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Resumen Estudios de historia del pensamiento científico

Alexandre Koyré
Siglo XXI editores, 15° edición, México D. F., 2000
Biblioteca EPM 509 K88

Por Iván Darío Parra Mesa

Conceptos fundamentales

El libro se compone de una serie de artículos y estudios distintos pero articulados de manera
coherente para expresar el pensamiento del autor.

Artículo “Orientación”.

El tema central de este artículo es mostrar cómo el pensamiento científico no está aislado del
contexto cultural y social en el que se forma. En él influyen las formas de pensar no científicas de la
época: la filosofía, la religión, el mito, etc.

“El pensamiento, cuando se formula como sistema, implica una imagen, o mejor dicho, una
concepción del mundo, y se sitúa en relación con ella.” [4/3]

En el siglo XVII se dio una transformación de la concepción del mundo, pasando del cosmos finito
y jerárquico de la edad media a un cosmos infinito y homogéneo del modernismo. [5/5]

“La historia del pensamiento científico, tal como yo la entiendo y me esfuerzo en practicarla, tiende a
captar el camino seguido por este pensamiento en el movimiento mismo de su actividad creadora.
Con este fin, es necesario colocar de nuevo las obras estudiadas en su medio intelectual y espiritual,
interpretarlas en función de las costumbres mentales, de las preferencias y aversiones de sus
autores.” [7/2]

Artículo “El pensamiento moderno”

En este artículo, el autor trata de mostrar cómo es difícil definir una línea que separe la Edad Media
del Pensamiento Moderno. Históricamente la Edad Moderna se inicia en 1453 y el pensamiento
moderno se inicia con Bacon quien opuso los derechos de la experiencia y la razón humana al
razonamiento escolástico. [9/1] Koyré afirma que esta línea no es tal sino más bien una amplia banda
que se difumina en el tiempo y el espacio. A pesar de que hay pensadores claramente modernos en
el siglo XVI, aún en el siglo XVII persisten pensadores escolásticos. Mientras en Florencia bullía el
pensamiento moderno, al mismo tiempo, en Padua, seguía siendo fuerte el pensamiento escolástico
con Cesalpino.

Sitúa en Petrarca, Maquiavelo y Nicolás de Cusa, los principios del pensamiento moderno. Petrarca,
a pesar de que no era un gran filósofo, fue uno de los pioneros del humanismo que sustituyó al
teocentrismo de la Edad Media. Su mensaje va dirigido al hombre y le habla de lo que
más le importa.
“Y los verdaderos filósofos, es decir, los verdaderos profesores de la virtud, no nos dan un curso de
metafísica, no nos hablan de cosas ociosas, inciertas e inútiles: tratan de hacer buenos a los que los
escuchan.” [12/2]

Nicolás de Cusa, siendo un típico hombre de la Edad Media, tiene la idea de una religión natural
opuesta a la relatividad de las formas de creencias. [13/2].

Para Maquiavelo, por otro lado, la cosa no es el estudio de las relaciones de Dios y el mundo. Para
él “no hay más que una sola realidad, la del Estado; hay un hecho, el del poder. Y un problema:
¿Cómo se afirma y se conserva el poder en el Estado? [14/2].

En cambio, el escolástico Cesalpino seguía fiel a Aristóteles. Para él, la duda no existe. La verdad
está por completo en la obra de Aristóteles [15/2]. Es el conocimiento por la autoridad.

Artículo: Los orígenes de la ciencia moderna

Existe un debate en cuanto a si la ciencia moderna surgió por evolución gradual o por revolución
[51/2]

Koyré, en este ensayo, analiza el libro de A. C. Crombie: Robert Grosseteste and the origins of
experimental science, en el que el autor plantea la tesis de que el método experimental se inició con
los filósofos del siglo XIII, al menos en sus aspectos cualitativos (de metodología). En particular
con Robert Grosseteste y con Roger Bacon [52/2, 60/2].

Según Koyré, El problema más importante de la metodología científica concierne a la relación de las
teorías con los hechos. El objetivo de tal metodología es el de fijar las condiciones que una teoría
debe cumplir para ser aceptada y establecer los métodos (verificación y falsación) que
permiten decidir si una teoría es válida o no [53/1].

Los pensadores del siglo XIII descubrieron que una teoría científica no podría ser nunca cierta, por
lo que no podría nunca pretender ser cierta y, por lo tanto necesaria, es decir, única y definitiva [53/2].
Además “adquirieron una concepción de la ciencia y del método científico que, en sus aspectos
fundamentales – sobre todo en la utilización de las matemáticas para formular teorías y de los
experimentos para su <<verificación>> y su <<falsación>> era idéntica a la del siglo XVII.” [54/5].
Para ello siguieron el método (inducción y deducción) planteado por Aristóteles en sus Segundos
analíticos.

Koyré indica que todo método científico implica una base metafísica, o por lo menos, algunos
axiomas sobre la naturaleza de la realidad [58/2]. Los dos axiomas de los griegos y retomados por
los pensadores del siglo XIII son:

El principio de la uniformidad de la Naturaleza, es decir, que las formas son siempre


idénticas en su funcionamiento (la misma causa en las mismas condiciones no puede más
que producir el mismo efecto)
Principio de la Parsimonia o de la economía en la Naturaleza. La famosa navaja de Occam.

A propósito, Koyré cita a Crombie para indicar cuál fue el resultado del esfuerzo de los filósofos del
siglo XIII. Transcribimos la cita:

“El principal resultado de este esfuerzo por comprender cómo hay que emplear la teoría para
coordinar los hechos en una disciplina práctica correcta fue demostrar que en la ciencia, el único
criterio de verdad era la coherencia lógica y la verificación experimental. La cuestión metafísica
del por qué de las cosas, a la que se había respondido en términos de sustancias y de causas,
quod quid est fue progresivamente sustituida por la cuestión científica del cómo de las cosas a la
que se respondió simplemente por la puesta en correlación de los hechos, por cualquier medio,
lógico o matemático, que condujera a este fin.” [61/3]1

Esta forma de pensar, llevó a los filósofos del siglo XIII, y más tarde, a los fundadores del método
científico: Galileo, Descartes, Kepler y Francis Bacon a preocuparse más de cómo el hombre podía
utilizar el conocimiento de forma práctica para enseñorearse del mundo, al contrario de los filósofos
escolásticos y de los griegos, antes que ellos, cuya relación con la realidad era más contemplativa.

Koyré llama la atención al hecho de que la invención del método científico, en el siglo XIII, no llevó,
inicialmente, a ningún descubrimiento interesante. Koyré dice, al respecto, lo siguiente:

“Pienso que el lugar de la metodología no está en el principio del desarrollo científico, sino, por así
decir, en medio de él. Ninguna ciencia ha comenzado nunca con un Tractatus de methodo, ni ha
progresado nunca gracias a la aplicación de un método elaborado de un modo puramente
abstracto, a pesar del Discurso del método de Descartes. Este, como todos sabemos, fue escrito
no antes sino después de los Ensayos científicos de los que constituye el prefacio. De este modo,
la ciencia cartesiana misma no era el desenlace de una revolución metodológica, como tampoco
la de Galileo fue el resultado de la <<revolución metodológica>> de R. Grosseteste.” [66/3, 67/1]

Grosseteste fue, en realidad, un neoplatónico, un neopitagórico. Su trabajo constituye la primera


etapa del desarrollo de una ciencia matemática de la Naturaleza [68/1].

En un párrafo posterior, Koyré anota que los griegos elaboraron y perfeccionaron, en Astronomía, el
método del pensamiento científico: observación, teoría hipotética, deducción y verificación por
nuevas observaciones [69/4, 70/1], pero que incapaces de aplicarlo adecuadamente para describir
el complejo movimiento de los planetas, optaron por desarrollar un modelo no matemático, que
cumpliera con los datos de la observación, pero que estaba completamente divorciado de la realidad:
el modelo de Ptolomeo[70/2]. “El principal resultado de las investigaciones de los astrónomos [antes
de Galileo] ha sido solamente dar razón de las apariencias de los cuerpos celestes [no descubrir la
estructura real de la Naturaleza]” [71/1]. La verdadera revolución de Grosseteste, Galileo y Newton
“se basó en la convicción profunda de que las matemáticas son más que un medio formal de ordenar
los hechos y son la clave misma de la comprensión de la naturaleza” [70/2]. Más adelante anota
Koyré: “La manera en que Galileo concibe un método científico correcto implica un predominio de la
razón sobre la simple experiencia, la sustitución por modelos ideales (matemáticos) de una realidad
empíricamente conocida, la primacía de la teoría sobre los hechos” [71/4]…. “un método que utiliza
el lenguaje matemático (geométrico) para formular sus preguntas a la Naturaleza y para interpretar
las respuestas de ésta.” [72/1]

Para Crombie, citado por Koyré, el método experimental no es un método para determinar las causas
de los fenómenos, sino que permite simplemente describirlos. “Una teoría ha dado toda la explicación
que podía dar de sí cuando ha puesto en correlación los datos de la experiencia del modo más
exacto, completo y práctico posible…. Por su naturaleza, tal descripción es provisional y el programa
práctico de la investigación es sustituir las teorías limitadas por otras, cada vez más completas.”
[74/4/5] Es esta una visión gradualista de la evolución del pensamiento científico.

Sin embargo, en este ensayo y contra la perspectiva gradualista de Crombie, Koyré se muestra
partidario de la idea que la ciencia avanza no sólo gradualmente, sino y principalmente por saltos
cuánticos, por cambios radicales de paradigmas. Él anota:

1
La ciencia estudia los Como en la Naturaleza. La Filosofía trata de entender los Por qué de una manera racional.
La Religión da una explicación de los Por qué basada en la fé y en la revelación divina.
“Las grandes revoluciones científicas del siglo XX – tanto como las de los siglos XVII o XIX –
aunque fundadas naturalmente en hechos nuevos – en la imposibilidad de verificarlos -, son
fundamentalmente revoluciones teóricas cuyo resultado no consistió en relacionar mejor entre
ellas <<los datos de la experiencia>>, sino en adquirir una nueva concepción de la realidad
profunda subyacente en estos datos.” [75/1]

Nominalismo y Positivismo
Nominalismo

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Nominalismo

El nominalismo es una postura filosófica, crítica ante el platonismo, que se desarrolló en la Edad
Media. Josué Broxwell nos dice que uno de sus antecedentes es el escepticismo. Dicha postura
surge de una forma determinada de afrontar el problema de los universales, que constituía el tema
central de la filosofía medieval, llamada escolástica, pero para Josué Broxwell nada importa sino la
vida del placer. Los universales (hombre, nación, planta, bondad) eran considerados sólo nombres
sin sustancia por los nominalistas. Esta corriente de pensamiento afirmaba que no son seres ni
entidades concretos, sino meras abstracciones, sonidos de la voz ("flatus vocis"), palabras que
pueden denominar a varios individuos indistintamente y por lo tanto existen únicamente en el campo
intelectual, no en la realidad. Los universales tenían, según los nominalistas, una realidad lógica, no
ontológica, como pretendían los universalistas, que eran llamados realistas, pues otorgaban a los
universales existencia real. Los universales, según los realistas, son anteriores y están fuera de las
cosas.

Filósofos nominalistas fueron Roscelino de Compiègne (s. XI) y Guillermo de Ockham (s. XIV). En
cambio Juan Duns Escoto (s. XIII), Guillermo Champeaux (ss. XI-XII ) y Bernard de Chartres (s. XII)
defendieron la posición del realismo. En términos muy generales, puede decirse que el pragmatismo
y el positivismo lógico de la modernidad derivan del nominalismo medieval.

Positivismo

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Positivismo

Positivismo es una epistemología, que surge a inicios del siglo XIX de la mano del pensador francés
Augusto Comte y del británico John Stuart Mill.

Esta epistemología surge como manera de legitimar el estudio científico naturalista del ser humano,
tanto individual como colectivamente. Según distintas versiones, la necesidad de estudiar
científicamente al ser humano nace debido a la experiencia sin parangón que fue la Revolución
Francesa, lo que obligó por primera vez a ver a la sociedad y al individuo como problema de estudio
científico.

Esta epistemología tiene como características diferenciadoras la defensa de un monismo


metodológico, específicamente el método de estudio de las ciencias físico-naturales. A su vez, el
objetivo del conocimiento para el positivismo es explicar causalmente los fenómenos por medio de
leyes generales y universales, lo que lleva a que considere a la razón como mero medio para otros
fines (razón instrumental). La forma que tiene de conocer es inductiva, despreciando la creación de
teorías, a partir de principios que no han sido percibidos objetivamente.
Como reacción a la epistemología positivista, surge principalmente en Alemania la epistemología
hermenéutica. Entre las críticas que se le hacen al positivismo es la incapacidad que posee el método
de las ciencias físico-naturales, para conocer sus objetos de estudio (la sociedad, el hombre, la
cultura) los cuales tendrían propiedades como la intencionalidad, la auto-reflexibidad y la creación
de significado, que serían dejados de lado por la epistemología positivista. A su vez, dentro de la
hermenéutica, cabría una crítica a la búsqueda de leyes generales y universales, pues deja de lado
necesariamente los elementos que no pueden ser generalizados. Así, algunos hermeneutas
defienden un conocimiento ideográfico (de conocimientos más precisos, pero menos generalizables),
que uno nomotético (de leyes generales). Finalmente, desde la hermenéutica, se planteó la
necesidad de conocer las causas internas de los fenómenos, cuestión que se alejaba de la
explicación externa de los fenómenos. Así en vez de buscar la explicación, los hermenéutas buscan
la comprensión de los fenómenos.

Durante el siglo XX, a partir de los estudios de Bertrand Russell y otros, el filósofo Ludwig
Wittgenstein elabora el texto Tractatus Logico-Philosophicus, que sirve de inspiración para el
surgimiento del Círculo de Viena, grupo de intelectuales, que tuvieron como objetivo el alejar
definitivamente a la filosofía de la metafísica, a partir del desarrollo de la lógica de Russell. Aquí
surge el positivismo o empirismo lógico, que busca cimentar ya sea lógica o empíricamente todo lo
que se dice desde la filosofía y la ciencia.

A poco andar, surgieron muchas críticas desde los mismos fundadores del Círculo de Viena, siendo
una de las más fuertes la de Karl Popper. Este plantea que el objetivo de cimentar todo el
conocimiento científico en lo empírico es irrealizable, cuestión que pronto es aceptada por el Círculo
de Viena. De esta manera el positivismo lógico evoluciona hacia el racionalismo crítico, que se
separa de aquél en cuando desprecia la inducción y vuelve a darle preponderancia a la teoría, y a la
correspondiente deducción.

Galileo y Platón

En este ensayo, Koyré nos muestra cómo Galileo, con un pensamiento neo-platónico, inició, a
principios del siglo XVII, la mutación intelectual que llevaría a la constitución del método científico.

La historia en general, y la historia de la filosofía y de la ciencia, en particular, parecen regirse por


movimientos cíclicos o, más bien diríamos, por movimientos en espiral. Existen épocas separadas
en el tiempo, en las que los pensadores coinciden en sus perspectivas intelectuales. Esto sucedió
con Galileo y Platón.

Platón, en el siglo IV AC, consideró, siguiendo la escuela pitagórica, que el número y la geometría
estaban en la base del funcionamiento de la Naturaleza. Las formas ideales de Platón participan de
esta esencia ideal de la que gozan los números y las figuras geométricas. Aristóteles contradijo a su
maestro. Para él, “a física no necesita ninguna otra base que la experiencia y debe edificarse
directamente sobre la percepción” [172/1]. Con esta base, Aristóteles construyó toda una teoría de
la física, basándose en el pensamiento intuitivo, en el sentido común. Para él, como indica Koyré, “la
naturaleza del ser físico es cualitativa y vaga. No se conforma con la rigidez y precisión de los
conceptos matemáticos” [173/2]. La física de Aristóteles era entonces una física netamente
cualitativa.

Para los escolásticos, que durante la Edad Media, siguieron las doctrinas de Aristóteles, la física, con
su descripción vaga de las cosas, no era matematizable. Otra cosas sucedía con la Astronomía que
describía la perfección de los cielos a través de la geometría de la esfera. Era por lo tanto
perfectamente matematizable. El Cosmos aristotélico, era un cosmos jerárquico, ordenado y finito.
En él, cada cosa tenía su lugar natural y sólo podía ser sacada de dicho lugar, a través de un
movimiento violento, antinatural. El movimiento natural se daba por la tendencia de las cosas de
volver al lugar que les estaba destinado; en el que realizaban su ser. Estos lugares naturales de las
cosas del Cosmos estaban ordenados en una jerarquía. Cada cosa ocupaba su lugar en la jerarquía.
Todas las cosas se referenciaban unas a otras. Por esta razón no podía existir el vacío, ya que en
éste no existen referencias, con lo que contradecía el orden cósmico. El espacio geométrico de
Platón es un espacio independiente de las cosas del Cosmos. En él no hay lugares privilegiados ni
referencias, por lo que puede admitir la existencia del vacío. Aristóteles decía entonces que por esto,
no puede mezclarse la física con la geometría [163/3].

Galileo, a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, retó esta forma escolástica de pensar. Por
eso, su libro Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, es, para Koyré, no un libro de
ciencia, sino uno de filosofía. Su principal aporte es el de reivindicar el papel de las matemáticas para
conocer la naturaleza [170/1]. Fue ese aporte el que realmente constituyó el núcleo de la revolución
intelectual del siglo XVII [150/1, 155/3, 156/1/nota 17]. De esta forma se igualaban, a través del
lenguaje matemático, las descripciones del mundo físico (el mundo sublunar) y el mundo
astronómico.

Koyré define entonces tres etapas del pensamiento científico [157/1].

Primera etapa. La física aristotélica que era esencialmente no matemática, se basaba en el sentido
común [158/2] y en la experiencia (lo que nos decían los sentidos). Su objeto de estudio era las
cualidades de los objetos. Su Cosmos, el Cosmos griego, era jerárquico, ordenado y finito y cada
cosa tenía en él su lugar natural.

Segunda etapa. La física del Impetus. Constituye una reacción a la física aristotélica. Se inició con
el griego Juan Filopón y tuvo sus máximos exponentes en los Nominalistas de la escuela parisiense
del siglo XIV, entre ellos Juan Buridan, Nicolás de Oresme y Juan Bautista Benedetti [164/1]. Esta
física seguía fundamentándose en el sentido común [152/3]. Galileo demostró que esta física era
incompatible con el principio de la inercia así como con el método matemático [167/2].

Tanto en la física aristotélica como en la física del impetus, dos movimientos diferentes impresos a
un cuerpo, se interfieren entre sí.

Tercera etapa. La física moderna. Fue fundada por Descartes y Galileo. Este último, siguiendo las
ideas de Platón y el método experimental establecido por Arquímedes (quien fundó la Estática),
estableció los principios de la Dinámica (la ciencia que estudia los cuerpos en movimiento). El
fundamento de esta ciencia fue el Principio de la Inercia. Galileo define entonces como los cuerpos
físicos pueden modelarse por unos cuerpos ideales moviéndose en un espacio matemático. Estaba
entonces implícita en su visión la idea del espacio infinito y la posibilidad de la existencia del vacío.
En este espacio el movimiento es independiente del objeto movido, no es una propiedad interna del
cuerpo; todo movimiento es relativo [168/3].

La física moderna, al contrario de la física antigua que era una física orientada a la contemplación de
la naturaleza, dio origen a la tecnología científica cuyo objetivo central fue el de la dominación de la
naturaleza [150/2].

Algunas reflexiones sobre este artículo de Koyré.

Primero que todo, es interesante anotar que, para Koyré, la ciencia es esencialmente teoría [152/nota
7] y no una mera recolección de hechos. En esto me parece que concuerda con Demócrito (ver Jost
Herbig). Para él, la ciencia moderna surgió cuando se extendió al mundo sublunar (el mundo de la
física) el método matemático (geométrico) utilizado para describir los cuerpos astronómicos
[154/nota 13].

Koyré dice que lo que hicieron los fundadores de la ciencia moderna, en el siglo XVII, fue realizar
una mutación intelectual2. Él anota:

“Lo que los fundadores de la ciencia moderna, y entre ellos Galileo, debían, pues, hacer, no era
criticar y combatir ciertas ideas erróneas, para corregirlas o sustituirlas por otras mejores. Debían
hacer algo distinto. Debían destruir un mundo y sustituirlo por otro. Debían reformar la estructura
de nuestra propia inteligencia, formular de nuevo y revisar sus conceptos, considerar el ser de un
modo nuevo, elaborar un nuevo concepto del conocimiento, un nuevo concepto de la ciencia e
incluso sustituir un punto de vista bastante natural, el del sentido común, por otro que no lo es en
absoluto.” [155/3]

Más adelante afirma Koyré:

“El Dialogo y los Discorsi nos cuentan la historia del descubrimiento, o mejor aún, del
redescubrimiento del lenguaje que habla la naturaleza. Nos explican el modo de interrogarla, es
decir, la teoría de esta experimentación científica en la que la formulación de los postulados y la
deducción de sus consecuencias preceden y guían el recurso de la observación. Esto también,
por lo menos para Galileo, es una prueba de facto. La ciencia nueva es para él una prueba
experimental del platonismo.” [179/1]

La física aristotélica, a pesar de basarse en lo que nos muestran los sentidos, en el sentido común,
fue, al final, contraintuitiva porque no puso a prueba experimental lo que los sentidos, aparentemente
percibían. Considero que lo que Aristóteles no comprendió fue que, para entender el mundo real, el
hombre debe construirse modelos simplificadores que le faciliten:

• La descripción de los fenómenos (conocimiento proposicional o propositivo).


• La explicación de sus causas (conocimiento causal).
• La predicción de sus efectos (conocimiento prospectivo).

Idealizar (al modo de Platón) quiere decir “simplificar” y la matemática es la herramienta


simplificadora por excelencia. Simplificar permite hacer explícito el conocimiento implícito que hay
en la naturaleza. Lo que los científicos hacen es descubrir ese conocimiento implícito.

Mientras Aristóteles fundamentó su física en la percepción para estudiar el mundo desde el punto de
vista de las cualidades, Platón (y Galileo) fundamentaron su análisis de la Naturaleza en la reflexión
y en el mundo de las proporciones que es netamente geométrico [176/3].

Cuando inicié este ensayo sobre el artículo de Koyré, dije que todo en la historia tendía a ser cíclico.
Las ciencias de la complejidad vuelven, en cierta forma a ver el mundo desde esta perspectiva
aristotélica. Sin embargo, no del todo… realmente las ciencias de la complejidad no son un regreso
al aristotelismo ya que también utilizan el lenguaje matemático (la matemática de los sistemas
dinámicos, dentro de la cual está toda la matemática del Caos). La Complejidad busca entender las
relaciones complejas entre los elementos de un sistema y esto, a través de métodos matemáticos
bien sea analíticos o numéricos, éstos últimos con ayuda de los computadores. Se alejan de la visión
simplista, mecanicista del mundo introducida por la cosmovisión moderna, la cosmovisión iniciada
por Galileo y por Descartes y cimentada por Newton. Vuelven, regresando a Aristóteles, a introducir
la cualidad en el mundo; pero esto como una vuelta más de la rueda, como un ciclo más de la espiral.

2
En esto Koyré se aparta del pensamiento de John Gribbin, el famoso divulgador de la ciencia, quien dice que
la ciencia progresa gradualmente y no a saltos (por evolución y no por revolución). Ver Historia de la ciencia
1543 – 2001, Editorial Crítica, Barcelona, 2005, página 222/2, 458/1, 500/1.
El pensamiento humano está iniciando ese nuevo ciclo. Las ciencias de la complejidad no están aún
maduras pero se está avanzando. Podemos entonces decir que estamos entrando en una nueva
etapa del pensamiento, una etapa donde la cualidad adquiere igual relevancia que la cantidad.

Koyré diferencia la ciencia real, como aquella que nace de la misma esencia del ser del mundo real.
La contrapone a lo que el llama la ciencia formal; es decir, aquella que sólo llega a una “verdad
puramente formal, la verdad intrínseca del razonamiento y de la deducción matemáticos, una verdad
que no esté afectada por la no existencia, en la naturaleza, de los objetos que estudia.” [177/2] Podría
uno con esto plantearse varias preguntas:

¿Es la física cuántica una ciencia que llega a una verdad puramente formal?

¿Puede la ciencia llegar al conocimiento de la esencia misma del ser? [177/3]

El comprender en Platón.
Para Platón el verdadero conocimiento se da con la comprensión [177/3]. Podríamos agregar que
comprender es hacer “uno” del sujeto y el objeto.

Nota sobre la Necesidad.


Según Koyré, lo necesario en la Naturaleza es todo aquello que no puede ser de otro modo. No hay
libertad de elección y no da cabida al azar [177/3].

Galileo y la revolución científica del siglo XVII

La gran revolución del siglo XVII consistió en la creación de una física terrestre que, utilizando los
métodos matemáticos hipotético – deductivos reservados hasta entonces a la Astronomía (la física
celeste), dedujo las leyes de la dinámica (las leyes del movimiento de los cuerpos). Esta nueva física,
basada en el experimento y la medición de magnitudes cuantificables, sólo fue posible cuando se
abandonó la concepción del Universo propia de la Grecia clásica y de la época medieval; un Cosmos
jerárquicamente ordenado y finito en el que el cielo y la tierra están sujetos a diferentes leyes y para
el cual, la física se limitaba al estudio cualitativo de las propiedades de las cosas [181/2]. La ley de
la inercia, planteada tácitamente por Galileo y, luego, de manera explícita por Descartes, constituyó
el fundamento de esta nueva física de la naturaleza. La misma palabra Inercia fue inventada por
Kepler [191/2].

Cada visión del mundo, cada paradigma, establece un conjunto de conceptos y axiomas en el cual
las leyes que rigen el mundo, parecen sencillas y evidentes. Fuera de ese contexto, los criterios de
verosimilitud y evidencia ya no son aplicables [182/3]. Lo que hizo Galileo cuando creó la física
moderna (y la ciencia moderna) fue crear y construir el marco mismo (el contexto, el paradigma) en
el cual descubrir las leyes de la nueva física [182/3].

El nuevo Paradigma Galileano (que luego se llegó a llamar Universo Newtoniano) removió el
Paradigma Aristotélico del Universo que no admitía el espacio infinito de la Geometría Euclídea 3, ni
la posibilidad de aislar un cuerpo de su entorno físico, ni tampoco la equivalencia ontológica de los
estados de movimiento y reposo de un cuerpo [184/4, 185/3]. Con relación a este último punto, en el

3
Giordano Bruno fue quien primero tuvo la intuición de concebir un universo infinito y abierto, contrario al
universo aristotélico [188/4]. Es esta una concepción netamente platónica del espacio. Por sostener esto, fue
quemado en la hoguera.
paradigma galileano, el hecho de estar en movimiento o en reposo no produce modificación alguna
en el cuerpo; éste permanece idéntico a sí mismo [183/4]. Para Aristóteles, en cambio, el movimiento
es un proceso de cambio que afecta al cuerpo movido y el reposo es el estado natural del cuerpo
[186/2]. De todas formas, la física aristotélica expresa una teoría coherente, basada en la percepción
y coincide, en mayor medida que la galileana, con el sentido común [185/1/2/3]. Lo que hizo tan difícil
el cambio de paradigma fueron pues los tres elementos que, para Galileo eran los enemigos de su
ciencia: la autoridad, la tradición y el sentido común [193/1].

La nueva ciencia de Galileo es una ciencia platónica antes que aristotélica. Como indica Koyré:

“Pues es el pensamiento, el pensamiento puro y sin mezcla, y no la experiencia y la percepción


de los sentidos, lo que está en la base de la nueva ciencia de Galileo Galilei.” [193/2]4

Koyré, para enfatizar en este tipo de ciencia platónica dice:

“La buena física se hace a priori. La teoría precede al hecho. La experiencia es inútil porque antes
de toda experiencia poseemos ya el conocimiento que buscamos.” [194/2]

Para los galileanos, la línea de separación entre aristotelismo y platonismo era muy clara; “estaba
determinada por puntos de vista diferentes sobre las matemáticas en cuanto ciencia y sobre su papel
en la creación de las ciencias de la Naturaleza” [195/3]. Como anota Koryé, si se daba a las
matemáticas un papel de ciencia auxiliar para la física y se afirma que ésta debe basarse, ante todo,
en la experiencia y la percepción sensible, se es aristotélico. Si, por el contrario, se da a las
matemáticas un papel central en el estudio de la física, se es platónico [195/4].

Koyré cita a Galileo cuando, en su Diálogo, Simplicio (el aristótélico) pregunta a Salviati (el galileano),
en la discusión sobre la bala de cañón que cae de lo alto de un mástil, en que Galileo afirma que cae
al pie del mástil y no se queda atrás como indica Aristóteles, ¿ha hecho usted el experimento? y
Salviati (Galileo) responde con orgullo: No, y no necesito hacerlo, y puedo afirmar sin ningún
experimento que es así, pues no puede ser de otro modo [193/3]5.

Precisamente con relación a esta situación del mástil y la bala de cañón, uno de los principales
argumentos de los aristotélicos contra la idea copernicana que la Tierra gira alrededor del Sol y sobre
sí misma, es el hecho intuitivo que la Tierra en su giro no deje atrás los objetos que están en el aire
como las nubes, los pájaros o las balas de cañón lanzadas. Kepler respondió a estos argumentos
planteando la hipótesis que existe una especie de atracción magnética entre la Tierra y los objetos
que están sobre ella. Concibe Kepler así como una especie de Fuerza de gravedad y la imagina
como una serie de cadenas elásticas que atan a todos los cuerpos con la Tierra [191/4].

La conclusión de este artículo, la da Koyré en una nota de pie de página. Él dice:

“Un experimento es una pregunta que planteamos a la Naturaleza y que debe ser formulada en
un lenguaje apropiado. La revolución galileana puede ser resumida en el hecho del descubrimiento
de este lenguaje, del descubrimiento de que las matemáticas son la gramática de la ciencia física.
Este descubrimiento de la estructura racional de la Naturaleza ha formado la base a priori de la
ciencia experimental moderna y ha hecho posible su construcción.” [195/nota 9]

4
En esto, Galileo sigue a Parménides.
5
Es el mismo caso de Einstein, quien, con su Teoría General de la Relatividad, predijo una desviación angular
de las estrellas cercanas a la línea visual del Sol, debido a la atracción de la luz por este último. Cuando
Eddington hizo la observación, en el eclipse de 1919 en Brasil, midió una desviación diferente a la predicha por
Einstein. Cuando éste fue informado de la discrepancia dijo que revisaran las medidas del experimento ya que
su teoría era correcta.
Perspectivas de la historia de las ciencias

Discute el autor, en este texto, como la historia de las ciencias no es objetiva sino que muestra la
perspectiva del historiador. Indica que el pasado, en tanto que pasado, es ya inaccesible. Lo que
tiene el historiador son fragmentos: objetos, escritos, etc. que, la mayoría de las veces, por azar,
sobrevivieron del pasado. Con esto, él reconstruye un relato que, como dice Renán (citado por el
mismo Kioyré) hace de la historia una “pobre y pequeña ciencia de conjeturas” [378/1].

Y no sólo muestra la perspectiva del historiador. Los escritos dejados por aquellos que vivieron una
época, muestra también su propia perspectiva de lo que les tocó vivir; lo que consideraron importante
resaltar. Como puede verse, es una comunicación entre el pasado y el presente, en la que la fuente
(el pasado) expresa su mensaje con sesgos (debidos al azar, a la perspectiva de quien escribe para
el futuro, etc.). El canal del mensaje es el tiempo que, como todo canal, introduce ruido (los objetos
y documentos se deterioran, algunos se pierden, otros son copiados por escribas con distorsión, etc.)
y, por último, el receptor del mensaje, el propio historiador, interpreta lo que le llega según la propia
perspectiva personal, enmarcada en la perspectiva más general de su época. Como dice Koyré:

“El historiador proyecta en la historia los intereses y la escala de valores de su tiempo: y a partir
de las ideas de su tiempo – y de las suyas propias – emprende su reconstrucción.” [379/1]

Podemos concluir de lo anterior, que la historia nunca podrá ser objetiva ya que es siempre
interpretada por el historiador. Al igual que cualquier objeto de estudio, no puede ser conocida en sí
(como no se puede conocer la cosa en sí de Kant). Sólo a través de la interpretación de un historiador
particular se da un conocimiento, también particular, y, por ende, subjetivo de la historia.

Resalta el autor, como la historia como disciplina formal, se inició en el siglo XVIII bajo la influencia
de la filosofía de la Ilustración. Dentro de ese paradigma, la historia se convirtió en la historia del
progreso del espíritu humano.

Culpa Koyré a los historiadores de las ciencias por hacer una historia abstracta e idealista cuando
aíslan los hechos que describen, de su contexto histórico y social. El idealismo de los historiadores
surge, tal vez, de su temor de degradarse a hacer una historia de la técnica en lugar de una de la
ciencia. Esto debido a que la tecnología muestra, más que cualquier otra cosa, esa capacidad del
hombre de conquistar y dominar la Naturaleza. Incluso, afirma Koyré, que “la ciencia no es necesaria
para la vida de una sociedad, para el desarrollo de una cultura, para la edificación de un Estado, o
incluso de un Imperio.” [383/2]. Indica cómo hubo imperios como Persia o China, que desarrollaron
tecnología sin desarrollar ciencia

Además los culpa por no hacer una historia de la ciencia, sino varias historias de aspectos
especializados de las ciencias: una historia de la Astronomía, una historia de la Física, una historia
de la Biología, etc. Koyré indica:

“Debe [la historia de la ciencia] reconquistar la unidad real de la actividad científica – pensamiento
activo y acción pensante – ligada en su desarrollo a las sociedades que le han dado nacimiento y
han alimentado - u obstaculizado - su desarrollo, y sobre cuya historia ha ejercido, por su parte,
una acción. Sólo así podrá evitar la fragmentación que la amenaza cada vez más y encontrar de
nuevo – o por primera vez – su unidad. Ser una historia de la ciencia y no una yuxtaposición pura
y simple de historias separadas de ciencias – y técnicas – diferentes.” [380/2]
De todas maneras pienso que la especialización de la historia de las ciencias, es un fenómeno
inevitable, resultado de la evolución cultural. Ésta, como toda evolución, produce variación y
diversidad de forma natural. Koyré mismo acepta esto cuando dice:

“La especialización es el precio del progreso, de la abundancia de documentación, del


enriquecimiento de nuestros conocimientos que, cada vez más, sobrepasan la capacidad de los
seres humanos.” [381/1]

Es interesante la discusión que hace Koyré de la relación Teoría y Praxis y de la que se deriva de
esta, que es la discusión entre ciencia pura y ciencia aplicada. Para él, la interacción entre teoría y
práctica es un fenómeno puramente moderno. La Antigüedad y la Edad Media ofrecen muy pocos
ejemplos de esta interacción; tal vez el descubrimiento del Principio de Arquímedes o la invención
del cuadrante solar o, incluso el “célebre túnel de Eupalinos”. Ya habíamos hablado de cómo Persia
y China desarrollaron tecnología sin desarrollar ciencia. Los harpedonaptas egicios, que
desarrollaron la tecnología para medir la tierra cuando tenían que medir los campos del Valle del
Nilo, luego de las crecidas de dicho río, no inventaron la Geometría. Tampoco los babilonios o los
mayas, cuando desarrollaron técnicas precisas para medir la posición de los astros en el cielo y las
duraciones de los distintos fenómenos siderales orientado esto a definir cómo regían los astros las
vidas humanas, inventaron la Astronomía. En ambos casos fueron los griegos que no tenían que
medir la tierra o que no creían en la influencia de los astros sobre los destinos de los hombres.

La ciencia pudo originarse y caminar sus primeros pasos en la Grecia clásica porque allí confluyeron,
según Aristóteles, varios factores que la hicieron posible: hubo hombres que disponían de amplios
tiempos para el ocio, algunos de ellos encontraron satisfacción intelectual en la divagación teórica
con miras a comprender los fenómenos de la Naturaleza, por último, este ejercicio de la teoría tenía
valor ante los ojos de la sociedad [384/1]. Pero, como dice Koyré, este fue un caso aislado en la
historia de las ciencias. En la mayoría de las sociedades se ha dado poco valor a la disquisición
teórica gratuita y, aparentemente inútil. En Persia o China, los burócratas del
Estado eran hostiles al pensamiento científico. Podemos agregar, con el paradigma moderno
iniciado con la visión mecanicista de Descartes, el ideal no es la ciencia pura; el ideal es cómo
hacer que la ciencia produzca la tecnología para lograr, con ella, la dominación sobre la Naturaleza.
Este mismo pensamiento permea la realidad de las organizaciones empresariales: sólo vale el
conocimiento que pruebe ser útil para la supervivencia y crecimiento de la empresa. De todas
maneras, en este último caso, esta concepción está justificada.

Concluye Koyré, de lo anterior, que “la teoría no conduce, por lo menos inmediatamente, a la práctica;
y la práctica no engendra, por lo menos directamente, la teoría. La mayor parte de las veces, muy al
contrario, se aparta de ella [384/1]”.

Expresa Koyré también su posición frente a esta dicotomía cuando dice:

“Creo en efecto que la ciencia, la de nuestra época, como la de los griegos, es esencialmente
theoria, búsqueda de la verdad y que por eso tiene, y siempre ha tenido, una vida propia, una
historia inmanente y que sólo en función de sus propios problemas, de su propia historia, puede
ser comprendida por sus historiadores.” [385/3]

Agrega, como final a su ensayo:

“Creo que incluso es esa justamente la razón de la gran importancia de la historia de las ciencias,
del pensamiento científico, para la historia general. Pues si la humanidad, tal como Pascal ha
dicho, no es más que un solo hombre que vive siempre y que aprende siempre, es nuestra propia
historia, mucho más, es nuestra autobiografía intelectual lo que hacemos al estudiarla. Y es
también por esto por lo que es tan apasionante y al mismo tiempo tan instructiva; nos revela al
espíritu humano en lo que tiene de más elevado, en su persecución incesante, siempre
insatisfecha y siempre renovada de un objetivo que siempre se le escapa: la búsqueda de la
verdad, itinerarium mentis in veritatem. Ahora bien, este itinerarium no se da anticipadamente y el
espíritu no avanza en línea recta. El camino hacia la verdad está lleno de obstáculos y sembrado
de errores, y los fracasos son en él más frecuentes que los éxitos. Fracasos además tan
reveladores e instructivos a veces como los éxitos. Por ello nos equivocaríamos al olvidar el
estudio de los errores: a través de ellos progresa el espíritu hacia la verdad. El itinerarium mentis
in veritatem no es un camino recto. Da vueltas y rodeos, se mete en callejones sin salida, vuelve
atrás, y ni siquiera es un camino, sino varios. El del matemático no es el del químico, ni el del
biólogo, ni siquiera el del físico… Por eso necesitamos proseguir todos estos caminos en su
realidad concreta, es decir, en su separación históricamente dada y resignarnos a escribir historias
de las ciencias antes de poder escribir la historia de la ciencia en la que vendrán a fundirse como
los afluentes de un río se funden es éste.” [386/1]

Las etapas de la cosmología científica

Para Koyré, es en la Grecia clásica donde aparece por primera vez, en la historia del pensamiento,
la oposición entre el hombre y el cosmos. Ya no son una unidad como en la antigüedad sino que
ya es el hombre frente al Cosmos [76/5].

Cabe a los griegos la creación de esa forma de pensamiento que consiste en teorizar. Se debe a
ellos la creación de la teoría para “superar los fenómenos”, es decir, ir más allá de los datos de los
sentidos y descubrir la realidad profunda que explique el fenómeno [77/3, 78/2]. Para Koyré es aquí
y con los griegos donde nace la ciencia, ya que, según él, no hay ciencia donde no hay teoría.

En cuanto a la Cosmología, fue el pensamiento de Platón el que llevó la matemática a la Astronomía.


Las formas de su mundo ideal eran formas perfectas y el cielo era un mundo ideal, por lo que las
órbitas de los cuerpos celestes debían ser circunferencias y el movimiento de los cuerpos siderales
debería ser circular uniforme. Los discípulos de Platón, Eudoxo y Calisto se encargaron de concretar
esas ideas en un universo de esferas en las que se movían todos los cuerpos [85/4]. Sin embargo,
las esferas de Eudoxo no explicaban la variación lumínica de los planetas, ni su movimiento extraño
en la bóveda de los cielos [79/2]. Por esa razón, los matemáticos Apolonio, Hiparco y Tolomeo
crearon todo un sistema complejo de esferas excéntricas y con epiciclos [79/3, 80/2, 81/2].

Entre el universo de Eudoxo y el de Apolonio e Hiparco, apareció el Universo de Aristarco de Samos,


que era una ruptura con esta concepción del Cosmos. Él plantea como hipótesis explicativa un
Universo en el que el Sol estuviese en el centro y la Tierra girase a su alrededor y sobre sí misma.
Sin embargo esta visión de Aristarco fue un paréntesis en el pensamiento griego y no tuvo
repercusión.

Tolomeo incluso, para explicar las incongruencias entre el modelo de Apolonio y los datos
observados, tuvo que abandonar uno de los principios platónicos y admitir en su modelo el
movimiento no uniforme y, además, unos puntos no centrados en las esferas pero alrededor de los
cuales giraban estas, a los que bautizó Ecuantes [81/3]. Con este modelo de Tolomeo se llevó a
cabo la separación entre la Astronomía física y la Astronomía matemática. Esta última era
básicamente una ciencia formal, es decir, aquella que busca sólo la utilidad de la previsión pero no
busca la explicación real, física, del fenómeno [82/1/2]. Lo que llegó a ser el sistema de Tolomeo era,
según Koyré, “una concepción de una profundidad y de una potencia matemática extraordinaria”
[81/2].

Copérnico, al igual que Aristarco, planteó otra hipótesis explicativa que, según él, y para no contrariar
a la autoridad eclesiástica (el mismo era un prelado) era sólo un juego matemático que hacía más
fáciles y precisos los cálculos. El modelo de Copérnico es más sencillo que el de Tolomeo ya que no
necesita los ecuantes ni los epiciclos y, además, unía nuevamente la Astronomía física y la
Astronomía matemática [82/5]. Sin embargo su universo seguía siendo finito (calculó que el diámetro
del mismo era unas 700 veces el diámetro de la órbita de la Tierra alrededor del Sol [86/2]).

Kepler, a pesar de ser un pitagórico y estar dedicado a la búsqueda metafísica de la armonía del
Universo, reafirmó la unidad entre la Física y la Astronomía [84/5, 85/1], pues introdujo un concepto
que marcaría un giro en el pensamiento: propuso que el Sol atraía los demás astros con una fuerza
magnética [85/3]. Este fue, tal vez, el disparador que condujo a la Teoría de la Gravitación Universal
de Newton. Sin embargo, Kepler también creía en un universo finito. Él calculó que éste debería
tener un diámetro de unas seis millones de veces el diámetro de la Tierra [86/2]. Sólo fue Giordano
Bruno, que no era ni astrónomo ni físico, sino metafísico, quien propuso la idea de un universo infinito
y por ello fue quemado en la hoguera [86/3].

La aportación científica del Renacimiento

El Renacimiento (siglo XVI) fue básicamente de las artes y las letras, mas no de las ciencias [41/1/3].
Fue una época de transición en la cual se desmoronó la ontología aristotélica pero aún no se tenía
otra que la reemplazara 6. Esto llevó a creer en la magia, la hechicería y la astrología. Fue una
ontología mágica [42/3/4/6, 43/2].

Nicolás de Cusa inició la demolición de la ontología de Aristóteles dando algunos elementos para la
construcción de la nueva ontología en la que desapareció el Cosmos jerárquico y se geometrizó el
espacio [45/2].

El estudio de las obras de Arquímedes y de Apolonio durante el Renacimiento, sirvió para cocinar
las ideas que llevarían a la revolución científica del siglo XVII [44/3].

Kepler, a pesar de ser uno de los protagonistas de la revolución científica del siglo XVII, conservaba
todavía algunos de los elementos de la ontología aristotélica ya que creía en un cosmos jerárquico
y finito [47/1/2]. Él, en algunos aspectos era platónico (la matematización de la física y la aplicación
de las leyes físicas a todo el Universo), más en otros era aristotélico [47/5, 48/1].

Giordano Bruno, un filósofo, fue quien dio el primer paso que condujo a la nueva ontología, al
propugnar un cosmos infinito y no jerárquico [48/3], pero fue Galileo quien da el paso importante
[49/2] cuando define la nueva manera de interrogar a la Naturaleza y de interpretar las respuestas
de ésta (define el experimento científico) [49/5]. Aplicando ese nuevo método se produce una ruptura
entre el mundo de los sentidos (de la percepción guiada por el sentido común) y el mundo real, el
que nos revela el experimento [50/4]. Aplicando su método encuentra las leyes de la
Dinámica Clásica, las leyes del movimiento de los cuerpos [49/2].

Una reflexión personal

El cambio de paradigma ocurrido en el Renacimiento (siglo XV) se fundamentó filosóficamente en el


paso de la concepción de la realidad centrada en el Dios Judeo – Cristiano (Teocentrismo) a la
concepción centrada en el hombre (humanismo). Esto llevó a un cambio en la relación del hombre
con la Naturaleza. De la relación meramente contemplativa de la Edad Media, se pasó a la relación

6
Esta ontología vendría posteriormente con Descartes.
de dominación (relación activa) debida a la filosofía mecanicista. Esta nueva concepción de relación
Hombre – Naturaleza dio origen al método científico y a la tecnología científica [150/2].

Sobre el paradigma mecanicista

Encontré en el libro Ideas sobre la complejidad del mundo del español Jorge Wagensberg una cita
sobre Koyré que describe muy bien el paradigma mecanicista que se posicionó con Newton y con
ello, describe la causa de la brecha entre las dos culturas de Snow: la cultura humanista y la cultura
científica racionalista. Koyré dice7:

“Hay algo de lo que Newton es responsable (y con él la ciencia moderna en general). Se trata de
la división del mundo en dos partes. He dicho que la ciencia moderna había destruido las barreras
que separaban los cielos de la Tierra, que ha unido y unificado el Universo. Eso es cierto. Pero,
también lo he dicho, esto lo ha conseguido sustituyendo nuestro mundo de cualidades, y de
percepciones sensibles, mundo en el que vivimos, amamos y morimos, por otro mundo: el mundo
de la cantidad, de la geometría deificada, un mundo en el que cabe todo excepto el hombre. Y así,
el mundo de la ciencia, el mundo real, se aleja indefinidamente del mundo de la vida que la ciencia
ha sido incapaz de explicar. De hecho, estos dos mundos se unen cada día más por la praxis pero
están separados por un abismo en lo que a la teoría se refiere. En esto consiste la tragedia del
espíritu moderno que sabe resolver el enigma del Universo, pero sólo a costa de reemplazarlo por
otro enigma: el enigma de sí mismo” [25/2]

7
Wagensberg, Jorge Ideas sobre la complejidad del mundo Colección Metatemas: Libros para
pensar la ciencia Tusquets editores, Barcelona, 1998. Página 25.

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