100%(1)100% menganggap dokumen ini bermanfaat (1 suara)
39 tayangan4 halaman
Editorial editado que fue publicado en el diario "El Heraldo" de mayor circulación en la ciudad de Ambato - Ecuador - Sudamérica, acerca de la enfermedad del apuro.
Editorial editado que fue publicado en el diario "El Heraldo" de mayor circulación en la ciudad de Ambato - Ecuador - Sudamérica, acerca de la enfermedad del apuro.
Editorial editado que fue publicado en el diario "El Heraldo" de mayor circulación en la ciudad de Ambato - Ecuador - Sudamérica, acerca de la enfermedad del apuro.
MEDICO ACUPUNTURISTA Doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad Central del Ecuador Especialización de dos años de postgrado en la República de China en ACUPUNTURA Y MOXIBUSTIÓN La enfermedad del apuro 4.000 mil años atrás, Egipto inventó el primer reloj y era del sol, por tanto, no medía el tiempo en la noche. El de agua o Clepsidra, indicaba la hora durante la noche al vaciarse el agua que contenía. El más antiguo fue encontrado en un templo egipcio y data de hace 3. 356 años. Durante el siglo XVI, en Europa, se empezaban a usar los relojes de arena, que medían la duración de las misas en las iglesias. Galileo Galilei inspiró a Christian Huygens en el diseño del primer reloj de péndulo en 1656, era el más exacto hasta entonces con un margen de error de 5 minutos diarios. El primer reloj eléctrico que se accionaba por atracción y repulsión eléctrica, se construyó en 1840 por Alexander Bain. Finalmente, Louis Cartier, creó el primer reloj de pulsera para uno de los primeros aeronautas de la historia, Santos Dumont, quien necesitaba las dos manos para manejar, pero quería ver la hora...Pero quien iba a pensar que este aparato iba convertirse en nuestro jefe, nuestro amo, nuestro verdugo, una aparente máquina infernal. Antes nos acostábamos cuando el sol caía, nos levantábamos cuando el sol salía, comíamos cuando teníamos hambre, pero hemos dado paso a una “sociedad del rendimiento” donde ya no somos nuestros propios amos, ya no tenemos libertad para distribuir nuestro tiempo, resulta difícil ponernos nuestros propios límites, llegamos casa y seguimos trabajando hasta la madrugada, nos exigimos tanto que, así como en otras épocas habían las pandemias virales o bacterianas, hoy la pandemia mundial es la ansiedad, los pánicos. Nunca nos imaginamos que, cada vez, con más influencia, muchas enfermedades mentales estarían ligadas a la vida frenética y acelerada actual. Esta modernidad prospera con la velocidad, la instantaneidad y los resultados inmediatos. Actuamos como si hubiéramos sido programados sin verdadero pensamiento, como si nos estuviéramos quedando sin tiempo nos movemos lo más rápido posible. Incluso cuando no es necesario, actuamos, pensamos, sentimos y decidimos con imprudente rapidez. Todo esto está relacionado con el estrés y de hecho en los últimos congresos en Europa y E.U. se habla de “La enfermedad del apuro” y es impactante porque nadie toma conciencia de este asunto, de la relación con el tiempo y la velocidad con la cual nos tomamos las cosas generándonos tensión que desencadenan finalmente enfermedades de orden psiquiátrico. Por definición, esta enfermedad del apuro es un patrón de comportamiento caracterizado por la continua prisa y ansiedad; una abrumadora y continua sensación de urgencia donde uno siente la necesidad de apresurarse sin tener realmente una razón. Es un malestar en el que una persona se siente crónicamente corta de tiempo, y por lo tanto tiende a realizar cada tarea más rápido y se pone nerviosa cuando se encuentra con cualquier tipo de retraso. Nos suena muy familiar, ¿no? Para aumentar el enigma, nuestra tecnología de rápida expansión, que está aumentando exponencialmente, se supone que mejora nuestras vidas al facilitar las cosas y al proporcionarnos el tiempo necesario para relajarnos. Los teléfonos inteligentes nos han bendecido con formas fáciles de comunicarnos instantáneamente; las computadoras responden a nuestras preguntas en una fracción de segundo y nos ayudan a satisfacer las crecientes demandas. Pero la tecnología se convierte en parte del nuevo problema que estamos sintiendo, no en la solución. Y el resultado es que, en nuestro mundo súper-rápido, súper-tecno, estamos experimentando una epidemia de enfermedades por apuro. Avanzan los años y, con espeluznante velocidad, también los adelantos tecnológicos con nuevos aparatos que casi damos por sentado que sin ellos ya no podemos desenvolvernos: microondas, secadores-planchadores de ropa, lavaplatos, máquinas que lavan y enceran el automóvil, aspiradoras robóticas, controles de casi todo con redes inalámbricas de radiofrecuencia, inteligencia artificial con comandos de voz para muchas actividades del hogar, correos electrónicos, multivideo chats, traductores inmediatos de voz, aplicaciones en celulares para servicio a domicilio de belleza, entrega de medicinas, alimentos, transporte puerta a puerta, entre muchos otros. Todos estos ahorradores de tiempo están, supuestamente, destinados a darnos más tiempo libre y de ocio (descanso y relajación), pero desafortunada e irónicamente, con todas estas maravillas, cada vez tenemos menos tiempo libre. Podemos tratar de mantener la vida a una velocidad vertiginosa, pero tarde o temprano, física, mental y/o emocionalmente nos desmorona- remos. Nuestros cuerpos y mentes no están destinados a soportar estrés continuo. Si nuestro “botón de pánico” cerebral está frecuentemente activado, la presión sanguínea, la glucosa aumenta, y si permanecen elevados junto la hormona del estrés el cortisol, que deprime el sistema inmunológico aparecerá un gran abanico de enfermedades. Sumemos a ello que cada vez somos más irritables, menos tolerantes, experimentando mayores índices de maldad que a veces hasta lloramos de frustración, agobio o agotamiento. Pero ¿Cómo saber si sufrimos de la enfermedad del apuro ya sea ocasional o crónicamente? ¿Sentimos que siempre estamos estresados, nos preocupamos innecesariamente por el futuro, estamos ansiosos y siempre tenemos muchas ganas de irnos y no podemos estar quietos? Encuestas mundiales revelan que la gran mayoría sienten que cada año están más ocupados que el año anterior. ¿Almorzamos en nuestro escritorio mientras revisamos los correos electrónicos o hablamos por teléfono? ¿Hacemos otra cosa durante las llamadas telefónicas o video-conferencias, e incluso mientras nos lavamos los dientes? Todos nos encontramos con multitareas de vez en cuando, pero ¿qué hay de interrumpir habitualmente a alguien que está hablando, o que siempre nos sentimos frustrados en una cola para pagar o en el tráfico, incluso cuando estamos circulando sin problemas? Cuando calentamos algo en el microondas durante 30 segundos, ¿sentimos la necesidad de encontrar otra cosa que hacer mientras esperamos ese tiempo? Un signo seguro es presionar repetidamente el botón de la puerta de un ascensor, muchas veces, esos botones no están conectados a nada que no sea un foco, son lo que se llama un 'placebo mecánico', pero incluso si trabajaran, ¿cuánto tiempo ahorraríamos? ¿5 segundos? Pero para los apurados, 5 segundos pueden parecer eternos. Aproximadamente el 90% de los gerentes que algunos psicobiologos han estudiado en los últimos años, padecen la dolencia, definida como la necesidad constante de hacer más, más rápido, incluso cuando no hay una razón objetiva para estar en tales prisas. Estamos perdiendo la capacidad de pausar y pensar, de trabajar más inteligentemente en lugar de trabajar más duro, de hecho, personas más reflexivas, y quizás menos "trabajadoras ", obtienen mejores puestos de trabajo. Las prisas y las preocupaciones son crónicas cuando sentimos que siempre estamos preocupados innecesariamente por el futuro, estamos ansiosos, inquietos y siempre tenemos muchas ganas de movernos de un lugar a otro. Apresurarse y preocuparse se ha convertido en algo natural que parece que no podemos deshacernos de estos hábitos. Sentimos que todo es urgente, como si siempre tuviésemos que estar disponibles para las personas cuando llaman, cuando envían un correo electrónico, propendemos a responder de inmediato, acudir de inmediato cuando ellos quieren reunirse y así por el estilo. Tenemos que hacer esto y lo otro de inmediato o perderemos tiempo. ¿Pensamos demasiado rápido que parece que no podemos captar nuestros pensamientos? ¿Hablamos demasiado rápido y no escuchamos a otras personas? ¿Interrumpimos a otros cuando hablan porque necesitamos presentar nuestras ideas inmediatamente? ¿Tenemos tantas tareas hasta el punto de olvidar algunas de ellas? ¿La tecnología es la culpable o es que sólo estamos 'conectados' nuestros minutos de oro distraídos con insignificancias y desinformaciones en lugar de tomarnos el tiempo para frenar un poco y descansar nuestra mente de indignantes frustrantes y amarillistas acontecimientos? Si nuestro reloj dirige el tono y el flujo de su día, entonces es posible que debamos pensar en cómo vivimos nuestra vida. La gestión del tiempo y el hecho de ser consciente del tiempo es importante para asegurarnos de que está bien encaminado, pero el control constante del tiempo es simplemente obsesivo. Necesitamos liberarse del tic tac del reloj y simplemente disfrutar cada momento a medida que se presente. Parece que cada vez más personas siempre tienen prisa por llegar a algún lugar independientemente del día o la ocasión. Caminar rápido y apresurado incluso sin tener que hacerlo puede ser una señal de que necesitamos disminuir las revoluciones. La enfermedad de la prisa también puede manifestarse en la forma en que conducimos. Puede que conduzcamos demasiado rápido casi todo el tiempo, inclusive por encima del límite de velocidad para llegar a nuestro destino sin ser detenidos. Superar la condición es engañosamente simple, pero generalmente requiere cierta determinación. Primero, identifique qué objetivos son esenciales, ya sea para tener éxito en su trabajo actual o para dar el siguiente paso. Luego, dedique tiempo en su día para centrar su atención exclusivamente en esos objetivos, sin distracciones. En este mundo afligido por la enfermedad de alta velocidad, muchas personas parecen haber perdido la habilidad de ser pacientes. Sí, creo que la paciencia es también una habilidad y no solo una virtud. Es una habilidad que algunas personas poseen de forma innata, pero también se puede aprender. Si simplemente no puede esperar en silencio varios minutos en línea o en el tráfico sin quejarse, es posible que debamos disminuir la velocidad y aprender la habilidad de ser paciente. Es normal que todos nos sintamos presionados y apresurados durante ciertos momentos de sus vidas. A veces tenemos que cumplir con las expectativas, con los plazos y con las tareas y responsabilidades. No hay nada de malo en ello. Sin embargo, definitivamente hay algo malo cuando nos encontramos apresurados y al límite. Seamos honestos con nosotros mismos para que podamos comenzar a cambiar tu vida. Disminuyamos la velocidad y disfrutemos de nuestra vida antes de que pase.
Aprende a sanar y controlar tu ansiedad vive una vida más plena en tu entorno familiar, relaciones y en el trabajo. Aprende a disminuir la ansiedad y comienza a disfrutar la vida de forma distinta
El Cerebro Depre Por Qué No Estamos Programados para Estar Bien Siempre y Cómo Dejar de Obsesionarnos Por La Búsqueda de La... (Anders Hansen) (Z-Library)