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,

LOGICA
.. , y
LINGUISTICA

JOAQuíN GARRIDO MEDINA

EDITORIAL
SINTESIS
Diseño de cubierta: ISIDRO úBEDA

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© JOAQUÍN GARRIDO MEDINA


© EDITORIAL SINTESIS, S. A.
Conde Duque, 46. 28015 Madrid. Teléfono (91) 5932098

Depósito legal: M. 39.461-1988


ISBN: 84-7738-049-X

Fotocompuesto en MonoComp, S. A.
Impreso en Lavel, S. A.
Impreso en España - Printed in Spain
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Razonamiento y verdad:
lógica proposicional

2.1. Validez de los razonamientos

Los lenguajes artificiales del capitulo anterior están definidos de


manera que son un primer paso hacia un lenguaje que no sea ambiguo,
cuyo significado se entienda siempre según reglas explicitas. Pero la
univocidad y la explicitud no son fines en si mismos; sirven para conse-
guir que el razonamiento que se lleve a cabo en este tipo de lenguajes
se rija también por reglas explicitas. De esta forma se podrá garantizar
la validez del razonamiento que se lleve a cabo en ellos.
Vamos a seguir ahora el procedimiento inverso al del capitulo ante-
rior. En lugar de construir el lenguaje artificial de modo que se vaya
acercando al español, vamos a partir del español mismo. ¿En qué
consiste un razonamiento válido? Hay que combinar datos, que sirven
de premisas, para llegar a un dato nuevo, la conclusión:

(Dado que:) Si hace sol, iremos a la playa.


Hace sol.
(podemos concluir que:) Iremos a la playa.

Veamos otro ejemplo:

Si son las doce, Juan está durmiendo.


Son las doce.
Juan está durmiendo.

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Es el mismo tipo de razonamiento: Se dice que si se cumple una
condición, se produce un hecho; se dice que se cumple la condición; y
se concluye que se produce el hecho. Lo interesante es que siempre se
puede extraer este tipo de conclusión a partir de este tipo de premisas.
Basta que sean verdaderas las premisas para que lo sea la conclusión.
De aquí la importancia que se da al carácter de verdadero o de falso de
cada afirmación. Lo que se quiere saber es si la conclusión es verdade-
ra, a partir de premisas que sean verdaderas. Por ello no hace falta
tener en cuenta qué se dice en la conclusión y en las premisas, sino sólo
si son verdaderas o falsas. Lo que importa es el tipo de razonamiento,
lo que se llama la forma lógica del razonamiento. En este caso, el
esquema del razonamiento es (siendo A y B afirmaciones cualesquiera,
como «Son las doce», «llueve», etc.):

Si A, B
A.
B.

Es un esquema de razonamiento lógicamente válido: independiente-


mente de qué afirmaciones sean las que componen las premisas, la
conclusión siempre será verdadera. Su verdad es una verdad lógica.
En los dos ejemplos que hemos visto intervienen afirmaciones que
no coinciden exactamente con la división en oraciones. Por ejemplo, la
oración «Si son las doce, Juan está durmiendo» contiene las afirmacio-
nes que luego aparecen como oraciones independientes. Necesitamos
por tanto detallar la naturaleza de las afirmaciones que intervienen en
los razonamientos.

2.2. Proposición y valor de verdad

2.2.1. Oración, enunciado y proposición

Antes de seguir, conviene recordar que una misma oración se pue-


de pronunciar en ocasiones diferentes, dando lugar a enunciados dis-
tintos. El término enunciado se usa en dos sentidos: como segmento de
habla delimitado por pausas (corresponde al inglés «utterance» como
lo define Harris, 1951. 14; así aparece en el diccionario de Dubois el al.,
1973), y como lo que se afirma mediante el uso de una oración en una
determinada ocasión (corresponde al inglés «statemenÍ» empleado en
lógica; así lo define el diccionario de Abraham, 1974). El uso de una
oración da lugar a diferentes enunciados, en los dos sentidos de la

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palabra, pero el que interesa aquí es el segundo: en ocasiones diferen-
tes, una oración da lugar a declaraciones diferentes acerca de la reali-
dad (lo que Bach y Hamish, 1979, § 8.3.1. llaman «DEO», declaración
hecha al enunciar una oración). Todavía más, es posible distinguir
entre el acto de enunciación y el enunciado correspondiente (Lyons,
1977, § 1.5; Acero, Bustos y Quesada, 1982, § 2.3 Y 8.1 emplean «profe-
rencia» para referirse al acto verbal).
En lingüistica es útil emplear el concepto de texto: una oración, por
ejemplo, «Yo tengo razón», constituye un texto (o una parte de un texto)
al unirse a la información acerca de sus circunstancias de enunciación
(por ejemplo, quién la pronuncia, quién es ese «yo»), que pueden ser
comunes a otras oraciones, anteriores o posteriores; también, por con-
siguiente, si el texto está constituido por oraciones anteriores, inter-
viene la información acerca de qué se ha dicho antes: en «Hablé con él
unos minutos», hace falta disponer de la oración anterior, para saber
quién es «él» (o estar presente una tercera persona, de la que se
habla). Se hace entonces necesario distinguir entre el enunciado (me-
jor, entre el texto o la parte del texto) y la oración que interviene en la
constitución de ese enunciado (mejor, de ese texto o de esa parte del
texto).
En realidad, entonces, una oración es una unidad gramatical (enun-
ciativa, interrogativa o imperativa) que resulta de eliminar de un texto
o de una parte de texto la información que podemos llamar contextual;
ejemplo de ella es la información deíctica, o centrada en el hablante
(<<egocéntrica» la llama Russell, 1940, capítulo 7), como es la de los
pronombres personales, los demostrativos, o el tiempo de los verbos.
Una oración, en este sentido, es un producto de la abstracción, un
objeto abstracto. Salvo en los ejemplos aislados empleados en los libros
(como éste), las oraciones aparecen usadas en textos, es decir, provis-
tas de la correspondiente información contextua!.
Para describir la forma de los razonamientos, interesan las afirma-
ciones como las de los anteriores ejemplos de razonamiento. Son des-
cripciones de hechos de la realidad. Estas afirmaciones se pueden
expresar enunciando oraciones simples declarativas. Por eso se define
la unidad del razonamiento, la proposición, como el significado de una
oración simple declarativa, empleada para afirmar algo acerca de la
realidad, algo que es susceptible de ser verdadero o falso.

2.2.2. Oraclone. declarativa. y no declarativa.

Se pueden hacer dos precisiones. La primera es que no todas las


oraciones simples declarativas se usan para hacer una declaración

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acerca de la realidad (es decir, con la función representativa definida
por Bühler, 1934). Por ejemplo, «Esta sopa no tiene sal», a pesar de su
forma gramatical de oración declarativa, puede servir para hacer una
petición (es decir, puede tener función apelativa; puede emplearse en
lo que Searle, 1975, llama un acto lingüístico indirecto). Para analizar el
razonamiento nos limitamos a las oraciones declarativas con función
comunicativa declarativa.
La segunda precisión es que, para algunos lógicos, no es necesario
distinguir entre oración simple declarativa y proposición. La unidad
del razonamiento seria entonces simplemente la oración simple decla-
rativa. Lo que importa es que la unidad en cuestión describa un deter-
minado hecho o afirme que ocurre un hecho (o que no ocurre). Lo que
interesa es que pueda ser verdadera o falsa, es decir, que corresponda
o no a un hecho de la realidad. Para ello tiene que ser una afirmación (o
aseveración) acerca de un hecho de la realidad. Esa afirmación, lláme-
se proposición, enunciado u oración, es lo que puede ser verdadero o
falso, y por tanto es lo que interesa. Cuando no haya lugar a duda,
podremos prescindir de la diferencia entre la proposición y la oración
que la expresa, y mencionaremos una proposición simplemente men-
cionando la oración que sirva para expresarla.
Si empleamos la distinción entre oración y proposición, podemos
comprobar que la relación entre oraciones y proposiciones no es biUlÚ-
voca: una oración puede expresar varias proposiciones (según la inter-
pretación, por ejemplo, que le demos a la información deíctica), y una
proposición puede expresarse mediante oraciones diferentes (con ex-
presiones deícticas diferentes, pero cuya interpretación coincida): «Yo
tengo razón» dicha por Juan a Pedro expresa la misma proposición que
«Tú tienes razón» dicha por Pedro a Juan. y «Yo tengo razón» dicha por
Juan expresa una proposición distinta que dicha por Pedro. (En esta
capacidad de usar una misma oración para expresar proposiciones
diferentes radica el rendimiento comunicativo del lenguaje, lo que
Barwise y Perry (1983, 5 Y 32-39) llaman la eficacia del lenguaje huma-
no.)
Hay además un recurso para relacionar las oraciones interrogativas
e imperativas con las proposiciones de las declarativas correspondien-
tes (<<¿Tengo yo razón?», y la proposición expresada usando «Yo tengo
razón»). Se trata de la hipótesis realizativa (o performativa, del inglés
«performative», del verbo «perform», «realizar, llevar a cabo»), según
la cual la oración interrogativa es una declarativa con el verbo realizati-
vo implícito «preguntar», y la imperativa con «ordenan> (Ross, 1970); o,
en otros términos (Grishman, 1986, 90), si el significado de la oración
declarativa son sus condiciones de verdad (como veremos a continua-
ción), el de la interrogativa es la petición de información acerca de las

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condiciones de verdad de la correspondiente declarativa, y el de la
imperativa la orden de hacer verdaderas las condiciones de verdad de
la correspondiente declarativa. Tradicionalmente se distingue en gra-
mática entre «actitud del hablante», subjetiva (<<modus»), correspon-
diente a la diferencia entre declarativa, interrogativa, etc., y «contenido
objetivo» (<<dictum»), que puede ser común a oraciones de distinto
«modus» (Gili Gaya, 1961. § 32). Es este «contenido objetivo», que pue-
de ser verdadero o falso, el que interesa para el razonamiento y que
recibe aquí el nombre de proposición.

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