en la octava 17: Es el
americano Guadalupe, / antes fúnebre albergue de la noche, / si no fue donde densas nieblas
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De Sigüenza y Góngora, Carlos, Primavera indiana, Ed. Víctor Manuel Mendiola, México: El Tucán de
Virginia, 2016. PDF.
tupe / el claro, del Arturo boreal, coche; / timbre es lustroso al orbe, ya le ocupe, / no de ese
manto azul fogoso broche, / sí de Apolo mejor purpúrea aurora, / que de fulgentes rayos el
sol dora.
La relación que existe entre Castro y Sigüenza y Góngora fue tal que tanto Sigüenza
plantear un nuevo suceso histórico, un hecho que dotaría de valor y metáfora de la fundación
son obras llenas de pleno uso de caracteres mitológicos grecolatinos, sugerencias bíblicas,
con las preocupaciones de los poetas y su siempre interés por enaltecer la historia, la
mitología y la religión de la Nueva España, y es que a lo largo de los versos hay una infinita
mención de dioses griegos y otros latinos. A partir del análisis del Canto tercero del poema
de Castro y de las primeras octavas de la obra de Sigüenza que hablan del proceso de
aparición y del lugar donde sucede el hecho divino, se puede observar cómo se configura el
espacio del cerro del Tepeyac, antes árido y deshabitado, como un lugar mitológico y
paradisíaco.
espacio vertical: El cerro del Tepeyac que se construye, en un primer nivel, como un espacio
de la virgen construye al cerro como un lugar paradisíaco en un nivel más allá de lo terrestre.
En el primer plano, el de lo terrestre-descriptivo, se construye al lugar de aparición
de la virgen, como un lugar desértico, árido, sin flores ni árboles bellos, e incluso feo. Castro
describe, al inicio del canto tercero entre las octavas V y IX, la naturaleza del cerro, su aridez
y origen que compara como un desgaje de Siria, no tan alto, rodeado de una laguna que, como
Mientras que Sigüenza, al principio de la octava 11, presenta al cerro calificado por el
adjetivo “breve”, como apuntan las notas a la edición de Tadeo Stein, breve en el sentido de
momentáneo o transitorio, pues, Sigüenza desde los primeros versos apunta a que la aparición
XI XII
Yace a la parte, que la Ursa fría Aquí entre toscas peñascosas grutas
con rígido gobierno, y cetro ufano opaco albergue dan a Erifictonio
en los retiros de la luz tardía cimas, que exhalan lobregueces brutas
del sol, posee con imperio cano. con descrédito infausto de Fabonio.
Yace del tiempo inculta lozanía Siempre sus rocas las venera enjutas,
de la pura región breve tirano a pesar del ilustre testimonio
multiplicado escollo, cuyas peñas del liquidado cielo, el monte breve,
rígido asombro son de incultas breñas. que niega flores, que raudales bebe.
Otro apunte es que, ambos autores hacen alusión constante y replantean el relato de Sánchez,
Castro en apunte del inicio del mito, las fechas y el cerro: “Por los principios de diciembre
del año de mil quinientos treinta y uno, sucedió en el paraje que hoy llaman Guadalupe…”;
y Sigüenza al planteamiento del cerro: “en el paraje que hoy llaman Guadalupe, y en su
principio y lengua Tepeyácae, sitio a los ojos de México una legua distante cuya frente al
norte, es un monte o cerro, tosco, pedregoso e inculto, con alguna eminencia bastante para
poder atalayar a todos sus contornos, que si por la parte del medio día tiene a la ciudad
insigne, y por la del occidente diversas poblaciones, goza por parte del oriente un espacioso
y dilatado llano, cuyos confines o términos son lagunas indianas, todo común pasaje a
diversas provincias.” Pero ambos, refiriendo a la descripción y fundación del mito que
del cerro a partir de la raíz astrológica que apunta que el cerro se encuentra a la sombra de la
Castro escribe:
lleno de flores y color donde la Virgen decidió su aparición; es donde se plantea el segundo
plano del relato, el celestial-simbólico que cuenta la visión y construcción simbólica del cerro
Así, el espacio se construye para ambos autores a partir de la comparación con un Titán, lleno
colores, flores y poblado de la divinidad que sólo la Virgen pudo haber otorgado.
XIX XX
Pero a la vista de ese puro rayo, Moderna envidia, de las rozagantes
que el sol empíreo de convexa cumbre del oriente intacto paraíso
desprendió sin recelo de desmayo las flores son, que tienen por constante
se vegetan las flores con su lumbre. lo que por bello se adquirió Narciso.
Rayo has sido del sol, pues vive el mayo Que mucho si pinceles viven antes,
bella María, y con fragrante encumbre que lampos beban del pastor de Anfriso,
si en el inculto monte Fénix yace y en competencia airosa galantean
a vista de tu luz Fénix renace. la copia virginal, que colorean.
Finalmente, podemos ver como a partir de dos planos de la descripción poética, el terrestre-
religiosa del pueblo mexicano, podemos ver como las luces, los rayos de la Virgen son
divinos que irradian y fructifican el cerro, antes impuro y quemado. Así, como apunta en una
de las notas finales Stein, “el monte es como un Fénix que espera su resurrección. Cuando
María lo alumbra, el monte arde en luz divina y renace lozano y hermoso como el ave.”
BIBLIOGRAFÍA:
Castro, Francisco de. La octava Maravilla y sin segundo milagro de México, perpetuado en
las rosas de Guadalupe y escrito heroicamente en octavas. Francisco de Castro; nueva ed.
y comento de Alberto Pérez-Amador Adam—México : FCE. PDF.
De Sigüenza y Góngora, Carlos, Primavera indiana, Ed. Tadeo P. Stein, Argentina:
Serapis, 2015. PDF.
De Sigüenza y Góngora, Carlos, Primavera indiana, Ed. Víctor Manuel Mendiola, México:
El Tucán de Virginia, 2016. PDF.
Sabat de Rivers, Georgina. “Hacia una edición de Primavera indiana de Carlos de
Sigüenza y Góngora” Universidad de Nueva York. PDF.